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EL ARTE EN EL RENACIMIENTO

Históricamente, el Renacimiento fue contemporáneo de la Era de los


Descubrimientos y las conquistas ultramarinas. Ésta «Era» marca el
comienzo de la expansión mundial de la cultura europea, con los
viajes portugueses y el descubrimiento de América, lo cual rompe la
concepción medieval del mundo, fundamentalmente geocéntrica. El
Renacimiento comenzó en Italia en el siglo XIV y se difundió por el
resto de Europa durante los siglos XV y XVI. En este período, la
fragmentaria sociedad feudal de la Edad Media, caracterizada por una
economía básicamente agrícola y una vida cultural e intelectual
dominada por la Iglesia, se transformó en una sociedad dominada
progresivamente por instituciones políticas centralizadas, con una
economía urbana y mercantil, en la que se desarrolló el mecenazgo de
la educación, de las artes y de la música.

El desmembramiento de la cristiandad y el desarrollo de los


nacionalismos, la introducción de la imprenta, entre 1460 y 1480, y la
consiguiente difusión de la cultura fueron de la mano, potenciándose
mutuamente, con la revolución operada en el mundo de las ideas. El
determinante, sin embargo, de este cambio social y cultural fue el
desarrollo económico europeo, con los primeros atisbos del
capitalismo mercantil. En este clima cultural de renovación, que
paradójicamente buscaba sus modelos en la Antigüedad Clásica,
surgió a principios del siglo XV un renacimiento artístico en Italia de
empuje extraordinario. La Formalina, obra de Rafael El artista tomó
conciencia de individuo con valor y personalidad propios, se vio
atraído por el saber y comenzó a estudiar los modelos de la
antigüedad clásica a la vez que investigaba las técnicas del
claroscuro, las formas de representar la perspectiva, y el mundo
natural; especialmente la anatomía humana y las técnicas de
construcción arquitectónica. El paradigma de esta nueva actitud es
Leonardo da Vinci, personalidad eminentemente renacentista, quien
dominó distintas ramas del saber, pero del mismo modo Miguel Ángel
Buonarroti, Rafael Sanzio, Sandro Botticelli y Bramante fueron artistas
conmovidos por la imagen de la Antigüedad y preocupados por
desarrollar nuevas técnicas escultóricas, pictóricas y arquitectónicas,
así como por la música, la poesía y la nueva sensibilidad humanística.
Todo esto formó parte del renacimiento en las artes en Italia.
Mientras surgía en Florencia el arte del Cuatrocento o primer
Renacimiento italiano, así llamado por desarrollarse durante los años
de 1400 (siglo XV), gracias a la búsqueda de los cánones de belleza
de la Antigüedad y de las bases científicas del arte, se produjo un
fenómeno parecido y simultáneo en Flandes (especialmente en
pintura), basado principalmente en la observación de la vida y la
naturaleza y muy ligado a la figura de Tomás de Kempis y la «devotio
moderna», la búsqueda de la humanidad de Cristo. Este Bajo
Renacimiento, conjugado con el italiano, tuvo gran repercusión en la
Europa Oriental (la fortaleza moscovita del Kremlin, por ejemplo, fue
obra de artistas italianos). La segunda fase del Renacimiento, o
Cinquecento (siglo XVI), se caracterizó por la hegemonía artística de
Roma, cuyos Papas (Julio II, León X, Clemente VII y Pablo III)
(algunos de ellos pertenecientes a la familia florentina de los Médici)
apoyaron fervorosamente el desarrollo de las artes, así como la
investigación de la Antigüedad Clásica. Sin embargo, con las guerras
de Italia muchos de estos artistas, o sus seguidores, emigraron y
profundizaron la propagación de los principios renacentistas por toda
Europa Occidental.

La Pintura en el Renacimiento
Durante el Renacimiento, la pintura está representada principalmente
por cuatro grandes artistas: Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael
y Tiziano. No obstante, otros pintores también destacaron
sobremanera en esta vertiente de la creación plástica durante el
periodo renacentista: ese es el caso de Giotto, Piero della Francesca,
Sandro Botticelli y Perugino. Todos ellos fueron importantes pintores
que le dieron forma a uno de los movimientos estéticos más
admirables en la historia del arte: el Renacimiento.

Incluso hasta nuestros días, la pintura renacentista se ha mantenido


como un auténtico ícono cultural y artístico. Las composiciones
pictóricas realizadas durante el Renacimiento se caracterizan por
evocar el colorismo y la forma del arte griego antiguo. Las pinturas
elaboradas durante el Renacimiento, movimiento cultural que se
desarrolló en el continente europeo entre los siglos XV y XVI, están
consideradas entre las obras de arte más hermosas jamás creadas. A
continuación haremos un breve repaso de
las características generales de la pintura renacentista.

El problema de la pintura en el Renacimiento


A diferencia de otras formas artísticas, como por ejemplo la
arquitectura, la pintura en el Renacimiento tuvo el problema de
carecer de modelos antiguos preservados para emular. Había
esculturas y restos de templos grecorromanos, pero no demasiadas
creaciones pictóricas para que los creativos renacentistas tomaran
inspiración. Sin embargo esto lograron superarlo usando como fuentes
a los autores clásicos en sus descripciones de las pinturas creadas
en los tiempos antiguos.

Características de la pintura renacentista


La pintura en el Renacimiento tenía como meta recuperar las formas
estilísticas griegas y romanas, dejando de lado los adelantos logrados
en la Edad Media. Si en el gótico lo predominante eran las formas de
frágil, sofisticada y tenue apariencia, en el Renacimiento se buscó
conjugar el vigor de las masas, el ritmo y la simetría en las formas, así
como la producción de obras a la vez sólidas y sencillas. En las
creaciones plásticas de este tiempo la masa domina a la línea.

Sensibilidad latina en contra del frío temperamento nórdico


Podría advertirse en el fondo de la pintura renacentista en su
conjunto, una reacción por parte de la espiritualidad latina, apasionada
y llena de vida, en contra del frío sentimiento, esquemático y
perfeccionista, de los artistas nórdicos. Por otra parte, la pintura
renacentista defiende la autonomía del individuo y estimula el interés
por el hombre y la naturaleza en todos sus fenómenos.

La pintura del Renacimiento en retrospectiva


Con la llegada del Renacimiento, la pintura en Occidente alcanzó
cotas de excelencia que no han vuelto a repetirse. En las creaciones
de los artistas de este tiempo se ven reflejados los cambios
producidos en la visión del mundo por el desarrollo de las ciencias
naturales y los más importantes descubrimientos, los problemas
religiosos de aquel entonces y las más angustiantes agitaciones
sociales y políticas. En la pintura renacentista se combinan la realidad
y la fantasía, lo profano y lo sacro, el escepticismo más científico y el
más profundo éxtasis contemplativo.

Las fuentes y archivos testimonian que en Murcia, durante el siglo XVI,


especialmente a partir de 1560, hubo abundancia de pintores que
trabajaban en el territorio o incluso fuera, como el caso de Pedro
Fernández, pseudobramantino, que trabajó en el reino de Nápoles. Pero
muchas veces las circunstancias históricas o los escasos encargos de
pintura no nos han dejado muchos ejemplos de pintura renacentista en
Murcia. El Museo de Bellas Artes de Murcia custodia algunos de los
trabajos renacentistas que restan de expolios, pérdidas o destrucciones.
La figura de Hernando de los Llanos sobresale entre los autores, con
obras como los Desposorios de la Virgen o la muy conocida escena del
Milagro de la Vera Cruz. La pintura de Llanos, que inicia su estancia en
Murcia en 1516, es una pintura amable que utiliza muchos de los
recursos que el Renacimiento italiano plantea, como los fondos
arquitectónicos. La influencia de Leonardo, de quien fue discípulo en
Florencia, puede observarse en los rostros femeninos, cierta sumatoria
y una paleta de color que traduce la viveza de los colores utilizados en
Italia. Pero las influencias italianas no deben dejar de lado la aportación
local de Llanos, la perspectiva española aplicada a los objetos, y las
tipologías alfo flamencas de los rostros que siguen recordando a los
grandes renacentistas españoles como Berruguete, sin llegar claro a la
perfección de aquel.
Otro de los pintores destacados del Renacimiento en Murcia es Juan
de Vitoria, su retablo con la Historia de Santiago, realizada en 1552,
está custodiado en el MUBAM y es una interesante muestra. El estilismo
de Juan de Vitoria muestra por un lado el aún arraigado estilo gótico, en
un relato que distribuye personajes en perspectivas poco recreadas, y
por otro lado las nuevas tendencias compositivas, con una mayor
libertad de movimientos, gestos, etc.
El gusto por lo gótico se perpetúa en el siglo XVI, con tablas
anónimas en las que los santos siguen mostrándose de medio cuerpo y
con un detalle en el dibujo y la composición propios de la pintura
flamenca o de maestros españoles como Berruguete. La hoja de oro
fino sigue siendo el recurso más utilizado para tablas y retablos donde
aún falta la perspectiva renacentista y la recreación de volúmenes a
través del color más que de la línea. Un buen ejemplo de obra del XV
todavía inmersa en conceptos góticos es la Transfiguración del Maestro
de Fontanals.
Las características de este goticismo podemos contemplarlas,
también en el MUBAM, junto a obras mucho más innovadoras como la
Sacra Conversación de Francisco de Comontes, una obra muy del gusto
italiano en cuanto a la iconografía y que permite adivinar las nuevas
tendencias renacentistas.

Los pintores del Renacimiento más destacados


El arte del Renacimiento se caracteriza por su afán por reproducir las
formas estilísticas de la cultura grecorromana. Para conseguir este
objetivo los pintores del Renacimiento manejaron un notable
humanismo y revolucionarias técnicas de creación plástica. Además
prescindieron de los estilos surgidos a lo largo de la Edad Media.

Uno de los focos más importantes de la pintura renacentista


surgió en Florencia, pero también fueron importantes lugares como
Roma y Venecia, escenarios del auge de la pintura renacentista
italiana. Hoy en Spoots te contaremos un poco más acerca de los
pintores del Renacimiento más destacados, así como de las
características generales más importantes de sus obras.

 Leonardo Da Vinci (1452-1519)


Nacido en Vinci, Italia, en 1452, fue un verdadero erudito de
la cultura de su tiempo. Se formó como artista en Florencia
pero desarrolló su carrera más tarde en las ciudades
de Milán y Roma. Siempre se preocupó por
la técnica empleada en sus pinturas, incluso escribiendo un
libro acerca de ello. La tendencia que él inició busca que los
contornos de la figuras se fundan con la atmósfera
plasmada en la obra, y su ideal y estética de belleza han
servido de inspiración a incontables artistas posteriores.
De entre sus pinturas más importantes hay que
mencionar Adoración de los Magos (1481), La Virgen de las
Rocas (1483), La Última Cena (1495-97) y la
célebre Gioconda (1503-17). Si bien hizo varios bocetos
para esculturas y construcción de edificios, no se llegaron a
concretar. También produjo notas y comentarios sobre
música y literatura, siendo probablemente el artista más
completo que haya existido tanto dentro como fuera de
Italia.
En las obras de Leonardo da Vinci podemos apreciar el
concepto del punto de fuga, el cual se basa en un punto
situado en el horizonte a partir del cual surgen una serie de
líneas que le otorgarán al cuadro una sensación de
profundidad en el espacio. Este tipo de perspectiva formará
parte de un gran número de obras tanto de Leonardo da
Vinci como de otros pintores de la época.
Como muchos artistas famosos de la época, Leonardo no
hacía distinción entre el arte y la ciencia, procurando
profundizar y mezclar ambos mundos armoniosamente.
Todo ello dio como resultado incontables bocetos entre los
cuales encontramos planos y dibujos de objetos voladores,
máquinas de guerra e incluso anatomía humana. En
resumen, un auténtico genio y uno de los nombres
imprescindibles del Cinquecento.

Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564)


Miguel Ángel Buonarroti, cuya vida artística se desarrolló
entre Roma y Florencia, fue un pintor, escultor y arquitecto
italiano destacado en estas tres áreas. Se inspiró
en Giotto y Ghirlandaio para definir su estilo en la pintura y
para este gran artista del Renacimiento lo más importante
era la fuerza en las masas y el volumen de la
musculatura. En Miguel Ángel, como en mucho del mejor
arte renacentista europeo, la masa domina a la línea. Sus
obras principales exhiben además un virtuoso manejo del
claroscuro.
Además, las figuras desnudas, épicas, nobles y heroicas,
exhiben lo mejor de su talento. A destacar son obras
como: El Juicio Final (1537-1541), la Batalla de
Cascina (1504) y los frescos de la Capilla Sixtina (1508-
1512). Después de estos frescos, diseñó el Palacio Farnesio
e hizo varios cambios en los planos arquitectónicos de
la Basílica de San Pedro, siendo su actual cúpula un
diseño suyo.
Miguel Ángel también destacó como uno de los escultores
más importantes del Renacimiento. De reconocimiento
mundial son el impecable David (1504) o la Piedad del
Vaticano (1499).

Rafael de Sanzio (1483-1520)


Rafael de Sanzio, pintor y escultor italiano, tal vez es el
pintor renacentista que mejor plasmó en sus creaciones
pictóricas los mejores descubrimientos técnicos de aquella
época con una sensibilidad y una gracia incomparables.
Imposible no conmoverse con sus delicadas y bellas
“Madonnas”, o sentir admiración ante el magistral
planteamiento que exhiben sus frescos de tema histórico-
alegórico. Podemos destacar trabajos artísticos tan
notables como: Disputa del Sacramento (1510), la Escuela
de Atenas (1510-12), El Parnaso (1511), la Liberación de
San Pedro (1514) o la Misa de Bolsena (1512-14).
Era tal su prestigio que el papa Julio II le encargó que
pintara sus aposentos en el Vaticano en el año 1508,
pudiendo admirarse esta magnífica obra aún hoy en lo que
se conoce como las Estancias del Vaticano que incluyen:
las Estancias de la Signatura y las Estancias de Heliodoro.
Su última obra fue La Transfiguración (1520), reflejando en
ella su estilo de manera impecable.
Antonio Allegri “Il Correggio” (1489-1534)
Antonio Allegri “Il Correggio”, fue un pintor muy estudioso de
las técnicas para plasmar la luz en los cuadros. Para este
artista, a diferencia de lo que manejaba Leonardo y a pesar
de estar muy influenciado por su obra, la atmósfera en una
pintura queda definida por la luz, la cual debe extenderse a
todos los rincones de la obra, realzando el cromatismo de
la composición y modificando sabiamente los contornos de
los objetos.
De este modo “Il Correggio” creó un mundo ideal de
bienestar y paz en su obra plástica. De entre sus obras más
significativas tenemos: Natividad de Jesús (1530), Madonna
con el niño (1516), Coronación de la Virgen (1522) y su obra
maestra, la Asunción de la Virgen (1530).

Tiziano (1489-1576)
Para muchos especialistas, Tiziano Vecellio, mejor
conocido como “Tiziano”, fue el pintor veneciano más
importante del Renacimiento. Aprendió los secretos de la
creación plástica en los talleres de Giovanni Bellini y
durante algún tiempo tuvo como principal modelo a
Giorgione. Uno de los protectores principales de Tiziano fue
el duque de Ferrara, Alfonso d’Este, para quien realizó su
obra Baco y Ariadna (1523).
Numerosas de sus composiciones tocan temas
mitológicos o religiosos y exhiben mucha vitalidad y
colorido. Hacia la década de 1530 comenzó a pintar retratos
de grandes personalidades de su tiempo, como
el Emperador Carlos V o el Rey Francisco I Rey de
Francia. Cabe destacar algunas de sus obras más
afamadas como por ejemplo: Venus y Adonis (1554), Diana
y Calisto (1559) o El Martirio de San Lorenzo (1559).

Sandro Boticcelli (1445-1510)


Boticcelli es un pintor italiano que se destacó por expresar
un sentimentalismo, delicadeza y gracia en sus obras,
llevando el estilo renacentista a una elegancia y
sofisticación sin igual. Sus temáticas iniciales se
enfocaron en representaciones religiosas, muy a la par con
el gusto de la época, pero luego pasó a representar
temáticas más complejas y de influencia
neoplatónica, probablemente a causa de su contacto con
los Médici.
En 1470, a causa de la admiración causada por su
cuadro La Adoración de los Magos (1476), fue patrocinado
por los Médicis, a quienes pintó dos de sus cuadros más
importantes: El Nacimiento de Venus (1486) y La
Primavera (1482).
Dado que era uno de los artistas italianos más destacados
de su generación además de ser uno de los más próximos a
la época que va desde la época prerrenacentista a la
primera mitad del Renacimiento, formó parte de un grupo
comisionado por el papa Sixto IV para pintar algunos
frescos en la Capilla Sixtina. Más tarde volvió a Roma a
continuar su carrera, pintando en varias iglesias florentinas
así como participando en trabajos para la villa de Lorenzo El
Magnífico.

El Greco (1541-1614)
Doménikos Theotokópoulos, conocido internacionalmente
con el nombre de El Greco, ha sido uno de los máximos
exponentes de la pintura en España del Renacimiento,
concretamente de la última etapa centrada en el desarrollo
del manierismo, un estilo caracterizado por la utilización de
colores fríos y figuras exageradas y artificiosas.
Y es que a pesar de los orígenes griegos de El Greco,
España, y en particular la ciudad de Toledo en la que pasó
gran parte de su vida, son el centro donde desarrolló sus
grandes obras. Obras de gran reconocimiento entre las que
destacan imágenes como las de El entierro del conde de
Orgaz (1588), El Expolio (1579), Laocoonte (1614) o La
expulsión de los mercaderes (1600).
Sus inicios en Venecia le permitieron entrar en contacto con
artistas de renombre como Tintoretto, Tiziano o
de Michelangelo en Roma. A su llegada a España sus
pretensiones de convertirse en el pintor de la corte española
se vieron frustradas cuando el encargo del, por aquel
entonces rey Felipe II, para pintar los frescos
del Monasterio del Escorial no fueron de su agrado. Sin
embargo su talento no pasó desapercibido para los
miembros de la aristocracia quienes no dejaron de hacerle
numerosos encargos plasmados en retratos de caballeros
de origen español, como por ejemplo El caballero de la
mano en el pecho (1578-1580), o el retrato
del Cardenal Don Fernando Niño de Guevara (1597-1600).

Alberto Durero (1471-1528)


Albrecht Dürer es uno de los grandes pintores
renacentistas alemanes. Obtuvo desde temprana edad
una clara orientación hacia todo lo relacionado con el arte,
en parte motivado por la profesión de su padre,orfebre, y
por uno de los grandes maestros y pintores destacados de
su ciudad de nacimiento,Nuremberg, Michael Wolgemut.
Durero viajó por numerosas ciudades alemanas e italianas,
entre ellas Venecia lugar en el que adquirió los principios del
huanismo de la mano de Mantegna y Giovanni
Bellini. Durero fue un pintor caracterizado por la
minuciosidad de sus pinturas, la expresividad de las figuras
representadas y el dinamismo en los movimientos. Su fama
le valió para formar parte de la corte del por entonces
emperador Maximiliano I.
Grandes obras y grabados de su colección son: Adán y
Eva (1507), Los cuatro apóstoles (1526), Autorretrato de
Durero (1500), Adoración de los Magos (1504) o El martirio
de los diez mil cristianos (1508).

La época del Renacimiento nos ha dejado obras de incalculable valor


tanto de procedencia italiana, como de procedencia inglesa, alemana
o española así como de otras zonas de Europa. Obras que han
llegado a traspasar fronteras llegando a algunas de las más
importantes salas de exposiciones de países como México o Estados
Unidos entre otros.

EL ARTE EN EL RENACIMIENTO DE LA ARQUITECTURA


Además de la arquitectura de los ámbitos rurales, muchas veces ligada
a encomiendas y patrocinios de órdenes militares, tenemos el casi
infinito recurso histórico de la Catedral de Murcia, un verdadero catálogo
del arte en el Región. El Renacimiento tuvo su mayor y más alta
expresión estética en las obras catedralicias donde trabajaron
importantes arquitectos como los Florentino o el ya
mencionado Jerónimo Quijano, el montañés.
Los ámbitos renacentistas de la catedral comienzan en torno a 1515,
con la construcción de la Puerta de las Cadenas que en su primer
cuerpo muestra un diseño usual en algunos templos españoles
utilizando el concepto de fachada retablo, con arcos de medio punto
abocinados, pilares clásicos y decoración con roleos y bustos en los
contrafuertes del arco, un recurso este último plenamente clásico.
La irrupción de figuras como las de los hermanos Florentino y
Quijano determinaría de una manera especial la construcción y
decoración de las partes renacentistas del templo. Siendo maestros
arquitectos que conocían las vanguardias italianas, tanto sus
planteamientos arquitectónicos como sus trabajos de cantería
mostraron la recuperación de los valores clásicos, la utilización de los
órdenes y las nuevas creaciones de grutescos, detalles decorativos
inspirados en las nuevas formas que en Italia habían comenzado a
imponerse ya en el Quattrocento.
En el interior de la Catedral son varios los ejemplos de ese clasicismo
que aporta también elementos peninsulares como el espíritu plateresco
de la Portada de la Sacristía, o el conjunto de la capilla de Junterones.
Se fija la fecha de 1531 como la de realización de la portada de la
sacristía, que concluía todo el conjunto de la sacristía catedralicia, un
ámbito completado en su interior con muebles de madera labrada que
dignifican lo que, en tiempos, debía haber tenido su propio sagrario para
la reserva de las especies eucarísticas.
El concepto que Quijano utilizó en esta portada es el clásico en el
que se desarrolla una especie de arco de triunfo. Se ha querido ver en
esta portada una estética propia del plateresco, por la nutrida
ornamentación, pero es difícil definir esta estética como plateresca.
Quijano, lejos de incluir estéticas góticas flamígeras siempre suele
utilizar referencias clásicas en sus delineaciones, siguiendo los cánones
académicos. Los elementos tienen un orden clásico evidente aunque el
autor añade detalles muy propios, como el peculiar fuste de las
columnas pareadas, detalles, por otra parte, que se pueden observar en
muchos ejemplos del Renacimiento italiano. Candelieri, grutescos,
guirnaldas florales y figuras escultóricas en el remate de la portada nos
recuerdan también las líneas artísticas que en ciudades como Roma o
Florencia se estaban recreando.
Las obras de la capilla de Junterón se iniciaron en 1525 con Jacopo
Florentino y en 1541 se continuaron bajo la dirección y fábrica de
Quijano, que falleció antes de poder concluirlas. Se baraja la posibilidad
de que Junterón encargará en Italia el plano de la capilla y que los
maestros catedralicios se limitaran a llevarla a cabo, pero no hay
pruebas documentales que puedan certificar esta posibilidad, y, en
cualquier caso, el estilo de Quijano está muy próximo al estilismo de
esta capilla.
Arquitectónicamente la capilla muestra dos ámbitos definidos por sus
techumbres. La entrada es sencilla y muy clásica, un arco de medio
punto sostenido por arquitrabe y columnas corintias que, curiosamente,
no enseñan su lado frontal al espectador sino su perfil. Pero unido a la
arquitectura se desarrolla un programa escultórico muy cuidado y
singular.
Estas dos obras, Portada y Capilla, no sólo tienen una gran
importancia arquitectónica sino también escultórica, convirtiendo a
Jerónimo Quijano –uno de sus principales diseñadores y ejecutores de
estas obras– en una gran figura a nivel nacional de la escultura
renacentista en España.

Dentro de la evolución renacentista de nuestra arquitectura, donde los


elementos clásicos y la construcción en sillares cobra fuerza, debemos
señalar la particularidad del mudéjar en Murcia, muy relevante en las
construcciones religiosas y que comparte espacio con otros estilismos como
el renacimiento, el barroco o incluso el neoclásico. Nos encontramos ante un
estilo propio de las zonas islamizadas cuyas poblaciones moriscas quedaron
finalmente integradas en las sociedades cristianas. Podemos aventurar que
los alarifes, o albañiles, eran muchas veces conversos al cristianismo cuyas
técnicas de construcción y estética quedaban ancladas en los estilismos
árabes pero con claras influencias tanto de la etapa gótica cristiana como de
los nuevos planteamientos surgidos del incipiente renacimiento.
Mudéjares eran los ciudadanos musulmanes que vivían en territorio
cristiano, ya que la palabra mudéjar deriva de la árabe mudeyyen: el que es
autorizado a quedarse. Mudéjares, y después moriscos, mantuvieron en sus
ámbitos artesanales algunas fórmulas decorativas originales que forman
parte de un estilo artístico único en el mundo. Los diseños y trazados
mudéjares son reconocibles tanto en la arquitectura exterior como en los
ornamentos de interiores, siendo quizá estos últimos los elementos más
populares del estilismo mudéjar.
En Murcia el arte mudéjar, o carpintería de lo blanco, es tardío, como lo es
en sí misma la evolución arquitectónica y ornamental de muchos edificios
renombrados. El arte mudéjar se abría paso en algunos templos del territorio
murciano a través de una ornamentación muy concreta: las techumbres de
madera o alfarjes.
En la Región de Murcia existen actualmente casi una decena de templos
que aún conservan sus techumbres mudéjares originales. Básicamente se
suelen dividir estos templos en dos tipologías concretas, las de los templos
en los que los alfarjes se encuentran entre arcos transversales o diafragma y
los alfarjes de par y nudillo.
Si hacemos referencia a las tipologías mencionadas comenzaríamos por
las techumbres más antiguas, las de arcos transversales que, en Murcia,
tienen grandes reminiscencias con la arquitectura mudéjar levantina. Entre
los templos más antiguos se encontrarían el de San Onofre de Alguazas,
que podría estar ya concluido en torno a 1534 y, siguiéndole
cronológicamente, el de San Bartolomé de Ulea que en 1549 ya tenía su
alfarje “a cinta y saetino”, según nos cuenta un documento de la visita de la
Encomienda de Santiago. En ambos casos las iglesias fueron reformadas en
siglos posteriores a los de la fábrica mudéjar, por lo que no existe ya
techumbre en los presbiterios, solo en ciertos sectores de las naves.
La armadura de San Onofre de Alguazas se conserva casi por completo,
entre arcos apuntados, solo a falta de algunos pocos elementos. Ambos
alfarjes son parecidos en ciertos elementos ornamentales y pictóricos, pero
el de Alguazas muestra un almizate decorado con carpintería de lazo y
policromado, así como grutescos y candelieri de tipo renacentista bajo los
estribos. Sin duda esta de San Onofre es la iglesia con techumbre mudéjar
de mayores características medievales en toda la Región.
También tienen techumbres mudéjares con arcos diafragma las iglesias
de Nuestra Señora del Loreto en Algezares, Nuestra Señora de la
Concepción de Caravaca y la Concepción de Cehegín. Sin embargo, en
estos casos, sobre todo comparado con el de Alguazas, los arcos
diafragmas y la altura de las techumbres es mucho mayor.
La Iglesia de Algezares tiene un alfarje de en torno a 1560 y muestra un
almizate pequeño, en proporción con los lados inclinados. Los arcos
transversales son de medio punto y todo el ámbito estético es claramente
renacentista. En el caso de la Iglesia de la Concepción de Caravaca se sabe
que en 1600 se abrió un concurso para la realización de la techumbre,
concurso que ganó Baltasar de Molina. Los arcos transversales son de
medio punto y el almizate es bastante estrecho, mostrando unos rosetones
de lacería con piñas doradas en el centro y una profusa decoración pintada
de motivos vegetales que nos recuerdan, nuevamente, al estilo pictórico de
otros alfarjes más antiguos, como el de San Onofre de Alguazas.
La armadura de la Concepción de Cehegín tiene una cronología cercana
al año 1549 y resulta muy interesante el gran brocado de carpintería de lazo
que se sitúa en las cercanías del altar.
Respecto a los alfarjes de par y nudillo tenemos que hacer mención de
los de San Andrés de Mazarrón y los dos ejemplos de Totana, Santiago el
Mayor y Santa Eulalia, estos dos últimos muy similares entre sí.
El par y nudillo, a diferencia de las obras con arcos transversales, es una
techumbre corrida desde el comienzo de la nave hasta el presbiterio que, en
el caso de Santa Eulalia, solo cubre una nave central, mientras que en los
otros dos la techumbre de la nave central va acompañada de otros dos
segmentos inclinados en las naves laterales. Los alfarjes o techumbres de
par y nudillo suelen mostrar también unos elementos conocidos como
tirantes, que unen ambos extremos de la techumbre y quedan volados bajo
la misma.
Observando estas manifestaciones artesanales del mudéjar en Murcia,
nos queda claro que, pese a que en el territorio murciano no llegó a
desarrollarse una arquitectura mudéjar de estilismo similar al aragonés o
andaluz, sí se han podido conservar ejemplos de la carpintería mudéjar.
Aunque se trate de ejemplos estilísticos de arquitectura de época moderna
los alfarjes o techumbres conservan la técnica medieval, apenas se pueden
considerar algo innovadores los tratamientos de los ornamentos
policromados, todo lo demás, la artesanía de carpinteros y ebanistas, sigue
conservando la técnica antigua ya sea en techumbres muy elaboradas o en
alfarjes sencillos.

Si bien la arquitectura tiene unos ejemplos interesantes en el territorio


murciano, las artes escultórica y pictórica no tendrían el mismo nivel ni de
producción ni de evolución estilística. A excepción de la escultura unida a
proyectos arquitectónicos, escultura decorativa, la de bulto redondo ofrece
muy pocos ejemplos, casi todos ellos en soporte lígneo. Debemos tener en
cuenta que en muchos casos las obras han desaparecido con el pasar de
los siglos y capítulos iconoclastas de nuestra historia.
En el caso de la escultura de bulto redondo una primera referencia es el
completo conjunto del retablo de la iglesia de Santiago de Jumilla, de los
hermanos Ayala, contratada en 1582, uno de los pocos retablos que el
renacimiento obró en Murcia y que se pueden admirar. Se trata de una obra
donde el diseño arquitectónico prima, pues la escultura de bulto redondo
debe alojarse en hornacinas columnadas y separadas con entablamentos de
clara inspiración clásica. Las esculturas aprovechan del nuevo clasicismo la
libertad de composición en posturas y gestos si bien aún están
condicionadas por cierto hieratismo de siglos anteriores, muy lejano a las
nuevas tendencias tan populares de la cuna italiana del Renacimiento.
Como hemos dicho hay pocos ejemplos de escultura en Murcia que
corresponda a los siglos renacentistas, pero en el municipio de Ojós, en el
año 2005 se recuperaron dos obras muy llamativas que se fechan en el
último tercio del XVI y que nos muestran la curiosa pervivencia de una
estética algo involucionista en fechas posteriores al labrado de las obras,
podríamos decir vanguardistas, de Quijano en la catedral.
Las imágenes de los santos Felipe y Santiago, dos piezas de madera
policromada, se encontraban expuestas en uno de los lados del crucero del
templo parroquial de Ojos. Se han atribuido a los hermanos Ayala, que en
torno a 1566 estaban realizando el retablo de Santa Catalina de Yecla y en
1567 uno de ellos, Francisco, tallaba un Santiago para la iglesia de Pliego.
No extraña a los historiadores y técnicos que los Ayala se encargaran
también de realizar estas dos piezas, próximas a su estilismo y a la
cronología en la que trabajan los Ayala, que tantos encargos hicieran para la
orden de Santiago. Las dos piezas podrían haber formado parte de un
conjunto retablístico.
Sin embargo, la estética de estas dos piezas parece algo más tosca que
las de las obras de los Ayala. Llaman la atención la desproporción de manos
y pies, así como la disposición de las orejas, sin olvidar el hieratismo de unos
rostros que no parecen expresar emoción alguna.
Conocemos los nombres de algunos escultores renacentistas de finales
del siglo XVI que dejaron obras en Murcia de cierta relevancia, perdidas o
destruidas, en todo caso olvidadas. De las aún existentes podemos citar una
obra de Bocanegra, que deja en Lorca los relieves del Pósito del Pan, otra
de Hernando de Torquemada, con sus alegorías angélicas en el Almudí de
Murcia, y las de Pérez de Arta y Salazar que trabajarían en la conclusión de
la Capilla de Junterón.

Si queremos fijar los mejores ejemplos de la escultura renacentista en Murcia debemos


volver al templo catedralicio y a su más destacado Maestro Mayor. Dos de las obras
escultóricas renacentistas más sobresalientes de la Catedral de Murcia son la Portada de la
Sacristía y la Capilla de Junterón. Ambas muestran la habilidad de Jerónimo Quijano en la
consecución de unas obras pétreas que reproducen algunos de los elementos más usuales
de la escultura renacentista de influencia italiana.
La Portada de la Sacristía, aunque atribuida a Jacopo Florentino, antecesor de Quijano
en el cargo de Maestro de la Catedral y que había trabajado en la Sacristía, (bóveda y
mueblería) sin duda se trata de una obra del segundo. Existe un documento del 10 de enero
de 1526 en el que el Cabildo estima la posibilidad de que se realice “una portada y bóveda
suntuosa en la entrada que entra en la sacristía”.
La puerta de entrada, con dos hojas de madera repletas de motivos renacentistas, obra
también de Quijano, se enmarca con un arco de medio punto donde, tanto el intradós
como la zona de salmeres y los tímpanos, quedan decorados con guirnaldas, rosetones o
esculturas de altorrelieve. Fuera de este arco de entrada se desarrolla toda la arquitectura
propia de los arcos de triunfo, columnas pareadas y un entablamento profuso donde se
suceden en dos frisos los motivos decorativos, ya sean los propios del renacimiento o los
estipulados por los órdenes clásicos. Todo el entablamento queda coronado por las
alegorías de las virtudes teologales, Fe, Esperanza y Caridad.
La Capilla de los Junterones, llamada así popularmente porque en su portada se puede
leer “De Junterón es”, es una obra merecedora de un tratamiento amplio. Esta capilla se
construyó bajo el patrocinio de Gil Rodríguez de Junterón, protonotario apostólico del Papa
Julio II y arcediano de Lorca, uno de los títulos que podían ostentar miembros de la dignidad
del Cabildo Catedralicio. Debemos recordar que fue Rodríguez de Junterón quien trajo
desde Roma los sarcófagos del siglo III que fueron recuperados de las criptas y que hoy día
se pueden apreciar en el Museo Catedralicio; el conocido como de Las Musas, estaba
destinado a su propio enterramiento.
El primer ámbito está cubierto con una cúpula sobre cuatro pechinas y arcos decorados
con veneras, todo en una talla sobria y clásica. Pero tras este primer ámbito, y tras cruzar
una columnata que establece el límite entre el altar y la entrada, nos encontramos el que
se desarrolla en torno al altar de la capilla, altar dedicado a la Adoración de los Pastores
en un bajorrelieve sobre mármol que llegó a atribuirse a Sansovino pero que es del maestro
Quijano.
Alrededor del altar evolucionan los elementos más destacables de la capilla, la cubierta
es una bóveda elíptica formada con segmentos de una abigarrada ornamentación de
candelieri y grutescos en los que aparecen con frecuencia incluso imágenes demoniacas.
En el centro de esta bóveda se abre un óculo rodeado de una guirnalda de flores y frutos
muy parecida a las que se encuentran en la cúpula de la sacristía de la catedral.
Los paños que sostienen la bóveda están compuestos de columnas en las que se
intercalan pequeños nichos que dan cobijo a catorce figuras escultóricas realizadas en
1594 por Juan Pérez de Artá y Cristóbal de Salazar. Las figuras corresponden a seis sibilas y
los profetas Juan el Bautista e Isaías, que quedan ya flanqueando la Adoración del altar. La
sibila es una figura mitológica de la antigüedad que fue retomada en el renacimiento,
siendo frecuente su representación incluso en temas sagrados ya que se asociaban a la
profecía y solían representarse, muchas veces, junto a los profetas bíblicos. El
neoplatonismo, cuyas ideas enraizaron en muchos artistas renacentistas italianos, es en
parte responsable de esta mezcla de herencias culturales; el cristianismo no debía
sustraerse a la herencia grecolatina y la hace a esta partícipe de la revelación cristiana.
La pared del altar que cubre esta curiosa bóveda muestra también, como la entrada,
un arco de medio punto en cuya luz queda una curiosa representación del mundo
angélico, un altorrelieve de ángeles que parecen sumarse al acontecimiento que se
sucede por debajo de ellos, la Adoración de Jesús por los ángeles. El suelo de la capilla está
cubierto con cerámica vidriada y las correspondientes placas de mármol que cierran la
cripta y entre las que se puede leer la categórica sentencia: AQUÍ VIENE A PARAR LA VIDA.
Sacra Cantero Mancebo

Arquitectura Renacentista Italiana. Orígenes


La arquitectura renacentista nace en Italia durante el Quattrocento. Sus características más
importantes son:

 Deseo de realizar edificios perfectos desde el punto de vista de "perfección técnica",


basándose en cálculos matemáticos y geométricos, para obtener la máxima armonía y
proporción.
 Para ello toman como módulos el radio y el diámetro de una columna. Hay teóricos como
Paccioti que hablan de la proporción áurea, que es la más adecuada para la construcción:
1 m. de alto x 1,6 m de ancho.
 El efecto ascensional del gótico es trocado por la horizontalidad.
 Tiene preferencia el espacio unitario. Es decir, se busca que desde el interior se pueda
tener una visión total del edificio, sin importar el punto de vista del observador.
 Se busca la belleza formal.

Elementos constructivos de la Arquitectura renacentista Italiana.

La principal influencia, obviamente es la del mudo clásico, muy especialmente de la arquitectura


romana.

Elementos sustentantes:

Sustentante continuo: el muro recupera su valor como sustentante. Es frecuente que estén
articulados con pilastras, líneas de imposta, etc.

Sustentantes discontinuos: se utilizan los órdenes clásicos, con preferencia por el corintio. También
se usan entablamentos y frontones.

Elementos sostenidos

El arco que se emplea es el arco de medio punto.

Como cubiertas, se emplena las planas con casetones o bóvedas (de cañón o de arista). La cúpula
adquiere un especial protagonismo y va a ser una constante preocupación técnica de los
arquitectos renacentistas.

Elementos decorativos

Se utilizan:

 Elementos constructivos para decorar: pilastras, entablamentos...


 Medallones o tondos (círculos con relieves en el centro).
 Sillares almohadillados
 Guirnaldas.
 Columnas abalaustradas.
 Conchas.
 Grutescos (seres fantásticos mezcla de humanos, animales y vegetales).
 Es frecuente que la decoración se disponga a candelieri (con un eje central en torno al que
surgen los elementos ornamentales)

Tipos de edificios en que se aplica la nueva arquitectura renacentista italiana


Los tipos de edificios son muy variados. Predominan los religiosos, con planta longitudinal (cruz
latina o basilical), pero abundan también los de planta central (cruz griega o circular).

Entre los edificios civiles destaca muy especialmente los palacios, aunque también, la nueva
arquitectura se aplica a otras construcciones civiles como hospitales, bibliotecas, etc.

Arquitectos italianos del Quattrocento

Los genios de la arquitectura renacentista de la primera etapa (Quattrocento) son:

 Brunelleschi. Es el hombre que sienta las bases de la arquitectura renacentista. Entre sus
obras más afamadas se encuentra la cúpula de la Catedral de Florencia, la Basílica de San
Lorenzo, el Palacio Pitti, etc.
 León Battista Alberti. Junto con Brunelleschi es el principal artífice del siglo XV italiano en
cuanto a arquitectura se refiere. En su haber se encuentra el templo de Malatesta de
Rimini, la fachada de Santa María Novella, etc.
 Michelozzo di Bartolomeo. Creador del Palacio de los Médicis- Ricardi.
 Giuliano Sangallo. Artífice de Santa María delle Carceri en Prato.

Durante los comienzos del renacimiento italiano, a raiz de la muerte de San


Francisco de Asis el hermano Elías construyo dos años mas tarde La basílica en
honor a éste santo la cual ha sido una de las obras arquitectónicas mas
relevantes.

La búsqueda del ordenamiento clásico en la tratadística del período. Esta imagen forma
parte de un tratado de Jacopo Vignola (Las reglas de los cinco órdenes de la Arquitectura)

Leonardo da Vinci fue uno de los artistas que se inspiraron en Vitruvio. Este diseño,
el Hombre de Vitruvio es la interpretación de Leonardo para las reglas de proporción
definidas por Vitruvio en su Diez libros de arquitectura El comienzo Renacimiento en la
Arquitectura: cúpula del Duomo de Santa María del Fiore
ESCULTURA

Durante el renacimiento fueron retomados distintos estilos antiguos en cuanto a


escultura, entre los que se encontraba la escultura griega y romana.

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