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La ética y la moral del ladron

La casa de papel es una de las series más famosas de Netflix en la actualidad, nos presenta
una premisa fácil de digerir, el robo a la Casa de moneda y timbre una idea bastante simple
con la cual nos introducen a los personajes con los que se desarrollara la historia, el más
importante es “El profesor”, maestro estratega que idea todo el plan que llevara a cabo su
equipo de atracadores. Lo complicado viene cuando el guion empieza a tergiversar la ética y
la moral establecida por la sociedad haciéndonos tenerle cariño y convenciéndonos de que los
ladrones están haciendo algo que se merecen y que por el contrario la policía es la mala en el
asunto.

Como bien sabemos la ética es el bien individual y la moral son las reglas impuestas por la
sociedad, la serie profundiza mucho sobre la ética de los policías que deberían ser los buenos
y los malos que deberían ser los atracadores pero si ya sabemos que esto es así ¿por qué
cambiamos de opinión a lo largo de la serie? Bueno pues claro está, el detalle que hace la
balanza se inclinarse a favor de los ladrones y haga que estos parezcan los buenos, es que las
fuerzas del estado que al velar por el bien común utilizan estrategias sucias y sin escrúpulos.
Con el correr de los episodios, generamos empatía con los supuestos delincuentes,
comenzamos a ver como los malvados a las fuerzas de seguridad. Esto se va incrementando
con el desarrollo de la serie al ver cómo funcionan los incentivos de la autoridad centralizada
gubernamental. La muestra más clara de cómo trabajan los incentivos políticos en el accionar
de las autoridades puede percibirse a la hora de arriesgar la vida de varios rehenes, con tal de
liberar sana y salva a la hija de un embajador.

La actitud del agente de inteligencia enviado por el Gobierno español, que se gana el rechazo
del espectador, deja en evidencia que «el bien común», la justicia o la ética pueden no ser
prioritarios cuando se le rinde cuentas a las cúpulas de la política.

Los comportamientos que repudiamos por parte del aparato gubernamental, que trata de
apresar a los enmascarados, ponen en evidencia el abismo que existe entre el personal del
Estado ideal y el real. Las miserias personales, los problemas de la vida diaria de los agentes
que repercuten en el trabajo que realizan, las venganzas personales que se anteponen a la
labor, el fraude, la manipulación y los métodos espurios que utilizan los funcionarios, más
interesados en su propio pellejo que en la vida de los inocentes, nos brindan el “ser” del
aparato gubernamental, con todas sus falencias, en lugar del “deber ser” que se espera del
monopolio de la fuerza.

La serie va difuminado poco a poco la barrera entre héroe y villano cada vez que el opresor
ejerce su poder, cada que ahogan al oprimido. ¿Cuál es el núcleo de la vida contemporánea?
Sin ninguna duda y sin pensarlo demasiado, el dinero. El dinero es el centro regulador de
nuestro mundo, el que determina si podemos vivir mejor o peor y el que otorga a los
opresores su poder. Robín Hood robaba a los que más tienen para dárselo a los que más lo
necesitan, es un justiciero. Los atracadores de la Casa de papel no van a dar a dárselo a los
necesitados, pero si lograron hacer lo que muchos anhelan: acceder al centro del poder y,
desde allí destruirlo. No destruirlo literalmente, sino que, al adentrarse en él, demuestran que
el poder también puede tambalearse y han burlado al opresor.

En la serie, vemos como los medios de comunicación influencian y manipulan las noticias y,
aun así la opinión pública se pone de lado de los ladrones, nosotros, al igual que los
espectadores ficticios de las noticias de la serie, ensalzamos a estos personajes como héroes
dignos de admirar, héroes que luchan por su libertad.

Y es que en un mundo tan controlado y dominado por el dinero, a veces, necesitamos creer en
héroes que nos rescaten, pero no héroes de capa y espada, sino héroes revolucionarios y que
nos inviten a pensar y a recuperar la lucha por la libertad. La casa de papel es una serie que
nos trae precisamente esto, héroes de todo tipo, algunos de dudosa moralidad, pero héroes a
fin de cuentas.

Una de las escenas que más importantes de la segunda temporada de La Casa de Papel es esa
en la que el Profesor rompe un billete de 50 euros en las narices de la inspectora Raquel
Murillo mientras le explica que los billetes no son sino hojas de papel. En la mayoría de los
países, el banco central es la autoridad monetaria encargada de emitir legalmente el dinero. Y
si así lo quieren, lo emiten a diestra y siniestra, como viene haciendo el Banco Central
Europeo desde la última crisis económica, que no ha vacilado en imprimir miles de millones
de euros para dárselos a los bancos. También esto le explica el Profesor a la inspectora para
justificar el tremendo robo que están cometiendo. Ellos no están haciendo nada diferente a los
que hace el BCE: imprimen papel moneda para llevárselo. Este es el argumento que termina
de sembrarle la duda a la inspectora sobre quiénes son los verdaderos malos de la sociedad,
¿esta pandilla de atracadores simpáticos o los bancos? Entonces cambia de bando. En la vida
real todo es un poquito más complejo que en las series de Netflix, pero hay que reconocer que
los argumentos del Profesor no son del todo traídos de los cabellos. Los bancos y los
gobiernos pueden ‘robar’ legalmente. Hay un entramado jurídico, o de políticas económicas,
que lo permite. Pero si tú robas a un banco o al gobierno vas a la cárcel porque serás
considerada ladrona y te aplicarán la ley que manda a los ladrones a prisión.

Principalmente por este tipo de doble moral en la que los bancos y gobierno cumplen las leyes
solo cuando se benefician los atracadores no se ven como unas personas ética y moralmente
malas.

Juan Sebastián Romero Rojas

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