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Patrick

Zabalbeascoa “Teorías de la traducción audiovisual” 1

Reflexiones sobre la traducción audiovisual. Tres espectros, tres momentos. (2013) ISBN
9788437090641. Ed. Martínez Sierra, J.: Universitat de València (España). pp. 187–200.

Teorías de la traducción audiovisual: un viaje de ida y


vuelta para progresar.
Patrick Zabalbeascoa
Universitat Pompeu Fabra

1. La evolución teórica relacionada con la traducción audiovisual


A casi nadie se le escapa que los estudios sobre la traducción (término que J.S. Holmes
ya argumentó que era mejor que traductología, aunque aquí usaré ambos), han
crecido de manera espectacular en los últimos veinte años, por lo menos en cuanto a
volumen de publicaciones, cursos universitarios especializados (asignaturas de grado y
licenciatura, diplomas de máster, así como otros cursos profesionalizadores),
congresos, grupos de investigación y otros índices de actividad académica en este
campo. La teoría también ha dado sus pasos hacia adelante, aunque posiblemente no
en la misma proporción que el puro volumen de actividad publicadora.
¿En qué ha consistido, pues, la evolución teórica relacionada con la traducción
audiovisual? Yo diría que esta respuesta se podría estructurar en tres apartados. La
primera, la inicial, viene marcada por la propuesta de Mayoral y Kelly (1988) de la
noción de traducción subordinada (constrained translation). Este concepto debía
abarcar casos de traducción que desplegaran todos los problemas tradicionalmente
planteados al traductor (que si traducir literal o libremente, etc.) y que además
presentaran unas determinadas características que complicaran todavía más la ya de
por sí tarea de malabarista del traductor (o traductora, como tan a menudo sucede en
esta profesión). Estas características eran rasgos que se entendía que acompañaban a
las palabras de una manera sincronizada, o por lo menos en paralelo, con una
distribución espacio-temporal muy fijada en el texto de partida, a la que el traductor
tenía que subordinarse. La traducción subordinada, pues, era (y hay quien todavía la
defiende y difunde) un concepto que debía servir para plantear y entender la
problemática específica de la traducción de novelas gráficas y viñetas (cómics y
caricaturas), la traducción de letras de canciones (para ser cantadas con la misma
música la mayoría de las veces), y sobre todo, el doblaje y la subtitulación en el cine y
en la televisión, donde las palabras provenían de un guión y debían sincronizarse con
una imagen en movimiento y unos efectos sonoros de acompañamiento (banda
sonora, con sonidos ambientales y efectos especiales). Este tipo de propuesta supone
un intento por dar un encaje a nuevos (es decir, de interés reciente, aunque el cine y
las canciones, por ejemplo, no tuvieran nada de nuevo) retos para la teorización sobre
la traducción, tal como venía heredada, básicamente de recetarios de cómo traducir
correctamente textos escritos, es decir, la búsqueda del método adecuado, por un

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lado, y por otro, la influencia de la lingüística (desplegando sus alas de “ciencia”,


intentando sobrevolar ámbitos como la traducción, ya que era algo que se hacía con
palabras y no tenía “ciencia” que la amparara).
El segundo gran apartado dentro de esta dinámica de estudios de la traducción
audiovisual consiste en aquellos trabajos, básicamente, aunque no exclusivamente,
descriptivos, centrados en difundir la naturaleza y la problemática específica de la
traducción audiovisual en su conjunto y de cada modalidad en particular. Dicho en
términos coloquiales, se desvelan los secretos del doblaje y la subtitulación, sobre todo
los profesionales y técnicos, tarea nada fácil dado el secretismo imperante en el sector.
En este sentido, salen multitud de publicaciones que describen, por ejemplo, el
proceso de la traducción para el doblaje (p.e. Alejandro Ávila, 1997), con todos sus
fases y profesiones asociadas (estudios, distribuidoras, actores, ajustadores, etc.), y
necesidades tecnológicas (medios de grabación y manipulación de la banda sonora),
junto con el perfil profesional del traductor de esta especialidad. Es una labor de
difusión, fundamentalmente, del sector del doblaje y de la subtitulación, visto desde
diferentes ángulos (profesional, técnico, social, político, histórico, etc.) para darlo a
conocer en el mundo académico (docente y científico). En una línea parecida, se
publican estudios de caso de películas (y no solo películas) detallando todo tipo de
problemas de traducción, sus soluciones, sus errores (con sus horrores) y, a veces,
alguna recomendación de mejora (p.e. Miguel Duro, 2001).
Hay académicos que alertan de la necesidad de hacer algunas distinciones
importantes dentro de este tipo de dinámica. Dicen, por ejemplo, que no es lo mismo
describir problemas o fenómenos de la traducción audiovisual que son característicos
de esta modalidad que estudiar los “típicos problemas de traducción” de toda la vida
(terminología, nombres propios, categorías gramaticales, etc.) que ya se estudiaban en
el ámbito de la traducción escrita. Consideran que no contribuye a una teoría de la
traducción audiovisual estudiar estos los problemas compartidos con la traducción
escrita, pero en el medio audiovisual, como gran novedad, si estos problemas se
circunscriben exclusivamente al ámbito lingüístico. Según estos expertos habría que
centrarse solo en fenómenos o problemas “propios” de la traducción audiovisual, que
no se encuentran en otros sitios, es decir, de tipo fílmico-semiótico, detallando
relaciones entre la palabra y la imagen, o de tipo profesional, como pueda ser el encaje
del traductor en toda la cadena de producción de un doblaje de largometraje dirigido
al gran público, o de tipo técnico, como listar rasgos y variedades de tipos de subtítulos
según sus diversos modos de producción, presentación, proyección en pantalla, y
archivo.
Creo que estos autores tienen su parte de razón: se avanza más tanto en la
comprensión de la naturaleza de la profesión como en modelos teóricos si nos ceñimos
a identificar los rasgos distintivos, los que justifican la traducción audiovisual como un
objeto de estudio y teorización específico. Creo asimismo que, si la traducción
audiovisual incluye y despliega los “típicos problemas de traducción”, y hasta algunas
de las “típicas soluciones”, pues eso también debe entrar dentro de una descripción
completa y exacta de esta modalidad. Y es normal y natural que la traducción
audiovisual comparta cosas con otras modalidades de traducción, si es que todo ha de
ser traducción, al fin y al cabo. Al final, esta doble dinámica de profundizar en lo
exclusivamente audiovisual y ampliar el campo de aplicación de problemas

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“tradicionales” es lo que nos llevará al tercer gran apartado propuesto en este artículo,
como se ve más abajo, el camino inverso.

2. Aplicando la teoría general al caso particular audiovisual


Lo importante es ver que, dentro de este segundo apartado, o dinámica, lo que se lleva
a cabo es la aplicación de herramientas conceptuales y de marcos teóricos prestados
de supuestas “teorías generales de la traducción” o de la lingüística o de estudios
literarios. De esta manera, la traducción audiovisual se convierte en un banco de
pruebas de teorías y modelos provenientes de un campo más general (la traducción)
cuando no directamente de otras disciplinas (la lingüística, estudios literarios). Aquí
cabe destacar que el interés y la motivación por desentrañar los misterios del doblaje y
la subtitulación no provienen ni del campo universitario (ni profesional) de los
audiovisuales, ni de la lingüística, sino de un subapartado a menudo despreciado del
campo de la traducción (aunque por suerte este subapartado cuenta con personas de
reconocido prestigio universitario y profesional en su especialidad de traducción
audiovisual, la lista es ciertamente larga y crece año a año de traductores
audiovisuales con tesis doctoral, por ejemplo).
Especialmente popular, en este subapartado, resulta la aplicación del análisis
del discurso, pero también estudios culturales, y dentro de éstos, los problemas
suscitados por los llamados referentes culturales y el diferente grado de familiaridad
con éstos de los públicos que consumen (que palabra tan fea) audiovisuales, al cambiar
de lengua y de lugar. En la misma línea, la traducción audiovisual resulta ser
frecuentemente la escogida para validar por enésima vez la teoría de normas de Toury
(1995) o la dualidad entre domesticación y extranjerización propuesta por Venuti
(1995). En esta dinámica teórica no es tanto que haga progresar una teoría para la
traducción audiovisual, sino que sirve para dar más brillo a teorías generalistas ya
existentes, aunque sí se progresa en la tarea de dar una imagen más completa de
nuestro objeto de estudio.
En el caso de la teoría de normas, se sale a buscar normas (ojo con la distinción,
a buscarlas no a imponerlas) y en el caso de los dos términos propuestos por Venuti
(digo términos y no conceptos, porque éstos ya existían) preocupa que tantas tesis y
publicaciones académicas salgan a descubrir si una traducción (o peor todavía, una
parte de una traducción) es extranjerizante o domesticadora sin cuestionar, y a veces
sin tan solo aprehender plenamente la coherencia de la teoría. En el caso de Venuti,
muy especialmente, parece como si una teoría no tuviera que validarse o consolidarse
por un serio examen a su coherencia interna, a la fuerza de su argumentación, sino a
que aparezca muchas veces citada, aunque sea de manera perfectamente acrítica. El
lector ya habrá empezado a sospechar que personalmente considero la propuesta de
Venuti más un posicionamiento, una denuncia razonada de una manera de traducir y
escribir (en EEUU y Reino Unido, principalmente) que una teoría en un sentido
estrictamente científico como reclamaba Holmes a los traductólogos.

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3. El camino de vuelta: lo que aportan los descubrimientos sobre la


traducción audiovisual a un mejor conocimiento de la traducción en
general
El tercer apartado lo reservo para agrupar lo que yo entiendo que es el camino inverso
al segundo, y que a su vez constituye un modelo alternativo al primero. Se trata de que
la teorización y los estudios realizados en el campo de la traducción audiovisual
pueden (y de hecho estoy convencido de que lo consiguen) aportar datos y elementos
de reflexión que ayudan a refinar los modelos teóricos, supuestamente generalistas. Es
decir, ya no se trata de aplicar una teoría generalista de la traducción al caso del
doblaje, la subtitulación, y demás modalidades, sino de cuestionar conceptos y
modelos tradicionales de traducción general (¿teorías propiamente dichas? pues,
según Holmes, no siempre), siempre y cuando, claro está, que se admita que
modalidades como el doblaje y la subtitulación merecen la consideración de ser
considerados como formas de traducción, y a mi entender nadie ha conseguido una
demostración convincente de por dónde discurre exactamente la frontera entre lo que
es y lo que no es traducción, aunque otros sí han demostrado que el concepto mismo
de traducción es fluctuante y depende del momento y del lugar en el que se formula la
definición.
Quizás lo que no existe es la traducción general, aunque tenga mucha presencia
en los planes de estudio de las facultades de traducción españolas. Por ejemplo, lo que
antes constituía el núcleo de la traducción canónica, textos sagrados, textos antiguos, y
literatura clásica, hoy en día se considera ya en muchos lugares traducción
especializada, a menudo no aptos, precisamente para cursos de “traducción general”.
Antes, la traducción audiovisual no tenía visibilidad (menuda ironía) ni siquiera
como traducción, e incluso los mismos profesionales del sector no se veían como
traductores sino como otra cosa (adaptadores, mediadores), y como los preceptos de
las teorías generales no siempre encajaban con las necesidades de la comunicación
audiovisual interlingüística e intercultural tampoco les interesaba decir otra cosa que
no fuera que era la modalidad la que “fallaba” y no la teoría. Fallaba en el sentido de
no poder cumplir con el ideal de traducción según el parecer del gurú de turno. No es
de extrañar, por lo tanto, que las primeras teorizaciones fueran tan tímidas como la
propuesta ya mencionada de la traducción subordinada para referirse a todos los casos
de traducción en los que la dimensión semiótica de la comunicación era una
importante consideración, incluso, a veces, por encima de la lingüística. Con
perspectiva histórica, parece que el esplendor de las teorías lingüísticas de la
traducción todavía tenía que agotar su recorrido, y no era el momento de ponerlas en
entredicho, aunque le cine se hubiera inventado 70, 80 e incluso 90 años antes, o que
la propuesta metodológica de Holmes llevara 10, 15 o 20 años a disposición de
cualquiera que quisiera dedicarse a investigar en este campo. No es hasta que el cine
cumple 100 años o más (y Holmes lleva 20 años muerto) que se empieza a estudiar en
serio la posibilidad de teorizar sobre la traducción audiovisual como tal, con entidad
propia.
En este sentido, dos de las figuras más destacadas del estudio y teorización
sobre la traducción audiovisual, tanto en España como en el resto del mundo
globalizado son, sin duda, Frederic Chaume y Jorge Díaz Cintas. Igualmente, cabe decir
que los investigadores que trabajan en o salen de España constituyen una referencia

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mundial para el avance de la traducción audiovisual desde finales de los años 80 del
siglo pasado hasta hoy, que siguen fuertes en este campo. En numerosas publicaciones
los dos autores mencionados han ido destacando elementos importantes y
característicos de los aspectos específicos de la traducción audiovisual, Chaume más
en doblaje y la identificación de distintos códigos de comunicación semiótica, Díaz
Cintas más en subtitulación y su propuesta de definirlo como traducción vulnerable
(por aquello de que cualquiera puede comparar en todo momento el original con su
traducción), dentro de lo que hemos dado en llamar el segundo gran apartado de la
teorización sobre la traducción audiovisual, y han aportado algunas pistas para el
tercero. Y lo más importante para el tercero, es decir, la dinámica por la cual los
hallazgos del estudio de la traducción audiovisual aportan una nueva visión (crítica) de
la teorización general, a mi entender, es que hay toda una serie de situaciones y actos
comunicativos en los que los elementos verbales no son los únicos, ni siempre los más
importantes a tener en cuenta ni para redactar, ni para descodificar, ni para traducir
un texto (audiovisual o de otra índole).
Creo que yo fui el primero en proponer la noción de “texto audiovisual” como
objeto y producto de traducción, en mi tesis doctoral de 1993. Propuse, por lo tanto, la
idea de “traducción de textos audiovisuales”, y posteriormente otros propusieron el
término “traducción audiovisual” después de descartar otras posibilidades. Hoy en día
se ve más claro (y hasta obvio) cosas que hace veinte años eran objeto de mucha
polémica, y aún hoy en día persiste como expresión de uso habitual el término “texto”
para referirse exclusivamente a la dimensión verbal de una obra de teatro o de una
película o de un anuncio. Y sin embargo, creo que el avance más importante que se ha
hecho en este terreno ha sido el de admitir que un texto audiovisual se compone de
elementos verbales y no verbales, y paralingüísticos. Chaume, por ejemplo, ha
trabajado mucho en explicar cómo se juntan y se combinan signos que pertenecen a
distintos códigos, como el código fotográfico, el código musical, el código
paralingüístico, etc. dentro de una descripción detallada de todos los componentes y
factores que juegan algún tipo de papel en la traducción audiovisual. Sin embargo, el
punto que quiero recalcar aquí es que si todos estos códigos y elementos no verbales y
paralingüísticos son importantes componentes del texto audiovisual también pueden
ser una fuente de una importante reflexión en otros casos, que algunos podrían ver
como pertenecientes a la traducción general.
Este punto tiene una doble vertiente. Por un lado, la constatación de la mayor
presencia de “los audiovisuales” en la sociedad, y por otro lado, aunque en parte
consecuencia de lo primero, una cierta difuminación de clasificaciones nítidas de
modos y tipos textuales, así como géneros e incluso soportes y formatos. De esta
manera lo audiovisual gana en importancia y en presencia en la sociedad, en años
recientes, y por lo tanto exige una mayor atención por parte de académicos y expertos,
incluso en el campo de la traductología. Por otra parte, se puede llegar a plantear la
pregunta, antes impensable, de dónde empieza y acaba lo audiovisual y lo textual.

4. El texto audiovisual
Es posible pensar en textos sin palabras, sin elementos verbales, por tanto (películas
verdaderamente mudas, novelas gráficas sin palabras, publicidad no verbal, etc.), pero
son casos muy extremos los que pueden clasificarse como textos sin elementos no

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verbales, y resulta imposible si quitamos los elementos paralingüísticos. Es decir, toda


comunicación verbal no telepática debe vehicularse mediante sonidos (fonemas) y/o
marcas visuales (grafemas propios de la escritura) sobre los que hay que decidir cómo
ajustar el volumen, la velocidad, el tipo de voz, el acento, la caligrafía/ tipografía, los
colores, márgenes, papel, pantalla, etc., en función del valor comunicativo y semiótico
que puedan tener éstos, amén de y en combinación con las palabras que deben
transmitir. Con todo ello, y con el auge de los audiovisuales y la comunicación
multimodal, cada vez se acepta más que se hace imprescindible ceder a estos sistemas
de comunicación y expresión un lugar más preferente en ámbitos como la teorización
y la didáctica de la traducción, incluida la llamada traducción general.
Problemas tradicionales planteados desde la traducción escrita deben acabar
de completarse en su estudio incorporando los datos y descubrimientos provenientes
de la traducción audiovisual y multimodal. Así, cuestiones como la traducción de los
nombres propios, la traducción de los dialectos, de la metáfora, del humor, de formas
de tratamiento, del multilingüismo, de la estilística y la retórica, de los registros, de la
terminología, de la fraseología, de los elementos culturales, de los elementos
pragmáticos, y un largo etcétera, se están estudiando ya en ámbitos de traducción
audiovisual y escrita, de manera conjunta, así como en la traducción simultánea, o
interpretación. Aún así, pienso que sufrimos de algunos de los problemas que ya
apuntaba Holmes en su artículo más citado (The Name and Nature of Translation
Studies).
Hay demasiada fragmentación y poca coordinación de los estudios, lo cual a su
vez da lugar a repeticiones y solapamientos. Quizás, lo que falta es una mayor claridad
en la direccionalidad de los estudios, que sus autores tengan una idea más clara de
exactamente qué tipo de aportación pretenden conseguir con su trabajo. Está bien
estudiar la traducción de nombres propios en películas de animación de Disney. Pero
habrá que saber cómo se ubica tal estudio en relación con otros estudios
contemporáneos y anteriores relacionados (es decir, el estado de la cuestión y qué
novedades se están produciendo en la investigación). El autor de este tipo de
investigación debe saber si el trabajo es un estudio de caso, de corpus, o teórico, o una
propuesta de modelo evaluativo o didáctico. Debe saber si el trabajo incide más en el
segundo apartado (apuntar más datos sobre características específicas o exclusivas de
la traducción audiovisual) o en el tercero (contribuir al desarrollo de la traductología
en general desde la perspectiva de la traducción audiovisual). En concreto, creo que se
abusa del uso del término corpus, así como no hace mucho se abusaba de la expresión
estudio descriptivo, y se sigue abusando de la distinción entre domesticación versus
extranjerización. Todos estos abusos, creo, tienen en común que el autor de trabajos
académicos se siente obligado a meter con calzador estos términos o expresiones,
ante la impresión que darán brillo y esplendor a su trabajo, cuando en realidad corre el
peligro de que le suceda todo lo contrario. No todos los trabajos académicos tienen
por qué ser descriptivos de igual modo que no todos los estudios de traducciones
deben concluir con una valoración evaluativa de la calidad de la traducción. Y lo que no
puede ser de ninguna manera es que convivan en mismo estudio ambas características
cuando el descriptivismo es lo contrario de la evaluación, que es prescriptiva. Hay
muchas traducciones malas, sobre todo en audiovisuales, pero esa circunstancia no
puede ni debe ser el único motor o motivación de investigación y teorización.

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Algo en lo hemos avanzado para reducir la fragmentación excesiva del campo


de estudio es la promoción y desarrollo de grupos y proyectos de investigación
universitarios. Hay un número creciente de grupos y proyectos en España (nacionales
e internacionales) dedicados a la traducción audiovisual, en parte o como objeto
principal de estudio. Estos grupos pueden realizar una gran labor de agrupamiento de
investigadores por temas de interés común y para proyectar mayor visibilidad a cada
uno de estos temas y sus investigadores más representativos.
Los mencionados profesores Chaume y Díaz-Cintas han realizado una gran labor
de documentación y análisis de las condiciones laborales y factores profesionales que
inciden en el doblaje y la subtitulación. Creo que conviene separar, o por lo menos
saber distinguir claramente, este tipo de aproximación, de otros análisis más
puramente semióticos y pragmáticos, más próximos a lo que Holmes ha dado en
llamar teoría pura. Si el audiovisual es un modo de expresión tanto lingüística como
semiótica, basado en convenciones y sistemas de signos, se entiende que requiere de
una alfabetización propia. El conjunto de todos códigos descritos por Chaume y de las
convenciones explicadas por Díaz Cintas ayuda a perfilar lo que podríamos llamar una
gramática audiovisual, algo que debe dominar el realizador de audiovisuales como
“redactor/a” o “compositor/a” (director/a) de textos audiovisuales, por un lado, y por
el otro, el/la espectador/a, que como tal procura adquirir un hábito y una competencia
“lectora” de textos audiovisuales para poder desentrañar sus mensajes explícitos e
implícitos y para mayor disfrute de una obra que a menudo pretende ser espectáculo
también. Como siempre, entremedio se encuentra el/la traductor/a, que como tal
media entre todas las partes implicadas: el equipo de guionistas y adaptadores, la
dirección de la versión original (y, cuando es el caso, la del doblaje), la producción, la
distribuidora, el público destinatario, otros profesionales involucrados en versiones de
otras lenguas, etc.
La competencia audiovisual y la capacidad comunicativa son valores que se
priorizan en los sistemas educativos hoy en día. Los miembros de una sociedad son
más cultos cuanto mayor es su capacidad de lectura (tanto en cantidad como en
sofisticación interpretativa y capacidad crítica) pero también su capacidad de
asimilación de comunicación audiovisual y multimodal. Hay una cierta demanda, por lo
tanto, de investigaciones que ayuden a dotar a los docentes de ideas y materiales para
trabajar en esa dirección. Si cada vez se ven más audiovisuales y se lee menos, lo
mínimo que parece que podría esperarse a cambio es que la población desarrolle más
sus competencias comunicativas en las nuevas tecnologías, muchas de ellas basadas en
la comunicación y el entretenimiento audiovisual y multimodal.

5. Conclusiones y deducciones de lo ya expuesto


No cabe duda de que lo audiovisual está en pleno auge social. Ello hace imperativo una
mayor investigación en todo lo audiovisual, incluida su traducción. Desde el punto de
vista teórico las investigaciones en fenómenos de traducción audiovisual aportan datos
interesantes y necesarios para una visión de conjunto e integradora de la traducción
(problemas, tendencias, medios), y señalan muy pertinentemente a las limitaciones de
enfoques tradicionales supuestamente generalistas, basadas en realidad en un solo
tipo textual, en uno o pocos géneros, y centrado en un ámbito cultural más bien
restringido (un par o tres de lenguas europeas). Para mí, el camino recorrido y el

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futuro que se vislumbra es el de una mayor conexión y un mejor diálogo entre la


(teoría de la) traducción audiovisual y la traducción (y traductología) entendida como
“general”.
En estos veinte años, con el boom de las nuevas tecnologías, la disciplina y la profesión
de la traducción han perdido algunas batallas, por tirar piedras contra su propio
tejado. El caso más sangrante, a mi parecer, es el éxito del término “localización” que
nace y se difunde por una concepción estrecha y purista de la traducción, que no
refleja la realidad de la comunicación interlingüística, intersemiótica e intercultural. La
traducción es un concepto tan esquivo que lo puede abarcar casi todo como puede
excluir a casi todo, y ésta última ha sido con demasiada frecuencia la dinámica
imperante en la primera etapa de las dos últimas décadas. La traducción como
disciplina está condenada si no acepta como objeto de estudio todo un abanico de
diferentes posibilidades de reformulación (rewriting, como lo llamaba el genial
Lefevere). Si no las acepta y si no aprende de los datos que aporta cada una de ellas
perecerá por implosión y por volverse irrelevante para contribuir en algo a aportar
soluciones a los problemas planteados por las nuevas formas de comunicación social,
de propaganda, de indoctrinamiento, de censura, de hacer negocios, de hacer amigos
y contactos, de difusión y propagación del conocimiento y de las ideas (que no tiene
por qué venir siempre de la mano de la globalización). La traducción como disciplina
se ve en la necesidad permanente de justificar su existencia y sentir la presión que
existe por arrinconarlo desde disciplinas afines, sobre todo si éstas se organizan mejor
y tienen metas más perfiladas. Sin embargo, las lecciones aprendidas desde el estudio
de la traducción audiovisual son muy valiosas en toda esta dinámica interdisciplinar y
tienen mucho que aportar a campos relacionados, como la lingüística, la semiótica, el
cine, la didáctica, la sociología, teorías de la comunicación, entre otras.
España es un lugar destacado en el que desde hace más de dos décadas se trabaja en
progresar en la comprensión de la naturaleza misma de la traducción, en general, y en
particular, la traducción audiovisual, desde luego por la gran calidad de sus
investigadores, aunque algunos hayan emigrado, y probablemente otros sigan su
estela. Otros factores que pueden explicar esta riqueza investigadora podrían ser su
posición periférica en Europa y el hecho de ser un estado plurinacional y plurilingüe,
abierto a visitantes e inmigrantes de muchísimos lugares diferentes, con un paisaje
audiovisual rico y complejo, y por la fascinación que despierta su propia historia social
y política en los últimos setenta años, y cómo incide en fenómenos como el doblaje y
la censura.
En el ámbito social a nadie se le escapa la importancia del impacto de las nuevas
tecnologías en campos como la comunicación y la educación, además de las relaciones
sociales, y la convivencia con otras lenguas, y una mayor oferta (por internet) de
posibilidades de traducción. En resumen, se lee menos y se ven más audiovisuales. Ha
cambiado la manera de leer y de escribir e incluso de ver el cine y la televisión, siendo
internet el factor común a muchos de estos cambios. Ahora existen proyectos de
investigación, con financiación europea, que se aprovechan de que ha cambiado la
percepción social sobre la importancia del multilingüismo, las posibilidades de la
traducción para la didáctica de lenguas extranjeras, y el potencial de los audiovisuales
como motivador didáctico, además de los hallazgos en el terreno de la traducción
audiovisual, lo cual permite trabajar para conseguir herramientas y propuestas

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didácticas para el aprendizaje y la práctica de otras lenguas consumiendo e incluso


produciendo audiovisuales doblados o subtitulados, algo hasta hace poco, casi
inimaginable (por ejemplo los proyectos LeViS y ClipFlair).
En la consideración más política del asunto, no podemos permitir que se pierda calidad
democrática porque los ciudadanos lean menos textos escritos y vean más “basura”
televisiva y consuman más videojuegos perniciosos para su desarrollo intelectual,
social y ciudadano. No debemos promover que sea lea menos y peor, está claro, pero
si resulta inevitable que la sociedad sea más audiovisual, entonces, desde la
investigación, la teorización, y la docencia, estamos obligados a trabajar, entre otras
obligaciones e intereses, en el desarrollo y el fomento de una literacidad audiovisual,
una capacidad comunicativa audiovisual de doble vía para la ciudadanía, tanto como
receptores (capacidad crítica independiente) como productores (capacidad expresiva
para articular nuestros pensamientos). Dicho de otra manera, no podemos permitir ni
el analfabetismo “escrito”, ni tampoco el audiovisual si es que este modo de
comunicación va comiéndole el terreno a la escritura y la lectura. Desde esta óptica
hay que crear una mejor conciencia de la importancia y de las posibilidades de
desarrollar capacidades interpretativas personales e independientes de cada
ciudadano, pero sobre todo en los (futuros) profesionales del sector, para la
codificación y descodificación semióticamente compleja que requiere la comunicación
moderna (incluidas sus reformulaciones y traducciones) basada en los audiovisuales y
diversas combinaciones de multimodalidad. Así, pues, otro motor de la investigación
debe ser la presencia cada vez mayor de productos (textos) audiovisuales en aulas de
todo tipo, a veces con traducción y reformulación en diferentes formas. Por ejemplo, y
sin ir más lejos, el mismo sector de la traducción de materiales docentes tendrá que
adaptarse a que cada vez hay más materiales docentes basados en audiovisuales,
interactividad, videojuegos, hipertextos e internet. Alguien con una sólida formación
en traducción audiovisual tendrá una buena atalaya desde donde ver y comprender
claramente los mecanismos de las nuevas formas de la comunicación social y podrá
optar a profesiones y sectores que van más allá de la traducción de películas.

6. Obras citadas

Ávila, A. 1997. El doblaje. Madrid. Cátedra.


Chaume, F. 2004. Cine y traducción. Madrid: Cátedra.
Díaz-Cintas, J. 2003. Teoría y práctica de la subtitulación: inglés / español. Barcelona:
Ariel.
Duro, M. 2001. La traducción para el doblaje y la subtitulación. Madrid: Cátedra.
Holmes, James S. 1988. “The Name and Nature of Translation Studies.” (ed.) Holmes, J.
Translated! Papers on Literary Translation and Translation Studies. Amsterdam:
Rodopi, 67-80.
Mayoral, R. y D. Kelly. 1988. “Concept of Constrained Translation. Non-Linguistic
Perspectives of Translation”. Meta 33/3. pp 356-367.

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Toury, G. 1995. Descriptive Translation Studies and Beyond. Amsterdam: John


Benjamins.
Venuti, L. 1995. The Translator's Invisibility: A History of Translation London:
Routledge.
Zabalbeascoa, Patrick. 1993. Developing Translation Studies to Better Account for
Audiovisual Texts and Other New Forms of Text Production. Universidad de
Lleida. http://www.tesisenred.net/handle/10803/8185

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