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Una teoría para la práctica

Daniella Ra o
Mar 4 · 4 min read
Hace unos meses empezamos a colaborar con J-PAL (un laboratorio de acción contra la
pobreza que usa evaluaciones de impacto como herramienta para desarrollar políticas
públicas basadas en evidencia), con el objetivo de mejorar nuestros procesos de gestión
de evidencia. En sencillo, queríamos poder contestar la pregunta: ¿cómo podríamos
validar si nuestros proyectos nos están ayudando a obtener los resultados que
esperamos? ¿cómo podríamos identificar qué debe mejorar en la implementación de
los proyectos?

Del trabajo con JPAL aprendimos mucho sobre evaluaciones de impacto, monitoreo de
proyectos y evaluación de procesos, pero uno de los conceptos que ha sido más
transformador para mi es aprender a construir teorías de cambio para nuestros
proyectos, y cómo incorporar esta herramienta en el proceso de innovación.

La teoría de cambio es una forma de establecer claramente la conexión entre la


solución que estamos diseñado y el cambio social o ambiental queremos generar, es
decir, el propósito del proyecto, a través del mapeo de una cadena de lógica causal. La
teoría de cambio tiene 5 niveles:
· Problema o necesidad: ¿cuáles son las carencias o necesidades que se busca atender?

· Insumos o actividades: ¿cuáles son los recursos y acciones que se necesitan para
implementar la solución o el programa diseñado?

· Productos: ¿cuáles son los bienes y servicios entregados a los beneficiarios? (como
tip: los productos se diferencian de las actividades en tanto que las actividades se
definen desde la perspectiva de lo que ofrece el programa o solución, y los productos se
definen desde la perspectiva del beneficiario y lo que él recibe.)

· Resultados intermedios: ¿cuáles son los efectos de las actividades en el corto plazo:
cambios en las actitudes, conocimientos, capacidades y/o comportamientos de la
población objetivo? Claramente, estos resultados intermedios deben construir hacia el
siguiente nivel, los resultados finales.

· Resultados finales: ¿cuáles son los cambios de largo plazo que se busca generar con el
proyecto? Estos resultados deben estar necesariamente vinculados con el problema o
necesidad, es decir, con el inicio de la teoría.

Si bien las herramientas de gestión de evidencia implican mucha más estructura y


rigidez de lo que existiría en un proceso de innovación, la teoría de cambio es un buen
complemento a ese proceso pues nos asegura que estamos diseñando en la dirección
correcta, y nos ayuda a progresivamente darle más estructura a la solución.
Normalmente, cuando iniciamos un proyecto de innovación, tenemos los extremos de
la teoría de cambio muy claros (la problemática y los resultados finales que queremos
impactar), pero no tenemos los insumos, actividades ni productos claros. Esos van
definiéndose a medida avanza el proceso de innovación y se aterrizan los prototipos.

Por otro lado, cada componente de la teoría de cambio asume que se conoce el contexto
y la problemática a profundidad, de modo que se puedan definir las relaciones causales
en la cadena de la forma más acertada posible. En ese sentido, la teoría de cambio
podría ir evolucionando conforme más vamos familiarizándonos con la problemática y
las necesidades de los beneficiarios. Aun cuando tiene posibilidad de evolucionar
conforme avanza el proceso de innovación, la teoría de cambio permite continuamente
verificar que lo que estamos proponiendo y lo que esperamos tiene sentido.
En los últimos meses hemos tenido dos oportunidades de usar la teoría de cambio en la
práctica. Un caso fue al terminar la etapa de aprendizaje de nuestro proyecto de
desarrollo infantil temprano, Volar. Hicimos un análisis de toda la investigación
realizada e identificamos 3 áreas de oportunidad en las que podríamos intervenir.
Aunque no sabíamos exactamente en qué consistiría la solución, decidimos armar una
primera versión de la teoría de cambio para cada área de oportunidad, lo cual nos
ayudó a visualizar la causalidad entre cada oportunidad y los resultados que queríamos
obtener, la cantidad de supuestos que se debían cumplir en el medio, y cuáles áreas de
oportunidad tenía más sentido priorizar. Hacer el ejercicio de una teoría de cambio nos
permitió hacer un “reality check” de que las áreas de oportunidad realmente
contribuían a resolver las problemáticas identificadas.

De igual forma, en nuestro proyecto de Fibra Emprendedora, que ya está en una etapa
de implementación, decidimos repensar el propósito del proyecto, evolucionándolo de
crear un emprendimiento autosostenible a crear una plataforma de empoderamiento
para mujeres andinas. El ejercicio de desarrollar la teoría de cambio del proyecto nos
ayudó a definir, primeramente, qué significa y cómo vamos a medir empoderamiento,
y luego definir qué actividades eran necesarias para impactar en esos indicadores. De
esta manera, entramos a este año con una claridad mucho mayor de qué queremos
lograr, qué recursos y actividades son importantes para lograrlo, y cómo sabremos si
estamos en el camino correcto.

En ambos casos, rescato la claridad que nos ha dado la herramienta para orientar el
diseño de cada solución, comunicar lo que queremos lograr y, finalmente, aterrizar
nuestras intervenciones. Es importante recordar que es una herramienta viva, que
acompaña el proceso de diseño y de implementación, que se puede ir construyendo de
a pocos y puede ir evolucionando conforme vamos aprendiendo sobre el proyecto y la
problemática que buscamos atacar.

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