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La espera que no desespera

«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha


confiado.» (Isaías 26:3)

“Vivo feliz, pero sigo esperando en Dios” decía Victoria una mujer servidora a quien conocí
en una congregación. Su edad había avanzado y no se había casado. Aunque tenía un
proyecto profesional y laboral sobresaliente, se desesperó colocando sus ojos en un
hombre, en el cual ella pensó que estaba su futuro. Talvez no tenga que contar el
desenlace de la historia, pues ésta se repite en muchas congregaciones. Que tan
importante es que tú, mujer soltera, te des el lugar que Dios siempre ha querido para ti.

Es tiempo que comprendamos que la soltería como etapa de la vida de la mujer, es tan
fundamental como todas las demás. No es una transición, ni una preparación, es una
etapa con todas sus características, llena de desafíos, interesantes experiencias y emotivas
razones para hallar sentido de vida. Esto puede vivirse de manera alegre, tranquila y con
el disfrute que supone la vida de una mujer agradecida; pero también puede vivirse tensa,
agitada, ansiosa, en otras palabras “desesperada”

De todos los retos y luchas con los cuales se enfrenta una mujer, la forma como asuma la
vida, es el principal de ellos. En realidad, no son los problemas, es como los enfrentas. Una
actitud desesperada te llevará a centrarte en sí misma, en tus necesidades, problemas y
dificultades; sin embargo, como mujer soltera, tienes una gran oportunidad para
deshacerse de esa marca y asumir un compromiso con una misión de vida, para el
bienestar de otros.

Muchas mujeres en nuestro ámbito cristiano llegan a su juventud con la única y sólida
expectativa de “salir de la soltería”, esto puede ser por presiones externas o conflictos
internos, tales como vacíos emocionales o falta de conocimiento de sí misma. En este
sentido, la mujer soltera debiera asumir inicialmente un compromiso consigo misma,
realizarse y crecer en todos los ámbitos, antes de buscar en el matrimonio una salida a sus
temores. La soltería como etapa no tiene nada que ver con la soledad. La soledad va más
allá del estado civil, se puede vivir en soledad, rodeada de gente y esposo incluido.
Si deseas vivir una experiencia de crecimiento dentro de tu soltería puedes empezar por:

1. Conoce a ti misma: El tiempo de la soltería, como etapa de la vida debe ser bien
aprovechado. Conoce tus cualidades y virtudes. Descubre tus talentos y dones.
Seguramente Dios te los ha dado, pero no te has tomado el trabajo de
reconocerlos, agradecerlos y ponerlos en acción. Deja de mirarte como una mujer
sola; cuanto más nos miremos a nosotras mismas como mujeres solas, más se
alejarán nuestros ojos de quien vale la pena mirar, amar y seguir.
2. Sana tus heridas: En ciertas etapas de tu vida, pudiste haber pasado por
situaciones que te han dejado serias heridas, te han afectado a tal punto que te
sientes bloqueada a nivel emocional, laboral y hasta espiritual. ¡Bueno! Aprovecha
bien tu tiempo y busca a Dios en oración, Él puede sanar tu corazón de todo
sentimiento destructivo y dañino y darte una paz que reflejaras siempre. Perdona,
para que no lleves cargas que luego pondrás en otras personas. «El sana a los
quebrantados de corazón, y venda sus heridas» (Salmo 147:3)
3. Construye un proyecto: La soltería no implica falta de sentido o pérdida de
dirección. Como cualquier otra etapa de la vida, requieres plantearte metas a
corto, mediano y largo plazo. Prepárate para el trabajo, administra bien tu dinero,
emprende una idea, es decir, vive con proyección, no con desesperación.
4. Disfruta de una vida espiritual productiva y sirve a Dios: (1 Corintios 7:34) «…La
doncella tiene cuidado de las cosas del Señor, para ser santa así en cuerpo como
en espíritu;» El servicio a Dios es un hilo conductor, si este se rompe llegan
momentos y sentimientos de desánimo. Si logras servir como a Dios le gusta, serás
una mujer feliz, realizada y con un alto sentido hacia los demás, pues cada persona
es una oportunidad para dar.

Recuerda que no eres soltera, estas soltera y ese es un estado que puede cambiar o no. Lo
que importa saber es quien te habrá de acompañar, quien te va a consolar, quien te
abrazará, quien te presentará nuevos desafíos. Nuestra identidad se basa en un Dios al
que conocemos como el Amado, esposo y padre de casadas y solteras, de solas y
acompañadas.

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