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1. ¿Qué es la descripción?
El tonto de aquel pueblo se llamaba Blas. Blas Herrero Martínez. Antes, cuando
aún no se había muerto Perejilondo, el tonto anterior, el hombre que llegó a olvidarse
de que se llamaba Hermenegildo, Blas no era sino un muchachito algo alelado, ladrón
de peras y blanco de todas las iras y de todas las bofetadas perdidas, pálido y
zanquilargo, solitario y temblón […].
Era bondadoso y de tiernas inclinaciones y sonreía siempre, con una sonrisa suplicante
de buey enfermo, aunque le acabasen de arrear un cantazo, cosa frecuente, ya que los
vecinos del pueblo no eran lo que se suele decir unos sensitivos. Blas Herrero Martínez,
con su carilla de hurón, movía las orejas- una de sus habilidades- y se lamía el golpe de
turno, sangrante con una sangrecita aguada, de feble color de rosa, mientras sonreía de
una manera inexplicable, quizá suplicando no recibir la segunda pedrada sobre la
matadura de la primera.
Camilo José Cela: El gallego y su cuadrilla.
Era Encarnación Guillén la vieja más acartonada, más tiesa, más ágil y dispuesta que se
pudiera imaginar. Por un fenómeno común en las personas de buena sangre y portentosa
salud, conservaba casi toda su dentadura, que no cesaba de mostrarse entre su labios
secos y delgados durante aquel charlar continuo y sin fatiga. Su nariz pequeña, redonda,
arrugada y dura como una nuececita, no paraba un instante: tanto la movían los
músculos de su cara pergaminosa, charolada por el fregoteo de agua fría que se daba
todas las mañanas. Sus ojos, que habían sido grandes y hermosos, conservaban todavía
un chispazo azul, como el fuego fatuo bailando sobre el osario. Su frente, surcada de
finísimas rayas curvas que se estiraban o se contraían conforme iban saliendo las frases
de la boca, se guarnecía de guedejas blancas. Con estos reducidos materiales se
entretejía el más gracioso peinado de esterilla que llevaron momias en el mundo,
recogido a tirones y rematado en una especie de ovillo, a quien no se podría dar con
propiedad el nombre de moño.
Benito Pérez Galdós: La desheredada.
Pedro Lloros tenía la tripa triste. Pedro Lloros comía poco, y no siempre. En el verano
se alimentaba de peces y cangrejos de río, de tomates y patatas robadas, de pan
mendigado, de agua de las fuentes públicas y de sueño. En el invierno de rebañar en las
casas limosneras los pucheros, de algún traguillo de vino y también de sueño, que es el
mejor manjar de un pobretón. Por la primavera y el otoño, sus pasos se perdían.
Pescador era bueno; ladrón, algo torpe; vago, muy vago. Odiaba a los gimnastas. […]
Pedro Lloros poseía un corazón chiquito y veloz. Se asustaba de todo y se apellidaba
perfectamente. Era calvo, retorcido, afilado de cara, y llevaba la bola del mundo, en vez
de en los hombros, en la barriga. Su madre lo parió sietemesino y zurdo, y su padre no
pudo hacer carrera de él porque, a decir verdad, no se empeñó mucho, y Pedro, desde
muy chico, quiso no servir para nada.
Ignacio Aldecoa: Los bienaventurados.
“Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada,
de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que
no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni
menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos,
porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos,
ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas,
y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don
Quijote de la Mancha , y del que hizo el Viaje del Parnaso , a imitación del de César
Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre
de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Fue soldado muchos
años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades.
Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que,
aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y
alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo
de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice
memoria”.
Era una mujer más envejecida que vieja, y bien se conocía que nunca había sido hermosa.
Debió de tener en otro tiempo buenas carnes; pero ya su cuerpo estaba lleno de pliegues
y abolladuras como un zurrón vacío. Allí, valga la verdad, no se sabía lo que era pecho,
ni lo que era barriga. La cara era hocicuda y desagradable. Si algo expresaba era un
genio muy malo y un carácter de vinagre; pero en esto engañaba aquel rostro como otros
muchos que hacen creer lo que no es. Era Nicanora una infeliz mujer, de más bondad
que entendimiento, probada en las luchas de la vida, que había sido para ella una batalla
sin victorias ni respiro alguno. Ya no se defendía más que con la paciencia, y de tanto
mirarle la cara a la adversidad debía de provenirle aquel alargamiento de morros que
le afeaba considerablemente.
En las descripciones literarias no sólo es importante describir lo que hay en un lugar, sino
también sugerir al lector las sensaciones que produce, es decir, interesa el
ambiente. Puede estar definido por sensaciones físicas (luminosidad, u oscuridad,
amplitud o densidad, belleza o fealdad…) o por sentimientos o emociones (grandiosidad
o intimidad, angustia, horror, paz, armonía, etc.)
HORMIGAS.
Son insectos claramente polimórficos, con diferencias entre obreras, machos y hembras.
Los machos de todas las especies, bastantes parecidos, tienen alas, ojos bien
desarrollados y largas antenas. Las hembras y los machos son alados cuando abandonan
el nido, pero posteriormente pierden las alas. Las hormigas aladas, que vuelan
lentamente formado grandes nubes en determinadas épocas del año, no son una especie
diferente, sino los miembros reproductores de las colonias que salen del nido para
desarrollarse.
Normalmente solo aparecen en ciertas épocas del año, pues no sobreviven mucho al
apareamiento ni se les admite en el nido tras el vuelo nupcial.