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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

INDICE
PRESENTACION 03
SUMILLA 04

UNIDAD I 11
LOGICA JURIDICA

TEMA 01
RAZONAMIENTO DEBIL
ORIENTACION DE LECTURA:
I. Lógica y Proceso Judicial 11
II. Los Temas de la Lógica en el Proceso Judicial 15
III. El Razonamiento Débil 24
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 01 30

TEMA 02 31
PRINCIPIOS LOGICOS
ORIENTACION DE LECTURA:
1. PRINCIPIOS LÓGICOS 31
1.1 PRINCIPIOS DE LÓGICA BIVALENTE 32
A) Principio de Identidad 32
B) Principio de no contradicción formal 34
C) Principio del Tercero Excluido 38
2. ALGUNOS PRINCIPIOS LÓGICOS DE LÓGICA MODERNA 39
2.1. Principio de la razón suficiente 39
2.2. Principio de coherencia 41
2.3. PRINCIPIO ("LEY") DE SUSTITUTIVIDAD DE LA IDENTIDAD 41
2.4. Principio ("ley") de la reflexividad: 41
2.5. Principio ("ley") de simetría 42
2.6. Principio ("ley") de asimetría 42
2.7. Principio ("ley") de transitividad 43
2.8. PRINCIPIO DE ASOCIATIVIDAD 43
2.9. idempotencia: 43
2.10 conmutación. 43
2.11 principio de consistencia 44
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 02 45
TEMA 03 46

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LOGICA JURIDICA
ORIENTACION DE LECTURA:
NORMA Y NORMA JURIDICA
I. SIGNIFICACIÓN MULTIVOCA DE LA PALABRA NORMA 46
2. ESENCIA DEONTOLOGICA DE LA NORMA 47
2.1 clasificación de la norma 49
A) Norma moral y norma ética 49
B) Normas consuetudinarias 55
C) Reglamentos deportivos 57
D) Reglas ideales 57
E) Normas religiosas 59
F) Normas técnicas 59
G) Reglas por pacto social 60
H) La norma jurídica 61
1. Características de la norma jurídica 61
a) Es "heterónoma" 61
b) Como totalidad es un conjunto jerárquico 62
c) Coercibilidad y coacción estatal 65
d) Función relacional coimplicante 66
e) Esencia deontológica 67
f) Teleológica 67
g) Correlación entre el Estado y la norma jurídica 67
h) Requiere implementación para su aplicación 68
i) La norma jurídica es diferente de la ley y de la proposición jurídica
pero se relaciona con ellas 68
j) Es temporal y espacial 72
k) Refleja las relaciones de poder al interno del estado y, en su caso,
las que acontecen a nivel internacional 72
l) Es un deber medio para lo valioso 73
m) La norma jurídica es válida o inválida 73
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 03 75

UNIDAD II 76
RAZONAMIENTO JURIDICO
TEMA 04 76
ARGUMETACION JURIDICA
ORIENTACION DE LECTURA:
DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

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I. INTRODUCCIÓN 76
II. EL ÁMBITO DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA 77
III. Contexto de descubrimiento y contexto de justificación: explicar y justificar 79
IV. El concepto de validez deductiva 82
V. Corrección formal y corrección material de los argumentos 86
VI. Silogismo teórico y silogismo práctico 87
VII. Argumentos deductivos y no deductivos 90
VIII. El silogismo judicial y sus límites 92
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 04 95

TEMA 05
LA NORMA Y EL SISTEMA JURIDICO 96
5.1 El derecho como sistema. de la norma jurídica ordénamelo jurídico 96
5.2 La unidad del ordenamiento jurídico 98
5.2.1 La teoría de la norma fundamental de hans kelsen 98
5.2.2 La teoría de la norma at reconocimiento de h. l. a. hant 100
5.2.3 La teoría del hecho fúndame bélico de g. peces barba 101
5.3. La coherencia en el ordenamiento jurídico 102
5.3.1 Las antinomias y sus clases 103
5.3.2 Criterios para la solución de las antinomias 104
5.4. La plenitud del ordenamiento jurídico 108
5.4.1 El problema de las “lagunas". sus clases 108
5.4.2 Criterios para solucionar las "lagunas". heterointegración y autointegración110
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 05 111

TEMA 06
CONCEPTOS JURIDICOS FUNDAMENTALES 113
6.1. Introducción 113
6.2. La relación jurídica 114
6.2.1 Los sujetos de la relación jurídica 114
a) Las personas físicas 115
b) Las personas Jurídicas 121
6.2.2 Las situaciones jurídicas subjetivas 125
a) El deber jurídico 125
b) El derecho subjetivo 128
6.2.3 El objeto de la relación jurídica 133
6.3. El contrato 134

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6.4. El acto antijurídico (ilícito). el delito 135


6.5. La sanción jurídica 138
6.6. La responsabilidad jurídica. sus clases 141
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 07 146

TEMA 07
INTERPRETACION JURIDICA 147
1. Sentido y problemas de la interpretacion 147
2. Criterios de la interpretación 150
2.1. Aspectos generales 150
2.1.1 Hechos y normas 151
2.1.2 Criterios normativos 151
2.2. Una clasificación de los criterios normativos de interpretación: 153
2.2.1 Los presupuestos de la clasificación 153
2.2.2. El Criterio Gramatical 153
2.2.3. El criterio sistemático 154
a) Criterio de la coherencia 154
b) Criterio de la conformidad con la Constitución 154
c) Criterio de la conservación de normas y de la continuidad del
Ordenamiento 155
d) Criterio de la plenitud 155
e) Criterio de la no redundancia 155
f) Criterio del lugar material 155
g) Criterio apagógico 156
h) Criterio analógico 156
i) Criterio de la equidad 156
j) Criterio del precedente y de la autoridad 157
k) Criterios de la ordenación 157
2.2.4 El criterio histórico 159
a) Criterio histórico estricto 159
b) Criterio de la voluntad o psicológico 159
2.2.5 Criterio intencional y teleológico 160
2.2.5.1 El significado del criterio teleológico 160
a) Criterio ideológico estricto y de racionalidad 160
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 07

TEMA 08
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MOTIVACION JUDICIAL
I. Requisitos respecto del juicio de derecho 171
II. La justificación de la decisión sea consecuencia de una aplicación racional
del sistema de fuentes del ordenamiento 172
1. Selección de la norma a aplicar 173
a) Norma seleccionada sea vigente y válida 174
b) Norma seleccionado sea adecuada a las circunstancias del caso 175
i. Las peticiones de las parles 176
ii. Las alegaciones de las partes 178
iii. a. Las alegaciones fácticas 178
AUTO EVALUACION FORMATIVA Nº 08

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UNIDAD TEMÁTICA I

LOGICA JURIDICA

TEMA 01
RAZONAMIENTO DEBIL
ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se aborda la forma de razonar desde una perspectiva
natural, así como desde la perspectiva de la lógica del proceso judicial,
teniendo en consideración la lógica denominada analítica y la lógica
dialéctica.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
GUIRARDI, Olsen A.; FERNADES, Raúl E.; ANDRUET (h), Armando
S.; GUIRARDI, Juan C.; “La Naturaleza del Razonamiento Judicial (El
Razonamiento Debil)”, Alveroni Ediciones, Cordova, 1993, paginas 13
– 35.

I. LÓGICA Y PROCESO JUDICIAL


El presente libro recoge el desarrollo de un Seminario dictado sobre el razonamiento
débil en el Colegio de Abogados de la Provincia de Córdoba, en el que pretendimos
fundamentar, precisamente, cual es la verdadera naturaleza del razonamiento
judicial, esto es, como un razonamiento débil.
La primera parte a mi cargo servirá para plantear el problema de la Lógica del
Proceso Judicial, en tanto que en una segunda, abordaré más específicamente el
tema del "razonamiento jurisprudencial", ya que en verdad es el razonamiento que
hace el juez cuando dicta sentencia, y me voy a referir al problema que se plantea
ahora, en nuestro país, con el adoptado y ya famoso writ of certiorari en el nivel de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, instituto que nos deja sobrecogidos a los
que frecuentamos estos caminos de la Lógica.
El Dr. Armando S. Andruet (h), tratará luego, el tema del razonamiento y la
argumentación. En dicha ocasión mostrará el expositor los principales elementos
que constituyen una teoría de la argumentación en las cuestiones judiciales y como,
mediante su adecuada utilización el razonamiento judicial puede ser fortalecido en
los casos concretos.

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En una cuarta parte el Dr. Raúl E. Fernández se hará cargo del razonamiento y el
control judicial de! mismo, a través de los recursos que pueden deducir las panes
para efectuarlo. Se presentará allí especial atención al recurso de casación y
extraordinario federal, analizando diversos fallos del Tribunal Superior de Justicia de
Córdoba y de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Por último, el Dr. Juan C. Ghirardi tratará el razonamiento y el per saltum, desde una
perspectiva histórica, adentrándose en los antecedentes del derecho romano para
concluir en una exégesis contemporánea y nacional.

En cada uno de los trabajos hemos procurado hacer referencia a casos concretos.
Hemos comprobado que el interés de ¡os abogados, e incluso de los filósofos del
Derecho, se centra siempre con particular delectación en los casos concretos.

Cuando publiqué mi obra Lógica de! Proceso Judicial 1 me propuse, a partir de una
selección de treinta casos concretos dados en la Provincia de Córdoba, hallar en
ellos una estructura que fuese universal. Desde Córdoba, en nuestro país, nosotros,
que somos tan propensos a utilizar primordialmente el método deductivo, quisimos
quizá un poco a la manera anglosajona, partiendo de un análisis inductivo, comenzar
con y desde los casos concretos, para fijamos cerno meta llegar a conclusiones
universales.

Quiero decir también que esta manera de razonar, en la época actual, se da


especialmente a partir del Proceso de Nuremberg. La afirmación corresponde a
Perelman, un lógico polaco de notable valía 2. En este siglo, Polonia ha mostrado una
constelación de brillantes lógicos, comenzando por Lukaziewisc, el mismo Perelman,
fallecido no hace mucho, Wroblesky, fallecido hace muy poco tiempo y otros más
Perelman ha dicho que los Procesos de Nuremberg son muy importantes porque
marcan una inflexión en la modalidad del razonamiento judicial; nos hace pensar en
otros derroteros, dado que los problemas planteados en la época del Proceso de
Nuremberg son realmente de una envergadura tal que todo lo conmueve. Yo diría
que una etapa del pensamiento moderno acerca del razonamiento judicial se había
dado realmente en la Revolución Francesa -1789- y los acontecimientos que
culminaron con posterioridad. La Revolución Francesa no se da en un día, el 14 de
Julio de 1789, destruyendo la Bastilla: muy por el contrario, fue un proceso lento. Y,
en sus postrimerías. la ideología, ese movimiento filosófico, fase epigonal de la
1
Ghirardi, O. A. Lógica del Proceso Judicial (Dialógica del Derecho). Córdoba. Lemer, 1987.
2
Perelman. Ch. fue autor de varias obras. Entre ellas: Loqique Juridique (nouvelle rhétorique). París, Dalloz,
1976. L'empire Rhélorique (Rhéiorique e: argumentador.). París. Vrin, 1977. Debe agregarse la monumental obra
en colaboración con L Olbrechis - Tyteca, Trsiié de argumeníatión (La nouvelle Rhétorique).

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filosofía de la Ilustración, que incide enormemente en el orden político y que hizo


eclosión a fines del siglo XVIII, en el siglo XIX da sus frutos, sobre todo en lo que
atañe a la fijación de los principios que hacen al razonamiento judicial.
Brevemente, se pueden afirmar que la ley era la suprema deidad a partir de la cual
los jueces tomaban sus decisiones en la época moderna. Pero cuando nos
trasladamos, así, de repente, a la época de Nuremberg, la década del cuarenta de
nuestro siglo, nos encontramos con que ese endiosamiento de la ley muestra sus
grietas. A pesar de existir la ley, en nombre de ella, se cometen los crímenes más
horrendos y aberrantes que el género humano presenciara jamás. ¿Qué había
pasado? ¿Teníamos que venerarla ley, prosternamos ante ella, cumplirla a pie
juntillas? ¿O era menester pensar en otras soluciones ante casos extremos? ¿O
teníamos que pensar también en la equidad, y olvidamos del endiosamiento de la
ley?

Pensar en la equidad, pensar en la justicia: ése es el problema que se.


Y cuando hablo del proceso de Nuremberg debiera utilizar el plural y decir, más bien,
los proceses de Nuremberg, porque quiero hacer particular hincapié -no en el
proceso a los grandes jerarcas del gobierno de Hitler- sino en los procesos a los
jueces de la Nación alemana, que tenían por misión aplicar !as leyes del Tercer
Reich, en los tribunales a su cargo3.
Y aquí se repite la pregunta: esos jueces, ¿tenían el deber de aplicar esas leyes?
¿Cumplían su deber si aplicaban la ley alemana? ¿O se transformaban en traidores
a su patria si no lo hacían? Y he aquí que se los juzga porque aplicaron esa ley. Y
esa ley -repito- era la ley de la Nación alemana.
Quienes fueron los protagonistas tuvieron clara conciencia de la trascendencia de
las cuestiones que se debatían en Nuremberg. Se sabía que el concepto y el sentido
de la justicia recibían una nueva consagración universal. El argumento de uno de los
brillantes defensores ponía, a su vez, el acento sobre las nuevas modalidades en las
que el razonamiento judicial debía desenvolverse. ¿O, acaso, la cita que un abogado
alemán hacía de Oliver Wendell Holmes -el renombrado jurista norteamericano- no
debía ser interpretada de esa manera? Porque hablar de valuaciones honestas de
las responsabilidades, más allá de cualquier documentación, basadas en considera-
ciones de naturaleza política y social y en el carácter de los hombres, era ampliar un
frío horizonte al calor de una ponderación tan profunda como innovadora.
El prototipo de todos los jueces fue un hombre cuya conciencia no le permitió
declararse inocente; era un intelectual de nota y de brillante carrera judicial, autor de
libros celebrados, puntal de la-constitución democrática y autoridad de
reconocimiento universitario. La defensa sostuvo que el juez que se declaraba
3
Recomiendo ver un vídeo-cassette ya clásico, cuya película desarrolla magistralmente el juicio de N'urcrnberg.

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culpable lo hacía así porque se sentía tal, pero él no había violado las leyes, sino
que hacía cumplir las leyes de su país. Vivía en un país, era abogado en ese país,
era juez en ese país y, por tanto, hacía cumplir las leyes de ese país que era el suyo.
Alguien puede preguntarse: ¿debió negarse a cumplir y a hacer cumplir las leyes de
su país y convenirse en un traidor? Aparentemente tenía un solo camino: hacer
cumplir las leyes de la Nación alemana, en cuyo caso el gran responsable no era
sólo el juez sino todo el pueblo alemán.
He querido recordar estos argumentos de la defensa para que ustedes puedan
apreciar que aquí no se menciona una sola ley. Sólo se citan principios generales, de
política general, de política social. Pero el tema de la equidad se encuentra ahí
latente. Ahí esta el gran tema y el gran problema. Más adelante volveré sobre este
punto de los procesos de Nuremberg.
Quiero hacer notar algunos aspectos que hacen a la cuestión. Porque aquí, en cierta
medida, se derriban algunas formidables columnas que la Revolución Francesa
había pergeñado y consolidado. Cuando se constituyen los tribunales de
Nuremberg, en algunos casos, con jueces norteamericanos llevados en avión a
través del Atlántico, yo les preguntaría: ¿qué sería de nuestro artículo 18 de la
Constitución Nacional en el apartado que dice: "Ningún habitante de la Nación puede
ser penado sin juicio fundado en ley anterior al hecho del proceso"...? Pregunto:
¿qué ley se había dictado? Y sigue nuestro art. 18,: "... ni juzgado por comisiones
especiales, o sacado de los jueces designados por la ley antes del hecho de la
causa". Quienes juzgaban a los jueces alemanes eran ex-jueces, quizás meritorios y
grandes hombres, que estaban constituyendo esas comisiones especiales a las que
se refiere nuestra fundamental norma constitucional en la materia.
Fíjense ustedes: Estos dos grandes principios del art. 18 de la Constitución Nacional
nuestra, no se aplican en los procesos de Nuremberg. ¿Porqué? Pues, se descubre
en Nuremberg, que cuando el crimen es abominable, cuando el crimen es de lesa
humanidad no hace falta que la ley esté escrita; no hace falta que los jueces hayan
sido nombrados con anterioridad al hecho del proceso. Una comisión de hombres
probos, honestos, de un país civilizado o de una comunidad realmente civilizada,
que sea digna de ese nombre, puede hacer de Tribunal. Vean ustedes los principios
que, en estas circunstancias, caen en Nuremberg. Por eso, Nuremberg es importan-
te, y como consecuencia, Nuremberg acentúa el tipo de razonamiento en los
procesos judiciales. Y, con ello, la equidad se robustece ante la frialdad de la Ley.

II. LOS TEMAS DE LA LÓGICA EN EL PROCESO JUDICIAL


Vamos, ahora, a centramos un poco más en el terna. ¿Podemos nosotros razonar
olvidándonos de la lógica en el Proceso Judicial? Es absolutamente imposible. No
podemos hablar sin seguir las leyes de la Lógica y menos podemos pensar sin ella.

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¿Y donde está la lógica en el proceso Judicial? Es lo que vamos a tratar de descubrir


ahora.
Nosotros somos seres humanos, somos seres racionales; si pensamos
racionalmente no pensamos de cualquier manera; pensamos según reglas y leyes
que están ínsitas en los mismos pensamientos. Repito: no se piensa de cualquier
manera, no tenemos independencia absoluta para pensar: pensamos conforme a
ciertas reglas; el pensamiento tiene cierto tipo de estructura. Eso es lo natural. La
voluntad, a este respecto, nada puede cambiar.
¿Y qué es la Lógica? La Lógica no es nada más que la ciencia que estudia las reglas
y las leyes que rigen los pensamientos: es el estudio mismo del pensar es el estudio
de los pensamientos en cuanto tales, en el acto mismo de ser pensados; es el
tratado del acto mismo del pensamiento que se conforma naturalmente a reglas
determinadas. Y estos pensamientos son luego expresados mediante el lenguaje. El
lenguaje es el vehículo del pensamiento; hay una armonía indisoluble entre
pensamiento y lenguaje. Sin éste no podríamos pensar.
Pero ustedes se dirán: imaginemos por vía de hipótesis que haya un Juez que jamás
haya estudiado Lógica, que, lamentablemente, jamás haya podido asistir a un curso
de Lógica porque en los colegios secundarios nuestros cada vez se enseña menos
las materias de la Lógica o, bien, porque, a veces, por ciertas circunstancias, dicho
curso ha sido omitido. ¿Es que, acaso, no se puede razonar sin necesidad de
estudiar Lógica? Yo diría que sí, que se puede razonar sin necesidad de estudiar
Lógica. Pero, en el caso del Juez, no sería recomendable.
Se puede razonar sin estudiar Lógica como yo puedo arrojarme a una pileta de
natación si saber nadar, puedo salir a los manotones por el otro lado, pero mi estilo
será muy deslucido; no conozco los movimientos adecuados, y, aún, quizás, puedo
ahogarme si la piscina es muy grande y las aguas profundas. Nadaré por instinto
natural. También hay una Lógica natural que hasta el niño maneja. A veces el niño,
aún en el lenguaje, emplea ciertos términos, sobre todo ciertos verbos que nos
sorprenden. Cuando el niño dice "andó" en vez de "anduvo", se está expresando en
un lenguaje natural.
Ustedes se asombrarán por lo que voy a decir. Cuando Alberdi estudiaba Filosofía,
cuya clase dictaba un médico -que era Diego Alcorta- éste se cuidaba muy bien de
explicar que hay una Lógica natural y una artificial: la artificial era la Lógica científica.
Hay una lógica que usamos inconscientemente y hay una lógica consciente. De esta
Lógica nosotros tomamos conciencia cuando estudiamos sus leyes; esa es la Lógica
que nosotros queremos seguir y de la cual aprendemos sus reglas conscientemente.
Entonces, cuando un Juez escribe una sentencia puede hacerlo siguiendo una
lógica natural, y quizás la sentencia sea muy buena; pero es mejor escribirla
conociendo las leyes de la lógica, la estructura de los pensamientos, y,

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probablemente, de esa manera, algunos pequeños (o grandes) defectos que pueden


darse, quizás no se den; quizás nosotros distingamos, entonces, una cosa elemental
que surgió cuando nació la lógica. Esta nació el día en que alguien descubrió la
diferencia entre lo verdadero y lo correcto. La lógica es la ciencia del razonamiento
correcto; no busca primordialmente la verdad sino lo correcto; la verdad se dará por
añadidura porque si razonamos correctamente y partimos de premisas verdaderas,
las conclusiones también serán verdaderas. Pero -insistimos- nosotros queremos
conocer las leyes que rigen el pensamiento para razonar correctamente. Esto -por
cieno- se descubrió hace muchos siglos: tendríamos que remontamos a la época de
Aristóteles. Y Aristóteles fue más bien un lógico sistematizador, porque la lógica
venía desarrollándose desde antes, lo mismo que las ciencias matemáticas. Yo diría
que todas las comentes filosóficas remarcan la distinción entre razonamiento
correcto y razonamiento verdadero. Lo hace el tomismo 4; lo hacen autores nórdicos,
como el caso de William y M. Kneale5.
Se debe, pues, distinguir, no sólo lo verdadero de lo falso, sino lo verdadero de lo
lógicamente correcto. ¿De qué proviene esto? Proviene de que en los pensamientos
debemos distinguir un contenido y un continente. El lenguaje nos va a mostrar el
continente de los pensamientos, y el continente tiene también sus propias
estructuras y sus propias leyes. No debemos confundir el término, la palabra, el
signo, con el concepto o con la idea. Cuando yo digo, por ejemplo. "perro", tengo un
término, un vocablo, una palabra, pero el concepto (o la idea) es otra cosa; no se
confunde con el término, con la palabra; tal es así que en idioma español digo
"perro", pero en inglés lo digo de otra manera ("dog") y, en francés, de otra ("chien"),
y, sin embargo, pese a oír palabras distintas todos pensamos en el mismo concepto
o la misma idea. Quiere decir que el término no se confunde con el concepto.
Hemos hablado del concepto o simple aprehensión. Pero la lógica de hoy es a
menudo preposicional, parte de la proposición, del juicio. Personalmente, pienso que
la lógica debe comenzar con los conceptos. El problema tiene sus aristas que no
vamos a dilucidar ahora. Diremos, sí que la Lógica clásica, la que sistematiza
Aristóteles en el Organon, comienza con el concepto. Desde ahí siguió con el juicio y
luego con el razonamiento. Con ello pretendía explicar todo lo existente.
Indudablemente que Aristóteles pensaba en un mundo terminado, en un mundo
acabado; no existía, en aquel entonces, idea alguna de una teoría evolutiva o teoría
de la evolución de las especies, por ejemplo, y, en consecuencia la fijeza que
advenía en los seres existentes le daba otra perspectiva, perspectiva bastante
diferente a la que tenemos nosotros actualmente.

4
Maritain, J-, El orden de los conceptos, Buenos Aires, Gub de Lectores, 1948
5
Kneale,W.yM.,El desarrolb de la lógica, Madhd, Tecnos, 1972.

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En el estudio de la Lógica, por ende, partimos del concepto o simple aprehensión,


continuamos con el juicio o proposición y llegamos, finalmente, al razonamiento.
Pero la Lógica supone ciertos principios fundamentales: no me voy a detener a
explicar si estos principios tienen vigencia ontológica o puramente lógica, si bien se
barrunta que fueron descubiertos primero en terreno ontológico y luego se aplicaron
a las demás disciplinas, entre ellas la que nos ocupa. Simplemente, sí, voy a hacer
una enumeración, una enumeración de ellos. Dichos principios son tradicionalmente
cuatro: identidad, no contradicción, tercero excluido y razón suficiente.

En el discurso jurídico, en el razonamiento judicial, quiérase o no, utilizamos esos


principios. En algunos casos ellos han sido positivizados, es decir, han sido acogidos
expresamente en la legislación positiva. Existe un fallo con un voto del Dr. Alfredo
Fragueiro donde se dice muy claramente lo que estoy afirmando. Ese fallo lo he
recogido en mi libro Lógica del Proceso Judicial, rindiendo homenaje a quien fuera
mi maestro durante doce años en las Facultades de Filosofía y de Derecho de la
Universidad Nacional de Córdoba (cátedras de Introducción a la Filosofía,
Metafísica, Filosofía del Derecho y diversos seminarios, incluyendo los cursos de
especialista en Investigación en Filosofía del Derecho). En el citado fallo Fragueiro
dice: "En efecto, por encima de la ley y de la doctrina de eximios juristas, rige la
lógica jurídica, o sea aquel raciocinio correcto o injerencia natural que nuestro
entendimiento realiza por un proceso de análisis o identidad de conceptos. Este
raciocinio natural, que llamamos lógico, preexiste a la-ley a toda doctrina particular.
Quien no observa sus cánones necesariamente debe desembocar en el error,
cuando no en una verdad aparente, llamada falacia o sofisma”. Los principios
fundamentales que hemos mencionado, esos primeros principios, no pueden ser
negados. Yo, salvo que esté demente, no puedo negar el principio de identidad.
Salvo que yo diga que soy yo y que no soy yo, que yo diga como Cratilo: "no me
puedo bañar ni una sola vez en el mismo río", salvo que sostenga eso, y entonces
ya no podría hablar para ser consecuente conmigo mismo, haría como Cratilo que
se limitaba a hacer señales con el dedo -superándolo a Heráclito- y cuando
empezaba la señal y luego la terminaba, ya era otra persona, de manera que ni eso
tenía sentido.
Entonces, el principio de identidad está debajo, y como sustentando todos los
códigos, toca norma, toda ley, todo juicio, todo ' razonamiento. También puedo decir
que está arriba de todo, en cuyo caso, como el sol, todo lo alumbra. Y ustedes me
dirán: ¿pero es realmente así? ¿Estará recogido en alguna parte? Yo no creo que
los redactores del Código de Procedimientos Civiles, por ejemplo, hayan pensado
demasiado conscientemente en la Lógica en el momento de su redacción, sobre
todo, en aquel momento. Yo no creo que los que pergeñaron el instituto de la cosa

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juzgada hayan pensado muy intensamente en el principio de identidad. Tampoco


creo que los que crearon el Derecho Romano hayan dispensado mucha dedicación
a la Lógica, quizás, sí. con la excepción de Cicerón, por que Cicerón estudió a fondo
los libros de Lógica de Aristóteles. Sin embargo, todos esos creadores de derecho,
de normas jurídicas, no violaron los principios lógicos fundamentales.

Veamos algún caso en especial. Nuestro art. 1272, inc. 4º del CPC exige que
durante el juicio haya identidad de persona, al expresar que el recurso de revisión
procede cuando la sentencia haya recaído contra distinta persona de aquella contra
la cual se interpuso la demanda. En el inc. I9 de la misma norma, se exige que haya
identidad de cosas, es decir, que la sentencia debe respetar la identidad de las
cosas demandadas. Sabemos también que el principio de la cosa juzgada exige las
tres famosas identidades: identidad de sujetos, identidad de objeto e identidad de
causa petendi. Quiere decir que el principio de identidad está presente en los
códigos de procedimientos y quizás más allá de ellos.

Como ustedes ven, este principio lógico está realmente presente en el proceso, está
tan presente que nos permitimos preguntamos: pero, ¿cómo se enuncia este
principio? De diversas maneras. Aquí tendríamos que hacer ciertas distinciones;
vamos a tratar de insinuarlas, por lo menos. Si yo lo enunciara ontológicamente
diría: Todo ser es idéntico a sí mismo. O bien: Todo es lo que es. De otra forma
podría decir simbólicamente: A es A. Pero cuando yo expreso un concepto y digo A,
puedo manifestarlo con una variable: hombre', tengo aquí un concepto expresado
por un término, y diré hombre = hombre. Pero puedo desarrollar el predicado, en
cuyo caso formulo una proposición y decir: El hombre es un animal racional, o bien,
el animal racional es hombre. En estos casos el predicado está incluido en el sujeto;
esto es, he formulado un juicio analítico, juicios que son necesariamente verdaderos
por el principio de identidad.

En los ejemplos señalados últimamente la identidad entre sujeto y predicado es total.


A veces es simplemente parcial cuando digo el nombre es mortal, pues la mortalidad
es una propiedad que no le corresponde únicamente al hombre sino a todos los
seres vivos.

Aquí quiero también aclarar una pequeña gran cuestión. Hay diferentes clases de
identidad y esto se debe a que en la naturaleza hay multitud de cosas, objetes. Y -!o
que es más importante para un jurista- también hay acciones. Nuestro lenguaje

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pareciera haberse constituido en la inteligencia de que la realidad se compone


únicamente de cosas. Yo digo, por ejemplo, manzana; tengo una cosa u objeto
exterior a mí mismo, distinto de mí, cuya existencia no depende de mí; y todas las
cosas, como la manzana, forman parte del dominio de las ciencias naturales en
general. Todas las ciencias naturales utilizan este vocabulario que, aparentemente,
fue el primero, y cuya impronta todavía nos conduce y domina. Es como el niño que,
cuando empieza a hablar, se dirige primero hacia lo exterior, e incluso toma su dedo
gordo del pie y lo introduce en la boca, como si fuera una cosa extraña y ajena a él;
no piensa todavía en aquello que puede hacer y obrar.
Entonces, todos estos objetos y cosas exteriores a mí dan lugar al objeto material de
las ciencias naturales.

Pero ocurre que el Derecho, mejor dicho, la ciencia jurídica, no tiene como objeto
material, primordialmente, objetos y cosas. A las ciencias naturales las llamamos
también especulativas o reales (porque reflejan -speculum- las cosas). Y a la ciencia
jurídica, cuyo objeto material es la acción o las acciones, -y a otras como ella, por
ejemplo, la moral- las llamamos ciencias prácticas (de praxis -acción).

Hace unos momentos yo escribía en el pizarrón: el hombre es, un animal racional.


Es decir, ese ser que esta ahí, frente a mí es un ser racional; es un ser, algo que
puedo percibir, tocar, ver, definir, describir. Pero ocurre que algo más sutil es lo que
se da en el mundo jurídico, en la ciencia jurídica. En esta órbita, en el mundo de la
praxis, yo ya no escribiría aquella proposición tipo que decía el hombre es un animal
racional; yo tendría que escribir: Juan es culpable. Culpable, significa que Juan ha
realizado una acción determinada, prohibida por la ley, que ha violado una norma.
Nos damos cuenta así que el objeto de la ciencia jurídica es mucho más sutil que el
de la ciencia natural y tiene su propia y particular estructura. Y cuando nosotros
hablamos de identidad -pareciera una cosa muy natural hablar de la identidad de la
manzana- tenemos que reubicamos en el mundo de la praxis. Hablar de identidad de
un proceso con otro proceso o de una acción con otra acción, es más complicado,
es más difícil, hay matices mucho más sutiles.
Yo puedo mostrar la manzana y ustedes la verán; después podemos describirla e
incluso definir qué es una manzana; pero cuando hablamos de culpabilidad tenemos
que estudiar otros muchos aspectos más recónditos. Los caracteres no se muestran
tan fácilmente a la vista. Eso es lo que hace difícil al Derecho como ciencia.

Quiero recalcar todavía un aspecto. Cuando utilizamos el principió de identidad


podemos aplicarlo a la persona, pero cuando hablamos de personas, especialmente
en la ciencia jurídica, no hablamos necesariamente de la misma persona que estudia

19
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

la Antropología, por ejemplo. Si ustedes me acompañan y piensan un - segundo,


advertirán que el concepto persona era uno en la antigüedad romana, menos
extenso que el concepto hombre, pues los esclavos no eran personas; pero, con el
andar del tiempo, ese concepto fue variando y haciéndose cada vez más extenso.
Creo que el ser humano, la persona humana, no ha variado mayormente desde los
tiempos de Roma hasta hoy. Sin embargo, el concepto jurídico de persona se ha
hecho mucho más extenso que el de hombre. Hoy nos encontramos con personas
jurídicas -con personas que no son personas físicas, que no son hombres- y
tenemos aún distintos tipos de ellas. De manera que hoy los conceptos en la ciencia
jurídica son más sutiles, más complejos. Eso es lo que hace que las ciencias
prácticas sean extraordinariamente difíciles. Y cuando nosotros utilizamos el prin-
cipio de identidad en el mundo jurídico, tenemos que tener en cuenta todos esos
matices.

A veces la identidad no es la de los individuos sino solamente la de la especie, como


por ejemplo, cuando hablamos de culpa contractual. Volveré muy pronto sobre el
tema.

Veamos, ahora, cómo se enuncia el principio de contradicción. En verdad, este


principio es el primero de todos. Ontológicamente se formula así: Una misma cosa
no puede ser y no ser juntamente en lo mismo y bajo el mismo aspecto. O más
brevemente; Nada puede ser y no ser. Lógicamente lo podemos expresar de esta
manera: No se puede afirmar y negar juntamente una misma cosa de un mismo
sujeto. Lo que es imposible ontológicamente lo es también lógicamente.

Veamos un caso concreto en el campo jurídico. Se trata del caso "CEBRERO, José
C. VENTURI CONSTRUCCIONES SRL. y otros - CASACIÓN" (TSJ Cba., sala
laboral, sentencia 31 del ll/ 06/90). Ahí se ha dicho que el recurso de casación
laboral por la causal del art. 95, inc. 1º, de la LPT., exige: que los casos opuestos
como contradictorios, deben poseer las debidas identidades de hecho y de derecho,
que permitan expedirse sobre la doctrina aplicable. El caso presentado como
opuesto (caso BRIZUELA) se basaba en la culpa contractual: el caso CEBRERO se
basaba en la responsabilidad" extra-contractual. Se consideró que faltaba la
identidad y el recurso fue rechazado. (Cfr. Comercio y Justicia, 1990 / B, J. 123 y
ss.).

Ven ustedes, entonces, que manejar los principios lógicos, dentro del orden jurídico,
exige una gran pericia. Por lo demás, en este tema siempre es preciso tener
presente que estamos en el mundo de la praxis.

20
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Me ocuparé del problema del principio de contradicción todavía. El caso mencionado


con anterioridad, en el que no se hace lugar a la casación, porque un caso se refiere
a una sentencia que aplica responsabilidad contractual y el otro a otra que aplica la
responsabilidad extra-contractual, en verdad, hace al principio de contradicción.
Recordemos que éste dice que no podemos afirmar y negar una cosa al mismo
tiempo y bajo la misma razón. No podemos decir Juan es alto y Juan no es alto. No
podemos oponer dos casos que no sean idénticos porque estaríamos afirmando la
identidad de lo distinto.

Por otra parte, en lo que atañe a la jurisprudencia cordobesa del recurso de revisión
civil, en la mayoría de las veces, se ha exigido que la contradicción que exige la ley,
se dé en la parte resolutiva. Recordemos que el inciso 3º del art. 1272 del CPC,
exige -para la procedencia del recurso- que la sentencia contenga disposiciones
contradictorias. Sin embargo, si la fundamentación que está en los considerandos es
lógicamente contradictoria con la parte resolutiva, soy de opinión que también
debiera proceder.

Cabe recordar que el T.S.J. de Córdoba hace lugar a los recursos de revisión
(casación) cuando la contradicción está implícita en los razonamientos, vicios que
acoge por vía del inc. 5° del art. 1272 CPC por tratarse de errores formales. Pero no
debernos confundimos. El inciso 59 se refiere a errores in procedendo, en términos
generales.

Eso no quita que no pueda ser invocado en el caso de errores lógicos o, como
decimos nosotros, errores in cogitando.

Hay un caso, no obstante, donde se encuentra la contradicción en el razonamiento


en el cual se fundamentan las decisiones, es decir, en los considerandos. Si el Juez,
razonando, acepta una situación para resolver una cuestión, y, luego, afirma lo
contrario para resolver otra, dentro del mismo juicio, da pie al recurso de revisión
(Cfr. caso PERNAS AUTOMOTORES SRL.c/ YAQUIS, Walter - Revisión - sentencia
del 4 de octubre de 1983, La Ley - Córdoba, 1984, págs. 689 y sgts.)- Es un caso
soberbio donde se analiza el principio de contradicción, especialmente, en el voto
del Dr. Abad.

Ahí nosotros nos encontramos con que se hace mérito del razonamiento que está en
los considerandos porque ese razonamiento conduce después a una conclusión
equivocada.

21
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La Corte Suprema de la Nación en fallo del 24/10/89, caso AMANTE, Leonor y otros
c/ ASOCIACIÓN MUTUAL TRANSPORTE AUTOMOTOR y otros, ha dicho que: si el
tribunal "ha utilizado argumentos contradictorios y ha efectuado afirmaciones
dogmáticas que soto otorgan al fallo fundamentación aparente, lo que constituye un
menoscabo al derecho de defensa en juicio amparado por el art.. 18 de la
Constitución Nacional", se concede el recurso.

Con respecto al principio del tercero excluido hemos de decir que se enuncia
expresando que "toda cosa o es o no es". Lo podríamos representar así: A o es o no
es. Entendido desde el punto de vista lógico significa que no podemos predicar del
mismo sujeto predicados contradictorios. En otras palabras, es menester escoger
uno de los dos términos contradictorios, ya que no es posible encontrar un término
medio entre ambos o, lo que es lo mismo, un tercer término. Pero yo diría que no
encontramos fáciles ejemplos en las sentencias. En general, encontramos casos
reducidos al principio de no contradicción.

En cuanto al principio de razón suficiente, si bien pienso tratarlo mejor al estudiar la


motivación de las sentencias, cabe decir alero a su respecto. Puede enunciarse
diciendo que nada hay sin una razón suficiente. Ontológicamente, la razón suficiente
puede confundirse con la causa de las cosas; de ahí que, por medio de él, se dé
razón de la existencia de las cosas. Fueron los lógicos medievales quienes
pretendieron formular el principio de razón suficiente; pero es preciso llegar a la
Edad Moderna, con Leibniz (1646-1716) para encontrarlo formulado. En su
Monadología dice: Ningún hecho puede ser verdadero o existente, y ninguna
enunciación verdadera, sin que haya una razón suficiente, para que sea así y no de
otro modo. Como se ve, la formulación abarca los aspectos ontológico y lógico
simultáneamente. Casi un siglo después, en 1813, Schopenhauer le dedicó su obra
De la cuádruple raíz del principio de razón suficiente. (Cfr. mi obra Lógica del
Proceso Judicial, pág. 81 y sgts.).

En verdad, el principio de razón suficiente no fue enunciado cuando nace la Lógica,


en la época de los griegos. Estos se referían más bien al principio de causalidad.
Este aspecto era puramente ontológico. Los griegos iban al ser, a las cosas, en este
caso. Se decía que siempre había una causa para que las cosas llegaran a ser. De
ahí el principio de causalidad. Sin embargo, andando el tiempo, se advirtió que el
principio merecía una consideración lógica también; siempre hay una razón, a
menos que estemos locos, por la cual afirmamos algo de una manera y no de otra;
siempre hay una razón para que una afirmación se exprese de una manera y no

22
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

"necesariamente" de otra. Entonces, cuando se miran las razones, ya estarnos


entrando al campo de la lógica. Por el contrario, cuando atendemos a las causas a
raíz de las cuales las cosas llegan a ser, estamos dentro del campo de lo ontológico.
A nosotros nos interesa la Lógica y no la Ontología.

Yo diría, pues, que Leibniz expuso muy bien el principio de razón suficiente, incluso
desde el punto de vista jurídico, que hoy nos interesa, porque dicho filósofo conocía
profundamente las disciplinas jurídicas. Quizás es uno de los principales precursores
de esta técnica, de este método, que hoy queremos encontrar para que un computer
pueda damos una sentencia. Pese a los arios que nos separan de él, estuvo
pensando la forma de aplicar las ciencias matemáticas para llegar a lis sentencias
formalizadas, para llegar, mejor dicho, a conclusiones necesariamente derivadas de
ciertas premisas de las cuales se partía. Más adelante, Schopenhauer lo estudió
más profundamente y lo enunció mejor, y hoy nos encontramos con que los
tribunales acuden muy a menudo al principio de razón suficiente. Pero, desde ya lo
adelanto, que, a veces, en este terreno se confunde lo ontológico con lo lógico.
Veamos el problema. Existe una realidad, existen las cosas que me rodean, existe lo
real, existe una realidad que se da independientemente de mí, que, si yo no
existiera, lo mismo existiría. Todo los días nosotros vemos que hay cosas que nos
rodean, cosas naturales o hechas por el hombre; todos los días vemos que se dan
acciones, hechos, actos, algunos intencionales, otros no, unos_ dolosos, otros
culposos, y eso se da en la realidad cotidiana, en la realidad que me trae el
periódico, en la realidad que veo en la calle. Pero, en el mundo del proceso judicial,
hay una doble realidad: la realidad (valga la redundancia) y la realidad procesal. Lo
que no se da, lo que no se discute, lo que no se muestra en el proceso, ni las panes
ni el Juez pueden merituarlo. Lo que se da en la realidad, yo, como abogado no lo
puedo hacer valer, si no lo reproduzco en el proceso. El señor que conducía su
vehículo y chocó en la esquina, trasunta un hecho de la vida real; esta ahí o estuvo
ahí; pero ese hecho, para que el Juez lo meritúe, no existe si no está volcado en el
proceso. Si ese episodio generó un homicidio culposo, debemos demostrar "en el
proceso" que existió y de qué manera, con cada una de sus modalidades.
Podríamos hacer una excepción con lo público y lo notorio, pero por ahora vamos a
dejar este aspecto de la cuestión. En suma, lo que interesa es la realidad procesal.
Y, por otra parte, el otro aspecto que nos interesa también, es el control de logicidad
que se da en la realidad procesal. Las Cortes, los Tribunales Superiores o los de
Casación, no son tribunales de tercer grado o de tercera instancia. Y cuando en ellos
se habla de insuficiencia o de violación del principio de razón suficiente, en verdad
no se hace referencia a la falta o insuficiencia de pruebas, sino a la falta de
motivación o de argumentos. Alguna vez, en el orden laboral, han leído alguna

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

sentencia en la cual se manda pagar horas extras, pero no hay referencia a ninguna
prueba, no hay argumento alguno que verse sobre las horas extras. En otras
palabras, no hay motivación de la sentencia sobre el punto o la motivación es
insuficiente. Distinto es el caso de falta de pruebas, en cuya situación el problema no
es de naturaleza lógica sino ontológica. El principio de razón suficiente en el control
de logicidad obra a partir de razones o motivos fundantes de la sentencia. En otras
palabras, la sentencia debe estar suficientemente fundada, de tal manera que el
lector pueda conocer el itinerario que sigue el espíritu del juez para llegar al
convencimiento de lo que afirma.

He advertido alguna vez que se confunde, en estos casos, la falta o insuficiencia de


pruebas con la falta o insuficiencia de motivación. El control de logicidad se refiere
sólo a lo segundo y no a lo primero. Es natural que sea difícil, o quizás imposible,
encontrar alguna sentencia que no tenga ninguna fundamentación, pero sí es
posible encontrar sentencias que resuelven ocho o diez puntos y uno de ellos no
esté fundado. Eso ocurre por inadvertencia o por la complejidad - de la cuestión.
Repetimos, entonces, que hay violación del principio de razón suficiente cuando hay
insuficiencia de razones fúndanles.

III. EL RAZONAMIENTO DÉBIL


Quiero explicar ahora el problema del razonamiento débil. La vieja lógica aristotélica,
a lo largo de los tiempos, sufrió una suerte muy dispar. Cuando termina la Edad
Antigua y viene la Edad Media, en virtud de la concepción del mundo que tenía el
hombre medieval, que partía de principios dogmáticos, la ciencia suprema era la
teología. En consecuencia, la filosofía era la ciencia de apoyo de la teología. El
punto de parada del filosofar arrancaba de grandes y universales principios. Por eso,
el razonamiento fue primordialmente deductivo. ¿Qué hicieron los filósofos y
pensadores? Estudiaron a fondo el razonamiento deductivo, según hemos dicho, y
profundizaron las investigaciones sobre las sesenta y cuatro formas del silogismo.
Estudiaron cuáles eran verdaderas y cuáles no. Estudiaron las reglas del silogismo,
nos dieron su nomenclatura, etc. Por ejemplo, un silogismo en BARBARA es un
silogismo cuyas dos premisas son universales afirmativas y la conclusión, por
necesidad, también lo es.

Pero, la otra parte de la lógica aristotélica, más extensa, quizás más difícil y
compleja, fue bastante olvidada. Finalmente, un alemán de nuestra época, llamado

24
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Teodoro Viehweg, la sacó del viejo arcón de los olvidados y escribió una obra que se
tituló Tópica y jurisprudencia6.

La tesis fundamental del pensador alemán fue ésta: el razonamiento jurídico es


tópico. ¿Y qué es la Tópica? Por de pronto es la parte olvidada de la lógica
aristotélica. El vocablo topos, en griego significa lugar. Aristóteles quería hacer
referencia a los lugares donde hacemos pie, cuando el razonamiento avanza por un
terreno difícil. Es decir, cuando la cuestión no es dogmática, cuando el problema es
de naturaleza discutible, opinable, es menester avanzar lentamente y hacer pie en
los lugares donde estemos bastante seguros de pisar bien y fuerte para no
hundimos en el pantano.

En el Ínterin los lógicos polacos, toda una legión, entre los cuales podemos contar a
Lucasiewicz, Perelman, Kalinowski, Wrobleski, profundizaron el estudio de estas
cuestiones. Y apareció en todo su esplendor una faz velada de la lógica aristotélica.
Para que nos entendamos mejor voy a hacer un pequeño esquema de la Lógica de
Aristóteles, no sin antes decir que el Organon o Lógica de Aristóteles consta de seis
partes: a) Categorías: b) Perihermeneias; c) Primeros Analíticos; d) Segundos
Analíticos; e-) Tópicos; y f) Refutación a los sofistas.

ANALÍTICA DIALÉCTICA

Categorías Tópicos
Perihermeneias Refutación a sofismas
Primeros analíticos RETÓRICA
Segundos analíticos

(FORMAL) (NO FORMAL)

La Lógica aristotélica tiene dos panes muy visiblemente distintas: una, llamada
Analítica, formal en el lenguaje antiguo, que comprende las categorías, que tratan
del concepto; las perihemeneias (interpretación), que trata del juicio; los primeros y
segundos analíticos, que tratan del silogismo. La segunda parte, se denominó
Dialéctica, es la Lógica aristotélica no formal, y comprende la tópica y la refutación
a los sofistas.

6
Viehweg, T.. Tópica y jurisprudencia, Madrid, Taurus, 1964.

25
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Volvamos a insistir sobre algunos puntos. La parte de la Lógica denominada


Analítica," que, como vemos, comprende la vieja lógica formal, es también llamada
demostrativa. Se ha dicho que los requisitos ce toda demostración en lógica son
dos: partir de premisas verdaderas y hacer inferencias válidas. Estos requisitos son
independientes y Aristóteles ya lo sabía. La argumentación en la Analítica es
demostrativa porque se parte de premisas verdaderas y necesarias. En la
argumentación dialéctica, por el contrario, se parte de premisas que no son
necesariamente verdaderas ni necesarias. ¿Cuál es la diferencia? Pues, en la
conclusión se nota la diferencia: es verdadera en el razonamiento analítico y no lo
es necesariamente en el razonamiento dialéctico. En este último caso, la conclusión
suele ser sólo probable. En sólo una aproximación a la verdad.

Aquí habría que decir que hay tres tipos fundamentales de discurso: a) en el
discurso de las ciencias matemáticas nuestro propósito es el de alcanzar verdades
abstractas y apriori: b) en el de la metafísica, también tramaos de proposiciones
universales; c) pero, finalmente, en las ciencias jurídicas (lo mismo ocurre con la
política), las proposiciones versan sobre materia opinable, discutible o contingente.
El discurso matemático es netamente demostrativo y es el que típicamente
corresponde a la lógica analítica (o demostrativa). Fue esta una gran hazaña de los
griegos: reemplazar los estudios empíricos por los estudios apriorísticos de corte
demostrativo. De ahí también surge que las ciencias matemáticas (se incluye la
geometría) sean ciencias de tipo primordialmente deductivo. También ésta es
pretensión de la metafísica. Sin embargo, la premisa dialéctica de la lógica no
formal aristotélica es la que conforma el razonamiento de la mayoría de las
ciencias, entre ellas, las ciencias jurídicas. Se parte de un punto litigioso porque
dialéctica significa "discutir". Y, si el punto de partida es controvertido (materia
opinable), naturalmente que la conclusión no será necesariamente verdadera sino
tan sólo probable. En otras palabras, las premisas no son dogmáticas sino
hipotéticas.

Para una mejor ilustración daremos algunos ejemplos:

Ejemplo A:
Todo los hombres son mortales;
todos los griegos son mortales;
ergo, todos los griegos son mortales.

Ejemplo B:

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a
otro, está obligado a la reparación del perjuicio (1109CC);
Juan ha ocasionado un daño en las condiciones del art. 1109 CC-ergo, Juan está
obligado a la reparación del perjuicio.
Veamos las diferencias. En el ejemplo A, las premisas son incuestionables. Es una
verdad que está más allá de toda discusión que "todos los hombres son mortales".
Por su parte, la premisa "todos los griegos son hombres", es también una verdad
indiscutible. La conclusión, entonces, fluye necesariamente: "todos los griegos son
mortales". Si hemos razonado bien, por ende, la conclusión también será verdadera
e incontestable. Eso sí, no nos da ningún conocimiento nuevo, pues la conclusión
ya está contenida, en verdad, en la premisa mayor; esto es, que los griegos sean
mortales, ello está contenido en el hecho de que todos los griegos sean hombres y
la mortalidad es una propiedad de todos los hombres, verdad afirmada en la
premisa mayor.

Esta es una forma de razonamiento de tipo analítico.


Pero en- el ejemplo B, advertimos una diferencia, una gran diferencia: la premisa
mayor es una norma legal y la premisa menor es una premisa, ya no universal, sino
singular. Estamos hablando de lo que aconteció con Juan en una circunstancia
determinada. Y lo que se afirma en esta premisa es discutible. Que Juan sea
culpable o responsable es discutible. A su vez, la conclusión, que sigue la parte
más débil del razonamiento, será también singular. En efecto, todas las sentencias
judiciales resuelven casos singulares o particulares. A estos efectos la sentencia -la
parte resolutiva- es siempre una norma singular.

Entonces, en el orden de la praxis, en el razonamiento judicial, estamos en el


campo de la dialéctica, en el tipo de razonamiento no formal, puesto que las
premisas no son verdades incontestables. Es preciso demostrar que Juan es
culpable o responsable. Y, en el proceso judicial, cada parte deberá afanarse por
demostrar que Juan es culpable o no culpable, según el caso. Cada premisa debe
ser apuntalada. En suma, debernos persuadir y convencer al juez, que nos asiste
razón y que nuestra premisa es la correcta.

Cabría aclarar que la premisa mayor es siempre la norma, la ley. A veces, las panes
tampoco están de acuerdo sobre cual sea la norma aplicable. En ese caso, también
se toma algo opinable dicha premisa y constituye problema o punto litigioso. Pero la
mayoría de las veces es solamente la premisa menor o fáctica -la que se refiere a
los techos- la que es controvertida.

27
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

En otras palabras, tratamos con premisas débiles, que deben ser apoyadas,
apuntaladas. Ese es el tipo de razonamiento judicial. De ahí que llamemos
razonamiento débil a este razonamiento con tan particulares características.
En consecuencia, siempre tratamos con acciones. Estas son singulares o
históricas, que tratamos de reproducir en el proceso, y, por ello, tiñen con su
particular modalidad el razonamiento judicial. Las ponemos como premisas de un
razonamiento, cuyo razonamiento arrastra la debilidad que está ínsita en las
mencionadas premisas. Versan sobre lo opinable, sobre lo contestable, sobre lo
discutible.

A título informativo aclaramos que el razonamiento con premisas fuertes se da en


las ciencias matemáticas. La metafísica tiende a seguir su ejemplo. Por cierto, si
parto de principios dogmáticos, que, naturalmente no puedo probar, pero los acepto
como verdades, puedo construir toda una cadena de razonamientos que tratará de
lograr deducciones a partir de aquellas premisas dogmáticas.

Me falta decir que Aristóteles construyó y sistematizó la Lógica Dialéctica para


mostrar cómo se debe razonar correctamente en este terreno tan resbaladizo de la
lógica no formal. Ya dijimos que las dos panes de la lógica dialéctica son: a)
Tópicos y b) Refutación de los sofistas. Cicerón, aquel brillante abogado romano,
fue quizás el primero que advirtió la importancia del razonamiento tópico en el
debate judicial. Hoy se desarrolla aquí toda la teoría de la argumentación y el arte
del bien decir. Este arte es lo que da lugar a la Retórica, que yo he colocado, un
poco separadamente, pero en la misma columna que la Dialéctica, porque ayuda a
persuadir y a convencer, que es lo que necesita hacer el que pretende ganar el
juicio. Y, no hay que sorprenderse, el propio Juez también necesita persuadir y
convencer con su sentencia. Los llamados "considerandos" son las motivaciones,
los razonamientos fundantes de la conclusión o parte resolutiva de la sentencia.
Por ello la vuelta a la vieja Retórica, la que cultivaran los sofistas griegos, la que
sistematizó Aristóteles. Se ha dicho que Retórica y Dialéctica están estrechamente
relacionadas.

Tienen un punto en común: se fundan, no en lo necesariamente verdadero, sino en


lo opinable, pero mientras la primera se preocupa de exponer bien, la segunda se
preocupa por persuadir y convencer.

Y, para que concluya esta ya larga exposición, volvamos al juicio de Nurernberg. En


un momento determinado uno de los jueces procesados quiere hacer una
declaración y se confiesa," imprevistamente, culpable. Declara, pues, contra sí

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

mismo y dice: Soy culpable. Cometí errores. Y, entonces, el hábil abogado de la"
defensa, reacciona prontamente y, auxiliándose con la Retórica y la Dialéctica,
interviene y dice: El ex-juez procesado dice que es culpable. No hay dada que se
siente culpable; cometió un error el apoyar el movimiento nazi creyendo que era lo
mejor para su país, pero hay otros que también son igualmente culpables. Se
extiende luego en considerar por qué circunstancia hay otros culpables y pasa
revista a la propia situación de varias potencias vencedoras y qué papel les cupo en
el surgimiento y en el avance del nazismo. He aquí la dialéctica. He aquí la retórica.
He aquí el arte de argumentar para persuadir y convencer y del bien decir.

Así, pues, la lógica nuestra, la de nuestro ámbito jurídico es primordialmente lógica


dialéctica, esto es, la Dialógica. ¿Por qué? Porque hay dos razones en pugna, y
cada abogado, naturalmente, trata de apuntalar su razón. El Juez es quien al final
hace el balance de ambas razones para decir luego su propia razón, la razón de la
justicia.

Quiero terminar diciendo aún que este proceso, este sistema de proceso
contradictorio, es típico de los países democráticos. En la época monárquica. en
época tiránicas. no regía el principio del contradictorio ni el principio de
razonabilidad. El rev recorría el país y en cada población se sentaba debajo de un
árbol, de una encina, de una higuera, y los vecinos le contaban sus desavenencias.
Después de escucharlos el monarca decía: Fulano tiene razón. Ahí concluía todo el
proceso. Regía el principio de autoridad. Los motivos de la decisión quedaban in
pectore. La prudencia podía anidar en el mejor de los monarcas, pero no se
exteriorizaba en fundamentar los fallos. Alguien decía: para qué vamos a dar
razones si después van apelar y con ello fundamentarán mejor las apelaciones. Si
damos razones sabrán por qué fallamos así.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u t o e v a l u a c i ó n f o r m a t i v a Nº 01

Apellidos y Nombres: ____________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. A que llamamos endiosamiento de la ley.


2. Nosotros como personas, razonamos, pensamos, ¿pero esos pensamientos
y razonamientos lo realizamos al libre albedrío?
3. A que llamamos o que se entiende por “Lógica”.
4. Sabiendo que no es necesario estudiar Lógica para poder razonar, cual sería
la implicancia de necesidad de dicho estudio de lógica, en los operadores
jurídicos.
5. Si tendría que determinar jerárquicamente, a la Doctrina, la Ley, y la Lógica
jurídica, como lo estructuraría.

TRABAJO:
1. Dar tres ejemplos concretos de aplicación de lógica analítica.
2. Dar tres ejemplos concretos de aplicación de lógica dialéctica.

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TEMA 02
PRINCIPIOS LOGICOS

ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se observa los principales principios lógicos mediante el
cual se determina las pautas rectoras del conocimiento lógico, así
mismo se observa el tema de lógica desde la perspectiva judicial.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
MIXAN MASS, Florencio. “Lógica Enunciativa ^ Jurídica”. BLG
Ediciones, cuarta edición, Trujillo, 2006, paginas 19 – 34.

1. PRINCIPIOS LÓGICOS
Es ineludible tener en cuenta el avance científico y tecnológico continuado que
impulsa el desarrollo de la Lógica. Ese avance determina la formulación de nuevas
pautas rectoras, nuevos principios lógicos, y conduce al descubrimiento de nuevas
realidades, como objeto del conocimiento lógico. Así, por ejemplo, la Lógica Formal
contribuye con el lenguaje simbólico (sin contenido) destinado a superar la
imprecisión del lenguaje natural y del lenguaje técnico, tarea que ha impulsado a los
lógicos a formular pautas propias del lenguaje coligativo y a ocuparse del uso de
variables, de la cuantifícación de funciones preposicionales, de las clases y sus
relaciones, de la diferencia entre la validez y la veracidad del proceso discursivo, etc.
Por otro lado, la Lógica aporta su rigor en el proceso cognoscitivo para el tratamiento
de nuevos valores veritativos, diferentes de la dicotomía ver-dad-falsedad,
necesarios en el conocimiento como proceso. Por ejemplo, para el tratamiento
dialéctico del objeto del conocimiento como realidad dinámica y autocontradictoria
están formuladas las llamadas leyes de la lógica dialéctica (sic). La Lógica Simbólica
ha alcanzado un desarrollo descollante y ha formulado muchos principios, axiomas
que son de ineludible utilidad para cultivar la ciencia formal, para la precisión en el
proceso discursivo. Los aportes y el apoyo de la Lógica son extraordinariamente
útiles para el rigor en el proceso discursivo, especialmente en el quehacer
deontológico; prueba de ello es el aporte de la Lógica Deóntica, en la que está in -
cluida la Lógica Jurídica. La Lógica Deóntica impone el deber de diferenciar lo
descriptivo, lo enunciativo, de lo prescriptivo.
Los principios lógicos son las categorías fundamentales del conocimiento lógico.

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1.1 PRINCIPIOS DE LÓGICA BIVALENTE


El conocimiento y la aplicación de los principios de la Lógica Bivalente (lógica
clásica) son necesarios pero no suficientes para los desafíos que encierra el proceso
del conocimiento y, en especial, el saber jurídico. Los principios de la Lógica
Bivalente (lógica aristotélica) son aplicables únicamente a una parte de la realidad, a
realidades ya dadas, establecidas, a los conocimientos ya logrados, porque sólo
respecto de éstos, mediante la aplicación correcta de dichos principios, se puede
afirmar que son verdaderos o falsos. Pero ocurre que el proceso del conocimiento
presenta desafíos multifacéticos al sujeto cognoscente y para que su mente pueda
escudriñarlos con rigor y resolverlos con eficiencia y eficacia, los lógicos han
"creado" tanto la Lógica Trivalente como la Lógica Polivalente.

Los principios de la Lógica Bivalente son tres: de identidad, de no contradicción


(formal) y tercero excluido ("tercio excluso").

A) Principio de Identidad
El principio de Identidad, en su aplicación óntica, tiene como contenido una realidad
dada en un contexto determinado, realidad considerada como "estática" en alguno
de sus aspectos, como nítidamente determinada e inmodifícable en ese aspecto o
en ese sentido, diferenciándose ella ostensiblemente de los demás entes que
también tienen su propia identidad.

Desde el punto de vista lógico, la adecuada comprensión del principio de Identidad


es muy útil para e! empleo correcto de conceptos y juicios, así como para efectuar la
inferencia correcta. Por eso GUÉTMANOVA, panov y petrov dicen que:

"En el proceso de raciocinio preciso todo concepto y juicio debe ser idéntico a sí
mismo. En la lógica tradicional (v. Lógica bivalente) la L.i. se escribe así: "a es a"
para los juicios y "A es A" para los conceptos. En la lógica matemática la L.i. se
presenta en la lógica proposicional como a = a o a <-> a, donde a designa cualquier
proposición (juicio). En la filosofía, la identidad se entiende como igualdad,
semejanza de dos o más objetos en una relación. Por ejemplo, todos los géiseres
son idénticos en ser manantiales que surten periódicamente agua caliente a la altura
de 20, 40 y más metros. En la naturaleza y la sociedad no hay dos objetos
absolutamente idénticos (por ejemplo, dos gemelos, dos flores iguales, etc.), y la
identidad coexiste con la diferencia. Pero nos abstraemos de las diferencias
existentes y fijamos nuestra atención únicamente en la identidad".

32
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Para alcanzar la identidad de un ente es necesario prescindir mentalmente de las


diferencias existentes en él. En la esfera cognoscitiva, entre tanto sea necesario el
empleo de un concepto o de un juicio, no se debe sustituirlo por otro ni por descuido
ni arbitrariamente; tampoco emplear expresiones ambiguas ni proposiciones
anfibológicas ni menos pretender "hacer pasar las ideas idénticas por distintas y,
viceversa, las distintas por idénticas". Es, pues, inadmisible" cambiar arbitrariamente
una idea por otra; de hacerlo, se incurre en
"suplantación del concepto o suplantación de tesis".
El problema surge cuando se trata de ciertos conceptos cuyo grado de abstracción
implica un tanto de acepción vaga, difusa como, por ejemplo, bienestar, libertad,
movimiento, democracia, igualdad, sub-desarrollo, bien común, etc.; en tales casos
es indispensable procurar determinar la acepción con la que se está empleando la
palabra que las designa, para evitar ambigüedades o anfibologías o vaguedades.
Ejemplos de identidad:
La tierra es la tierra, la salud es la salud, la verdad es la verdad, el amor es el amor,
el Juez es el Juez, el Fiscal es el Fiscal, etc.
O sea, por ejemplo, si estoy empleando el concepto "verdad" no es razonable
sustituirlo o confundirlo con el concepto "duda"; si estoy ocupándome del concepto
"Fiscal y sus potestades" no debo confundirlo con el concepto "Juez y sus
potestades", etc. Cuestión distinta es tener que relacionarlos, en caso necesario.
Los conceptos, así como los juicios verdaderos o falsos o probables, etc., son
idénticos a sí mismos, respectivamente.

La aplicación cotidiana del principio lógico de Identidad consiste en el ineludible


cuidado de usar las palabras con significación unívoca en el contexto en que se las
emplea; asimismo, exige que los juicios sean estructurados con significación clara,
precisa. Por el contrario, el empleo de la homo-nimia (ambigüedad, anfibología), o
de expresiones vagas, son casos típicos de infracción del principio de Identidad. En
cambio, el uso de sinónimos, en caso necesario, permite mantener el principio de
Identidad referido al objeto.

El siguiente ejemplo resulta de infringir el principio de Identidad:


La prescripción es un medio de extinción de la acción penal. El art. X del Código de
Ética contiene una prescripción taxativa.
Entonces, el Código de Ética contiene un medio de prescripción de la acción penal.
En este caso, la primera premisa se refiere a la "prescripción" como concepto
jurídico-procesal; en cambio, la segunda premisa contiene un concepto netamente
deóntico y axiológico. Por eso, resulta evidente la invalidez del razonamiento, por
violación del principio de Identidad.

33
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

También guétmanova, panov y petrov formulan el siguiente ejemplo de violación del


principio de Identidad:
"El movimiento es eterno
El paseo es movimiento
El paseo es eterno".

Y como comentario dicen:


"El razonamiento está construido incorrectamente, pues el concepto 'movimiento' es
interpretado en la primera y la segunda premisas en sentidos distintos filosófico y
consuetudinario, por lo cual resulta violada la L.i.".
COHÉN y nagel hacen la salvedad que este principio:

'"no niega la posibilidad de cambio...'. Lo que nos dice es que cualquier cosa que se
encuentre en un contexto y en una ocasión definidos tiene un carácter
determinado... Si un atizador está caliente, y no está de ninguna otra manera en este
aspecto, que es uno de sus aspectos; si una moneda tiene una forma redonda en
este momento y desde este punto de vista, entonces su forma no puede ser también
no redonda; y si puede predicarse significativamente de un número que es par o
impar, entonces tal número debe ser par o impar".
El principio de Identidad no significa inmutabilidad, sino la estabilidad de una
realidad determinada en un contexto dado. En el ámbito de la regulación jurídica se
constata, por ejemplo, que dos de los supuestos de nulidad prefigurados en la parte
pertinente del art. 298 del Código de Procedimientos Penales (de 1940) se fundan
en el principio lógico de Identidad. Esa parte pertinente prescribe:

"La Corte Suprema declarará la nulidad: (...) 3.- Si se ha condenado por un delito
que no fue motivo de Instrucción o de Juicio Oral...".

Otro ejemplo en el ámbito de la prescripción jurídica: identidad de la prueba debatida


en juicio y la prueba utilizada en la deliberación por el juez penal; es decir, deber
jurídico del juez penal de respetar esa identidad. (Art. 393.1C.P.P. 2004).

B) Principio de no contradicción formal


Aristóteles enseñaba que:
"Es imposible que, al mismo tiempo y bajo una misma relación, se dé y no se dé en
un mismo sujeto un mismo atributo".
A la luz de este principio, es un absurdo afirmar algo respecto de un ente dado y
simultáneamente negar sobre lo mismo a pesar de la idéntica relación o
circunstancia en la que todavía se encuentra dicho ente; o viceversa.

34
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La infracción de este principio genera una contradicción lógico-formal. Tal ocurre, por
ejemplo, si en uno de los "Considerandos" (argumentos) de una resolución está la
afirmación de que el acusado es culpable del delito por el que se le ha acusado pero
en otra parte del contexto del "Considerando" aparece el argumento de que ese
acusado y respecto del mismo delito no tiene responsabilidad; pues, el mismo
acusado no puede, a la vez, ser y no ser culpable de idéntico delito materia de la
decisión.
Desde el punto de vista lógico, "la Ley de la No Contradicción" se formula así:

"Dos juicios contradictorios no pueden ser verdaderos al mismo tiempo y en una


misma relación...".
Es necesario prevenir que no se confunda este principio con el otro principio lógico
denominado de unidad y lucha de contrarios, que opera en otra dimensión: cuando
la realidad (natural o social) es tenida como objeto del conocimiento desde el punto
de vista del automovimiento y cambio permanente como efecto de las
contradicciones internas y la contienda de opuestos que, al alcanzar el nivel crítico,
genera el cambio cualitativo de dicha realidad: se produce la negación de la
negación. Tampoco debe confundirse ésta con la negación externa o mecánica.

Es necesario destacar la siguiente salvedad: en el caso de la estricta aplicación del


in dubio pro reo está permitido afirmar que el mismo procesado es probablemente
culpable del mismo hecho punible materia del proceso; pero, a la vez, negar,
también en grado probable, que él no es el culpable del mismo hecho punible
materia del mismo proceso. En este caso la colisión con el principio de no
contradicción se contrae al sujeto y al objeto de idéntico proceso, pero la
razonabilidad de su admisión -además de otras razones- está en que los
fundamentos, tanto de la afirmación como de la negación simultáneamente
contrapuestos, emergen de fuentes probatorias válidas pero ambiguas o
equilibradamente contrapuestas que conducen a conclusiones que se concretan en
una dicotomía de validez paritaria. Tampoco se ha de confundir la duda reflexiva con
la duda metódica. La primera presupone actividad probatoria terminada, mientras
que la segunda es inherente a la actividad procesal en desarrollo.

Juicios contradictorios simples:


"1.A: "Este S es P" y E: "Este S no es P".
"2.A: "Todo S es P" y E: "Ningún S es P".
"3.A: "Todo S es P" y O: "Algunos S no son P"
"4.E: "Ningún S es P" e I: "Algunos S son P".

35
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La fórmula de representación de este principio es:


"No a la vez P y no P”.

Por ejemplo, si es verdadero el juicio:


Todos los acusados (a. b, c, d, e) incluidos en el proceso N° 01-2006 son culpables
por el delito que el Fiscal los acusa;

Entonces, es falso el juicio contrario:

"Ninguno de los acusados (a, b, c, d, e) incluidos en el proceso N° 01-2006 son


culpables por idéntico delito que el Fiscal los acusa".

Si es falso el juicio universal:


"todos los peruanos son habitantes del planeta Mercurio"; entonces, el juicio
universal contrario:

"ningún peruano es habitante del planeta Mercurio", es verdadero.

Está comprobado que la veracidad de juicios universales contrarios se rigen por las
reglas:
a) "ambos no pueden ser a la vez verdaderos; de modo que, si uno de ellos es
verdadero, el otro es falso". En este caso es aplicable el principio de no
contradicción.
b) "ambos pueden ser falsos". En este caso no es aplicable el principio de no
contradicción formal.

Ejemplo de juicios universales contrarios falsos:


Todos los autores del delito de homicidio son hombres.
Ningún autor del delito de homicidio es hombre.
Con respecto a los juicios contradictorios.

Ejemplos:
Si es verdadero el juicio:
"todos los magistrados necesitan actualizar sus conocimientos jurídicos";

Entonces, su contradictorio:
"algunos magistrados no necesitan actualizar sus conocimientos jurídicos", es falso.

36
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Si fuera falso el juicio:


"ninguna sentencia es justa";

su contradictorio:
"algunas sentencias son justas", es verdadero.
guétmanova y otros acotan que:

"No surge contradicción si se trata de diferentes objetos o de un mismo objeto


tomado en diferentes relaciones o examinado en diferente tiempo (por ej.. los juicios
'Este ramo de rosas es fresco y 'Este ramo de rosas no es fresco' no se contradicen
si se trata de un mismo ramo examinado en momentos diferentes).

En las lógicas polivalentes la L..n..c. (más exactamente la fórmula (a ^ a) no siempre


es tautología (o fórmula deducible), es decir, no siempre es ley lógica... Esto ocurre
porque las leyes lógicas polivalentes (trivalentes) tienen más de dos valores
veritativos, o sea, demás de "verdad" y "falsedad" tienen el tercer valor: "indefinido",
lo cual a veces impide la aplicación de la L.n.c..".

Es también necesario tener en cuenta que la no contradicción lógico formal requiere


que los conceptos de simultánea afirmación y negación sean precisos. Asimismo, los
conceptos afirmativos incompatibles implican también una contradicción lógico-
formal.

En el Expediente N° 1075-94, tramitado en Lima, encontramos que el fallo de la


sentencia ha sido redactado infringiendo el principio lógico de no contradicción
formal, tal como se constata a continuación:

"FALLA CONDENANDO a ... por delito contra el patrimonio –apropiación ilícita- en


agravio de ... a DOS AÑOS DE PENA PRIVATIVA DE LA LIBERTAD, la misma que
se suspende condicionalmente por el mismo plazo; ...". Sic).

Es decir, si nos atenemos al texto literal de la cita, resulta que: condena a dos años
de pena-privativa de libertad pero simultáneamente suspende esa condena. A no
dudar, que el magistrado infringió el principio lógico de no contradicción por
desconocimiento del mismo y también, probablemente, por su falta de
especialización o por su deficiente especialización en teoría de la pena; deficiencias
que no le permitieron distinguir- la pena privativa de libertad de dos años que
imponía de la suspensión condicional de la ejecución de la misma.
He aquí otro ejemplo:

37
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El día 24 de enero de 1994, un Juez en lo penal del Distrito Judicial de Amazonas


calificó una denuncia contra el mismo imputado, por el mismo delito y en agravio de
la misma persona: sin embargo, fueron expedidos en ese mismo día dos autos de
apertura de instrucción basados en una calificación jurídico-penal simultáneamente
opuestos: a) el auto de apertura de instrucción por homicidio doloso y con mandato
de detención; b) el auto de apertura de instrucción por delito de homicidio culposo,
con mandato de comparecencia. Más aún, esos dos autos simultáneamente
contradictorios debían generar también dos procedimientos penales también
simultáneamente opuestos ("procedimiento ordinario" y también "procedimiento
sumario"), pese a que el hecho punible era idéntico.
Es evidente que ese Juez infringió el principio de no-contradicción formal.
Dejo a salvo que esta objeción no alcanza, no enerva la posibilidad de variación
posterior de la tipicidad jurídico-penal en el mismo proceso, cuando nuevos
elementos probatorios conduzcan a ella, la que se concretará mediante resolución
posterior ("auto de adecuación típica" o de "rectificación", según el caso).

C) Principio del Tercero Excluido


La aplicación del principio del Tercero Excluido consiste en decidir, aplicando la
disyunción exclusiva, por una de dos realidades, situaciones o formas del
pensamiento categóricamente determinadas y antagónicas. De modo que dos juicios
antagónicos no pueden ser ambos falsos porque "uno de ellos es necesariamente
verdadero".
Lo característico de la aplicación de este principio consista en excluir toda solución
intermedia entre los términos opuestos, en el caso dado.
Aristóteles dijo:
"No es posible que haya un término intermedio entre los dos términos de una
contradicción, sino que es necesario afirmar o negar una cosa de otra cualquiera".
La aplicación de este principio requiere una realidad predeterminada y rígida; de
modo que, por ejemplo, en ese caso, un concepto, un juicio, una hipótesis, una
teoría, o es verdadero o es falso, no siendo admisible un valor veritativo intermedio.
Ejemplos:
El vendedor actuó de buena fe o el vendedor actuó de mala fe.
¿Eres propietario del inmueble del que estamos tratando o no eres propietario de
dicho inmueble? En este supuesto, al preguntante no le interesa saber sobre otro
tipo de derecho real que el preguntado tenga sobre el inmueble.
A y B se dicen: Solamente tenemos la siguiente alternativa: o contraemos
matrimonio o nos separamos definitivamente. El Tercero Excluido es inaplicable
cuando se trata de establecer valores veritativos según la Lógica Trivalente o la
Lógica Polivalente.

38
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2. ALGUNOS PRINCIPIOS LÓGICOS DE LÓGICA MODERNA


2.1 principio de la razón suficiente
El principio de la Razón Suficiente, como criterio que rige tanto la actividad
cognoscitiva como la práctica, implica el ineludible deber de dar razón, explicar,
justificar, o sea, fundamentar inequívoca y rigurosamente por qué algo es o no es
como tal y no diferente o lo contrario.
Muchas y lúcidas discusiones ha habido sobre si el principio de la Razón Suficiente
es o no distinto del principio de Causalidad Natural (del determinismo). Recuérdese,
por ejemplo, a Chistian wolff, crusius, scho-penhauer, heidegger, Bertrand russell, en
esa discusión.
En la realidad cognoscitiva, el deber de explicación o de justificación, según el caso,
puede fundarse en una razón de índole causalista como también en una de
naturaleza casual o naturaleza contingente. Asimismo, la relación entre lo ortológico
(el ser, el acontecer) y lo lógico (lo racional, el discernimiento) es indispensable para
la aplicación consistente del principio cuando se trate de solucionar sucesos
empíricos (de la realidad natural o social).
ferrater mora, al explicar el principio de la Razón Suficiente, dice:
"... enuncia que nada es sin que haya una razón para que sea o sin que haya una
razón que explique que sea. Es un principio que ha sido formulado varias veces en
la historia de la filosofía. Sin embargo, es tradicional atribuir a LEIBNIZ la
formulación madura de tal principio. Dicho filósofo lo ha presentado repetidas veces
en sus obras, considerando siempre el principio de razón suficiente como un
principio fundamental. En la monadología (§ 32) señala que el principio de razón
suficiente es -junto con el de contradicción- uno de los dos grandes principios en que
se fundan nuestros razonamientos. En virtud del mismo consideramos que ningún
hecho puede ser verdadero o existente y ninguna enunciación verdadera sin que
haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo. En otro texto escribe
que otro principio, apenas menos general en su aplicación que el principio de
contradicción, se aplica a la naturaleza de la libertad. Se trata del principio de que
nada acontece sin la posibilidad de que una mente omnisciente pueda dar alguna
razón del por qué acontece más bien que no acontece. Además, me parece que este
principio tiene para los casos contingentes el mismo uso que para las cosas
necesarias'"... .

Según guétmanova,panovypetrov:
"Esta Ley, formulada en forma evidente en el s, XVII por LEIBNIZ, señala que
ningún fenómeno puede ser real y ninguna afirmación, verdadera, sin la razón
suficiente de por qué las cosas son así y no de otro modo. Hoy dice así: 'Toda idea
verdadera debe tener suficiente fundamentación. Sólo se trata de fundamentar una
39
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

idea verdadera, pues es imposible fundamentar suficientemente una tesis (juicio)


falsa. A diferencia de las leyes de identidad, de no contradicción y del tercero
excluido, las cuales tienen una formulación sustancial como principios del
pensamiento y en la lógica matemática se expresa con fórmulas, la L.r.s. no tiene
fórmula. pues sólo posee carácter substancial.
¿Qué hay que considerar como razón suficiente para fundamentar una tesis
verdadera? En la demostración sirven de argumentos para-comprobar una tesis
hechos singulares constatados, definiciones de conceptos, axiomas y postulados,
leyes científicas y teoremas...".
A continuación insertamos una resolución expedida infringiendo el principio de la
Razón Suficiente:
"... dieciséis de Setiembre de mil novecientos noventa y siete. AUTOS Y VISTOS.-
Con lo expuesto por el Señor Fiscal Superior a fojas quinientos cincuenticinco a
quinientos cincuentisiete, quien es del criterio que se revoque la resolución que
declara infundada la Excepción de Naturaleza de Acción y reformándola se declare
fundada y ATENDIENDO que la Excepción de Naturaleza de Acción es un Instituto
de Derecho Procesal que procede cuando el hecho denunciado no constituye delito
o no es justiciable penalmente, al amparo del artículo quinto del Código de Pro-
cedimientos Penales. En la presente denuncia formalizada por el Señor
Representante del Ministerio Público es una Hipótesis incriminatoria que sí
constituye delito y es justiciable penalmente, por ende el proceso va a determinar
fehacientemente la producción o no del evento delictuoso y/o ha de servir para
determinar o no la responsabilidad del procesado. Situación que ha merecido que el
Fiscal Provincial formule denuncia, y que el juez instructor abra instrucción; por las
consideraciones expuestas; CONFIRMARON: La resolución de fojas quinientos
cuarentiseis su fecha diez de enero de mil novecientos noventisiete, mediante la cual
se declara INFUNDADA LA EXCEPCIÓN DE NATÚRALE/A DE ACCION deducida
por el inculpado..., en la Instrucción que se le sigue por el delito de Usurpación
agravada, en agravio de la ..., debiendo continuar la secuela del proceso según su
estado, notificándose, y los devolvieron". (Sic).
En la resolución transcrita se constata que la Sala Penal Corporativa intentó aplicar
la inferencia "a contrario sensu ", intento que se frustró porque se desvió hacia una
seudo inferencia ("inferencia imaginaria") al omitir el fundamento explicativo y
determinante de en qué consiste aquello de "sí constituye delito" (sic) el caso
materia de su resolución; pues, la simple y vaga remisión a la denuncia es inocua.
Debió argüir sintéticamente los elementos más relevantes del tipo que el proceso
reflejaba hasta entonces. En el presente caso esa omisión convierte a aquella
afirmación ("sí constituye delito"), con pretensión conclusiva, en un seudo
argumento. Peor aún, del texto del auto trascrito aparece también que la Sala ignora

40
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

la diferencia específica (de índole técnico-jurídica) entre atipicidad y no justiciable


como supuestos jurídicos disyuntivos de la excepción de naturaleza de acción.
Entonces, resulta evidente que el auto trascrito ha sido expedido infringiendo el
principio de la Razón Suficiente. Y, desde el punto de vista jurídico, esa deficiencia
implica también una infracción del deber constitucional de motivar adecuadamente
las resoluciones, por lo que dicha resolución adolece de una motivación deficiente.

2.2. principio de coherencia


El principio lógico de Coherencia impone la necesidad de establecer y mantener la
cohesión intrínseca entre los elementos del proceso discursivo en resguardo de la
armonía entre las premisas y la conclusión, así como entre los argumentos
concatenados. La fiel observancia de la coherencia contribuye a la validez del
proceso discursivo. Tiene íntima relación con la consistencia (resultado de la no
contradicción formal).

2.3. PRINCIPIO ("LEY") DE SUSTITUTIVIDAD DE LA IDENTIDAD


"I1:(x)(y)(x=yr)(Fx=Fy))
Según este principio, "si dos entidades, x e y, son idénticas, lo que es verdadero de x
es verdadero de y. II está próxima al llamado "principio de leibniz", según el cual dos
entidades, x e y, son idénticas si tienen las mismas propiedades..."
En virtud de la ley especificada..., II implica condicionales tales como:
"(Balzac = autor de La comedia humana) o (Balzac es un novelista francés del siglo
XLX) == El autor de La comedia humana es un novelista francés del siglo XLX".
Simón Bolívar = libertador también del Perú, quien dirigió la Batalla de Ayacucho del
9 de diciembre de 1824 = Bolívar libertador de varias naciones sudamericanas, en el
siglo XLX -> = Libertador que fundó la Universidad de Trujillo, el 10 de Mayo de
1824.

2.4 principio ("ley") de la reflexividad:


Este principio indica que todo ente es igual a sí mismo, o que la acción u omisión
comienza y se consuma en el mismo agente.
Se simboliza:
"I2a: (x)(x = x)"
Por ejemplo:
El Código de Procedimientos Penales de 1940 = Código de Procedimientos Penales
de 1940; Río Amazonas = Río Amazonas; Denuncia = denuncia; me remuerdo; se
arrepiente; me veo en tus ojos; os retornarais; se lamentaron.

41
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2.5 principio ("ley") de simetría


Según el principio de Simetría, "cuando una entidad es igual a otra, ésta es igual a la
primera".
La Simetría "permite, pues conmutar los términos de un enunciado de identidad".
"Implica bicondicionales tales como:
"(Pérez Galdós = El máximo novelista español del siglo XIX) = (El máximo novelista
español del siglo XIX = Pérez Galdós)".
Su representación simbólica:
"13: (x)(Y)(x = Y = v = x)"

Otros ejemplos:
(H20 = agua) = (agua = H2O).

La condena impuesta a J es definitiva, la condena contra J ya es cosa juzgada .


x es pareja de z = z es pareja de x.
Rosa es cónyuge de Abel = Abel es cónyuge de Rosa.
El predio A es colindante con el predio C = el predio C es colindante con el predio A.

2.6 principio ("ley") de asimetría


La "relación es asimétrica si, y solamente si, cada vez que se verifica entre dos
objetos tomados en cierto orden, no lo es entre los mismos objetos tomados en
sentido inverso".
"U x U y (r x y -> ~ (r y x)". (Ejemplo: "padre de").
M. COPI explica:

"... una relación asimétrica es una relación tal que, si una cosa está en esa relación
con una segunda cosa, entonces la segunda no puede estar en esa relación con la
primera. Las siguientes frases designan varias relaciones asimétricas: 'está al norte
de', 'es mayor que' y 'pesa más que'. Una función preposicional 'R x Y' designa una
relación asimétrica si y sólo si
(x)(Y)(Rxy=3~Ryx).

Otros ejemplos:
X es acreedor de Z = Z es deudor de X. O sea, si X es acreedor de Z, entonces Z no
es acreedor de X.
C es padre de N = N es hijo de C.
R es superior jerárquico de = A es inferior jerárquico de. B es esposo de E = E es
esposa de B.

42
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

"Sin embargo, no todas las relaciones son simétricas o asimétricas. Si una persona
ama a otra o es hermano de otra o pesa no más que otra, no se infiere que la
segunda ame a la primera o sea su hermano (podría ser su hermana) o que pesa
más que la primera. Ni tampoco se sigue que la segunda no ama a la primera o que
no es su hermano, o que no pesa más que la primera. Relaciones como éstas son
no simétricas y se las define como las que no son ni simétricas ni asimétricas" .
En estos casos es necesaria una verificación.

2.7 principio ("ley") de transitividad


La Transitividad ocurre
"cuando dos entidades son iguales a una tercera son iguales entre si
La transitividad implica relación de condicionalidad que es la fundante de la
inferencia transductiva.

Ejemplo:
Si Rosa tiene la misma especialidad que Juana y si Juana tiene la misma
especialidad que Petronila: entonces, Rosa tiene la misma especialidad que
Petronila.

2.8 PRINCIPIO DE ASOCIATIVIDAD


"Por la asociatividad o ley asociativa, los elementos de igual jerarquía de un
esquema conjuntivo, disyuntivo o bicondicional se pueden agrupar indistintamente
unos con otros".

2.9 idempotencia:
“p.p.=.p”
"pvp=.p

"Por la ley de idempotencia, se reducen las variables redundantes a una sola. Se


aplica a esquemas conjuntivos.
Ejemplo:
'Llueve y llueve y llueve' equivalente a 'llueve'.

Pide y pide y pide y pide = pedigüeño. Delinque y delinque y delinque y delinque =


delincuente habitual.

2.10 conmutación.
"Estas equivalencias nos indican que las conjunciones, las disyunciones o
bicondicionales si permutan sus componentes su resultado no se altera". ejemplos:

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

"La Constitución Política del Perú de 1993 es la Ley Suprema del Estado y ha sido
aprobada por el Congreso Constituyente". Es equivalente a: "El Congreso
Constituyente aprobó la Constitución Política del Estado de 1993 y ella es ley
suprema-del Estado".
"Me pagarás puntualmente el importe de la Letra de Cambio o te demandaré por
ejecución de obligación de dar suma de dinero". Es equivalente a: "Te demandaré
por ejecución de obligación de dar suma de dinero o me pagarás puntualmente el
importe de la Letra de Cambio".
"Juana es cónyuge de Pedro si y sólo si ha contraído matrimonio con él". A su vez,
"Pedro es cónyuge de Juana si y sólo si ha contraído matrimonio con ella".
La Conmutación basada en la bicondicionalidad equivale a una relación simétrica.

2.11 principio de consistencia


El principio de Consistencia impone el deber de evitar contradicciones entre
proposiciones o durante el proceso de argumentación. Este principio exige evitar la
infección del principio de no contradicción formal. La concreción de este principio
presupone la observancia del principio de no contradicción formal. Indica la solidez
resultante (la variable dependiente) de la fiel aplicación del principio de no
contradicción formal. Es un corolario de éste.
Advertimos al lector no confundir esta acepción lógica de la palabra consistencia con
las otras acepciones que le asigna la filosofía, como son la de: "subsistencia de una
realidad" ("real consistencia"), de "esencia" (en lo que x "consiste") en contraposición
a la "existencia".

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u to e v a lu a c ió n fo r m a tiv a Nº 02

Apellidos y Nombres: ______________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde de


manera correcta las siguientes preguntas:

1. Por que se dice que el principio de identidad ostenta un contenido estático.


2. Cual es la importancia de la aplicación del principio de no contradicción formal.
3. En que consiste el Principio de tercero excluido.
4. Cual cree que es el fundamento de ser del principio de la razón suficiente.

TRABAJO:
1. Teniendo en consideración los siguientes hechos, y suponiendo que su persona
va ha juzgar (sancionar) a dichas personas, realizar un juicio (razonamiento)
textual en el cual se violenta el principio de no contradicción.

HECHOS:
Los amigos Juan y Pedro, ambos mayores de edad, cometen el acto ilícito de robo
de un vehículo de marca Volvo, bajo las mismas condiciones y hechos.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

TEMA 03
LOGICA JURIDICA

ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se aborda el significado de la palabra norma, así como
se realiza análisis de la mayoría de tipos de normas, dando mayor
tratamiento a la conceptualización y tipos de normas jurídicas.
Para ello se acompañan el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
MIXAN MASS, Florencio. “Lógica Enunciativa ^ Jurídica”. BLG
Ediciones, cuarta edición, Trujillo, 2006, paginas 151 – 183.

NORMA Y NORMA JURIDICA

I. SIGNIFICACIÓN MULTIVOCA DE LA PALABRA NORMA


A diferencia del notable avance logrado en el rigor del lenguaje de la Lógica
Simbólica, en el campo de la comunicación jurídica predomina el uso del lenguaje
técnico e incluso del lenguaje natural que adolecen de va-guedad, por lo que es
indispensable extremar el cuidado para evitar de incurrir en ambigüedad y/o
anfibología. Al lenguaje jurídico se le asigna una función de dirección, una función
idónea para la comprensión del sentido da la prescripción jurídica. Por eso, es
indispensable la severidad escrupulosa, tanto en la formulación como en lac
interpretación de la proposición jurídica, para evitar, en lo posible, dificultades
semánticas y pragmáticas.
Ya tenemos investigadores que han iniciado trabajos sobre "cálculo deóntico
aritmetizado", sobre "ius cibernética" , análisis lógico-formal de la norma jurídica.
A la palabra "norma" se asigna aún significación múltiple que, al decir de von Wrigth,
no sólo es heterogénea "sino que además tiene fronteras vagas". Él destaca con
énfasis que:
"Existen varios sinónimos parciales de 'norma', todos ellos inglés correcto. 'Patrón'
('Pattem'), 'modelo' ('standard'), 'tipo' ('type'), figuran entre ellos; al igual que
'reglamento' ('regula-tion'), 'regla' ('rule') y 'ley' ('law'). Las instrucciones sobre el ''uso
y las órdenes quizá no sea frecuente que se les llame 'normas', pero es
indispensable que no vacilaríamos en llamarles normativas'".
Es necesario hacer notar que en el idioma español la palabra "norma" es usada para
expresar los siguientes significados:

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

a) "Escuadra de que usan los artífices para arreglar y ajustar los maderos, piedras y
otras cosas".
b) "Regla que se debe seguir o a que se deben ajustar las conduelas, tareas,
actividades, etc.
c) "Der. Precepto jurídico"
En el idioma italiano, "norma", en singular, significa: "norma, regla; cartabón,
escuadra; pauta; ley; norte; criterio;, guía"; y en plural, "norme", significa:
instrucciones, reglamento; usos, costumbres; (elec.) prescripciones o constantes
normales, reglas". En latín: "norma", ae, f. "norma, regla, prescripción" 151. En lo
jurídico, también se usa, como sinónimo de norma jurídica la locución: Praeceptum
legis: "norma legal, prescripción legal".
No obstante la heterogeneidad de acepciones, de las citas precedentes, aparece,
como carácter general y predominante, la idea de regulación; y, de manera especial,
la idea de prescripción, así como el concepto ley como un tipo especial y necesario
de prescripción estatal. En la actualidad, la idea persistente es que la palabra norma
expresa esencialmente el concepto de "reglas de conducta que postulan deberes",
"el deber ser" y su correlato: la permisión prescrita. Lo que interesa, aquí, es esta
acepción que es eminentemente deóntica.

2. ESENCIA DEONTOLOGICA DE LA NORMA


La Deontología identifica al deber ser como lo esencial de la norma. De allí que la
norma tenga la cualidad esencialmente prescriptiva; o sea, la de imputar deberes,
obligaciones, potestades debidas; permisiones: facultades, potestades permitidas;
prohibiciones, sanciones, dispensas o exclusiones, prescripciones declarativas,
premios, prerrogativas.
La función de la norma es regular, encausar, dirigir las relaciones humanas
interactivas, en el marco de lo que preceptúa para preservar el orden constituido, la
seguridad individual pero también la colectiva (el "control social"), limitar el ejercicio
del poder, para encausar la solución de los conflictos jurídicos en el marco de la
legitimidad.
El universo normativo está integrado por normas morales, normas consuetudinarias,
normas religiosas, normas deportivas, normas jurídicas (incluidas todas sus
variedades y niveles jerárquicos), "reglas ideales" orientadas a regular la
consecución de elevadas y valiosos fines superiores, normas técnicas.
Toda norma es una pauta (regla) de comportamiento; pero, no toda regla de
conducta es una norma; así, tenemos tanto las leyes naturales como las pautas de
carácter enunciativo que para la eficiencia o fines prácticos resultan necesarias o
convenientes, tales como: reglas gramaticales, principios lógicos, leyes naturales

47
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

(biológicas, químicas, matemáticas, físicas, electrodinámicas, etc.), pautas estéticas


(que orientan hacia el "tener que ser" bello). Algunos consideran que los principios
lógicos ("leyes del pensamiento") son de naturaleza prescriptiva; nosotros, al igual
que la mayoría, consideramos que no, y por eso los excluimos de la clase de
normas. Sin embargo, los principios lógicos reflejan un conjunto de relaciones de
índole natural y constante que la inteligencia las ha descubierto, las ha captado y las
ha transformado en "formas del pensamiento"; cuya aplicación adecuada permite un
proceso discursivo riguroso, válido y eficaz. Los principios lógicos son rígidos,
inexorables y tienen una realidad absolutamente independiente de la voluntad y de
libertad humanas, no son creadas por el ser humano, no son modificables ni
derogables por determinación humana; su cabal comprensión y aplicación
conscientes son muy útiles para el avance epistemológico, para rigorizar los
razonamientos que son medios idóneos para el tratamiento estricto de problemas
inherentes a la verdad, a la falsedad, a la duda, a la probabilidad, a las antinomias, a
las falacias, etc.
Para el estudio y aplicación de las normas, en especial de la norma jurídica, es
necesario el auxilio de la Lógica.
La norma es legítima solamente si regula el comportamiento humano para
encausarlo hacia la realización de lo valioso. ¡Ahí!, la evidencia de la conexión (de
medio a fin) entre la Deontología y la Axiología (entre la norma y el valor "positivo") y
de éstas con la Ontología (cuyo objeto de conocimiento es la realidad, en la que está
inmerso el comportamiento humano). Aunque esa conexión armónica no siempre se
concreta, ni siempre es consistente, porque las contradicciones internas de la
sociedad las perturban o dificultan frecuentemente. Los destinatarios de la norma
son personas capaces de ejercer su libertad y, por lo tanto, con capacidad de decidir
con autonomía el cumplimiento de lo presento u optar por infringirlo, según la
complejidad del contexto y la multiplicidad de sus motivaciones. O sea. la norma se
caracteriza también porque conlleva la posibilidad (abstracta) de ser acatada o
infringida. Por eso, la afirmación: "Lo que debe ser puede no haber sido, no ser
actualmente ni llegar a ser nunca, perdurando no obstante como algo obligatorio.
Aún cuando el ideal de la "paz perpetua" jamás se haya realizado entre los hombres
ni llegue nunca a convenirse en realidad, la aspiración que hacia él se orienta
justificase plenamente, en cuanto tiende al logro de lo valioso. La validez de los
preceptos rectores de la acción humana no está condicionada por su eficacia, ni
puede ser destruida por el hecho de que sean infringidas. La norma que es violada
sigue siendo norma y el imperativo que nos manda ser sinceros conserva su obli-
gatoriedad a pesar de los mendaces y los hipócritas. Por ello se dice que las
excepciones a la eficacia de una norma no son excepciones a su valide:. Las leyes
naturales, por el contrario, sólo son válidas si la experiencia no las desmiente".

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2. 1 clasificación de la norma
No existe una clasificación única de la norma.

A) Norma moral y norma ética


Las normas morales se parecen a las jurídicas en cuanto son bilaterales. Según las
reglas morales, se dice que una persona es o no moral considerándola siempre en
relación con otra (esa otra es o el Estado o la comunidad o una organización social u
otra persona natural o jurídica, etc.). Pero las normas morales se diferencian de las
normas jurídicas porque aquellas no son coimplicantes y su coercibilidad es
predominantemente social (difusa), salvo lo prescrito en un "Código escrito de ética"
(norma moral institucionalizada).
También conviene recordar previamente lo concerniente a la sinonimia etimológica.
Pues, por ejemplo, según aseveración de SHISHKIN:
"El vocablo ética se deriva del griego ethos; la palabra moral del latín mos (morís).
Ambos vocablos significan lo mismo "costumbre, hábito". Las costumbres y los
hábitos de nuestros remotos antepasados, que desconocían aún la división de la
sociedad en clases, formaban precisamente su moral...".
Igualmente, es necesario acotar que la evolución contradictoria y desigual de la
humanidad determina la formación y diversificación de la conciencia social,
diversificación que es conocida con el nombre de "formas de conciencia social" I5Í,
la que incluye, por ejemplo: la moral y la ética, la religión, la ideología política, la
conciencia jurídica (el derecho), la ciencia; la filosofía, la estética (el arte).
Esa evolución ha perfilado actualmente la diferencia, sin perjuicio de la estrecha
relación, entre moral y ética.
La moral es el conjunto de normas, socialmente necesarias, concebidas y
practicadas por un pueblo, una comunidad, un estamento social, etc.; normas que
imponen el deber de comportamiento humano positivo y prevén la respectiva
sanción para el caso de su infracción.
La máxima es: comportamiento, en lo posible, conforme al Bien y a
los Valores.
Lo característico de la norma moral es que es instituida por la colectividad y
mantiene su vigencia por tradición; aunque en muchos casos, algunos sectores de la
comunidad optan por "codificar", elaborar "cartillas", "decálogos", etc. de algunas
normas morales vinculantes para sus agremiados, para sus integrantes. También la
historia enseña que, eventualmente, las normas morales de una colectividad pueden
ser impuestas a otra colectividad, tal como ocurrió en las conquistas (el conquistador
impuso su moral al conquistado) o el estamento que asume el poder de conducción
de una nación diseña la orientación moral y las normas morales pertinentes, así
como decide su inculcación y practica por todos los dirigidos.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El ideal de que las normas morales sean practicadas por todos. Por eso, algunas
normas morales son predicadas como reglas de "moral universal" (p.e., respetar a
los semejantes, no robar ni estafar, proceder honestamente). En la sociedad, que es
cada vez más compleja, coexisten aún notorias desigualdad, intereses antagónicos,
que se reflejan en la colisión frecuente e intensa de normas morales, o en la
perpetración de infracciones a las normas morales. Así, por ejemplo, se predica la
probidad en la función pública pero muchos funcionarios prefieren la deshonestidad
y perpetran la corrupción (aceptan sobornos, practican extorsiones, etc.), sea
individualmente o como miembro de la organización de corruptos. Se predica el lucro
honesto en la producción y distribución de bienes pero algunos incurren en el lucro
deshonesto (especulaciones, fraudes, contrabandos, prestación de servicio de mala
calidad, etc.) perjudicando gravemente a los demás. Se exige veracidad pero no
faltan quienes practican habitualmente la mendacidad, la hipocresía. Se resalta la
laboriosidad y la responsabilidad, pero muchos de los encargados de dar el ejemplo
incurren en la holgazanería, en la impuntualidad, en el desorden, en el
incumplimiento de lo pactado. Se predica la igualdad entre los seres humanos, pero,
en la realidad, muchos acarician el prejuicio de la inferioridad racial. Se proclama la
igualdad de acceso a la justicia pero, en la realidad, muchos son marginados por no
poder satisfacer las condiciones onerosas previstas para el caso. Se destaca la
debida fraternidad entre los seres humanos pero muchos prefieren la desunión en
aras de intereses egoístas; etc. Para lograr progresivamente el anhelo de que la ma -
yoría de las normas morales tengan vigencia real y uniforme será indispensable
también que la sociedad vaya eliminando progresivamente las causas internas de
esas desigualdades que generan intereses antagónicos y la polaridad moral.
Repito, la coercibilidad de las normas morales es de índole social y difusa: la
censura es aplicada por la propia colectividad, aunque eventualmente algunas
instituciones pueden prever sanciones taxativas ("codificadas").

La ética
La conciencia social inherente al Bien y a lo Valioso ha evolucionado y se ha
superado la sinonimia etimológica. Por eso, en la actualidad, la Ética es definida
como
"una rama de la filosofía: es la filosofía moral o la manera filosófica de pensar en
materia de moralidad, de los problemas morales y de los juicios morales";
como anota frankena .
Según butler — citado por frankena — el concepto "moralidad" "la institución moral
de la vida".
ruñes, dice:

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

"La ética, conocida también como filosofía mora!, es aquel estudio o disciplina que
se interesa por los juicios de aprobación o desaprobación, los juicios sobre lo
correcto o lo incorrecto, la bondad o la maldad, la virtud o el vicio, lo apetecible o lo
sensato de las acciones, disposiciones fines, objetos o estados de cosas..."

Según este autor, los juicios éticos se dividen en


"(a) juicios de valor, esto es, juicios sobre la bondad o la mal dad, apetecibilidad o
despreciabilidad de ciertos objetos, fines, experiencias, disposiciones o estados de
las cosas, p. ., 'El conocimiento es bueno', (b) los juicios de obligación, esto es,
juicios sobre la obligatoriedad, rectitud, corrección, sensatez o torpeza de : diversos
tipos de acción y clases de conducta, juicios que aprueban. recomiendan ó
condenan ciertas líneas de conducta".
Es decir, para él, la axiología aparece como incluida, conjuntamente con la
deontología, en la ética. En mi concepto, la Axiología es independiente de la ética
("filosofía de la moral, de la "moralidad") pero intimamente vinculada con ésta; pues,
la deontología requiere de la axiología para consagrar la legitimidad del
comportamiento como concretización del deber ser. Es necesario tener presente la
relación binaria entre norma moral y "moralidad", entre norma moral y el valor
axiológico pertinente.
Imagino lo siguiente, a) la directiva "R(x que prescriba aprobar, sin dubitaciones, sólo
a unos cuantos de! conjunto de postulantes para el cargo "C", pese a que no reúnen
requisitos para el caso; b) la directiva "Rx)" que prescriba que del conjunto de
postulantes para el cargo "C", sean aprobados únicamente quienes reúnan los
requisitos exigibles para el caso. En ambos casos (directivas "R(x) y R (x)"
prescriben "distribuir el bien" (conceder el cargo), pero, en el primer caso la directiva
para el beneficio otorgable es contraria a la probidad y es injusta: mientras que en el
segundo caso, la directiva es benefactora y es justa. En el segundo caso, la solución
es compatible con la "teoría deontológica de la norma" y con el principio de "utilidad
y beneficio" (teoría del utilitarismo de la norma); o sea, compatible con el postulado
del "mayor excedente posible del bien sobre el mal" (FRANKENA, Op. cu., p. 55). El
Bien (beneficio) debe estar siempre en conexión intima con el valor (axiológico)
intrínseco positivo.
En este contexto es pertinente citar el pensamiento de garcía maynes, quien dice:
"El objeto que la ética, en cuanto disciplina filosófica, se propone definir y explicar, es
la moralidad positiva, o sea, el "conjunto de reglas de comportamiento y forma de
vida a través de las cuales tiende el hombre a realizar el valor de lo bueno
Como ejemplos de "codificaciones" de las normas morales y ericas, transcribo las
partes pertinentes de algunos documentos importantes como:

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A) "Código de Ética Profesional del Ilustre Colegio de Abogados de La Libertad "


(consta de 49 artículos. Fue aprobado por resolución de Decanato del 4 de
noviembre de 1951. Era Decano el Dr. Manuel Cisneros Durandau).

"Artículo 2.- Defensa del honor profesional. El abogado debe. — mantener incólumes
el honor y la dignidad profesionales. No sólo importa un derecho, sino además un
deber el reprobar y denunciar la conducta irregular de colegas, jueces y funcionarios
públicos a las autoridades competentes o al Colegio de Abogados que corresponda.

Artículo 4.- Honradez. El abogado debe obrar con honestidad y buena fe. No ha de
aconsejar actos dolosos, afirmar o negar con falsedad, hacer citas inexactas,
incompletas o maliciosas, ni realizar acto alguno que estorbe la buena
administración de justicia".

Artículo 5.- Cohecho.- Falta gravemente al honor y a la énea profesional el abogado


que directa o indirectamente, sobórne o corrompa a un empleado o funcionario
público o ejerza sobre él acción indebida que pueda extraviarlo o perturbado en el
fiel cumplimiento de sus deberes. El abogado a quien conste un hecho ce esta
naturaleza tiene el deber de ponerlo en conocimiento del Colegio a que esté
asociado'.

Articulo 26.- Deberes al aconsejar. Transacciones.- El abogado debe aconsejar can


prudencia, cuidando ce no exagerarlas probabilidades de un buen éxito para evitar
que e! cliente se sienta inclinado a litigar. Por el contrario, deberá informarle de los
riesgos. incertidumbres y demás circunstancias que pueden comprometer el buen
resultado del caso. E! abogado debe favorecer siempre una justa transacción y
cuando antes de la controversia se presente !a oportunidad de un arreglo
satisfactorio, el abogado aconsejará al cliente que lo prefiera".
Artículo 40.- Fraternidad y respeto entre colegas.- Entre los abogados debe primar
fraternidad que enaltezca la profesión y respeto reciproco, sin que influya en ellos la
animadversión de las partes.

Se abstendrán cuidadosamente de expresiones malévolas e injuriosas y de aludir a


antecederles personales, ideológicos, políticos o de otra naturaleza, de sus colegas.
El abogado debe ser caballeroso con sus colegas y facilitarles 1a solución de
inconvenientes momentáneos cuando por causas que no les sean imputables, cono
ausencia imprevisible, duelo o enfermedad, o de fuerza mayor, estén impedidos de
actuar. No ha de apartarse, ni por apremio de su cliente, de los dictados de la de -
cencia y del honor".

52
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

B) "Proyecto de Código de Conducta para Funcionarlos Encargados de Hacer


Cumplir la Ley" (publicado por Amnistía Internacional y redactado por
"recomendaciones del Quinto Congreso de las Naciones Unidas sobre Prevención
del Delito y el Tratamiento de Delincuentes - Ginebra, Suiza, septiembre de 1975 - la
Asamblea General de las Naciones Unidas solicitó, en diciembre de 1975, al Comité
para la Prevención y Control del Delito de las Naciones Unidas que elaborase un
código de conducta para los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley con el
fin de que fuese estudiado durante la sesión de la Asamblea General de 1977').
Consta de varios ítems como: una parte expositiva de los fundamentos y de 10
numerales, con sus respectivos coméntanos. Suscriben la publicación Alfred Heijder-
Hermán van Geuns. Para muestra, transcribo solamente el tenor de dos numerales y
sus comentarios:
"1. Los funcionarios encargados de nacer cumplir deberán en todo momento:
Cumplir los deberes que les impone la ley, sirviendo a su comunidad y protegiendo a
todas las personas contra actos ilegales, en consonancia con el alto grado de
responsabilidad exigido por su profesión.
Comentario:
La expresión "funcionario encargado de hacer cumplir fa ley" incluye a todos los
agentes de la ley, ya sea nombrados o elegidos, que ejercen funciones de policía,
especialmente las facultades de arresto y detención;
b) En los países en que las funciones de policía las ejercen autoridades militares, ya
sean uniformados o no, o fuerzas de segundad del Estado, se considerará que la
definición de funcionarios encargados de hacer cumplir la ley comprende a los
funcionarios de esos servicios;
c) En el servicio a la comunidad se procura incluir especialmente la prestación de
servicios de asistencia a los miembros de la comunidad que por razones personales,
económicas, sociales o emergencias de otra índole, necesiten ayuda inmediata;
d) Esta disposición obedece al propósito de abarcar no solamente todos los actos
violentos, de depredación y nocivos, sino de comprender toda la gama de
prohibiciones previstas en la legislación penal. Se extiende a la conducta de
personas que no pueden incurrir en responsabilidad penal".
2. En el desempeño de sus tareas, los funcionarios encargados, de hacer cumplir la
ley deberán respetar y proteger la dignidad humana, y mantener y defender los
derechos humanos de todas Ias personas.
Comentario:"
a) Los derechos humanos de que se trata dimanan del derecho nacional e
internacional. En virtud del derecho internacional, los-derechos humanos están
garantizados por la Declaración Universa de Derechos Humanos, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles „ y Políticos, la Declaración sobre la Protección de

53
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Todas las Personas contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, la Declaración de las Naciones Unidas sobre Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación Racial, la Convención Internacional sobre la Represión y
el Castigo del Crimen de 'Apartheid'; las Reglas Mínimas para el Tratamiento de los
Reclusos, la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares y Otros
Instrumentos Internacionales;
b) En los coméntanos de los distintos países acerca de esta disposición se deben
precisar las disposiciones regionales y nacionales en las que se identifican esos
derechos".
C) Se tiene el caso especial de notoria e inescindible correlación binaria entre Ética y
Derecho, que se sintetiza o positiviza en la; Convención Interamericana Contra la
Corrupción. (Convención ratificada por el Estado peruano, mediante Decreto
Supremo N° 012-97-RE. De acuerdo a lo preceptuado en el Art.53 de la Constitución
de 1993, forma parte del derecho nacional; consta de un Preámbulo y XXVIII artícu-
los). Transcribo solamente los Arts. I y VI. "Artículo I. Definiciones:
Para los fines de la presente Convención se entiende por: "Función pública", toda
actividad temporal o permanente, remunerada u honoraria, realizada por una
persona natural en nombre del Estado o al servicio del Estado o de sus entidades,
en cualquiera de sus niveles jerárquicos.
"Funcionario público", "Oficial Gubernamental" o "Servidor público'; cualquier
funcionario o empleado del Estado o de sus entidades, incluidos los que han sido
seleccionados, designados o electos para desempeñar actividades o funciones en
nombre del Estado o al servicio del Estado, en todos sus niveles jerárquicos.
"Bienes" los activos de cualquier tipo, muebles o inmuebles, tangibles o intangibles,
y los documentos o instrumentos legales que acrediten, intenten probar o se refieran
a la propiedad u otros derechos sobre dichos activos.
Articulo VI. Actos de corrupción.

1. La presente Convención es aplicable a los siguientes actos de corrupción:


a. El requerimiento o la aceptación, directa o indirectamente, por un funcionario
público o una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de valor
pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para si
mismo o para otra persona o entidad a cambio de la realización u omisión de
cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas.
b. El ofrecimiento o el otorgamiento, directa o indirectamente, a un funcionario
público o a una persona que ejerza funciones públicas, de cualquier objeto de valor
pecuniario u otros beneficios como dádivas, favores, promesas o ventajas para ese
funcionario público o para otra persona o entidad a cambio de la realización u
omisión de cualquier acto en el ejercicio de sus funciones públicas;

54
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

c. La realización, por parte de un funcionario público o una persona que ejerza


funciones públicas, de cualquier acto u omisión en el ejercicio de sus funciones, con
el fin de obtener ilícitamente beneficios para sí mismo o para un tercero;
d. El aprovechamiento doloso u ocultación de bienes provenientes de cualesquiera
de los actos a los que se refiere el presente artículo; y,
e. La participación como autor, coautor, instigador, cómplice, encubridor o en
cualquier otra forma, en la comisión, tentativa de comisión, asociación o
confabulación para la comisión de cualquiera de los actos a los que se refiere el
presente artículo. "2. La presente Convención también será aplicable, de mutuo
acuerdo entre dos o más Estados Partes, en relación con cualquier otro acto de
corrupción no contemplado en ella".

2. La presente Convención también será aplicable, de mutuo acuerdo entre dos o


más Estados Partes, en relación con cualquier otro acto de corrupción no
contemplado en ella"'.

D) El Estado peruano ha «probado y publicado la "Ley Código de Etica de la


Función Pública: Ley 27815; el Código de Ética de la Superintendencia Nacional de
Registros Públicos (Res. N* 287-2002-SLR-MARP/sn de 22 de julio de 2002), el
Código de Ética de la Presidencia del Consejo de Ministros (Res. N° 253-2002-PCM
de 11 de julio de 2002).

B) Normas consuetudinarias
En los primeros tiempos de la sociedad humana, las normas de la costumbre
"brotaron" y se consolidaron como medios necesarios de vinculación y regulación
para la convivencia y supervivencia. Esa germinación y consolidación normativas
tuvieron lugar sin ninguna coerción externa. Por eso, a las reglas (normas) de la
costumbre siempre se las consideró de Índole netamente social, "natural", cuya
obligatoriedad se fundaba en el consenso que, a su vez, indicaba la convicción
colectiva al respecto.
En cambio, en los tiempos actuales, debido a la evolución aún desigual de la
sociedad humana, a las reformas educativas, al avance tecnológico, a la influencia
globalizante de los medios de comunicación social que inciden con sorprendente
intensidad y extensión sobre las conciencias colectivas, resulta inocultable que
ciertas reglas consuetudinarias de una ¿poca o de una ciase social o de un
estamento social puedan ser inducidas a las demás, sin recurrir a un medio de
coerción estatal, o influir en la innovación o en la sustitución de las pautas
consuetudinarias tradicionales.

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La comunicación, en la actualidad, ya no es únicamente un simple hacer partícipe a


otro de lo que uno conoce, piensa, siente o tiene, porque las notorias
contradicciones de intereses sociales persistentes han determinado que a la función
de "información" se añada la de "dirección social".

De todas maneras, sean espontáneas o inducidas, algunas de esas pautas


constantes que se generan en las entrañas de las relaciones sociales para regular a
las mismas, sin coerción estatal, son las que aún reciben la denominación de
normas consuetudinarias (normas de la costumbre). Es también; inocultable que en
sociedades escindidas y hasta antagónicas muchas reglas de la costumbre son
diferentes e incluso opuestas; entre ellas las que logran y ostentan la calidad de
predominantes son las de aquellos que ejercen el poder o están vinculados a estos.
La coercibilidad de las normas de la costumbre es eminentemente social.

Cuando eventualmente esas reglas consuetudinarias son acogidas por el Estado y


luego convertidas en ley o sirven de inspiración, motivación para proyectar y
formular una norma jurídica, se dice que aquellas pautas de la costumbre han
operado como "fuente de Derecho". En cambio, cuando el Estado a través de sus
órganos especializados resuelve algunas controversias jurídicas aplicando también
una pauta de la costumbre o cuando mediante ley autoriza a los sujetos de la
regulación jurídica adecuar también sus actos a las reglas de la costumbre
predominante en su sector o área de actividades, como se constata, por ejemplo, en
los arts. 248 y 255 del Código de Comercio (de 1902), se trata de la llamada
"costumbre jurídica". El Artículo 149 de la Constitución de 1993 preceptúa:
"Las autoridades de las comunidades campesinas y nativas, con el apoyo de las
Rondas Campesinas, pueden ejercer las funciones jurisdiccionales dentro de su
ámbito territorial de conformidad con el derecho consuetudinario, siempre que no
violen los derechos fundamentales de las personas. La ley establece las formas de
coordinación de dicha jurisdicción especial con los Juzgados de Paz y con las
demás instancias del Poder Judicial". (El resaltado es del autor).

"Una gran parte del Derecho inglés nene su fuente en la jurisprudencia, y más
precisamente en la autoridad del precedente judicial: los tribunales están ligados por
las resoluciones dictadas por tribunal de nivel superior. Así, cuando una materia no
está regulada por una ley, la solución del conflicto ha de buscarse en la
jurisprudencia anterior"

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C) Reglamentos deportivos
Las reglas de juego determinan qué está permitido y qué no, cómo y en qué caso,
etc., es lo que se tiene que hacer o dejar de hacer. Si quien juega no se ajusta a las
regias preestablecidas será descalificado, sancionado, ya por ignorar dichas reglas o
conociéndolas las infringe o simplemente las usa mal o las olvidó en el momento que
son de inexcusable observancia.
Citamos como ejemplo de las reglas de juego las siguientes que corresponden al
ajedrez:
"1) Las piezas deben desarrollarse con rapidez y sin pérdida de tiempo; a saber no
se debe mover varias veces una pieza sin haber movido antes las otras, ni haber
forjado una posición conveniente”.
"2) Al mismo tiempo que al desarrollo de las piezas hay que atender a la defensa del
rey y enrocar en cuanto haya oportunidad para hacerlo; si no, estorbará la acción de
aquellas y, sobre todo, será un obstáculo a la vinculación de sus torres":
"3) La dama no debe moverse antes de tiempo; primero hay que poner en actividad
las piezas menores, o sea los caballos y los alfiles; de lo contrario, se verá sometida
a los ataques de las piezas menores del adversario y, al retirarse, perderá tiempo,
que aquel aprovechará para dar fin al desarrollo de la apertura y pasar al ataque".
"4) Si el desarrollo de las piezas es normal y correcto, no conviene atacar ni
contraatacar inmediatamente, sino hacerlo cuando las piezas estén movilizadas y se
haya enrocado. Pues todo ataque, promovido con pocas fuerzas y fundado en los
descuidos que pueda tener el contrincante, está condenado al fracaso Otro ejemplo
es el Reglamento de Fútbol aprobado por la FIFA.

D) Reglas ideales
von wright, dice:
"Hay, sin embargo, un grupo de normas que tienen relación inmediata, no con la
acción, pero si con las cosas que deben, o pueden, o no tienen que ser. Los autores
alemanes algunas veces hacen una distinción entre Tunsollen y Semsollen. En los
escritores anglosajones no se hace a menudo referencia a esta distinción.
"De acuerdo con G. E. Moorc, llamare a las normas que tienen más relación con ser
que con hacer, reglas ideales. Se hacen referencia a reglas ideales, por ejemplo,
cuando decimos que un hombre tiene que ser generoso, sincero, justo, ecuánime,
etc., y también cuando decimos que un soldado en el ejército debe ser bravo, sufrido
y disciplinado; un maestro, paciente con los niños, firme y comprensivo; un guardia,
alerta, observador y resuelto, y así sucesivamente".
En nuestro concepto, las reglas ideales sirven para prefigurar, prever anhelos y
metas destinadas a alcanzar o realizar valores supremos que, a su vez, implican
tendencia al perfeccionamiento, a la tutela permanente de la dignidad humana, a la

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superación individual y colectiva. Son normas que imponen un deber ser


valiosamente superior. Las normas ideales encaman los supremos anhelos de la
humanidad, están orientadas a realizar valores de elevada jerarquía. Las reglas
ideales son tales en la medida que instan a la realización de aspiraciones nobles,
tales como: justicia, igualdad, fraternidad, bondad, honestidad, sinceridad,
democracia real, libertad, paz, progreso, etc.
Si se admite la jerarquía de valores, entonces se admite también la jerarquía de
metas inspiradas en ellas.
Como ejemplo podemos citar los siguientes:
El "Decálogo del Abogado"; legado por Eduardo J. COUTURE, contiene
prescripciones de ideales para el abogado, tales como:
"I. ESTUDIA. El derecho se transforma. Si no sigues sus pasos serás cada día
menos abogado.
IV. LUCHA. Tu deber es luchar por el Derecho; pero el día que encuentres en
conflicto el Derecho con la Justicia, lucha por la 'Justicia'".
Ciertas normas jurídicas, especialmente las de carácter declarativo, están imbuidas
de ideales que aspiran la observancia de criterios rectores de estirpe valorativa, a
cuya realización quedan vinculadas las demás normas jurídicas del sistema jurídico
dado. Es frecuente identificar normas ideales en los llamados "Preámbulos" o
"Títulos Preliminares"; pues, la mayoría de sus prescripciones fusionan de manera
especial y contundente el "Deber ser valiosamente superior" con el deber-ser
jurídico. En vía de ejemplo podemos citar como a tales las siguientes prescripciones:
"El objeto del Gobierno es la felicidad de la nación, puesto que el fin de toda
sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen "(Art.
13 de la Constitución Política de la Monarquía Española del 19 de Marzo de 1812).
6. Las penas privativas de la libertad tendrán como finalidad esencial la reforma y la
readaptación social de los condenados (inc. 6 del Art. 5 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos del 7 de Abril de 1970).
Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los
unos con los otros" (1er. parágrafo del "preámbulo" de la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre"
"1. Los Estados partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona
al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental" (Art. 12, parágrafo 1,
del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Artículo 1ro.
de la Constitución peruana de 1993:
"La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad. son el fin supremo
de la sociedad y del Estado.

58
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Las medidas que limitan derechos fundamentales, salvo las excepciones previstas
en la Constitución, sólo podrán dictarse por la autoridad judicial, en el modo, forma y
con las garantías previstas por la Ley", (1er párr. del Art. VI del Título Preliminar del
C.P.P.-Decreto Legislativo 957 del 22 de Julio de 2004).

E) Normas religiosas
El sector de la humanidad que admite la existencia de un ser supremo y "hacedor
del mundo" ha asumido ciertas reglas que regulan sus acciones destinadas a la
práctica de la fe que profesan. Las normas religiosas son consideradas como
prescripciones divinas ("leyes de Dios"), "son normas teónomas".
En el caso de la religión católica, el libro fuente de las normas religiosas es la Biblia,
de la que podemos citar, por ejemplo, las siguientes normas:
"No tengas otros dioses fuera de mi".
"No tomes en vano el nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a
aquel que toma su nombre en vano".
"Respeta a tu padre, a tu madre, para que se prolongue sobre la tierra la vida que
Yavé, tu Dios, te da".
"No des falso testimonio contra tu prójimo". "Los maestros de la Ley y los Fariseos
enseñan con la autoridad de Moisés. Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no
los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen. Preparan pesadas cargas, muy
difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni «quiera
levantan un dedo para moverlas. Todo lo hacen para aparentar ante los hombres;
por eso llevan colgando largas cintas con trazos de la Ley y largas franjas en sus
vestiduras. Gustan de los primeros asientos en los banquetes y los principales
puestos en las sinagogas; también les gusta que los saluden en las plazas y que la
gente les diga Maestro".
"No se dejen llamar Maestro, porque un solo Maestro tienen ustedes, y todos
ustedes son hermanos. Tampoco deben decirle Padre a nadie en la tierra, porque un
solo Padre tienen: el que está en el cielo. Ni deben hacerse llamar jefes, porque para
ustedes Cristo es el jefe único...".
Lo específico de las normas religiosas es que son dogmáticas: se acatan sin
discusión; se fundan en la fe, y la fe no se discute. Prescriben una opinión o prédica
exenta de demostración.

F) Normas técnicas
Las normas técnicas son las que prescriben cómo crear los medios o conocer los
existentes, y cómo emplearlos o el modo de proceder adecuadamente para
concretar un fin práctico. Algunos prefieren denominarlas "reglas prácticas" o "pautas
enunciativas".

59
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Las normas técnicas se concretizan en las instrucciones para hacer o usar algo
nuevo, complicado o peligroso, así como también en ¡as instrucciones destinadas a
orientar la actividad práctica en el quehacer técnico-científico. El avance científico
contemporáneo genera numerosas y novedosas normas técnicas. Veamos ejemplos
muy sencillos:
a) Los alpinistas para ascender y descender lugares abruptos llevarán calzados con
clavos especiales para acrecentar el roce. (La resistencia al deslizamiento);
b) Si deseas evitar el peligro de caer de bruces por inercia de movimiento,
abrocharás el cinturón de segundad en el instante que aterrice el avión.
c) Si una persona se ve en la imperiosa necesidad de bajar de un vehículo en
movimiento, en el instante de pisar el suelo debe correr un poco en igual sentido y
con la misma velocidad del vehículo en el momento de saltar".
d) Los antiguos químicos para saber si un azufre era bueno, observaban la siguiente
directiva:
Comprimían entre la mano un poco de azufre y acercaban al oído para constatar si
emitía chasquidos. Si emitía el chasquido, "el azufre era evaluado como bueno".
Los catálogos que contienen pautas técnicas para el manejo, uso, etc., de
artefactos, equipos, máquinas, etc., construidos aplicando tecnología avanzada.
Intrínsecamente, estas normas adoptan la estructura de una formulación condicional
en la que, por lo general, el antecedente expresa lo que se persigue y el
consecuente lo que se tiene que hacer o no hacer, sin embargo, nada obsta para
que en el antecedente se mencione lo que se tiene que hacer o no hacer y en el
consecuente el objetivo perseguido. La aplicación errónea o el comportamiento
contrario a estas normas tiene como resultado el fracaso y, en algunos casos, el
añadido de otras consecuencias trágicas, las que equivalen, per se, a una "sanción"
que se llama: fracaso. Eventualmente, el derecho positivo, por ejemplo, de carácter
reglamentario, incorpora una pauta técnica y ésta adquiere la connotación jurídica.
También el ordenamiento jurídico contiene algunas prescripciones que, per se,
implican connotación técnica u operacional; por ejemplo, la regulación secuencia! del
desarrollo del Juicio Oral o las pautas igualmente secuenciales del desarrollo de la
Audiencia Preliminar de Control de Acusación Fiscal.

G) Reglas por pacto social


Algunas colectividades, por razones de seguridad u otras necesidades y fines de
diversa índole, acuerdan algunas reglas de comportamiento y deciden cumplirlas
fielmente. Son pautas de convivencia colectiva. Por ejemplo, un Comité Vecinal, un
Comité de Autodefensa, etc., acuerdan que sus integrantes sean organizados en
grupos escalonados y asuman las tareas que se les asigne, tales como: efectuar
labor de "patrullaje", que ante un peligro concreto hagan sonar un silbato para alertar

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

a los demás que, a su vez, tendrán que hacer lo convenido. También son reglas de
pacto (de convención) social cuando un grupo de amigos acuerden caminar juntos,
de 6 a 8 am, no menor de 10 kilómetros. Son normas con propia coercibidad social,
coercibilidad del grupo, que no debe lesionar, en forma alguna, la dignidad humana.
Su reiterada practica, su constante aceptación social, puede, en algún caso
convertirlas en normas consuetudinarias o servir de fuente (precederte) para una
subsiguiente regulación jurídica.

H) La norma jurídica
La norma jurídica es de naturaleza genuinamente prescriptiva, pues, ordena,
prohíbe, permite, dispensa, declara, etc., determinados comportamientos humanos;
y, es emitida mediante "acción normativa" estatal (tratándose de normas jurídicas
internas) o interestatal o supraestatal (si la norma jurídica es internacional).
Mediante la norma jurídica el Estado instituye la regulación jurídica. El universo de
normas jurídicas conforma lo que se llama el sistema jurídico u "ordenamiento
jurídico". El conocimiento y la aplicación de la norma jurídica, implícitamente, azuzan
también la concepción que se tenga de lo que es el Derecho; pero, aquí, no es el
lugar para detenerse sobre este punto.

1. Características de la norma jurídica


Señalamos como características de la norma jurídica las siguientes, haciendo
presente que varías de ellas son también comunes a las demás normas, esta
salvedad equivale a decir que sólo algunas de las que se enumeraran son
específicas de la norma jurídica.

a) Es "heterónoma"
Es formulada, aprobada y puesta en vigencia por un ente distinto, ajeno al
destinatario de la regulación jurídica. Ese ente es, por excelencia, el Estado o una
entidad de éste o una organización mundial o regional con competencia para
"producir" normas jurídicas.
Cada Estado ejerce su potestad creadora de normas jurídicas y pone en vigencia su
Constitución y demás normas jurídicas de menor jerarquía que, como conjunto,
conforman la "pirámide jurídica" que, a su vez, constituye el sistema jurídico positivo.
Entre las normas jurídicas internacionales o supranacionales, algunas son creadas
por la organización mundial como es la Organización de Naciones Unidas (ONU),
cuya Asamblea General ha aprobado, por ejemplo, la Declaración Universal de
Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Y son
varias las Organizaciones Regionales con potestad creadora de normas jurídicas;
allí está, por ejemplo, la Organización de Estados Americanos (OEA) que ha apro-

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

bado la Convención Americana de Derechos Humanos o el Consejo de Europa que


ha aprobado la Convención de Salvaguardia de los Derechos del Hombre y de las
Libertades Fundamentales, el Convenio de Extradición de la Unión Europa de 1996.
von wright, explicando el carácter heterónomo de la norma jurídica sostiene:
"Diremos que una prescripción es heterónoma si la da una persona y va dirigida a
otra distinta. Las prescripciones heterónomas tienen una autoridad y un sujeto
(sujetos) diferentes".
Basado en la idea de conceptos correlativos, algunos sostienen que si se habla de
normas heterónomas resultaría implícita la afirmación de la existencia de normas
"autónomas".
Aquello de normas "autónomas" puede ser, a su vez, entendida en dos sentidos: o
bien que no tiene ninguna autoridad normativa o bien que la "autoridad norma" y el
"sujeto norma" resultan idénticos. El primer supuesto, en nuestro concepto, resulta
inadmisible porque es incompatible con el concepto de prescripción jurídica. El
segundo supuesto resulta tolerable, como bien lo destaca von wright (op. cit.): "sólo
en un sentido analógico o secundario" para aquellos casos en que un sujeto se
imponga así mismo un comportamiento determinado, tal seria, por ejemplo, en un
sentido casi figurado, la norma consuetudinaria que es generada por la propia
comunidad. Es razonable descartar la idea de normas jurídicas positivas "autónomas
" porque no existe la posibilidad de concebir una norma jurídica sin un Estado que la
emita o la convalide o la reconozca. Pero no faltan quienes tratan de sostener que
serían "normas jurídicas autónomas" los Estatutos, las Circulares o Acordadas, los
Reglamentos Internos, etc.; tampoco lo son éstos, porque también es evidente, de
por si, la diferencia entre el "editor" de dichas normas de menor jerarquía y los
destinatarios de las mismas.

b) Como totalidad es un conjunto jerárquico


Las normas jurídicas constituyen un conjunto sistemático que es todo un universo
jerarquizado. Como lo enseñaba KELSEN, constituyen una "pirámide jurídica".
Resulta ilustrativo el pensamiento de KELSEN sobre este particular
"El análisis que ilumina la función de la norma fundamental descubre también una
particularidad del derecho: que él mismo regula su propia creación, pues una norma
determina cómo otra norma debe ser creada y, además, en una medida variable,
cual debe ser el contenido. En razón del carácter dinámico del derecho, una norma
sólo es válida en la medida en que ha sido creada de la manera determinada por
otra norma. Para descubrir la relación que se establece ahí entre dos normas, una
de las cuales es el fundamento de la validez de la otra, puede recurrirse a imágenes
especiales y hablar de norma superior y de norma inferior de subordinación de la
segunda a la primera. Un orden jurídico no es un sistema de normas yuxtapuestas y

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

coordinadas. Hay una estructura jerárquica y sus normas se distribuyen en diversos


estratos superpuestos. La unidad del orden reside en el hecho de que la creación —
y por consecuencia la validez— de una norma está determinada por otra norma,
cuya creación, a su vez, ha sido determinada por una tercera norma. Podemos de
este modo remontamos hasta la norma fundamental de la cual depende la validez
del orden jurídico en su conjunto.
Si para comenzar nos limitamos al orden jurídico nacional podemos descubrir
esquemáticamente su estructura jerárquica de la manera siguiente: de acuerdo con
la norma fundamental, cuyo carácter hipotético ya hemos definido, el grado superior
del derecho positivo es la Constitución, entendida en el sentido material de la
palabra, cuya función esencial es la de designar los órganos encargados de la
creación de las normas generales y determinar el procedimiento que deben seguir.
Estas normas generales forman lo que se denomina la legislación. La Constitución
puede también determinar el contenido de ciertas leyes futuras al prescribir o
prohibir tal o cual contenido. La prescripción de un contenido determinado equivale a
menudo a la promesa de dictar una ley, pues las más de las veces la técnica jurídica
no permite prever una sanción para el caso en que dicha ley no sea dictada.
Por el contrario, una Constitución puede, con mayor eficiencia, prohibir las leyes que
tengan un determinado contenido. Así, cuando una Constitución moderna establece
una lista de derechos individuales básicos, tales como la igualdad ante la ley o la
libertad de conciencia, dicha Constitución prohíbe por ello mismo la sanción de leyes
que consagren desigualdades entre los sujetos de derecho o que ataquen a alguna
de las libertades que les están garantizadas. La técnica jurídica permite dar eficacia
a dicha prohibición al declarar personalmente responsables al Jefe del Estado o a
los ministros que han tomado parte de la sanción de una ley inconstitucional, o al
prever la derogación o anulación de dicha ley. Esto supone, sin embargo, que una
ley no puede derogar la Constitución y que para modificarla o derogarla es preciso
llenar condiciones especiales, como por ejemplo una mayoría calificada o un quorum
más elevado. En otros términos, es necesario que la Constitución haya previsto para
su modificación o derogación un procedimiento diferente del legislativo ordinario y
que presente mayores dificultades".
La cita precedente nos interesa y nos sirve para ilustrar mejor la idea de la jerarquía
de las normas jurídicas, en cuya cúspide se encuentra la Constitución como un
cuerpo de normas jurídicas fundamentales. En lo demás, el lector será libre de
prestarle su adhesión o disentir con él, como, por ejemplo, yo no coincido con el
autor citado con su concepto de "dinámica" del Derecho, porque esa dinámica no se
agota en la simple "serie de actos por los cuales es creado y luego aplicado", sino,
que la dinámica del derecho debe ser también entendida en relación directa de su
causación profunda y de su desarrollo histórico: el Derecho entendido como

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

resultado de la dinámica contradictoria de intereses económicos, sociales,


ideológicos profundos que, precisamente, generan la necesidad de la formulación,
aprobación o modificación o derogación de normas jurídicas; pero también es verdad
que kelsen, fiel a su metodología de "depurar" el derecho de su contaminación con
la realidad, tuvo que arribar a un concepto muy particular sobre la dinámica del
mismo. También se advierte que en el contexto de la cita el concepto "prescripción"
está empleado por el autor en una acepción restringida con respecto a la que se
destaca en este trabajo.
La Constitución Política del Perú de 1993, declara en su Art. 51:
"La Constitución prevalece sobre toda norma legal; la ley, sobre las normas de
inferior jerarquía, y así sucesivamente..."
Y en el segundo parágrafo del Artículo 138, prescribe que:
"En todo proceso, de existir incompatibilidad entre una norma constitucional y una
norma legal, los jueces pretieren la primera. Igualmente, prefieren la norma legal
sobre toda otra norma de rango inferior".
"Articulo 55.- Los tratados celebrados por el Estado y en vigor forman parte del
derecho nacional".
"Artículo 56.- Los tratados deben ser aprobados por el Congreso antes de su
ratificación por el Presidente de la República, siempre que versen sobre las
siguientes materias:
1.- Derechos humanos.
2.- Soberanía, dominio o integridad del Estado.
3.- Defensa Nacional.
4.- Obligaciones financieras del Estado.

También deben ser aprobadas por el Congreso los tratados que crean, modifican o
suprimen tributos; los que exigen modificación o derogación de alguna ley y los que
requieren medidas legislativas para su ejecución.
Artículo 57.- El Presidente de la República puede celebrar o ratificar tratados o
adherir a éstos sin el requisito da la aprobación previa del Congreso en materias no
contempladas en el artículo precedente. En todos esos casos, debe dar cuenta al
Congreso.
Cuando el tratado afecte disposiciones constitucionales debe ser aprobado por el
mismo procedimiento que rige la reforma de la Constitución, antes de ser ratificado
por el Presidente de la República.
La denuncia de los tratados es potestad del Presidente de la República, con cargo a
dar cuenta al Congreso. En el caso de tratados sujetos a aprobación del Congreso,
la denuncia requiere aprobación previa de éste".

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

c) Coercibilidad y coacción estatal


Se puede sostener sintéticamente que: las normas jurídicas, desde el punto de vista
de su función, como bien lo destaca larenz, son "normas de conducta" y "normas de
decisión"

Las normas jurídicas prescriben, en síntesis, un deber ser y su respectivo correlato.


De allí que, resulten susceptibles de ser infringidas por los sujetos de la relación
jurídica. Para remediar en lo posible esa vulnerabilidad, según dicen, requieren estar
imbuidas de una energía compulsiva que implica una amenaza permanente, una
presión sobre los potenciales infractores y de ocurrir la infracción esa presión
normativa se concreta como fuerza represiva, correctiva que, en síntesis, se
denomina sanción jurídica; la que es regulable en grados y formas diferentes. Por
eso, el Estado al emitir las normas jurídicas las infunde de coercibilidad y coacción; o
sea, de una connotación de amenaza contra la infracción e imponiendo la obligación
a observar el comportamiento previsto; y, a la vez, prevé la consiguiente aplicación
de la sanción al infractor. Igualmente, cuando una norma ex-trajurídica, por
convalidación estatal, adquiere la categoría de jurídica, queda, ipso jure, investida de
la coercibilidad y coacción estatal.

Es persistente la comente de opinión que establece la diferencia entre "coercibilidad


jurídica" ("coactividad" jurídica) y "coacción" jurídica. Entiende por la primera la
imperatividad como cualidad intrínseca de la norma jurídica; o sea, la "coacción"
todavía en grado potencial, como posibilidad abstracta de sanción jurídica orientada
a garantizar a priori la eficacia de la prescripción jurídica. En cambio, la "coacción"
jurídica (sanción jurídica efectiva) es la concretización, la "materialización" de
aquella, en el modo y forma previstas, mediante acción y decisión categóricas, como
consecuencia de la perpetración de la infracción jurídica; o sea, es la imperatividad
que se hace realidad.

La "coercibilidad" y la subsiguiente "coacción" jurídicas están previstas bajo distintas


modalidades; por ejemplo, entre las "coercibilidades" están las previsiones in
abstracto: penas, nulidades, apercibimientos, medidas cautelares, etc.; así, en la ley
penal están previstas las penas para quienes perpetren delitos; las sanciones
administrativas previstas en la ley de Bases de la Carrera Administrativa; la nulidad
del acto jurídico, prevista en el Código Civil; la nulidad prevista en la ley procesal; el
comiso previsto para el caso de infracción tributaria; conminación de
indemnizaciones para el caso de detenciones arbitrarias y por errores judiciales; etc.
En cambio, cuando alguna de esas amenazas jurídicas es aplicada en cada caso
concreto, ya se trata de su conversión en "coacción" jurídica.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

d) Función relacional coimplicante


La norma jurídica determina una función relacional, tanto diádica como poliádica,
entre sujetos de la regulación jurídica o de la relación jurídica.
La función relacional diádica es identificable en tanto se considere situados o
actuando en correlación de opuestos a los "sujetos de derecho" (A y B). Este es un
modo de comprender a prima fase el sentido vinculante primario de la norma
jurídica.
La función relacional poliádica de la norma jurídica ocurre cuando determina la
convergencia de más de una imputación jurídica. Por ejemplo, en el ámbito de
relación jurídica, se concreta un pacto que implica la convergencia múltiple de
relaciones jurídicas: a ejerciendo una facultad jurídica, b H c cumpliendo una
potestad jurídica debida, d cumpliendo un deber jurídico, e acatando una prohibición
legal. La función relacional de la norma jurídica sólo y solamente vincula a personas
("naturales" o "jurídicas"). Desde este punto de vista, esas personas son, según el
casa, o sujetos de la regulación jurídica o sujetos de la relación jurídica, a quienes se
les conoce tradicionalmente como "sujetos de derecho".
Conviene destacar que las cosas, los fenómenos y los animales son únicamente
objetos de la regulación jurídica.
La cuantificación, tanto de la regulación jurídica como de la relación jurídica, puede
ser. de singular a singular, de singular a plural, de plural a plural, de singular a
universal, de universal a universal, de singular a particular, de particular a particular,
de particular a universal.
A los destinatarios de la norma jurídica, von wrjght los llama "sujetos normativos"
La coimplicancia es la nota especifica, propia de la norma jurídica. Es una
característica exclusiva que distingue a la norma jurídica de las demás normas. La
coimplicancia consiste en que determina, genera, una imputación prescríptiva que
simultáneamente genera un doble vinculo con sentido contrapuesto y recíproco entre
los sujetos de la regulación (imputación) jurídica. De modo que, no se concibe, por
ejemplo, la existencia de un sujeto obligado jurídicamente si simultáneamente no se
concibe también la existencia del sujeto pretensor con respecto a aquél y viceversa.
Esta característica vinculante de índole correlativa de la norma jurídica resulta
inteligible cuando se la concibe en el plano lógico (abstracto). Asi, una relación jurídi -
ca considerada conceptualmente entre dos sujetos de derecho equivale a una
relación tetrádica reciproca (de origen biunivoca), cuya concretización dependerá de
cada uno de ellos.
Ejemplo:
(oRp) ^ (pRo)
Ilustraremos esta característica cuando tratemos sobre la estructura de la norma
jurídica.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

e) Esencia deontológica
Ya está anotado reiteradamente que la norma jurídica es absolutamente prescriptiva,
porque, coercitiva y correlativamente, instituye obligaciones, permisiones,
prerrogativas, prohibiciones, declaraciones, dispensas, excepciones, etc. y las
correlativas consecuencias jurídicas.

Su esencia es el deber ser que se proyecta necesaria y simultáneamente en una


doble dimensión: genera vínculos coimplicantes (correlativos). Es la fuente y
proyección de la imputación jurídica.

f) Teleológica
La norma jurídica es emitida con una finalidad determinada: dirigir, mantener o
cambiar, etc., el modo o sentido de las relaciones sociales en función de la
protección de tal o cual interés (bien jurídico), de "control social". El ideal está en
que, además de la finalidad concreta que inspira la formulación, aprobación y
emisión de la norma jurídica, esa orientación Ideológica esté, a su vez, al servicio de
fines trascendentes en pro del ser humano y de la sociedad; que la norma jurídica
sirva como instrumento de progreso y solidaridad, de convivencia pacifica, etc. Sin
embargo, la norma jurídica, por sí sola, no es suficiente para satisfacer los fines
trascendentes que se le asignan; para ello, es necesario que el tipo de Estado, el
régimen político, económico, etc., imperantes creen las condiciones adecuadas y
orientadas a satisfacer tales fines superiores. Las normas jurídicas que se inspiran
en fines abyectos, antagónicos con los fines superiores son "normas jurídicas"
inicuas. Es pertinente recordar la siguiente reflexión de Martín Lutherking Jr.:
"Creo que todos tenemos la obligación moral de obedecer a unas leyes justas. Por
otra parte, creo que tenemos la obligación moral de desobedecer a las leyes
injustas, porque la no cooperación con el mal es una obligación moral, tanto como la
cooperación con el bien".

La norma jurídica por sí sola no transforma la realidad; pero, sí, puede ser
instrumento para transformar la realidad si concurren las condiciones idóneas de
aplicabilidad.

g) Correlación entre el Estado y la norma jurídica


Existe una inobjetable y necesaria correlación entre el Estado y U norma jurídica;
pues, no se puede concebir un Estado sin la existencia de la norma jurídica ni la
norma jurídica sin un Estado que la emita o la convalide. Es evidente la permanente
interacción entre el Estado y la norma jurídica, ¡a que ha determinado la afirmación:
"el Estado se debe al Derecho y el Derecho se debe al Estado".

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

En los Estados estructurados de acuerdo a la "división de Poderes", es el Poder


Legislativo el que asume la función de legislar mediante el órgano correspondiente
(por ejemplo: Asamblea Constituyente, Parlamento, Congreso, Asamblea Legislativa,
etc.). Sin embargo, eventualmente, el Estado legisla mediante otras entidades como,
por ejemplo, el Poder Ejecutivo encargado de reglamentar la Ley o, por delegación,
expedir un Decreto Legislativo; o un ministerio que emite normas jurídicas inherentes
a su sector.

h) Requiere implementación para su aplicación


La aplicación de la norma jurídica se realiza a través de órganos debidamente
instituidos e implementados por el Estado o con anuencia del Estado como ocurre,
por ejemplo, en el caso de solución jurídica de conflictos mediante autocomposición.
El órgano que por excelencia tiene la función de aplicar la norma jurídica es el
órgano jurisdiccional, que realiza la función del que aún se llama "Poder Judicial".
También existen otros órganos y niveles que dentro de estricta limitación prevista
tienen la potestad de aplicar la norma jurídica.
Según KELSEN, de la aplicación del derecho por el órgano jurisdiccional emana una
decisión que, a su vez, adquiere la categoría de "norma jurídica individual" 1S6. No
todos comparten este punto de vista. Es razonable el punto de vista de kelsen
porque los fallos judiciales definitivos y legítimos tienen eficacia normativa de
carácter vinculante.
Reitero, que la eficacia de la norma jurídica depende de las condiciones para su
aplicación. Que esas condiciones sean positivas. El Estado y la sociedad son los
responsables de preparar las condiciones adecuadas de aplicabilidad mediante la
estrategia de implementación.
Cuando los sujetos de la relación jurídica adecúan sus comportamientos a la
prescripción jurídica, se trata simplemente de la observancia normal de lo presento,
lo cual equivale a una aplicación de la norma jurídica mediante mutua y espontánea
determinación, sin necesidad de la intervención del órgano o autoridad competente.

i) La norma jurídica es diferente de la ley y de la proposición jurídica pero se


relaciona con ellas
La norma jurídica, como prescripción en si, es diferente de la ley. La norma es el
contenido, es la esencia prescriptiva, mientras que la ley es una de las formas más
caracterizadas de manifestación escrita de aquella, aprobada y promulgada por el
órgano competente del Estado (Congreso o Asamblea Legislativa o Parlamento,
etc.). La ley está constituida por la construcción gramatical que fija y expresa a la
norma jurídica (que es su contenido) como realidad tangible.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Es imposible concebir una ley sin un contenido normativo. La norma jurídica es el


contenido de índole prescriptiva de la ley: es el núcleo de la imputación jurídica. La
ley es, la exteríorízación de la norma jurídica mediante la correspondiente
proposición jurídica. El texto preposicional fija de manera permanente y pública una
prescripción jurídica.
La proposición jurídica facilita el conocimiento y el análisis de la "dialogicidad"
reciproca de la norma jurídica (en expresión de KLUG).
La norma jurídica positiva de mayor jerarquía en un Estado es la Constitución.
Desde el punto de vista "strícto sensu", la ley sólo puede ser formulada y
promulgada por el Congreso de la República, salvo autorización de éste al Poder
Ejecutivo. A la ley promulgada por el Congreso se conoce generalmente con el
nombre de "ley ordinaria y a la que emite el Ejecutivo por autorización del Congreso,
se conoce con el nombre de "decreto legislativo". Además, la norma jurídica no sólo
se pone de manifiesto a través de la ley o decreto legislativo, sino también mediante
otros textos que. al mismo tiempo, contienen normas jurídicas de menor jerarquía.
Más aún, según el criterio de K.ELSEN, se generan también normas jurídicas de
"carácter individual" mediante la decisión de los órganos competentes para "decir el
derecho"; e, incluso, algunas normas jurídicas pueden tener vigencia sin necesidad
de la ley, tal el caso de las normas jurídicas de naturaleza consuetudinaria y los
precedentes jurídicos.

Aunque no nos convence la diferencia que pretendió hacer kelsen entre norma y
regla de derecho, insertamos a continuación su pensamiento al respecto.

"Entendemos por reglas de derecho (RECHTSSÁTZE) las proposiciones mediante


las cuales la ciencia jurídica describe su objeto. Este último lo constituyen las
normas jurídicas, tales como han sido creadas por actos jurídicos. Si consideramos
que las reglas de derecho son también normas, estamos empleando la palabra
norma en un sentido descriptivo y no originario. Las reglas de derecho no son
creadas por actos jurídicos, es decir, por individuos que poseen la calidad de
órganos o de miembros de una comunidad jurídica. Son formuladas por juristas
deseosos de comprender y describir el derecho, que empero no actúan en su
actividad científica como órganos o miembros de la comunidad jurídica que estudian.

La función de los órganos y de los miembros de una comunidad jurídica consiste en


crear o aplicar las normas jurídicas que regulan la conducta de los individuos
integrantes de esa comunidad. No en describir estas normas ni buscar la adquisición
de un conocimiento científico. Sin duda, para crear una norma jurídica es necesario
disponer de cierto número de conocimientos: e! legislador debe conocer la materia

69
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

que quiere regular, el juez comprobar los hechos respecto de los cuales pronunciará
su fallo. Pero desde el punto de vista del derecho estos conocimientos previos no
desempeñan un papel esencial. Sólo importa la norma general creada por e:
legislador o la norma individual creada el juez sobre la base de los conocimientos
que ha adquirido. Un miembro del parlamento puede tener sólo un conocimiento
muy superficial de las proposiciones sobre las cuales es llamado a pronunciarse,
pero su decisión influirá sobre la del parlamento"
Nos parece que las denominadas "reglas de derecho" son las que hoy podemos
llamar criterios jurídicos rectores que los juristas formulan como aporte de su
conocimiento jurídico; esos criterios son los denominados "enunciados normativos"
de los juristas.
La proposición jurídica tiene como contenido el juicio jurídico y éste, a su vez, es la
estructura lógica interna de la norma jurídica. Por eso, el juicio jurídico tiene una
estructura hipotética (condicional) interna que subsiste y persiste
independientemente de la sintaxis gramatical empleada en la redacción de la norma
positiva.
Sin embargo, es menester advertir que, si bien es necesario y útil conocer la norma
jurídica como pura prescripción, ello no es suficiente, porque hace falta aún
examinar la finalidad que se persigue con ella, el tipo de interés que se regula, para
establecer la contrastación o compatibilización de esa finalidad con la realidad que
pretende normar, etc. En esta actividad cognitiva una de las variables importantes es
la óptima formación teórica del intérprete.
Proponemos dos ejemplos de diferenciación entre norma jurídica, proposición
jurídica y juicio jurídico.

1.- Decreto Legislativo 815. "Artículo 1º. El presente título tiene por objeto establecer
la aplicación del beneficio de exclusión o reducción de pena a fin de contribuir a la
erradicación del delito tributario"
En el Artículo trascrito tenemos:
Se trata de una prescripción jurídica genérica sobre la finalidad del Titulo I del D.
Leg. 815, razón por la que no están prefigurados explícitamente, sino,
implícitamente, los componentes del juicio jurídico. La identificación de la imputación
jurídica, la estructura del juicio jurídico, exige, en este caso, un análisis sistemático
de la regulación que condene el Tirulo I.

A. La imputación jurídica consiste en: a) deber jurídico (potestad debida) pero de


cumplimiento condicionado; b) facultad jurídica, cuyo ejercicio también está
condicionado.

70
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

B. El juicio jurídico, que desarrolla esa imputación implícita, tiene los siguientes
componentes: A) Hipótesis jurídica que prevé seis sucesos: o investigación
administrativa o investigación fiscal o procedimiento penal, petición del investigado o
procesado, información veraz y oportuna; B) Operador deóntico: imputación de
deber jurídico (potestad debida de cumplimiento condicionado); correlativamente,
facultad jurídica, cuyo ejercicio también sujeto a condición. El verbo que lo expresa:
"aplicación", C) Consecuencia jurídica: el sujeto obligado declarará o la reducción de
la pena o la "exclusión" de la pena, si la hipótesis pertinente se ha realizado; y, corre-
lativamente, la facultad jurídica del sujeto pretensor (solicitante) se concretara en la
alegación de que le corresponde, según el caso, o la reducción de la pena o la
"exclusión de la pena". Son sujetos obligados, según el caso, o el funcionario del
Órgano Administrador de Tributos o el Fiscal que está investigando el delito tributario
o el Juez Penal que conduce e! proceso penal contra el sujeto pretensor.
C. La proposición jurídica es el texto literal transcrito del numeral 1.
("Nota. Una adecuada comprensión de la síntesis precedente exige realizar igual
análisis lógico jurídico de las proposiciones jurídicas de los numerales 2 al 9 del D.
Leg. 815).
2.- Decreto Legislativo 822. "Articulo 106.- El editor podrá iniciar y proseguir ante las
autoridades judiciales y administrativas todas las acciones a que tenga derecho por
si y en representación del autor, para la defensa y gestión de los derechos
patrimoniales de ambos mientras dure la vigencia del contrato de edición quedando
investido para ello de las amplias facultades de representación procesal" (1a parte).
a) En este texto, la norma jurídica implica: a) una imputación explícita de carácter
permisivo (facultativo); b) una imputación correlativa e implícita de deberes jurídicos.
b) La imputación jurídica es correlativa. Por tanto, cada imputación jurídica
identificada implica también juicios jurídicos correlativamente vinculados: 1) el juicio
que prescribe la imputa explícita; 2) el juicio jurídico que prescribe el "anverso" de
esa imputación, es el que tiene una realidad implícita.
En el caso de la prescripción jurídica transcrita, son destacables sintéticamente los
siguientes componentes de los juicios jurídicos:
a) Hipótesis jurídica. Contrato de edición vigente entre el editor y el autor y la
necesidad de defender los derechos patrimoniales de uno de ellos o de ambos. Esta
hipótesis es común a ambos juicios correlativos.
b) Operador deóntico: la imputación jurídica inherente al editor es una permisión
jurídica (facultad jurídica)- El operador deóntico del juicio jurídico correlativo e
implícito es un deber jurídico.
c¡ Consecuencia jurídica: se ha de concretar en la solicitud del autor ante la
autoridad administrativa o en la demanda ante el Juzgado o en la denuncia ante la
Fiscalía, por derecho propio o en representación del autor; así como en la

71
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

formulación de sus peticiones durante el procedimiento, en la intervención en los


actos procesales. La consecuencia jurídica del juicio jurídico correlativo e implícito
consistirá en la debida calificación de la admisibilidad o no de la solicitud o demanda
o denuncia; en caso positivo, iniciar, tramitar el procedimiento correspondiente y
resolver sobre la petición o lo demandado o denunciado.
d) La proposición jurídica está dada por el texto gramatical transcrito.

j) Es temporal y espacial
La norma jurídica tiene una vigencia indefinida en el tiempo, aunque algunas veces
está taxativamente limitada su vigencia temporal, como ocurre, por ejemplo, en el
Perú, con la "Ley anual" de Presupuesto de la República y algunas otras con
vigencia tasada.
La norma jurídica interna de un Estado es aplicable territorialmente hasta donde
llega la soberanía estatal; mientras que las normas jurídicas constitutivas de
Declaraciones, Pactos y Convenios Internacionales son aplicables en los Estados y
en las relaciones entre los Estados que los han ratificado.
Incluimos también en la categoría de norma jurídica a los principios jurídicos que
constituyen el referente fundamental de la respectiva prescripción positiva.

k) Refleja las relaciones de poder al interno del Estado y, en su caso, las que
acontecen a nivel internacional
La norma jurídica es de origen histórico y su función ha sido concebida como uno de
los mecanismos para tratar de regular las relaciones sociales desde el punto de vista
del sector, grupo o clase social que tiene el poder de dirección estatal a través de los
gobiernos de turno. Aquel punto de vista no es una actitud inocente sino que
responde a la defensa de intereses y fines de diversa índole, tanto al interno del
Estado como también a nivel de relaciones internacionales. Esos intereses y fines
que los titulares del poder defienden son fundamentalmente de naturaleza
económica, política, cultural, religiosa, militar, etc. De modo que, la norma jurídica,
bien puede estar al servicio de causas de interés general como la tutela de la
dignidad humana, de la libertad, de la igualdad, de inviolabilidad de la propiedad, del
debido proceso, etc; pero, también, en ocasiones aciagas de un acontecer político,
puede ser utilizada como instrumento de represión, de atropello, de discriminación,
de recorte de autonomía institucional, etc., circunstancias en las que pierde
legitimidad. Asimismo, las normas jurídicas pueden servir como instrumento
dialéctico para que los reclamos del sector social o clase social que no está en el
poder o no comparte de él pueda obtener concesiones, reconocimientos, de algunos
derechos que exigen. Por otro lado, durante un proceso de cambios cualitativos, la
norma jurídica es el medio indispensable y eficaz para instaurar un sistema jurídico

72
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

renovado o nuevo tendente a la instauración también de un nuevo orden socio-


jurídico.
"La norma jurídica se ve también presionada desde arriba por el poder político y por
las ideologías políticas. Es la superestructura de la norma. Ahora bien, el poder
político no debe entenderse solamente en un sentido estricto o restringido, como el
poder constituido formalmente, sino como todas aquellas fuerzas que de una
manera formal o informal están presentes de una manera sena, amplia y profunda
en la actividad y en la organización política de una comunidad. Dentro del poder
político se encuentran, por tanto, todos los grupos políticos o de presión que tienen
una participación más o menos formalmente reconocida en la vida política de un
pueblo, y, por tanto, en su vida jurídica. Se trata normalmente de fuerzas minoritarias
que juegan un papel importante en los rumbos políticos de una nación junto al poder
político constituido. Como ha dicho Luigi BAGOLINI. hay poderes constitucionales y
poderes de hecho. "Oggi c'é un drama degli stati democratici che consiste nei
contrasti fra il potere légale e gli altri poten i quali si manifestano per le strade, nelle
officinc e nei gruppi che cercano di far prevalere i loro finí con mezzi che non sonó
regolati in vista delle funzionamento delle instituzíoni politiche"

l) Es un deber medio para lo valioso


Recordemos siempre que la esencia de la norma jurídica es de índole prescríptiva,
cuya función es servir de medio pan la realización de valores durante el
comportamiento interactivo de los sujetos de la regulación jurídica y, en especial, en
la solución de conflictos. Entonces, el auténtico deber ser jurídico es el deber ser
juridico-valioso. Los valores que constituyen ideales constantes y realizables
jurídicamente son: la dignidad humana, el bien, la justicia, la paz, la honestidad, etc.
La estrecha relación entre la Deontología jurídica y la Axiología jurídica es
indispensable.

La norma jurídica vigente, que sirve de medio para la realización de los valores,
tiene calidad de legítima; e, igualmente, la inferencia jurídica al servicio de
soluciones jurídico-valiosas es la que adquiere legitimidad.

m) La norma jurídica es válida o inválida


Ocuparse de la ontología de la norma jurídica y de la ontología de los valores es
poco frecuente, porque son raras las ocasiones en las que se problematiza sus
existencias. En cambio, la aplicación de la norma jurídica genera la inexorable
necesidad de establecer previamente la realidad del caso o la verdad o la falsedad o
la imposibilidad o la probabilidad, etc. del hecho, del suceso previsto como supuesto
de la norma jurídica; y, por consiguiente, establecer si es subsumible o no ese

73
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

suceso en la hipótesis jurídica. El tratamiento cognoscitivo del hecho o suceso o acto


u omisión como tal y previsto por la norma jurídica ocurre en el nivel netamente
óntico (fáctico); pero el acto de adecuación de lo fáctico a la norma ya implica el
paso a establecer la relación de lo óntico con el nivel deóntico (normativo). Para este
paso se requiere, entre otros factores, de una adecuada aplicación de la doctrina
jurídica pertinente.

Tratar la norma jurídica como tal y su relación de medio a fin con los valores es
lograr la simbiosis entre lo deontológico y lo axiológico, nivel en e' que resulta una
necesidad constante tener que establecer la valide: o invalide: o la vigencia o la
abrogación de la norma jurídica. E, igualmente, en el nivel práctico de adecuación
(subsunción) del hecho, del comportamiento (del acto, de la abstención u omisión) a
la hipótesis de la norma jurídica ya implica también un tanto de actitud valorativa y
de allí, precisamente, proviene la distinción, por ejemplo, entre actos jurídicos
válidos e inválidos jurídicamente. La norma, considerada en si, no es verdadera ni
falsa, sino.

74
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u to e v a lu a c ió n fo r m a tiv a Nº 03

Apellidos y Nombres: _____________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Explique en que consiste el aspecto esencial de la norma.


2. Dar dos ejemplos de normas morales de carácter coercible.
3. ¿Existe diferencia entre norma moral y norma ética?, explique.
4. Dar dos ejemplos concretos de normas consuetudinarias actuales.
5. Explique la importancia de la norma moral respecto de la norma jurídica.

TRABAJO:
1. Realizar un cuadro Jerárquico de los tipos de normas que ostenta nuestro
sistema jurídico, y las tipos de normas analizadas.

75
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Unidad Temática II

RAZONAMIENTO JURIDICO

TEMA 04
ARGUMETACION JURIDICA

ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se aborda el estudio de la teoría de la argumentación
jurídica, en su triple dimensión que es, desde la producción de normas
jurídicas, de su aplicación, así como la dogmática jurídica, desde el
contexto de justificación de un determinado argumento.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
ATIENZA, Manuel. “Las Razones del Derecho. Teorías de la
Argumentación Jurídica”, Palestra editores S.A.C., Lima, 2004, paginas
27– 57.

DERECHO Y ARGUMENTACIÓN

I. INTRODUCCIÓN
Nadie duda de que la práctica del Derecho consiste, de manera muy fundamental,
en argumentar, y todos solemos convenir en que la cualidad que mejor define lo que
se entiende por un buen jurista tal vez sea la capacidad para idear \ manejar
argumentos con habilidad. Sin embargo, muy pocos juristas han leído alguna vez un
libro sobre la materia y seguramente muchos ignoran por completo que exista algo
así como una teoría de la argumentación jurídica. Este libro pretende ofrecer una
respuesta —por lo demás incompleta— a las cuestiones de qué significa argumentar
jurídicamente y cómo se ha procurado contestar a esta última cuestión. Desde
luego, alguien puede contar con una buena —incluso excelente— capacidad ar-
gumentativa, aunque tanga muy poco que decir sobre las dos anteriores cuestiones.
Pero esa circunstancia —sin duda, feliz— parece ser compatible con la pretensión
de que un libro de teoría del Derecho como este pueda suscitar, al menos en
principio, algún interés entre los juristas en general. En este primer capítulo
presentaré los que pueden considerarse conceptos básicos de la teoría de la
argumentación jurídica y trataré de aclarar, particular mente, la noción-de
argumento deductivo.

76
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

II. EL ÁMBITO DE LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA


La teoría o las teorías de la argumentación jurídica tiene como objeto de reflexión,
obviamente, las argumentaciones que tienen lugar en contextos jurídicos. En
principio, pueden distinguirse tres distintos campos de lo jurídico en que se efectúan
argumentaciones. El primero de ellos es el de la producción o establecimiento de
normas jurídicas. Aquí, a su vez, podría diferenciarse entre las argumentaciones que
se presentan en una fase prelegislativa y las que se producen en la fase
propiamente legislativa. Las primeras se efectúan como consecuencia de la
aparición de un problema social cuya solución —total o parcial— se piensa que
puede ser la adopción de una medida legislativa. Ejemplo de ello son las discusiones
sobre la despenalización o no (y en qué casos sí o no) del abono, de la eutanasia o
del tráfico de drogas, o sobre la regulación del llamado tráfico de influencias. Otro
tipo de argumentaciones surgen cuando un problema pasa a consideración del
Parlamento o de algún órgano de la Administración, lo haya o no discutido
previamente la opinión pública. Mientras que en la fase prelegislativa puede
considerarse que los argumentos tienen, en general, un carácter más político y
moral que jurídico, en la fase legislativa los papeles se invierten, de manera que son
las cuestiones de tipo técnico-jurídico las que pasan a un primer plano. En todo
caso, las teorías de la argumentación jurídica de que disponemos no se ocupan
prácticamente de ninguno de estos dos contextos de argumentación.

Un segundo campo en que se efectúan argumentos jurídicos es el de la aplicación


de normas jurídicas a la resolución de casos, bien sea esta una actividad que llevan
a cabo jueces en sentido estricto, órganos administrativos en el más amplio sentido
de la expresión o simples particulares. Aquí, a su vez, cabría distinguir entre
argumentaciones en relación con problemas concernientes a los hechos, o bien al
Derecho (estos últimos, en sentido amplio, podrían llamarse problemas de
interpretación). Puede decirse que la teoría de la argumentación jurídica dominante
se centra en las cuestiones —los casos difíciles— relativas a la interpretación del
Derecho y que se plantean en los órganos superiores de la administración de
justicia. Ahora bien, la mayor parte de los problemas sobre los que tienen que
conocer y decidir tanto los tribunales como los órganos no jurisdiccionales de la
Administración son más bien problemas concernientes a los hechos, de manera que
los argumentos que tienen lugar con ocasión de los mismos caen fuera del campo
de estudio de las teorías usuales de la argumentación jurídica.

Finalmente, el tercer ámbito en que tienen lugar argumentos jurídicos es el de la


dogmática jurídica. La dogmática es, desde luego, una actividad compleja en la que
cabe distinguir esencialmente estas tres funciones: 1) suministrar criterios para la
77
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

producción del Derecho en las diversas instancias en que ello tiene lugar; 2)
suministrar criterios para la aplicación del Derecho; 3) ordenar y sistematizar un
sector del ordenamiento jurídico. Las teorías usuales de la argumentación jurídica se
ocupan también de las argumentaciones que desarrolla la dogmática en cumpli-
miento de la segunda de estas funciones. Dichos procesos de argumentación no son
muy distintos de los que efectúan los órganos aplicadores, puesto que de lo que se
trata es de suministrar a esos órganos criterios —argumentos— dirigidos a
facilitarles — en sentido amplio— la toma de una decisión jurídica consistente en
aplicar una norma a un caso. La diferencia que, no obstante, existe entre ambos
procesos de argumentación podría sintetizarse así: mientras que los órganos
aplicadores tienen que resolver casos concretos (por ejemplo, si se les debe o no
alimentar por la fuerza a los presos en huelga de hambre para obtener determinados
cambios en su situación penitenciaria) 7, el dogmático del Derecho se ocupa de
casos abstractos (por ejemplo, el de determinar cuáles son los límites entre el
Derecho y la vida y el Derecho a la libertad personal, y cuál de los derechos debe
prevalecer en caso de que entren en conflicto). Con todo, parece claro que la
distinción no puede efectuarse siempre —o, quizás, casi nunca— en forma muy
tajante. Por un lado, porque el práctico necesita recurrir a criterios suministrados por
la dogmática, al menos cuando se enfrenta con casos difíciles (por ejemplo, para
adoptar una decisión fundamentada sobre la primera cuestión antes planteada,
habría que contestar a la segunda con carácter previo), al tiempo que la dogmática
se apoya también en casos concretos. Por otro lado, porque en ocasiones los
tribunales —o cierto tipo de tribunales— tienen que resolver casos abstractos, esto
es, sus decisiones pueden no consistir simplemente en condenar a X a pagar una
cierta cantidad de dinero o en absolver a Y de determinado delito, sino también en
declarar que determinada ley es inconstitucional, -que un reglamento es ilegal, o que
cierta norma debe interpretarse en cierto sentido. Por lo demás, algunos tribunales,
al decidir un caso concreto, crean jurisprudencia, lo que significa que la regla en que
basan su decisión —y que viene expresada en la ratio decidendi del fallo— tiene un
carácter general y abstracto y vale, en consecuencia, para los casos futuros.

7
A finales de 1989, varios presos de los Grupos Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) se declararon en huelga de hambre
como medida para conseguir determinadas mejoras en su situación carcelaria. Básicamente, con ello trataban de presionar a
favor de la reunificación de los miembros del grupo en un mismo centro penitenciario, lo que significaba modificar la política
de dispersión de los presos por delito de terrorismo del Gobierno. En los meses sucesivos, diversos jueces de vigilancia
penitenciaria y varias audiencias provinciales tuvieron que pronunciarse acerca de si cabía o no autorizar la alimentación por la
fuerza de dichos reclusos cuando su salud estuviera amenazada, precisamente como consecuencia de la prolongación de la
huelga de hambre. La solución que dieron algunos órganos judiciales fue autorizar la alimentación cuando los presos se
encontraran en estado de plena consciencia y manifestaran su negativa. Otros, por el contrario, entendieron que la
Administración sólo estaba autorizada a tomar este tipo de medidas cuando el preso hubiera perdido la consciencia. Un
análisis de las diversas argumentaciones llevadas a cabo a propósito de este caso puede verse en ATIENZA( 1990a).

78
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

III. CONTEXTO DE DESCUBRIMIENTO Y CONTEXTO DE


JUSTIFICACIÓN: EXPLICAR Y JUSTIFICAR
En la filosofía de la ciencia se suele distinguir (cfr. rei-CHENBACH, 1951) entre el
contexto de descubnmiento y el contexto de justificación de las teorías científicas.
Así, por un lado está la actividad consistente en descubrir o enunciar una teoría que.
Según opinión generalizada, no es susceptible de un análisis de tipo lógico; lo único
que cabe aquí es mostrar cómo se genera y desarrolla el conocimiento científico, lo
que constituye una tarea que compete al sociólogo y al historiador de la ciencia.
Pero, por otro lado, está el procedimiento consistente en justificar o validar la teoría,
esto es, en confrontarla con los hechos a fin de mostrar su validez; esta última tarea
requiere un análisis de tipo lógico (aunque no sólo lógico) y se rige por las reglas del
método científico (que, por tanto, no se aplican en el contexto de descubrimiento). La
distinción se puede trasladar también al campo de la argumentación en general, y al
de la argumentación jurídica en particular (cfr. WASSERSTROM, 1961, y GOLDING,
1984, pp. 23-23). Así, una cosa es el procedimiento mediante el cual se llega a
establecer una premisa o conclusión, y otra cosa el procedimiento que consiste en
justificar dicha premisa o conclusión. Si pensamos en el argumento que concluye
afirmando: A los presos del Grapo se les debe alimentar por la fuerza, podemos
trazar la distinción entre los móviles psicológicos, el contexto social, las
circunstancias ideológicas, etc., que movieron a un determinado juez a dictar esa
resolución y las razones que el órgano en cuestión ha dado para « mostrar que su
decisión es correcta o aceptable (que está justificada). Decir que el juez tomó esa
decisión debido a sus firmes creencias religiosas significa enunciar una razón
explicativa; decir que la decisión del juez se basó en determinada interpretación del
artículo 15 de la Constitución significa enunciar una razón justificjtoria. Los órganos
jurisdiccionales o administrativos no tienen, por lo general, que explicar sus
decisiones, sino justificarlas8.

La distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación no coincide


con la distinción entre discurso descriptivo y prescriptivo, sino que tanto en relación
con uno como con otro contexto, se puede adoptar una actitud descriptiva o
prescriptiva. Por ejemplo, se puede describir cuáles son los móviles que llevaron al
juez a dictar una resolución en el sentido indicado (lo que significaría explicar su
conducta); pero también se puede prescribir o recomendar determinados cambios
procesales para evitar que las ideologías de los jueces —o de los jurados— tengan

8
"Las razones explicatorias se identifican con los motivos. Ellas están constituidas por estados mentales que son antecedentes
causales de ciertas acciones. El caso central de razón explicatoria o motivo está dado por una combinación de creencias y deseos
[...]. Las razones justifkatorias u objetivas no sirven para entender por qué se realizó una acción o eventualmente para
predecir la ejecución de una acción, sino para valorarla, para determinar si fue buena o mala desde distintos puntos de vista"
(NlNO, 1985, p. 126).

79
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

un peso excesivo en las decisiones a tomar (por ejemplo, haciendo que tengan más
relevancia otros elementos que forman parte de la decisión, o proponiendo ampliar
las causas de recusación de jueces o jurados). Y, por otro lado, se puede describir
cómo, de hecho, el juez en cuestión fundamentó su decisión (se basó en el
argumento de que, de acuerdo con la Constitución, el valor vida humana debe
prevalecer sobre el valor libertad personal); o bien, se puede prescribir o sugerir —lo
que exige a su-vez una justificación— cómo debiera haber fundamentado el juez su
decisión (su fundamentación tenía que haberse basado en otra interpretación de la
Constitución, que subordina el valor de la vida humana al valor libertad personal).

En todo caso, la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de


justificación nos permite, a su vez, distinguir dos perspectivas de análisis de las
argumentaciones. Por un lado está la perspectiva de determinadas ciencias sociales,
como la psicología social, que han diseñado diversos modelos para explicar el
proceso de toma de decisiones al que se llega, en parte, por medio de argumentos.
En el campo del Derecho, uno de esos modelos es el de la información integrada,
elaborado por Martín F. KAPLAN (cfr. KAPLAN, 1983). Según él. el proceso de toma
de decisión de un juez o un jurado es el resultado de la combinación de los valo res
de información y de impresión inicial. El proceso de decisión comienza con la
acumulación de unidades de prueba o información; a ello le sigue el proceso de
evaluación en el que a cada ítem informativo se le asigna un valor en una escala
específica para el juicio que se está desarrollando; el tercer paso consiste en atribuir
un peso a cada información; luego se integra la información evaluada y sopesada en
un juicio singular como, por ejemplo, probabilidad de culpabilidad; y, finalmente, se
toma en cuenta la impresión inicial, esto es, los prejuicios del juez o del jurado que
pueden provenir tanto de condiciones situacionales (por ejemplo, su estado de
humor en el momento del juicio), como de condiciones asociadas con su
personalidad (por ejemplo, prejuicios raciales o religiosos). El modelo no sólo
pretende explicar cómo se decide —y se argumenta— de hecho, sino que sugiere
también qué se podría hacer para reducir el peso de los prejuicios (dar un mayor
peso a los otros elementos), o bien bajo qué condiciones los juicios con jurado (lo
que implica también las argumentaciones de los jurados que conducen a una
determinada conclusión) podrían ser tan fiables como los juicios con jueces
profesionales.

Por otro lado, está la perspectiva de otras disciplinas que estudian bajo qué
condiciones un argumento puede considerarse justificado. Aquí, a su vez, cabría
hablar de una justificación formal de los argumentos (cuándo un argumento es
formalmente correcto) y de una justificación material (cuándo puede considerarse

80
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

que un argumento, en un campo determinado, resulta aceptable). Ello permitiría


distinguir entre la lógica formal o deductiva, por un lado, y lo que a veces se llama
lógica material o informal (en donde se incluirían cosas tales como la tópica o la
retórica), por el otro.

La teoría estándar de la argumentación jurídica se sitúa precisamente en esta


segunda perspectiva, esto es, en el contexto de justificación de los argumentos y, en
general, suele tener pretensiones tanto descriptivas como prescriptivas. Se trata, por
tanto, de teorías (como las de ALEXY o MACCORMICK, de las que se tratará en
capítulos sucesivos) que pretenden mostrar no únicamente cómo se justifican de
hecho las decisiones jurídicas, sino también (y al mismo tiempo, según ellos, ambos
planos coinciden en general) cómo se deberían justificar. Parten del hecho de que
las decisiones jurídicas deben ser y pueden ser justificadas y, en ese sentido, se
oponen tanto al determinismo metodológico (las decisiones jurídicas no necesitan
justificación porque proceden de una autoridad legítima y/o son el resultado de
simples aplicaciones de normas generales), como al decisionismo metodológico (las
decisiones jurídicas no se pueden justificar porque son puros actos de voluntad) (cfr.
NEUMAXN, 1986, pp. 2 y 3).

La primera de estas dos posturas parece insostenible, especialmente en el contexto


del Derecho moderno, en el que la obligación que se establece de motivar —
justificar— las decisiones, no sólo contribuye a hacerlas aceptables (y esto resulta
especialmente relevante en sociedades pluralistas que no consideran como fuente
de legitimidad o de consenso cosas tales* como la tradición o la autoridad), sino
también a que el Derecho pueda cumplir su función de guía de la conducta humana
(GOLDING, 1984. p. 9). Por otro lado, justificar una decisión en un caso difícil
significa algo más que efectuar una operación deductiva consistente en extraer una
conclusión a partir de premisas normativas y tácticas. Y otro tanto ocurre con la
segunda postura, esto es, con la opinión de que los jueces —o los jurados— no
justifican (ni podrían justificar propiamente) sus decisiones, sino que las toman de
forma irracional —o arracional— y, posteriormente, las someten a un proceso de
racionalización. Así, algunos representantes del realismo americano (especialmente
frank , 1970)9 han mantenido, en efecto, que las sentencias judiciales "son
desarrolladas retrospectivamente desde conclusiones tentativamente formuladas" (p.
109); que no se puede aceptar la tesis que representa al juez ''aplicando leyes y
principios a los hechos, esto es, tomando alguna regla o principio (...) como su
premisa mayor, empleando los hechos del caso como premisa menor y llegando
9
La crítica de FRANK se encuentra en uno de los apartados, The Judging Process and the judgc's Personality, de la que
probablemente sea su obra más conocida Latv and the Modern \find, cuya primera edición es de 1930.

81
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

entonces a su resolución mediante procesos de puro razonamiento" (p. 111); y


que, en definitiva, las "decisiones están basadas en los impulsos del juez", el cual
extrae esos impulsos no de las leyes y de los principios generales del Derecho
fundamentalmente, sino sobre todo de factores individuales que son todavía "más
importantes que cualquier cosa que pudiera ser descrita como prejuicios políticos,
económicos o morales" (p. 114).

Más adelante volveré a tratar acerca del silogismo judicial pero la distinción que se
acaba de introducir permite mostrar con claridad, el error en que incurren estos
últimos autores y que no es otro que el de confundir el contexto de descubrimiento y
el contexto de justificación. Es imposible que, de hecho, las decisiones se tomen, al
menos en parte, como ellos sugieren, es decir, que el proceso mental del juez vaya
de la conclusión a las premisas e incluso que la decisión sea, sobre todo, fruto de
prejuicios; pero ello no anula la necesidad de justificar la decisión, ni convierte
tampoco esta tarea en algo imposible. En otro caso, habría que negar también que
se pueda dar el paso de las intuiciones a las teorías científicas o que, por ejemplo,
científicos que ocultan ciertos datos que no encajaban bien con sus teorías estén,
por ello mismo, privándolas de justificación.

IV. EL CONCEPTO DE VALIDEZ DEDUCTIVA


Antes he dicho que la lógica formal o deductiva se ocupa de los argumentos desde
el punto de vista de la corrección formal de estos. Pero, ¿qué significa esto con más
precisión* Para aclararlo partiré de algo que es obvio, a saber, que no sólo se
argumenta en contextos jurídicos, sino también en el ámbito de los diversos
conocimientos especializados y en el de la vida cotidiana. También en la literatura
nos encontramos con cierta frecuencia con argumentaciones aunque, desde luego,
la función principal de las obras literarias no es la de registrar argumentos, sino más
bien la de expresar sentimientos, narrar historias, fábulas, etc. Sin embargo, hay un
género literario especialmente denso en argumentaciones; se trata del género
policíaco -—o policial—, cuyo inventor —en palabras de Adolfo BlOY CASARES y
Jorge Luis BORGES (1972)— habría sido Edgard Allan POE. Uno de sus cuentos
más célebres lleva por título La carta robada, y en el mismo se narra una historia
que aproximadamente es la siguiente:
Auguste Dupin (el precursor de Sherlock Holmes, el padre Brown, Hércules Poirot,
etc.) recibe un día la visita del prefecto de la policía de París, que le consulta sobre
el siguiente problema. Un documento de la mayor importancia ha sido robado de las
habitaciones reales. Se sabe que el autor del robo es el ministro D., quien usa la
carta como instrumento de chantaje contra la dama que la redacta. El ministro debe

82
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

tener la carta oculta en algún lugar de su casa, pero el prefecto, a pesar de haber
efectuado un minucioso y sistemático registro, no logra dar con ella. DUPIN
consigue hacerlo merced a un proceso de razonamiento, que, grosso modo, es el
siguiente: si la cana hubiese estado al alcance de la búsqueda, los agentes la
habrían descubierto y, como la carta tiene que encontrarse en el domicilio del
ministro, ello quiere decir que la policía ha buscado mal. DUPIN sabe que el ministro
es una persona audaz e inteligente y que, además, posee no solamente una
inteligencia matemática, sino también —si se puede llamar así— una inteligencia
poética. El ministro pudo prever, por tanto, que su casa iba a ser registrada por la
policía y que los hombres del prefecto buscarían en todos aquellos sitios en donde
se supone que uno puede dejar un objeto que desea ocultar. De ahí infiere DUPIN
que el ministro tuvo que dejar la carta en un lugar muy visible pero, precisamente por
ello, inesperado. X en efecto, DUPIN encuentra la carta en una tarjeta de cartón que
colgaba de una cinta azul sobre la chimenea, arrugada y manchada (como si se
tratara de algo sin importancia) que exhibía un tipo de letra en la dirección y un sello
de características opuestas a las de la carta robada (pues la misma había sido dada
la vuelta como un guante). DUPIN explica así el fracaso del prefecto: "La causa
remota de su fracaso es la suposición de que el ministro es un imbécil porque ha
logrado fama de poeta. Todos los imbéciles son poetas; así lo siente el prefecto e
incurre en una non distributio medii al inferir que todos los poetas son imbéciles" (p.
33).

Así, de acuerdo con el relato, el prefecto ha cometido un error de tipo lógico, una
falacia, pues de la afirmación: Todos los imbéciles son poetas, no se infiere
lógicamente: Todos los poetas son imbéciles. A partir de esta afirmación —
podríamos nosotros añadir — , el prefecto ha efectuado un argumento lógicamente
válido, pero con una premisa falsa:

a) Todos los poetas son imbéciles.


El ministro es un poeta.
Por tanto, el ministro es un imbécil.
En la lógica preposicional, la inferencia podría representarse aproximadamente (cfr.
infra, Cap. V, apartado 3.1.2), así:
P=Q
p
Q
Y con más precisión, en la lógica de predicados de primer orden:

83
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El argumento en cuestión es lógicamente válido porque la conclusión se infiere


necesariamente de las premisas. Esto es fácil de ver gráficamente. Si simbolizamos
con P la clase de los poetas, con / la de los imbéciles y con m al ministro (m,
señalado en el gráfico con un punto, designa a un individuo, mientras que PeI
designan clases o conjuntos de individuos), la información que se contiene en las
dos premisas del argumento la podemos representar así:

Si ahora quisiéramos representar también la información de la conclusión, nos


daríamos cuenta de que no necesitamos añadir nada: la información de la
conclusión estaba ya incluida en la de ¡as premisas, lo que explica que hayamos
podido decir que el paso de unas a otra fuera necesario; o sea, no es posible que las
premisas sean verdaderas y la conclusión no lo sea.
Mientras que a) es un ejemplo de argumento válido lógicamente, pero con una
premisa falsa, el siguiente argumento, b), representa casi el caso opuesto, es decir,
aquel en que las premisas son verdaderas (verdaderas, naturalmente, en relación
con el cuento de POE), pero el argumento es lógicamente inválido. En concreto, se
trata de la falacia denominada de afirmación del consecuente:

b) Todos los imbéciles son poetas,


El ministro es un poeta.
Por tanto, el ministro es un imbécil.
Para comprobar que, efectivamente, es un argumento lógicamente incorrecto o
inválido, podemos someterlo a la misma prueba de antes. Ahora bien, una
representación que está de acuerdo con la información contenida en las premisas
podría ser esta:

X sin embargo, esta resulta incompatible con la información que transmite la


conclusión. Por lo tanto, en este caso sí es posible que las premisas sean
verdaderas, pero la conclusión falsa.

84
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Antes se ha dicho que a) y b) eran casos casi opuestos. Si no son del todo opuestos
es porque, en ambos, la conclusión, que es la misma, es falsa. En el siguiente
ejemplo, c), tanto las premisas como la conclusión son verdaderas; sin embargo, no
se trata de un argumento lógicamente válido.

c) Todos los imbéciles son poetas.


El ministro es un poeta.
Por tanto, el ministro no es un imbécil.
Para probar su invalidez lógica, bastará con efectuar de nuevo una representación
posible de la información contenida en las premisas

que, sin embargo, contradice la información de la conclusión.


Finalmente, un ejemplo de argumento válido lógicamente y cuyas premisas son
verdaderas (y, por tanto, también su conclusión) sería este:

d) Los ministros que son poetas no son imbéciles.


El ministro es un poeta.
Por lo tanto, el ministro no es un imbécil.
En este caso, cualquier posible representación de las premisas contendría también
la conclusión. Así, una manera de representar la información contenida en las
premisas sería esta:

En la que, obviamente, se contiene también la información de la conclusión.


Ahora estamos, sin duda, en condiciones de entender mejor la noción de argumento
lógico que puede definirse de la siguiente manera: “Tenemos una implicación o una
inferencia lógica o una argumentación válida (deductivamente), cuando la conclusión
necesariamente es verdadera si las premisas son verdaderas" (QUESADA, 1985, p.
9). La lógica, la lógica deductiva, puede presentarse en forma axiomática o como un
sistema de reglas de inferencia, pero esta segunda forma de presentación es la que
85
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

mejor se ajusta a la manera natural de razonar. Ello es así porque mientras que en el
modo axiomático de deducir se parte de enunciados formalmente verdaderos
(tautologías) y se llega, al cabo de la deducción, a enunciados también formalmente
verdaderos, en el modo natural de hacer inferencias deductivas se puede partir —y
eso es lo más frecuente— de enunciados con valor de verdad indeterminado o
incluso declaradamente falsos, y se llega a enunciados que pueden ser verdaderos
o falsos (cfr. deaño, p. 146). Lo único que determina una regla de inferencia es que
si las premisas son verdaderas, entonces también tienen que serlo necesariamente
la conclusión. Los razonamientos indicados con a) y d) y los esquemas lógicos
correspondientes son válidos en virtud de la regla llamada modus ponens, que se
puede escribir así:
(El uso de las letras X y Y se debe a que las reglas se expresan en un metalenguaje
en relación con el de las fórmulas de la lógica pan el que empleamos las letras p, a,
P, O, etc.) Por el contrario, los razonamientos b) y c) y los esquemas
correspondientes son inválidos lógicamente, porque no hay ninguna regla de
inferencia lógica que autorice efectuar el paso que en ellos se da.

V. CORRECCIÓN FORMAL Y CORRECCIÓN MATERIAL DE LOS


ARGUMENTOS
La caracterización de un argumento deductivo presenta, sin embargo, diversos
motivos de insatisfacción si se traslada al campo de los argumentos que se realizan
normalmente en el campo del Derecho o en el de la vida ordinaria. Un primer motivo
de insatisfacción —por lo demás obvio— deriva precisamente de que la lógica
deductiva sólo nos suministra criterios de corrección formales, pero se desentiende
respecto de las cuestiones materiales o de contenido que, naturalmente, son
relevantes cuando se argumenta en contextos que no sean los de las ciencias
formales (lógica y matemática). Así, por un lado —y como hemos visten—, a partir
de premisas falsas se puede argumentar correctamente desde el punto de vista
lógico; y, por otro lado, es posible que un argumentos sea incorrecto desde el punto
de vista lógico, aunque la conclusión y las premisas sean verdaderas o, por lo
menos, altamente plausibles10. En unos casos, la lógica aparece como un
instrumento necesario, pero insuficiente para el control de los argumentos (un buen
argumento debe serlo tanto desde el punto de vista formal como material). En otros
casos, es posible que la lógica —la lógica deductiva—no permita ni siquiera

10
En general, un argumento puede ser correcto desde el punto de vista lógico ' aunque lo que se diga en las premisas no resulte
relevante o pertinente en relación con lo establecido en la conclusión. Esto se debe al carácter puramente sintáctico que tiene
la noción de inferencia de la lógica deductiva. Para evitar esto, se han desarrollado las llamadas lógicas relevantes en las que se
fortalece esta noción de inferencia, lo cual hace que la relación de consecuencia lógica sea también una relación entre los
significados de los enunciados (cfr. SÁNCHEZ Pozos, 1990).

86
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

establecer requisitos necesarios en relación con lo que debe ser un buen argumento;
como luego veremos, un argumento no lógico —en el sentido de no deductivo—
puede ser, sin embargo, un buen argumento.

Dicho de otra manera, plantearse la cuestión de la corrección de los argumentos


significa plantearse el problema de cómo distinguir los argumentos correctos de los
incorrectos, los válidos de los inválidos. Aquí es posible todavía distinguir entre argu-
mentos manifiestamente inválidos y argumentos que parecen válidos, pero que no lo
son, y a los que se denomina falacias. El problema, claro está, se plantea a
propósito de la distinción entre los argumentos válidos y las falacias (los argumentos
manifiestamente inválidos no son problemáticos, puesto que no pueden llevar a
confusión), lo que la lógica deductiva sólo consigue hacer a medias. La razón de ello
es que no sólo existen falacias formales, esto es, argumentos que parecen correctos
formalmente —deductivamente— pero que no lo son 11, sino también falacias no
formales. Estas últimas, a su vez, pueden subclasificarse en otras dos categorías, lo
cual da lugar a las falacias de atingencia y de ambigüedad. En las primeras, "las
premisas carecen de atingencia lógica con respecto a sus conclusiones y, por ende,
son incapaces de establecer su verdad'' (COPI, 1986, p. 83). Así ocurre, por
ejemplo, con el argumento ad ignorantiam, con el argumento ad hominem o con la
petitio principií. Las segundas, por e! contrario, "aparecen en razonamientos cuya
formulación contiene palabras o frases ambiguas, cuyos significados oscilan y
cambian de manera más o menos sutil en el curso del razonamiento" (COPI, 1986,
p. 104). Naturalmente, la lógica formal deductiva sólo nos provee instrumentos
plenamente adecuados para hacer trente a las falacias formales.

VI. SILOGISMO TEÓRICO Y SILOGISMO PRÁCTICO


Otro de los posibles motivos de insatisfacción proviene de que la definición de
argumento válido deductivamente (la definición de argumento que puede
encontrarse en los libros de lógica) se refiere a proposiciones —premisas y
conclusiones— que pueden ser verdaderas o falsas. Ahora bien, en el Derecho, en
la moral, etc., los argumentos que se efectúan parten, muchas veces, de normas y
llegan a ellas; esto es tratan con un tipo de enunciados respecto de los cuales no
parece que tenga sentido predicar verdad o falsedad. En consecuencia, surge el
problema de si la lógica se aplica o no a las normas. Por ejemplo. KELSEN, sobre
todo en su obra póstuma, La teoría general de las normas (1979), sostuvo
enfáticamente que la inferencia silogística no funciona en relación con las normas.

11
Por ejemplo, el argumento señalado antes como b) que, como se dijo, es un caso de falacia de la afirmación del consecuente.
Sobre el concepto de la íálacia, cfr. PEREDA (1986).

87
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Las reglas ce la lógica se aplican al silogismo teórico, que se basa en un acto de


pensamiento, pero no al silogismo práctico o normativo (el silogismo en el que al
menos una de las premisas y la conclusión son normas), que se basa en un acto de
voluntad en una norma. En la tradición iusfilosófica, el problema suele remontarse a
JORGENSEN (1937), quien planteó un problema al que llamó rompecabezas; y
ROSS (1941 y 1971), dilema de Jorgensen. De acuerdo con Ross, una inferencia
práctica como:

Debes mantener tus promesas.


Esta es una de tus promesas.
Por tanto, debes mantener esta promesa, carece de validez lógica. No es
lógicamente necesario que un sujeto que establece una regla deba también
establecer la aplicación particular de tal regla. Que esto último se verifique o no
depende de hechos psicológicos. No es raro —añade Ross— que un sujeto formule
una regla general, pero evite su aplicación cuando él mismo se ve afectado.
Sin embargo, si bien se mira, esta idea resulta decididamente extraña. Si A acepta
como moralmente obligatoria la regla: Se deben mantener las promesas (todas las
promesas y en cualquier circunstancia) 12 y acepta como verdadero el hecho de que
ha prometido a B acompañarle al cine la tarde del miércoles, y, sin embargo,
sostiene también que a pesar de ello no considera que deba acompañar a B al cine
ese día, su comportamiento resulta ser tan irracional como el de quien considera
como enunciados verdaderos: Los ministros que son poetas no son imbéciles y 'X'
es un ministro que es poeta, y, sin embargo, no está dispuesto a aceptar que: 'X' no
es imbécil. Naturalmente, es posible que estas dos situaciones —también la
segunda—- se den de hecho, pero ello no parece tener que ver con la lógica, que —
como la gramática— es una disciplina prescriptiva: no dice cómo los hombres
piensan o razonan de hecho, sino cómo deberían hacerlo.

Para probar que el argumento anterior es un argumento correcto, podemos recurrir


de nuevo a las figuras utilizadas antes. Siendo P la clase de las promesas, D la de
las promesas que deben mantenerse (de acuerdo con la primera premisa, ambas
clases tienen la misma extensión) y p la promesa concreta realizada por .A y B. las
premisas del razonamiento podrían representarse mediante la siguiente figura.

12
Otra cosa es que uno piense que la primera premisa enuncia en realidad una obligación prima facie. En ese caso, pudiera ser
que, en electo, se tuviera en principio la obligación de mantener las promesas, pero no la de mantener una determinada
promesa (porque aquí opera otra obligación de signo contrario que cancela la anterior)'. Pero eso, naturalmente, no quiere
decir que en tal situación dejen de operar las leyes de la lógica, sino que la primera premisa enuncia una norma no categórica o,
quizás mq'or, un principio. Sobre la naturaleza de la premisa mayor en los silogismos se tratará más adelante a propósito de la
concepción de TOULMIN (capítulo cuarto). Y sobre lo que haya que entender por principios (y el papel que estos juegan en el
razonamiento jurídico) se hablará con cieña extensión en los capítulos dedicados a MACCORMICK y a ALEXY (sexto y séptimo,
respectivamente).

88
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Y resulta patente que dicha información contiene también la de la conclusión: p se


encuentra necesariamente dentro de D, esto es, dentro de la clase de las promesas
que deben mantenerse.
Desde luego, con lo anterior no queda resuelto un problema que tiene un alcance
teórico indudable13. Pero me parece que puede servir como prueba de que en la vida
ordinaria atribuimos a las inferencias prácticas la misma validez que a las teóricas.
Por lo demás, me parece que GlANFORMAGGIO (1987; cfr. también RUIZ
MAÑERO, 1990, p. 71) tiene razón al considerar que los autores que sostienen la
tesis de que la lógica no se aplica a las normas están, en realidad, confundiendo los
términos del problema, en cuanto no parecen haber reparado en el carácter diferente
que tienen estas dos preguntas 14. Por un lado está la cuestión de si la relación que
guardan entre sí las normas válidas (en el sentido de que pertenecen a un sistema)
son relaciones de tipo lógico. La respuesta a esta pregunta es obviamente negativa,
puesto que es posible que a un mismo sistema pertenezcan normas contradictorias.
Por ejemplo, a un mismo sistema moral podría pertenecer tanto la norma: Se deben
cumplir todas las promesas, como la norma: No tengo por qué cumplir la promesa
que efectué a 'B'. El sistema en cuestión resultaría escasamente atractivo
precisamente debido a que es inconsistente desde el punto de vista lógico, pero eso
no tiene que ver con lo anterior. Y por otro lado, está la cuestión de si se puede
inferir válidamente una norma de otra. La respuesta a esta última pregunta es
perfectamente independiente de la anterior, y no se ve por qué no haya de ser
afirmativa. En realidad, el problema con el que nos tropezamos aquí consiste en que
en la definición de argumento deductivo antes aceptado, se contemplaban
únicamente enunciados susceptibles de ser calificados como verdaderos o falsos, y
esta característica —según opinión generalizada aunque no unánime— no la poseen
las normas. Pero ello, lo que comporta es la necesidad de corregir aquella definición
que podría ahora formularse así: Tenemos una implicación o una inferencia lógica o
una argumentación válida (deductivamente), cuando la conclusión necesariamente
es verdadera (o bien, correcta, justa, válida, etc.) si las premisas son verdaderas (o
bien, correctas, justas, válidas, etc.). Ello plantea algunos problemas lógicos de tipo
técnico, de los que, sin embargo, podemos prescindir aquí (cfr. infra., capítulo quinto,
apartado III, 1).

13
Más adelante, en el capítulo dedicado a la teoría de la argumentación jurídica de MACCORMICK, volverá a aparecer este
problema.
14
GlANFORMAGGIO plantea otra cuestión de la que aquí prescindo.

89
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

VII. ARGUMENTOS DEDUCTIVOS Y NO DEDUCTIVOS


Pero aun así, esta nueva definición no resuelve todos los problemas. En el apartado
V hemos visto que uno de los límites de la lógica derivaba de su carácter formal.
Ahora debemos fijarnos en otro límite que se vincula a su carácter deductivo, es
decir, al carácter de necesariedad que, de acuerdo con la definición, tiene el paso de
las premisas a la conclusión.
Si volvemos de nuevo a La cana robada y al señor Dupin, podríamos sintetizar —y
simplificar— como sigue la argumentación que le había permitido descubrir el
misterio:
El ministro es un hombre audaz e inteligente.
El ministro sabía que su casa iba a ser registrada.
El ministro sabía que la policía buscaría en todos los lugares en que pudiera
ocultarse una carta.
Por tanto, el ministro tienen que haber dejado la carta en un lugar tan "visible" que
precisamente por esto ha pasado inadvertida a los hombres del prefecto.
.Ahora bien, este último no es, obviamente, un argumento deductivo, ya que el paso
de las premisas a la conclusión no es necesario, sino simplemente probable o
plausible. Hubiese podido ocurrir, por ejemplo, que el ministro hubiese dejado su
carta a un amigo íntimo, o bien que la hubiese ocultado tan bien que la policía no
había sido capaz ce dar con ella, etcétera. A este tipo de argumentos en los que el
paso de las premisas a la conclusión no se produce necesariamente se les llama a
veces argumentos inductivos o no deductivos. Debe tenerse en cuenta, sin embargo,
que por inducción no se entiende aquí el paso de lo particular a lo general; en el
caso anterior, por ejemplo, lo que tiene lugar es un tránsito dé lo particular a lo
particular. Por lo demás, los argumentos de este tipo son —o pueden ser— buenos
argumentos, pues hay muchas ocasiones en que nos encontramos con la necesidad
de argumentar y en las que, sin embargo, no es posible utilizar argumentos

90
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

deductivos15. Esto ocurre, por supuesto, no sólo en las novelas policíacas, sino
también en la vida ordinaria y en el Derecho.
Veamos el siguiente ejemplo extraído de una sentencia reciente de la Audiencia
Provincial de Alicante (n. 477/89). A y B son acusados del delito de tráfico de drogas
tipificado en el artículo 344 del Código penal, con la concurrencia de la circunstancia
agravante del artículo 344 bis a) 3.°, pues la cantidad de heroína que se les
aprehendió (más de 122 gramos de heroína pura) debe considerarse —de acuerdo
con la jurisprudencia del Tribunal Supremo— de notaría importancia. La droga había
sido encontrada por la policía en una bolsa oculta en la almohada de una cama de
matrimonio situada en la habitación de un piso en el que —cuando la policía entró
para efectuar el registro— se encontraban A y B (un hombre y una mujer
respectivamente). En la vista oral, el abogado defensor y los acusados, A y B.
sostienen que aunque los dos últimos vivieran juntos en el mismo piso, no tenían
entre sí más que una relación de amistad, utilizaban habitaciones distin tas y,
concretamente, B no tenía conocimiento alguno de la existencia de la droga. Como
consecuencia de ello, el abogado defensor, en sus conclusiones definitivas, solicitó
la libre absolución para B. La sentencia, sin embargo, en uno de sus antecedentes
de hecho, consideró como hecho probado que A y B compartían la habitación
referida y que, en consecuencia, B tenía conocimiento y había participado en la
actividad de tráfico de drogas que se les imputaba a ambos. La justificación que
aparece es esta: ''Los acusados (A \ B) compartían la habitación referida, como lo
prueba, a pesar de las declaraciones en contra de los acusados en el juicio oral, que
manifestaron no ser más que simples amigos, el testimonio de los dos policías que
efectuaron el registro y que manifestaron que esa era la única cama que estaba
deshecha (el registro se efectuó hacia las 6 de la mañana) y en cuya habitación
estaban todos los efectos personales de los acusados, y el hecho de que en escrito
al juez de instrucción (dirigido mientras A estaba cumpliendo prisión provisional) [...]
el acusado (A) se refiere a
15
Este tipo de argumentos podría denominarse también, siguiendo a PEIRCE, abducción. Para PEIRCE (cfr. SEBEOK y UMIKER-
SEBEOK, 1987). la abducción —que a veces llama también hipótesis o retroducción— es un tipo de argumentación
diferente tanto de la deducción como de la inducción, pues se trata de un "argumento original", en el sentido
de que con él surge una ¡dea nueva: "En realidad, 'su única justificación es que si alguna vez queremos
entender totalmente las cosas, debe ser a partir de él'". De igual manera, "la deducción y la inducción nunca
pueden aportar la más mínima información a los datos de la percepción; y [...] las meras percepciones no
constituyen ningún conocimiento aplicable a ningún uso práctico o teórico. Lo que hace que el conocimiento
se presente por la vía de la abducción (p. 351)". Veamos —siguiendo siempre la exposición de SEBEOK y
UMIKER-SEBEOK— un ejemplo que pone el propio PEIRCE de abducción: "En cierta ocasión desembarqué en
un puerto de una provincia de Turquía y subí, paseando, a una casa que iba a visitar. Encontré a un hombre
encima de an caballo, rodeado de cuatro jinetes que sostenían un dosel sobre su cabeza. El gobernador de la
provincia era el único personaje que puede tener tan gran honor, por tanto inferí que aquel hombre era él.
Esto era una hipótesis" (p. 73). Como el lector probablemente haya adivinado —esto es, abducído— ya, de
esta forma de razonar se pueden encontrar abundantes ejemplos en las novelas policíacas. Las famosas
deducciones de Sherlock Holmes no serían, pues, otra cosa que abducciones en el sentido en que PEIRCE
emplea esta expresión. Para una panorámica general de la obra de PEIRCE puede verse PRONI (1990).

91
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

(B) como a 'mi mujer'". Esquemáticamente, el argumento sería el siguiente:


Sólo había una cama deshecha en la casa.
Eran las 6 de la mañana cuando ocurrió el registro.
Toda la ropa y efectos personales de A y B estaban en la misma habitación en que
se encontraba la cama.
Meses después A se refiere a B como mi mujer.
Por tanto, en la época en que se efectuó el registro. A y B mantenían relaciones
íntimas (y, en consecuencia. B conocía la existencia de la droga).
Al igual que en el ejemplo anterior, el argumento no tiene carácter deductivo, pues el
paso de las premisas a la conclusión no es necesario, aunque sí altamente probable.
Si se acepta la verdad de las premisas, entonces hay una razón sólida para aceptar
también la conclusión aunque, desde luego, no puede haber una certeza absoluta:
teóricamente, es posible que B acabase de llegar a casa a las 6 de la mañana, que
sus efectos personales estuviesen en la habitación de A porque pensaba limpiar a
fondo sus armarios y que, tras la detención de ambos, su amistad se hubiese
convertido en una relación más íntima.
Ciertamente, el argumento guarda una gran semejanza con el anterior —el de Dupin
—, pero quizás no sean del todo iguales, si se atiende al extremo siguiente. Es cierto
que tanto Dupin como el autor —o autores— de la sentencia se guían en su argu -
mentación por lo que podríamos llamar reglas de experiencia, que vienen a jugar
aquí un papel parecido al de las reglas de inferencia en los argumentos deductivos.
Sin embargo, los magistrados no pueden servirse para estos casos únicamente de
las reglas de experiencia, pues también están involucrados (a diferencia del
detective Dupin) por las "reglas procesales de valoración de la prueba". Por ejemplo,
un juez puede estar personalmente convencido de que también B conocía la
existencia de la droga (al igual que Dupin lo estaba de dónde tenía que encontrarse
la carta) y, sin embargo, no considerar esto como un hecho probado, pues el
principio de presunción de inocencia (tal y como él lo interpreta) requiere que la
certeza sóbrelos hechos sea no sólo altamente probable, sino —podríamos decir—
absoluta. Y aunque existan razones para no interpretar así el principio de presunción
de inocencia (pues en otro caso serían realmente muy pocos los actos delictivos que
pudiesen considerarse probados), lo que aquí interesa es mostrar una peculiaridad
del razonamiento jurídico: su carácter fuertemente institucionalizado.

VIII. EL SILOGISMO JUDICIAL Y SUS LÍMITES


Si ahora quisiéramos escribir esquemáticamente el tipo de razonamiento químico
que se utiliza en la sentencia anterior, podríamos proponer la siguiente formulación:
'

92
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Quienes realizaren actos ce tranco de drogas en una cantidad que sea de notoria
importancia, deberán ser castigados de acuerdo con el artículo 344 y 344 bis a) 3.°
del Código penal con la pena de prisión mayor.
A y B han efectuado este tipo de acción.
Por lo tanto, A y B deben ser castigados con la pena de prisión mayor.
en notación lógica:
Ax Px ^ Qx —> ORx
Pa ^ Qa ^ Pb ^ Qb
ORa ^ ORb
Se denomina usualmente silogismo judicial o silogismo jurídico y sirve al mismo
tiempo como esquema para el silogismo práctico o normativo del que tratamos en el
apartado VI. La primera premisa enuncia una norma general y abstracta en la que un
supuesto de hecho (x es una variable de individuo y P una letra predicativa) aparece
como condición para una consecuencia jurídica; el símbolo O indica que la
consecuencia (R) debe, en general (puede tratarse de una obligación, de una
prohibición o de un permiso), seguirse cuando se realiza el supuesto de hecho,
aunque sea imposible que en la realidad no ocurra así. La segunda premisa
representa la situación en que se ha producido un hecho (a es un individuo concreto
del que se predica la propiedad P) que cae bajo el supuesto de hecho de la norma. Y
la conclusión establece que a a se le debe anudar la consecuencia jurídica prevista
por la norma.
El esquema en cuestión plantea, sin embargo, algunos inconvenientes. El primero
de ellos es que hay supuestos (como el del ejemplo mencionado) en que la
conclusión del silogismo no representa todavía la conclusión o ei fallo de la
sentencia, sino, por así decirlo, un paso previo a la misma. En la sentencia que
hemos tomado como ejemplo, la parte dispositiva no establece simplemente que A y
B deben ser condenados a prisión mayor, sino a la pena, en concreto, de ocho años
y un día de prisión mayor16.
El argumento anterior podría, por tanto, completarse con este otro:
A y B deben ser condenados a la pena de prisión mayor.
En la ejecución del expresado de-lico no concurrieron circunstancías modificativas
de la responsabilidad criminal.
Cuando no concurren circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, los
tribunales impondrán la pena en grado mínimo o medio atendiendo a la gravedad del
hecho y a la personalidad del delincuente (artículo 61.4.° del Código penal).
Por tanto, A y B deben ser condenados a la pena de ocho años y un día de prisión
mayor (este es el mínimo de pena permitido por la ley).

16
También a una pena de multa de la que aquí se prescinde.

93
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Este tipo de razonamiento es todavía un razonamiento no deductivo, pues el paso


de las premisas a la conclusión no tiene carácter necesario (el tribunal podía haber
llegado a imponer una pena de hasta doce años sin infringir la ley, esto es, sin
contradecir las premisas). Podría considerarse, sin embargo, como deductivo (todo
argumento inductivo puede convenirse en deductivo si se añaden las premisas
adecuadas) si se entiende incorporada —implícitamente— en la anterior
argumentación una premisa del tenor siguiente:
La escasa gravedad del hecho y la personalidad no especialmente peligrosa del
delincuente hacen que se deba imponer el mínimo de la pena permitido por la ley.
Esta última premisa no enuncia ya una norma del Derecho vigente ni supone la
constatación de que se ha producido un hecho, sino que el fundamento de la misma
está constituido, más bien por juicios de valor, pues gravedad del hecho y
personalidad del delincuente no son términos que se refieran a hechos objetivos o
verificables de alguna manera; en el establecimiento de esta premisa podríamos
decir que el arbitrio judicial juega un papel fundamental. Pero ello quiere decir que el
silogismo judicial no permite reconstruir satisfactoriamente el proceso de argumenta-
ción jurídica, porque las premisas de que se parte —como ocurre en este caso—
pueden necesitar, a su vez, justificación, y porque la argumentación jurídica es
normalmente entimemática. Un argumento entimemático puede-expresarse siempre
en forma deductiva, pero ello supone añadir premisas a las explícitamente
formuladas, lo que significa reconstruir, no reproducir, un proceso argumentativo17.

Otro posible inconveniente consiste en que el silogismo judicial concluye con un


anunciado normativo que establece que 'A' y 'B' deben ser condenados, mientras
que en el tallo de la sentencia no sólo se dice esto, sino que también se condena a A
y B. Esta distinción entre el enunciado normativo y el enunciado perforrmativo (el
acto lingüístico de la condena) en que consiste propiamente la decisión, implica que
en la misma se está efectuando un paso-del plano del discurso al de la acción, esto
es. un paso que cae ya fuera de la competencia de la lógica. Es interesante poner
de manifiesto que en la redacción de la parte dispositiva de las sentencias —al
menos en nuestro país— se emplea una cláusula de estilo que recoge precisamente
esta distinción: "Fallamos que debemos condenar y condenamos...'', o "... debemos
17
La circunstancia de que el razonamiento jurídico —y el razonamiento que se efectúa en la vida ordinaria— no obedezca
del todo a la noción de inferencia lógica —de inferencia deductiva— ha llevado a crear lógicas en las que la relación de
inferencia resulta debilitada. A estos sistemas de lógica se les denomina lógicas no monotónicas, pues la monotonicidad es una
propiedad de la inferencia deductiva que no parece darse en las inferencias que se efectúan en el razonamiento ordinario. Con
ello quiere decirse lo siguiente: la lógica deductiva es monotónica. porque si de las premisas p—q y p se infiere q. entonces
esta misma conclusión se sigue infiriendo por mucho que añadamos nuevas premisas (por ejemplo, aunque tuviéramos
también r. -p, etc.). Sin embargo, en el razonamiento ordinario (que. como se ha dicho, es normalmente entimemático, es decir,
en él no aparecen explicitadas todas las premisas utilizadas), la conclusión puede cambiar cuando se añaden informaciones
adicionales; no se da, por lo tanto, la propiedad de monotonicidad. Por ejemplo, en el caso anterior, se llegaría a otra conclusión
si en lugar de presuponer la última premisa indicada, presupusiéramos otra que estableciera que ¡a gravedad del hecho y la
personalidad peligrosa del delincuente aconsejan Jijar una pena superior ai mínimo estableado por la ley (cfr. BlBEL, 1985).

94
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

absolver y absolvemos...". Aquí es interesante tener en cuenta que una expresión


como: Fallamos que debemos condenar pero no condenamos, la consideraríamos
sin duda incorrecta, pero no porque se trata de una contradicción de tipo lógico, sino
más bien de una contradicción pragmática o performativa (cfr. capítulo sexto,
apartado III.2.A). "

95
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u t o e v a l u a c i ó n f o r m a t i v a Nº 04

Apellidos y Nombres: ______________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Que entiende por argumentación jurídica.


2. Que se entiende por determinismo metodológico.
3. A que se llama prejuicios.
4. Explique la importancia de la argumentación jurídica en la producción de normas
jurídicas.

TRABAJO:
1. Dar dos ejemplos concretos de argumentación jurídica correcta en el
establecimiento de normas jurídicas.

96
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

TEMA 05

LA NORMA Y EL SISTEMA JURIDICO

ORIENTACION DE LECTURA:
En este punto se examina el tema de la norma jurídica como
componente cambiante de nuestro ordenamiento, estudiando sus
caracteres de: unidad, como norma fundamental; así como el de
coherencia, que pretende evitar las antinomias, y por último el de
plenitud, que persigue impedir y/o dar solución a las lagunas de
derecho existentes.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
DEL HIERRO, José Luis. “Introducción al Derecho”, Editorial síntesis,
Madrid, 1997, paginas 95 – 108.

EL ORDENAMIENTO JURÍDICO
5.1. El Derecho como sistema. De la norma jurídica Ordénamelo jurídico
La indagación del concepto del Derecho se ha realizado tradicionalmente desde el
punió de villa de la norma jurídica, pero de la norma jurídica considerada como un
lodo en si misma mis que como la parte de un iodo más amplio y que la comprende
(N. Bob-bio, 1960. 4). Utilizando el símil que emplea el propio profesor turinés,
podemos decir que durante mucho tiempo. En la Teoría General del Derecho se
consideraba el árbol, pero no el bosque. Solo en época muy reciente se apreciará la
necesidad de estudiar los problemas generales del Derecho y su propia definición
desde una perspectiva global, buscando un punto de referencia unitario que integre
todas las normas jurídicas producidas o amparadas por el Estado.

"De la misma forma que había aparecido la idea de Estado como referencia unita ria
del Poder en el mundo moderno, se producirá con retraso respecto a aquel, una
referencia unitaria en el ámbito del Derecho" (C. Peces Barba. 198.1 110)

Esa referencia unitaria recibe por primera vez el nombre de Ordenamiento jurídico
en el marco de la leona jurídica de la "institución" y en concreto en el titulo de un
libro de uno de los autores más representativos de esa teoría. L'O'dinamento
Giuridco (1917), de Santi Romano

97
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El concepto que nos parece necesario y suficiente para expresar en términos


exactos el concepto de Derecho como Ordenamiento jurídico considerando global
total y unitariamente, es el concepto de institución e inversamente toda institución es
ordenamiento jurídico (Santi Romano. I963:133).

A partir de entonces, aunque con un significado diferente al militado por Santi Roma -
no, se generalizará la utilización de este término (o el de sistema jurídico), para
definir un conjunto integrado y unitario de normas jurídicas. En ese sentido,
podemos recordar ahora que uno de los significados con los que se utiliza el término
Derecho era el de "ordenamiento jurídico". Así. Cuando utilizamos la expresión
Derecho Romano o Derecho Español, estamos refiriéndonos al Ordenamiento
jurídico de Roma o al Ordenamiento jurídico del Estado Español.

Son, en efecto, muchos los autores que consideran que una definición satisfactoria
del Derecho sólo es posible si se aborda desde el punto de vista no de la norma
jurídica aislada, sino del Ordenamiento jurídico Y ello porque, como señala Peces
Barba:
“la contemplación del Derecho desde el Ordenamiento resuelve algunos de los
problemas negativos que se habían planteado desde otros enfoques. Así, resuelve el
problema de la insuficiencia de la teoría de la norma, el problema de las normas sin
sanción, el problema de la relación entre validez y eficacia del Derecho, el problema
del Derecho consuetudinario, el problema del legislativo positivista y de su
insuficiencia, ti problema de las contradicciones entre las normas, de la antinomias,
el problema de los destinatarios de las normas

Por otra parte, y entrando en la construcción positiva del concepto de Derecho


desde el Ordenamiento, permite una construcción unitaria de las normas en el
concepto de validez, una correcta relación entre Derecho y Poder, y una
comprensiva inserción de la realidad social separadora del formalismo (C. Peces
Barba. 1983:112)

Resumiendo, desde esta orientación el Derecho se definirla como conjunto de nor-


mas integradas en un Ordenamiento y la norma jurídica como aquella que pertenece
3 un Ordenamiento jurídico, porque voló desde una teoría del ordenamiento
encuentra el fenómeno jurídico su adecuada explicación. El concepto "Ordenamiento
jurídico" se convierte así en la piedra angular de todo el edificio jurídico. Pero, ¿qué
se entiende por Ordenamiento jurídico?

98
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Hemos dicho que se trata de un conjunto de normas, pero no es un mero «fregado


de normas. El Ordenamiento jurídico tiene una entidad propia distinta de la de las
normas que lo integran. Para referirse a esa entidad se suele decir que el
Ordenamiento jurídico es un sistema, es decir, una estructura dolada de un orden
interno, en el que sus elementos se relacionan entre así armónicamente conjugados.
Como consecuencia de esa condición sistémica se atribuyen al Ordenamiento
jurídico una serie de caracteres tales como la unidad, la coherencia y la plenitud. El
estudio de estas tres cuestiones, que varaos a abordar a continuación, nos facilitará
nuevos elementos para una definición de "Ordenamiento jurídico".

5.2. La unidad del Ordenamiento jurídico


Los Ordenamientos jurídicos se componen de un elevadísimo número de normas
que crece, además, constantemente. Si consideramos las normas que provienen
directamente del Estado, bastará con revisar los Boletines Oficiales para comprobar
que lodos los días surgen un gran número de ellas. Y sin embargo estas normas
estatales representan un porcentaje mínimo del total de las que integran un
Ordenamiento jurídico, porque, como estudiaremos en el capitulo siguiente, lis
normas que lo componen no se derivan de una sola fuente (en este caso la estatal),
sino de fuentes diversas (la autonomía de la voluntad, la costumbre, la jurisdicción),
lo que significa incluir también como normas pertenecientes al Ordenamiento lodos
los contratos o negocios entre particulares, todas las normas consuetudinarias,
todas las resoluciones de los jueces, etc.
Sin embargo, esta complejidad del Ordenamiento no excluye su unidad: al contrario,
no podríamos hablar de Ordenamiento jurídico si no lo consideráramos como una
unidad.
Se entiende por unidad del Ordenamiento el que todas las normas que lo integran
reciben su validez de una "norma fundamental" que es la que dota de unidad a todo
el sistema. No obstante, la naturaleza y el carácter de esa norma fundamental ha
dividido a los teóricos del Derecho, dando lugar a concepciones diversas de la
misma, algunas de las cuales, las mis significativas, vamos a estudiar a
continuación.
5.2.1. La teoría de la Norma Fundamental de Hans Kelsen
Kelsen coincide en que:
Una pluralidad de normal forma una unidad, un sistema, un orden, cuando su validez
puede ser atribuida a una norma única como fundamento último de esa validez. En
cuanta fuente común, esta norma fundamental constituye la unidad en la pluralidad
de todas las normas que integran un orden. Y el que una norma pertenezca a un
orden determinado deriva solo del hecho de que su valides pueda ser referida a la
norma fundamental que constituye a ese orden» (H. Kelsen, 1981:94).

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El punto de partida de su teoría es la constatación de que las normas de un ordena-


miento no están todas en el mismo plano, no tienen todas la misma jerarquía, hay
normas superiores y normas inferiores Pero ambas están relacionadas entre si' y la
relación que se produce es una relación de dependencia. Las normas inferiores
dependen de las normas superiores, en el sentido de que son producidas, prescritas
o dispuestas por ellas.
«Si acaso se pregunta por que razón determinado acto coactivo, como ti hecho de
que un hombre prive a otro de la libertad, encerrándole en la cárcel, et un acto
jurídico y pertenece por tanto a determinado orden jurídico, siguese como respuesta
porque ese acto fue prescrito por una norma individual ¿«terminada, por una
sentencia judicial. Si se pregunta luego por qué ok esa norma individual, y
justamente como parte constitutiva de un orden jurídico bien determinado, he aquí la
respuesta que se recibe: porque fue dispuesta de conformidad con el Código Penal.
Y si se pregunta por el fundamento de validez del Código Penal, se viene a parar a
la Constitución del Estado, con arreglo a cuyas prescripciones fue creado el Codito
Penal por el órgano competente para ello, en un procedimiento prescrito por la
Constitución» (H Kelsen. ibid 97-98)
Para Kelsen la estructura jerárquica de un Ordenamiento se representa con una
pirámide en cuya baje están los actos ejecutivos; en un escalón superior están los
reglamentos que dependen de las leyes (son prescritos o autorizados por ellas),
leyes que integran el escalón superior. Las leyes dependen, a su vez, de la
Constitución que autoriza su creación. Toda norma, por tanto, requiere para su
validez de la existencia de otra norma superior válida, o dicho de otro modo, toda
norma deber ser creada por un poder normativo que debe ser autorizado a crear esa
norma por otra norma superior. Así, como hemos visto se llega a la Constitución.
Pero la Constitución es también una norma jurídica y para que pueda considerárselo
válida, debe, de acuerdo con lo que hemos señalado, ser creada por un poder
normativo Estaríamos, pues, ante un poder constituyente, pero ese poder, para crear
la Constitución, debe estar autorizado para ello por otra norma, superior a la
Constitución. Esa norma es la que Kelsen llama "Norma Fundamental". Toda su
teoría "opera con esa norma fundamental considerándola como fundamento
hipotético. Bajo la suposición de que ella vale, vale también el orden jurídico que
sobre ella descansa" (H. Kelsen, ibid 99)
No se traía de una norma jurídica positiva, dictada por un legislador humano o divi-
no, sino un "presupuesto epistemológico" (C S Niño. 1987: 121).
«Es sólo expresión del supuesto necesario de toda concepción positivista del mate
mi jurídico No vale como norma jurídica positiva, ya que no u producida en el pro -
cedimiento jurídico, no es instituida sino supuesta, en tanto condición de toda instau-
ración jurídica, de lodo procedimiento jurídico positivo» (H. Kelsen, 1981: 99-100)

100
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La validez de esa norma presupuesta debe a su vez presuponerse, no puede cues-


tionarse y debe ser aceptada dogmáticamente. El contenido de la norma
fundamental podría ser "los que han dictado la Constitución están autorizados para
hacerlo" o "La coacción debe ejercerse en las condiciones prescritas por la
Constitución".
En definitiva, para Kelsen la Norma (hipotética) Fundamental, es la que determina U
unidad del Ordenamiento jurídico y los distintos Ordenamientos se diferencian por
estar originados en diferentes Normas Fundamentales

5.2.2. La teoría de la Norma At Reconocimiento de H. L. A. Hant


Para Hart. como ya hemos visto, un sistema (ordenamiento) jurídico es "una unión
compleja de reglas (normas) primarias y secundarias". Considera, además, que esas
reglas que lo integran no son un "conjunto inconexo", sino que "están unificadas" y
que quien proporciona esa característica de unidad, es la "norma de
reconocimiento". Ya vimos en el capitulo anterior, que para Hart "norma de
reconocimiento" es una variedad de "norma secundaria" que cumple la función d«
identificar una regla dada como perteneciente al sistema jurídico.
Esa regla de reconocimiento, "que suministra los criterios para determinar la validez
de oirás reglas del sistema", es, en ese sentido, una regla última
«Entenderemos mejor el sentido en que la regla de reconocimiento es la regla últi ma
de un sistema, si seguimos una cadena muy familiar de razonamiento jurídico. Si te
plantea la cuestión sobre ti una cierta regla es jurídicamente válida, para resolverla
debemos usar un criterio de validez suministrado por alguna otra regla. ¿Es válida
esa pretendida ex dentuza del County Council de Oxfordshire? Sí: porque fue
dictada en ejercicio de las potestades conferidas, y de acuerdo con el procedimiento
especificado por un decreto del Ministerio de Salud Pública
A este primer nivel, el decreto suministra los criterios para ¿preciar la validez de la
ordenanza Puede no haber necesidad práctica de seguir adelante: pero existe la
posibilidad de hacerlo. Podemos cuestionar la validez del decreto y preciarla en
términos de la ley que faculta el Ministro a adoptar tales medidas. Finalmente,
cuando la validez de la ley ha sido cuestionada, y determinada por referencia a la
regla que establece que lo que la Reina en Parlamento sanciona es Derecho,
alcanzamos un punto donde debemos detener nuestras investigaciones referentes a
la validez porque hemos Negado a una regla que se a semejanza del decreto y de la
ley intermedio», proporciona criterios par* U determinación de la validez de otras
reglas, pero que, a diferencia de lo que ocurre en el caso de ellos, no esta
subordinada a criterios de validez jurídica establecidos por otras reglas- (H. L. A.
Hant, 1980.13)

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Como señala J. R. de Páramo, no es fácil catalogar jurídicamente la Norma de


Reconocimiento de Hart ya que no se trata ni de una norma jurídica en sentido
estricto, ni de una norma convencional

El concepto de regla (norma) de Reconocimiento parece estar a caballo entre dos


esferal, una jurídica y otra láctica… Se reduce a una práctica social
institucionalizada, a una regla aceptada por los funcionarios desde un punto de vista
interno y obedecida -al menos desde un punto de vista externo- por los ciudadanos»
Como se ve, la argumentación de Hart presenta ciertas similitudes con la leona de
Kelsen: como él llega en la cadena de validez hasta una norma que no necesita ser
validada por otra, sino que sólo nene que ser admitida como adecuada para ser
usada de esa manera. Sin embargo, entre las teorías de ambos autores existen
diferencia* significativos A. Giovannelli ha señalado tres aspectos que distinguirían la
Norma de Reconocimiento de la Norma Fundamental, su contenido, su naturaleza y
estructura y la (unción que cumplen. Por una parte, la Norma de Reconocimiento es
una cuestión fáctica, en lanío la Norma Fundamental es meramente hipotética "La
regla de reconocimiento de Han no es, a diferencia de la norma fundamental de
Kelsen, una mera creación intelectual, una hipótesis del pensamiento jurídico, sino
que es una norma positiva, una práctica social" (C S. Niño. 1967 124). lo que permite
que pueda ser individualizada.

Además. Mari a diferencia de Kelsen, distingue claramente el problema de la validez


del Ordenamiento (sistema) jurídico del d« su existencia. Para que un Ordenamiento
jurídico exista, independientemente (te su validez, se necesita, por una parle, que las
retías de conducta (primarias) sean generalmente obedecidas y, por otra parle, que
sus reglas de reconocimiento y sus reglas de cambio y de adjudicación (normas
secundarias) sean efectivamente aceptadas por sus funcionarios "La afirmación de
que un sistema jurídico existe es un enunciado bifronte, una de cuyas caras mira a la
obediencia por parte de los ciudadanos ordinarios, y la otra a la aceptación de reglas
secundarias por parte de los funcionarios" (H. L A. Hart. ibid 145).

5.2.3. La teoría del Hecho Fúndame Bélico de G. Peces Barba


Desde una aproximación muy similar a la elaborada por Hart. Gregorio Peces Barba
introduce una orientación personal en el lema de la unidad del Ordenamiento jurídico
al colocar en un primer plano de la reflexión teórica sobre esta cuestión lo que el
denomina el "hecho fundante básico"

Peces Barba coincide con Han a la hora de concebir el Ordenamiento jurídico como
un sistema integrado por normas primarias y secundarias y coincide también en

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

atribuir a la "regla de reconocimiento" el carácter de norma unificadora del sistema


en su condición de "norma fundante básica de identificación de normas": es decir, de
norma que permite identificar las normas jurídicas válida que pertenecen al
Ordenamiento. Lo que le, distancia de la construcción hartiana es que detenga tu
análisis en la regla de reconocimiento y "no vincule su análisis del Derecho con el
tema del Poder".

Para Peces Barba la regla de reconocimiento no tiene sentido, como no tiene


sentido el Ordenamiento jurídico o el Derecho, sin su vinculación con el Poder. El
Derecho, el Ordenamiento jurídico y, en concreto. U regla de reconocimiento
adquieren eficacia real porque un poder les sostiene. Ese Poder es «I que denomina
"hecho fundante básico". El hecho fundante básico y la norma (undante básica se
complementan. "El hecho (undante básico es la cara del Poder y la norma fundante
básica de identificación de normas es la cara del Derecho, en esa relación Derecho-
Poder que es indispensable para entender el fenómeno jurídico en el mundo
moderno*. El Poder, como hecho fundante básico, da lugar a un determinado
Ordenamiento jurídico y a su norma (undante básica.
«El Mecho (undante básico, acuerdo entre todos los sectores que forman el Poder, o
al menos con un consenso mayoritario, aunque haya disenso minoritario, que
discrepé, organiza un sistema jurídico rutila que la mayoría de esas fuerzas >e
incline por Otros valores o fines diferentes que puedan Regar a modificar la norma
fundante básica de identificación de Dormís. Si ese cambio de sentido de en valores
del poder y de la Puerta que los apoya encuentra resistencia, estamos ante el hecho
de la revolución desde ti punto de vista jurídico y político» (C. Peces Barba, 1995:
34Í)

5.3. La coherencia en el Ordenamiento jurídico


Se dice que un Ordenamiento jurídico es coherente cuando ningún» de las normas
jurídicas que lo integran ofrece soluciones contrarías o contradictorias entre sí. Esto
es, cuando no hay una norma que obliga o autoriza a hacer algo que otra norma
prohíbe o no permite hacer.
A primera vista, la afirmación de que un Ordenamiento jurídico sea coherente puede
resudar difícil de aceptar, teniendo en cuenta que, como hemos señalado con
anterioridad, el, criterio de pertenencia de las normas jurídicas a un Ordenamiento
es un criterio meramente formal, independiente de su contenido, y que en los
Ordenamientos actuales existe una variada pluralidad de fuentes. Siendo ají. ¿No es
posible, e incluso probable, que una autoridad dicte una norma contraria o
contradictoria coa la dictada por una autoridad distinta, o que uní fuente produzca
una norma contraria o contradictoria con la producida por otra fuente?

103
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Se hice necesario introducir una serie de matizaciones para precisar el sentido que
se le da el término "coherencia". En primer lujar, resulta obvio que para determinar si
existe contradicción entre dos normas Je un mismo Ordenamiento es preciso
superar la noción de validez formal y atender a su contenido material.
En segundo lugar, no es correcto hablar, como habitualmente se hace, de
"coherencia del Ordenamiento jurídico", sino de "coherencia en el Ordenamiento
jurídico", es decir, coherencia entre las normas que lo integran.

En tercer lugar, por coherencia no debe entenderse que no puedan producirse con-
tradicciones o incompatibilidades entre dos o más normas; por coherencia debe
entenderse que si se producen, o en el caso de que se produzcan, dicho
incompatibilidades o contradicciones, el Ordenamiento jurídico es capaz de
resolverlas, tiene recursos propios para eliminarlas del sistema.
Como a esas incompatibilidades se les llama ontinomias, podemos redefinir la
coherencia en cuanto que característica que se da en un Ordenamiento jurídico,
como la imposibilidad de que persistan en su interior antinomias, es decir, normas
cuyos contenidos sean incompatibles entre sí. No se trata, por tanto, de impedir que
se produzcan, sino de no tolerarlas en el supuesto de que se produzcan.

5.3.1. Las antinomias y sus clases


La coherencia en el Ordenamiento jurídico, en definitiva, significa que no permite
que ante un mismo problema sus normas ofrezcan soluciones contrarías o
contradictorias. Que no permite en su interior las antinomias.
Aunque ya nos hemos referido a cito, vamos a examinar con un mayor detenimiento
en qué consisten o pueden consistir las antinomias jurídicas. La antinomia, término
que se utiliza ya por Justiniano en su Digesto, puede plantearse en tres casos o
situaciones (N. Bobbio, 1960: 86 y ss)
Entre una norma que ordena hacer alguna cosa y otra norma que prohíbe hacer esa
misma cosa.
Entre una norma que manda hacer alguna cosa y olía que permite no hacer esa
cosa.
Entre una norma que prohíbe hacer una cosa y otra norma que permite hacer esa
cosa.

Pero para que pueda hablarse con propiedad de antinomia jurídica, la incompatibi-
lidad debe darse, como es natural, entre dos normas pertenecientes al mismo
Ordenamiento jurídico (la norma que excluye la aplicación de la pena de muerte en
España no es incompatible con la que permite su aplicación en China) y deben tener
el mismo ámbito de validez temporal, espacial, personal y material.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Para que pueda darte una antinomia I»» normas incompatibles tienen que tenor, en
primer lugar, la misma validez temporal: la norma "Se prohíbe el consumo de agua
desde las doce de la noche hasta las siete de la mañana", no es, por tanto,
incompatible con la que establezca: "Se permite el consumo de agua desde las siete
de la mañana hasta Las doce de anoche".

También debe existir idéntica validez espacial: la norma "Está prohibido fumar en las
aulas", no es incompatible con la norma "Se puede fumar en los palillos"
La idealidad en la validez personal es así mismo imprescindible para poder hablar de
antinomia en sentido estricto, por k> que la norma "Se prohíbe vender bebidas
alcohólicas a los menores de dieciséis artos", no es incompatible con la norma "Se
permite vender bebidas a los adultos".

Finalmente. Jebe haber también una identidad material, por lo que no son incom-
patibles dos normas una de las cuales prohíba fumar ájanos puros y otra que
permita fumar cigarrillos.
Tras estas precisiones, se puede definir la antinomia jurídica como aquella situación
que se verifica entre dos normas incompatibles, pertenecientes al mismo
ordenamiento y que tienen el mismo ámbito de validez (N. Bobbio, 1960: 90).

5.3.2. Criterios para la solución de las antinomias


Como hemos dicho, puede resultar inevitable el que surjan antinomias en el seno de
un determinado Ordenamiento jurídico, pero lo que convierte a ese Ordenamiento en
"coherente" es que, una vez detectadas esas antinomias, «I propio sistema puede
eliminarlas.

Si la antinomia es la colisión entre dos normas que son incompatibles, parece evi-
dente que la solución para hacer desaparecer la antinomia será la eliminación de
una de las dos normas incompatibles. El problema se plantea a la hora de
determinar cuál de esas dos normas debe ser eliminad*.
En el curso de la historia (ya hemos dicho que el problema de las antinomias esta ya
planteado en el Digesto) tanto la doctrina como la jurisprudencia han elaborado
distintas reglas pira la solución de lis antinomias. En la actualidad nos solemos
referir a cuatro de estas reglas o criterios:
1) El criterio cronológico.
2) El criterio jerárquico.
3) El criterio de especialidad
4) El criterio de competencia

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El criterio cronológico, formulado ya por el Derecho romano mediante el brocardo lex


posterior derogat anterior, parte de la identificación entre ley y voluntad del legisla-
dor. En ese sentido se entiende que en caso de contradicción debe prevalecer la
voluntad expresada mis recientemente, eliminándose la norma anterior, lo cual
parece bastante razonable, pues se entiende que se trata de la respuesta
actualizada al problema del que se trate. Este criterio tiene acogida en nuestro
Ordenamiento, en el Ordenamiento jurídico Español, cuando afirma que "Las leyes
sólo se derogan por otras posteriores" (articulo 2.2 del Código Civil).

El criterio de jerarquía, también expresado en ti brocardo Iex superior derogat infe-


rior, es una consecuencia de la estructura jerarquía del Ordenamiento jurídico y tiene
igualmente un sentido fácilmente explicable. La inferioridad d< una norma significa
una menor fuerza de su poder normativo respecto al poder normativo de la norma
superior Parece lógico que el poder normativo inferior no pueda contradecir lo
dispuesto por el poder normativo superior. Por lanío, en caso de contradicción debe
prevalecer lo dispuesto por la norma superior, eliminándose la norma inferior.
Este criterio está así mismo recogido en nuestro Ordenamiento, en el articulo 9.3 de
la Constitución, donde se garantiza el principio de jerarquía normativa, o de forma
mis concreta en el articulo 1.2 del Código Civil que establece que "Carecerán de
valides las disposiciones que contradigan otra de rango superior".

Mayor dificultad entraña la comprensión del tercero de los criterios referidos, el de


especialidad. Este criterio parte del reconocimiento de que existen dos tipos distintos
de leyes: las generales y las especiales Ley especial es aquella que segrega de una
norma una parle de su materia pata trasladada a otra que la trate de forma
específica, o si se prefiere aquella que sustrae a determinadas personas, bienes o
relaciones del ámbito de la regla general, sometiéndolas a una regulación especial,
propia.
En nuestro Ordenamiento jurídico, el Código Civil, el Código Penal o la Ley de En -
juiciamiento Criminal son ejemplos de Leyes generales: la Ley de Protección del
derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen, la Ley de
Arrendamientos Urbanos, la Ley del menor o la Ley del Tribunal del Jurado, lo son
de leyes especiales.
La existencia de estas leyes especiales se justifica bien por la conveniencia de
regular de forma singular una determinada materia o relación jurídica, bien por un
principio de equidad, expresado como el reconocimiento por parte del legislador de
que en determinadas ocasiones no puede Halarse a todo el mundo por igual, sino
que lo "justo" es tratar "de forma desigual a los desiguales", de forma especial a los
que son en algún sentido especiales. En el caso del Ordenamiento jurídico español

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hay que destacar la proliferación que en los diurnos tiempos ha habido de leyes
especiales. Si lo referimos, por ejemplo, al ámbito civil observamos que la gran
mayoría de las materias reguladas en el Código Civil (familia, sucesiones,
arrendamientos) lo han sido también en Leyes especiales, conviniendo al Código
Civil, en contra de su sentido original, en una norma supletoria, por aplicación del
entino de especialidad.
Después de esta necesaria explicación estamos en condiciones de concluir que el
recurso al principio de especialidad significa que ante una antinomia que implique »
un* ley general y otra especial, el criterio de solución será el de hacer prevalecer la
ley especial sobre la general.
Igualmente complejo resulta el cuarto de los criterios para resolver las antinomias, el
criterio de competencia. Este criterio, incorporado mis recientemente, parle de la
separación y distribución de competencias materiales entre distintos órganos del
Estado. Do-tintos órganos del Estado tienen reservado un ámbito material, cuya
regulación les compete en exclusiva. En el caso del Ordenamiento jurídico español,
la Constitución ha atribuido competencias malcríales distintas al Estado y a las
Comunidades Autónomas El articulo 149 establece cuáles son las materias sobre
cuya regulación tiene competencia exclusiva el Estado

Después de enumerarlas, el propio artículo 149 en su epígrafe 3 dice: "las materias


»o imbuidas expresamente al Estado por esta Constitución podrán corresponder a
las Comunidades Autónomas, en virtud de sus respectivo." Estatutos"
El conflicto, en este caso, se da cuando un órgano invade el ámbito competencia) de
otro órgano. En el caso español se da cuando el Estado regula materias cuya
competencia corresponde a las Comunidades Autónoma o viceversa, cuando una
Comunidad Autónoma regula materias cuya competencia corresponde al Estado La
solución, en aplicación del criterio de competencia, comiste en restablecer el
correspondiente ámbito competencial. Si una ley dictada por el Estado se contradice
con otra dictada por una Comunidad Autónoma, habrá que examinar cuál de las dos
leyes está refutando la materia sobre la que es competente y esa será la ley que
prevalezca.
Estos criterios se caracterizan por ser objetivos, es decir, basarse en elementos tác -
ticos, fácilmente comprobables sin que tenga que intervenir la apreciación subjetiva
o la valoración personal de quien debe aplicar el Derecho y, por tanto, elegir entre
las dos cormas contradictorias.
Sin embargo, puede haber situaciones en las que la aplicación de cualquiera de
estos criterios resulte insuficiente para resolver las antinomias. Una de esas
situaciones es la que acontece cuando la contradicción o el conflicto se plantean
entre los propios criterios.

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Las situaciones posibles en que se puede suscitar el conflicto entre criterios son seis
Conflicto entre el criterio jerárquico y el criterio cronológico. Se produce cuando de
las dos normas contradictorias, una de ellas es anterior a la otra pero al mismo
tiempo tiene un rango superior. La antinomia se plantea entre una norma que es
anterior y superior respecto a otra que es posterior e inferior. Si se aplica el criterio
jerárquico debe prevalecer la primera de las normas y si se aplica el cri terio
cronológico, la segunda.
Conflicto entre el criterio Je especialidad y el criterio cronológico. Cuando la
antinomia se plantea entre una norma que es anterior y especial respecto a otra que
es posterior y general. Si se aplica el criterio de especialidad prevalece la primera; si
se aplica el criterio cronológico, la segunda.
Conflicto entre el criterio jerárquico y el de especialidad. Cuando la antinomia se
plantea entre una norma que es superior y general respecto a otra que es infe rior y
especial. Si se aplica el criterio de jerarquía debe prevalecer la primera: si se aplica
el criterio de especialidad, la segunda.
Conflicto entre el criterio de jerarquía y el criterio de competencia. Cuando la
antinomia se plantea entre una norma que es superior e "incompetente" respecto a
otra que es inferior y -competente". Si se aplica el criterio de jerarquía debe
prevalecer la primera. Si se aplica el criterio de competencia, la segunda
Conflicto entre el criterio cronológico y el criterio de competencia. Cuando la
antinomia se plantea entre una norma posterior e "incompetente" respecto a otra que
es anterior y "competente". Si prevalece el criterio cronológico prevalecería la
primera; si prevalece el de competencia, la segunda.
Conflicto entre el criterio de especialidad y el criterio de competencia. Cuando la
antinomia se plantea catre una norma especial e "incompetente" respecto a otra que
es general y "competente". Si se aplica el criterio de especialidad, prevalece la
primera; si se aplica el de competencia, la segunda.
La solución a estas situaciones de conflicto entre criterios solo puede ser la de esta-
blecer una jerarquía entre los propios criterios. En este sentido, y aunque la mayoría
de los Ordenamientos jurídicos carece de una norma explicita que establezca un
principio de jerarquía entre los diferentes criterios, la doctrina suele reconocer un
cieno orden de prelación entre ellos.
Así, suele aceptarle que el criterio jerárquico debe prevalecer sobre los restantes. En
segundo término se aplicaría el criterio de competencia, en tercer lugar el de espe-
cialidad y en último lugar el criterio cronológico Siendo ésta la opción más aceptada,
no es en modo alguno unánime. Bobbio por ejemplo es partidario (salvo en el caso
del criterio de jerarquía al que coincide en dar un valor preeminente) de ponderar
cada caso concreto, dejando la solución al criterio de quien tiene que aplicar la
norma concreta, al criterio del juez.

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Igual solución, la ponderación en cada caso por parte de los órganos


jurisdiccionales, habría de aplicarse frente a otra de las situaciones posibles en la
que la utilización de los criterios referidos se manifiesta como insuficiente para
resolver las antinomias. Esta segunda situación, ciertamente extraordinaria pero no
imposible, se produciría cuando la contradicción surge entre dos normas que son las
dos el mismo rango jerárquico, pertenecen al mismo ámbito competencial, son
contemporáneas y ambas especiales (o generales). En este supuesto si parece que
la única solución tendría que venir dada por la ponderación llevada a cabo por el
juez respecto al caso concreto en el que se haya planteado
Ahora bien esa necesaria ponderación propone Bobbio que se haga desde un crite-
rio de justicia.
La antinomia entre criterios de solución de antinomias revela, en definitiva, que a
pesar de la armadura de reglas con las que la labor del jurista esta protegida contra
el peligro de la violación personal sobre lo que es justo e injusto, hay situaciones últi-
mas en las que la armadura no sirve, mis aún, estorba...

En este caso extremo – falta de criterio pata resolver los conflictos entre criterios – el
criterio de los criterios último de justicia. De esta forma, la respuesta del jurista se
une a la del hombre de la calle, según la cual entre dos normas incompatibles debe
prevalecer la mas justa (N. Bobbio. 1990: 353).

5.4. LA PLENITUD DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO

5.4.1. El problema de las “lagunas". Sus clases


Por plenitud de -un Ordenamiento jurídico se entiende la propiedad por la cual ese
Ordenamiento tiene una norma determinada para resolver cualquier controversia
que se le plantee Puesto que la ausencia de norma suele llamarse "laguna", plenitud
del Ordenamiento jurídico significa ausencia en el de "lagunas". En resumen, se dice
que un Ordenamiento jurídico es pleno cuando el juez puede encontrar una norma
para resolver cualquier caso que se le plantee, cuando no hay "lagunas" (N. Bobbio.
1960)

Como señala F. Carnelutti (1955) los problemas de coherencia en un Ordenamiento


jurídico son problemas por exceso de normas, en tanto los problemas de plenitud lo
son por defecto, por insuficiencia de normas. Incoherente es, por tanto, un
Ordenamiento en el cual existen tanto la norma que prohíbe un determinado
comportamiento, como la que lo permite. Incompleto, en cambio, es aquel en el que
no existe ni una norma ni la otra.

109
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Como hemos visto en los epígrafes anteriores, las características de unidad y cohe-
rencia son predicadas de forma unánime (aun cuando con diferentes enfoques)
como propias del Ordenamiento jurídico y necesarias para poder referimos a él
como un "sistema". Esa unanimidad, por contra, no se da en lo referente a la
característica de U plenitud.
De la plenitud como elemento del Ordenamiento jurídico se empieza a hablar en la
época medieval con la tradición romanística que considera en primer lugar que el
Derecho Romano es el Único Derecho que existe, y en segundo lugar que el
Derecho Romano Mía íntegramente recogido/está "completo" en el "Corpus iuris".
Pero cuando la característica de la plenitud alcanza la categoría de dogma es con el
positivismo estala-lista del siglo XIX, expresado en las grandes codificaciones que
tienen su origen en el Código Civil de Napoleón.

Se habla para referirse a esta posición de "fetichismo de la ley", haciendo referencia


a la convicción de que lodos los problemas encuentran su solución en la ley, enten-
dida como creación exclusiva del Estado. .
Sin embargo, pronto surgen reacciones lanío fíenle al fetichismo legislativo, cuanto
(rente a su consecuencia necesaria: el dogma de la plenitud del Ordenamiento. Un
ejemplo de esta reacción lo representa la comente llamada "del derecho libre" que
considera al Derecho como un producto de la sociedad y no sólo del Estado y que,
por tanto, no aparece recogido de forma exclusiva en los Códigos o en las leyes,
sino que se manifiesta como usos o costumbres sociales. Sus seguidores
consideraban, además, inútil el dogma de la plenitud. En su lugar sostenían que el
Derecho estatal, el Derecho basado en la ley, estaba plagado de lagunas que no
podían ser cubiertas por el propio Derecho legal (estatal), sino mediante el Derecho
libre (social).

En seguida contraatacaron los defensores del legalismo y del dogma de la plenitud


utilizando nuevos argumentos como el del "espacio jurídico vacío" (K. Bergbohm) o
el de "la norma general excluyente" (E. Ziulmann y D. Donati). La primera teoría sos -
tiene que no existen lagunas en el Ordenamiento jurídico sino que el Derecho regula
a través de sus normas sólo lo que quiere regular. Lo que no regula, a donde no
llega, no es una laguna, es un espacio jurídico vacío, intencionadamente vacío. Lo
que tiene, por lo lanío, el Ordenamiento jurídico es unos límites, no unas lagunas, y
esos límites no pueden ni debe traspasarlos.

La segunda teoría, la de la norma general excluyente, sostiene la plenitud del Orde-


namiento por la razón opuesta a la anterior, esto es, no porque no existan las
lagunas como allí se defendía, sino porque el Derecho no falla niñea, está siempre

110
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

presente. ¿Cómo esto posible? Esto es posible porque todos los comportamientos
no comprendidos o regulados por una norma funicular, expresa, estarían, sin
embargo, regulados por otra norma, una norma general, licita, que los declararía
permitidos o de libre disposición. Lo que no está prohibido por la norma particular
está permitido por la norma general. La norma particular es una norma explícita,
formalmente expresada. La norma general excluyente es, por contra, una norma no
formulad) expresamente, una norma licita, aunque igualmente válida.
Resumiendo, la primera teoría parte de una diferenciación entre lo que esta regulado
jurídicamente y lo que no lo esta, mientras que para la segunda, en cambio, lodo
está jurídicamente regulado; bien por una norma positiva positiva, explícita, bien por
una norma general no escrita, implícita.
En la actualidad, la mayor parte de la doctrina reconoce que a pesar de la
abundancia de normas jurídicas es muy difícil que estas hayan podido prever y
regular todas las posibles controversias que pueden suscitarse en el ámbito social
Parece, pues, inevitable que existan las llamadas lagunas No obstante, ese
reconocimiento no tiene porque contradecir la afirmación de la plenitud del
Ordenamiento jurídico.
La conciliación de ambas afirmaciones es posible si se distingue, como proponen
algunos autores, entre lagunas de la ley y lagunas del Ordenamiento jurídico (N
Bobbio. 1960). La plenitud del Ordenamiento no se identificaría entonces con la
inexistencia de lagunas, sino con la capacidad que el propio Ordenamiento tiene
para integrarlas, para solucionarlas en el caso de que aparecieran: con la capacidad,
en definitiva, para encontrar una respuesta a todas las controversias, aunque no
todas esas controversias tengan la respuesta expresamente regulada por una norma
jurídica El planteamiento es como se ve similar al que s< proponía respecto a las
antinomias: no se (rata de que no existan, se traía de que cuando cusían se pueda
resolver. Como ocurría allí, el problema se desplata hacia la búsqueda de entenas
para solucionar I» existencia, en este caso, de lagunas.

5.4.2. Criterios para solucionar las "lagunas". Heterointegración y


autointegración
Norberto Bobbio, siguiendo a Camelutti, señala que para completarse, para solucio-
nar la existencia de lagunas legales o normativas, un Ordenamiento jurídico puede
recurrir a dos métodos distintos: la heterointegración y la autointegración (N. Bobbio.
1960). El primer método consiste en utilizar criterios externos al propio
Ordenamiento jurídico, buscar la solución fuera del Ordenamiento. Utilizar el método
de heterointegración seria, por ejemplo, recurrir ame la inexistencia de normas
positivas al Derecho Natural, a los Ordenamientos de otros Estados o a la doctrina
de los autores.

111
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El método de autointegración consiste en "rellenar las lagunas" militando para ello


criterios del propio Ordenamiento jurídico. Los ejemplos más utilizados son los recur-
sos a la analogía y a los principios generales.
Dicho de un modo sumario y rápido
La analogía consiste en hecho al Hecho no regulado normativamente la norma
establecida para el hecho análogo u similar. Tras serían de este modo las
características generales del procedimiento analógico:
Ninguna norma contempla de una manera directa el caso planteado.
Hay una norma que contempla un supuesto distinto de tal caso.
Hay, sin embargo, semejanza o similitud (analogía) ente el supuesto de Hecho de
esa norma y el caso a decidir (L. Diez Picazo y A. Guitón. 1984: I 193)

Existe una coincidencia general en que la analogía es el procedimiento más


adecuado para integrar las lagunas, pero también en que es un recurso que debe
utilizarse con extremada prudencia En tal sentido, se dice que la semejanza o
similitud no puede ser una semejanza o similitud cualquiera, sino que tiene que ser
relevante. Igualmente, los Ordenamientos jurídicos suelen excluir el recurso a la
analogía en determinados supuestos: leyes penales, leyes excepcionales, etc.

El recurso a los principios generales constituye otro criterio de autointegración. Algu-


nos autores prefieren utilizar para referirse a este criterio el término -analogía iuris"
en contraposición a la analogía en sentido estricto (a la que nos acabamos de
referir) y que sería "analogía legis". La analogía iuris procede de forma distinta a i»
analogía estricta o analogía legis.

«No toma como punto de partida del razonamiento una sola norma, ni procede de lo
particular a lo particular, sino que, partiendo de una serie o de un conjunto de nor -
mal, trata de inducir de ellas un principio general del Derecho. El caso a decidir, aun-
que no sea igual a ninguno de leu supuestos de la normal del conjunto lomado en
consideración, puede, un embargo, ser igual al supuesto de hecho del principio
general inducido de ese conjunto- (L. Diez Picazo y A. Gullón, 1984: 194).
La "analogía iuris" procede de lo particular a lo general para luego aplicar lo general
obtenido a otro caso particular

El Ordenamiento jurídico español le pronuncia de forma clara y rotunda en favor del


carácter de plenitud. En la Exposición de Motivos del Decreto 1836/74, de 31 de
Mayo por el que se sanciona con fuerza de ley el texto articulado del nuevo Titulo
Preliminar del Código Civil, se dice:

112
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

«La formulación de un sistema de fuentes implica la exclusión de las lagunas del


Derecho. No ocurre otro lanío con las llamadas lagunas de la ley, que pueden darse,
siendo el medio mis idóneo y más inmediato de salvarlas la investigación analógica".
Esta declaración se complementa con lo dispuesto en el articulo 1.7 del propio
Código Civil que establece que "lo» Jueces y Tribunales tienen el deber inexcusable
de resolver en todo caso los asuntos de que conozcan, ateniéndote al sistema de
fuentes establecido.

A u t o e v a l u a c i ó n f o r m a t i v a Nº 05

Apellidos y Nombres: _____________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Que entiende por unidad del ordenamiento jurídico.


2. Que entiende por antinomias.
3. En que consiste el criterio de especialidad, para la solución de antinomias.
4. Que entendemos por plenitud dentro de nuestro sistema jurídico.
5. Explique la importancia de la argumentación jurídica en la producción de normas
jurídicas.

TRABAJO:
1. Plantear dos hipotéticos casos particulares (hecho y/o acto) concretos, para el
cual no exista una norma vigente que soluciona dicha controversia.

113
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

TEMA 06

CONCEPTOS JURIDICOS FUNDAMENTALES

ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se busca recordar, para un adecuado manejo de estos,
los conceptos jurídicos fundamentales que informan a todas las
demás materias tanto sustantivas como adjetivas. De tal modo,
analizaremos los conceptos de relación jurídica, deber jurídico,
derecho subjetivo, acto jurídico, sanción jurídica y otros.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
DEL HIERRO, José Luis. “Introducción al Derecho”, Editorial síntesis,
Madrid, 1997, paginas 169 – 195.

OTROS CONCEPTOS JURÍDICOS FUNDAMENTALES


6.1. Introducción
En la segunda mitad del siglo XIX surgió una corriente de pensamiento empeñada
en una comprensión científica del Derecho desde una perspectiva formalista para lo
cual intentó construir una serie de conceptos jurídicos, que llamarían
"fundamentales". Esta corriente conocida con el nombre de "Escuela de la
jurisprudencia de los conceptos" y cuyos principales exponemos fueron Zitelmann,
Binding, Jellinek o Ihering, trataba de determinar y sistematizar unos conceptos
jurídicos fundamentales a partir del estudio de las normas jurídicas, del Derecho
positivo.
En la actualidad, el tratamiento de los "conceptos jurídicos fundamentales" consti-
tuye una presencia imprescindible en los estudios de Teoría General del Derecho,
aunque analizados desde una perspectiva contraría a la que utilizó la escuela de la
jurisprudencia de los conceptos: en vez de partir de lo particular (la norma) par»
construir lo general (el concepto jurídico fundamental), se parte de los conceptos
generales para así comprender lo particular
A lo largo de los capítulos anteriores han ido apareciendo al tratar los diferentes
temas algunos de estos conceptos jurídicos fundamentales, conceptos que son
imprescindibles para comprender en todas sus dimensiones el fenómeno jurídico.
Pero es evidente que existen muchos otros conceptos que teniendo ese carácter
fundamental no han sido tratados hasta ahora r cuya ausencia en un estudio
introductorio del Derecho sería injustificable, pues privaría t los que pretenden
aproximarse a un conocimiento, bien general, bien propedéutico, de esta materia, de
alguno de tus elementos fundamentales. Se traía de conceptos que están en la base

114
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

sobre la que se construyen los sistemas jurídicos y que constituyen el fundamento


para la elaboración de otros muchos conceptos y de ahí su importancia. Los
conceptos jurídicos fundamentales de los que nos vimos a ocupar en este capítulo
son I» relación jurídica (dentro de ella nos ocuparemos de los conceptos de persona
y personalidad jurídica, capacidad jurídica y capacidad de obrar. Derecho subjetivo,
deber jurídico, obligación, negocio jurídico y contrato), la antijurídicas la sanción y la
responsabilidad.

6.2. La relación Jurídica


Hemos visto en uno de los capítulos iníciales que el Derecho existe en la medida en
que existe vida del hombre en sociedad Son Ut relaciones humanas, las relaciones
ínter-subjetivas las que dan sentido al Derecho, las que justifican su existencia,
porque el Derecho tiene como función la de regular determinadas relaciones
intersubjetivas.
La vida del hombre en sociedad en convivencia con los demás. La relación es, pues,
la forma de vida social de la persona. Existen en esa vida social multitud de
relaciones intersubjetivas, pero no todas las relaciones intersubjetivas son relaciones
jurídicas. Las relaciones de vecindad, de compañerismo, de amistad, no son
relaciones jurídicas. "Relaciones jurídicas son, solamente, las relaciones
intersubjetivas (esto es, las relaciones existentes entre dos o mas sujetos) reguladas
por normas pertenecientes al Ordenamiento jurídico" (G. Lumia. 1979:91).
Para que haya relación jurídica son necesarios, pues, dos requisitos: que exista un
vínculo entre dos o más personas y que ese vínculo se corresponda con una
hipótesis normativa.
En toda relación jurídica se pueden distinguir (res elementos: los sujetos entre los
que se establece la relación, la situación jurídica que cada uno de esos sujetos
adopta en la relación y. por fin, el objeto de la misma, la razón de ser del vínculo
constituido. Vamos a examinar a continuación cada uno de estos (res elementos.

6.2.1. Los sujetos de la relación jurídica


Los sujetos de la relación jurídica son aquellos que la pueden constituir válidamente.
Sujetos de las relaciones jurídicas son, con carácter general, las personas. Esta afir-
mación, cuya evidencia resulta a primera vista incontestable, debe ser objeto de una
serie de matizaciones y precisiones, porque el significado que el Derecho atribuye a
la palabra persona no es exactamente el mismo que el que te le atribuye en el
lenguaje ordinario o coloquial. Es necesario comentar señalando que el Derecho
otorga la consideración de persona, y por tanto la posibilidad de ser sujeto de las
relaciones jurídicas, no sólo a las personas que llamaremos físicas o naturales, sino
también a las denominadas personas jurídicas.

115
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

a) Las personas físicas


Aunque no siempre ha sido así, los Ordenamientos jurídicos modernos reconocen la
condición de persona a todos los hombres en razón de su misma humanidad.
Para el Derecho ser persona significa tener personalidad jurídica. La personalidad
jurídica de las personas físicas comienza con el nacimiento y finaliza con la muerte.
Sin embargo, los Ordenamientos jurídicos suelen establecer unos requisitos para
que el nacimiento y la muerte tengan efectos jurídicos y por lo tanto se adquiere y se
extinga la personalidad jurídica.
Respecto al nacimiento y cerniéndonos en el caso del Ordenamiento jurídico
español, nuestro Código Civil establece que "el nacimiento determinará la
personalidad" (artículo 29) pero añade a continuación que "para los efectos civiles,
sólo se reputará nacido el feto que tuviere figura humana y viviere veinticuatro horas
desprendido del seno materno" (artículo 30).
El requisito de la "figura humana" significa negar la condición de nacido y. por lo
tinto, su personalidad jurídica 'a efectos civiles", a quien no se le considera, por las
malformaciones físicas con las que ha nacido, como apto para sobrevivir. Se trata,
como podemos naturalmente deducir, de un juicio en el que se entremezclan los
aspectos médicos y los aspectos jurídicos y que sólo se produce en casos extremos,
donde esa (alta de aptitud para sobrevivir es absoluta e incuestionable.
El segundo requisito es el de la exigencia de un plato mínimo de vida extrauterina.
Cumplida la condición, la personalidad se entiende adquirida desde el momento del
nacimiento. Es en el caso de que el feto fallezca antes de ese plato cuando se le
tiene por no nacido y se le excluye de los efectos civiles de la personalidad.
Pongamos un ejemplo extremo para comprender mejor este requisito: un nacido
fallece a las cuarenta y ocho horas de vida extrauterina. Ese nacido es considerado
a efectos jurídicos civiles persona desde que nació hasta que murió. Puede, por
tanto, ser, por ejemplo, nombrado heredero; es, en general, titular de derechos y
obligaciones. Por contra si muere antes de las veinticuatro horas de vida extrauterina
no es considerado por el Derecho como persona y no puede, por tanto, ser titular de
derechos y obligaciones, no puede, por ejemplo, heredar.
Insisto una vez mis en que la ausencia de alguno de estos requisitos sólo tiene
virtualidad a efectos civiles y carece totalmente de ella en otros órdenes del
Derecho, como el penal.
La prueba del nacimiento es, en el Derecho español, la inscripción en el Registro
Civil. Sólo se inscriben en este Registro los nacimientos en los que concurran los
requisitos señalados. Los nacidos que no los hubieran cumplido se inscribirán en un
Registro especial llamado de "criaturas abortivas".
La inscripción en el Registro Civil da fe del hecho, fecha, hora y lugar donde se ha
producido, así como sexo y filiación del nacido.

116
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La regla general de que el nacimiento determina la personalidad tiene, no obstante,


una excepción "el concebido se nene por nacido para todos los efectos que le sean
favorables" (articulo 29).

Esta excepción, que tiene su origen en el Derecho Romano (nasciturus pro iam nato
habetur), tiene por finalidad proteger los intereses de la futura persona y que podrían
verse injustamente perjudicados, para lo que se permite que le sean aplicables las
consecuencias jurídicas que le sean favorables. El ejemplo clásico es el de los
derechos del póstumo en la herencia paterna De aplicarse rigurosamente la regla del
nacimiento como determinante de la personalidad, el póstumo aún no nacido
quedaría excluido de la herencia paterna al carecer de personalidad jurídica, lo que
perjudican'* gravemente sus intereses Para evitarlo se establece esta ficción jurídica:
se anticipan los efectos jurídicos como si ya hubiera nacido; es, en el ejemplo, un
heredero más
El único requisito que se determina para que surta efecto esta anticipación de la
personalidad jurídica es el de que el concebido nazca cumpliendo las condiciones
del articulo 30.
Si se cumplen esos requisitos se consolidan las consecuencias jurídicas que se
hayan producido a su favor. Si no se cumplieran dichas consecuencias quedarían sin
efecto.
La personalidad jurídica, que comienza con el nacimiento, "se extingue por la muer te
de lis personas" (articulo 32). La determinación de la muerte, así como sus causas,
es obviamente una cuestión que compele a la ciencia medica La regla general es
considerar muerto un organismo que tiene el corazón parado y la circulación y
respiración detenidas.

Sin embargo, el desarrollo de la práctica de trasplantes de órganos ha introducido


una importante excepción. De acuerdo con el Real Decreto de 22 de febrero de 1980
que aprueba el Reglamento de la Ley de 27 de octubre de 1979, sobre Extracción y
Trasplante de Órganos, para la extracción de aquellos órganos que exigen "estar
vivos" para ser trasplantados (corazón, riñones, hígado, etc.) el concepto de muerte
es el de "muerte cerebral" Cuando se comprueba la ausencia de respuesta cerebral,
la ausencia de respiración espontánea y la inactividad bioeléctrica (encefalograma
plano) del sujeto, aunque sus restantes funciones vitales se mantengan activas, se
le considera muerto y es posible extraerle sus órganos para ser trasplantados Por
tanto, en el Ordenamiento jurídico español coexisten los conceptos de muerte
"cardiaca" y muerte "cerebral".
La prueba oficial del fallecimiento de una persona es la inscripción de su defunción
en el Registro Civil, que da fe de la fecha, lugar y hora en que se produjo

117
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Al igual que ocurría con el comienzo de la personalidad, también su extinción puede


producirse en el Derecho español en virtud de un procedimiento singular y extraor-
dinario. Ese procedimiento es el que se conoce como "declaración de fallecimiento"
(artículos 193 y siguientes del Código Civil).
La declaración di fallecimiento se solicita ante el Juzgado de Primera Instancia
correspondiente, por "las personas interesadas" (herederos forzosos). Se trata de
declarar judicialmente el fallecimiento de una persona desaparecida. Procede la
declaración de fallecimiento bien en los casos de desaparición prolongada (cuando
han transcurrido diez años desde la desaparición o desde las últimas noticias
habidas del desaparecido o cinco artos, si al expirar dicho plazo el ausente hubiera
cumplido setenta y cinco años), bien en los casos en los que la desaparición se
hubiera producido en circunstancias que entrañan un riesgo cierto de muerte
(conflicto bélico, naufragio, accidente aéreo, riadas, inundaciones o cualquier otra
catástrofe natural o inducida) En estos últimos casos basta que hayan transcurrido
dos artos desde el evento en el que se produjo la desaparición.
Declarado el fallecimiento por el Juez, los efectos de dicha declaración son: la aper-
tura de la sucesión del declarado fallecido y la disolución del matrimonio si lo
hubiere.
Si después de la declaración de fallecimiento se presentase el desaparecido o se
pío-base su existencia, recuperará sus bienes en el estado en que se encuentren y
tendrá derecho al precio de los que se hubieren vendido o a los bienes que con este
precio se hayan adquirido.
Entre el nacimiento y la muerte, o la declaración de fallecimiento, las personas físi-
cas tiene personalidad jurídica La personalidad jurídica se manifiesta como una
capacidad para ser titular de derechos y deberes jurídicos y para poder ejercitarlos o
asumirlos. La capacidad para ser titular de derechos y deberes jurídicos se
denomina capacidad jurídica y la tiene toda persona natural o física, es inherente a
la personalidad jurídica. La capacidad para adquirir y ejercitar los derechos de los
que se es titular, o para asumir los deberes correspondientes se denomina
capacidad de obrar.
La capacidad de obrar no se corresponde exactamente con la capacidad jurídica;
una persona puede ser titular de un derecho y sin embargo no poder ejercitarlo.
Como señala Gastan, la capacidad jurídica supone una posición estática del sujeto,
mientras que la capacidad de obrar o de ejercicio denota una idea dinámica. De
acuerdo con esta concepción, la capacidad de obrar puede ser plena. cuando el
sujeto puede realizar por si mismo y con plena eficacia cualquier acto jurídico que
afecte a su propia esfera, o puede estar limitada o restringida, cuando no pueda
realizar por sí mismo con plena eficacia actos jurídicos, o al menos determinados
actos jurídicos.

118
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La ratón de que exista una capacidad de obrar incompleta está en que se sobreen-
tiende que para ejercitar derechos o asumir deberes, para realizar, en definitiva,
actos jurídicos, se requiere una inteligencia y una voluntad capaces, mientras que
hay personas que son, por razones diversas, incapaces de entender y de querer
Esas personas son titulares de derechos y deberes, pero no están en condiciones de
ejercerlos o de asumirlos personal y efectivamente por esa insuficiente capacidad
Pero el hecho de que una persona posea una capacidad limitada no significa un
abandono absoluto de sus intereses, sino que se recurre en ese caso a la institución
de la representación que permite que otras personas, determinadas por el
Ordenamiento jurídico, puedan ejercitar los derechos o asumir las obligaciones en
nombre e interés de quien no es plenamente capaz para hacerlo.
El principio general es el de que la capacidad de obrar se entiende siempre como
plena. Las limitaciones representan una excepción y deben ser reguladas normativa -
mente de forma expresa, sin que puedan inducirse o presumirse.
En el Ordenamiento jurídico español, las únicas limitaciones a la capacidad de obrar
de las personas físicas que se reconocen son la minoría de edad, la incapacitado
judicial y la declaración de prodigalidad.
La mayoría de edad está establecida por nuestra Constitución en los dieciocho años.
Antes de esa edad se es menor.
La minoría de edad se caracteriza por una restricción de la capacidad de obrar del
menor al entender que no puede gobernarse a si mismo, siendo sus representantes
legales (sus padres o su tutor) quienes ejercen su representación.
La ausencia de capacidad de obrar del menor es, sin embargo, gradual. Se puede
decir que carece totalmente de ella hasta tos catorce años A partir de esa edad se le
reconoce un campo de actuación, por mucho que sea limitado:

Puede contraer matrimonio con dispensa oficial, puede otorgar testamento puede
ser testigo en juicio, puede prestar su consentimiento para ser adoptado La
capacidad de obrar se amplía a partir de los dieciséis anos, pudiendo el menor
realizar los actos de administración ordinaria de sus bienes. La idea que subyace en
estas limitaciones a la capacidad de obrar del menor es la de su protección, de ahí
que los contratos que suscriba no son declarados radicalmente nulos, sino
meramente anulables si perjudican sus intereses, manteniéndose en cambio su
eficacia si son ventajosos para él.
En cuanto a la cuestión tic quién responde de las acciones u omisiones del menor
que causan danos a terceros, será objeto de estudio cuando nos refiramos a la
responsabilidad.

119
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Para concluir este aspecto de la minoría de edad es necesario referirse, siquiera de


pasada, a la emancipación La emancipación habilita al menor para regir su persona
y bienes como si fuera mayor. La emancipación puede tener lugar por matrimonio
del menor, por concesión de quien o quienes ejerzan la patria potestad (es necesario
en este caso que el menor tenga mis de dieciséis anos), o por concesión judicial si el
menor tiene más de dieciséis artos y la solicita por razones fundadas.
La emancipación produce la adquisición por el menor de plena capacidad de obrar
con dos Únicas excepciones: no puede lomar dinero a préstamo, ni gravar o
enajenar bit-oes inmuebles y establecimientos mercantiles o industriales u objetos
de extraordinario valor. Para hacerlo requiere el consentimiento de sus padres o de
su tutor.
La concesión de la emancipación se inscribirá en el Registro Civil.
La segunda limitación a la capacidad de obrar en el Derecho español es, como
hemos señalado, la declaración judicial de incapacitaron
Las causas de incapacitación son la apreciación por el Juez de la existencia de
"enfermedades o deficiencias persistentes de carácter físico o psíquico que impidan
a U persona gobernalle a si misma" (articulo 200 del Código Civil).
El procedimiento para obtener la declaración de incapacitación es el siguiente: pue-
den promover la declaración el cónyuge o descendientes y, en defecto de éstos, los
ascendientes o hermanos del presunto incapaz. También lo puede promover, de
oficio, el Ministerio Fiscal. La correspondiente demanda se presenta ante el Juzgado
de Primera Instancia competente (el del domicilio del presunto incapaz). Las panes
del proceso ion, de un lado quien hubiere promovido la declaración, y de otra el
Ministerio Fiscal (salvo que fuera él quien la hubiera promovido, en cuyo caso el
Juez designará un defensor del presunto incapaz) quien defenderá los intereses de
aquél a quien se pretende incapacitar.
El Juez examinará al presunto incapaz, oirá a sus parientes más próximos y practi-
cará cuantas pruebas (singularmente las periciales médicas) considere necesarias
para la resolución del procedimiento. Finalmente, y a la vista de dichas pruebas, en
la Sentencia declarará si procede o no la incapacitación solicitada; en caso
afirmativo, determinará su extensión y límites, así como el régimen de tutela al que
queda sometido el incapacitado. La incapacitación podrá ser total (afectando en ese
caso a las esferas personal, procesal y patrimonial del declarado incapacitado) o
parcial (si afecta sólo a alguno de los ámbitos). En cualquier momento del
procedimiento el Juez podrá acordar el internamiento del presunto incapacitado.
La declaración de incapacitación no es necesariamente definitiva. Si sobrevinieran
nuevas circunstancias, se podrá dictar una nueva resolución que deje sin efecto o
modifique el alcance de la incapacitación ya establecida.

120
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La declaración de incapacitaron conlleva, de forma inmediata, el establecimiento de


la furria del incapacitado. El propio Juez que ha declarado la incapacitación
nombrará un tutor que tiene como funciones la de representar al incapacitado y
administrar su patrimonio, así como procurarle alimentos y educarle, procurándole
una formación integral. El Juez, para nombrar tutor, está vinculado a un orden de
preferencia establecido en el artículo 234 del Código Civil. Así, preferirá:

Al cónyuge que conviva con el incapacitado.


A los padres,
A la persona o personas designadas por éstos en sus disposiciones de última vo-
luntad.
Al descendiente, ascendiente o hermano que designe el juez.
Sólo de manera excepcional y en resolución motivada podrá alterar este orden de
nombramiento.
El cargo tutelar es obligatorio, salvo que por motivos de edad, enfermedad, ocupa-
ción o ratones económicas, "resulte excesivamente gravoso" su ejercicio (articulo
251 del Código Civil).

La tutela se extingue, bien por fallecimiento del tutelado, bien por resolución judicial
que ponga fin a la incapacitación El tutor, al cesar en sus funciones debe rendir
cuentas justificadas de su gestión ante el Juez que le nombró.
Todo lo dicho hasta ahora referido a la tutela de los declarados incapaces es igual -
mente válido para la tutela de los menores no sometidos a la patria potestad, con la
única diferencia di que ésta se extinguirá cuando alcance el tutelado la mayoría de
edad o cuando el titular de la patria potestad la recupere.
La última de las limitaciones a la capacidad de obrar es la declaración de
prodigalidad.
La prodigalidad consiste en un comportamiento irregular y socialmente condenable
de una persona, que pone en peligro su propio patrimonio en perjuicio de deter -
minados familiares...este perjuicio consiste… en el peligro que corre la satisfacción
de los alimentos que perciban o puedan percibir aquellos familiares (L. Diez Picazo y
A. Gullón. 1984: 2S2)

De acuerdo con el Ordenamiento jurídico español están obligados recíprocamente a


darse alimentos los cónyuges, los ascendientes y los descendientes. Por tanto, si un
cónyuge o un padre o un hijo dilapidan su patrimonio poniendo en peligro los
alimentos que están obligados a dar al otro cónyuge o a los hijos o a los padres,
éstos pueden pedir la declaración de prodigalidad de aquél o aquéllos.

121
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

La declaración de prodigalidad la acuerda el Juez de Primera Instancia competen te,


después de un juicio, igual que el de incapacitación, contradictorio Como en aquél,
es el Ministerio Fiscal quien defiende los intereses del presumo pródigo La
Sentencia ' determinará si ha lugar a la declaración y en caso afirmativo cual es su
extensión y limites, aunque sólo puede afectar a la esfera patrimonial del declarado
pródigo. A continuación el Juez designará un curador que intervendrá en aquellos
actos determinados en la Sentencia que el pródigo no pueda realizar sin su
consentimiento.
Fuera de estas tres limitaciones (minoría de edad, declaración judicial de incapaci-
tación y declaración judicial de prodigalidad) las personas físicas o naturales tiene
plena capacidad jurídica y plena capacidad de obrar, tienen plena personalidad
jurídica: Pueden, por tanto, ser sujetos de cualquier relación jurídica.

b) Las personas Jurídicas


Las personas físicas o naturales no son las únicas que pueden ser sujetos de una
relación jurídica. Los Ordenamientos jurídicos otorgan esa posibilidad a
determinados entes a tos que para distinguirlos de las anteriores se les denomina
"personas jurídicas".
En la vida social vemos que es frecuente encontrarnos supuestos en los que una
serie de personas se agrupan para conseguir un fin común a todas ellas o en los que
una persona dispone que sus bienes se desunan a una finalidad social determinada.
Ambas situaciones forman parte de lo que podríamos llamar la naturaleza social del
hombre. Algunos de estos supuestos se desarrollan permaneciendo al margen en
del Derecho; sin embargo, oíros precisan o se les reclama uní significación jurídica.
La respuesta que da el Derecho es la de reconocer a esa agrupación de personas, o
a esos bienes, personalidad jurídica; tratarles como si fueran persona* físicas, de
modo que puedan ser titulares de derechos y deberes jurídicos y que los puedan
ejercitar o asumir. La denominación que reciben es la de personas jurídicas.
Las personas jurídicas, por lanío, se pueden definir como:
las realidades sociales a las que el Estado (el Derecho) reconoce o atribuye indi -
vidualidad propia, distinta de la de sus elementos componentes, para ser sujetos de
derechos y deberes y coa capacidad de obrar en el tráfico jurídico por medio de sus
órganos o representante» (L. Díez Picazo y A. Guitón, 19S4:540).
Aunque se ha discutido mucho acerca de la naturaleza dé las personas jurídicas, si
eran una ficción (Savigny), organismos naturales (Gierke), instituciones (Hauríou),
productos del orden jurídico (Ferrara) o construcciones lógicas (Han), carece de
sentido en este momento entrar en la consideración de cada una de estas teorías
que quedan así simplemente enunciadas

122
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Lo relevante es que sea cual sea su naturaleza, lodos los Ordenamientos jurídicos
sin discusión reconocen la existencia de, las personas jurídicas, otorgándolas
personalidad jurídica, u decir, capacidad jurídica y capacidad de obrar. Eso si, cada
Ordenamiento, luego, establece cuites son las condiciones y el alcance de dicho
reconocimiento.
Por lo que se refiere al Ordenamiento jurídico español es una vez mis en el Código
Civil donde se regulan, si bien de manera extremadamente sumaría, las personas
jurídicas. En su artículo 35 se establece:
•Son personas jurídicas:
Las corporaciones, asociaciones y fundaciones de Interés publico reconocidos por la
ley
Las asociaciones de interés particular, sean civiles. mercantiles o industriales. A las
que la ley conceda personalidad propia, independiente de cada uno de los asociados

Esta clasificación plantea algunos problemas. En primer lugar, se contraponen como


personas jurídicas distintas, las Corporaciones. Asociaciones y Fundaciones, pero
no se dice cuales son las características de unas y otras, ni aparecen definidas. Por
otra parte tampoco se establece cuál es la diferencia entre interés público e interés
particular. A iodo ello habría que añadir que la doctrina en general y la mayoría de
los otros Ordenamientos jurídicos, sólo distinguen dos clases de personas jurídicas:
las asociaciones (también llamadas corporaciones) y las fundaciones (también
llamadas instituciones); no diferencian, pues, entre Asociaciones y Coloraciones.
¿Cómo debe, entonces, interpretarse la enumeración del Código Civil? Parece exis-
tir un acuerdo general, doctrinal y jurisprudencial, en que las Corporaciones y las
Asociaciones son básicamente iguales. Ambas son agrupaciones de personas que
se reúnen y organizan para alcanzar un fin común.
De ellas se diferenciarían las Fundaciones que estarían constituidas por un conjunto
de bienes destinados a alcanzar un fin determinado. En las Corporaciones y Aso-
ciaciones prevalecería el elemento personal, en tanto en las Fundaciones
prevalecería el elemento patrimonial.
Siendo así, la distinción entre Corporaciones y Asociaciones quedaría limitada,
entonces, a un elemento puramente formal. Las Corporaciones tienen que ser
creadas o reconocidas por ley, en tanto la creación de las Asociaciones sólo requiera
la voluntad de sus miembros integrantes
En cuanto a la diferencia entre interés público e interés particular, se viene
entendiendo que son de interés público aquellas personas jurídicas que no tienen
como finalidad propia y inclusiva el lucro o la ganancia, en tanto las de inicies
particular serían las que tuvieran esa finalidad

123
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El Código Civil excluye de la consideración de personas jurídicas a las Corporacio-


nes y Fundaciones que tengan sólo interés particular, en tanto admite a las
Asociaciones lanío de interés público, como de interés particular.
Las Corporaciones son, pues.
Grupos de personas organizadas en el interés común de todas ellas y con la
participación de las mismas en su administración... creadas o bien directamente por
Ley caso por caso, o bien por resolución administrativa que opera en el cuadro de
una Ley reguladora de {eneros corporativos concretos» (E. García de Enterria y T. R.
Fernández. 1993:369 y 378).

El ejemplo más claro de Corporaciones lo constituyen las distintas Administraciones


públicas, la central, las autonómicas y las locales o municipales. Junto a ellas se
encuentran las que un relevante sector doctrinal ha llamado "Corporaciones
sectoriales de base privada", es decir, corporaciones públicas por su composición y
organización, que, sin embargo. Llevan a acabo una actividad que es esencialmente
privada. Es el caso de los Colegios Profesionales, las Ornaras de Comercio, las
Mutualidades de Funcionarios, etc.
Como se ha dicho, las Corporaciones deben ser creadas o reconocidas por Ley y es
la Ley de creación o reconocimiento la que establecerá sus elementos, su
organización, sus objetivos y so funcionamiento
Las Asociaciones pueden ser de interés público o de interés particular Ambas son
consideradas personas jurídicas, tienen por tanto personalidad jurídica. Las
Asociaciones de interés público son aquellas que no tienen como finalidad propia y
exclusiva ánimo de lucro.

La Conjunción en su articulo 22 reconoce el derecho de asociación, con las únicas


excepciones Je la> asociaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados
como delito, las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar. Su régimen
general está regulado por la Ley 191/1964, de 24 de diciembre, de Asociaciones Los
ejemplos más (recuentes son las que tienen finalidad cultural, recreativa o
asistencial. Sería el caso de las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) Hay,
además. Asociaciones de interés público que se rigen por normas especiales, así las
Asociaciones sindicales (Ley Orgánica 11/1985. de 2 de agosto de Libertad Sindical),
las Asociaciones políticas (Ley 54/1978. de -4 de diciembre, de Partidos Políticos) o
las Asociaciones religiosas (Ley Orgánica 7/1980, de 5 de junio, de Libertad
Religiosa).
Todas ellas tienen la obligación de inscribiste en el Registro de Asociaciones y es la
inscripción la que determina su condición de persona jurídica.

124
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Las Asociaciones de interés particular, las que tienen ánimo de lucro, pueden ser
civiles, mercantiles o industriales. Su ejemplo más significativo son las sociedades
mercantiles de diversas clases: Sociedades Anónimas. Sociedades de
Responsabilidad Limitada, etc., cada una regulada por su propia ley específica (Ley
del Régimen jurídico de las Sociedades Anónimas; Ley del Régimen jurídico de las
Sociedades de Responsabilidad Limitada).
Su funcionamiento se rige por sus propios estatutos y por los acuerdos viudamente
adoptados por su Asamblea General y sus Órganos directivos.
Las Sociedades y las restantes Asociaciones de interés particular deben inscribirse
en el correspondiente Registro (Registro Mercantil. etc.), siendo su inscripción la que
determina su personalidad jurídica

La última de las personas jurídicas enumeradas por el Código Civil es la Fundación.


La Fundación (o institución) es, como hemos señalado anteriormente, un conjunto
de bienes o de medios materiales y personales afectados por el fundador o
fundadores a un fin determinado, del que está excluido el ánimo de lucro. La
Constitución reconoce el "derecho a la fundación para fines de interés general, con
arreglo a la Ley" (articulo 34).
Un sector de la doctrina ha distinguido entre Fundaciones publicas y Fundaciones
privadas, siendo publicas aquéllas en que "el fundador no es fugaz, no es mortal, no
desaparece; es una Administración territorial" (E. García de Enterria y T. R.
Fernández. 1993: 370). Seria el cajo de los Institutos Públicos (Nacional de la
Seguridad Social. Nacional de Industria, de Crédito Oficial. Nacional de Estadística,
etc.) o de los Institutos Universitarios o de los del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
Públicas o privadas, lis Fundaciones nacen en virtud de una declaración de voluntad,
individual o colectiva, de constituirla, dotándola de los bienes y recursos con los que
cumplirá el fin establecido. Tienen que ser inscritas en el Registro de Fundaciones,
estando condicionada la adquisición de la personalidad jurídica a dicha inscripción.
Un* vez que hemos visto las distintas clases de personas jurídicas que reconoce
nuestro Ordenamiento jurídico, debemos pasar ahora a estudiar cuáles son sus
competencias, cuál es su capacidad. Lo primero que es preciso señalar es que en el
caso de las personas jurídicas la capacidad jurídica se corresponde con la
capacidad de obrar y que se trata de una capacidad plena. "Las personas jurídicas
pueden adquirir y poseer bienes de todas clases, así como contraer obligaciones y
ejercitar acciones civiles o criminales, conforme a las leyes y reglas de su
constitución" (articulo 38 del Código Civil). Es preciso, sin embargo, matizar el
aspecto relativo a la responsabilidad de la personas jurídicas, pero eso lo haremos
cuando hablemos de la responsabilidad, en un apartado posterior.

125
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

6.2.2. Las situaciones jurídicas subjetivas


Hemos señalado anteriormente que toda relación jurídica es, por definición, ínter-
subjetiva. Los sujetos de una relación le encuentran, además, en una situación
jurídica, determinada. La situación jurídica es, pues, la posición que cada sujeto
ocupa en la relación jurídica Uno de ellos es quien tiene la obligación de llevar a
cabo un determinado comportamiento; se le denomina sujeto pasivo y se dice que
tiene un deber jurídico o que es titular de un deber jurídico. El otro sujeto es quien
tiene la facultad de exigir una cierta conducta por parle del sujeto pasivo. Se le
denomina sujeto activo y se dice que es titular de un derecho subjetivo. Hay, como
se ve, dos tipos de situaciones jurídicas: las que imponen deberes (situaciones
jurídicas pasivas) y las que atribuyen poderes o derechos (situaciones jurídicas
activas). Deber jurídico y derecho subjetivo son, por lo tanto, las dos nociones claves
(vara explicar las situaciones jurídicas subjetivas. Vamos a analizar cada una de
ellas.

a) El deber jurídico
El deber jurídico se corresponde con la situación del sujeto pasivo de la relación jurí-
dica. Estamos ante un concepto jurídico fundamental sobre el que, sin embargo, ha
existido y se mantiene una profunda controversia doctrinal. Se trata, como veremos,
de un debate que hunde sus raíces en la famosa polémica acerca de la
diferenciación entre Moral y Derecho y, por lo lanío, en los orígenes de la
modernidad.
Para los primeros teóricos de la diferenciación entre ambos órdenes normativos el
deber moral te calificaba como una obligación interna (de la conciencia), en lanío el
deber jurídico se presentaba como una obligación externa (coactiva). Esta
concepción, iniciada por autores como Pufendorf o Thomasius, llegará hasta Kant
que la reelabora con la formulación de la autonomía o>l deber moral y la heteronimia
del deber jurídico. Los deberes (tanto jurídicos cuanto morales) se conciben además
en esta época con un carácter negativo. El "deber" siempre es de "no hacer algo", de
abstenerse de realizar alguna acción.
Este carácter negativo del deber se transforma con la aparición de las teorías
contractualistas. El "deber" pasa a ser "estar obligado a hacer algo", a comportarse
de un modo determinado. El ejemplo más claro lo encontramos en las cláusulas del
propio contrato social, el que permite el paso del estado de naturaleza al estado civil.
El soberano, en el marco del pacto o contrato, tiene el deber jurídico de gobernar, en
tanto el ciudadano tiene el deber jurídico de obediencia.
Al igual que ocurrió con los derechos de los ciudadanos, también sus deberes se
constitucionalizaron apareciendo formulados de manera explícita en diversos textos
como la Constitución francesa de 1795. En esa misma línea las modernas

126
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Constituciones como la española de 1978 recogen los deberes fundamentales de los


ciudadanos y de los poderes públicos.
Los problemas comienzan a la hora de determinar el concepto y la estructura de los
debe res jurídicos.
En una primera aproximación podemos decir que el concepto de deber jurídico está
indisolublemente asociado a la norma jurídica. La mayoría de los autores, desde
Benham o Austin hasta Kelsen o Han, desde Recasens hasta Peces Barba o Garrió,
consideran que el deber subjetivo lo es "sólo y exclusivamente porque existe una
norma de Derecho positivo que así lo determina" (L. Recasens Sienes. 1974:128),
que el deber jurídico para serlo "tiene que estar reconocido por una norma
perteneciente al Ordenamiento" (G. Peces Barba, 1993: 394). "El deber jurídico no te
concibe fuera de la norma jurídica. El deber jurídico es simplemente la norma de
derecho en su relación con el individuo” (H. Kelsen, 1969: 69). La norma jurídica (el
Derecho objetivo) valida parí todas las personas se convierte en deber jurídico
subjetivo de una determinada persona.

En efecto, el jugador en juegos de azar jurídicamente prohibidos, no tiene el deber


jurídico de pagar sus deudas; no existe, al tratarse de juegos ilegales, ninguna
norma jurídica que le obligue a hacerlo. Podrá hablarse de una obligación social o.
incluso, moral, pero no de un deber jurídico. Por contra, el deudor en una relación
jurídica convencional, si tiene el deber de pagar la deuda contraída, porque el
artículo 1.170 del Código Civil (en el caso del Derecho español) así lo determina.
Dicha norma establece un deber genérico, aplicable a lodos los que suscriban un
contrato de préstamo. Ese deber genérico se transforma, en la relación concreta, en
un deber subjetivo.
Más discutida y discutible resulta la vinculación del deber jurídico a la sanción. Para
autores como Kelsen solo existe deber jurídico si la conducta opuesta tiene prevista
una sanción. Para el, decir que una persona está obligada jurídicamente a realizar
una determinada conducta equivale a decir que si realiza la conducta contraria le
debe ser aplicada una sanción. Si no hay sanción establecida, no hay deber jurídico.

Esta posición es coherente con el planteamiento general del autor de la "Teoría Pura
del Derecho", pues, como recordamos. Kelsen identifica el Derecho con la coacción
y niega el carácter jurídico a las normas que no contengan una sanción. Por lanío, al
identificar deber jurídico con norma, está identificando deber jurídico con sanción. En
eje sentido, según él, no se puede definir el deber jurídico sin la remisión a la noción
de fuerza socialmente organizada (sanción). "Sólo existe el deber de hacer X, si
hacer no X lleva, si aparejada una sanción."

127
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Esta posición ha sido criticada o matizada desde diferentes puntos de vista. Como
vimos en el Capítulo Sexto, dedicado a la norma jurídica, es indiscutible que no
todas las normas jurídicas llevan aparejada una sanción para el caso de
incumplimiento. De la misma macera, resulta incuestionable que existen múltiples
situaciones jurídicas calificadas como deberes jurídicos cuyo incumplimiento no
conlleva sancionar
Atribuir al Derecho como única función la de ordenar o prohibir determinados actos o
comportamientos es, por otra parte, una visión que se corresponde con un modelo
de Estado, el Estado liberal. Por contra, en el Estado social y democrático, modelo
de Estado que consagra la Constitución española en su articulo primero, el Derecho
no sólo asume funciones garantistas y represivas, sino también, y
fundamentalmente, funciones positivas de promoción y redistribución. En este
sentido, los deberes jurídicos no serian solo negativos, serían también, y sobre lodo,
positivos. Estos deberes positivos si son cumplidos reciben una respuesta también
positiva y sin embargo sin cumplimiento carece de sanción.
Por otra parle, como señala Peces Barba, existen deberes cuyos titulares no pueden
ser sancionados en el sentido clásico del término. Así, por ejemplo, el Gobierno tiene
la obligación de presentar los Presupuestos Generales del Estado ante las Cortes
Generales mies del día 1 de octubre de cada arto, pero si no lo hace no es
sancionado, podrá existir una responsabilidad política, pero nunca una
responsabilidad jurídica.
Especial mención merece la crítica de Hart a las teorías que, como la kelseniana,
identifican deber jurídico con coacción institucionalizada (sanción).
Hart coincide con la doctrina general en vincular deber jurídico y norma jurídica. Su
discrepancia con la teoría de Kelsen está en que no considera que el elemento fun-
damental del Derecho sea la coacción. Para aclarar su postura Hart establece la
distinción entre "ser o verse obligado" y "tener obligación". Si una persona es
asaltada por un ladrón y le entrega su dinero, nadie podrá decir que esa persona
"tenia la obligación" de entregárselo. Diremos que "lúe obligado o que se vio
obligado" a hacerlo. Para Hart, el enunciado "se vio obligado a entregar el dinero" se
basa en un elemento psicológico. Se cumple el mandato por temor, o por razones
estratégicas o de prudencia En cambio, en el enunciado tenia la obligación de
hacerlo", resulta indiferente el elemento psicológico. La obediencia al Derecho no
viene determinada por su coercibilidad. Se comparten ciertas normas, ciertas pautas
de comportamiento, y por eso se asume su carácter obligatorio La aceptación de las
normas es producto de una actitud consciente y reflexiva ante ellas y no del temor o
la prudencia. El deber jurídico surge, así mismo, de esa convicción interior y no de
factores o elementos externos, que son, continúa diciendo Hart, insuficientes e
innecesarios para fundamental la obligatoriedad del Derecho.

128
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A modo de resumen y siguiendo el planteamiento que sobre el lema hace Peces


Barba, podemos concluir que «I deber jurídico existe con independencia de otros
deberes, especialmente del deber moral: que el deber jurídico es el único relevante
para el Derecho y se basa exclusivamente en una norma de Derecho positivo;
finalmente, se puede decir que normalmente los deberes jurídicos llevan aparejada
la imposición de una sanción para el caso de su incumplimiento, pero que esto no es
siempre así, tanto porque e visten deberes positivos, cuanto porque existen deberes
jurídicos cuyo incumplimiento no determina respuestas jurídicas.

Las relaciones jurídicas pueden ser de muy diversa índole: así, por el orden jurídico
en el que se desenvuelvan podemos distinguir entre relaciones de carácter o
naturaleza administrativa, civil, mercantil o laboral. El deber jurídico, que no es sino
un elemento de esa relación que hace referencia a la situación en ella de uno de los
sujetos, variará en función del carácter o naturaleza de la relación jurídica en la que
se manifieste Así existirán deberes jurídicos de las Administraciones y de los
administrados, de los sujetos contratantes; de los {esteres, de los socios o de los
accionistas. de los trabajadores o de los empresarios. Existen, además, deberes
jurídicos que tienen su origen en una relación jurídica, o al menos en uní relación
jurídica explícita, pero también existen deberes genéricos como el deber, tanto de
los particulares como de los poderes públicos, de respetar los derechos
fundamentales de las personas, O el deber de la Administración de "servir con
objetividad los intereses generales y actuar de acuerdo con los principios de eficacia,
jerarquía, descentralización, desconcentración y coordinación, con sometimiento
pleno a la Ley y al Derecho" (articulo 103. CE).

A todos esos deberes jurídicos les son aplicables las notas que hemos señalado con
carácter general respecto a su concepto y estructura. Todos tienen en común la idea
de obligación. En toda relación jurídica hay un sujeto o unos sujetos (personas
tísicas o personas jurídicas) que están obligados a realizar determinados actos, a
comportarse de una manera determinada, porque existe una norma jurídica que así
lo establece y en la mayoría de los casos si el sujeto actuará o se comportara de
manera contraria podría ser sancionado por ello.

b) El derecho subjetivo
El derecho subjetivo se corresponde con la situación del sujeto activo de la relacen
jurídica. Si, como hemos visto, el sujeto pasivo tiene el deber de comportarse de una
manera determinada, el sujeto activo tiene la facultad o el poder respecto a aquél
para que se comporte de dicha manera.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Como ocurría con el deber jurídico, el derecho subjetivo se plantea para la Teoría
General del Derecho como una noción de extraordinaria importancia, pero al tiempo
de una también extraordinaria dificultad a la hora de determinar su concepto, su
estructura y su significación, lo que explicaría las diferentes posiciones doctrínales
que se han manifestado al respecto.
Históricamente, el término "derecho subjetivo" surge, como el de "deber jurídico", en
la Edad Moderna y en el contexto que hará posible la aparición del Estado como la
forma moderna de expresión del poder político.
Se abre paso, poco a poco, la convicción de que los individuos tienen unos derechos
innatos, interiores a la ley y que ninguna autoridad política o espiritual, ni ningún otro
individuo, puede anular o constreñir. Esta tesis será aprovechada por los teóricos del
contractualismo, que establecerán como uno de los elementos esenciales del
contrato el que la finalidad del Estado y del Derecho es la de garantizar y proteger
esos derechos individuales.
La irrupción en el ámbito del pensamiento jurídico del positivismo supondrá un cam -
bio importante en la consideración de la naturaleza de los derechos subjetivos.
El positivismo no se opone a la idea de que existan unos derechos inherentes a la
persona humana, pero esos derechos serán sólo "derechos morales" en tanto no
sean reconocidos por el Estado. Para poder hablar con propiedad de derechos
subjetivos jurídicos, es necesario que aparezcan recogidos como tales en normas
jurídicas positivas.
La doctrina acerca de los derechos subjetivos encuentra su primera gran formulación
con la teoría de la voluntad, cuyos máximos exponentes son F. C. von Savigny y
Bemard Windscheid. El derecho subjetivo te concibe para esta teoría como un
"señorío del querer", como un "poder de la voluntad" para actuar o comportarse de
una manera determinada sin obstáculos o injerencias externas.

En cuanto a su relación con el derecho objetivo, para Savigny las normas jurídicas
positivas tienen corno finalidad exclusiva la de establecer los límites dentro de los
cuales la voluntad del individuo puede moverse libremente, en tanto que para
Windscheid no hay derecho subjetivo sin norma jurídica positiva que lo reconozca,
con lo que para él, el derecho subjetivo es el poder de la voluntad de la persona para
obrar de conformidad con el derecho objetivo, con las normas positivas, que le
tutelan y protegen.
En cualquiera de los dos casos se define una esfera de autonomía personal protegi-
da de cualquier agresión de otros sujetos o del Estado Surge así la teoría del
derecho subjetivo como "voluntad juridicamente protegida".

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A esta teoría se le ha objetado fundamentalmente el ignorar que se pueden tener


derecho con independencia de la voluntad de su titular. Hemos visto que hay
personas desprovistas de voluntad o con su voluntad disminuida (incapacitados,
menores de edad) que sin embargo conservan determinados derechos. Por otra
parte, identificar derechos subjetivos con voluntad supone ignorar que existen ciertos
derechos que son irrenunciables o inalienables (Diana T. Meyers, 1988), por ejemplo
el derecho a la vida, a la libertad, a la educación o el derecho que asiste al
trabajador de ser dado de alta en la Seguridad Social). La voluntad es, sin duda un
elemento del derecho subjetivo, pero no el único, ni Siquiera el más relevante.
Como oposición a la teoría de la voluntad surgió la llamada teoría del interés
jurídicamente protegido, formulada inicialmente por lheríng. Para Ihering la teoría de
la voluntad no sólo "prepara y conduce a la servidumbre", también olvida el elemento
fundamental de la relación jurídica que es el "interés". La voluntad sin interés es
fuerza pura, mero "orgullo de ser obedecido".
Parte Ihering de su concepción (ya estudiada en el Capítulo Segundo de este libro)
de la sociedad y del Derecho basada en el conflicto de intereses. La sociedad es
conflicto de intereses y el Derecho es la regulación de los intereses en conflicto.
Desde esta perspectiva el derecho subjetivo se constituye para él a partir de dos
elementos

«uno substancial que reside en el fin practico del Derecho, que produce la utilidad,
las ventajas y ganancias que esto aseguran; otro formal, que se refieren a ese fin
unicamente como medio, a saber: protección del derecho, acción de la justicia. Este
es el fruto y aquel la envoltura o cascara protectora... La seguridad jurídica del goce
es la base jurídica del derecho. Los derechos son intereses jurídicamente protegidos
» (R. Von Ihering: "El espírilu del Derecho romano en las diversas faces de su
desarrollo”. versión española de Enrique Principe y Salorres; Librería Editorial de
Bailly-Bailliere e Hijos. Madrid (sin fecha), Tomo IV: 265).
Aunque la teoría de Ihering presenta aspectos de indudable interés, no supera cier-
tas objeciones, no siendo la menor de ellas la de que no todos los. derechos
subjetivos se corresponden con un interés personal, en tanto existen intereses
personales que no están protegidos jurídicamente. Como se Atienza,

“el Derecho trata de oponerse algunos de esos intereses estableciendo prohibi-


ciones (es decir, calificando ciertos comportamientos como ilícitos) y sanciones, o
atribuyendo a determinados sujetos la posibilidad (el derecho subjetivo) de «afectar
intereses de los otros» o, si se quiere, de percibir el propio interés prescindiendo del
de los demás. A otros intereses no les presta sencillamente atención. Y hay una
tercera categoría de intereses (de intereses legítimos) a los que les concede una

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protección limitada. Tener un interés en este ultimo sentido significa, pues, algo
menos que tener un derecho subjetivo, y de ahí que en ocasiones se haya llegado a
atribuir intereses a seres (como los animales) a los que no se reconoce corno
sujetos de Derecho, esto es, como titulares de derechos subjetivos (M Atienza. 1993:
43)
La razón de la insuficiencia de estas teorías (de la voluntad y del interés) acerca del
fundamento del derecho subjetivo pueden encontrarse, sin duda, en haber ignorado
la diversidad y heterogeneidad de situaciones que se incluyen en la denominación
común de "derechos subjetivos" y que hace inútil e imposible el tratar de reducir a un
único concepto.
Tener un derecho significa, efectivamente, como hemos señalado. ocupar una
posición activa, favorable, en el marco de una relación jurídica. Pero esa posición
activa puede ser muy vanada y diversa. Lo vemos examinando diversas expresiones
que se utilizan de forma habitual en nuestra vida cotidiana: "Tengo derecho a
expresar mis opiniones", "tengo derecho a profesar las creencias que estime
adecuadas", "tengo derecho a vestir en la forma que quiera", "tengo derecho a que
el Estado me pague una pensión de jubilación", "tengo derecho a que el empresario
me pague Las horas extraordinarias trabajadas", "tengo derecho a que se me
devuelva la cosa prestada".
Pues bien, en lodos esos ejemplos se observa que utilizamos la misma expresión,
"tengo derecho", pero se hace en sentidos diferentes. Cuando decimos: tengo
derecho a expresar mis opiniones, a profesar las creencias que estime adecuadas o
a vestir en la forma que quiero, estamos utilizando el término "derecho a" en el
sentido de libertad, como una esfera o un ámbito de libre actividad que debe ser
respetado por lodos los demás (particulares y poderes públicos), que "no tienen
derecho" a obstaculizarlo o impedirlo.
En cambio, cuando decimos: tengo derecho a que el Estado me pague la pensión de
jubilación, a que el empresario me abone las horas extraordinarias trabajadas o a
que se me devuelva la cosa prestada, utilizamos «I término "derecho a" como
sinónimo de pretensión, como la facultad de exigir a otra persona el cumplimiento de
un deber jurídico.
En esta línea, el jurista estadounidense W. N. Hohfeld distinguió cuatro diferentes
sentidos de la expresión "derecho subjetivo", caracterizando a cada uno de estos
sentidos por sus sentidos jurídicos correlativos Esos cuatro sentidos son:
1) Derecho subjetivo como libertad (privilegio). Una persona tiene la liberta de hacer
aIgo cuando los demás no tienen derecho a impedirlo.
2) Derecho subjetivo como pretensión (derecho subjetivo en sentido estricto) Una
persona tiene una pretensión frente a alguien cuando ese alguien tiene el deber de
satisfacer la pretensión.

132
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3) Derecho subjetivo como potestad (competencia) Una persona tiene potestad o


competencia frente a otro que está en la situación de sujeción jurídica respecto al
primero. Los jueces tienen la potestad de dictar sentencias condenando a pena* de
privación de libertad o a pagar una determinada cantidad de dinero y los des-
tinatarios de esa sentencia están sujetos a esa potestad.

Derecho subjetivo como inmunidad Uno tiene inmunidad frente a otro cuando ese
otro está en situación de incompetencia para alterar su estutos jurídico. El que no es
propietario de un bien es incompetente para vender ese bien Por tinto, el propietario
es inmune a esa situación.

A modo de resumen, podemos concluir que los derechos subjetivos son situaciones
jurídicas diversas que tienen en común el estar reconocidas y protegidas por el
Derecho positivo y establecer una correlación restrictiva del comportamiento de otra
u otras personas.
En este último sentido, durante mucho tiempo se consideró que la única clase de
derechos subjetivos eran los derechos subjetivos privados o. dicho de otro modo,
que los únicos titulares de derechos subjetivos eran las personas (físicas o jurídicas)
privadas, del misino modo que los comportamientos restrictivos se referían
exclusivamente a las personas privadas Es en el siglo XIX cuando comienza a
introducirse la idea, hoy unánimemente aceptada, de la existencia de derechos
públicos subjetivos.

La teoría del derecho público subjetivo se muestra como "una teoría fundamental en
la medida en que implica la afirmación de que el individuo posee una esfera de
acción inviolable en cuyo ámbito no puede entrar el poder publico" (M. Reate.
1977:209). Derechos públicos subjetivos son aquellas situaciones que se suscitan
en el marco de una relación jurídica entre un particular (o varios) y el Estado En
sentido estricto cabe entender, aunque una parle de la doctrina (entre otros Diez
Pikazo) se resiste a considerar que el Estado sea mular de derechos (rente al
individuo, que en esa relación pueden existir derechos a favor del Estado y derechos
a favor de los ciudadanos. Serían derechos a favor del Estado por ejemplo el
derecho a exigir prestaciones tributarías o el derecho a exigir la defensa del propio
Estado (servicio militar) La categoría esencial de los derechos públicos subjetivos la
constituyen, en cualquier caso, los derechos humanos o derechos fundamentales,
que estudiaremos en el Capítulo Doce.

Otra clasificación de los derechos subjetivos distingue entre los derechos subjetivos
absolutos y los derechos subjetivos relativos.

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Absolutos son los que se ejercitan frente a todos o frente a cualquiera (erga omnes)
A su vez. los derechos absolutos pueden ser: derechos de la personalidad, que
conciernen a la persona en lo que "es", y derechos reales o patrimoniales, que
conciernen a la persona en lo que "tiene". Así, son derechas absolutos el derecho al
honor, a la intimidad, al nombre (derechos de la personalidad), el derecho de
propiedad, de usufructo, de arrendamiento. Como señala Lumia, los derechos de la
personalidad son necesarios e irrenunciables. en tanto los reales son eventuales (se
puede carecer de ellos) y. por lo general, renunciables, pero ambos se pueden hacer
valer (rente a cualquier sujeto que los conculque.
Los derechos relativos, en cambio, son los que sólo pueden ejercitarse contra per-
sona o personas singularmente determinadas y especialmente obligadas. La
categoría más importante está constituida por los derechos de crédito, por ejemplo el
derecho del acreedor frente al deudor, del arrendador frente al arrendatario, etc.
Para concluir, es necesario referirse a los límites de los derechos subjetivos. En la
actualidad nadie discute que en la medida en que el derecho subjetivo es. en
general, una situación de poder que el Ordenamiento jurídico concede a la persona,
debe estar, como todo poder, limitado, pues d« lo contrarío estaríamos ante una
situación de absoluta arbitrariedad
Como desarrollaremos la cuestión de los limites al tratar de los derechos fundamen-
tales, baste aquí con señalar el principio general y referimos a los limites genéricos
aplicables a lodos los derechos Junto a los límites derivados de la naturaleza propia
de cada derecho y a los que se producen por la inevitable colisión con otros
derechos o con los derechos de otras personas, el ejercicio de cualquier derecho
debe hacerse "conforme a las convicciones ¿ticas imperantes en la comunidad" (L
Diez Picazo y A. Gullón. 1984: 443) y debe ajustarse a la finalidad para la cual es
concedido o atribuido al sujeto. Es decir, los derechos deben ejercitarse conforme a
las exigencias de la buena fe y es ilícito el abuso de derecho.
6.2.3. El objeto de la relación jurídica
El tercer elemento de toda relación jurídica lo constituye el objeto o la razón en virtud
del cual se establece dicha relación y sobre el que recae el deber jurídico, de una
parte, y el derecho subjetivo, de U otra. Objeto de la relación jurídica pueden ser
bienes y servicios o prestaciones. Los bienes, a su vez, pueden ser bienes
materiales (muebles o inmuebles) o inmateriales.
Del objeto de la relación jurídica es necesario distinguir el contenido de la misma.
“Contenido de la relación jurídica es lo que el sujeto activo de la relación puede
hacer o puede pretender que el otro haga y lo que el sujeto pasivo debe hacer o
tolerar que el otro haga" (G. Lumia. 1979: 110). El contenido de la relación jurídica es
siempre un comportamiento humano que puede consistir en un hacer, en un no
hacer o en un dejar hacer.

134
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

6.3 El contrato
Una de las manifestaciones más característica de las relaciones jurídicas son los
contratos. Se puede afirmar que los contratos son la relación jurídica por excelencia.
Los contratos se plantean, y así lo recoge nuestro Ordenamiento jurídico, como una
manifestación de la autonomía de la voluntad, a la que ya nos hemos referido en un
capítulo interior al hablar de las fuetes del Derecho.
El contrato es, junto con la propiedad, la institución jurídica fundamental del Derecho
privado y uno de los elementos básicos del orden económico, aunque en los últimos
tiempos se han producido diversos cambios en su estructura y función, con una
tendencia general y creciente hacia su institucionalización.

De ser el instrumento por el cual millones de partes individuales negocian entre si,
se ha convertido en alto grado en el modo de expresión legal de las políticas
sociales y económicas. Es un modo de decir que el derecho publico afecta ahora
vitalmente al derecho de contratación y lo modifica” (W. Friedmann. 1966: 140).
La importancia en el orden económico del contrato se explica si tenemos en cuenta
que a través de él se lleva a cabo en la sociedad el intercambio y distribución de
bienes y servicios y la actividad financiera y de crédito. En nuestro Ordenamiento
jurídico, los contratos se hallan regulados de manera genérica en el Código Civil,
existiendo, además, regulaciones especificas como la Ley 8J/19SO. de 31 de
diciembre, de Arrendamientos Rúnicos; la Ley 29/1994. de 24 de noviembre, de
Arrendamientos Urbanos, el Código de Comercio o la Ley 13/1995. de 18 de mayo,
de Contratos de las Administraciones Publicas.

El Código Civil establece que "el contrato existe desde que una o varias personas
consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o prestar algún
servicio" (articulo 1.254), perfeccionándose "por el mero consentimiento", momento
desde el cual "obligan, no sólo al cumplimiento de lo expresamente pactado, sino
también a todas las consecuencias que, según su naturaleza, sean conformes a la
buena fe, al uso y a la ley- (articulo 1.238).
Para que exista válidamente tan sólo se requiere (articulo 1.261] el consentimiento
de los con tratantes (lo que invalida los contratos celebrados pormenores de edad no
emancipados o personas declaradas incapaces, que al tener limitada su capacidad
de obrar no pueden prestar su consentimiento), que el contrato verse sobre un
objeto (cosa o servicio) cierto y posible, y que se establezca la causa de la
obligación: en los contra tos onerosos, "la prestación o promesa de una cosa o
servicio por la otra parte"; en los contratos remuneratorios, "el servicio o beneficio
que se remunera"; en los de pura beneficencia, "la mera liberalidad del bienhechor"
(articulo 1.274).

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El Código Ovil regula de manera expresa las siguientes clases o tipos de contratos:
de compra y venta, de permuta, de arrendamiento, de censo, de sociedad, de
mandato, de préstamo, de depósito, aleatorios o de suerte, transacciones y
compromisos, fianza, prenda, hipoteca y anticresis. Junto a estos, la evolución de la
economía y sus principios rectores han provocado (J. De Lucas, 1994: 236 y
siguientes) la aparición de nuevos tipos contractuales: contratos en masa, contratos
normados, contratos forzosos, contratos, administrativos, etc.

6.4. El acto antijurídico (Ilícito). El delito


La determinación del concepto de acto antijurídico, o de ilícito, viene inevitablemente
condicionada por el concepto y estructura de la norma jurídica. La antijuridicidad se
identifica, en efecto, con la idea de violación o transgresión de las normas que
conforman un Ordenamiento jurídico, de modo que el concepto de acto antijurídico
solo adquiere significado si se le vincula a la existencia de normas jurídicas. Pero el
condicionamiento normativo se manifiesta en un segundo sentido, en un sentido
doctrinal, en tanto que no existe, como vimos en el capítulo correspondiente, una
única interpretación doctrinal acerca de qué son y cuál es la estructura de las
normas jurídicas El concepto de acto antijurídico variará, por tanto, dependiendo de
la posición doctrinal que se adopte respecto a la norma jurídica. Examinaremos dos
de esas posiciones, sin duda las más representativas: las que se corresponden con
las teorías de Hans Kelsen por una parte y de H. A. L. Hart y N Bobbio por la otra.
Si recordamos el modelo normativo kelseniano, éste partía de la distinción entre nor-
mas jurídicas primarias y normas jurídicas secundarías. La estructura de la norma
jurídica primaria se expresaba en el enunciado condicional "Si no es A, entonces
debe ser S", en tanto la norma jurídica secundaria se formulaba como "debe ser A".
La norma jurídica primaria estipulaba la sanción (S) como consecuencia del
incumplimiento de un deber, deber establecido por la norma jurídica secundaría (A).
Pero para Kelsen el Derecho es la norma jurídica primaria, la que estipula la
sanción, en tanto las normas jurídicas secundarias son normas superfluas, sin
substantividad propia.
Sobre esa base normativa, construye Kelsen su teoría del acto antijurídico.
El acto antijurídico es el supuesto al cual Ia norma jurídica enlaza la sanción. Cierta
conducta humana es un acto antijurídico porque el orden (la norma jurídica) enlaza a
tal conducta una sanción como consecuencia... Es incorrecta la afirmación corriente
de acuerdo con la cual una cierta clase de conducta humana, trae consigo una
sanción jurídica porque tal conducta es antijurídica. Al revés: la conducta es
antijurídica porque tiene como consecuencia una sanción» (H. Kelsen. 1981:60).
Para Kelsen no hay, por tanto, actos antijurídicos en sí mismos, conductas
antijurídicas por naturaleza (los clásicos mala in se). Sólo es antijurídico un acto

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

cuando se establece para eI una sanción. Antes de que la sanción sea establecida
no hay actos antijurídicos. "Un comportamiento es malun, sólo cuando es
prohibitum" (H. Kelsen. ibid.: 61), En la construcción kelseniana el concepto básico
es, por lo tanto, el de sanción y es antijurídico todo acto para el que se establece
una sanción, pero sólo él. De forma gráfica podríamos decir que el planteamiento de
Kelsen es:
Sanción - Acto antijurídico - Deber
Las múltiples críticas a la teoría de la antijurícidad kelseniana son, substancialmente,
las críticas a su teoría normativa, por lo que me remito a ellas, ya expuestas en el
Capitulo Sexto.
Para quienes el concepto de norma jurídica no es equivalente a sanción y reconocen
la existencia de normas jurídicas que carecen de ese elemento coactivo, la noción
de acto antijurídico es, necesariamente distinta.

Un enfoque diferente del acto antijurídico esté representado por quienes sostienen
que la antijuridicidad viene determinada por la existencia previa de un deber jurídico.
El concepto básico para ellos (N. Bobbio. H. L. A. Han) no es el de sanción, sino el
de deber jurídico. Es la existencia de una norma jurídica que establece un deber la
que determina que el incumplimiento o la inobservancia de dicha norma se
considere como un acto o una conducta antijurídica, que como tal será objeto de una
sanción.
Según este planteamiento, sólo una de las varias clases de normas jurídicas, las
llamadas deónticas o normas primarias (en el sentido de Kart, no de Kelsen),
establecen paulas o modelos de comportamiento: prescriben lo que debe ser. Los
comportamientos de las personas a quienes esas prescripciones van dirigidas
pueden, en el ejercicio de su albedrío, corresponderse o no con ellas.
Esta en la naturaleza de toda prescripción que pueda ser violada, en cuanto expresa
no lo que es, sino lo que debe ser. A esa violación dr le da el nombre de ilícito.
Cuando la norma es un imperativo negativo el ilícito consiste en una acción y cuando
la norma es un imperativo positivo, en una omisión” (N Bobbio, 1990)
La expresión gráfica de esta teoría sería la secuencia:
Deber jurídico — Acto antijurídico — Sanción
Independientemente de cuál sea el elemento esencial o primitivo del Derecho, la
sanción o el deber, el ilícito o acto antijurídico es el acto contrario a lo presento en
una norma jurídica que da lugar a una sanción. En ese sentido, dependiendo del
orden jurídico al que pertenezca la norma contrariada, podemos distinguir distintas
clases de ilícitos: penal, civil, administrativo, etc.
La manífestación mas característica de acto antijurídico es el delito, que es la forma
que adquiere el ilícito en el Derecho Penal.

137
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

En una primera aproximación al concepto, podríamos decir que delitos son aquellas
acciones antijurídicas que merecen un mayor rechizo social, o el acto antijurídico
que lesiona o pone en peligro un bien jurídico considerado por el grupo social como
fundamental para el mantenimiento de la convivencia.
Desde el punto de vista del Ordenamiento jurídico, el delito es aquella conducta
antijurídica contemplada en las normas jurídicas de carácter penal, en el Código
Penal, o. con mayor precisión, el delito es la violación de un deber jurídico
establecido (o presupuesto) por la norma penal (en Esparta, el Código Penal).
La mayoría de las veces, ese deber jurídico no aparece de manera explícita en la
norma, sino que es una presuposición. Si examinamos el articulo 138 del Código
Penal, cuyo enunciado es: "El que matare a otro será castigado, como reo de
homicidio, con la pena de prisión de diez a quince artos", observamos que no
aparece explícito ningún deber, sin embargo el sentido pleno de la norma descansa
en una presuposición, en la presuposición de un enunciado como el siguiente "se
debe no malar".

El artículo 10 del vigente Código Penal define el delito como "las acciones u omisio -
nes dolosas o imprudentes penadas por la Ley". En esa definición se integran los
elementos que la dogmática penal considera necesarios para un preciso concepto
del delito.
Se hace referencia, en primer lugar al elemento de la conducta humana, sin el que
obviamente no puede haber delito. Ese comportamiento (exteriorízación del obrar
humano) puede consistir en una acción, cuando el comportamiento es activo o
positivo (malar, robar, agredir, etc.). o en una omisión, cuando el comportamiento,
debiendo ser activo o positivo, es en la práctica pasivo o negativo (la omisión del
deber de socorro, tipificada en los artículos 195 y 1% del Código Penal). Los
comportamientos constitutivos de delito, acciones u omisiones, pueden ser. a su ves,
dolosos o imprudentes

Se dice que hay dolo, o que un comportamiento es doloso, cuando el sujeto lo


realiza de forma consciente y voluntaria, sabiendo lo que hace y queriendo hacerlo.
Hay imprudencia cuando (alta la intención el sujeto no quería producir un resultado
(no quería por ejemplo malar), pero ese resultado se ha producido pese a ello por no
haber puesto la debida diligencia para evitarlo, por haber actuado de forma
negligente o imprudente (por ejemplo en un accidente de circulación el conductor del
vehículo atropella y mata a un viandante, sin ser esa su intención, por estar distraído
o ir a una velocidad excesiva o no respetar una señal de trafico. Artículo 142.2 del
Código Penal)

138
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El segundo elemento es el de la tipicidad. La acción u omisión debe estar tipificada


lo que, significa que debe estar descrita, con interioridad a su comisión, en una nor-
ma penal. "No será castigada ninguna acción u omisión que no esté prevista como
delito por Ley anterior a su perpetración" (articulo 1.1 del Código Penal) Los tipos
delictivos son creados por el legislador mediante un proceso lógico de abstracción y
generalización a partir de determinados actos singulares y no cabe su aplicación con
carácter retroactivo.

El último elemento es la punibilidad. Para que haya delito en sentido técnico-jurídico,


el comportamiento debe estar castigado por la Ley con una pena, con una sanción
de carácter penal

Junto a estos comportamientos antijurídicos graves, las leyes penales contemplan la


existencia de otros comportamientos que siendo también rechazables por la
sociedad, tienen sin embargo, a su criterio, una gravedad menor Son las calificadas
como fallos. para las que, por lo demás, son aplicables todos los elementos
atribuidos a los delitos.

6.5 La sanción jurídica


La sanción jurídica se puede definir como la respuesta, externa e institucionalizada,
(normativizada), a la transgresión de un deber jurídico, es decir, como la
consecuencia derivada de un comportamiento antijurídico.

Ya vimos en capítulos anteriores que el Derecho no es sólo coacción, ni siquiera sólo


posibilidad de coacción. No se puede ignorar que existe, en mayor o menor medida,
un elemento de convicción, o de aceptación por acuerdo o por consenso, sin el que
el Derecho sería mera fuerza, simple violencia organizada.

Pero esa afirmación elemental no puede ocultar la presencia necesaria de la


coacción, o lo que es lo mismo la presencia de la coacción necesaria, en el
fenómeno jurídico. La concreción y formalización de esa coacción es como ya
sabemos, la sanción jurídica.

La sanción no es, por lo tanto, ni el único elemento constitutivo del Derecho, ni la


única motivación de los destinatarios de las normas parí el cumplimiento de éstas,
pero si es un elemento esencial del Derecho, sin el que es imposible comprenderlo y
definirlo, y el instrumento mis eficaz de cara a la satisfacción de sus objetivos.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Ya vimos al hablar de la antijuridicidad que para algunos autores (Kelsen) el con-


cepto de sanción es el concepto jurídico fundamental, primitivo, del que se derivan
los restantes conceptos fundamentales, y vimos, así mismo, las objeciones que se
formulaban a dicho planteamiento. Pero dejando a un lado esta cuestión de su
carácter respecto a los demás conceptos jurídicos, en la teoría kerseniana
encontramos la más rigurosa aproximación a las propiedades que caracterizan a la
sanción jurídica. Pan Kelsen esas propiedades son cuatro:

a) Se trata de un acto coercitivo, que supone la aplicación efectiva de la fuerza o la


posibilidad de aplicarla. Es independiente de la voluntad del sujeto sancionado;
éste podrá aceptarla de mejor o peor grado o podrá resistirse a ella, en cuyo caso
se hará efectiva la aplicación de la fuerza, imponiéndose a esa resistencia.
b) Es la consecuencia de una conducta antijurídica (como veremos al hablar de la
responsabilidad, la conducta antijurídica que se sanciona no es necesariamente la
del sancionado; por ejemplo el padre sancionado por actos realizados por su hijo
menor de edad).
c) Tiene por objeto privar al sujeto sancionado de algún bien. La vida, la libertad, la
propiedad, el ejercicio de algún derecho, son algunos de los bienes que pue den
ser afectados por la sanción.
d) Se ejerce por una autoridad competente de acuerdo con las normas jurídicas
establecidas al efecto. Una persona privada de libertad lo puede estar por un
grupo armado, mafioso o terrorista, o lo puede estar por decisión de la autoridad
judicial aplicada por funcionarios de la Administración. En el primero de los
supuestos a nadie se le ocurre calificar a esa privación de libertad como una
sanción jurídica, sino como un secuestro. En el segundo supuesto si estaríamos
ante una sanción jurídica. Lo que diferencia el secuestro de la prisión, el robo de
la multa. es que las segundas son medidas ejecutadas por una autoridad
competente, de acuerdo con lo dispuesto por unas normas jurídicas.

Desde su aparición, en el sentido moderno del término, es el Estado quien tiene d


monopolio del uso de la coacción jurídica, pero el derecho estatal a sancionar está
en el Estado de Derecho sujeto a toda una serie de garantías y limitado por
principios tales como el de legalidad, d de irretroactividad, etc.

Sólo una de estas características de la sanción, consideradas por Kelsen como


"necesarias y suficientes" para determinar el concepto de sanción, ha sido objeto de
revisión posterior por la aparición del concepto de "sanciones positivas".

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Como hemos visto, Kelsen, siguiendo en este punto una posición doctrinal domi-
nante que arranca de Austin, considera la unción sólo en un sentido negativo, como
privación de un bien. Sin embargo en época muy reciente y como consecuencia
entre otras ' razones del cambio experimentado en el papel del Estado, se amplía la
consideración de la sanción.

“Efectivamente, el papel del Derecho en la sociedad suele venir considerado desde


el punto de vista de su función predominante, que siempre ha sido la más pasiva
que activa de proteger determinados intereses mediante la represión de los actos
desviantes. No hay duda de que para desarrollar esta función, la técnica más idónea
es la de las sanciones negativas. Pero desde el momento en que por las exigencias
del Estado asistencia! contemporáneo el derecho no se limita ya a tutelar actos
conformes a sus normas, sino que tiende a estimular actos innovadores y. por tanto,
su función no es ya solamente protectora, sino también promocional, al uso casi
exclusivo de sanciones negativas, que constituyen la técnica especifica de la
represión, se une un uso. no importa que sea todavía limitado, de sancione)
positivas que dan vida a una técnica de estimulación y de propulsión de actos
considerados socialmente útiles, más que a la represión de actos considerados
socialmente nocivos” (N. Bobbio. 1990: 388)

En este sentido, sería necesario ampliar el concepto de sanción dado al iniciar este
apartado, substituyéndolo por el de "consecuencia jurídica de una acción" (M.
Atienza. 1993:13). entendiéndola como un "mecanismo para lograr que se cumpla el
contenido de las normas", lo que permite incluir tanto las sanciones negativas como
las positivas.

El Ordenamiento jurídico español establece distintos tipos de sanciones, depen-


diendo del orden jurídico del que se trate.

En el orden penal, la sanción recibe el nombre de pena. El Código Penal determina


(artículo 32) que las penas que pueden imponerse son:

a) Penas privativas de libertad: prisión, arresto de fin de semana y la responsabili dad


personal subsidiaria por impago de multa.
b) Penas privativas de otros derechos: la inhabilitación, la suspensión de empleo o
cargo publico, la privación del derecho a conducir vehículo a motor y ciclomotores,
la privación del derecho a la tenencia y porte de armas, la privación del derecho a
residir en determinados lugares o a acudir a ellos y los trabajos en beneficio de la
comunidad.

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c) Pena de multa o sanción pecuniaria.


En el orden civil las sanciones mas características son: la indemnización de los
daños y perjuicios por dolo, negligencia o morosidad (artículo 1.101 y siguientes
del Código Civil) y la ejecución forzosa (artículos 1.098 y 1.099 del Código Civil).
Algunos autores (Kelsen) consideran también una sanción en el orden civil y
administrativo la nulidad del acto jurídico que contradice el Ordenamiento.
En el orden administrativo las sanciones pueden ser pecuniarias (multas o indem-
nizaciones) o no pecuniarias (inhabilitación, suspensión, ejecución forzosa).

La potestad sancionadora de las Administraciones Publicas está regida por los


principios de legalidad, irretroactividad, tipicidad, responsabilidad,
proporcionalidad y garantías procedimentales (artículos 127 y siguientes de la Ley
de Regimen Jurídico de las Administraciones Publicas y del Procedimiento
Administrativo Común).

6.6. La responsabilidad jurídica. Sus clases


Hemos visto que en un plano puramente teórico el ilícito y la sanción están relacio-
nados de modo que ésta es la consecuencia jurídica de aquel. No obstante, en el
plano de lo práctico y concreto, esa relación puede quebrarse y lo puede hacer de
dos maneras distintas: una persona puede haber llevado a cabo un acto antijurídico
y, sin embargo, no ser susceptible de ser sancionada; por otra parte, una persona
puede no haber realizado un acto ilícito y, sin embargo, corresponderé una sanción.

¿Cómo son posibles ambos supuestos que a primera vista parecen contradecir la
mis elemental lógica jurídica?

La respuesta está en que entre el ilícito y la sanción media un tercer concepto jurí-
dico fundamental, determinante de que la señalada relación pueda darse de manera
efectiva. Ese concepto jurídico fundamental es el de responsabilidad.

Como ocurre con la mayoría de los términos que se emplean en el ámbito jurídico, el
término responsabilidad, o responsable, puede utilizarse en muy diversos sentidos
(H L A. Hart, Punishment and Responsibility, Oxford, 1968) Aquí lo utilizaremos en el
sentido de conducta punible o jurídicamente reprochable En ese sentido se puede
afirmar con Kelsen. que responsable es la persona cuando es susceptible de ser
sancionada. Aunque hemos reconocido la existencia de "sanciones positivas", en
este punto nos referiremos sólo a las sanciones negativas, de modo que podemos
definir la responsabilidad como la sujeción de una persona a una consecuencia
jurídica negativa derivada de una acción ilícita.

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Al igual que ocurría con los actos antijurídicos y con las sanciones, también la
responsabilidad será distinta dependiendo del orden jurídico al que pertenezca la
acción ilícita realizada. Así, podemos hablar de responsabilidad penal (derivada del
incumplimiento de normas penales), responsabilidad civil (derivada del
incumplímíento de normas civiles) o responsabilidad administrativa (derivada del
incumplimiento de normas administrativas). Pero antes de examinar cada una de
estas distintas responsabilidades, es necesario referirnos a otros tipos de
responsabilidad de singular importancia.

Comenzamos esa enumeración con la responsabilidad directo. Responsabilidad di-


recta es aquella que recae en la persona que ha realizado el acto ilícito.
Responsable directo lo es, pues, la persona a la que se le pueden imputar sus
acciones. Es el tipo habitual u ordinario de responsabilidad.
Responsabilidad indirecta es la que recae en persona distinta a la que realizó el
comportamiento antijurídico. Estamos ante una circunstancia obviamente
extraordinaria que sólo puede atribuirse, como veremos, en casos normativamente
establecidos t igualmente extraordinarios.

Otra clasificación posible es la que distingue entre responsabilidad subjetiva y


responsabilidad objetiva. Responsabilidad subjetiva es la que se atribuye al sujeto
cuando ha realizado el acto ilícito en forma dolosa o negligente; cuando ha querido o
previsto el resultado de su comportamiento antijurídico. La responsabilidad objetiva
se produce cuando el acto antijurídico ha sido cometido sin dolo ni negligencia;
cuando la persona es susceptible de ser sancionada cod independencia de que haya
querido o previsto el resultado de su acción Se la llama también responsabilidad por
el resultado.
Volviendo a las distintas clases de responsabilidad dependiendo de los órdenes jurí-
dicos, comenzaremos estudiando la responsabilidad penal.

En el Derecho Penal occidental moderno sólo se admiten la responsabilidad directa


y la responsabilidad subjetiva, estando excluidas las responsabilidades indirecta y
objetiva. Es preciso recordar que hasta épocas relativamente recientes, y aún hoy en
determinados Ordenamientos jurídicos de países pertenecientes a culturas no
occidentales, fue frecuente la atribución de responsabilidad indirecta, alcanzando la
pena no sólo al autor del delito, sino también a su familia o clan. La racionalización y
humanización del Derecho Penal, ya iniciada por Beccaria a finales del siglo XVIII,
constituye uno de los logros mas importantes en la evolución de la sociedad y del
Estado y en ese proceso ha desempeñado un papel fundamental (junto con el
sentido y el carácter de las penas) el moderno concepto de responsabilidad.

143
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Como hemos apuntado, en el orden penal para que se atribuya responsabilidad a


una persona, para que s« la considere responsable, se deben dar una serie de
requisitos. En primer lugar, responsable sólo lo puede ser la persona física (no cabe
la responsabilidad penal de las personas jurídicas) que directamente ha cometido la
acción considerada como delito o falta.

En segundo lugar su acción debe ser realizada de (orna dolosa o negligente (impru-
dente), no admitiéndose la responsabilidad objetiva o por el resultado. Además, la
responsabilidad penal exige la concurrencia de otro elemento: que la acción le
pueda ser imputada al sujeto. Una acción es imputable cuando el sujeto que la
realiza es capaz de "dirigir sus actos y comprender el valor o disvalor de los mismos"
(M. Atienza. 1993:10). De este modo se explica la primera de las aparentes
paradojas que planteábamos al comienzo de este epígrafe: que existan personas
que cometen un ilícito penal, un delito o una fallí, y que no son sancionadas por ello.
Es el caso de las personas que no son responsables, por no podérselas imputar el
delito o la falta, aunque de hecho lo hayan cometido.

Lógicamente, las causas que eximen de responsabilidad están tasadas por la Ley
Penal.

En el caso del Ordenamiento jurídico español, esas causas se hallan definidas en


los artículos 19 y 20 del Código Penal. No son, según el Código, penalmente
responsables:

- Los menores de dieciocho años. Una Ley especial regulará la responsabilidad


penal del menor.
- Los que "al tiempo de cometer la infracción penal, a causa de cualquier anomalía o
alteración psíquica, no puedan comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme
a esa comprensión. El transtorno mental transitorio no eximirá de pena cuando
hubiese sido provocado por el sujeto con el propósito de cometer el delito o
hubiera previsto o debido prever su comisión".
- Quienes "al tiempo de cometer la infracción penal se hallen en estado de intoxi-
cación plena por el consumo de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefa-
cientes, sustancias sicotrópicas u otras que produzcan efectos análogos, siempre
que no haya sido buscado con el propósito de cometerla..., o se halle bajo la
influencia de un síndrome de abstinencia, a causa de su dependencia d« tales
substancias, que le impidan comprender la ilicitud del hecho o actuar conforme a
esa comprensión".

144
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- Quienes "por sufrir alteraciones en la percepción desde el nacimiento o desde la


infancia, tengan alterada gravemente la conciencia de la realidad".
- Quienes obren en defensa de la persona o derechos propios o ajenos (legítima
defensa), siempre que concurran los requisitos siguientes: agresión ¡legítima,
necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla y falta de
provocación suficiente por parte del defensor.
- Los que en estado de necesidad, para evitar un mal propio o ajeno lesionen un
bien jurídico de otra persona o infrinjan un deber, siempre que el mal causado no
sea mayor que el que se pretende evitar, que la situación de necesidad no haya
sido provocada intencionadamente por el sujeto y que el necesitado no tenga, por
su oficio o cargo, obligación de sacrificarse.
- Los que obren impulsados por miedo insuperable.
- Los que obren en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legitimo de un dere -
cho, oficio o cargo.

La primera diferencia que se produce en ti orden civil respecto al penal es la de que


en el orden civil, la responsabilidad puede atribuirse tanto a las personas físicas
como a las personas jurídicas. En segundo lugar, en el orden civil es donde se
manifiesta de forma exclusiva la responsabilidad indirecta (por hecho ajeno). Esta
responsabilidad indirecta puede ser, a su ves, individual o colectiva; es decir, pueden
ser responsables civiles indirectos tanto las personas físicas como las personas
jurídicas.

La responsabilidad civil indirecta se halla regulada en el articulo 1.903 del Código


Civil que establece que:

- Los padres son responsables (civilmente) de los datas causados por los hijos que
se encuentren bajo su guarda.
- Los tutores son responsables (civilmente) de los perjuicios causados por los meno-
res o incapacitados que están bajo su autoridad y habitan en su compartía.
- Los dueños o directores de un establecimiento o empresa son responsables (civil-
mente) de los perjuicios causados por sus dependientes con ocasión de sus fun-
ciones.
- Los titulares de un Centro docente de enseñanza no superior son responsables
(civilmente) de los daños, y perjuicios que causen sus alumnos menores de edad
durante los periodos de tiempo en que los mismos se dallen bajo el control o vigi-
lancia del profesorado del Centro, desarrollando actividades escolares o
extraescolares y complememtarios.

145
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Todas estas responsabilidades cesarán cuando las personas mencionadas "prueben


que emplearon toda la diligencia de un buen padre de familia para prevenir el daño".
La responsabilidad colectiva puede ser a su vez de cuatro clases: responsabilidad
mancomunada, responsabilidad solidaria, responsabilidad limitada y responsabilidad
ilimitada.

Responsabilidad mancomunada es aquella en la que los distintos responsables res-


ponden cada uno en su parte correspondiente. Responsabilidad solidaria es aquélla
en la que cada uno de los distintos responsables responde del conjunto de la
obligación. Responsabilidad limitada, propia de las Sociedades Anónimas y de las
Sociedades de Responsabilidad limitada, es aquélla en la que los socios no
responden personalmente de las deudas sociales. Responsabilidad ilimitado es
aquélla en la que el sujeto responde de las obligaciones contraídas con todos sus
bienes, presentes y futuros (artículo 1 911 del Código Civil).

En muchos casos, la responsabilidad civil es una consecuencia que se deriva de la


existencia de una responsabilidad penal Una persona declarada por el Juez o
Tribunal responsable penal de un delito de robo, puede ser también declarada
responsable civil de los daños y perjuicios causados en la comisión del delito.
Por último en el orden civil cabe Ia llamada responsabilidad subsidiaria. Si el decla-
rado responsable civil acreditara su insolvencia económica para responder a la
indemnización acordada por daños y perjuicios, se puede trasladar dicha
responsabilidad, y por tanto la obligación de indemnizar los daños y perjuicios, a una
tercera persona (física o jurídica). Si un funcionario público es sancionado por la
comisión de un acto antijuridico realizado en el ejercicio de su cargo, y determinada
su responsabilidad civil demuestra su insolvencia para responder de la misma, el
Juez o Tribunal puede declarar responsable civil subsidiario al organismo para el que
prestara el funcionario sus servicios. Otros supuestos posibles de responsabilidad
civil subsidiaría son los que se refieren a las compañías aseguradoras respecto de
sus asegurados o a los avalistas respecto a sus avalados.
En el orden administrativo la responsabilidad es siempre directa, pudiendo existir
tanto la responsabilidad subjetiva como la objetiva así como la responsabilidad
subsidiaria.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u t o e v a l u a c i ó n f o r m a t i v a Nº 06

Apellidos y Nombres: _____________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Cual es o son las diferencias entre relación propiamente dicho y relación


jurídica.
2. Que se entiende por deber moral y deber jurídico.
3. Que entendemos por derecho subjetivo.
4. Que se entiende por antijuricidad.

TRABAJO:
1. Establecer dos tipos de sanción jurídica a una persona jurídica.
2. Establecer dos tipos de sanción jurídica a una persona natural.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

TEMA 07

INTERPRETACION JURIDICA

ORIENTACION DE LECTURA:
En este punto se analiza la necesidad y función de la interpretación
jurídica. Igualmente, veremos los modelos de aquella –objetivo y
subjetivo- como sus métodos o criterios, determinando además su
adecuado empleo aplicativo.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
DE ASIS ROIG, Rafael. “Jueces y Normas. La Decisión Judicial desde
el Ordenamiento”, Marcial Pons, Madrid, 1995, paginas 177 – 214.

EL PROCESO DE DECISIÓN: LA INTERPRETACIÓN

I. SENTIDO Y PROBLEMAS DE LA INTERPRETACION


La interpretación es una actividad fundamental en el derecho, hasta el punto que
cabe afirmar que es la principal tarea del operador jurídico. En la descripción del
fenómeno normativo que llevamos a cabo en las primeras paginas del libro
destacábamos ya ese valor. Antes de la interpretación no era posible hablar
correctamente de norma. Y esta relevancia se ha acrecentado en el análisis del
proceso de decisión judicial.
El papel que desempeña la interpretación en el derecho es consecuencia además
del carácter de sus enunciados y de la necesidad de que éstos puedan adaptarse a
distintas circunstancias contextúales históricas. Esta necesidad aumenta según se
trate de normas de alto rango jerárquico y, por ende, con un procedimiento de
reforma más rígido.
A Ia hora de plantearnos un concepto de interpretación nos encontramos con una
primera dificultad que ha podido ser ya constatada en el análisis llevado hasta aquí,
y que se traduce en la problema-tica distinción entre interpretación, argumentación y
decisión, y entre aplicación, interpretación y creación.
En relación con lo primero parece que estaríamos en presencia de tres momentos
susceptibles de ser diferenciados a efectos didácticos, pero estrechamente
conectados. En efecto, aunque es posible diferenciar, por ejemplo en la actuación
judicial, el momento de la interpretación del de la argumentación y estos de la
decisión, parece que cada uno es difícil de comprender sin tener en cuenta los
restantes. Por lo que respecta al segundo problema, la cuestión es similar. Aunque

148
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

es posible diferenciar la aplicación de Ias normas de su interpretación, desde


nuestra concepción de Io normativo estos momentos están estrechamente
conectados. La interpretación en el Derecho, cuando es llevada a cabo por
determinados operadores jurídicos, posee una función normativa y no meramente
recognoscitiva. En este sentido, igual que en el caso anterior, será posible distinguir
ambos fenómenos con carácter didáctico, si bien bajo la perspectiva de que la
aplicación requiere siempre de la interpretación de las normas. Este papel crucial ha
sido señalado reiteradamente por la jurisprudencia, afirmando, por ejemplo, en la
Sentencia del Tribunal Supremo de 5 de noviembre de 1990 (RA 8641), que “... la
aplicación de las normas, que corresponde a los tribunales, requiere su previa
interpretación”. Y ya antes, en su Sentencia de 12 de junio de 1972 (RA 3170).
afirmó: «para resolver cualquier caso concreto es obligatorio interpretar la normativa
aplicable al mismo, pues resulta casi insoslayable que para aplicar cualquier
precepto legal a un caso práctico se precisa una tarea encaminada a indagar el
sentido y alance del precepto, porque incluso cuando se invoca el principio in claris
non fit interpretatio es porque previamente la interpretación del caso acontecido al
convencimiento de que es clara, sencilla y sin ambiguedades; así pues, aplicación
del Derecho e interpretación del mismo pueden considerarse dos actividades
íntimamente entrelazadas y conexionadas, inseparables por tanto».
A estos dos términos puede unírseles el de creación. En este sentido hay quienes
diferencian de forma tajante entre creación, aplicación e interpretación Cuando
tratamos el tema de la producción normativa ya nos referimos al problema Baste
aquí con señalar cómo prácticamente la totalidad de los estudios sobre la
interpretación coinciden en que se trata de una operación creativa. El problema
radica en delimitar qué se entiende por creación.
En este capítulo intentaremos describir el papel de la interpretación, centrándonos
en la actuación judicial, con el objetivo de resultar el significado de algunas de las
cuestiones ya tratadas.
Cabe, siguiendo a Wroblewski, distinguir dos sentidos de la interpretación jurídica
amplio y estricto En el primero de ellos interpretar consiste en asignar significado a
expresiones del lenguaje jurídico; en el segundo, en determinar el sentido de una
expresión jurídica dudosa. Nótese que ambos conceptos de interpretación son de
indudable valor en el Derecho. Así, por ejemplo, el primero sería el paso necesario
para alcanzar la visión de la norma que aquí manejamos. En relación con el
segundo, ya liemos hecho referencia a la importancia de la interpretación incluso en
los denominados casos fáciles.
La interpretación jurídica posee algunas relevancias especificas que condicionan su
valor. Entre ellas destacaremos las que se refieren al lenguaje jurídico, a su carácter,
al marco en el que ésta debe desenvolverse y a su aspecto valorativo.

149
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El lenguaje jurídico no es sólo un tipo de lenguaje especializado, sino que además


se caracteriza por la utilización de términos ambiguos, vagos y emotivos que
requieren en muchos casos de interpretación. Desde esta dimensión, en la
interpretación jurídica pueden plantearse de forma general tres tipos de problemas:
sintácticos, lógicos y semánticos.
Los problemas sintácticos se refieren a la conexión de las palabras en la estructura
del enunciado normativo. Los problemas lógicos se refieren a las relaciones de una
expresión con otras expresiones dentro de un mismo contexto. Entre estos
problemas destacan la existencia de inconsistencias o antinomias, redundancias y
presuposiciones. Por último, los problemas semánticos derivan del significado de las
palabras o de los enunciados. En general, estos problemas se reconducen al de la
contradicción entre normas, es decir, al de la existencia de las denominadas
antinomias jurídicas.
Ross distinguió entre antinomias propias e impropias. Las primeras son aquellas en
las que entro dos normas se produce una contradicción en su carácter y. por tanto,
son antinomias en sentido jurídico estricto Las segundas, por su parte, se producen
entre normas que presentan algún tipo de contradicción, pero no necesariamente en
lo referente a su carácter Dentro de las antinomias propias cabe a su vez hablar de
antinomias de primer grado, que son total-total, parcial-parcial y total-parcial, y de
antinomias de segundo grado, que son las que se producen entre los distintos
criterios de solución de las antinomias de primer grado. En efecto, básicamente
estos problemas deben ser solucionados a través de la utilización de las reglas del
lenguaje natural. Sin embargo, al ser el objeto de interpretación el lenguaje jurídico,
en la solución do estos problemas se debe operar también atendiendo a otros
criterios. Más adelante tendremos ocasión de adentrarnos en su descripción. Sin
embargo, sí conviene ahora apuntar cómo la posible existencia de contradicciones
es un asunto mucho más complejo de lo que podría parecer, hasta el punto de que
puede dar lugar a la existencia de paradojas. Es el caso, por ejemplo, de la
denominada paradoja de la regulación recogida por Bunygin.
Imaginemos un sistema compuesto por dos normas. La norma A dice: Juan debe
trabajar todos los días de la semana de diez a dieciocho horas. La norma B señala:
Juan no debe tomar alcohol mientras trabaja. En un momento posterior se crea otra
norma C en la que puede leerse: Juan puede tomar alcohol los sábados entre las
diez y las dieciocho horas. Si nos fijamos en Ias tres normas podremos obser var
cómo C es compatible con A y con B, pero no lo es con su conjunción. En este
sentido, la existencia de contradicciones entre normas en una visión del Derecho
como sistema no puede reducirse al examen aislado de las normas, lo que hace
mucho más compleja su solución y acrecienta la importancia de la interpretación y
de la señalización de criterios para la producción de normas.

150
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Una segunda nota especifica de la interpretación jurídica va referida a su propio


carácter. Al igual que nos ocurría al hacer referencia a la argumentación, la
interpretación posee un carácter problemático y dialéctico, tanto en el sentido de
alternativas enfrentadas en pugna cuanto en el de conocimiento probable. Dada la
relación entre argumentación e interpretación no podía ser de otro modo. Ante un
problema jurídico cada operador puede dar una interpretación a un texto enfrentada
con la de los restantes, y la solución, si esto sucede en un proceso (judicial o
simplemente comunicativo), serla aquella que cuente con mejores apoyos racionales
o también aquella que decida quién tiene poder para ello (el juzgador o a quien se
haya otorgado tal potestad, como ejercicio de su voluntad). Pero, en cualquier caso,
esa solución interpretativa no puede decirse que sea la única o la verdadera (aunque
en el derecho llegue a adquirír ese papel).
La tercera de las notas relevantes de la interpretación jurídica consiste en que en
ella existen una serie de reglas y presunciones que no tiene por qué estar presentes
en otros ámbitos. El marco interpretativo está delimitado en el sentido de que no
todas las opciones son posibles y que, además, se deben respetar unas series de
reglas. Ahora bien, hay que ser concientes que la misma sujeción al Derecho y las
normas que vinculan toda interpretación deben se interpretadas también, por lo que
los límites se hacen más escasos, y se proyectan en último termino, otra vez, en la
idea de la aceptabilidad por la comunidad jurídica. Es decir, serán válidos aquellos
significados que, sin contradecir los criterios de validez, sean aceptables para la
comunidad. Esta regla vale para los casos más problemáticos, ya que las restantes
funcionan con significados altamente consensuados en la cultura jurídica.
Otra de las notas específicas de la interpretación jurídica guarda relación con Ia
propia actividad interpretativa, en el sentido de que en ella se da entrada a la
valoración. Es decir, a pesar de que puedan ser descritos criterios y mecanismos
jurídicos interpretativos, a la hora de interpretar aparecen también las valoraciones
del intérprete, que tiene que elegir entre los posibles significados, y está
condicionado por el momento jurídico.
En lo que sigue intentaremos señalar cuáles son los criterios que sirven de base
para el desarrollo de la actividad interpretativa.

2. CRITERIOS DE LA INTERPRETACIÓN

2.1. Aspectos generales


La exposición de las pautas de interpretación jurídica se hará partiendo de su
configuración por parte de la dogmática jurídica, si bien intentaremos extraer algunas
conclusiones que sirvan pura sistematizarlas. Antes de lodo ello haré alguna
delimitación del ámbito de estudio.

151
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2.1.1. Hechos y normas


Normalmente, la interpretación del Derecho se produce en relación con enunciados
normativos o con signos normativos. No obstante, es posible destacar otra
proyección que va más allá de las normas. Se trata de la interpretación de los
hechos.
En la descripción del modelo de decisión la interpretación adquiría una dimensión
relevante tanto en el que denominábamos como juicio de hecho cuanto en el juicio
de Derecho. La fijación de los hechos exigía la interpretación de los aportados para
su transformación en probados, pero también tenía importancia a la hora de
convertir a estos en hechos fijados. Igualmente, la interpretación era esencial en el
proceso de fijación de la norma. En todos estos ámbitos el paso del respaldo a la
garantía se hacía básicamente a través de la interpretación o por técnicas
argumentativas que requerían Ia previa interpretación de los enunciados.
En este punto nos centraremos básicamente en los criterios que sirven para
determinar el significado de los enunciados normativos. Tres razones justifican este
proceder.
En primer lugar, la determinación de los hechos (y consiguientemente su
interpretación) fue examinada ya y allí expusimos algunos criterios.
En segundo lugar, los criterios de interpretación de las normas inciden también en la
interpretación de los hechos. Es más, puede afirmarse que los criterios son
operativos no sólo partí las normas, sino también para los hechos.
En tercer lugar, en muchas ocasiones la determinación del significado de un hecho
se lleva a cabo a través de la utilización no ya de criterios de interpretación, sino de
normas concretas.

2.1.2. Criterios normativos


Los criterios que sirven de apoyo al operador jurídico a la hora de interpretar las
normas tienen su origen en Savigny, quien destacó la existencia de cuatro criterios:
gramatical, lógico, histórico y sistemático. Estos criterios poseen una relevancia
fundamental en todos los ordenamientos de nuestro aren cultural. El Código Civil
español los recoge en su artículo 3.1. si bien añade una quinta perspectiva que se
refiere n la realidad social. En efecto, en esta disposición puede leerse: «Las normas
se interpretarán según el sentido de sus palabras, en relación con el contexto, los
antecedentes históricos y legislativos y la realidad social del tiempo en que han de
ser aplicadas, atendiendo fundamentalmente al espíritu y finalidad de aquéllas.» Más
adelante analizaremos el significado de cada uno de ellos. Ahora conviene apuntar
algunas cuestiones relativas a los mismos.

152
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

En primer lugar se trata de criterios orientativos. Es posible referirse a otros o, al


menos, llevar a cabo distinciones muy relevantes en ellos". Se ha llegado incluso a
afirmar que: «El artículo 3.1 del Código Civil no es, pues, vinculante, sino como
máximo una norma meramente admonitiva.» En cualquier caso, se trata de criterios
tan amplios que «cualquier método interpretativo parece tener cobijo en algunos de
los criterios que dicho articulo enumera".

En segundo lugar, si se analizan estos criterios podremos observar cómo no son


claros y, además, deben ser interpretados, problema que se complica al no existir
regla alguna que nos indique cuándo debe prevalecer un criterio sobre otro. En este
sentido se ha llegado a señalar la imposibilidad de jerarquizarlos, constatando ade-
más que todo criterio es reversible en su contrario. Como tendremos ocasión de ver,
este problema está presente en la actuación judicial, donde existen
pronunciamientos contradictorios sobre la relevancia de cada uno de los criterios.
En tercer lugar, y estrechamente conectado con lo anterior, en la interpretación la
argumentación desempeña un importante papel. La adopción de los criterios
interpretativos va siempre acompañada o apoyada de una determinada
argumentación. No es extraño así que para MacCormick la interpretación sea “una
forma particular de la argumentación práctica en el Derecho, en la que una persona
argumenta a favor de una manera particular de entender ciertos textos o materiales
dotados de autoridad en el Derecho y que funcionan como un tipo especial de razón
justificada en las decisiones judiciales”.
Teniendo en cuenta esta relación entre los criterios de interpretación y la
argumentación, en el análisis de los primeros se aludirá a la presencia de «técnicas
argumentativas».
En cuarto lugar, parece conveniente relacionar los criterios con las máximas de la
experiencia en la interpretación, y concretamente con los criterios sobre la
interpretación del lenguaje natural, tal y como ha señalado Wroblcwski .
En quinto lugar, es necesario poner también en relación estos criterios generales de
la interpretación con otros de un alcance relativamente menor o que pertenecen a un
subsistema normativo. Pueden unirse como ejemplos los establecidos en el artículo
10.2 de la Constitución o en el 1.281 del Código Civil.
La presencia de criterios de interpretación específicos en subsistemas normativos
pone de manifiesto la dificultad de cualquier intento de sistematización y plantea
problemas que trascienden a los meramente interpretativos, tales como la relevancia
del Derecho privado o la del Derecho internacional. En cualquier caso, pasaremos
por alto esta cuestión.

153
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2.2. Una clasificación de los criterios normativos de interpretación:


2.2.1 Los presupuestos de la clasificación
Como hemos señalado, tradicionalmente se han destacado cinco criterios de
interpretación jurídica que coinciden con los enumerados en el articulo 3.1 del
Código Civil. Estos son:
a) Criterio gramatical: señala que la interpretación debe hacerse partiendo del
sentido propio de las palabras.
b) Criterio contextual o sistemático: señala que la interpretación debe hacerse
atendiendo al texto legal en el que la norma se inserta o al Ordenamiento en su
conjunto.
c) Criterio histórico: exige tener en cuenta los antecedentes históricos y legislativas
del texto a interpretar.
d) Criterio sociológico, señala la necesidad de que la interpretación se realice
prestando atención a las circunstancias sociales y económicas del momento.
e) Criterio intencional y teleológico: subraya la importancia de analizar el espíritu o
finalidad de las normas a la hora de interpretarlas.
A continuación describiremos el significado de cada uno de estos criterios, sin que
deban olvidarse las consideraciones efectuadas con anterioridad. En este sentido,
subrayaremos algunas técnicas argumentativas que se apoyan en cada uno de los
criterios. Por otro lado, como se podrá observar, en el análisis se pondrá de
manifiesto la conexión existente entro los. distintos criterios.

2.2.2. El Criterio Gramatical


El criterio de interpretación gramatical exige que la interpretación de Ias normas se
haga atendiendo al sentido propio de las palabras. Se trata de un criterio promovido
por el llamado literalismo. que es precisamente una corriente de interpretación que
estima que el lenguaje es lo único que hay que atender a la hora de interpretar. La
interpretación literal exige obtener «el significado de un término o de una unión de
palabras en el uso general del lenguaje o, en el caso en el que sea consultable un tal
uso, en el uso especial del lenguaje de quien habla".
En este criterio desempeñan un papel importante las que denominamos como
máximas de la experiencia en la interpretación, si bien en el ámbito jurídico pueden
señalarse nuevas pautas. Así, el criterio gramatical presupone que:
a) Ningún elemento en el texto legal carece de significado.
b) A una expresión de un texto legal no debe dársele un significado diferente en
distintos contextos ni un significado diferente que se aparte del uso general del
lenguaje, salvo que exista una razón suficiente.
c) Si la terminología de una ley se aparta del uso ordinario del lenguaje, la
terminología especial prima sobre el lenguaje ordinario.

154
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

2.2.3. El criterio sistemático


Según este criterio, las normas cobran sentido en relación con el texto legal que las
contiene o con el Ordenamiento. El criterio sistemático puede operar bien desde la
perspectiva de la adecuación lógica de la norma con las restantes (donde se conecta
con el literal), bien desde la de la adecuación ideológica y telelogica de la norma
respecto a las demás. En este sentido, el criterio sistemático exige la adecuación al
Ordenamiento desde tres perspectivas: literal, finalista y valorativa. Para su
comprensión es necesario desglosar los distintos criterios y técnicas susceptibles de
ser integradas en él.

A) Criterio de la coherencia
Como ha señalado E. Alonso García, en virtud de este criterio las normas deben ser
interpretadas de modo tal que se evite su contradicción con otras. Este criterio
presupone la idea de la coherencia del sistema y con ella la imposible presencia de
antinomias en el Derecho. Así, puede desempeñar, como señala Ezquiaga, dos tipos
de funciones: la negativa, por la que se rechaza una interpretación al entenderla
incoherente con alguna otra norma del Ordenamiento, y la positiva, por Ia que se
atribuye un significado a una norma por ser coherente o el más coherente con otro
norma.

B) Criterio de la conformidad con la Constitución


Por medio de este criterio la interpretación de las normas debe hacerse teniendo en
cuenta la Constitución. Toda interpretación de un precepto debe estar en
conformidad con la norma básica, lo que significa que debe hacerse desde esta y sin
que el resultado la contradiga. La importancia de este criterio es evidente, hasta el
punto de que puede presentarse como el principal dentro del sistemático y. por ende,
entre los restantes. Como ha señalado el Tribunal Constitucional: «Las reglas de
interpretación recogidas en el artículo 3.1 del Código Civil, lejos de constituir un
obstáculo a la adecuación de las normas a la Constitución, la potencian, desde el
momento en que el texto constitucional se convierte en el "contexto" al que han de
referirse todas las normas a efectos de su interpretación y aplicación por los órganos
judiciales''.
Se trata, por tanto, de un criterio en el que hay presencia no sólo de una
argumentación sistemática, sino también consecuencialista. A su vez puede ser
desglosado en otros, tales como el de la interpretación favorable para la efectividad
de los derechos fundamentales, el de la interpretación conforme a los principios
rectores de la política social y económica o el de la interpretación no formalista
Mención especial merece el denominado criterio estructural. Se trata de un criterio
utilizado en la interpretación constitucional, a través del cual el significado de una

155
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

norma es extraído de las estructuras y relaciones creadas por la Constitución. Un


ejemplo de su utilización por nuestro Tribunal Constitucional aparece en la Sentencia
de 28 de julio de 1981, en la que so llega a reconocer a esta estructura el valor de
fuente normativa.

C) Criterio de la conservación de normas y de la continuidad del


Ordenamiento
El criterio de la conservación señala la necesidad de agotar todas las
interpretaciones posibles antes de derogar o invalidar una norma. El Tribunal
Constitucional, en su Sentencia 93/1984, de 16 de octubre, afirmaba: «es necesario
operar todas las posibilidades de interpretar los preceptos de conformidad con la
Constitución y declarar tan sólo la derogación de aquellos cuya incompatibilidad con
ella resulta indudable por ser imposible llevar a cabo dicha interpretación». Un
sentido parecido a este criterio, desde la consideración normativa de ciertos actos
jurídicos, lo poseería el criterio de conservación de los actos jurídicos.
Unido a estos criterios aparece el de la continuidad del Ordenamiento jurídico,
vinculado al artículo 9.3 de la Constitución, y que se proyecta sobre todo en materia
de eficacia derogatoria de Ia Constitución. Este criterio obliga también a intentar una
interpretación del enunciado que no lo invalide.

D) Criterio de la plenitud
Se trata de un criterio relacionado con el de Ia conservación y el de la coherencia, y
expresa la necesidad de que la interpretación se haga desde Ia consideración del
Ordenamiento como un sistema completo o pleno Por lo tanto, impone la obligación
de dotar siempre de cierto significado a un enunciado desde la presunción de que el
Ordenamiento contiene todos los materiales necesarios pura ello.

E) Criterio de la no redundancia
Consiste en un tipo de criterio susceptible de ser considerado también como criterio
consecuencialista. Supone que entre las distintas interpretaciones posibles de una
disposición debe elegirse aquella que no implique una repetición del legislador, Se
incluye entre los sistemáticos, ya que la no-redundancia opera desde el sistema.
Tanto los instrumentos para averiguar si hay o no-redundancia cuanto los referentes
que se tienen en cuenta son sistemáticos.

F) Criterio del lugar material


A través de este criterio, el significado de una disposición se hace depender del lugar
que ocupa en el Ordenamiento. Se trata de un criterio apoyado en el argumento
sedes materiae.

156
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Una variante suya es el criterio de la rúbrica, que exige atribuir el significado a una
disposición en función del titulo o rúbrica que encabeza el grupo normativo en el que
se encuentra.

G) Criterio apagógico
Apoyado en el argumento ad absurdum exige atender a las consecuencias de la
interpretación: no puede darse un significado a una norma que provoque
consecuencias absurdas. En este sentido se afirma que «debe seleccionarse
siempre aquella norma o grupo de normas que hagan eficaz la finalidad que la
norma persigue y desecharse aquella que conduzca a un resultado absurdo» ''.
Puede parecer rara su inclusión entre los criterios sistemáticos, ya que hace
referencia a las consecuencias de la interpretación. No obstante, lo relevante en este
criterio es la concepción de lo absurdo. En este sentido, normalmente la definición
de aquello que se considera como absurdo se hace a través de los restantes
criterios, principalmente mediante el de coherencia y el de conservación. Se trata, en
definitiva, de dotar de un significado a la norma que no sea absurdo en relación con
el Ordenamiento.

H) Criterio analógico
Exige interpretar el enunciado en cuestión teniendo en cuenta, otros enunciados
similares ya interpretados. La analogía puede ser legis (si opera en relación con una
norma) o iuris (si la relación se produce con varias normas o con el Ordenamiento en
su conjunto). Este último significado coincide casi estrictamente con el criterio de
equidad.
El criterio analógico no manda atribuir el mismo significado que otros enunciados
(cosa que estaría en radical contradicción con el criterio de la no-redundancia, pero
que es el significado de la analogía como criterio de interpretación de los hechos).

I) Criterio de la equidad
El Código Civil habla de la equidad en su artículo 3.2, donde se afirma: «La equidad
habrá de ponderarse en la aplicación de las normas, si bien las resoluciones de los
tribunales sólo podrán descansar de manera exclusiva en ella cuando la ley
expresamente lo permita». En este sentido, el Tribunal Supremo ha afirmado que:
«La equidad constituye un concepto filosófico-jurídico, y representa un desiderátum
en la aplicación del Derecho, pero, en cualquier caso, es un principio inspirador de la
interpretación y aplicación de las normas jurídicas...».
El criterio de la equidad puede ser desglosado en dos vertientes, estrechamente
conectadas, que se proyectan en la idea de igualdad (como sinónimo de «justicia
legal») y en la técnica-de la analogía iuris. La primera exige que la interpretación de

157
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

la norma se haga atendiendo a los criterios de «justicia legal» (lo que el Derecho
considera como justo). La segunda señala la necesidad de que la interpretación
.Hienda al sentido de las restantes normas. En esta última dimensión los principios
juegan un papel relevante.
En cualquier caso se tarta de un criterio susceptible de ser integrado en otros donde
adquiriría su significado íntegro (concretamente los que denominaremos como de
coherencia valorativa). Esto puede verse claramente reflejado en la Sentencia del
Tribunal Constitucional 96/1989. de 20 de mayo (fj. 3."), donde ante la apelación por
un juez a razones humanitarias a la hora de precisar el contenido y alcance de su
resolución, afirma que entre los criterios de interpretación se encuentra la equidad,
cuya ponderación es siempre obligada en la aplicación de toda norma. Y continúa:
«Siendo esto así, debe admitirse también que la invocación de motivos
humanitarios, de la que los Jueces y Tribunales laborales hacen, por lo demás,
frecuente uso en este tipo de pretensiones y también en otras sujetas a su ju-
risdicción, es una forma razonablemente lícita de expresar la ponderación que de la
regla jurídica de la equidad ha de hacerse en la resolución judicial de los litigios».

J) Criterio del precedente y de la autoridad


En virtud de este criterio una norma debe ser interpretada atendiendo a Ia
interpretación ya realizada de la misma por otro operador jurídico. Se conecta con el
criterio histórico y con el de la autoridad. Este último criterio se basa en el argumento
de autoridad, que como nos dice Tarello es aquel por el que «a un enunciado nor-
mativo le es atribuido el significado que ya le había sido atribuido por alguien, y por
ese único hecho».
Normalmente, la autoridad a la que se hace referencia puede ser bien la
jurisprudencia, bien la doctrina. aunque también puede entenderse que la utilización
de normas para describir el significado opera en este sentido.
Conviene no pasar por alto la relevancia de este criterio, que en el ámbito jurídico
puede ser considerado como descriptor de toda la actividad interpretativa. El criterio
de la autoridad hace referencia a la utilización de un material normativo para dotar
de significado ni enunciado, lo que resume la labor interpretativa. Toda interpretación
en el Derecho se hace desde premisas normativas que actúan como elementos de
autoridad.

K) Criterios de la ordenación
En lo que denomino como criterios de ordenación se engloban tres criterios de
interpretación que operan desde la órbita sistemática. Se trata de los criterios
jerárquico, de especialidad y cronológico. Estos criterios se utilizan sobre todo en el
ámbito de la aplicación, en la resolución de las llamadas antinomias.

158
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El criterio jerárquico se identifica con el principio de jerarquía, que consiste en


otorgar a determinadas normas mayor fuerza imperativa. El principio se reconoce en
nuestra Constitución dentro del artículo 9.3 y está presente también en el Código
Civil, concretamente en su artículo 1.2 («Carecerán de validez las disposiciones que
contradigan otra de rango superior»). No obstante, cuando hablamos en este punto
de criterio jerárquico, estamos haciendo referencia al principio de jerarquía formal,
que hace referencia al grado jerárquico de las normas. A través de este criterio se
afirma que entre dos normas incompatibles prevalece aquella de suprior tango
jerárquico (lex superior deroga/ inferior).
El criterio cronológico hace referencia al tiempo de vigencia de una norma y está
reconocido en nuestro Ordenamiento dentro del artículo 2.2 del Código Civil («Las
leyes sólo se derogan por otras posteriores. La derogación tendrá el alcance que
expresamente se disponga y se extenderá siempre a lodo aquello que en la ley
nueva, sobre la misma materia, sea incompatible con la anterior. Por la simple
derogación de una ley no recobran vigencia las que esta hubiere derogado»). A
través de este criterio se afirma que entre dos normas incompatibles prevalece
aquella que ha entrado en vigor con posterioridad (lex posterior derogat priori).
El criterio de especialidad hace referencia a la materia, mejor, al ámbito de validez
de una norma, y se relaciona con el principio de jerarquía pero en sentido material, o
lo que puede ser igual, con el principio de competencia. Básicamente, a través del
criterio de especialidad se afirma que entre dos normas incompatibles prevalece
aquella que es especial, esto es, aquella que se refiere más estrictamente al punto
en conflicto (lex especialis derogat generali). Así, por ejemplo, entre una norma A
cuyo contenido fuese «la interpretación de la voluntad de los particulares, se ajustará
al sentido litoral de sus palabras»; y una norma B (de igual rango), cuyo contenido
fuese «la interpretación de la voluntad del testador se hará de aquella forma que
beneficie a los herederos directos» en virtud de este criterio prevalecería la norma B.
El criterio de especialidad guarda estrecha relación con el de competencia, que se
refiere a la capacidad para producir normas y que tiene tres proyecciones
principales. La primera consiste en la atribución especial de potestad normativa
sobre determinada materia a un centro determinado. Es el caso, por ejemplo, de lo
dispuesto en el articulo 72.1 de la Constitución («Las Cámaras establecen su
propios Reglamentos, aprueban autónomamente sus presupuestos y, de común
acuerdo, regulan el Estatuto del Personal de las Cortes Generales...»). La segunda
consiste en el establecimiento de subsistemas normativos correspondientes a
diferentes entes. Este seria el caso de lo dispuesto en el artículo 152 de Ia
Constitución, en relación con los artículos 137 y 147 del mismo texto. El artículo 152
se refiere a la Asamblea Legislativa de las Comunidades Autónomas, que es el
órgano legislativo de estas, que goza de autonomía para la gestión de sus intereses

159
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

dentro de las competencia que se establezcan por la Constitución y por su Estatuto


de Autonomía, que es, básicamente, Ia norma básica del subsistema. La tercera, co-
nectada con el sentido de la jerarquía formal, consiste en someter a un determinado
procedimiento la creación de normas sobre materias específicas. En este caso se
atribuye, supuestamente, competencia a una determinada norma con un
procedimiento también determinado en relación con una materia. Como ejemplo
puede proponerse el del articulo 81.1 («Son leyes orgánicas las relativos al
desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas, las que
aprueben los Estatutos de Autonomía y el régimen electoral general y las demás
previstas en la Constitución»), en relación con el 81.2 («La aprobación, modificación
o derogación de las leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una
votación final sobre el conjunto del proyecto»).
Ahora bien, en lo referente a la interpretación, que es lo que nos interesa aquí, estos
criterios presentan dos vertientes. La primera exige al interprete operar en
conformidad con la norma jerárquicamente superior, especial o cronológicamente
posterior; la segunda exige que el resultado de la interpretación no esté en
contradicción con la norma superior, especial o posterior.

2.2.4. El criterio histórico


En virtud de este criterio la normas deben interpretarse a tenor de los antecedentes
históricos y legislativos.
Se trata de un criterio en el que pueden destacarse dos dimensiones:

A) Criterio histórico estricto


Exige tener en cuenta los antecedentes históricos del enunciado. Como ha puesto
de manifiesto Ezquiaga, pueden destacarse dos direcciones en relación con este
criterio. La primera, que denomina estática, se basa en el sentido conservador de la
historia, y se relaciona con el sistemático y con el literal. Es decir, el criterio ope ra
atendiendo al significado histórico literal del enunciado en cuestión. La segunda es
denominada como dinámica, y se apoya en el sentido evolutivo de la historia, por lo
que está estrechamente conectado con el criterio sistemático y el sociológico. Desde
esta dirección el criterio opera atendiendo a la evolución histórica del tratamiento del
enunciado fijándose en la realidad social del momento.

B) Criterio de la voluntad o psicológico


A través de este criterio se atribuye al enunciado normativo a interpretar el
significado que se correspondo con la voluntad de su autor. Los instrumentos en los
que se apoya para la averiguación de la voluntad del autor del enunciado suelen ser
los trabajos preparatorios, las exposiciones de motivos y los preámbulos, por lo que

160
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

guarda una estrecha relación con el criterio histórico estricto, si bien este último
busca el significado en In forma con la que los legisladores históricos han tratado
ese enunciado, mientras que el de la voluntad se dirige a determinar la voluntad de
quienes físicamente elaboraron el documento.

2.2.5 Criterio intencional y teleológico


Por criterio intencional y ideológico entenderé la exigencia de que la interpretación
atienda al espíritu y finalidad de las normas. Se trata de un criterio que esta
relacionado, al menos, con el de la voluntad, con el histórico estricto y con el
sistemático.
En ocasiones ha sido descrito como el criterio principal, aunque tal ves esto puede
explicarse por su presencia en la operatividad de los restantes. Tanto la finalidad
como el espíritu del enunciado se desprenden del examen de sus antecedentes, del
sistema, de la realidad social, etc... Podríamos afirmar que se trata de un criterio
subsidiario que debe ir acompañado de otros, ya que de otra forma seria
enormemente impreciso.
Igual que en casos anteriores este criterio es susceptible de ser dividido en dos
glandes grupos: el ideológico y el pragmático o consecuencialista. Su análisis nos
permitirá comprender su sentido.
2.2.5.1. El significado del criterio teleológico
El criterio teleológico puede desglosarse en cinco tipos:
A) Criterio ideológico estricto y de racionalidad
Exige que la interpretación del enunciado se haga atendiendo a su finalidad, y se
apoya, por tanto, en el argumento teleológico. Ha sido entendido en alguna decisión
judicial como la clave fundamental para orientar la interpretación. El problema
principal radica en la forma de determinar osa finalidad. Como ha puesto de ma-
nifiesto Ezquiaga, en este punto el criterio ideológico estricto se apoya en otros.
En efecto. Ia finalidad puede encontrarse bien en otras normas (criterio sistemático,
de In voluntad, etc..), por sus antecedentes (criterio histórico), en el contexto
socioeconómico (criterio de la realidad social).
El criterio se especifica en el denominado criterio de racionalidad, que exige que las
normas se interpreten coherentemente con las fines que justifican su existencia, y
esta, a su vez, relacionado con lo que en el ámbito constitucional se ha denominado
como test de la racionalidad a la hora de examinar In constitucionalidad o
inconstitucionalidad de ciertas normas. Desde éste se dice que «es irracional algo
que pretende ser un medio para alcanzar un fin, y en realidad no tiene nada que ver
con la consecución de dicho fin». El criterio de racionalidad encuentra una estrecha
conexión con el criterio de proporcionalidad, que se refiere a la relación medios-finés
en el ámbito de la actuación administrativa.

161
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

B) Criterio de razón mayor


Justifica la propuesta de una interpretación extensiva de un enunciado normativo, en
el sentido de incluir en sus términos aparentemente referidos a un único sujeto o
clase de sujetos, otros sujetos o clases; o de incluir en sus términos aparentemente
referidos a un único comportamiento o clases de comportamientos otros comporta-
mientos o clases. Igual que en el cuso anterior el problema que está detrás es el de
determinar de dónde se obtiene lo idea de razón mayor. Como ha puesto de
manifiesto Ezquaga, esta operación se hace a través de otros criterios,
principalmente el sistemático, histórico, v el que será más adelante denominado
como de razonabilidad. En cualquier caso, a través de este criterio se amplia el sig-
nificado del enunciado apoyándose en el sistema y teniendo en cuenta sus fines.

C) Criterio de la naturaleza de las cosas


Se trata de un criterio que alude a la necesidad de apoyarse a la hora de la
interpretación de un enunciado en su esencia o en la de la institución a la que se
refiere. Es una muestra de lo problemático que puede resultar el criterio Ideológico si
no se pone en redición con otro criterio. Básicamente tiene que apoyarse en el
sistemático, es decir, la naturaleza de la cosa hay que encontrarla en el
Ordenamiento.

D) Criterio de la justicia
Supone que la interpretación de un enunciado se haga atendiendo al valor justicia.
Ahora bien, no debe entenderse de una forma asistematica. Su utilización se hace
desde el interior del Ordenamiento, por lo que el concepto de justicia que se maneja
es el de justicia legal (identificándose así con el de equidad).
E) Criterio del contrapeso y de la razonabilidad
Este criterio exige que la interpretación se haga atendiendo a los valores y bienes
constitucionales, presentando, por tanto, una estrecha vinculación con el criterio
sistemático.
Una variante es lo que podría ser denominado como criterio de razonabilidad. que
permite dar un significado distinto al ya dado con anterioridad a una norma por
razones no arbitrarias, es decir, susceptibles, de ser derivadas del Ordenamiento. En
su virtud un enunciado normativo puede sor interpretado de forma distinta según
cuál sen su proyección material siempre y cuando la diferencia posea una
justificación razonable.

Se opone así a algunos de los criterios ya examinados de apoyarse siempre en el


Ordenamiento (en caso contrario existiría antijuricidad) y producirse por la
modificación de algunos de los elementos que motivaron la anterior interpretación.

162
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Se conecta con el criterio sistemático y con el de la realidad social. En relación con


el primero, para la justificación del cambio de significado; en relación con el
segundo, para identificar los elementos con los que se realiza el cambio. El examen
de la razonabilidad se hace siempre desde la contemplación do los valores que
presiden el Ordenamiento.

2.2.5.2. El significado del criterio pragmático o cosecuencialista


El criterio que denominamos como pragmático o consecuencialista présenta una
serie de dimensiones que hacen que posen un significado propio. Sin embargo, lo
incluimos dentro del criterio intencional o teleológico, ya que está estrechamente
conectado con la idea de finalidad. Dentro de él cabe distinguir dos criterios:

A) Criterio consecuencialista estricto


Con carácter general, supone tener en cuenta las consecuencias de la interpretación
no sólo en lo referente a criterios de utilidad, sino también en relación con criterios
de libertad, igualdad, proporcionalidad, etc. De es tu manera, este criterio exige que
entre las distintas interpretaciones de un enunciado se escoja aquella que mejores
resultados proporcione teniendo en cuenta su finalidad. Por tanto, implica un calculo
sobre las consecuencias de la interpretación orientándola a cierto fin u objetivo, lo
que le conecta claramente con el criterio sistemático o, siempre teniendo a éste en
cuenta, con el de la realidad social. El fin u objetivo debe ser deducido del Orde-
namiento y, en su caso, atendiendo a su incidencia socia.

B) Criterio de la universalización
Exige que el enunciado se interprete dando un significado que estemos dispuestos a
mantener en el futuro para circunstancias idénticas. Es decir, obliga al interprete a
comportarse como si estuviera sentando un precedente.

2.2.6. Criterio de la realidad social (sociológico)


El criterio sociológico exige que la interpretación se haga atendiendo a las
circunstancias sociales y económicas del momento. En este sentido se trata de un
criterio de gran importancia en la adaptación del Derecho a los cambios sociales'. No
obstante, conviene incidir en este punto que se trata de un criterio que sólo es
operativo en el Derecho cuando se hace desde su interior. Es decir, como nos ocurre
con los restantes criterios no puede ser utilizado para atribuir a un enunciado un
significado que no respete los criterios de validez jurídica. Tres sentencias del
Tribunal Supremo pueden señalarse como ejemplos de esta exigencia. La Sentencia
de 26 de diciembre de 1990 (RA 10370) señala en su fundamento jurídico 4 «Que la
realidad social ha de informar la interpretación de las leyes es exacto, y hasta que

163
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

dicha realidad impone en ocasiones cambios legislativos, pero mientras no se


producen no puede llevar a interpretar un precepto conculcando su tenor literal...»
Por su parte, en el fundamento jurídico 2 de la Sentencia de 7 de enero de 1991 (RA
108) se afirma: «... los factores sociológicos no autorizan para modificar o no aplicar
la ley y si sólo para suavizarla, debiendo ser aplicados con mucho tino y prudencia,
para no dar trascendencia a estados o tendencias no fijadas». En la Sentencia de 3
de febrero de 1992 (RA 872), dentro del fundamento jurídico 2 se dice: «La realidad
social, tras la promulgación de la Constitución, es totalmente contraria a la actuación
de las autoridades sin estricta sujeción a la ley, que constituye exigencia
irrenunciable del Estado de Derecho y garantía primaria del ciudadano.»
Así, parece que se trata de un criterio que debe operar junto a los restantes. Sirve de
apoyo, por ejemplo, a la modificación de la atribución de significados anteriores, pero
todo ello dentro de In perspectiva sistemática.

2.3. Criterios y metacriterios


Como señalé al principio, los criterios de interpretación que acabamos de describir
pueden ser clasificados con el propósito de obtener una visión integral de este
fenómeno. Para ello llevaremos a cabo una primera distinción entre lo que
podríamos denominar como criterio general de interpretación y los metacriterios.
El criterio general (que como veremos se corresponde con el sistemático en sentido
amplio) es la perspectiva principal que se adopta a la hora de interpretar un
enunciado normativo, tanto en el inicio de esta tarea como en su resultado. Es decir,
señala el marco en el que debe basarse la labor interpretativa y su fruto. Los
metacriterios son opciones, puntos de partida o perspectivas de utilización del cri-
terio general. Su distinto sentido repercute en el resultado de la interpretación.
Algunos metacriterios no son otra cosa que presupuestos del criterio general. Es
decir, acompañan a los distintos sentidos de este criterio imponiendo ciertas
actuaciones o perspectivas. Otros metacriterios, los que denominaré generales, se
presentan como opciones de la interpretación. Es decir, plantean circunstancias a
tener en cuenta por el intérprete sin especificar el grado de atención exigido.

2.4. El papel de los criterios en la Interpretación


Una vez aclarado el sentido de los metacriterios volveré a los criterios, pero ahora
desde una perspectiva más cercana al papel real que los mismos desempeñan en la
interpretación.

2.4.1. El criterio gramatical


Aunque este criterio ha sido presentado por algunos como suficiente, no parece que
sirva como único criterio a Ia hora de determinar un significado. Más bien se

164
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

constituye en un presupuesto de toda interpretación, siendo consientes de que su


utilización se hace desde la perspectiva sistemática. En efecto, se acude a otras
normas del sistema o a la voluntad de una autoridad normativa, teniendo en cuenta
siempre las máximas de la experiencia del lenguaje.
En este sentido parece que estamos en presencia de un metacriterio general,
necesario en cualquier interpretación (que debe apoyarse en el lenguaje empleado
en el enunciado), pero insuficiente. También puede ser contemplado como criterio
dentro del sistemático, que sirve para dotar de significado a la idea de coherencia,
en el sentido de que exige interpretar de forma semánticamente coherente con el
Ordenamiento.

2.4.2 El criterio sistemático


Todos los criterios sistemáticos están presididos por la idea de la coherencia. Los
enunciados normativos deben ser interpretados de forma coherente con el
Ordenamiento. Este es precisamente el significado general del criterio sistemático,
siendo los restantes proyecciones, presupuestos u limitaciones del mismo.
En efecto, algunos no son otra cosa que concreciones al sentido general de este
criterio, es decir, hacen alusión a que partes del Ordenamiento deben ser tenidas en
cuenta. Dentro de éstos pueden incluirse el criterio estructural, el del lugar material,
el de conformidad con la Constitución, el analógico (otro enunciado), el de equidad
(un material normativo). el del precédente, el de autoridad. Este último, puede
entenderse como globalizador de todos. Los restantes se diferencian según si su
proyección es hacia el pasado (criterio del precedente) o hacia el presente (lugar
malcría! y conformidad con la Constitución), aunque existen criterios que pueden
operar desde ambas perspectivas (analógico y de equidad). Básicamente estos
criterios buscan Ia coherencia fijándose bien en el tenor literal del enunciado y su
relación con otros (coherencia semántica, por ejemplo, analógica), bien en los
valores presentes en el Ordenamiento (coherencia valorativa. por ejemplo, equidad).
Otros de los criterios incluidos en la perspectiva sistemática se presentan como
presupuesto de la misma, lo que. siguiendo la distinción que señalábamos, los
constituye en metacriterios específicos del criterio sistemático. Son tales el criterio
de conservación, de la continuidad y el de la plenitud. En virtud de los primeros, la
Atribución de significado desde la perspectiva sistemática debe intentar dotar de un
significado a los enunciados normativos que permita su presencia en el
Ordenamiento. Por su parte, el de Ia plenitud impone la necesidad de utilizar criterios
sistemáticos presumiendo que es posible encontrar un significado del enunciado
perteneciente al Ordenamiento. También es posible integrar aquí los criterios de
ordenación en su primera perspectiva (aquella que no se proyecta en los
resultados).

165
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Los restantes criterios sistemáticos no son otra cosa que criterios, limites, es decir,
tienen como significado imponer límites a los restantes criterios atendiendo al
resultado de su utilización (por lo que se relacionan con el criterio
consecuencialista). Así no sirven como criterio igual que los anteriores, sino que
operan sobre los restantes. Son de este tipo el criterio de la no-redundancia, el
apagógico y los de ordenación en su segunda perspectiva.

2.4.3. E/ criterio histórico


Las diferentes perspectivas del criterio histórico pueden ser incluidas en el
sistemático, ya que hacen alusión a un elemento del Ordenamiento a la hora de
dotar de significado al enunciado. Tanto el criterio histórico cuanto el psicológico se
refieren bien a una norma anterior, bien a un órgano del Ordenamiento, bien a un
precedente. En este sentido pueden ser analizados como proyecciones del criterio
sistemático hacia el pasado (histórico estricto estático y psicológico) o hacia el futuro
(histórico estricto dinámico).

2.4.4. El criterio intencional y teleológico


Destacábamos dos sentidos generales en este criterio. El primero de los grandes
significados, el ideológico, parece susceptible de ser entendido como sistemático. En
efecto, el criterio ideológico estricto. el de racionalidad, el de razón mayor, el de la
naturaleza de las cosas, el de la justicia, o el del contrapeso, no son otra cosa que
criterios que aluden a elementos imposibles de comprender fuera del Ordenamiento.
Opera desde las normas, principios, estructuras, precedentes, etc., y todo ello bajo
la perspectiva de la coherencia. En este sentido podríamos diferenciarlos, como
hicimos al tratar el sistemático, según concreten la coherencia, atendiendo a fines o
a valores. El criterio de racionalidad, el ideológico estricto y el de razón mayor serian
del primer tipo. El criterio de la naturaleza de las cosas, de la justicia y del
contrapeso serían del segundo. Se trata, por tanto, de criterios que dan sentido la
coherencia
El segundo de los significados (criterio consecuencialista) posee una relevancia
fundamental en el Derecho y se presenta tanto como metacriterio (punto de partida
de la interpretación en el sentido de exigir que ésta tenga en cuenta sus
consecuencias), como proyección del criterio sistemático, y como limite de éste (no
olvidemos que el criterio de la no-redundancia y el apagogico, a pesar de estar
incluidos entre los sistemáticos, atienden a las consecuencias).
Dividíamos el criterio consecuencialista en consecuencialista estricto y de la
universalización. El primero ni exigir que la interpretación se haga en el sentido de
obtener unas consecuencias favorables, atendiendo a la finalidad, a la realidad
social, etc., es difícil de comprender fuera del criterio sistemático, ya que las

166
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

consecuencias, los criterios para determinar lo favorable, deberán ser obtenidos


desde el Ordenamiento. Así, se presenta como límite ni resultado de la actuación del
criterio sistemático. Por su parte, el criterio de universalización puede ser
considerado como un metacriterio general de In interpretación, en el sentido que
señala la perspectiva a adoptar por el intérprete.

2.4.5. El criterio de la realidad social


Con las matizaciones que hicimos en su momento en torno al significado de este
criterio parece que no es otra cosa que una opción o un punto de partida a adoptar a
la hora de aplicar el criterio sistemático. Con ello estamos en presencia de un
metacriterio que permite un amplio margen de valoración y que posee una
relevancia fundamental.

2.5. Una sistematización de los criterios,


Si analizamos el significado de los diferentes criterios, parece que todos poseen una
perspectiva común: la contemplación sistemática del Derecho. Esa es la perspectiva
a adoptar en la interpretación, y su significado puede resumirse en Ia idea de la
coherencia. Esta idea creo que sirve para caracterizar cómo debe ser el Derecho y,
en definitiva, para entenderlo como una técnica racional de control social. El
interprete debe dotar a los enunciados de aquel significado que no esté en
contradicción con el Ordenamiento y que sea además el más coherente Por ello,
tiene que tener en cuenta sus elementos (normas, principios, etc...), que funcionan
como criterios de autoridad. El significado coherente se proporciona a través y desde
los elementos del Ordenamiento.

La coherencia con el Ordenamiento, que exige toda interpretación, puede ser literal,
finalista o valorativa. La primera impone atender al sentido propio de las palabras, la
segunda a los fines del Ordenamiento y la tercera a los valores.
Ahora bien, la coherencia puede producirse operando con elementos del
Ordenamiento desde una perspectiva pasada, presente o futura, siempre teniendo
en cuenta que el resultado de la interpretación no puede ser redundante, absurdo,
de consecuencias desfavorables para las normas básicas o estar en contradicción
con los criterios de ordenación del sistema jurídico.
Esta operación interpretativa presupone tanto la necesidad de contemplar el
Ordenamiento como un todo cuanto la de conservar los enunciados normativos que
lo componen y respetar los principios de ordenación. Por último, la interpretación
sistemática parte siempre de un enunciado, el cual debe sur interprendo teniendo en
cuenta la realidad social y como si se estuviera creando un precedente.

167
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

En el esquema anterior he tratado de sistematizar los diferentes criterios, aunque no


debe pensarse que con ello puedan resolverse los problemas de la interpretación y
ésta pueda proporcionar una única respuesta a los casos jurídicos. Es conveniente
recalcar cómo algunos de los criterios expuestos están enfrentados y la utilización
de uno u otro puede cambiar el sentido de los enunciados. Es necesario elegir, pero
la utilidad de toda sistematización es que a través de ella se podrá justificar la
elección o pedir explicaciones de la misma.

2.6. Criterios del sistema y de subsistemas


Los criterios que hemos venido describiendo y que parten de lo que se dispone en el
artículo 3.1 del Código Civil valen para todo el sistema jurídico, por lo que poseen un
carácter general. Junto a ellos existen otros criterios que no tienen ya un alcance
general, sino que poseen validez, en determinados subsistemas.

Con anterioridad habíamos afirmado cómo las normas básicas de los subsistemas
se convertían en criterios de interpretación jurídica. Se trataba en cualquier caso de
criterios indirectos con un valor derivado del sentido de alguno de los criterios
generales. Un ejemplo de este tipo de normas lo constituye el artículo 103.1 de la
Constitución, que puede ser presentado como la norma básica del subsistema de la
Administración y como criterio de interpretación de las normas que lo componen En
este punto no vamos a referirnos a ese tipo de criterios sino a otros, con una
proyección similar, pero que pueden ser catalogados como criterios directos. Es
decir, presentan unas características similares a los contenidos en el articulo 3.1 del
Código Civil, en relación con el sistema.

En la descripción del Derecho que hacíamos al principio del libro señalábamos cómo
éste podía ser descrito como un sistema en cuyo interior existían diferentes
subsistemas. Algunos de estos contienen una reglas específicas para determinar el
significado de sus elementos. Es el caso, por ejemplo, del subsistema de los
derechos fundamentales, en el cual existe un criterio de interpretación que aparece
recocido en el artículo 10.2 de la Constitución, en efecto, en este articulo se afirma:
«Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la
Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal
de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas
materias ratificados por España. Otro ejemplo que nos puede servir está presente en
el subsistema del Derecho privado, y más concretamente en el ámbito contractual y
en el sucesorio. En el primero existe un precepto, el artículo 1.281 del Código Civil,
que dice: «Si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la
intención de los contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas». Y sigue:

168
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

«Si las palabras parecieran contrarias a la intención evidente de los contratantes


prevalecerá ésta sobre aquellas.» En el segundo, el articulo 675. párrafo 1, del
Código Civil dice: «Toda disposición testamentaria deberá entenderse en el sentido
literal de sus palabras, a no ser que aparezca claramente que fue otra la voluntad
del testador. En caso de duda se observará lo que aparezca más conforme a la in-
tención del testador según el tenor del mismo testamento».
Si atendemos a la existencia de estos preceptos, rápidamente observaremos cómo
es posible que puedan plantearse casos en los que su operación cambia de manera
radical el significado de cualquier asunto jurídico. Ciertamente podemos pensar que
los criterios de los subsistemas poseen un valor idéntico al de los restantes criterios
y que su enumeración no es otra cosa que la adición de otras pautas. En este
sentido el articulo 10.2 de la Constitución serla expresión de la exigencia de
coherencia presente en toda actividad interpretativa, mientras que el 1.281 y el 675
del Código Civil estarían más unidos al del tenor literal y al intencional.
Ahora bien, que los criterios de subsistemas posean como misión dotar al intérprete
de más mecanismos no soluciona el problema de los conflictos. En relación con el
subsistema de los derechos, éste no parece poder darse porque el mismo busca
también la coherencia. Otra cosa puede ocurrir con la operación del artículo 1.281.
En casos de conflicto parece que la única forma de resolverlos iría unida a la
actuación del criterio de ordenación. Es decir, si se trata de un conflicto entre el
artículo 3.1 y el articulo 1.281 del Código Civil habrá que estar a aquel que sea
prevalente a través de la utilización de los criterios de ordenación.
Claro está que esta argumentación se hace desde la consideración normativa de los
contratos. Incluso dentro de ésta podría pensarse que los criterios del artículo 3.1
son normativos, mientras que los del artículo 1.281 del Código Civil son para
interpretar hechos.
No obstante, incluso la aplicación de estos criterios dentro del propio subsistema no
es clara. En efecto, en el ámbito de los contratos además de la cláusula general ya
apuntada del articulo 1.281, los artículos 1.282 a I.289 regulan también esa
problemática. Si atendemos al sentido de estos preceptos podremos observar cómo
aparecen los distintos criterios normativos examinados. En cualquier caso, el artículo
1.281 prima y dentro de él, parece que es el análisis de la intención lo que debe
situarse como principal sentido. Ahora bien, esto debe hacerse acudiendo al análisis
conjunto y sistemático de las estipulaciones, por lo que es aquí también el criterio
sistemático el que parece primar.
Y a la misma conclusión llegamos con el análisis de la interpretración de los
testamentos, que si bien debe hacerse intentando encontrar la voluntad del testador,
para ese logro tiene que acudirse al conjunto del documento testamentario, tratando
de armonizar en lo posible sus distintas cláusulas.

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3. INTERPRETACIÓN Y ARGUMENTACIÓN
La importancia de la interpretación en el Derecho es clara incluso fuera de la
concepción que apuntamos de las normas en el inicio del libro. Está presente en los
diferentes problemas jurídicos, desde aquellos en los que están inmersas las normas
de mayor rango jerárquico hasta aquellos que se desenvuelven en el ámbito jurídico
privado o que afectan a un número escasísimo de individuos. Se trata de una
actividad que tiene que ser desarrollada por todo operador jurídico, que desde sus
primeros contactos con el Derecho comienza ya a interpretar. Ciertamente, la
relevancia interpretativa de los operadores no es la misma. Por encima se sitúa la
interpretación de aquellos ceñiros con capacidad pata producir normas y para decidir
problemas jurídicos.
Por otro lado, a lo largo de las páginas anteriores, al tratar el problema de la
argumentación y de la interpretación, hemos tenido ocasión de subrayar y constatar
la importante conexión existente entre timbas. Toda interpretación se envuelve y
justifica dentro de una determinada argumentación y técnica argumentativa.
En este sentido. igual que en el análisis de la argumentación que hemos llevado a
cabo, el valor de la coherencia se presentaba como inspirador de la misma; en
relación con la interpretación, este mismo valor ha vuelto a primar. El criterio
sistemático ha servido para reunir a los restantes, situándose como principal pauta
interpretativa.
Ciertamente no podía ser de otra forma, no sólo por la estrecha relación ente ambos
fenómenos, sino por In misma estructura y finalidad del Ordenamiento jurídico, que.
como vimos al principio de este libro, se presentaba como un conjunto de
disposiciones con un acoplamiento racional y para racionalizar las conductas
sociales. Ese carácter racional y racionalizador se proyecta sobre todas y cada una
de las operaciones jurídicas, y de manera principal en aquellas dos que se sitúan en
dos ámbitos esenciales como es el de la creación y la decisión jurídica.
En efecto, como venimos subrayando, independientemente de que la creación de
normas o la decisión jurídica sea un acto de voluntad, en los Ordenamientos
modernos se exige que éste se presente como racional, o lo que es igual, como
coherente con los valores y normas que presiden el sistema jurídico.
Independientemente de que la creación de normas o la decisión jurídica sea un acto
de voluntad, los ciudadanos esperan que este sea susceptible de explicación
racional; demandan y esperan una actuación coherente con los postulados básicos
del sistema.
El valor de la coherencia identifica al sistema jurídico y se presenta como una de sus
finalidades básicas. Siendo así el criterio orientador de la práctica jurídica.

170
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

A u to e v a lu a c ió n fo r m a tiv a Nº 07

Apellidos y Nombres: _____________________________________________


Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Que entendemos por interpretación jurídica.


2. Cual es la importancia del criterio sistemático.
3. Cual es la importancia del criterio teleológico.
4. Cual es la importancia de la interpretación jurídica.

TRABAJO:
1. Realizar una interpretación gramatical de la siguiente ley:
Art 13° de la Ley 25475: "Formalizada la denuncia por el Ministerio Público, los
detenidos serán puestos a disposición del Juez Penal quien dictará el auto apertorio
de instrucción con orden de detención, en el plazo de veinticuatro horas”.
2. Realizar una interpretación sistemática de la anterior y de la siguiente ley.
Artículo 77º del Código Procesal Penal “Recibida la denuncia y sus recaudos el
Juez Especializado en lo Penal sólo abrirá instrucción si considera que de tales
instrumentos aparecen indicios suficientes o elementos reveladores de la
existencia de un delito …”.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

TEMA 08

MOTIVACION JUDICIAL

ORIENTACION DE LECTURA:
En este tema se aborda la motivación judicial como garantía de
postergación de la arbitrariedad judicial. Igualmente se analiza el doble
aspecto de la motivación, tanto jurídico como fáctico, observando
además, pautas que conllevan a que dicha motivación sea adecuada, y
justificable.
Para ello se acompaña el siguiente material seleccionado para la
adecuada comprensión del tema tratado.
COLOMER HERNANDEZ, Ignacio. “La Motivación de las Sentencias:
Sus Exigencias Constitucionales y Legales”, Tirant lo blanch, Valencia,
2003, paginas 241 – 271.

A. REQUISITOS RESPECTO DEL JUICIO DE DERECHO


La exigencia de que la motivación esté fundada en derecho encuentra un mayor
desarrollo conceptual, tanto en la doctrina del Tribunal Constitucional como en la
jurisprudencia, respecto a los requisitos que debe reunir el juicio de derecho
(quaestio iuris) para constituir una efectiva aplicación de las normas conforme a las
exigencias del ordenamiento. Hay pues en nuestros tribunales un especial interés
por acotar las exigencias que garantizan la racionalidad jurídica de la justificación del
juicio de derecho; resultando en este sentido curioso la correlativa despreocupación
respecto de los requisitos que ha de reunir la justificación de la quaestio facti. No hay
duda de que para los órganos jurisdiccionales resulta más atractivo establecer las
exigencias que debe reunir la justificación de la decisión que pone fin al juicio de
derecho que ocuparse de concretar los requisitos que debe satisfacer la motivación
táctica, y ello ha permitido que la doctrina critique la estructura de las sentencias (le
los tribunales de nuestro entorno sociocultural por ocuparse desmesuradamente de
las cuestiones jurídicas con la consiguiente falta de atención hacia una adornada
justificación del relato do hechos probados El tribunal constitucional no so escapa de
esa tendencia a justificar mas detalladamente la quaestio iuris que la quaestio facti y
por esta razón se puede fácilmente comprobar como en sus resoluciones casi no se
ocupa de los requisitos de Injustificación de la decisión de hecho, como hemos
podido comprobar en el apartado anterior, mientras que en relación con la decisión
del juicio de derecho se establecen con todo lujo cíe detalles las exigencias que
debe cumplir un jugador para un» adecuada fundamentación cu derecho de la
justificación de la decisión a la quaestio iuris

172
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Entrando en el análisis de los requisitos que ha de reunir el juicio do derecho se


constata que la justificación de la decisión jurídica de la causa ha de ser
específicamente una motivación fundada en derecho, sin que pueda al respecto
satisfacerse las exigencias constitucionales del deber de motivación con una
justificación que no sea jurídica, es decir que no sea fundada en derecho. En este
sentido, el ATC 102/2000 señala expresamente que «la exigencia de motivación no
puede entenderse cumplida con la fundamentación cualquiera del pronunciamiento
judicial. Muy al contrario, se requiere una fundamentación en Derecho»; es decir,
que en la propia resolución se evidencie de modo incuestionable que su razón de
ser es una aplicación de las normas razonada, no arbitraria, y no incursa en error
patente, que se consideren adecuadas al caso. De lo contrario la aplicación de la
legalidad sería tan sólo una mera apariencia, por carecer manifiestamente razonable
(SSTC 23/1987, de 23 de Febrero y 1 12/1996, de 24 de junio)- (FJ º1).
Por tanto, para que In decisión adoptada sobre la quaestio iuris aparezca justificada
en derecho es necesario en esencia que In motivación acredite que la misma es
consecuencia de una aplicación racional del ordenamiento a ese concreto caso. De
manera que los requisitos exigidos para garantizar que la motivación del juicio de
derecho se encuentre fundada en derecho serán: de una parte, la necesidad de que
la justificación del juzgador constituya una aplicación racional del sistema de fuentes
de nuestro ordenamiento; de otra parte, que la justificación de la decisión respete y
no vulnere derechos fundamentales, y por último, que la motivación establezca una
adecuada conexión entre los hechos y las normas.

II) LA JUSTIFICACIÓN DE LA DECISIÓN SEA CONSECUENCIA DE


UNA APLICACIÓN RACIONAL DEL SISTEMA DE FUENTES DEL
ORDENAMIENTO
La primera de las exigencias o requisitos que debe cumplir la motivación del juicio de
derecho es justificar que la decisión adoptada es consecuencia de una aplicación
racional de la ley y del sistema de fuentes, y así expresamente lo reconoce el
Tribunal Constitucional en la sentencia 14/1991 al afirmar que la obligación de
motivar las Sentencias que el Art. 120.3 de la Constitución impone a los órganos
judiciales, puesta en conexión con el derecho a la tutela judicial protegido por el art.
24.1 de la propia Constitución entendido como derecho a una resolución
jurídicamente fundada, conduce a integrar en el contenido de esta garantía
constitucional el derecho del justiciable a conocer las razones de las decisiones
judiciales y, por lanío el enlace de las mismas con la ley y el sistema general d«
fuentes, de la cual son aplicación» (FJ 2º).
El juez debe enlazar su decisión con el conjunto de normas vigentes, para de este
modo garantizar que lo decisión y su correspondiente justificación sean jurídicas por

173
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

venir apoyadas en normas del ordenamiento. Pues de otra manera se vulneraria el


art. 24.1 de la Constitución si la motivación de la resolución no resultase ser una
aplicación del sistema jurídico. Por tanto, si el juzgador quiere que la justificación de
la decisión sobre la quaestio iuris esté fundada en derecho deberá lograr que la
motivación acredite que la decisión es consecuencia de una racional aplicación del
sistema de fuentes. Y es que, al respecto, no se puede olvidar que -la obligación de
justificar decisiones partiendo de normas y principios del ordenamiento jurídico
constituye un límite a la actividad judicial»*7". De modo que el hecho de justificar que
la decisión es el resultado de una adecuada aplicación de las normas jurídicas no es
una simple deferencia o cortesía exigible a los jueces, sino que es una obligación
derivada de la propia actividad jurisdiccional. Puesto que, desde la óptica
constitucional, sólo es admisible una concepción democrática de la jurisdicción en la
que los jueces juzguen y ejecuten lo juzgado con sumisión a la ley (art. 117. 3 CE).y
dando puntual justificación de las razones que apoyan su decisión sobre la causa
(art. 120. 3 CE).
La labor de los jueces de aplicación racional del sistema de fuentes del
ordenamiento para la resolución de la quaestio iuris constituye una actividad
conjunta y global en la que, al igual que ocurre con el juicio derecho, es posible
distinguir una serie de momentos o actividades que integran la decisión jurisdiccional
sobre el juicio de derecho. De ahí que sea posible distinguir tres grandes
operaciones que integran una aplicación racional de! sistema de fuentes, y que
sustancialmente se corresponden con: la selección de la norma a aplicar; la válida
interpretación de la misma; y la correcta aplicación de la norma seleccionada.
Pasemos a continuación a estudiar las exigencias que presentan cada uno de estos
momentos en aras n lograr una racional justificación de la decisión del juicio de
derecho.
1) Selección de la norma a aplicar
La primera de las operaciones que ha de realizar el juez n la hora de decidir sobre la
(quaestio iuris y es .seleccionar una norma aplicable que le permita resolver la
causa. Esta selección tiene por objeto encontrar un fundamento normativo para su
decisión, de modo que la opción del juzgador pueda encontrar apoyo en una norma
jurídica válida y adecuada a las circunstancias del caso. En consecuencia la
importancia de esta selección radica en que mediante ella el juzgador acota el marco
normativo en el que habrá de justificar la decisión adoptada. Ahora bien, como es
lógico para realizar esta selección el juez no goza de libertad absoluta sino que se
encuentra constreñido por diversos-límites que derivan de los caracteres de los que
debe disfrutar la concreta elección normativa realizada. En este sentido hay que
exigir que la norme escogida para justificar la decisión del juicio de derecho sen
válida y adecuada a las circunstancias concretas del caso. Para una mayor

174
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

aproximación a esta materia resulta necesario analizar separadamente cada uno de


estos límites.
a) Norma seleccionada sea vigente y válida
La valide/do la norma escocida para justificar la decisión es una exigencia ineludible
para garantizar una aplicación racional del sistema de fílenlos al objeto del proceso
De ahí que los órganos jurisdiccionales previamente a la selección de una norma o
normas deberán verificar la vigencia de las mismas. Se trata, pues, de que los
juzgadores comprueben la legalidad del material normativo que vayan a emplear
para justificar In decisión do la causa. Este control de legalidad se extiende a
verificar, de una parte, la vigencia de la norma seleccionada, o lo que es lo mismo, a
comprobar que el precepto no haya sido derogado o abrogado del ordenamiento
(validez formal), y de otra parte, u verificar su constitucionalidad y legalidad (validez
material) Por tanto, toda norma elegida por un juez para respaldar su decisión sobre
el juicio de derecho habrá de estar vigente y ser válida.
La necesaria vigencia de las normas empleadas en la motivación ha sido
expresamente reconocida por el Tribunal Constitucional cuando en su STC 99/2000
señala que «el hecho de la Sentencia recurrida omita toda consideración acerca de
la Ley 25/1995 evidencia la falta de razonabilidad de su fundamentación al percibir el
Derecho vigente, conforme al cual por exigencias do los arts. 9.3 y 117.1 CE, debía
haber decidido la cuestión. El derecho de tutela judicial efectiva exige que las
resoluciones judiciales al decidir los litigios sean fundadas en Derecho, y ose
fundamento desaparece cuando con total evidencia se omite l consideración de la
norma aplicable, y se decide mediante, la aplicación de normas que han perdido su
vigencia.» (FJ 6 167). De manera que para este Tribunal la no utilización del derecho
vigente en la fundamentación de la decisión implica más que un problema de
congruencia, que no lo hay al no existir vínculo respecto de las alegaciones norma-
tivas de los litigantes1, un defecto de racionalidad de la sentencia**1. Por tanto, no
hay duda de que si el juzgador quiere que su motivación sea el resultado de una
aplicación racional del sistema de fuentes del ordenamiento deberá vigilar por aplicar
únicamente normas vigentes, pues de lo contrario la decisión de la quaestio iuris
será irracional o ilegítima por venir apoyada en preceptos de rogados o abrogados
Junto a la verificación de la vigencia normas empleadas en la motivación, el juez
debe también comprobar la validez, material de las mismas, es decir debe realizar
un control de legalidad sobre ellas. En esencia este examen de legalidad se
corresponde con un análisis de lo constitucionalidad de las normas legales y de la
legalidad de las normas reglamentarias utilizadas en la justificación**. Se trata, pues,
en definitiva de que el .juzgador, dentro del margen que le permite el ordenamiento,
compruebe que los preceptos que usa para justificar su decisión tienen un contenido
válido y compatible1 con el de las normas superiores. Los límites que presenta esta

175
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

función del juez de control de la legalidad de las normas usadas en la motivación


son diversos según que se trate de controlar la constitucionalidad de una norma
legal o con fuerza de ley, o de verificar la legalidad de normas reglamentarias. Así,
en el primero de los supuestos, la labor del juez a la hora de formular Injustificación
de la decisión se limita a comprobar si la norma con fuerza de ley que pretende
aplicares contraria o la Constitución. Para el caso de que existir esa posible
inconstitucionalidad el juez deberá actuar de diferente manera según que la norma
legal en cuestión sea anterior o posterior a la entrada en vigor de la Constitución. Si
es anterior a nuestra Carta Magna el juez materializa su control de constitucionalidad
a través de la inaplicación de la ley que estima contraria a la Constitución, y ello
aunque los litigantes huyan solicitado entre los fundamentos de derecho de sus
respectivas pretensiones la aplicación de la norma legal que el juzgador considera
inconstitucional. Por el contrario, si la ley es de fecha posterior a la Constitución las
posibilidades de apiadar la inconstitucionalidad para el juez quedan reducidas,
puesto que sólo podrá apreciar de oficio o a instancia de parte la existencia de esa
pretendida inconstitucionalidad a los solos efectos de plantear In correspondiente
cuestión de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional'.
Por lo que respecta al control de legalidad que el juez debe realizar sobre las
normas reglamentarias que utilice en la justificación de la decisión, éste se llevará a
cabo inaplicando los reglamentos que sean contrarios a las leyes o a la Constitución
cualquiera que sea la fecha de publicación de los mismos. Y es que no se debe
perder de vista que este control sobre la validez material de las normas a emplearen
la justificación de quaestio iuris es una garantía de la racionalidad de la motivación,
en cuanto con él se intenta garantizar que la justificación de la decisión se apoye en
una aplicación racional del sistema normativo, sin que tal pretensión pueda
conseguirse si las normas utilizadas presentan un contenido inconstitucional o
contrario a la ley. Se trataría, pues, de que los jueces a In hora de seleccionar los
preceptos sobre los que construir la justificación de sus respectivas decisiones
vigilasen que ninguna de las normas empleadas fuese inválida formalmente, por
encontrarse derogada, o materialmente inválida, por tener un contenido contrario a
normas superiores. De modo se podría garantizar que el resultado do la labor de
justificación riel juicio de derecho se ha realizado con sometimiento a las exigencias
impuestas por una adecuada motivación en derecho de la decisión.

b) Norma seleccionado sea adecuada a las circunstancias del caso


Una vez sentada la validez formal y material de la norma elegida por el juzgador,
resulta también necesario que dicho precepto cumpla otra exigencia para poder s«r
seleccionada como fundamento cío la decisión judicial, y esta se concreta en la
necesidad de que la norma en cuestión sea adecuada a las circunstancias del caso.

176
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

Como se puede comprobar a simple vista este es un requisito que afecta ni fondo
del asunto litigioso, y que, por tanto, se relaciono con el objeto del proceso. De
manera que esta exigencia de adecuación a las circunstancias del caso no es más
que un límite a la actuación de los jueces, que les obliga a seleccionar como
justificación de sus decisiones aquellas normas que se correspondan con el objeto
de la causa diseñado por las partes. Y es que, no se puede perder de vista que, los
juzgadores no gozan de libertad absoluta a la hora de seleccionar el fundamento
normativo de sus decisiones como consecuencia natural de que en éstas a su vez
los jueces también carecen de una libertad absoluta para su adopción. Por tanto, si
toda decisión judicial, cualquiera que sea el orden jurisdiccional en el que nos
encontremos, se encuentra limitada por la necesidad de guardar la debida
congruencia con las peticiones de las partes, no hoy duda que cualquier eventual
selección normativa realizada por un juez para fundamentar una decisión tendrá
como limite esencial el respeto de la congruencia exigida o toda resolución
jurisdiccional.
En definitiva cuando se exige que la selección de la norma que lleve a cabo el juez
esté de acuerdo con las exigencias concretas de la causa, simplemente se está
exigiendo a la motivación que sea concordé con el objeto del proceso disertado por
las partes. En este sentido, si se quiere profundizaren lo vinculación que sobre los
jueces ejercen o pueden llegar a ejercer cada uno de los elementos de la pretensión,
resulta necesario distinguir entre el vinculo que juegan las alegaciones, y el que
desempeñan las peticiones.

i. Las peticiones de las parles


La petición de tutela que cada uno de los litigantes dirige al juez y que «e contiene
en toda pretensión procesal constituye un limite infranqueable a la hora de elegir la
norma jurídica que haya de justificar la decisión adoptada. Es en este marco del
petitum de las pretensiones donde desarrolla su eficacia el principio do congruencia
de las resoluciones; y ello supone, de una parte, que los jueces no podrán dictar
resoluciones al margen de las peticiones de las partes, y de otra parte, que los
juzgadores en modo alguno podrán utilizar para justificar sus decisiones normas
cuyo electo jurídico no se corresponda con alguna de las pretensiones formuladas.
Este límite a la hora de elegir la norma en que respaldar la justificación de la
decisión ha sido reiteradamente reconocido por el Tribunal Constitucional cuando
señala que «el art. 24.1 de la Constitución invocado por los recurrentes no impone a
los órganos judiciales un deber específico de concretar la selección normativa que
vaya más allá del necesario respeto de) deber de motivación de las resoluciones;
por un lado, y del principio de congruencia, por otro- (STC 180/1993; FJ 5º*). Por
tanto, esto significa que la necesaria congruencia que debe presidir la adopción de

177
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

las resoluciones judiciales impide que un juez eventualmente pueda utilizar para
justificar su decisión una norma cuya aplicación no tenga por efecto dar soporte
normativo a la pretensión formulada por alguno de los litigantes. Y resulta evidente
que en consecuencia, una motivación en la que se empleen normas de justificación
que no sean coherentes con las pretensiones de las partes no constituirá una
racional aplicación del sistema de fuentes, incluso en aquellos casos en los el fallo
sea congruente con las peticiones de los litigantes. De ahí que resulte preciso
distinguir dos planos muy diferenciados, a la hora de delimitar los efectos del
principio de congruencia: de un lado, el campo de la decisión judicial, que encuentra
su máxima expresión en el fallo de la sentencia, y de otro lado, la dimensión cíe
justificación de dicha decisión, que se expresa en la motivación. Puesto que si el
juez en la decisión se aparta de los limites del thema decidendi fijado por las partes
la sentencia incurrirá en un vicio de incongruencia, mientras que si, por el contrario,
simplemente se aparta do las exigencias derivadas de las pretensiones formuladas a
la hora de buscar la norma do apoyo a su decisión incurrirá sólo en un vicio o
defecto de motivación. Es decir, en sentido estricto la congruencia es una exigencia
vinculada a la decisión o fallo, lo que no obsta para que al mismo tiempo la
correspondencia o congruencia con las peticiónesele las partes (petitum) constituya
un límite para una adecuada fundamentación en derecho do la decisión.

Esta diferencia entre el vicio de incongruencia de la decisión y el defecto de


motivación por no cumplir la debida correspondencia con las peticiones de las partes
en el momento de la selección de la norma de justificación se aprecia mejor con un
ejemplo. Pensemos en el supuesto de que un sujeto presenta una demanda, en su
condición de poseedor de buena fe de una finca rústica, en la que reclama que se
condene al propietario no poseedora tolerar que pueda procederá recolectar las
setas que los pinares de la finca producen en temporada. Frente a tal pretensión el
juez acaba dictando una sentencia en la que se condena al propietario a pasar por la
actividad del demandante sobre la base de un ius usus inocui (espigueo), en lugar
de considerarla cómo una manifestación de esa posesión de buena fe. Por tanto, en
tal caso no hay duda de que la decisión seria congruente con la petición (conseguir
el aprovechamiento de las setas), y no podría ser objeto de recurso por
incongruencia, empero produciría un grave defecto de motivación, pues la
justificación normativa utilizada no se correspondería con la base Táctica alegada
por las partes por obviar la alegación relativa a la posesión de buena fe como
fundamento de su derecho a recoger las setas.

178
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

ii. Las alegaciones de las partes


El segundo de las elementos que condiciona la selección normativa que ha de
realizar el juez lo encontramos en las alegaciones de los litigantes, pues no
podemos olvidar que a través de ellas, esencialmente las fácticas, se delimita el
objeto del proceso, o lo que es lo mismo, se fija el thema decidendi. A la hora de
analizar el vinculo que las alegaciones suponen en la elección de la norma de
justificación de la decisión hay que distinguir necesariamente entre las alegaciones
láctica» (fundamentos de hecho) y las alegaciones jurídicas (fundamentos de
derecho) que integran la causa de pedir de la pretensión que ostentan cada uno de
los litiga

iiI. a. Las alegaciones fácticas


Las alegaciones de hecho constituyen el principal elemento que condiciona la
libertad del juez a la hora de seleccionar una norma de justificación de la decisión
adoptada. Puesto que el juzgador necesariamente habrá de encoger aquellas
normas que sean conformes con los hechos introducidos por las partea de la chuso.
En particular ha de elegir aquella norma que partiendo de los hechos constitutivos
introducidos por el actor o el demandado respectivamente tenga por efecto dar
cobertura jurídica al petítum de alguno de los litigantes. No hay duda, pues, que
dichas alegaciones radicas de las parles conforman un límite infranqueable para el
juzgador en los procesos de naturaleza dispositiva y en el proceso penal. Pues el
juez en ningún caso podrá introducir hecho» no alegados por las partes en procesos
civiles de naturaleza dispositiva por efecto del principio de aportación do parte, ni en
el proceso penal a consecuencia del principio acusatorio. De ahí que se pueda
afirmar, sin temor a equivocarse, que la base fáctica introducida por los litigantes en
cada causa uniforma un núcleo que en Lodo caso el juez ha de tener en cuenta y
respetar a la hora de elegir la norma de justificación, y ello a pesar de los problemas
que genera la existencia del principio de exhaustividad en relación con las
alegaciones de las partes. Pues si bien es cierto que en la doctrina del Tribunal
Constitucional se ha dicho hasta la saciedad que los órganos jurisdiccionales no
están obligados a responderá todas las alegaciones formuladas por los litigantes,
aunque sin las pretensiones planteadas so pena de vulnerare! derecho a la tutela
judicial efectiva, ello no autoriza, en nuestra opinión, a los jueces para prescindir de
los hechos nielados a la hora de seleccionar la norma de justificación de la decisión
e introducir hechos o circunstancias fácticas que no hayan sido introducidas en la
causa por los litigantes. En definitiva, el juzgador no puede introducir hechos nuevos
para fundar la selección normativa realizada, aunque si puede obviar alguno de los
alegados por las partes.

179
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

ii. b. Las alegaciones jurídicas


Por lo que respecta a las alegaciones jurídicas de las partes los jueces no estarán
vinculados por las mismas a la hora de seleccionar la base normativa cíe In
motivación. Esto significa que, gracias al principio iura movil euria cima, los
juzgadores no quedan obligados a utilizar en la justificación de su decisión las
normas seleccionadas por las portes en loa fundamentos do derecho de sus
respectivas pretensiones. Y así lo ha reconocido expresamente la STC 180/1993
cuando afirma que -Es necesario recordar ahora, sin embargo, que en virtud del
principio iura novit curia los Tribunales no tienen obligación de ajustarse en los
razonamientos jurídicos que les sirven para motivar sus fallos a las alegaciones de
carácter jurídico aducidas por las partes y pueden basar sus decisiones en
fundamentos jurídicos distintos, pues la tradicional regla encarnada en el citado
aforismo les autoriza para ello |STC 20/1982]. El art. 24.1 de la Constitución
invocado por los recurrentes no impone a los órganos judiciales un deber específico
de concretar la selección normativa que vaya mas allá del necesario respeto del
deber de motivación de las resoluciones judiciales, por un lado y del principio de
congruencia, por otro- (FJ 5")"0.

2) Correcta aplicación de Ia norma


Una vez seleccionada la norma con la que se pretenda resolver la quaestio iuris es
necesario que los jueces realicen un control de legitimidad respecto a la aplicación
correcta de la norma. La finalidad de este control es verificar que la aplicación de las
normas al concreto caso es correcta y conforme a Derecho. Para ello un eventual
interprete de la sentencia deberá verificar que las normas empleadas «n la causa se
huyan aplicado con respeto absoluto de los criterios do aplicación normativa. Por
tanto, se trataría de comprobar que la norma utilizada para resolver el thema
decidendi haya sido correctamente aplicada, es decir, que una vez sentada su
valido/ formal (vigencia) se baya utilizado por el .juez sin contravenir ninguna de las
reglas de aplicación normativa. En consecuencia, no hay duda de que este control
de legitimidad de la normativa usada en la causa no se dirige a verificarla validez
formal década una de las normas, pues esa queda establecida en el control de
legalidad que los propios jueces han de realizar, sino que se dirige a verificar la
validez material de las normas usadas en la motivación, empleando para ello un
método de análisis sobre el respeto de las reglas de aplicación normativa
Veamos, pues, las diferencias entre el control do localidad y el de legitimidad que el
juez, los litigantes y terceras personas (órganos jurisdiccionales superiores) han de
realizar sobre las normas utilizadas para justificar la decisión sobre el juicio de
derecho. El primero de los controles, el de legalidad; es un control cine podríamos
calificar d« estático, en cuanto se encarga de analizar la norma per se al mareen de

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

su posible aplicación, para así verificar su vigencia y que su contenido no contradice


la norma constitucional. En definitiva, con este control de legalidad se garantiza que
las normas empleadas en la motivación puedan prestar un adecuado respaldo a la
decisión por estar vigentes y ostentar un contenido válido.
Por el contrario, el control de legitimidad puede ser calificado como un control
dinámico, por cuanto persigue verificar que la aplicación de las normas de respaldo
de la decisión se realice conforme a derecho. Se trata, pues, de verificar que las
normas empleadas en la motivación estén perfectamente interrelacionadas con el
resto del ordenamiento. Para ello el juez ha de vigilar que al usar y aplicar las
normas que justifican su decisión no esté vulnerando ninguna de las reglas de
aplicación normativa previstas en el ordenamiento. En definitiva, el juzgador debe
evitar a toda costa violar las reglas de aplicación normativa (tales como: ley especial
prevalece sobre la general; el principio de jerarquía normativa; ley posterior deroga
la anterior; etc.) si quiere que la justificación contenida en la motivación sea legitima.
Por tanto, la virtualidad de este control de legitimidad se materializa en garantizar
que oí oso en la motivación de unas normas vigentes y válidos sea conforme a
derecho. Y así lo reconoce la STC 25/2000 al indicar que la motivación debe estar
fundada en derecho, esto es que el fundamento de la decisión sea la aplicación no
arbitraria de las normas que se consideren adecuadas al caso, pues tanto si la
aplicación de la legalidad es fruto de un error patente, como si fuere arbitraria,
manifiestamente irrazonada o irrazonable no podría considerarse fundada en
Derecho, dado que la aplicación de la legalidad sería tan sólo una mera apariencia
(SSTC 23/1987 de 23 de febrero. F. 3, 112/1996 de 24 de junio. F. 2 y 119/1998, de 4
de junio, F. 2) (FJ. 2º). De donde se deduce que. una aplicación de las normas que
sea conforme a derecho debe, de una parte, respetar las realas de aplicación
normativa, y de otra, ser adecuada a las circunstancias del caso Y así se podrá
garantizar que la motivación o» será arbitraria o irrazonable si las normas se aplican
conforme a derecho, y al tiempo se garantizará que la norma seleccionada por el
juez pura justificar su decisión estará conforme o las circunstancias del caso, es
decir con las alegaciones de las partes.
En consecuencia, si los jueces tienen la obligación de aplicar correctamente las
normas a la hora de motivar las sentencias, no es extraño que nos preguntemos que
vestigios del control de legitimidad que realizan los juzgadores aparecen o deberían
aparecer en el discurso de justificación. La pregunta no es baladí, ya que al igual
que ocurre con la interpretación de la norma o con la selección de la misma, el
discurso de justificación debe contener los datos que permitan a terceros verificar
que el juez efectivamente ha controlado la legitimidad de la aplicación normativa
realizada, y ni tiempo faciliten un control externo de ' dicha aplicación normativa. Con
tal finalidad la motivación del juicio de derecho debe: a) exteriorizar la regla de

181
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aplicación normativa. b) manifestar la operación aplicativa realizada. c) indicar el


resultado obtenido con la operación aplicativa.

3) Válida interpretación de la norma


Una vez seleccionada una norma o conjunto de normas válidas y adecuadas a los
hechos y pretensiones de las partes, su hace necesario, para una racional aplicación
del sistema de fuentes, que el juez proceda a realizar una válida interpretación de
ese material normativo. Por tanto, la interpretación viene a ser el mecanismo
utilizado por el juez para dar significado a la norma previamente seleccionada y
reconstruida. De ahí que, por tanto, el papel de la interpretación sea esencial para
una correcta aplicación de las normas, pues como se ha dicho -la ley no es como se
formulo por el legislador, sino como se lee, se interpreta y se aplica por el juez».
En estos momentos hemos de prescindir de la polémica relativa al momento
temporal en que se produce la interpretación de las normas, pues a los efectos que
estamos analizando, es decir a los efectos de estudiar las exigencia» que conlleva
una valida interpretación como fase de una racional aplicación del sistema de
fuentes, resulta indiferente si la interpretación se realiza antes de la aplicación de la
norma o si por el contrario constituye el último escalón de la aplicación normativa. En
este sentido hemos de compartir la concepción de DÍEZ PICAZO cuando considera
la interpretación como una «operación total» en la que no se puede «decidir primero
cual es la norma que se va aplicar y después someterla a una interpretación» puesto
que «también, para decidir que una norma no se aplica, es preciso interpretarla
previamente». Existe pues una íntima interrelación entre la interpretación y
aplicación de las normas, hasta el punto que difícilmente puede considerarse que en
la mentó del juzgador cada uno de los momentos que estamos analizando
(selección, interpretación y aplicación de la norma) se den separadamente sino que
forman una operación global o total. La globalidad del proceso de aplicación de las
normas, que se desarrolla como un todo un la mente del juzgador, no es obstáculo
para que con una intención didáctica se desgajen idealmente cada una de las
operaciones que integran una aplicación racional del sistema de fuentes, para de
este modo poder analizar las exigencias de racionalidad que el juez debe cumplir en
cada una de las operaciones que la integran, es decir, al seleccionar la norma a
aplicar, al interpretarla y al aplicarla efectivamente. En particular nos interesa no
cuales son esas exigencias de racionalidad en abstracto, sino su plasmación en la
motivación de una decisión judicial. Es decir, se trata de enunciar cuales son los
requisitos que debe cumplir uno racional interpretación de las normas, y cual os el
reflejo directo o indirecto que el cumplimiento de los mismos debe tener en la
justificación de una sentencia.

182
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El punto de partida que hemos de utilizar para conseguir delimitar las exigencias de
racionalidad de In interpretación que deben acreditarse en la motivación de toda
decisión jurisdiccional lo encontramos en las palabras de BETTI cuando conceptúa
la interpretación como -una actividad dirigida a reconocer o reconstruir el significado
que se ha de atribuir, en la órbita de un orden jurídico, a diversas formas
representativas, que son fuente de valoraciones jurídicas, o que constituyen el objeto
de dichas valoraciones»**. Hay que tener en cuenta que dichas formas
representativas pueden ser, de una parte, preceptos y normas jurídicas, que
constituyen verdaderas fuentes de valoraciones jurídicas, y de otra parte, simples
declaraciones o comportamientos sociales que tengan relevancia jurídica según las
normas y preceptos en vigor, los cuales constituyen el objeto de las valoraciones
jurídicas en la terminología de Betti. De ahí que, por tanto, la interpretación judicial
os una actividad dirigida a obtener el significado que debe predicarse de todas
aquellas normas jurídicas y declaraciones o comportamientos con transcendencia
jurídica, que sean necesarios para resolver el thema. dicidendi de una causa
jurisdiccional. Ahora bien, para que esta «interpretación normativa. Sea uno de los
elementos que contribuyan a lograr una adecuada motivación en derecho de la
decisión adoptada respecto a la quaestio iuris habrá de cumplir unas determinadas
exigencias, que deberán tener su relejo en el propio discurso de justificación
contenido en la sentencia. Pasemos, pues, a analizar los requisitos que debe cumplir
una correcta interpretación judicial, para poder fundar adecuadamente la decisión
que se adopte sobre la base de dicha interpretación de las normas o declaraciones
relevantes para la resolución cíe la controversia.

Si se tiene en cuenta que la interpretación normativa busca atribuir significado a


normas, declaraciones o comportamientos con transcendencia jurídica, no hay duda
que las distintas fases o momentos que integrarán la operación mental de interpretar
han de tener reflejo en la justificación de la decisión, por cuanto son elementos que
explican y permiten que pueda llevarse a efecto la interpretación de la propia
resolución. Estas fases en opinión de DIEZ PICAZO son las siguientes:
1. Determinación del sentido que tiene cada uno de los elementos que integran el
supuesto de hecho de la proposición normativa.
2. La atribución de una carga de valor a los conceptos indeterminados que
aparezcan en el supuesto de hecho normativo.
3. El esclarecimiento de las consecuencias que la norma liga con el supuesto de
hecho.
4 La adopción do una decisión por parte del intérprete cuando la consecuencia
establecida por In norma no esté plenamente determinada.

183
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La determinación o esclarecimiento del contenido del presupuesto de hecho de la


norma así como de las consecuencias legales derivadas del precepto se realiza
mediante la utilización por parte del juzgador de alguno de los criterios
hermenéuticos legalmente previstos; de ahí que sea necesario exigir de todo juez
una adecuada indicación del criterio empleado para reconstruir el significado del
supuesto de hecho o de la consecuencia jurídica, especialmente cuando utilicen
criterios interpretativos distintos del meramente gramatical.

Por otro lado, también es necesario resaltar la importancia de la segunda de las


fases, es decir, aquella relativa a la atribución do una carga valorativa va a los
conceptos indeterminado, por cuanto con ella al introducir una carga de valor el juez
desplaza las razones de su decisión de la simple racionalidad jurídica formal al
campo de la razonabilidad. Y es por eso, que no hay duda do que la motivación
deber contener puntual indicación de la carga de valor que el juez, otorga en el
momento de concretar el concepto indeterminado para que así se pueda controlar la
razonabilidad de la misma y se pueda comenzar a articular un verdadero control
difuso.
Desde otro punto de vista, .si queremos conocer cuales han de ser los requisitos que
toda interpretación normativa de un juez debe satisfacer para constituir una
adecuada aplicación racional del sistema de fuentes a la hora disolver quaestio iuris
es necesario examinar las exigencias que el ordenamiento plantea, de una parte,
respecto a los criterio hermenéuticos empleados, y de otra, en relación con el debido
respeto del principio de legalidad al interpretar.

a) Adecuada utilización de los criterios hermenéuticos


Los criterios de interpretación son los mecanismos que facilitan la labor del juez de
reconstruir u obtener el significado de las diversas proposiciones normativas que se
sometan a su consideración. Estos criterios son múltiples y variados en la
actualidad, hasta el punto que cada autor que estudia el fenómeno do la
interpretación normativa propone su propia lista. Así por ejemplo, TARELLO, con
gran minuciosidad, habla de al menos quince criterios de interpretación, que van
desde el argumento a contrario, a fortiori, de reducción al absurdo, histórico,
teleológico, sistemático, económico, etc., para terminar con una referencia u la
analogía inris como criterio de interpretación. Por el contrario, TARUFFO
simplemente reconoce la existencia de tres criterios de análisis de los enunciados
normativos: lógico-semántico, sistemático y valorativo. Desde otro punto de vista, DE
ASÍS ROIG en la línea do la doctrina clásica española señala la existencia de cinco
criterios: gramatical, sistemático, histórico, intencional y teleológico, para finalizar
con una referencia al criterio de la realidad social. Ahora bien, no se debe perder de

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

vista que pese a esos diferentes clasificaciones que maneja la doctrina, en el fondo
la mayoría de ellas coinciden con los cuatro criterios clásticos que destacó Savigny:
gramatical, lógico, histórico y sistemático; los cuales a su vez han sido
recepcionados en el art. 3.1 del Código Civil, razón por la que en adelante nos
vamos a centrar únicamente en los criterios legalmente previstos.

El problema que plantea el uso de los criterios de interpretación por parte de los
jueces, desde el punto de vista de la motivación de la decisión sobre la quaestio
iuris, se materializa en determinar qué indicación o indicaciones debe contener el
discurso de justificación para acreditar que la interpretación, y por tanto también la
aplicación de los diversos criterios hermenéuticos, ha sido realizada conforme a
derecho. La cuestión no es sencilla si tenemos en cuenta que toda interpretación
normativa lleva aparejada una argumentación De ahí que, por tanto, el control de la
utilización de los criterios interpretativos empleados por un concreto juzgador
termine convirtiéndose en un control de la argumentación con la que el propio juez
justifica la interpretación adoptada. De manera que, en consecuencia, toda
motivación (lobera contener todos los elementos que permitan justificar la
interpretación normativa asumida por el juez, lo que significa que en el discurso de
justificación el juzgador no podrá limitarse a manifestar el resultado del proceso de
interpretación, si no que también habrá de señalar las premisas (criterios
hermenéuticos) y el resultado (interpretación obtenida) de su argumentación.
La motivación de la decisión por la que se pone fin al juicio do derecho exige que, de
un lado, se indique expresamente el criterio de interpretación utilizado por el juez a
la hora de interpretar los enunciados normativos necesarios para la decisión, y de
otro lado, se justifique con claridad que el resultado obtenido con la interpretación es
el que realmente correspondería atendidos los criterios hermenéuticos utilizados.

a) La necesidad de indicar el criterio de interpretación utilizado


La primera de las exigencias que ha de cumplir la motivación del juicio de derecho,
paro constituir una adecuada fundamentación en derecho de la decisión, es la de
indicar el criterio de interpretación utilizado para reconstruir o dar significado a cada
uno los enunciados normativos que apoyen la decisión del juzgador. Esta necesidad
de indicar el criterio interpretativo empleado grava al juez en todo momento, excep-
ción hecha de aquellos casos en los que sólo se utilice un criterio gramatical o se
atienda únicamente al sentido propio do las palabras. Y es que, en efecto, la simple
utilización de un criterio gramatical es la única excepción a la obligación de indicar el
criterio hermenéutico utilizado, pues en todos los demás casos el juzgador deberá
indicar expresamente cuáles son los criterios usados en lugar, o como complemento,
del sentido propio de las palabras del enunciado normativo interpretado

185
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

El fundamento que explica la no necesidad de explicitar el uso del criterio gramatical


de interpretación se encuentra en que dicho criterio constituye un presupuesto de
toda interpretación; de modo que actúa como un meta criterio general". Esta
condición da presupuesto en toda interpretación jurídica es la que obliga a explicitar
los demás criterios que acompañan o complementan el simple sentido do las
palabras, y de allí que cuando en una motivación no se indique el criterio
interpretativo utilizado deba sobreentenderse que el resultado del proceso
hermenéutico se ha obtenido mediante un simple examen gramatical del enunciado.

b) La necesidad de justificar que el significado atribuido al enunciado


normativos el que correspondería atendidos los criterios de interpretación
utilizados.
Dado que en la motivación es obligatoria la necesidad de indicar el criterio
interpretativo empelado por el juzgador, también deberá acreditarse en el discurro (le
justificación de la sentencia que el significado atribuido n la norma o enunciado
objeto de interpretación se corresponde con el criterio hermenéutico empleado. Se
trata, pues, de garantizar que el juez justifique en la motivación que ha realizado una
adecuada interpretación normativa cuando resuelve quaestio iuris. Y os que no so
debe perder de vista, que el control que desarrollan los litigantes y los órganos
jurisdiccionales superiores sobre la interpretación del juez es un control que se dirige
a fiscalizar los procedimientos intelectuales que conducen a una decisión sobre el
significado del enunciado objeto de la interpretación, y se apoyan habitualmente en
la motivación. Foresta razón, es In propia motivación la que ha de contener los
elementos que justifiquen la interpretación llevada a cabo por el juez, para a su vez
permitir el control de la misma. Y para ello la motivación ha de contener la premisa
del procedimiento de interpretación (criterio hermenéutico) y el resultado del mismo
(significado atribuido al enunciado), de modo que este último aparezca como una
consecuencia lógica de las premisas utilizadas. De ahí que se pueda afirmar que la
característica esencial del resultado obtenido en un proceso de interpretación es su
relatividad, puesto que ninguna interpretación es válida o verdadera por si misma,
sino sólo en la medida en que sean válidas las directrices que hayan guiado el
procedimiento interpretativa"*.

Por lo tanto, el control sobre lo actividad interpretativa del juez requerirá que en In
motivación se justifique el criterio interpretativo elegido, así como la racional
aplicación de dicho criterio al enunciado objeto de interpretación, para de este modo
garantizar que la decisión tomada respecto a la quaestio iuris se corresponde con
una aplicación racional del sistema de fuentes lijado por el ordenamiento jurídico.

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

c) Interpretación judicial y principio de legalidad


La interpretación normativa que realizan los jueces al resol-ver una controversia
jurídica se encuentra sometida al genérico limite de toda la actividad jurisdiccional,
es decir viene limitada por la necesaria sumisión a la ley del juzgador en su
actuación (art. 117 CE). De ahí que por tanto, en el ámbito de la interpretación
normativa el juez tenga como limite de su actuación el respeto del contenido de la
norma interpretada. Es decir, no es admisible que un juez lleve a cabo una
reconstrucción del significado de una norma atribuyéndole un contenido al margen
de la literalidad de la propia norma objeto de la hermenéusis. Por tanto, no son
aceptables aquellas interpretaciones que conduzcan a un resultado .extralegem o
contralegem, dado que con ellas se exceden los límites de la propia actividad
jurisdiccional. De ahí que, en consecuencia, la motivación deba incluir cumplida
justificación del sometimiento del juez a la ley en su proceso de interpretación. Para
lo cual el discurso de justificación deberá de acreditar que: Del significado atribuido
al enunciado normativo a través de la interpretación es útil para la resolución de la
litis 2) el significado atribuido no excede los límites de una usual interpretación
gramatical del enunciado normativo.
En definitiva, la motivación sirve como instrumento para el control de la sumisión a la
ley en la labor de interpretación judicial en un doble sentido: de una parte, como
mecanismo de verificación que la interpretación no exceda los límites de la norma
interpretada, y de otra parte, como elemento de comprobación que el .juzgador haya
realizado la interpretación conforme a derecho. Por lo que respecta a la primera de
las funciones, es decir el verificar que la interpretación no exceda los límites de la
norma, es necesario indicar que la misma se apoya en la condición de presupuesto
subyacente a toda interpretación que ostenta el criterio gramatical. Pues ello
significa que no serán admisibles todas aquellas interpretaciones que se aparten
tanto del contenido de la norma hasta el punto de prescindir del sentido propio de las
palabras con las que se exprese el enunciado normativo objeto de la interpretación.
Es decir, no serán interpretaciones aceptables aquellas que estiren tanto el
significado del enunciado normativo hasta el punto de que la atribución de contenido
realizada no pueda tener encaje dentro del sentido propio de los palabras con las
que se exprese el objeto de la interpretación. Por tanto, no hay duda de que la
interpretación gramatical actúa como límite esencial para el juez y las partes con la
intención de impedir cualquier' tipo de interpretaciones extralegem o contralegem
Por otro lado la motivación del juicio de derecho debe incluir los elementos
necesarios para verificar que el resultado atribuido al enunciado normativo es
consecuencia de una interpretación conforme a derecho. Para lo cual la motivación
debe contener: 1) Indicación de los criterios interpretativos utilizados por el juez para

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E x c e le n c ia A c a d é m ic a

reconstruir el significado del enunciado normativo. 2) Justificación de las razones


que han llevado al juez a elegir los concretos criterios de interpretación empleados.

II) La motivación debe respetar Ion derechos fundamentales


La simple constatación formal de que existe una motivación en una resolución
jurisdiccional no es suficiente para considerar válidamente cumplida la obligación de
justificar que grava a los juzgadores. Esto significa que, con carácter general, el
deber de motivar no se satisface con cualquier justificación, y así expresamente lo
reconoce el ATC 102/2000 cuando señala que «La exigencia de motivación no
puede entenderse cumplida con una fundamentación cualquiera del pronunciamiento
judicial. Muy al contrario, se requiere «una fundamentación en Derecho»; es decir,
que en la propia resolución se evidencie de modo incuestionable que su razón de
ser es una aplicación de las normas razonada, no arbitraria y no incursa en error
patente, que se consideren adecuadas ni caso. De lo contrario la aplicación de la
legalidad sería tan sólo una mera apariencia, por carecer manifiestamente de todo
fundamento razonable (SSTC 23/1987. de 23 de febrero y 112/1996, de 24 de
.junio)» (FJ lº)
No hay duda, por tanto, de que la motivación ha de contener una justificación
fundada en derecho, es decir que no sólo era fruto de una aplicación racional del
sistema de fuentes del ordenamiento, sino que además dicha motivación no
suponga vulneración de derechos fundamentales. Y es que como reconoce el
Tribunal Constitucional una motivación formalmente existente, pero que, sin
embargo, suponga una violación de derechos fundamentales, no puede ser
considerada una justificación en derecho de la decisión, y, por tanto, podrá ser
controlada en amparo. De donde se deduce que toda justificación de la decisión en
la queso vulnere un derecho fundamental nunca podrá ser considerada una
adornada motivación (mulada en derecho.

III) Adecuada conexión entre los hechos y las normas que justifican la decisión
Una tercera exigencia que ha de cumplir la motivación de una .sentencia para que
pueda considerarse fundada en derecho, os que contenga una adecuada conexión
entre los hechos que sirvan de base a la decisión y las normas que le den el
correspondiente respaldo normativo. La conexión entre la base Táctica de la
sentencia y las normas que se utilizan para decidir .sobre la (quaestio iuris es una
exigencia ineludible de una correcta justificación de la decisión sobro el juicio de
derecho. De manera que en todos los casos en los que la motivación no establezca
esta conexión entre los hechos y las normas, la justificación podrá ser tachada de
arbitraria, tal y como reconoce la STC 122/1991 al señalar expresamente «que debe
descartarse la validez de aquellas motivaciones en las que no se contenga el más

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mínimo razonamiento que ponga en relación el hecho concreto con la norma que al
mismo se aplica, impidiendo toda posibilidad de conocer cuál ha sido el criterio que
ha conducido al órgano judicial a adoptar la decisión en el sentido en que lo ha
hecho, pues en tales supuestos no existirá garantía alguna deque la resolución
judicial haya sido adoptada conforme a criterios objetivos razonables y (lindados en
Derecho, tal y como requiere el derecho a la tutela judicial efectiva, que no consiente
decisiones que merezcan la calificación de arbitrarias, por carecer de explicación
alguna o venir fundadas en explicaciones irrazonables (FJ 2º).

Por tanto, una motivación válida, desde este punto de vista, es aquella que pone en
contacto la quaestio facti y la quaestio iuris. Para de este modo delimitar con claridad
las razones que justifican la decisión adoptada a la vista de los hechos probados y
de las normas utilizadas para dar respaldo a las peticiones de las partes. De ahí que,
cualquier motivación en la que simplemente se apliquen unas normas jurídicas en
apoyo de la decisión judicial, sin que se acredite su efectiva conexión con los hechos
probados, los cuales u su vez se corresponden con los hechos alegados por las
parles, será un claro exponente de una decisión arbitraria. La razón que explica la
obligación que tiene el juez de conectar hechos y derecho a la hora de justificar la
decisión proviene de la propia estructura del proceso, pues, cualquiera que sea el
orden jurisdiccional en el que nos encontremos, son las partes las que lijan el thema
decidendi mediante las peticiones y los hechos contenidos en sus escritos
alegatorios. Por esta razón, si un juez justifica su decisión, que necesariamente debe
recaer sobre las peticiones de los litigantes, sin conectarla con los hechos alegados
que hayan resultado probados, resulta evidente que esa decisión no se adapta a las
circunstancias concretas de la causa, siendo por tanto una solución arbitrariamente
adoptada. De ahí que sea exigible de toda motivación del juicio de derecho que
contenga una evidente conexión con las circunstancias Tácticas de la causa.

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A u to e v a lu a c ió n fo r m a tiv a Nº 08

Apellidos y Nombres:____________________________________________
Semestre __________ Fecha ____________ Sección _______

Instrucciones: Teniendo en consideración el tema precedente tratado, responde


de manera correcta las siguientes preguntas:

1. Como se motiva jurídicamente el fallo.


2. Cuando una norma es adecuada a las circunstancias de un determinado caso.
3. A que llamamos norma valida.
4. Que se entiende por motivación judicial.

190
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ESPECIFICA:

- ANDRES IBAÑEZ, Perfecto. “¿Neutralidad o Pluralismo en la Aplicación del


Derecho? Interpretación Judicial e Insuficiencia del Formalismo” en Doxa, Nº 15-
16, Volumen II, Universidad Alicante, Alicante, 1994.
- ATIENZA, Manuel. “Las Razones del Derecho. Teorías de la Argumentación
Jurídica”, Palestra editores S.A.C., Lima, 2004.
- COLOMER HERNANDEZ, Ignacio. “La Motivación de las Sentencias: Sus
Exigencias Constitucionales y Legales”, Tirant lo blanch, Valencia, 2003.
- DE ASIS ROIG, Rafael. “Jueces y Normas. La Decisión Judicial desde el
Ordenamiento”, Marcial Pons, Madrid, 1995.
- DEL HIERRO, José Luis. “Introducción al Derecho”, Editorial síntesis, Madrid,
1997.
- DE LUCAS, Javier y otros. “Introducción a la Teoría del Derecho”, Tirant lo
blanch, Valencia, 1997.
- GASCON ABELLAN, Marina; GARCIA FIGUEROA, Alfonso. “La Argumentación
en el Derecho. Algunas Cuestiones Fundamentales”, Palestra editores, Lima,
2003.
- GASCON ABELLAN, Marina. “Los Hechos en el Derecho. Bases Argumentales de
la Prueba”, Marcial Pons, Madrid, 2004.
- GUIRARDI, Olsen A.; FERNADES, Raúl E.; ANDRUET (h), Armando S.;
GUIRARDI, Juan C.; “La Naturaleza del Razonamiento Judicial (El Razonamiento
Debil)”, Alveroni Ediciones, Cordova, 1993.
- LLEDO YAGUE, Francisco; ZORRILLA RUIZ, Manuel. “Teoría General del
Derecho”, Dykinson, Madrid, 1998.
- MIXAN MASS, Florencio. “Lógica Enunciativa ^ Juridica”. BLG Ediciones, cuarta
edición, Trujillo, 2006.
- MORESO, Juan; NAVARRO, Pablo; REDONDO, Maria. “Argumentación Jurídica,
Lógica y Decisión Judicial” en Doxa, Nº 11, Universidad de Alicante, Alicante,
1992.

191
E x c e le n c ia A c a d é m ic a

GENERICA:

- AGUILO, Joseph. “Independencia e Imparcialidad de los Jueces Y Argumentación


Jurídica”, en Isonomía, Instituto Tecnológico Autónomo de México, México D.F.,
1997.
- ARCOS RAMIREZ, Federico. “La Seguridad jurídica, Una Teoría Formal”,
Dykinson, Madrid, 2000.
- MIRAUT MARTIN, Laura. “La Sentencia Judicial entre la Recreación y la
Sustitución de los Hechos” en Anuario de Filosofía del Derecho, Tomo XVIII,
Ministerio de Justicia-Ministerio de la Presidencia, Madrid, 2002.

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