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Pastor Germán Santos

Que “El Lugar”


Te Consuele
Una de las tareas más difíciles que alguien puede enfrentar es la de brindar
consuelo a alguien que acaba de perder a un ser querido. Encontrar las
palabras correctas es a menudo una experiencia frustrante y vergonzosa.

Demasiado a menudo, el bien intencionado amigo o pariente queda reducido a


verdades eternas como: “Bueno, ¡era realmente un buen hombre!” O: “Ya lo
superaste, ¿no?”.

En ocasiones como estas, hasta los más fervientes defensores de la expresión


personal creativa toman un libro de plegarias y recitan la fórmula tradicional:

HaMakom Ienajem etjem betoj shear avelei Tzión veYerushaláim.

Que el Omnipresente los consuele entre los demás dolientes de Sión y


Jerusalem.

Al igual que cualquier plegaria o bendición, esto puede ser dicho en el lenguaje
nativo de quien lo recita, pero es preferido el hebreo. Al principio, esta
preferencia por el hebreo sólo parecer agregar incomodidad a un momento ya
doloroso pero, como veremos, la belleza y profundidad del lenguaje de la Torá
ofrece una perspectiva única sobre nuestra confrontación con la mortalidad.

Eliminando el Dolor

Para los principiantes: ¿No es extraño que recurrimos a Dios para consolar al
doliente? Después de todo, ¿no es la persona visitando al doliente la que se
supone que debe estar consolando?

La respuesta es que nuestra capacidad humana para sentir empatía con la


aflicción es limitada. Sólo quien realmente entiende y aprecia la pérdida de la
persona puede ofrecer consuelo. ¿Y quién de nosotros puede ponerse en el
lugar de alguien que acaba de pasar los últimos seis meses con un padre
muriendo de cáncer, o de alguien cuyo bebé acaba de morir repentina e
inexplicablemente por SMSL (Síndrome de muerte súbita del lactante), o cuyo
ser querido fue volado en pedazos por un terrorista suicida en un café de
Jerusalem?
Quién de nosotros puede ponerse en el lugar de alguien que acaba de
pasar los últimos seis meses con un padre muriendo de cáncer
Pastor Germán Santos

Sólo Dios, que conoce los secretos del corazón, es realmente capaz de medir
la profundidad de tal pesar, y de brindar consuelo.

De hecho, la capacidad humana de ser consolado difícilmente es explicable.


Dicen que el tiempo cura todas las heridas. Pero no es verdad. Algunas
personas nunca se recuperan de su pérdida. El patriarca bíblico Yaakov hizo
duelo por su hijo Yosef durante 22 años, creyendo equivocadamente que había
sido asesinado por un animal. Yaakov dejó de hacer duelo sólo cuando
descubrió que Yosef estaba vivo en Egipto. Hasta ese momento, no pudo
olvidar a su hijo “perdido”.

Esto es porque el dolor de la pérdida decrece sólo por decreto Divino, y eso
sólo ocurre cuando la persona realmente está muerta. El decreto no tuvo efecto
en Yaakov porque su hijo no estaba muerto.

El consuelo no es un proceso natural. Ni el paso del tiempo, ni la incomodidad,


ni los gestos bien intencionados de los demás pueden remover la memoria o
eliminar el dolor. Es por eso que le pedimos a Dios que consuele – porque
nosotros no podemos.

Recompensa Eterna

¿Pero por qué utilizamos la palabra “HaMakom” – el Omnipresente


(literalmente, “El Lugar”)? Es uno de los muchos nombres de Dios, y no es el
que utilizamos normalmente en las bendiciones. ¿Quizás “HaRajamán,” el
Misericordioso, sería más apropiado?

Dios está en todos lados, es verdad. Pero una persona que ha perdido a un ser
querido a menudo siente que ha sido abandonada por Dios, que Dios no está
en donde él está. Entonces, le decimos al doliente que “HaMakom” lo consuele:
rezamos para que sea bendecido con una renovada conciencia de la presencia
de Dios, incluso en el lugar azotado por la pena en el que se encuentra ahora –
porque también ese lugar es HaMakom, el lugar de Dios.

HaMakom asevera que Dios está en todos lados y en todas las cosas: en lo
físico y en lo espiritual, en la materia y en la energía. Todo esto conforma la
unicidad de Dios.

La contemplación de HaMakom durante un momento de dolor, y acercarse a él,


pueden confortar al doliente con el entendimiento de que la muerte física de su
ser querido es sólo una parte de un todo más grande. Al igual que su vida fue
Pastor Germán Santos

parte del plan de Dios, también lo fue su partida de este mundo hacia otro más
real.
Al final de la vida, toda alma retorna a su Makom, a su lugar único en el
mundo.

La vida después de la muerte ha sido siempre una creencia esencialmente


judía. Tradicionalmente, la idea de que su ser querido ha sido sacado de este
mundo de oscuridad y ha sido llevado a un mundo de luz eterna, a la
recompensa escondida para los justos en el Jardín del Edén, ha sido un gran
consuelo para el doliente.

En la realidad espiritual, nada se pierde: Ni el propósito único del ser querido, ni


su bondad y ni siquiera su existencia real. El alma continúa existiendo
eternamente. Y, al final de la vida, toda alma retorna a su Makom, a su “lugar”
único en el “mundo”.

Nosotros le decimos al doliente: Si pudieras ver “El Lugar” en donde la persona


fallecida se encuentra ahora, estarías confortado.

Paz En Israel

La segunda mitad de la bendición – “entre los demás dolientes de Sión y


Jerusalem” – también requiere explicación. Después de todo, ¿Cuál es la
conexión entre “El Lugar” y el duelo por la tierra judía?

Israel también es HaMakom, es el lugar en la Tierra separado por Dios para ser
la Tierra Santa. Los Sabios dicen que la Tierra de Israel es una de las tres
cosas (junto con la Torá y el Mundo Venidero) que se adquieren con
sufrimiento.

Entonces todo el sufrimiento del pueblo judío en Israel hoy en día debería ser
una forma de consuelo. Porque en virtud de la terrible pérdida de tantos judíos
justos e inocentes, nos acercamos a la adquisición de “El Lugar” que Dios nos
prometió – por siempre y en paz.
Pastor Germán Santos

El Duelo en el Judaísmo
En ningún otro momento de su vida el ser humano necesita tanta compañía como en este
período de dolor.

El judaísmo tiene una gran experiencia en lo relativo al alma de la persona. Por su


profundo conocimiento sobre los logros y locuras, grandezas y debilidades del hombre, ha
ideado un sistema muy sabio de períodos en el proceso del duelo por el fallecimiento de
un ser querido. Durante este tiempo, el doliente puede expresar su dolor y liberarse con
una regularidad calculada, de las tensiones causadas por su duelo.

La religión judía provee un acercamiento estructurado hacia el duelo que se divide en


cinco etapas:

La Primer Etapa: La Aninut

Este es el período entre la muerte y el entierro, cuando la desesperación es más intensa.


En este momento, quien está de duelo, está exento de todos los requerimientos religiosos
más importantes en reconocimiento a su desconcierto mental.

La Segunda Etapa: La Lamentación

El período consiste en los primeros tres días que suceden al entierro, días dedicados al
llanto y la lamentación. Durante este tiempo, el enlutado no debe responder inclusive a
saludos y debe permanecer en su hogar (exceptuando en ciertas circunstancias). Es un
tiempo en el cual el enlutado todavía esta muy desalentado y la herida está aún muy
fresca, y es por eso que es todavía muy temprano para consolarlo. Durante este tiempo el
enlutado permanece en su casa, expresando su dolor vistiendo ropas rasgadas,
sentándose en un lugar bajo, usando sandalias, absteniéndose de rasurarse, no
arreglándose y recitando el kadish.

La Tercer Etapa: La Shivá

Esta etapa cubre los siete días que suceden al entierro, e incluyen el período de tres días
de lamentación que recordamos anteriormente. Durante esta fase, el enlutado sale de una
fase de intenso dolor y empieza una etapa en la cual su estado de ánimo está ya
preparado para hablar de su pérdida y aceptar el consuelo de sus familiares y vecinos.

El mundo se agranda para el enlutado. Continúa sin rasurarse, usando ropa rasgada, y
llevando a cabo las distintas costumbres de la segunda fase, sin embargo él puede
relacionarse con las personas que vienen a su casa a expresarle empatía por su dolor.
Pastor Germán Santos

Una obligación de todo judío - sin importar la


relación que tengan con el difunto o con los
familiares – es la de ir a consolar a quienes están
de duelo.
Una obligación muy sagrada para todo judío - sin importar la relación que tengan con el
difunto o con los familiares – es la de ir a consolar a quienes están de duelo. De acuerdo
con la ley, ellos son: el padre, la madre, la esposa o el esposo, el hijo y la hija (casados o
solteros), el hermano y la hermana (medio hermano o hermana) del difunto.

Para el judaísmo, tener compasión por medio del consuelo es considerado una mitzvá, que
para muchos es una obligación bíblica. La persona tiene la obligación de imitar a Dios: así
como Dios reconforta a los afligidos, asimismo, la persona debe hacerlo.

El propósito fundamental de la condolencia durante la shivá es aliviar al enlutado de la


intolerable carga que produce la pérdida de un ser querido. En ningún otro momento de su
vida el ser humano necesita tanta compañía como en este período de dolor.

La impresión que sintió ante la muerte de su familiar empieza a desvanecerse. El


aislamiento del mundo y de la gente empieza a disminuir y de alguna manera todo
comienza a regresar a la normalidad para el deudo.

La Cuarta Etapa: Los Sheloshim

Este período consiste en los treinta días (incluyendo los 7 días de shivá) posteriores al
entierro. El enlutado está obligado a salir de su casa después de la shivá reincorporándose
lentamente a la sociedad, pero siempre recordando que no ha pasado suficiente tiempo
como para llevar una vida social absolutamente normal y plena.

Rasurarse y cortarse el pelo todavía está prohibido para él, así como cortarse las uñas y
lavarse el cuerpo por placer, aunque por limpieza está permitido bañarse.

La Quinta Etapa: Un Año de Duelo

Después de los sheloshim, comienza la quinta etapa: el período de 12 meses desde el día
del entierro. En esta etapa las cosas comienzan a regresar a la normalidad y el trabajo a
su rutina, pero los sentimiento internos del enlutado siguen estando heridos por la pérdida
del ser querido.

Durante este período de los doce meses el enlutado tiene prohibido participar de fiestas,
tanto públicas como privadas. Su participación en estas reuniones, simplemente no es
Pastor Germán Santos

congruente con la depresión y la tristeza que el enlutado siente durante este año. Es
absurdo para el enlutado bailar alegremente después de que su ser querido ha fallecido
recientemente.

Es por eso que los Sabios decretaron que así como la separación de la vida social debe
durar una semana, la separación de ocasiones de alegría y regocijo para una persona que
ha perdido a su padre o a su madre es de un año de duración. Sin embargo, para una
persona que ha perdido alguno de los familiares cercanos recordados anteriormente
(excluyendo a la madre y al padre) el período de abstención de situaciones de alegría sólo
dura treinta días. La alegría, en a los períodos del duelo, está íntimamente relacionada con
eventos públicos y sociales, más que con satisfacciones personales.

Al finalizar el año de duelo, el enlutado debe recordar a su ser querido en izkor o en su ior-
tzait (aniversario de fallecimiento). De hecho, la tradición judía reprueba a la persona que
desea seguir su duelo después del período decretado por los Sabios.

Recitando el Kadish

El kadish es recitado en todo servicio en la sinagoga, de mañana, de tarde y de noche; en


shabat y fiestas; en días de ayuno y de regocijo.

El período en el que el enlutado recita el kadish por sus padres, es teóricamente un año
calendario entero. Se considera que la persona que falleció está siendo partícipe de un
juicio Divino. Por lo tanto, algunas comunidades acostumbran recitar kadish en cualquier
caso por un período de doce meses.

Sin embargo, ya que un año entero es considerado la duración del juicio de un malvado, y
nosotros presumimos que nuestros padres no están en esa categoría, la práctica en la
mayoría de las comunidades es recitar el kadish durante once meses.

El kadish sólo debe ser recitado en presencia de un minián, que consiste en la presencia
de diez hombres mayores de 13 años. Si hay nueve adultos y un menor, esto no es
considerado un minián.

El Izkor y el Ior-tzait

El izkor es una ceremonia en la que se recuerda a todos los difuntos, y se dice en ciertos
servicios en la sinagoga. El ior-tzait es el día del aniversario del fallecimiento de la persona
y puede ser observado por cualquier familiar o amigo, pero es principalmente recordado
por los hijos en memoria de sus padres.
Pastor Germán Santos

El izkor fue instituido para que el judío pudiera rendirle un homenaje a sus seres queridos.
Este servicio está basado en un principio básico de la vida judía, el mismo que motiva y
anima la recitación del Kadish.

Está basado en la firme creencia de que los vivos por medio de actos de bondad, pueden
redimir a los muertos. El hijo puede darle honor al padre. El "mérito de los hijos" puede
reflejar el "valor de los padres".

Este mérito se logra, principalmente, viviendo en un plano elevado de valores éticos y


morales, siendo sensible a las demandas de Dios y a las necesidades de los demás seres
humanos. La expresión de este mérito es alcanzada por medio del rezo a D-os y por las
contribuciones de caridad.

El ior-tzait es un día especial de observancias para conmemorar el aniversario de la


muerte de alguno de los padres. Aunque el origen de la palabra es alemán, la costumbre
está escrita en el Talmud.

La conmemoración religiosa se registra no como un mandamiento, sino como la


descripción de un sentimiento instintivo de tristeza. Un recordatorio anual de la tragedia,
que impulsa a uno a evitar comer carne y tomar vino; símbolos de fiesta y alegría, la
materia prima de la vida.

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