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Atenta contra la familia y el matrimonio, ya que éste sólo debe darse entre un hombre y una mujer para garantizar

la ‘capacidad
procreativa’ de la sociedad.

Los casos de abuso sexual en contra de menores podrían duplicarse o incrementarse hasta cuatro veces más con padres del
mismo sexo. (José Luis Romero Castañeda) Pertenece al grupo de la unión de padres de familia.

5 razones para oponerse a la unión civil homosexual


Por Manuel Ferreyros -17 mayo, 2014

Es el proyecto de ley que probablemente ha causado más polémica en los últimos años. El movimiento a favor del proyecto de
ley del congresista Carlos Bruce por parte de medios de comunicación y figuras públicas ha sido muy importante. Sin embargo,
hay también un importante movimiento en contra de este proyecto, impulsado entre otros por la Iglesia Católica, y una mayoría
de peruanos aún se opone a la legalización de la unión civil homosexual que, más allá del nombre, cumple el propósito del
matrimonio para personas de mismo sexo.

Aprovechando la coyuntura, comentaré 5 de las principales razones que suelen darse para no permitir que los homosexuales
tengan derecho a casarse y por qué creo que estas están infundadas.

1. Lo manda la Biblia y mi ética religiosa

En efecto, La Biblia dice, en Levítico 18:22:

“No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación.”

Si eres un católico practicante, solo con este pasaje el tema está zanjado. La Biblia lo dice claro: la homosexualidad es una
abominación. Pues aprovecho para citar abajo otros pasajes bíblicos que muchas veces ignoramos.

“Las mujeres guarden silencio en las iglesias, porque no les es permitido hablar, antes bien, que se sujeten como dice también la
ley. Y si quieren aprender algo, que pregunten a sus propios maridos en casa; porque no es correcto que la mujer hable en la
iglesia.” (Corintios 14:34)

“…el conejo, porque, aunque rumia, no tiene pezuña dividida; será inmundo para vosotros; y el cerdo, porque, aunque tiene
pezuña dividida, formando así un casco hendido, no rumia; será inmundo para vosotros. No comeréis de su carne ni tocaréis sus
cadáveres; serán inmundos para vosotros” (Levíticos 11:6)

“Cuando algún hombre hallare a una joven virgen que no fuere desposada, y la tomare y se acostare con ella, y fueren
descubiertos, entonces el hombre que se acostó con ella dará al padre de la joven cincuenta piezas de plata, y ella será su
mujer, por cuanto la humilló; no la podrá despedir en todos sus días.” (Deuteronomio 22:28)

La Biblia manda que las mujeres se mantengan en silencio, que está prohibido comer conejo o cerdo y que un violador deba
pagar una indemnización al padre de la víctima y luego casarse con ella. Pero por supuesto, la Biblia fue escrita hace más de un
milenio y no podemos tomarnos todas y cada una de las cosas que dice al pie de la letra. Mucho de ella son anacronismos y
leyes antiguas, hoy abominables. La Biblia tiene que interpretarse en su contexto y debemos tomar de ella sus lecciones morales
y espirituales.

Pero no el repudio a los homosexuales. Eso sí debe tomarse al pie de la letra. Pues bueno, aprovecho para dejar una última cita
bíblica:

“Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” (Jesús, en Marcos 12:31)

Esto, claro está, no se aplica a los homosexuales. Ellos, lo dice claro la Biblia, son una aberración. Pero no es solamente un tema
de que lo diga la Biblia. La posición de la Iglesia Católica ha sido siempre clara: el matrimonio homosexual va en contra de los
designios de Dios. Debe comprenderse que los mandatos bíblicos tienen que ser respetados por la Ley. Al fin y al cabo, si bien es
cierto que existen personas en nuestro país que no son cristianos, los cristianos son mayoría. Y la ley debe seguir el código moral
de la mayoría (es por eso que, en última ratio, es justo que se someta el tema a referéndum). El laicismo del Estado cuenta
solamente para las religiones que no son mayoritarias. Quien quiera ser judío, musulmán, budista o ateo, pues que ejerza su
culto en su casa, pero fuera de ella tiene que cumplir las reglas de mi religión.

Quien sea católico practicante y se de cuenta de cómo la anterior posición no solo es insostenible, sino es, además,
antidemocrática, tiene mi total respeto. Al fin y al cabo, esta es fundamentalmente la posición que siguen los países radicales
islámicos para dejar a las mujeres en un estado de absoluta opresión y degradación: es lo que dice mi religión, y en mi país, mi
religión es la ley de todos. A quien no le guste, que se vaya a vivir a países progresistas.

2. No es lo natural

La naturaleza nos creó hombre y mujer para que nos reprodujéramos. La homosexualidad es simplemente antinatural.

Podemos ignorar el hecho científico de que la homosexualidad ha sido observada a lo largo y ancho del reino animal. E
ignoremos también la abundante evidencia científica de que la homosexualidad no es aprendida ni adquirida, sino innata;
ignoremos la extensa documentación de la homosexualidad a lo largo de la historia y en diferentes culturas (a menudo en forma
aceptada); e ignoremos el consenso de que esta no es una enfermedad ni un trastorno. Claramente, la homosexualidad es
antinatural.

3. El matrimonio tiene como fin la procreación

Se escucha a veces el argumento etimológico: matrimonio viene de madre. Por ende, no tiene sentido un matrimonio entre
personas del mismo sexo, quienes no pueden procrear. Supongo que, entonces, no habrá ningún problema que empecemos a
pagar todos los salarios en sal (de ahí el origen etimológico de la palabra). En fin, el proyecto de ley sugiere llamarlo unión civil y
no matrimonio, así que por el lado lingüístico no hay mucho problema.

Por otro lado, quien haya afirmado que el fin del matrimonio es la procreación va a tener que buscar alguna justificación muy
creativa sobre por qué, si bien el matrimonio homosexual está prohibido dado que no permite ello, no hay reproche alguno
contra los matrimonios entre personas de tercera edad o de personas estériles.

Finalmente, creo que es importante recordar, aunque debiera ser obvio, que contraer matrimonio no es necesario para
procrear y que muchos no tienen intención de procrear ni siquiera luego de casarse. Mejor que cada quien se dedique a decir
cuál es el fin de su propio matrimonio.

4. Esto no se trata de igualdad de derechos, sino de dar un privilegio a los homosexuales

Es decir, hay igualdad, porque heterosexuales y homosexuales tienen derecho a contraer matrimonio libremente, mientras sea
con personas del sexo opuesto. Igual para todos.

En el apartheid las personas de diferentes razas tienen diferentes buses. Cada quien puede subirse libremente al bus que
quiera, mientras que sea un bus correspondiente a su raza. Igual para todos.

En muchos sitios del mundo fue ilegal que personas de diferente raza se casaran (blancos con negros, blancos con indios, etc.).
El que dos personas, una blanca y una negra, se casaran no afectaba a nadie más que a ellos. ¿Por qué estaba prohibido?
Porque era antinatural.

Todos tenían igualdad de derechos: podían casarse con quienes quisieran, mientras fuera con personas de su misma raza. Igual
para todos.
Argumentos contra el matrimonio entre personas del mismo sexo
Según la universidad de navarra:

Son básicamente dos:

1) El matrimonio es una institución esencialmente heterosexual. Éste es un dato antropológico del que el Derecho suele
limitarse a tomar nota. Una unión formal entre personas del mismo sexo será otra cosa, pero no un matrimonio.

2) La unión entre personas del mismo sexo no cumple las mismas funciones sociales por las que el Derecho regula y protege el
matrimonio, por lo que no tiene sentido atribuirle toda la regulación jurídica del matrimonio.

Veamos con más detalle los argumentos en favor de la unión entre personas del mismo sexo:

“Si se quieren, ¿por qué no dejarles que se casen?”

No se trata de negar que dos personas del mismo sexo se puedan querer, sino que eso sea un matrimonio. La razón de ser de la
regulación jurídica del matrimonio no es ni la afectividad entre dos personas ni la mera situación de convivencia. Quererse,
mantener relaciones sexuales y vivir juntos no justifica el derecho a contraer matrimonio. Son aspectos circunstanciales que
rodean el núcleo del matrimonio, pero no son el núcleo, no son los aspectos esenciales. Hay muchos tipos de afectividad (entre
padre e hijo, entre hermanos, entre amigos, a un animal querido…) que no son matrimonio. Y afirmar eso no es minusvalorarlos,
sino reconocer la diferencia.

“Los homosexuales tienen derecho a casarse, como cualquier otra persona”

Las personas homosexuales pueden actualmente unirse con los mismos derechos y en las mismas condiciones que las personas
heterosexuales. Es decir, con una persona del sexo opuesto que reúna los requisitos legales de edad, que preste su
consentimiento, etc. Lo que sería discriminatorio es prohibir al homosexual contraer matrimonio en las mismas condiciones que
las demás personas por el solo hecho de ser homosexual.

Naturalmente, el argumento no es éste. El homosexual quiere casarse con la persona a la que quiere, que es de su mismo sexo.
Pero el simple hecho de que alguien quiera casarse con alguien no supone necesariamente que pueda hacerlo: así, ¿podría
quejarse de discriminación el varón a quien el derecho le impide casarse con la mujer a la que quiere, sólo por el hecho de que
es su hermana? ¿o la mujer a la que el Derecho no deja casarse con el hombre al que quiere por la simple razón de que él ya
está casado?

“Negar el matrimonio a los homosexuales es discriminarlos, mantener la marginación social que han sufrido en tantas épocas
de la Historia”

Según una definición muy antigua y sencilla, pero que sigue valiendo hoy, justicia es tratar de forma igual a los iguales y de
forma desigual a los desiguales. Se comete injusticia (y discriminación) cuando se trata de forma distinta (y negativa) sin que
exista una razón objetiva, razonable y suficiente para ello; es decir, cuando se trata desigualmente a personas que, en ese
aspecto concreto, son iguales. Negar a alguien que pueda casarse con otra persona de su propio sexo no es discriminarle.
Tampoco se discrimina al casado porque no se le permita casarse con otra mujer que no es su esposa, mientras que al soltero sí
se le permite. No es discriminar al homosexual, sino reconocer y defender que el matrimonio es una institución esencialmente
heterosexual.

“Al negar a los homosexuales el derecho al matrimonio se les está negando el derecho más básico, más primario y más
humano: el derecho a ser felices”

Algunos homosexuales creen que cuando puedan casarse terminarán la discriminación, su inseguridad y la inestabilidad e
infidelidad tan frecuentes en las relaciones homosexuales. Desde ese punto de vista, el matrimonio resulta una condición
necesaria para lograr la estabilidad emocional y, con ello, la felicidad. Mucho nos tememos que esperan demasiado del
matrimonio y que la mera sanción legal no da para tanto. Es verdad que el auténtico matrimonio heterosexual proporciona
seguramente tasas de estabilidad, fidelidad y felicidad mucho mayores que las uniones homosexuales. Pero no hay que
atribuirle esos efectos a la sanción legal. Influyen mucho más la complementariedad entre los sexos y el esfuerzo de los esposos
por vivir de acuerdo con unos valores, a lo que se une (según entendemos los católicos) la ayuda de la gracia. Si se llega a
aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, las insatisfacciones de los homosexuales con sus relaciones seguirán
siendo exactamente la misma. Eso no lo puede arreglar el Código civil.

“El matrimonio entre homosexuales no es algo tan novedoso ni tan ajeno a la Historia occidental”

En Occidente, el primer caso en que se llama matrimonio a la unión entre personas del mismo sexo se ha dado en Holanda y
sólo muy recientemente (ley del año 2000, en vigor desde abril de 2001), y el segundo en Bélgica (ley de 2003). Algunos Estados
de EEUU (Massachussets, Vermont) están dando pasos en la misma dirección. En la Historia occidental nunca antes se ha
considerado que sea matrimonio la relación homosexual, incluso en sociedades y épocas en que las relaciones homosexuales
estaban bien consideradas moral y socialmente (p. e., en la antigua Grecia). Por tanto, sí que es una novedad radical.

- “El matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de la Historia. La versión que conocemos ahora es fruto de una evolución en la
que se han logrado muchas mejoras que en su momento fueron inconcebibles y hoy nos parecen evidentes. La prohibición del
matrimonio de niños pequeños y del matrimonio acordado por los padres, la igualdad entre hombre y mujer, el matrimonio
interracial, el matrimonio civil, el divorcio, por poner unos ejemplos, no siempre han sido admitidos, y hoy nos parecen
incuestionables. Permitir que se puedan casar entre sí los homosexuales, ¿no será un estadío más en la evolución y el progreso
del concepto occidental de matrimonio?”

Ciertamente, el matrimonio ha cambiado mucho a lo largo de la Historia, incluso sin salirnos de Occidente. Pero ha pasado por
etapas muy variadas, y es discutible que su historia se pueda entender como una evolución lineal y coherente hacia mejor,
siempre y en todo. Algunas características del matrimonio tradicional (p. e., la indisolubilidad) fueron una ardua conquista
cultural frente al divorcio muy generalizado antes. Todos los ejemplos enumerados en la pregunta han pasado por fases
variadas de aceptación o cuestión a lo largo de la Historia del matrimonio occidental. Todos, menos la heterosexualidad, que
nunca hasta ahora ha sido cuestionada. Esto hace pensar que se trata de algo más nuclear, más esencial, en lo que está en juego
la identificabilidad social misma de la institución; por lo tanto, una cualidad más indisponible que el resto.

“Decir que la heterosexualidad es esencial al matrimonio es una muestra de etnocentrismo europeísta. Hay otras sociedades
no occidentales que han permitido y permiten el matrimonio entre personas del mismo sexo”

Algunos antropólogos han proporcionado ejemplos muy aislados de culturas extrañas en los que algo parecido a una familia
tiene como núcleo a dos personas del mismo sexo. Sin embargo, esos ejemplos no guardan ninguna relación con el concepto de
matrimonio occidental ni con el matrimonio que tienen en la mente los homosexuales que pretenden casarse.

Pero, aunque no fuera así, ya sabemos que en otras culturas tienen conceptos de matrimonio distinto del nuestro, sin que por
ello tengamos que admitirlos. Piénsese en la poligamia en su versión poliginia (un hombre con varias esposas), institución no
occidental que por el momento no tenemos ninguna intención de admitir en nuestro sistema. Una cosa es que podamos
comprender lo que ha llevado a otras culturas a adoptar estas instituciones, y otra que queramos admitirlas como modalidades
de matrimonio en España.

“El Derecho margina a los homosexuales.

Es necesario permitirles el acceso al matrimonio para que puedan disfrutar de algunos beneficios y prestaciones, especialmente
de tipo asistencial, que hoy se atribuyen injustamente sólo a las parejas heterosexuales”.

La lista de cuáles son esos beneficios no es unánime. En EEUU los grupos de gays dicen que ascienden al millar. Probablemente
no sean tantas o la mayoría de ellas sean irrelevantes. En España se habla de concederles derecho de sucesión hereditaria,
pensión de viudedad, régimen económico “paramatrimonial”, efectos de la ruptura de la pareja, limitación de los plazos de
residencia para que la pareja adquiera la nacionalidad, subrogación en el arrendamiento, preferencia para tener un trabajo en la
misma ciudad y posibilidad de adoptar.
Muchos de estos efectos beneficiosos se pueden solucionar por la vía privada (p. e., la herencia, haciendo testamento; el
régimen económico y los efectos de la ruptura, realizando un contrato civil previo entre los convivientes). Otros vienen siendo
concedidos ya por la jurisprudencia. Casi todos pueden obtenerse en las CCAA que han aprobado una Ley de Parejas de Hecho,
que se aplican tanto a las parejas heterosexuales como a las homosexuales. Sin embargo, es discutible que se les deban
reconocer algunas de estas posibilidades (p. e., la de adoptar conjuntamente). Precisamente, los mismos argumentos que sirven
para afirmar que no son lo mismo sirven para decir que el Derecho no los debe tratar con una equivalencia total.

Los gays suelen estar de acuerdo en que éste no es el auténtico problema. Aunque las parejas de homosexuales hubieran
alcanzado por otras vías el mismo régimen que las uniones heterosexuales, para ellos el matrimonio es una prioridad. Lo que
está en juego no es solucionar unos problemas concretos, sino su lucha por la equiparación total.

“Es necesario admitir que las parejas de homosexuales puedan casarse para que puedan adoptar niños”

En España, quien no puede adoptar es la pareja de homosexuales como tal, salvo en las CCAA con ley de Parejas de hecho que lo
permiten (hoy por hoy, Navarra, el País Vasco y, si se aprueba una ley que está ahora en tramitación, Cataluña). Pero un
homosexual puede adoptar un niño él solo. Luego no hay una auténtica necesidad por este lado.

De todas formas, la cuestión no es esa, sino si lo mejor para el niño adoptado es ser adoptado por homosexuales o tener un
padre y una madre heterosexuales.

“Un homosexual puede ser tan buen padre como un heterosexual”

Dos hombres, por muy buenos padres que sean, estarían privando al niño del cuidado y del cariño de una madre. Tal vez
puedan ser buenos padres, pero nunca una buena madre.

- “Si sólo estamos discutiendo sobre un nombre, ¿vale la pena realmente esta discusión? ¿Qué más da, en el fondo, llamarlo de
una forma o de otra?”.

La misma tenacidad que tienen los homosexuales por lograr que se les permita casarse entre ellos indica que el nombre les
importa o que para ellos es más que un nombre lo que está en juego. Si el nombre es irrelevante, debería serlo también para
cambiar la ley actualmente vigente.

En cualquier caso, para el Derecho es muy importante mantener el sentido propio de las palabras. El matrimonio es la unión
comprometida entre un hombre y una mujer. Dos homosexuales no pueden casarse porque no son hombre y mujer, sino dos
hombres o dos mujeres. La unión entre homosexuales no es matrimonio, del mismo modo que no es una sociedad anónima. Si
incluimos en el concepto de sociedad anónima la unión comprometida de dos personas, lo único que conseguimos es que el
concepto pierda virtualidad. Si el matrimonio es todo (también la unión entre dos varones, o dos mujeres, o tres o más personas
en combinaciones variables), pronto pasa a no ser nada. Y esto no supone un juicio de valor respecto de las uniones
homosexuales, del mismo modo que para un contrato de permuta no supone nada malo no ser compraventa.

“La discusión sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo no puede reducirse a una mera cuestión de significado
según el diccionario.

Las palabras y sus sentidos están vivos en la medida en que se relacionan con la evolución de la sociedad misma. Las palabras
nacen, “se reproducen” y desaparecen, y su sentido se amplía o se reduce, pasa a ser peyorativo o positivo, se especializa o se
generaliza, etc. Reducir la discusión sobre esta materia a la discusión sobre el significado de una palabra es quedarse en un
marco muy superficial y puntual que podría arreglarse si, simplemente, la RAE cambiara su definición en su próxima edición.
Más bien, parece que encubre una negativa a reconocer la evolución de la vida y la sociedad mismas”.

La discusión sobre esta materia no se centra sólo en una palabra. Pero sí en el concepto y la institución a las que la palabra se
refiere. No se trata de negar el matrimonio homosexual porque lo dice la Real Academia de la Lengua, sino porque la realidad a
la que se refiere esa palabra (una realidad antropológica, social y jurídica; es decir, no meramente lingüística) tiene un
fundamento en las cosas que se entiende que no debe ser cambiada así como así. Lo que se quiere proteger es la institución, no
la palabra. La palabra es más bien la cáscara del concepto, es decir, parte de lo que lo protege. No queremos que cambie la
palabra porque no queremos que cambie el concepto; y no queremos que cambie el concepto porque pensamos que eso
afectará a la concepción de qué es un matrimonio en la sociedad, y en último término a lo que piensan que es un matrimonio
las personas que se plantean casarse y las personas que se casan. Y todo ello supera el ámbito de lo lingüístico.

“Admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo no afecta en nada a los matrimonios heterosexuales.

El Proyecto de ley del Gobierno permite que se acojan a esta institución otras personas, pero no cambia en lo más mínimo la
regulación del matrimonio heterosexual. Y nadie ha demostrado que este cambio pueda afectar a ningún matrimonio concreto
que ya se haya celebrado o se vaya a celebrar en el futuro”.

¿Cómo puede pensarse que un cambio que suprime un elemento estructural identificativo de una institución desde que ésta
existe no va a afectar en absoluto a la institución? De hecho, lo que se pretende con este cambio es una modificación del
concepto mismo de matrimonio. Y sobre si eso afectará o no a los matrimonios concretos, no hay más que pensar si la emisión
de moneda falsificada afecta o no a los que tienen en su poder moneda verdadera, o si la puesta en circulación de vino de una
denominación de origen que no lo es realmente afecta o no a los verdaderos productores, o si el ejercicio de una profesión que
exige unos conocimientos determinados (medicina, ingeniería, arquitectura, abogacía) por parte de una persona que carece del
título oficial afecta o no a los que sí la tienen. Llama la atención que en una sociedad como la nuestra, que tanto se preocupa
por los controles y certificados de calidad, la etiquetación correcta y la exigencia de información completa al usuario se descuide
el “certificado de calidad” de una institución tan central para la sociedad como el matrimonio.

“Si estamos discutiendo sobre la esencia del matrimonio, hay que profundizar en cuál es ésta dejando al margen el requisito de
heterosexualidad. Si <> (Pedro Zerolo, El Mundo digital, 25-6-2001) o <> (Gavidia Sánchez, La Ley, 3-12-2001), no hay motivo
para que no se deba admitir el matrimonio entre personas del mismo sexo”.

Estas definiciones de matrimonio tienen el problema de que han sido elaboradas precisamente para excluir la heterosexualidad
del concepto. Por tanto, más que hablarnos del concepto de matrimonio vigente en nuestra sociedad, indican el concepto que a
los autores de esas frases les gustaría que estuviera vigente.

Es verdad que el matrimonio es un “negocio jurídico con una forma especial”, pero es algo más que eso, entre otras cosas
porque también hay otros “negocios jurídicos con una forma especial” que no son matrimonio (p. e., el testamento o la
donación de bienes inmuebles). Tampoco son matrimonio todas las uniones “para la ayuda y socorro mutuo”, como las que
pueden resultar de los contratos de sociedad civil, del vitalicio, de aprendizaje. Parece que el concepto de matrimonio no se
reduce a eso, sino que indica mucho más –incluida la heterosexualidad.

“En nuestra sociedad pluralista y democrática no se debe imponer una determinada concepción cultural o antropológica
concreta del matrimonio”

Esto no es correcto. Que nuestra sociedad sea democrática y pluralista no significa que no tenga una determinada concepción
de las instituciones que regula y protege. Antes al contrario: las regula y las protege precisamente porque tiene una
determinada concepción “fuerte” de ellas. ¡Claro que nuestra sociedad impone una determinada concepción del matrimonio!
Por eso no se admite la bigamia (que no sólo no está permitida, sino que es delito), ni la inscripción del matrimonio polígamo, ni
el repudio unilateral. Nuestro concepto de matrimonio tiene unas raíces muy variadas que incluyen lo antropológico y lo
religioso, pero han cristalizado en algo distinto que nos es común a todos.

“Impedir el matrimonio homosexual es imponer una concepción cristiana del matrimonio (respetable, pero minoritaria en la
sociedad española actual) al resto de la sociedad”

Ciertamente, en algunos aspectos importantes de la regulación del matrimonio existen discrepancias de fondo entre creyentes y
no creyentes (p. e., respecto al divorcio). Pero el concepto de matrimonio que tenemos unos y otros es el mismo y se ha forjado
en la misma tradición jurídico-cultural, y ese concepto incluye la heterosexualidad como rasgo determinante.
En este punto, no es una minoría con fuerte presencia en la sociedad (la cristiana) la que pretende imponer su concepción del
matrimonio a una mayoría no cristiana (o que no se considera tal) de la sociedad. Más bien, lo que ocurre es que una minoría
mucho menor (la gay) pretende imponer su propia concepción de matrimonio a la abrumadora mayoría de la sociedad (tanto
creyente como no creyente). Dicho de otro modo: también los heterosexuales que apoyan el matrimonio homosexual tienen
una concepción heterosexual del matrimonio.

Ellos sabrán por qué están dispuestos a ceder en esto. Probablemente se piense que es lo que parece más moderno,
mayoritario, tolerante y progresista, pero no es descartable que haya algo de falta de reflexión. El análisis de las respuestas de la
gran mayoría de los que apoyan el matrimonio homosexual apuntan en ese sentido.
82% de peruanos rechazan
el Matrimonio Igualitario,
según CPI
Este año se presentó por primera vez en el Perú un proyecto de
matrimonio igualitario en el congreso.

82% de
El Matrimonio Igualitario entre personas del mismo sexo no tiene el respaldo de la
mayoría de la población.
Así lo reveló un estudio publicado por la encuestadora CPI, que señala que el 82.2% de
peruanos rechaza la iniciativa llevada al congreso recientemente por las congresistas del
Frente Amplio, Marissa Glave e Indira Huilca.

De acuerdo con las cifras registradas en la encuesta, solo el 13.4% de personas dijeron
estar a favor de este proyecto de ley, que de ser aprobado permitiría a parejas
homosexuales acceder a derechos, deberes y responsabilidades de un matrimonio, de
acuerdo a la constitución peruana.

Por niveles socioeconómicos, el rechazo aumenta en los sectores D/E y llega a 84%;
mientras que se reduce en el A, donde el Matrimonio Igualitario tiene un respaldo del
20%.
El estudio también incluye una comparación con un estudio realizado en agosto del año
2015, cuando estaba en debate público el tema de la Unión Civil para parejas del
mismo sexo, proyecto del congresistas Carlos Bruce que finalmente fue archivado por el
congreso.

Durante aquella época, la mayoría también estaba en contra pero el porcentaje a favor
del Matrimonio Igualitario era mayor.

CPI indica que en agosto del 2015 el 21,2% de encuestados estaba a favor de la
iniciativa, mientras que el 73% no estaba de acuerdo con el proyecto.

EL DATO
 Este año se presentó por primera vez en el Perú un proyecto de matrimonio
igualitario en el parlamento. fue respaldado por congresistas del Frente Amplio
y Peruanos Por el Kambio.

 La iniciativa también con el respaldo de organizaciones de la sociedad


civilcomo la Asociación Más Igualdad Perú, el Movimiento Homosexual de Lima
(MHOL)y la red Peruana TLGB.
Marcha en contra en México

"No es natural"

Otros, además de a un origen divino del matrimonio, hacían referencia a la "naturalidad" y la


"complementariedad" del mismo.

Y es que, el pasado 14 de septiembre, las organizaciones que defienden que el matrimonio sólo
puede ser entre hombre y mujer, presentaron una iniciativa que defiende ese modelo de "matrimonio
natural".

"La familia se determina como natural porque la familia se define por su origen, no por su condición",
recalca la iniciativa.

A lo que añade: "Y todos tenemos nuestro origen en una familia natural, pues todos procedemos de
una relación natural y complementaria entre un hombre y una mujer".

En contra Perú

lo que se quiere aquí es debilitar el concepto de familia, de institución natural […] hay dos conceptos
ahí: uno es la unión de hombre y mujer para la procreación y otro es la complementariedad sexual
de un hombre y una mujer, es el concepto básico de familia, por eso es que la familia es un
instituto… una institución natural no es una construcción social, donde [hay] dos personas del mismo
sexo que se aman y se atraen. (Julio Rosas, congresista y pastor evangélico, programa De 6 a 9,
Canal N, marzo de 2015)

¿Crees que una pareja homosexual podría criar adecuadamente a un menor de edad? ¿Qué imagen
creen que tendría el menor de edad sobre el concepto de familia?

¿El matrimonio igualitario detendría la discriminación hacia la comunidad LGBTQ?


Matrimonio" homosexual. Los niños tienen derecho a una familia y a un matrimonio normal

Las personas homosexuales deben de ser respetadas y protegidas como personas, pero su estilo de
vida no debe de ser propuesto a los niños como una inocua opción de vida

Por: Instituto Valenciano de Fertilidad, Sexualidad y Relaciones Familiares | Fuente: ivaf.org

Matrimonio" homosexual. Los niños tienen derecho a una familia y a un matrimonio normal

Desde hace un tiempo los medios de opinión se esfuerzan en deslegitimar cualquier intento de
oponerse por razones científicas y sociales a la ideología del homosexualismo y lo que representa;
sobre todo el matrimonio y adopción por homosexuales. No son pocos los que defienden que la
sociedad progresa y que tiene un compromiso con el avance social manifestado en la superación de
las barreras discriminatorias contra los homosexuales. Los defensores de estas posturas han tratado
de difamar a los que defendemos el derecho de los niños a la mejor familia posible y el derecho de la
sociedad proponer el matrimonio como unión de un hombre y una mujer diciendo que imponemos
nuestras creencias religiosas a los demás y que impedimos el reconocimiento de derechos civiles
para todos.

No es verdad. Estamos a favor de que las personas homosexuales registren públicamente sus
amistades íntimas como uniones de hecho en el marco de la protección de la seguridad social; pero
insistimos que el reconocimiento de esas uniones como matrimonio va contra el bienestar público y
de forma particular contra el equilibrio y el desarrollo afectivo de nuestros hijos. Las personas
homosexuales deben de ser respetadas y protegidas como personas pero su estilo de vida no debe
de ser propuesto a los niños como una inocua opción de vida. Antes de formar tu propia opinión al
respecto, considera, por favor, estas reflexiones.

5.“Hay que cuidar la inocencia infantil”

La obsesión con la que muchas personas levantan la bandera de la discriminación en nombre de la


niñez, refleja más sus propios prejuicios que un interés genuino por proteger la supuesta fragilidad
de la infancia.

Los niños y las niñas son sensibles al amor, lo perciben en sus familias sin cuestionarse la
configuración que estas tienen, hasta que la sociedad les obliga a enfrentar la incomprensión y la
violencia que genera la diferencia en el corazón de los adultos.

Existen estudios que desarman los tabúes más comunes en torno a la crianza de hijos e hijas en
familias LGBTIQ+ y confirman que la paternidad y la maternidad no son cualidades que dependen de
la orientación sexual o la identidad de género, sino de la capacidad de las personas para construir
un hogar seguro y afectivo.

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