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y José Iglesias
e las
Erase una vez
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EL CUENTO
DE LAS PENSIONES
© Icaria editorial, s. a.
Bailen, 5 - 5 a planta
08010 Barcelona
www. icariaeditorial. com
ISBN: 978-84-9888-886-7
Depósito legal: B 1394-2019
Los antecedentes 7
La reacción social 74
Epílogo 86
LOS ANTECEDENTES
7
cambios han conducido a que los trabajadores del mundo
entero compitan entre sí —un trabajador en Malasia o un
trabajador en Cornelia optar por realizar el mismo trabajo.
Y al mismo tiempo se han debilitado las fuerzas de
resistencia de los trabajadores: los sindicatos y los partidos
socialdemócratas.
Con todo ello se inicia una nueva época de políticas
económicas neoliberales con un planteamiento del sistema
más duro hacia la fuerza de trabajo.
Ya en 2010, en el libro Qué pensiones, qué futuro, afir-
mábamos que:
8
de la periferia se están aplicando los sistemas de zona franca
y copiando muchos de sus elementos en los países centrales.
Zonas francas
Cuando nos referimos a zonas francas hablamos de zonas terri-
toriales o países donde los trabajadores, el mercado de trabajo (y
otros aspectos como el ambiental), no están protegidos por ninguna
legislación laboral o solo por alguna extremadamente reducida; no
tienen derechos legalmente reconocidos, no hay un salario mínimo,
unas normas de contratación o despido, ni tienen ninguno de los
derechos del Estado del bienestar. Existen muchas zonas francas en
América Latina, sobre todo en América Central: Salvador, Honduras,
Guatemala... donde los trabajadores están sometidos únicamente
al mercado, lo que los hace trabajar con sueldos bajísimos y en
penosas condiciones.
9
1990, cuando los países de la Europa del Este volvieron a
reintegrarse en el capitalismo, como tenían unos sistemas
de pensiones públicas completamente distintos, el Banco
Mundial, que es el que pilotó la vuelta del capitalismo en
esos países, exigió como una de las primeras condiciones
que privatizaran los sistemas de ayuda a la vejez. Finalmente,
en 1994, el Banco Mundial publicó un informe: Adverting
the Oíd Age Crisis,5 que realmente supuso el pistoletazo de
salida para justificar la orientación hacia el cambio. Supuso
directamente decir: esto vale para todos. Chile y Argentina
habían sido solo un experimento.
Es decir, que tenemos la crisis económica de los seten-
ta, la de 1989-1990 en los países del Este y, finalmente, el
informe de 1994 del Banco Mundial.
Lo que solo se había exigido a las dictaduras del Cono
Sur, ahora se generalizaba para todo el mundo.
Por un lado, si se tienen en cuenta las fechas, vemos que
el problema de las pensiones tiene poco que ver con la crisis
económica. Más adelante sí se utilizó el argumento de la
crisis (1982), así como cuando se introduce el capitalismo
en los países del Este (1990), con la intención de reforzar
la premisa de que el problema de los déficits públicos y las
pensiones eran uno de sus elementos importantes. Pero
el argumento fundamental era el interés de establecer un
conjunto de políticas neoliberales.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la
crisis de los setenta, las políticas fueron todas intervencio-
3. http://documents.worldbank.org/curated/en/97357l468174557899/pdf/
multi-page.pdf.
10
nistas. El Estado tenía un gran papel en la economía, y a
medida que el capitalismo se expandía, también aumentaban
algo los derechos de los trabajadores. Fue una época en que
los trabajadores consiguieron bastantes logros y por ello al
capitalismo le interesaba revertir dichas políticas e implantar
otras más favorables a sus intereses.
La crisis de los setenta sirvió para justificar el cambio
de aquellas políticas a las políticas neoliberales en los paí-
ses centrales. Los poderes económicos y el pensamiento
económico, que ya se ha dicho que fue construido por los
académicos de Chicago, culparon de la crisis a los estados
intervencionistas, y ello generó un cambio de toda la política
económica. Y una de las grandes variaciones sería la de los
sistemas de pensiones.
En este contexto social es cuando se plantea este proble-
ma en el Estado español. Es importante remarcar que en el
Estado las autoridades reaccionaron con extrema rapidez a
los vientos de cambio. Fue en 1985 cuando comenzaron a
iniciarse las reformas. Recordemos que fue el año de la pri-
mera y muy exitosa huelga general en contra del cambio en
las políticas de pensiones, convocada por CC OO, y a la que
se unieron casi todo el resto de sindicatos, con la excepción
de UGT (fue la primera huelga general desde el final de la
guerra). No hay que olvidar que España, en 1975, cuando
muere Franco, ya estaba en un proceso de transición, y en
el momento de redactar la nueva Constitución, en 1977,
1978, ya empezaban a llegar los aires de aplicación de po-
líticas neoliberales.
Incluso antes de que el Banco Mundial publicara su
informe de 1994, en 1988 ya se aprueban las pensiones
11
privadas en España, y a partir de entonces se hacen eco todas
las instituciones financieras, bancos y demás. Y en 1995 se
firma el Pacto de Toledo. Es decir, la reacción del Gobierno
y los agentes sociales del país frente al tema de las pensiones
es rapidísima. (Véase el cuadro 1 donde se recogen algunos
informes que se hicieron hasta 2010). 4 Desde el momento
en que el gobierno se atreve a aprobar las pensiones priva-
das, ya empieza a cristalizar lo que más tarde se llamaría el
Pacto de Toledo.
Realmente sorprende cómo en 1975 José Antonio Herce
ya pronosticaba el problemas de las pensiones.
Más tarde, en 1995 y 1996, se publicaron el primer
informe Barea y dos más de La Caixa. Estos últimos se
atrevían a afirmar que en 1995 aparecerían las evidencias
de que el sistema de pensiones público se vendría abajo y
que se manifestaría el primer déficit.
Después, a posteriori, tras cuatro o cinco años, todas
las variables que lo justificaban demostraron que sus pre-
dicciones no se habían hecho realidad, ni en la previsión
demográfica ni en la del déficit, déficit que solo apareció
en 2012 a consecuencia del paro generado por la crisis de
2007.
4. Esta lista tiene un objetivo histórico. Desde esta fecha es tal el cúmulo de
Informes y artículos existentes que no los reseñamos.
12
CUADRO 1
13
Insistimos, ya en 1995 no se cumplía lo que ellos
estaban afirmando, pero seguían planteándolo, y es muy
curioso que Herce todavía sea uno de los que están diri-
giendo la política de pensiones, aunque se haya equivocado
todas las veces que ha escrito. En sus últimos informes, en
los que sigue sosteniendo su mantra de que: «No hay di-
nero para las pensiones», ya modifica las predicciones para
1995 y las lleva a 2025. Actualmente, con el argumento
de que las pensiones son un tema a largo plazo, la mayoría
de autores hacen sus predicciones para 2050 como muy
pronto o fechas posteriores. Sin tener en cuenta que, en un
mundo que cambia a una enorme velocidad, es imposible
realizar predicciones tan lejanas en el tiempo. Pero ellos
insisten. Recuerdo que mientras trabajábamos en el tema
de las pensiones, antes del año 2000, en unas jornadas en
Viena, ¡un grupo de economistas de la Unión Europea
presentó un informe a 150 años vista!
En el fondo, el problema se circunscribe a una estrategia
del capitalismo que se genera a partir de los años setenta.
Algunos plantean que esto sucede porque no hay suficiente
margen de beneficio dentro de lo que es la economía in-
dustrial o comercial habitual, y por ello se necesita buscar
beneficios en otros ámbitos.
Consideramos que el elemento más relevante es la
expansión del capitalismo. Los grandes capitales com-
piten más entre ellos y el capitalismo necesita cada vez
más capital para invertir, por ello van a buscar nichos de
mercado, y el de las pensiones es uno muy tentador. Así
como los de la salud, la educación, el agua, las necesidades
básicas, etc. Aunque realmente el que le ofrece más pers-
14
pectivas es el de las pensiones, porque es dinero líquido,
y además a largo plazo, lo que les proporciona un gran
margen. Realmente es de lo más atractivo para el capital,
y, en cierto modo, esta es la razón de que haya habido una
reforma tan rápida.
15
compañía de seguros, y esas empresas establecen cuentas
individuales en las que van acumulando las aportaciones
que hacen los futuros pensionistas y dicen, subrayemos lo
de dicen, que los beneficios que se obtienen cada año con
ese capital se van añadir a la cuenta de la persona que ha
ido pagando las cotizaciones.5 Cuando te jubilas te lo dan
todo, dicen, luego veremos que no es exactamente así, pero
el sistema como sistema se vende así.
El de capitalización es un sistema en el cual se acumulan
las contribuciones que realizan los sujetos de la pensión, lo
que lo diferencia de los dos anteriores es la acumulación y,
finalmente, el fondo depositado más los beneficios obtenidos
de ese capital pagan las prestaciones de jubilación.
En resumen, si no contamos con la excepción de Di-
namarca, existen dos sistemas: los de reparto, que son los
públicos, y los sistemas de capitalización, que son los pri-
vados. En la mayoría de países operan los dos sistemas con-
juntamente, aunque con diversos grados de obligatoriedad
y muy distinta incidencia. En el Estado español el sistema
de capitalización se inició en el año 1988.
En algunos países el sistema privado es el dominante. Ya
se ha dicho que en 1981, con Pinochet, Chile fue pionero
en el establecimiento del sistema privado obligatorio, aun-
que curiosamente se mantuvo y todavía se mantiene que el
5. Otra modalidad del sistema privado es que los trabajadores realizan las
aportaciones por medio de sus empresas que realizan entregas colectivas, aunque
las contribuciones se van acumulando en sus cuentas individuales. Por ejemplo,
hay convenios en los que se dedica un porcentaje del aumento salarial acordado a
un fondo de pensiones privado que la empresa hace efectivo, que se asigna después
individualmente a la cuenta de cada trabajador.
16
sistema de reparto sea obligatorio para las fuerzas armadas.
Sin embargo, este sistema no ha funcionado muy bien y los
ancianos tienen pensiones muy bajas. Por lo que después
de advertir que el sistema de pensiones estaba «en crisis», su
gobierno introdujo en 2008 una pensión mínima de cerca
de 140 dólares, pagada por el Estado, para quienes no han
podido ahorrar para su pensión durante su vida laboral, y
fondos adicionales para los jubilados cuyas pensiones no
alcanzaban ese monto. Más de 1,3 millones de chilenos (dos
terceras partes son mujeres) reciben ese tipo de prestación.
Incluso así, el retorno por lo menos parcial al sistema públi-
co de reparto es una reivindicación muy importante de la
ciudadanía chilena, especialmente desde 2016, y supone ir
virando hacia un sistema mixto que incorpore el ahorro in-
dividual, el de las empresas y aportaciones del Estado, ya que
desmontar totalmente el sistema privado resulta demasiado
costoso. Los chilenos han perdido hasta la oportunidad de
recomenzar desde cero.
Es sabido que Estados Unidos es el país donde única-
mente son las pensiones privadas las que constituyen el sis-
tema general, donde el Estado solo cubre excepcionalmente
los supuestos de necesidad, pero para grupos reducidos de
la población, en particular para las personas muy pobres.
Mientras que en Japón existe un complicado sistema de tres
tercios en que se combina dos capas públicas obligatorias
con una capa voluntaria privada. En Holanda, aunque
existe el sistema público, las pensiones privadas están muy
extendidas y son muy potentes.
Para nosotros, lo más importante es distinguir entre estos
dos modelos básicos: el modelo de reparto, que es el público,
17
en el que no hay acumulación; y el de capitalización, que es
el privado, en el que se acumulan las prestaciones. Aunque
en muchos países operan combinaciones de los dos.
CUADRO 2
Acumulación
Contribuciones Prestaciones
18
financieros que se les presentan a los sistemas de pensiones
públicas y la imperiosa necesidad de su reforma.
Se argumenta que debido a que ahora vivimos más
años, ello exige pagar más pensiones a más jubilados, y que
esa es la razón por la que los fondos de la Seguridad Social
no serán suficientes: que el presupuesto de la Seguridad
Social se desequilibrará, se incurrirá en importantes défi-
cits y que el sistema se convertirá en insostenible... A ello,
añaden, que no se generan fondos suficientes para pagar las
pensiones debido a que cada vez hay menos trabajadores
por pensionista.
A estos argumentos se añaden otros secundarios acerca
del ahorro, el crecimiento económico, las motivaciones de
los trabajadores, etc., que conducen a un resultado final
que les lleva a afirmar que no hay dinero suficiente para las
pensiones públicas y que hay que disminuir su importe.
19
Es curioso cómo esta argumentación se ha transmitido
rápidamente a la opinión pública, que ha sido fácilmente
persuadida de que a medio plazo no habrá dinero para las
pensiones. Sorprende la rápida aceptación por la pobla-
ción de este problema y que no esté más preocupada por
otros temas, como, por ejemplo, el déficit del Estado, la
situación laboral, la sanidad, la vivienda o la educación,
que son también muy importantes. Puede pensarse que
ello es debido a que se sabe que se necesita de las pensiones
para vivir después de la jubilación, pero probablemente
también sea debido a la ingente publicidad que las institu-
ciones públicas y privadas y los medios de comunicación
conceden a lo que denominan «la crisis de las pensiones»
mientras no le dedican mucha atención, o intentan ocultar
el resto de los problemas.
La opinión pública ha asimilado completamente este
mensaje y se ha creado una alarma social entre la gente de
mediana edad que ha asumido que no podrá cobrar las
pensiones en el futuro.
Pero entonces, ¿hay crisis? La respuesta es sí y no. Sí,
porque si no cambia nada habrá crisis, porque si bien
es cierto que cada día hay más jubilados y menos tra-
bajadores, es una falsa verdad^ de la que se hace amplio
uso en los tratamientos convencionales de este tema.
En realidad se trata de una falacia: como veremos más
adelante, el hecho relevante no es que haya más o menos
20
trabajadores sino la riqueza que estos producen. Pero se
afirma tajantemente que hay crisis.
Si las cosas siguen como hasta ahora, no se puede sos-
tener que no haya crisis, pero sí se puede afirmar que no
habría necesidad de que hubiera crisis. Y este es un matiz
muy importante.
Si se analizan detenidamente cada uno de los argumentos
que sostienen la idea de la crisis podremos ver sus fallos. Y
por ello se puede afirmar rotundamente que la crisis de las
pensiones es un elemento construido políticamente.
Mito 1: Equilibrio
Empecemos por cuestionar la afirmación de que el pre-
supuesto de las pensiones tiene que estar equilibrado.
21
Es decir, un presupuesto puede estar equilibrado, puede
tener superávit o puede tener déficit, pero se afirma que
el de las pensiones tiene que estar equilibrado. ¿Por qué
razón?
Todos sabemos que en un país existen los gastos indi-
viduales, que se financian por las familias o las personas
según sus recursos, y además los gastos colectivos, que son
los gastos de carreteras, de educación, de sanidad, del Ejér-
cito, la Casa Real... todo lo que es colectivo. Y estos gastos
colectivos se financian con impuestos. Pero las pensiones,
que son un gasto colectivo, se ponen aparte y se decide que
no pueden tener déficit. Es una afirmación absolutamente
ideológica, de voluntad política, porque ¿cuál es la razón
por la que las pensiones no pueden tener déficit pero todos
los demás gastos colectivos sí?
Por ejemplo, ¿cómo se financia el Ejército? El día en que
los coroneles empiecen a pagar por estar en el Ejército quizá
sea posible pensar que no hay dinero, pero hasta entonces
¿qué pasa? No hay ninguna razón para que el presupuesto
de las pensiones tenga que estar en equilibrio.
Los gastos colectivos se financian con impuestos, en
consecuencia, las pensiones se tienen que pagar con impues-
tos, como se pagan las carreteras, la educación o la sanidad.
Después veremos por qué en este momento no sucede así
con las pensiones.
Es decir, no existe ninguna razón especial, económica es
evidente que no, para que los presupuestos de las pensiones
tengan que estar equilibrados. Además, ha habido muchos
períodos en que han tenido superávit. ¿Por qué entonces no
se planteaba como un problema? El equilibrio del presu-
12
puesto de las pensiones es una razón puramente ideológica,
política, utilizada de manera engañosa.
Mito 2: Demografía
Las grandes instituciones públicas internacionales como
el PNUD, el Banco Mundial, el FMI o la OCDE ven con
preocupación el crecimiento de la población mundial y el
aumento del envejecimiento, pues supone un mayor peso
de la población pasiva sobre la activa. Consideran que la
proporción de ancianos en la población crece y son dema-
siados para mantenerlos.
23
queza, por lo que pueden mantener a más personas pasivas.
Hace ya muchos años que el número de ancianos aumenta
sustancialmente en muchos países de Europa y, sin embar-
go, se han podido sostener mejorando sus condiciones. Se
ha estimado {Alternaúves Economiques) que en Europa el
porcentaje de crecimiento de ancianos no será mayor en
los próximos cincuenta años que lo que ha sido en los años
anteriores al 2000. Asimismo, haciendo una aproximación
simple del aumento del número de ancianos en el Estado
español, entre 1950 y el año 2000, la tasa de crecimiento
simple de los ancianos fue de 0,358% al año, mientras que
predicción de la tasa de crecimiento del 2000 al año 2056
(no disponemos de datos de los años exactos) resulta de
0,365%. Una diferencia poco significativa.7
El argumento demográfico no explica la realidad si
no se relaciona con la capacidad de producir riqueza de
los países. Si esta aumenta, el país tiene más capacidad de
sostener a una población pasiva mayor. Pero el objetivo
del capitalismo es producir beneficios, por ello el rechazo
al aumento de la población anciana tiene más que ver con
que se trata de una población que no produce riqueza y,
por tanto, tampoco produce beneficios, que por el peso
de la población pasiva. Para este sistema, en el momento
en que se deja de ser productivo de forma permanente
las personas ya no son útiles. Que la gente improductiva
permanezca viva no interesa.
7. Elaboración propia con datos del INE para población y de «Un perfil de las
personas mayores en España 2017». Indicadores estadísticos básicos, p. 29. Tabla
1.1. Informes envejecimiento en red. CSIC. Madrid. Enero 2017.
24
La variable más importante al respecto es la población
activa y, más todavía la población ocupada y su capacidad de
producir riqueza. Si miramos la estructura de la población
española (véase el cuadro 3), en 2017 se observa que solo el
41 % de la población mantiene al país, y si mirásemos los datos
del 2008 era solo un 37%, es decir, que una parte del país
produce para todos. El modelo actual nos quiere convencer
de que el hecho de que aumente la población jubilada va a
suponer una crisis, pero ello no tiene porque ser así si aumenta
la capacidad de producir riqueza del sistema productivo. Hay
mucha gente pasiva en el país que no son pensionistas: son
niños y jóvenes, personas no activas, enfermos... Pensionistas
solo son unos nueve millones y medio aproximadamente.
Por tanto, aunque el número de ancianos aumente, y
no tanto como nos alarman, el argumento más importante
frente a ello es que no parece haber ningún problema para
disponer de población activa. Desgraciadamente todavía
se computan más de tres millones y medios de parados, un
8% de la población total y el 15,5% de la población activa,
disponibles para trabajar inmediatamente.
De hecho, el problema no es que falte población activa,
sino que no hay empleos para los jóvenes. Nos olvidemos
que este país tiene un paro crónico sustancial. Además, existe
todavía un considerable número de mujeres que no trabajan,
un porcentaje significativo de las cuales podría incorporarse
al mercado de trabajo, especialmente si los salarios de las
mujeres no fueran menores que los de los hombres. Y si
fuese necesario, podría completarse con la inmigración de
la que algunos señalan que será necesaria para mantener a
la población en el futuro.
25
Y todo ello mientras las prospecciones del porvenir
señalan que será necesaria mucha menos fuerza de trabajo
que en la actualidad. El problema en este país no es de falta
de mano de obra, sino de falta de empleo.
CUADRO 3
Estructura de la población española 2017
26
Mito 3: Tendencia de la disminución del número
de trabajadores
Los medios de comunicación y los gobiernos nos alarman
con la afirmación de que aumenta el número de ancianos y
el número de trabajadores activos disminuye, por lo que la
relación entre trabajadores activos y pensionistas se reduce,
haciendo insuficientes sus cotizaciones.
Volvemos al mismo argumento. Para financiar las
pensiones lo que importa es la riqueza que un colectivo
produce, más allá de cuántos trabajadores la producen.
Como economistas, no se puede aceptar la afirmación
precedente, produce vergüenza que un tema de economía
tan elemental se utilice tan superficial y erróneamente.
El número de trabajadores importa mucho en el sistema
de reparto porque solo son los trabajadores en activo los
que cotizan según su salario, y si hay menos trabajadores
cotizan menos personas. Pero esto no tiene por qué ser así
y se puede cambiar fácilmente.
Se olvidan de tener en cuenta que, con el cambio tecno-
lógico, cada trabajador está produciendo mucho más que
antes —es lo que significa el aumento de productividad—,
por lo que lo que debe importar no es el número de traba-
jadores, sino la riqueza que producen.
Si por cada persona que trabaja se produce más, el peso
de riqueza producida necesaria por cada trabajador para
mantener a los ancianos no tiene por qué aumentar. Que
un economista diga que lo que importa es el número de
trabajadores porque solo cotizan ellos en el sistema actual,
y se olvide de la riqueza que cada uno produce, implica
27
que ese economista quede descalificado, no por mal
economista, sino por ideólogo, por sesgado. Cuando en
las tertulias se oye a personas importantísimas decir estas
cosas, no se puede dejar de pensar en cómo es posible que
no se avergüencen.
Es verdad que el numero de trabajadores puede dismi-
nuir, pero la producción, el PIB, aumenta. Desde 2015 en
España el PIB ha aumentado entre un 2 y un 3 % al año.
Disminuyó el PIB con la crisis, pero desde el año 1980 al
2017 tenemos una media de crecimiento de riqueza del
2,2 % anual, mientras que ha habido un 18,2 de media de
paro. Hay menos trabajadores, todavía muchos parados,
pero más riqueza, ¿adonde va a parar esta riqueza? Por eso
a la vez aumentan los millonarios.
Expondremos dos ejemplos que ayudarán a entender
esto. El primero es en la agricultura. En España, durante
muchos años una gran parte de la población trabajaba en
la agricultura, después de la guerra el 50% de la población
se situaba en el sector agrícola, y sin embargo no había
suficiente comida para todos. En este momento, en España
menos del 4 % de la población trabaja en la agricultura, y
resulta que tenemos alimentos para consumir, para expor-
tar y sobran. Eso por un lado. Pero hay muchos más datos
de este cariz: China ha disminuido en setenta millones el
número de trabajadores y ha aumentado más del 30% su
producción.
Otro ejemplo muy sencillo: si 50 trabajadores pro-
ducen 100 artículos, y la población es de 50 personas, a
cada uno le tocan 2 artículos. Si tienes 20 trabajadores,
que son muchos menos, pero producen 180, y una po-
28
blación de 60, a cada uno le tocan 3. ¡Es de Perogrullo!
No pueden seguir manteniendo la mentira de la falta de
trabajadores.
¿Cómo pueden decir que la crisis de las pensiones
depende de que haya pocos trabajadores? Ya se ha dicho que
esta no es la variable relevante. Hay que tener en cuenta,
antes que nada, que según el sistema actual de pensiones
públicas, de reparto, importa porque las prestaciones las
hacen solo los trabajadores, pero ¿por qué son solo ellos
los que tienen que pagar las pensiones? ¿Por qué solo se
recaudan las pensiones con los salarios? El hecho de que
las cotizaciones dependan únicamente del número de
trabajadores y sus salarios se puede cambiar si existe la
voluntad política para ello. No es nada inevitable y se
puede resolver fácilmente.
29
será más bien un problema de cómo se distribuye la renta del
país y en qué manos se encuentra?
La distribución primaria (antes de la acción redistribu-
tiva del Estado) expresa cómo se distribuye el dinero, mejor
dicho, cómo se distribuye todo lo que se produce en un
país: va al capital o va al trabajo. No existe otra fórmula. En
este momento en España entre el 46-48% de todo lo que
se produce cada año va al trabajo y el 54-52% al capital. Si
se tiene en cuenta la diferencia entre el número de trabaja-
dores y el de capitalistas se percibe fácilmente la tremenda
desigualdad de la distribución de la renta.
Lo mismo ocurre con los impuestos que se pagan. Del
total recaudado, el 7 5 % de los impuestos los pagan las clases
medias bajas, los trabajadores con el IRPF y las cotizaciones
sociales, y los consumidores con el IVA, y mucho menos del
2 5 % lo paga el capital, es decir, se constata una distribución
muy desigual.
Si se estudia el sistema fiscal, se observa que la presión
fiscal de conjunto es considerablemente menor en el Estado
español que la media europea, y mucho más si se consideran
los países del euro. Si analizamos un poco más, se percibe que
en España en 2017 se pagó en impuestos un 3 4 , 1 % del PIB
de los cuales el 12,2% corresponde a las cotizaciones sociales,
el 7,3% al IRPF, el 6,4 al IVA y solo el 2,3% al impuesto de
sociedades. Significativamente por debajo de la media de la
eurozona (41,4%) y de la UE (40,2%), según los datos de
Eurostat. Por lo que hay amplio margen para recaudar más
con los impuestos.
Pero se paga más por cotizaciones sociales. El Estado
español es uno de los países en los que más se paga por
30
cotizaciones salariales, siendo estas la mayor aportación
porcentual al erario público. Según el esfuerzo fiscal, que es
una medida técnica distinta de la presión fiscal,9 en el Estado
español quien hace más esfuerzo para pagar los impuestos
son las clases bajas. Para este indicador, el índice de la OCDE
para 2010 señala los 10,1 puntos frente a los 9,2 puntos
de media para todos los países, superando al resultado de
Suiza, Islandia, Alemania y otros países ricos. Es decir, los
trabajadores españoles como media (y los que están por
debajo de la media pagarán más) aportan más que los de
otros muchos países ricos.
Porque son las empresas las que en este país pagan muy,
muy pocos impuestos. Además, una parte de los capita-
listas, que tienen capital, lo declaran como empresa, y no
como capital personal, para así no pagar impuestos hasta
que distribuyan beneficios. Un ejemplo muy claro son las
SICAV, que pagan únicamente el 1%. Pero incluso en el IRPF
la tarifa es distinta: las rentas de trabajo pagan mucho más
proporcionalmente a sus ingresos que las rentas de capital
que provienen del ahorro.
Los ingresos de los trabajadores, que son su único medio
de subsistencia, cuentan con una imposición fuerte, en cam-
bio el capital acumulado de la gente no tiene casi impuestos.
El sistema fiscal español es un escándalo.
31
No es un problema de pensiones, es un problema de distri-
bución de la riqueza.
32
la están pagando los entes financieros y son muy potentes.
Cuando quieren que algo se implante, se implanta. Esto
está claro.
Hay que insistir en este punto. Las pensiones dependen
de la distribución de la renta. La trampa más importante,
¿cuál es? Pues que solo los trabajadores pagan y que el ca-
pital no paga nada. El resto de todos los gastos se paga con
impuestos, pero las pensiones, no.
Además, este sistema le va muy bien al capital, porque
de esta forma no contribuye para nada en el mantenimiento
de los pensionistas.10 La distribución primaria de la renta
total y lo que va al trabajo y al capital muestra que con el
sistema de reparto los beneficios del capital no participan
para nada en el mantenimiento de los ancianos. Lo que es
totalmente injusto.
Pensamos que las pensiones no se deben financiar solo
con las cotizaciones de los trabajadores, sino que toda la
sociedad debería participar en el mantenimiento de los
ancianos. Lo que supone que si no hay suficientes ingresos
a partir de las cotizaciones se tienen que financiar desde
los impuestos, como se financian todos los demás gastos
colectivos. Al mantenimiento de las personas ancianas
tiene que contribuir el país entero, pues el nivel de riqueza
actual del que disfrutan sus habitantes se ha logrado con
su trabajo.
53
Mito 5: Las pensiones públicas en España
son demasiado generosas
Uno de los argumentos de las instituciones que promueven
la necesidad de las reformas en los sistemas de pensiones
es que las pensiones en el Estado español son demasiado
generosas. Veamos qué perciben los pensionistas españoles:
34
Es difícil sostener que las pensiones son muy generosas.
No se puede vivir bien en este país con salarios entre 650 y
1.000 euros mensuales. Sería interesante conocer los ingresos
de quienes afirman esto. Lo que sucede es que en el Estado
español actualmente los salarios son muy bajos, algo que ge-
nera un problema serio. El hecho de que muchos pensionistas
cobren más que algunos trabajadores es un problema social de
mucha envergadura, que todavía no ha salido a la calle, pero
saldrá. Hay muchos —demasiados— trabajadores que están
cobrando por debajo de los 1.000 euros, y al haber pensiones
por encima de este importe se constata la contradicción de la
existencia de una sociedad en que la que quien trabaja cobra
menos que el que no trabaja. Esto es así porque fueron más
elevados los salarios de las personas mayores y cotizaron más;
pero en ningún caso significa que las pensiones sean altas, sino
que hoy los salarios son muy bajos.
También es necesario alertar a la población sobre lo que
son los promedios. Una media de 1.000 euros no quiere decir
que todos los pensionistas perciben esta cantidad, sino que hay
bastantes por encima de esta cantidad y puede haber muchos
por debajo. En el cuadro de la página siguiente se presentan
las pensiones por grupos de prestaciones.
Más de una cuarta parte de los pensionistas perciben
menos de 600 euros mensuales, lo que significa que viven
en condiciones de pobreza severa, un 10% de los cuales no
llega a los 350 euros; el 4 0 % de los jubilados y el 50% de
las viudas no superan los 1.000 euros, situándose justo en
el umbral de pobreza, nivel que comprende al 68,4% de los
jubilados. Es difícil, por no decir irónico, por tanto, acusar
a las pensiones de este país de ser demasiado generosas.
35
Porcentaje de pensiones por tramos de cuantía
1 de enero de 2018
Tramos en euros
Jubilación Viudedad Total
mensual
% % % % %
Acum Acum
% Acum
De miseria De 150 a 350 5,1 5,1 18,1 18,1 10,1 10,1
Pobreza severa De 350,1 a 600 12,8 17,8 19,6 37,7 16,4 26,5
Umbral pobreza De 600,1 a 1.000 41,0 58,8 50,2 87,9 42,0 68,4
Nivel medio De 1.000,1 a 1.500 17,8 76,6 20,9 98,8 15,5 84,4
Nivel alto De 1.500,1 a 2.000 10,3 87,0 1,2 99,9 7,4 91,3
Máxima Más de 2.000,1 13,0 100,0 0,0 100,0 8,7 100,0
Umbral de pobreza igual a la renta per cápita.
Número de pensionistas 9.572.422
36
más alta de Europa, lo que permite a las instituciones como la
OCDE o el FMI advertir a España repetidamente de que su tasa
de sustitución es demasiado alta y programar su disminución
a menos del 50%. De forma que, disminuyendo las pensiones
públicas, fomentan que aquellos que pueden ahorrar un poco
coticen en un fondo de pensiones privadas.
Pero es necesario aclarar que el problema no es que la
tasa de sustitución sea alta, sino que los salarios son muy
bajos: ¿por qué la tasa de sustitución en Holanda, Francia
o Inglaterra es más baja? Porque el salario es mucho más
alto. Como el salario es más alto, al pensionista le pueden
pagar una proporción menor, pero como aquí el salario es
tan bajo, incluso con una tasa de sustitución del 74%, una
cuarta parte de los pensionistas cobran 600 euros. Imagine-
mos qué pasaría si consiguen que esta disminuya. La misma
situación se da en el caso de los trabajadores autónomos,
que suelen cotizar por el mínimo.
Cuando hablamos de que las pensiones son bajas, te-
nemos que tener en cuenta que el problema real no es del
sistema de pensiones, es un problema de salarios, ya que,
evidentemente, la persona que cobra hoy 600 euros de
pensión nunca ha cobrado mucho por su trabajo. Las pen-
siones son bajas porque si un trabajador cobraba 700 euros
cuando trabajaba, no es fácil que el Estado le aumente su
remuneración través de la pensión. Si los salarios son muy
bajos, no se pueden obtener pensiones altas porque no se
ha cotizado para una pensión digna. El problema de las
pensiones es de distribución de la renta.
Tenemos que ser conscientes de que la lucha por las pen-
siones y la lucha por los salarios es la misma. Lo que antes
M
considerábamos un sueldo mínimo para sobrevivir, 1.000
euros, hoy se considera un privilegio. Cuanto más bajos sean
los salarios, peores condiciones tendrán las personas a la hora
de jubilarse. Y esto se ve con gran claridad en las pensiones de
las mujeres, ya que en general son mucho más bajas que las
de los hombres, porque sus salarios eran más bajos también.
Cuando se intenta contentar a los pensionistas con las
subidas del IPC, en realidad no se aborda la problemática
en su verdadera dimensión, ya que es imposible subir tanto
las pensiones para que no haya retribuciones de miseria, es
imposible conseguir que una pensión de 500 euros suba a
700 mediante los ajustes del IPC (eso solo ocurre cuando se
trata de la Policía y la Guardia Civil, a quienes recientemente
les han subido entre 500 a 750 euros al mes. Según dicen
para equipararlos a los mossos d'esquadra y los ertzainas, y
nadie ha dicho nada). 11
38
es relativo, ya que depende de la manera en que se comparen
los afiliados. Por otro, con salarios de 800 euros, mucho no
pueden aportar. Finalmente, no queda más remedio que
mencionar toda la economía sumergida, lo que supone que
hay empresarios que tienen trabajadores sin contrato y, por
tanto, sin cotizar a la Seguridad Social
Vayamos por partes.
Comencemos con la afirmación de que cada día hay
menos trabajadores afiliados. Nos encontramos aquí con
otra falsa verdad, porque depende mucho del año que se
tome como base que corresponde a 100, es decir, a partir
de qué año se inicia la comparación. Veamos:
39
Si partimos del número de afiliados a comienzos de
siglo, o sea, 1999, como 100 y lo comparamos con 2016 o
2018, resulta que en estos años tenemos un 22 o 30% más
de afiliados en solo 16 o 18 años. Sin embargo, si tomamos,
como hace el gobierno, el año 2007 como año 100, que es
el año que hubo más trabajadores, y se compara con el resto
de años, el número de cotizantes baja automáticamente al
98% en 2018. Es decir, cambiando el año base se manipulan
los resultados.
Esto es sencillo de entender, ya que 2007 fue el año que
hubo más trabajadores, un año récord, con 19 millones de
afiliados a la Seguridad Social, una cifra a la que no se había
llegado nunca; por lo que la comparación siempre saldrá
en negativo.
Además, hay que tener en cuenta que estadísticamente
cualquier persona que esté empleada por una hora, la se-
mana siguiente en la encuesta aparece como empleada, y
actualmente muchísimos trabajadores están contratados a
tiempo parcial, por lo que la estadística significa poco, pues
puede aumentar el número de trabajadores, pero si estos
trabajan pocas horas cada uno, pueden suponer muy poco
respecto a las cotizaciones.
Es decir, dependiendo del año que se tome como
100, como base de comparación, aumenta o disminuye el
índice del número de trabajadores afiliados, por el contra-
rio, como no constan las horas trabajadas, el número de
afiliados representa muy poco... Dependiendo de quién
maneja o cómo se elaboran las estadísticas se pueden lan-
zar muchas mentiras o, como decíamos anteriormente,
muchas falsas verdades.
40
El segundo punto que es importante tratar es la relación
entre la población ocupada y los pensionistas. Volvemos a ver
que los resultados no siempre son los mismos, dependiendo
de qué lectura se haga de los datos.
41
Durante muchos años, antes de los Pactos de la Mon-
cloa, cuando se separaron las cuentas, la Seguridad Social
tuvo un sustancial superávit, que fue utilizado por el Estado
para cubrir otros gastos que no eran precisamente los de las
pensiones, en particular para pagar la sanidad. Es a partir
del año 2009 que el sistema presenta un déficit, por lo que
sería muy adecuado que el Estado reconociera esta deuda
histórica y se hiciera cargo del déficit de la Seguridad Social.
Como hemos visto, las estadísticas pueden significar
distintos resultados según se manejen los datos.
Vamos a ver también qué ha pasado con el fondo de
pensiones. Además de las razones que nos dan: que hay
demasiados ancianos y pocos cotizantes, que ya hemos visto
que constituyen falsas verdades, analicemos por qué tiene
déficit la Seguridad Social.
Primero veamos qué sucede con los ingresos: estos co-
menzaron a disminuir fuertemente cuando disminuyeron
las cotizaciones con la crisis, principalmente con el enorme
aumento del paro y la disminución de los salarios, razón
por la que se empezó a recaudar cada vez menos. También
hay que tener en cuenta la reducción de cotizaciones que
suponen las tarifas planas así como otras subvenciones con
que se han favorecido a las empresas y que, según algunos
investigadores, tendrían que financiarse de otra manera,
pues incluso actualmente:
42
finales de 2017 sería de unos 109.000 millones, a pesar
de la disminución experimentada por el fondo durante
los últimos años.12
43
desaparecería y podría enfrentar la fuerza social de los que
no quieren pagar la deuda con los pensionistas.
No tenemos ninguna información respecto a esta com-
pra de deuda, ni a cuánto la han comprado, ni a cuánto la
han vendido (porque la han tenido que vender si ahora está
prácticamente exhausto), ni qué costes ni beneficios se han
conseguido con estas transacciones.
Sería muy importante que se realizase una auditoría
del manejo del Fondo y de la deuda, ya que las compras y
ventas de ambos no son más que dos libros de contabilidad
distintos que tiene el Estado, y lo que realmente se hizo es
cambiar las líneas de uno a otro. Sería interesante conocer
un poco el detalle de estos movimientos. Una auditoría
del fondo de pensiones, de qué se ha hecho con el fondo y
sus transacciones en relación a la deuda, se nos antoja un
derecho ciudadano y una buena herramienta de control
democrático. No estaría de más exigir una mayor transpa-
rencia, sobre todo tras conocer tantos casos de corrupción
en el gobierno, desde hace tantos años. La sociedad debe
pedir una auditoria del Fondo de Pensiones, porque durante
la evolución del sistema de pensiones se ha perdido mucho
dinero, y no debemos conformarnos solamente con los
saldos finales.
44
primera ley de pensiones privadas.13 Una de las primeras
reformas fue pasar de dos a ocho años el período previo de
los salarios por los que se cotizaba, para fijar sobre ellos el
importe de la pensión. No era una mala reforma, porque
antes, cuando un trabajador se iba a jubilar, había bastantes
empresas que concertaban con el trabajador subir nomi-
nalmente el salario de cotización para lograr una pensión
más alta. Esta trampa era corrupción, no muy importante,
pero corrupción al fin y al cabo. Y de esta manera, la poca
corrupción que podía haber desde el punto de vista de los
trabajadores se corrigió en la primera reforma. Sin embargo,
no se ha actuado con la misma contundencia a la hora de
evitar otras corrupciones, en este caso de los gobernantes y
las empresas.
Así, desde 1985 se está reformando el régimen de pen-
siones públicas, y siempre con el objetivo de disminuir el
gasto. Esta obsesión por disminuir el gasto de las pensiones
comenzó mucho antes de la crisis de 2007. Sin embargo,
cuando realmente se empieza a plantear públicamente la
problemática de las pensiones en España es en 1995, con el
Pacto de Toledo, aparentemente como reacción rapidísima al
documento del Banco Mundial. El Pacto de Toledo preveía
que se realizase una ronda cada cinco años para actualizar el
tema, algo que se viene cumpliendo con algunos retrasos.
Curiosamente, el Pacto de Toledo fue una propuesta de
Convergencia i Unió (partido conservador catalán de enton-
13. Ahorro privado ha existido siempre, por supuesto, pero la ley de 1988
suponía el reconocimiento de la existencia de ahorro especial para pensiones y se
le proporcionaba exenciones fiscales.
45
ees) y en gran coincidencia con los intereses de los grandes
poderes económicos mundiales y del Estado.
En 1995 se reunieron los sindicatos, los empresarios y los
partidos, pero los empresarios no firmaron las conclusiones y
acuerdos del Pacto, ya que en ese momento había mucho supe-
rávit en pensiones, y frente a ese «mucho» los empresarios pen-
saban que debían disminuir las cotizaciones. Al no ponerse de
acuerdo con los sindicatos, finalmente no firmaron el acuerdo.
En el Pacto en 1995 se trataron muchos temas, de los
que dos son dignos de destacar: por una parte, se separaron
las cuentas de las pensiones en el presupuesto de la Seguri-
dad Social, porque hasta entonces se agrupaban todos los
ingresos y se consideraba que el Estado utilizaba parte de
los ingresos de las pensiones para otros fines, sobre todo
para financiar la Sanidad, que correspondía hacerlo con
aportaciones del Estado.
Antes del Pacto de Toledo, la Seguridad Social se dividía
en tres grandes bloques: el de las pensiones, el de la sanidad
junto la ayuda social, y una tercera parte que correspondía
a otras actividades de la Seguridad Social (por ejemplo,
nuestro sistema de pensiones estaba asesorando a otros países
y recibía por ello algunos ingresos y tenía algunos gastos).
La Seguridad Social tenía superávit, mientras que el Estado
tenía que poner dinero para financiar el sistema sanitario y
el de ayudas sociales, además de transferencias para ciertos
gastos de la Seguridad Social que no realizaba. Al contra-
rio, con el superávit de las pensiones y en otras actividades
escondía aquello que no aportaba como transferencias a
la Seguridad Social. Por lo que existe una deuda histórica
importante, como ya se ha comentado.
46
Precisamente esa fue la razón por la que los sindicatos
dijeron que había que separar las cuentas, es decir, el dinero
de las pensiones no debía usarse para otras cosas.
Ciertamente, esta medida fue muy bien acogida, porque
como sobraba el dinero se pensó que era mejor separar los
presupuestos a que el Estado lo utilizara para pagar otras
partidas. Ese fue uno de los aspectos importantes del Pacto
de Toledo: separar las cuentas.
Sin embargo, resultó un regalo envenenado, porque en
aquel momento nadie previo que en el futuro iba a faltar
dinero para las pensiones, y que cuando eso pasara se iba a
considerar que las pensiones estaban en crisis.
Otro aspecto muy importante es que se creó el fondo de
pensiones. Al haber superávit, para evitar que se dedicara
a otros gastos, sobre todo por parte del Estado, se creó el
fondo de pensiones por si había una crisis. Y así ha ocurrido.
En la primera década de los noventa se creó en Barcelo-
na la Mesa Cívica por los Derechos Sociales, que impulsó
la realización de un estudio crítico sobre las pensiones y el
Pacto, que presentó Joan Raventós cuando era presidente del
Parlament. En dicho trabajo se estudiaron las cuentas de la
Seguridad Social y su Tesorería, porque uno de los argumen-
tos fundamentales para llevar adelante la reforma del Pacto
de Toledo era que anteriormente no se distinguía entre los
saldos de los diversos grupos del presupuesto de la Seguridad
Social. El gobierno sabía que las pensiones no tenían déficit,
los sindicatos tenían que saberlo, los empresarios querían
utilizar la existencia de un superávit como argumento para
rebajar las cotizaciones... En el trabajo de la Mesa Cívica
se afirmaba que las pensiones no tenían déficit. Incluso del
47
Régimen General de Jubilaciones se pasaba dinero a otros
regímenes como el de la Carbón, Agrarios, el del Mar, las
Empleadas de hogar, etc.
Había mucho superávit y no podían seguir presionando
con la idea de la crisis de las pensiones. A pesar de ello los
informes de los académicos siguieron insistiendo: la Segu-
ridad Social está en crisis, no puede pagar las pensiones, los
ancianos no tendrán futuro...
Siguiendo con el pacto de Toledo de 1995 añadamos un
dato curioso. Como en 2005 había un importante superávit,
el ministro Solbes tuvo la brillante idea de invertir en Bolsa
parte del Fondo de las Pensiones. Proponía invertir en Bolsa
el 30% del volumen total del fondo de pensiones. Afortu-
nadamente, los sindicatos se opusieron al 30% y aceptaron
la propuesta solo para el 10%. Sin embargo, durante esas
discusiones llegó la crisis de 2007, y no se llevo acabo la
inversión, pero si se hubiese hecho habría sido un desastre
total. Es importante remarcar este dato, ya que corrobora
que había mucho dinero en el Fondo de Pensiones.
Con el Pacto de Toledo el sistema siguió operando normal-
mente. Pero con la crisis de 2007 se alteraron sus elementos.
En primer lugar, porque se quería profundizar en el neoli-
beralismo, es decir, privatizar todavía más. La crisis de 2007
destapó una contradicción de la política neoliberal, según
esta doctrina económica el Estado no debe participar en la
vida económica, pero con la crisis de 2007 los empresarios
exigieron, sobre todo los financieros, que el Estado apoyase
a las empresas. Se puede considerar que esto constituye un
neoliberalismo adulterado, porque si fuera el neoliberalismo en
su versión convencional el Estado no tendría que intervenir.
48
Fue Gerardo Díaz Ferrán, presidente entonces de la CEOE, que
luego estuvo en la cárcel, quien lo dijo literalmente: «Mientras
tengamos problemas, nos tiene que ayudar el Estado».
Pero, ¿qué supuso realmente la crisis de 2007? Pues
supuso el aumento del paro, por lo que disminuyeron los
cotizantes. Supuso también la disminución de los salarios,
así como la precariedad laboral. Evidentemente, toda esta
situación acarreó una fuerte disminución en las cotizaciones
que comenzó a crear problemas con la financiación de las
pensiones, que a partir de 2009 empiezan a ser deficitarias.
Sin embargo, aunque se utilice la crisis de 2007 como excusa,
no es esta la causa de «la crisis de las pensiones».
Fue a partir de 2012 cuando las pensiones empezaron
a ser deficitarias.
Desde el Pacto de Toledo las reformas del sistema de
pensiones recientes y más trascendentes son la del PSOE de
2011 y la del PP de 2013.
| Reforma 2011~|
49
En el año 2011, el PSOE, en el marco de las medidas de
ajuste exigidas por la Unión Europea, congeló las pensiones
y propuso una reforma. Fue una reforma muy importante,
de la que dijeron que iba a servir para los próximos 30 años,
y sería una gran solución para el sistema de jubilación. Una
vez más, las medidas fueron dirigidas a disminuir el gasto en
pensiones y a estimular el aumento de las pensiones privadas.
La medida que más se comentó fue el aumento de la edad
de jubilación, de 65 a 67 años, pero todas ellas conducían
a endurecer la percepción de una pensión (véase el gráfico
de la página anterior). La disminución del gasto se estimó
en casi 40.000 millones de euros al año.
Pero esta reforma que proponían, y que debía durar
30 años, solo tuvo vigor durante dos. En 2013 el Partido
Popular impulsó y aprobó su propia reforma con el mismo
objetivo: la disminución del gasto y el aumento de las pen-
siones privadas.
Esta última reforma se ha basado en el factor de soste-
nibilidad formado por dos componentes, cómo vemos en
el cuadro de la página siguiente.
50
El factor sostenibilidad
Factor de sostenibilidad: mecanismo automático de contención
del gasto en pensiones. Ya anunciado en 2011 para 2027, que se
propuso que entrara en acción enseguida, pero que ahora parece
que se retrasará hasta 2013.
51
El Factor de Equidad Intergeneracional, afecta solo a los
nuevos pensionistas, y se justifica bajo el argumento de que
si aumenta la esperanza de vida de las nuevas generaciones,
la pensión media ha de disminuir para evitar que las nuevas
generaciones cobren más por pensiones que las anteriores
(por eso se llama factor de equidad intergeneracional).
Como ahora vivimos más años, cada pensionista cobraría un
mayor importe como pensión que los pensionistas anteriores
que han vivido menos, así, nuestros gobernantes han deci-
dido que se debe cobrar menos cada año para que, aunque
se viva más años, se cobre igual que antes. Y como según
las estadísticas vamos a vivir más años, nos tocará menos
pensión para compensar (y si vives menos... ¡mala suerte!).
Esta medida afectaría automáticamente a todos los nuevos
pensionistas. Iba empezar a funcionar el año 2014 pero la
última noticia es que, con el revuelo de las marchas y mo-
vilizaciones, en vez de empezar dicho año pasaba a 2018,
aunque todavía tampoco se ha puesto en práctica. Dicen
que empezará a funcionar el año 2023.
La otra parte de la reforma que aquí nos interesa espe-
cialmente es el Factor de Revalorización Anual. Por primera
vez, se han atrevido a tocar la pensión de los que ya son pen-
sionistas. Se trata de cambiar la fórmula de actualización de
las pensiones a partir del IPC, un sistema que los pensionistas
conocían bien, e introducir un «factor de revalorización
anual», establecido en función de diversas variables —creci-
miento de los ingresos, número de pensiones, tasa del efecto
sustitución, así como la diferencia existente entre ingresos y
gastos del sistema de pensiones. En definitiva, una fórmula
más complicada y con grandes elementos de arbitrariedad,
52
difícil de ver cómo actúa por la mayoría de la población y
que, en la inmensa mayoría de ocasiones, proporcionará un
coeficiente de actualización menor que el IPC.
Cuando la economía vaya muy bien, se podrá añadir
como máximo un 0,50% al resultado de la fórmula, con lo
cual será más positivo, pero, ¿cuándo será eso? El día que
toque. Es imposible.
A pesar de ello, y seguramente porque la fórmula
de actualización daba unos resultados tan negativos, el
gobierno no se atrevió a ponerla en práctica y dictaminó
unilateralmente que las pensiones aumentarían el 0,25 %
desde 2013. Este porcentaje del 0,25% no tiene nada
que ver con la fórmula, sino que se desprende de una
decisión del Gobierno.
Como durante los años 2014 y 2015 los precios no
subieron, a los pensionistas no les afectó tanto este cambio
y, aparentemente, lo asumieron con relativa tranquilidad,
siendo la reacción popular más suave al principio de lo
que se hubiera podido esperar, dada la magnitud del
problema.
Como conclusión, las reformas de las pensiones públicas
que se han hecho hasta ahora resultan ser un desastre para
los pensionistas. Ahora se capta perfectamente, aunque ya era
conocido. Son necesarias reformas en el futuro, pero deberán
tener un carácter completamente distinto de las que se vienen
realizando y deberían consistir en una reforma integral del
sistema de pensiones que garantice permanentemente a los
pensionistas el poder vivir con dignidad y tranquilidad sus
últimos años. Algo muy distinto de las reformas efectuadas
hasta ahora.
53
Las verdaderas razones del ataque a las pensiones
públicas
54
hacerlo a través del Banco Mundial, del Fondo Monetario
Internacional, de la OCDE y de la UE, con o sin crisis.
Hay que añadir, además, que la Unión Europea tiene
un interés especial en que esos fondos privados se generen,
porque quiere crear un centro de gestión de capitales en
Frankfurt que sea capaz de competir con Estados Unidos y
con Tokio, y para eso necesita masas ingentes de dinero que
los fondos de pensiones pueden proporcionar. Así pues, la
Unión Europea contribuye a estimular los planes de pensio-
nes privados junto con el Fondo Monetario Internacional
y el Banco Mundial. Las grandes instituciones públicas
internacionales están potenciando este sistema. Estas son
las verdaderas razones por las que se afirma la existencia de
la crisis de las pensiones públicas: la necesidad de impulsar
los fondos privados de pensiones.
55
pensiones facilitando su operación en todo el ámbito europeo,
con la esperanza de llegar a reunir 700.000 millones de euros
de depósitos. Para ello no dudan en aceptar que se incurrirá en
ciertos gastos que estiman en 1.200.000 euros anuales que,
tranquilamente, aceptan que sean financiados por un 40% del
presupuesto de la UE y un 60% los estados miembros, sin siquiera
la más mínima referencia a lo que dicen que es la carencia de
fondos públicos para las pensiones. Aunque añaden una amplia
retórica acerca de la mayor seguridad, transparencia e informa-
ción que los promotores privados habrán de ofrecer, ni siquiera
se plantean coordinar los sistemas de pensiones privados, sino
que deciden que sigan como hasta ahora las legislaciones de
los diversos estados dando la máxima libertad a los promotores
financieros del sistema. Los impuestos se pagarán como hasta
ahora, en cada país y según la normativa de cada Estado, pero
recomiendan repetidamente a los estados miembro que propor-
cionen a este régimen de ahorro las mismas ventajas fiscales
que ya existen para las demás pensiones privadas. Esperan que
el sistema comience a funcionar en 2020 o 2021.
Es evidente que la implantación de este sistema en este mo-
mento constituye un escandaloso apoyo de la UE al capital financiero
global, reforzando en última instancia el plan de la Comisión al
que nos hemos referido antes para la creación de una Unión de
Mercado de Capitales, para canalizar el ahorro hacia las inversiones
a largo plazo de la UE y competir con los grandes capitales globales
de otras áreas.
56
LAS VERDADERAS RAZONES DE «LA CRISIS» I
57
mundo y tienen un enorme poder. Así se puede entender
que algunos sindicatos que dicen luchar contra estos fon-
dos no den esas cifras porque asustan y podrían generar la
sensación de que no hay capacidad de reacción.
Incluso algunos sindicatos han inducido a que hubiera
más planes de pensiones privados, pero a ese tema nos
referiremos más adelante.
58
gatorias de los trabajadores, que es la mayoría del dinero, en
vez de ir al Estado vaya a los bancos. Y además quieren que
esta cesión sea obligatoria. Esa es la maniobra más enérgica:
se propone obligar a cotizar a todos los trabajadores en los
fondos de pensiones privados.
Estas propuestas añaden el ahorro privado voluntario y
un pilar no financiero. Evidentemente, para lograr que la
ciudadanía acepte este modelo se la debe convencer de que
no habrá dinero en el futuro para las pensiones públicas.
Esto nos confirma hasta qué punto mantienen el poder
sobre la economía, y hasta dónde pueden llegar con sus
demandas a los estados.
Elaborado partiendo de Robert Holzmann y Richard Hinz, Soporte del ingreso económico
en la vejez en el siglo xxi. Banco Munidal, 2005.
59
Las pensiones privadas en el Estado español
60
Porcentajes respecto al PIB
de los fondos de pensiones privadas
61
están haciendo en convenios privados, y por ello no se
puede dejar de decir que dichos sindicatos están siendo
cómplices en la privatización de las pensiones. Todavía
más, estos dos sindicatos han formado una empresa con
Caixa Bank y otra con Banco Santander y con el BBVA
para gestionar conjuntamente esos fondos y obtener be-
neficio. A menudo no se señalan estos datos porque parece
imposible e irreal pero, tristemente, así es. Los bancos han
pasado a Comisiones y UGT más de un millón de euros
al año por la parte que les toca de esos beneficios por las
pensiones gestionadas conjuntamente. El argumento de
los sindicatos para poder defender semejante acción es
que se trata de un mal menor porque, si participan en el
consejo de administración, podrán velar mejor por los
intereses de los trabajadores. Aveces uno piensa que estas
cosas no pueden pasar, pero es así. La realidad es que estos
dos sindicatos están siendo cómplices de toda la deriva en
pro de la privatización de las pensiones.
En el caso de España, veamos quiénes están gestionan-
do las pensiones privadas: BBVA, CaixaBank, Santander,
Bankia, Mapfre, IberCaja, Alliance, Telefónica, Banco
Sabadell y grupo Caser. Estas son las diez empresas que
pagan la mayoría de la publicidad, las que ejercen las
presiones, y las que se benefician más de los fondos de
pensiones.
62
PLANES PENSIONES PRIVADAS: LOS DIEZ
MAYORES GESTORES
ZMW 4M0 NW tmt 190» líSCC I*©» 1WM 1«M*
Millones de euros
63
fondos de los pensionistas, si los fondos privados pierden
su valor, ¡mala suerte para los pensionistas!
Respecto a la rentabilidad de los fondos, se nos dice
que se añadirán a los importes depositados, pero esta
rentabilidad es realmente muy baja. Es difícil evaluar la
rentabilidad porque hay muchos fondos y de modalidades
muy distintas. A ello hemos de añadir que siempre estas
evaluaciones están hechas por los entes gestores, que son
parte interesada, por eso solo se pueden tomar los datos
como indicadores de tendencias. Nosotros creemos que se
puede afirmar que, en la mayoría de los casos, las rentabi-
lidades medias de los planes de pensiones en los últimos
diez años son ínfimas.
En los años de la última crisis las rentabilidades han sido
incluso negativas, y algunas en porcentajes altos, pero inclu-
so en años «normales» las rentabilidades suelen ser bastante
bajas o negativas. Esto se debe a que existe una relación entre
el riesgo y la rentabilidad: para que la rentabilidad sea alta el
riesgo tiene que ser también alto, y si se quiere que el riesgo
no sea tan alto la rentabilidad es también baja.
64
Rentabilidad anualizada de los 532 fondos españoles
con 10 años de historia
Fondo de pensiones n°
65
En estos datos de rentabilidades que muestran los ante-
riores cuadros, se percibe que incluso en los años sin crisis las
rentabilidades son bajas y casi siempre inferiores a la subida
del IPC, con lo que en definitiva ni siquiera se mantiene el
valor real de la cantidad depositada. Si se tiene en cuenta
que son necesarios bastantes años de depósito para lograr
una pensión, el valor real de las sumas depositadas puede
disminuir considerablemente. 15
Finalmente, otro aspecto importante de las pensiones
privadas es que son caras. Hasta hace poco, los bancos co-
braban entre un 1,5% y el 2% anual del importe depositado
para la pensión como gastos de gestión. El 2% era tan exa-
gerado que el gobierno obligó por ley a bajarlo un máximo
del 1,5% al año. Pero si se considera que un fondo de poco
dinero mensual tiene que estar depositado treinta y tantos
años, el coste de gestión sigue siendo una barbaridad. Zubiri,
un catedrático de Hacienda de Bilbao, tiene calculado que
un 3 7 % del total de la pensión se lo llevan las comisiones.
Es el porcentaje más alto de la UE.
Es decir, las pensionesprivadas son muy arriesgadas, pierden
valor con el tiempo y son muy caras. Realmente, a partir de
estos tres puntos queda claro que las pensiones privadas no
garantizan un futuro muy prometedor. De ninguna forma
constituyen una solución para asegurar una vida satisfactoria
en la vejez, se las mire por donde se las mire, a menos que
el fondo establecido sea muy alto.
15. Téngase en cuenta que las manifestaciones actuales son en gran parte
debidas a que las pensiones públicas se revalorizan por debajo del IPC. Pues esto es
lo que sucede muy frecuentemente cada año con las pensiones privadas.
66
También es importante tener en cuenta el importe que
hay que reunir para poder tener una pensión mínimamente
adecuada. Por ejemplo, según datos de Inverco, si se quiere
contratar una pensión privada para cobrar unos 898 euros
al mes se debería aportar un fondo de capitalización de
272.000 euros, y para cobrar los 2.466 euros mensuales de
pensión máxima se debería acumular unos 747.000 euros.
¿Quién puede reunir estas cantidades? ¿Qué trabajador
puede horrar ese dinero? Según la Memoria Socioeconómi-
ca 2015 del Consejo Económico y Social, el 86,4% de los
trabajadores realiza aportaciones menores a los 900 euros
anuales y un 74,6% por debajo de los 300 euros. Solo el
5,5% supera la cantidad de 3.000 euros anuales. Un político
catalán muy conocido dijo que no le parecía nada terrible
que se tuvieran que ahorrar 300 euros al mes para una
pensión privada, y se quedó tan ancho. ¿Será igual para la
economía familiar de un trabajador?
En definitiva, para cobrar 898 euros mensuales hay
que ahorrar 272.000 euros, añadiendo además el 1,5% de
gastos, más la diferencia con la inflación, más la posibilidad
de una caída en Bolsa si se invierte en una cartera variable,
etc., ¿todos estos riesgos no cuentan? La conclusión es que
hasta los economistas más convencionales aceptan ahora
que las pensiones privadas no son una solución.
De estos argumentos se desprende que las pensiones
privadas solo convienen a los muy ricos. Recientemente se
publicó lo que perciben anualmente los directores del IBEX.
Por ejemplo, uno de los que más cobra, Pablo Isla, director
de Zara, tiene una media de 10,4 millones de ingresos de
salario anuales, y este año dedicó 1.625.000 euros para su
67
plan de pensiones. Cualquier trabajador que tuviera esos
ingresos no necesitaría ningún tipo de pensión, y además en
el caso de estos directivos la empresa les dedica esta cantidad
a su fondo privado de pensiones. Este señor cobrará, sin
duda, una magnifica pensión, porque además el sistema pri-
vado supone que cada uno cobrará lo que ahorra, mientras
que en el sistema público se tiene en cuenta cierto carácter
redistributivo e intergeneracional.16
Aunque siempre aparecen quienes opinan lo contra-
rio. El señor Solchaga, ministro del Gobierno de Felipe
González, dijo en septiembre de 2018 que los pensionistas
«no tienen razón» porque «ninguno de ellos ha pagado ni
la mitad de lo que perciben», y no ve prudente volver a
compensar las pensiones con el IPC. Afirma también que
«las pensiones en España son mucho más altas que las de
la media europea y que el dinero que se destina a pagarlas
es también muy superior». Es decir, que los pensionistas se
deben conformar con las pensiones públicas de miseria o si
no que contraten pensiones privadas.
Parece que tiene muy claras las cuentas el Sr. Solchaga. Pero, ¿quién
produce la riqueza para pagar todos los gastos colectivos de este
país? La riqueza del país se obtiene gracias al esfuerzo de sus tra-
16. Seguramente los empleados del mar, los agricultores, las del hogar y otros
grupos no podrían percibir la pensión que reciben si los otros regímenes públicos
no cotizasen lo necesario teniendo en cuenta cierto grado de solidaridad.
68
bajadores. ¿De dónde saca él que no se ha pagado lo suficiente?
¿Por qué quiere tener en cuenta solo las cotizaciones que pagan
los trabajadores? Y la riqueza de la que vive el resto de la sociedad:
¿quién la ha producido?
Los pensionistas españoles han trabajado un mínimo de 35 años
para cobrar su pensión. ¿Puede presentar él los cálculos de que no
han pagado lo suficiente para financiar sus pensiones?
Afirma también el ex ministro que si tuvieran un sistema de
capitalización, los pensionistas cobrarían la mitad de lo que cobran
ahora. No parece que se dé cuenta de que incurre en una grave
contradicción: si con el sistema de capitalización —privado— co-
brarían menos es porque con sus cotizaciones no alcanzarían para
cobrar más, mientras que con lo que cotizan a las pensiones públicas
cobrarían doble. Es decir, el sistema público de pensiones permite un
mejor nivel de vida a los ancianos que el sistema privado... luego,
el público es mejor y es lógico que lo defiendan, ¿no?
Respecto a lo que dice de las pensiones y su media en los países
europeos, hace trampa. La media europea quizá no sea mayor que
las pensiones en España porque incluye muchos países muy pobres
de la UE, aquellos que entraron con la caída del Este (Bulgaria, Ru-
mania, etc.), pero tendría que mirar a los países del euro, que es a
los que nos dicen que nos tenemos que parecer. Es triste jugar tan
sucio con las estadísticas, señor exministro.
Y no vamos a preguntar cuánto dinero tiene invertido el señor
Solchaga en los, sin duda jugosos, fondos privados que probable-
mente tiene para sus pensiones, derivados de sus mucho más de
500.000 euros al año que percibe por sus múltiples actividades
para las grandes empresas españolas. No estaría mal que el Sr.
Solchaga tuviera una visión un poco más amplia y correcta de lo
que es y cómo se produce y distribuye la riqueza del país antes de
denigrar a los pensionistas.
69
Algunas preguntas más
70
pequeña. Pero esta se puede repartir de distintas maneras.
Sin embargo nos afirman que para un sector —privado— sí
hay dinero, y en el otro —público— no. Pero, volvemos a
insistir, ¿por qué?, si la riqueza del país es una.
Aquí se ve claramente que el problema está generado
no por la cantidad de dinero que existe, sino por cómo se
distribuye la riqueza. ¿Cómo es posible que el sector privado
disponga de más riqueza que el sector público? ¿Cómo se
explica? Se distribuye la riqueza de una forma determinada,
a partir de una decisión política y social, pero el total de la
riqueza del país es tan solo una.
Los fondos de pensiones privados tienen en España
el 7 0 % de sus inversiones, por lo que tan solo un 3 0 %
de dinero se invierte en el extranjero, la mayor parte de
la riqueza se genera en el país. La pregunta es: si no hay
para unos ¿cómo hay para los otros? La respuesta de que
no hay no es verdad, lo que están diciendo es que en la
distribución de la renta, lo privado recibe más dinero que
lo público.
71
esta distribución siempre beneficia a los propietarios del capital.
Porque los beneficios —parte que va a lo privado— son siempre
mayores que los salarios y la mayor parte de los impuestos —parte
que va a lo público— los pagan las clases populares (trabajadores y
consumidores). De modo que no hay suficiente dinero en lo público
para financiar los derechos sociales, ya que se queda en el ámbito
privado, son los beneficios. El sector privado recibe más riqueza de
la producida socialmente que la que absorbe el sector público con
los impuestos. Por eso decimos que es un tema de distribución de
la renta.
Los neoliberales dicen que si se pagan menos impuestos (la
rebaja de las cotizaciones es una forma de rebajar impuestos) la
gente tendrá más dinero en su bolsillo y podrán hacer con él lo
que quieran, en lugar de que sea el Estado el que se lo gaste. Y
consideran que, entonces, podrán contratar pensiones privadas.
Es decir, depositarlo directamente en la banca.17
Pero el hecho de rebajar impuestos no quiere decir siempre que
las capas populares tengan más dinero. Depende de qué impuestos
se rebajen y a quién afecten. Por ejemplo, si se rebaja la parte alta
del IRPF puede que favorezca a los más ricos, o si se rebajan las
cotizaciones sociales depende también de qué pase con los salarios.
Por el contrario, pueden aumentar los beneficios. Además, aunque
la población tuviera más dinero en su bolsillo, no es seguro que lo
utilizará para proveerse de los servicios sociales.
72
que quiebran, o se da una crisis económica generalizada. En
tales situaciones pueden tener dificultades para cubrir sus
compromisos financieros con sus clientes, que se quedarían
sin pensiones.
En esta marcha hacia la privatización es posible pre-
guntarse si en el futuro las grandes empresas como el Corte
Inglés, la Seat, grandes cadenas, tendrán su propio sistema
de pensiones privado con entidades bancarias como el BBVA,
Caixa Bank u otras. Pero no es probable. Porque hay una
experiencia en contra: en Estados Unidos muchas empresas
importantes tenían su propio sistema de pensiones, hicieron
quiebra y desapareció el dinero de las pensiones (Enron
fue un caso muy conocido, pues era una empresa muy
importante). 18 Entonces se prohibió este sistema. También
en España en su día algunas empresas (Telefónica) tenían
su propio fondo —complementario— de pensiones, pero
también se prohibió este sistema y las empresas que lo tenían
tuvieron que externalizar sus fondos de pensiones (invertir
fuera de la propia empresa).
Lo más probable es que las empresas y los particulares
depositen el dinero en los bancos y estos inviertan donde
les parezca fuera de la propia empresa. Pero, como se aca-
ba de señalar, ello no implica que no se pueda perder la
inversión del fondo. En el caso de que el sistema privado
gane la batalla, una pregunta necesaria es cómo van a poder
sobrevivir aquellos que no han podido ahorrar y no pueden
73
tener una pensión privada. Porque resulta que a la gente que
está largo tiempo en paro se le da una subvención de unos
426 euros al mes para que puedan vivir, y solo por dos años.
¿Qué ocurrirá con estas personas? ¿Cuál será la prestación
pública para las pensiones mínimas? Con el sistema que se
está imponiendo, solo los pensionistas ricos podrán sobre-
vivir. Creemos que es imprescindible plantearse la pregunta:
¿Qué piensan hacer con los trabajadores pobres?
Las graves deficiencias de las pensiones privadas han
llevado a que actualmente la propaganda ni siquiera plantee
que sustituyan a las pensiones públicas, sino que se limitan a
presentarlas como complementarias a aquellas. Es un recono-
cimiento de sus grandes limitaciones, pero es de temer que
suponga también un primer paso para que la opinión pública
acepte la necesidad de estas pensiones complementarias para
ir luego avanzando hacia el diseño del Banco Mundial que
hemos señalado.
La reacción social
74
personas en posiciones muy prominentes realizan decla-
raciones orientadas a legitimar la necesidad de contratar
estas pensiones. Así, tenemos los frecuentes comentarios
de los gobernadores del Banco de España y otros dirigentes
de altas instancias del Estado, entre los cuales cabe desta-
car las realizadas por el exministro Carlos Solchaga, que
señala la falta de razón de los pensionistas. Gracias a ello
ha aumentado el peso de estos (falsos) argumentos en la
opinión pública.
No podemos profundizar aquí en cuáles son las razones
de fondo para ello, pero además de una cierta preocupación
generalizada por lo que se presenta como los problemas
financieros de las pensiones públicas, se ha aceptado la
«inevitabilidad» de la crisis de las pensiones públicas, ha
disminuido la resistencia social a las reformas y aumentan
las pensiones privadas.
Vivimos en un período de sindicalismo débil y de fuer-
te integración de muchos dirigentes sociales y políticos al
pensamiento ortodoxo, lo que ha llevado a que muchos
sindicatos hayan aceptado acríticamente el análisis y las so-
luciones ofrecidas por los dirigentes económicos y políticos,
considerándolos como «el mal menor»; otros, incluso, se
están beneficiando de la privatización de las pensiones, lo
que los ha conducido a debilitar fuertemente la oposición a
estas. (Ya hemos señalado antes la complicidad de algunos
sindicatos en la privatización de las pensiones.) En cuanto a
los movimientos sociales recientes, de carácter más moderno
y menos institucional, parece que hasta 2018 la defensa de
las pensiones públicas no ha estado entre sus principales
prioridades.
75
El resto de la historia es conocida: a partir de 2016 son
los propios pensionistas los que se han movilizado con mu-
cho ímpetu. Frente a una aceptación bastante generalizada
del «problema de las pensiones» tenemos que destacar la
resistencia y la actividad de los propios pensionistas, por
lo menos en el caso de España, así como en Grecia y, más
recientemente, en Francia e incluso en Rusia.
Esta movilización comenzó cuando los precios comen-
zaron a subir y los pensionistas percibieron el deterioro del
valor real de sus pensiones. Además, la situación real de las
clases populares no ha mejorado, la precariedad laboral y
la disminución de los salarios continúan aumentando y los
jubilados se ven obligados incluso a ayudar a sus hijos y
nietos, de modo que aumenta la percepción del deterioro
de las pensiones.
Los pensionistas y muchas de sus asociaciones han
ido intensificando su reacción contra el deterioro de las
pensiones públicas, iniciando un proceso de gran activi-
dad reivindicativa y convirtiendo la lucha por mejorar sus
pensiones en el principal movimiento social activo en la
actualidad.19 Apoyados por la simpatía de la mayoría de la
población frente a sus reivindicaciones, y con algún apoyo
discreto de ciertos partidos minoritarios, habrá que ver
qué sucede si logran algunas de sus exigencias (en el caso
de España, que las pensiones se actualicen según el IPC es
19. Además en enero de 2018 los pensionistas recibieron una carta de la Segu-
ridad Social, Ministerio de Empleo y Seguridad social presentando el aumento del
0,25% como un avance social importante, lo que contribuyó a percibirla no solo como
una tomadura de pelo sino como un insulto a su capacidad intelectual y su dignidad,
lo que exacerbo los ánimos. Aquella carta ha sido una torpeza política impresionante.
76
la principal reivindicación) y si con ello pierde ímpetu su
lucha o si, conscientes de que el tema es de mucho mayor
alcance, logran mantener su exigencia y reivindicar un
sistema de pensiones más justo y estable y movilizar a una
parte sustancial de la población.
20. A fines de 2018 los pensionistas han logrado que el Gobierno acepte que
las pensiones aumenten según el IPC, pero solo para los dos próximos años. Las
reivindicaciones populares han disminuido ligeramente pero en bastantes lugares
los jubilados continúan con las mismas pues parece que consideran que esto no
resuelve sus peticiones.
11
bajo de las esperanzas de las instituciones financieras. No
sabemos por qué sucede esto. ¿Es posible que sea porque
las pensiones públicas son altas y a la ciudadanía le parece
que no quiere ahorrar más, como dicen los agentes finan-
cieros? No parece una razón muy sólida, ya que, como
hemos señalado anteriormente, las pensiones públicas no
les parecen tan altas a los jubilados. Es mucho más pro-
bable que la mayoría de la población del país no disfrute
de unos ingresos suficientes que le permitan ahorrar. Solo
ciertas clases sociales tienen esta posibilidad y es posible
que dentro de dicho nivel económico encuentren otras
formas más rentables de conseguirlo. Sería muy interesante
eliminar la desgravación fiscal de los fondos depositados
para las pensiones privadas para ver el atractivo real de este
destino, que parece bastante limitado.
El ahorro que se dirige a las pensiones privadas es ex-
cesivo en este país, puesto que no debería existir, pero, sin
duda, se sitúa muy por debajo de lo que los entes financieros
desean. De ello se desprenden sus argumentos acerca de
la crisis de las pensiones públicas, sus amplias campañas
publicitarias sobre las ventajas de las privadas y el intento
de mantener o aumentar las facilidades fiscales, que la ad-
ministración pública les conceden. ¿Es realmente necesaria
la desgravación fiscal de los depósitos para los fondos de las
pensiones privadas?
Lamentablemente, tenemos que reafirmarnos en lo que
decíamos al principio. Todas las reformas se han hecho,
y es de temer que se harán en el futuro, para reducir el
importe de las pensiones. De hecho, cada reforma trae
aparejada la estimación del «ahorro» que puede suponer.
78
Pero, ¿qué quiere decir este «ahorro»? Supone una dismi-
nución del gasto en pensiones para el erario público, de
acuerdo, ¿a costa de quién? Los pensionistas dispondrán
de esta cantidad menos para poder vivir. Es «ahorro» a
costa de los pensionistas, del deterioro del nivel de vida
de la ciudadanía envejecida. Las trampas del lenguaje son
importantes, y no inocentes.
Incluso aunque se consiga mantener el aumento según
el IPC, es sabido que esta medida estadística dista mucho
de reflejar el coste real de vida de los ancianos, por lo que
no creemos que su suerte mejore mucho. Ni se establecerá
un sistema estable ni realmente menos injusto que el ac-
tual. Solo una reforma integral del sistema de pensiones,
constitucionalmente establecida, que las asegure a cargo del
conjunto de la riqueza social, y que a un más largo plazo
las desvincula del trabajo, puede garantizar que la sociedad
reconozca el derecho de la ciudadanía que ya no está en edad
de trabajar a vivir dignamente los últimos años de su vida.
No es simplemente un problema que se pueda solucionar
con subir las pensiones con el sistema actual, con una u otra
fórmula, ya que esta situación no hará más que obligar a
replantearse el llamado «problema» cada tantos años.
79
que son el impuesto específico que sirve para pagarlas,
no son suficientes, se deberán emplear otros impuestos.
No es un problema de falta de dinero, es un problema de
distribución de la renta en la sociedad. Lo más importante
es entender que a los pensionistas los debe financiar toda
la sociedad, no los trabajadores. Eso es lo que tiene que
quedar muy claro.
Dado que las pensiones privadas no resuelven los pro-
blemas de los pensionistas, es necesario no suscribir pensio-
nes privadas. Al contrario, debemos movilizarnos y luchar
para que las pensiones públicas se financien con cargo a la
hacienda pública si es necesario.
Entre las medidas posibles se pueden distinguir tres
etapas:
Inmediatas:
La primera medida y la más urgente es que, si falta dinero a
partir de las cotizaciones, las pensiones se financien con los
impuestos generales. No existe ninguna razón para que no
sea así. Todos los gastos colectivos se financian de esta forma
y no hay ninguna razón para singularizar las pensiones. Si
se pueden subvencionar hasta las carreras de Montmeló o
la reunión del Mobile, ¿cómo es que no se pueden cubrir
los déficits de las pensiones?
En estos momentos se está hablando de subir los im-
puestos a los bancos para financiar las pensiones. Sin duda
es mejor que no hacer nada, pues obtienen los beneficios
suficientes para pagarlos, pero nos parece que no se trata de
resolver un problema puntual afectando a agentes concretos
que, además, tienen poder para trasladar sus pérdidas a sus
80
clientes, sino de plantearse una reforma fiscal progresista
que permita al Estado obtener los recursos necesarios para
cumplir con su función.
Asimismo, se pueden también aumentar las cotiza-
ciones. Si se está pidiendo a la población que contrate
pensiones privadas, es decir, que ponga dinero para las
pensiones; si esto es posible, ¿por qué no se pueden au-
mentar las contribuciones a las pensiones públicas? Si
hay que poner dinero de todos modos, ¿por qué va a ser
mejor ponerlo en la banca privada que pagar más por las
cotizaciones públicas? Entre pagar al banco o pagar al Es-
tado, por mucho que se crea que el Estado no es ninguna
maravilla, es preferible pagarle al Estado, y más después
de haber visto que pueden perderse los fondos privados
por una mala inversión o una quiebra.
Nos dicen que los trabajadores no querrán pagar co-
tizaciones más altas y que se desmotivarán en su trabajo.
Es curioso que afirmen que no se puede aumentar las co-
tizaciones porque los trabajadores no estarán de acuerdo,
pero ¿con otros muchos gastos, como enviar al Ejército a
luchar a tierras lejanas o pagar el IVA, están de acuerdo?
Aunque a nadie le guste pagar impuestos, si se establece
que hay que pagarlos, hay que hacerlo. Volvemos a ver
que, cuando se trata de las pensiones, no se tratan como
al resto de los impuestos.
Al afirmar que los trabajadores en activo no quieren
pagar más se los presenta como generaciones sin vínculos
familiares y sin solidaridad, aunque de ninguna manera tiene
que ser necesariamente así. Si los trabajadores activos se dan
cuenta de que cuando sean mayores no tendrán pensiones,
81
habrá que preguntarles: ¿quién los va a mantener cuando
sean viejos?, ¿sus familias? Porque ahora está ocurriendo,
pero al revés, los jubilados están manteniendo a los jóvenes.
Si las personas mayores no tienen pensiones, alguien las ten-
drá que mantener. De hecho, ya existe preocupación entre
los trabajadores de que no habrá pensiones en el futuro y se
está utilizando este argumento para impulsar la colocación
de más dinero en pensiones privadas, en lugar de orientar
esos fondos a reforzar los fondos públicos.
Si el pagar más impuestos desmotiva a los jóvenes por-
que cobrarán menos, de esto se deriva que estarían más
motivados si les subieran los salarios, ¿no? Pero es curioso
que nunca se proponga subir los salarios para motivar a los
trabajadores.
Otra medida posible, y muy interesante, sería que no se
cotizase solo en relación a los salarios, sino a partir del valor
añadido empresarial.
Ya hemos afirmado repetidamente que no existe ninguna
razón para que solo los salarios coticen para las pensiones.
El IVA ya existe, y no costaría mucho ampliarlo hasta donde
fuese necesario. Precisamente, la Unión Europea está dicien-
do que va a reestructurar el IVA de todos los países, es decir,
quieren que se pague por valor añadido. De esta manera, los
beneficios también cotizarían, no como ahora. En la UE ya se
han proyectado propuestas, todavía no aprobadas, de cotizar
en función de las inversiones del capital, o del número de
máquinas o robots, porque estos contribuyan a eliminar la
cotización de los trabajadores producen mercancías. Noso-
tros creemos que es mejor un impuesto más general, como
el IVA, que impuestos por las inversiones o las maquinas,
82
pero todas las propuestas son alternativas posibles que se
tendrían que estudiar.
También se podría obtener más ingresos si se raciona-
lizara el sistema de pensiones. Ya se ha señalado que sería
útil hacer una auditoria del sistema y el Fondo, también
sería posible aumentar la base reguladora de los salarios más
elevados, eliminar prestaciones que no le corresponden a la
Seguridad Social, como las bonificaciones a la contratación
o las tarifas planas, o que los complementos de mínimos los
pagase directamente la Hacienda pública...
A medio plazo
No hay duda de que una de las mejores soluciones para
financiar las pensiones consiste en lograr una mejora en el
mercado de trabajo. Si hay empleo para la gran mayoría
de la población, y con salarios decentes que permitiesen
unas cotizaciones adecuadas, no se plantearía el que
llaman el problema de las pensiones, como no se había
planteado en el Estado español hasta 2012. Por ello, la
medida básica para resolver el problema de las pensiones
es eliminar la precariedad laboral, aumentar el nivel de
empleo y mejorar los salarios. Es extremadamente im-
portante entender que empleo, salarios y pensiones son
elementos que evolucionan juntos. Las movilizaciones
deberían unir estos aspectos.
Finalmente, hay que tener en cuenta que «la crisis de
las pensiones» no se resolverá con medidas puntuales o
con pensiones privadas, sino que requiere de una refor-
ma integral del sistema de pensiones, donde se plantee
y resuelva el tema del mantenimiento de la población
83
no activa en profundidad. 21 El tema no es subir o no un
mayor o menor porcentaje anual, sino cómo se resuelve
la distribución de la riqueza social que permita que las
personas mayores puedan vivir sin angustia. Realmente
aquí se está librando una batalla de clase de los intereses
económicos y financieros contra el trabajo. Es imposible
«resolverla» efectuando pequeñas reformas puntuales a fin
de que los ancianos no salgan a la calle en Bilbao, Madrid
o en Barcelona.
Todo ello requiere una reforma fiscal progresista que
genere dicha distribución, que lleve a que toda la población
contribuya y disfrute de la riqueza que se produce de acuerdo
con criterios de justicia y solidaridad. No se trata de subir
los impuestos a las clases populares y medias, que ya pagan
ahora la mayor parte de los impuestos, sino de plantear
una reforma fiscal integral de carácter progresista que haga
que paguen más los que más tienen Ya hemos señalado con
anterioridad que el Estado español se encuentra por debajo
de la mayoría de países del euro en el pago de impuestos,
a pesar de que las clases populares pagan muchos más im-
puestos, mientras los más ricos y los poderes económicos
son los que pagan menos.
Quizás esto no sea posible en el capitalismo, pero, sin
ello, no será posible una sociedad equitativa donde toda la
población pueda desenvolverse de acuerdo con la capacidad
del país de producir riqueza y distribuirla justamente.
21. Esta tendría que haber sido la tarea del Pacto de Toledo y las sucesivas
reformas de las pensiones pero se han limitado a intentar disminuir el gasto futuro
en ellas dentro de las premisas que ya existían.
84
A más largo plazo
El empleo se está convirtiendo en una actividad a la que
muchas personas no pueden acceder. En los países ricos,
la tecnología moderna genera que cada día sea menos ne-
cesaria la mano de obra, y el sistema capitalista provoca
que en lugar de beneficiarnos todos de ello, por ejemplo,
con la reducción de la jornada de trabajo, lo que sucede es
que cada vez más personas tienen graves problemas para
poder conseguir un empleo y muchas pueden no lograrlo
nunca. En este momento ya hay muchas personas que no
tendrán un empleo regular y estable durante toda su vida.
Ello requiere un replanteamiento de todos los derechos
sociales basados en el trabajo. Es imprescindible ir avanzan-
do hacia sistemas de derechos que no residan en el trabajo
realizado, sino en el hecho de ser ciudadanía. Ser ciudadanos
de una sociedad tiene que proporcionar el derecho a una
vida digna, entre ellos el derecho a una pensión, el derecho
a un modo de vida adecuado hasta el final de la vida. Por
ello, es imprescindible comenzar a plantearse cómo se podrá
realizar un sistema de pensiones no basado en el trabajo
pasado realizado, sino en el hecho de formar parte de la
ciudadanía de una sociedad. Existen ya diversas fórmulas
que se están considerando para lograrlo. Es la tarea que
tienen por delante la juventud. Y es una tarea apasionante
para construir sociedades justas.
85
Epílogo
86
con sus cotizaciones las pensiones. El problema reside en
que para que las empresas no emigren y haya más trabajo
habría que aceptar condiciones laborales y de derechos tan o
más injustas que las de los países que ahora están sufriendo
esta situación.
Internacionalmente se está debatiendo el tema del tra-
bajo como un problema a resolver en el futuro inmediato.
Con las tecnologías actuales, la globalización, la robotiza-
ción, la deslocalización... cada día la producción de riqueza
necesita de menos trabajo directo y es más difícil conseguir
un empleo. Y el trabajo no servirá como hasta ahora como
el instrumento básico para que los trabajadores dispongan
de los ingresos necesarios para vivir.
Por ello, en algunos ámbitos se está planteando la po-
sibilidad de un nuevo derecho, una nueva propuesta, que
no vincularía el derecho a unos ingresos con el ejercicio del
trabajo. Se propone establecer una renta básica universal,
es decir, que las personas que viven en un país reciban unos
ingresos independientemente de si trabajan o no, como un
derecho de ciudadanía.22 Lo que tendría una fuerte inciden-
cia en el sistema de pensiones.
Se puede tener la esperanza de que, con la mejora del
trabajo, se pueda obtener una mejora de las pensiones o bien
apostar más por separar el derecho a la pensión del mercado
del trabajo. En cualquier caso, ambas posturas no son en
absoluto excluyentes.
87
¿Hay capacidad económica para ello? Para evaluar este
aspecto hay que tener en cuenta que en el Estado español
se produce algo más de un billón de euros al año. Cuarenta
y tantos millones de personas convivimos y formamos una
sociedad, formamos una unidad de convivencia, y esta uni-
dad es la que debería responsabilizarse de la población que
vive en ella. Esta responsabilidad de la sociedad tiene que
asumirse con la capacidad productiva y los impuestos. Para
que esto sea posible, es necesario saber cómo se distribuye
ese billón de euros.
Aunque debemos tener cuidado con los informes, por-
que no siempre manifiestan la verdad, según algunos de
ellos el 1% de la población mundial controla la riqueza, y el
99% tiene acceso a muy poca. Este dato debería ayudarnos
a tener en cuenta la anterior consideración, desvincular los
derechos sociales del trabajo. De hecho, frente a una mayor
riqueza, se observa que los problemas de pobreza, salud, tra-
bajo, vivienda... se están disparando y vemos cada vez más
personas pobres por todos los sitios. Habrá grupos de gente
enferma, menores, mayores de 65 años que ya no pueden
trabajar. Con el sistema actual es poco viable que el 50% de
la población mantenga al otro 50%, pues es probable que
cada vez haya menos empleo.
Lograr una distribución más justa de la renta es tarea
harto difícil. Pero es imprescindible transitar hacia ella.
N o solo a nivel local y de Estado sino también a nivel
mundial. Aunque tal y como está estructurado el mundo,
resulta muy complejo pensar en distribuir la riqueza a
nivel global. No solo amplían la desigualdad las grandes
empresas internacionales, también las instituciones públi-
88
cas internacionales no ayudan en absoluto en mitigarla y
perjudican a los más pobres.
Desde la sociedad civil se han dado muchos intentos
como los de los foros sociales mundiales y otros muchos
movimientos para mejorar la situación y son movimientos
muy interesantes porque apuntan al futuro, a pesar de ser
débiles a nivel internacional.
Pero si no se puede llegar a distribuir la riqueza mundial,
por lo menos intentémoslo en los entes que tenemos más
próximos, que son los estados y los demás entes públicos en
sus diversos niveles. Estas instituciones son las únicas ante
las cuales la ciudadanía pueden ejercer cierta presión social
y (aunque también se ha dicho antes que los estados pueden
cada vez menos y que la categoría país ha perdido la fuerza
para poder analizar la realidad de cada lugar), políticamente
aún no existen otros vehículos más amplios de incidencia
social. La ciudadanía puede ejercer presión ante los entes
públicos con los votos y, sobre todo, con la movilización
popular, que es esencial. Hay amplias demostraciones de que
la movilización popular puede ser muy positiva en el Esta-
do español recientemente los pensionistas están llevando a
cabo batallas muy interesantes que permiten ser ligeramente
optimistas respecto al futuro.
En resumen: las pensiones son un derecho ciudadano.
No es una crisis real inevitable sino que se pretende la
privatización de los derechos sociales para beneficio de
los entes financieros. Esta crisis es una construcción social
deliberada.
Ningún proceso social es irreversible, se puede cambiar,
pero para ello hay que luchar por las pensiones públicas.
89
No es cuestión de problemas financieros, se trata de
cómo se distribuye la riqueza generada por todos. Las
pensiones no las tienen que pagar solo los trabajadores con
sus cotizaciones sino el conjunto de la sociedad. Si no hay
suficiente con las cotizaciones de los trabajadores se tienen
que financiar con los impuestos generales.
A más largo plazo, es necesario modificar el planteamien-
to del tema en su conjunto avanzando hacia un sistema de
pensiones públicas universal, desvinculado del empleo y del
ejercicio del trabajo.
90