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Sentirse solo es peor que estar solo

según la ciencia
11 junio, 2017 por PsicoNet

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La sensación de soledad tiene más consecuencias negativas para la salud
que tener una red social pequeña, un escaso contacto con los miembros
de la red o unas relaciones poco cercanas, según un estudio de la
Universidad Autónoma de Madrid.

La diferencia entre sentirse solo y estar solo es que la soledad es un


sentimiento subjetivo donde la persona experimenta la ausencia de
relaciones personales satisfactorias. En cambio, estar solo es una medida
objetiva del número de contactos o relaciones que una persona tiene en
su red social.

En este sentido, una persona puede sentirse sola estando rodeada de su


pareja, familiares y amigos; y otra persona puede no sentirse sola aun
teniendo una red social reducida.

Investigadores del departamento de Psiquiatría de la Universidad


Autónoma de Madrid (UAM), en un trabajo publicado en la revista PLOS
ONE, han evaluado la conexión existente entre la red social de una
persona y el sentimiento de soledad, y la salud.
El equipo en el que participa Laura Rico, investigadora principal del
estudio, ha observado que sentirse solo está más relacionado con la salud
que tener una red social pequeña, un escaso contacto con los miembros
de la red o unas relaciones poco cercanas.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores llevaron a cabo un


estudio en el que entrevistaron a 10.800 adultos de España, Finlandia y
Polonia. Para ello, utilizaron, por un lado, la escala de soledad de la
Universidad de California, Los Ángeles con la finalidad de evaluar los
sentimientos de soledad.

Y, por otro lado, y con la intención de medir la red social de los


entrevistados, realizaron diversas preguntas relacionadas con el número
total de personas con las que la persona entrevistada podía contar, cuál
era la frecuencia con la que se veían y el nivel de cercanía de la relación.

Se hallaron pequeñas diferencias entre las puntuaciones acerca de la


soledad obtenidas entre los distintos países, siendo Polonia el que más
personas afirmaban sentirse solas, seguido por España y Finlandia.

“Esta diferencia podría deberse a características culturales. Por ejemplo,


en los países más individualistas, como los nórdicos, se ha observado una
falta de expectativas en cuanto a las interacciones sociales y una baja
probabilidad de decepción ante las relaciones”, afirma Laura Rico, autora
principal del trabajo.

También se apreció que son las personas mayores las que reportan más
sentimientos de soledad que los jóvenes. “Esto puede ser debido a que,
según van pasando los años, la probabilidad de vivir eventos que
favorecen la aparición de estos sentimientos es mayor; como por ejemplo,
la jubilación, la pérdida de seres queridos o los cambios de residencia a
centros de cuidados”, afirma la autora.

En los países nórdicos se observa una falta de expectativas en interacciones


sociales y una baja probabilidad de decepción en las relaciones.
Frecuencia del contacto
Por otra parte, cuando los investigadores analizaron los tres componentes
de la red social, constataron que la frecuencia del contacto entre sus
integrantes tenía una implicación significativa en la salud de las personas.

Es decir, ver frecuentemente, cara a cara, a amigos, familiares y vecinos


está más asociado a poseer buena salud que tener un gran número de
personas con las que se pueda contar o que nuestra relación con esas
personas sea muy cercana.
Este es uno de los primeros trabajos que se hace con un número tan
elevado de participantes representando a la población adulta de países
de diferentes regiones de Europa; países que cuentan con sistemas
sociales y socioeconómicos distintos, y que poseen características
relativas a la salud dispares.

Además, este estudio es uno de los primeros que desgrana y analiza,


individualmente, los componentes de la red social de una persona con la
intención de comprobar su relación con la salud y, a su vez, observar la
conexión con la soledad y la salud.

Los resultados de esta investigación destacan la importancia que tienen la


soledad y las redes sociales en la salud pública. Por eso, no debemos
olvidar que prevenir, evaluar y/o enseñar estrategias que favorezcan el
manejo de la soledad puede tener igual o mayor beneficio que fortalecer
la red social de una persona con el fin de mejorar su salud.

En el trabajo también han participado investigadores de otros países


europeos, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental
(CIBERSAM) y de la Organización Mundial de la Salud.

Referencia bibliográfica:
Rico, L.A.; Caballero, F.F.; Olaya, B.; Tobiasz, B.; Koskinen, S.; Leonardi, M.;
Haro, J.M.; Chatterji, S.; Ayuso, J.L. & Miret, M. (2016). “Loneliness, Social
Networks, and Health: A Cross-Sectional Study in Three Countries”. PLoS
ONE. Doi: 10.1371/journal. pone.0145264

Como (no) hablar con un conservador:


crítica al libro de Gloria Álvarez
Rothbard llamaba "libertario modal" a aquellos libertarios que despreciaban la
religión, la moral y las tradiciones. Gloria Álvarez cae en esa definición
OPINIÓNIDEOLOGÍAPOLÍTICA

Por Escritor Invitado Actualizado Sep 26, 2019


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Gloria Álvarez, escritora y politóloga. (Foto: Gloria Álvarez)


Por Esteban Zapata

«No escribas ese libro» fue la consigna con la que la politóloga guatemalteca Gloria
Álvarez presentó su libro «Cómo hablar con un conservador». Honestamente tiene
sentido: no es conveniente escribir un libro en contra de los conservadores. Es
totalmente innecesario, anacrónico y obsoleto.

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En realidad, este libro es más bien un ataque a los libertarios que denomina «lobos
conservadores», y no a los propios conservadores que nunca ha sabido definir. El
problema principal es que nunca ha entendido —o ha leído superficialmente— a Hayek,
Mises, Bastiat o Rothbard, que tuvieron ideas «conservadoras» como defender la
tradición, la moral y la religión. ¿Ellos también fueron «lobos conservadores
disfrazados de ovejas liberales»? Según la premisa de Álvarez, lo son.

El lector se preguntará por qué este libro es innecesario, anacrónico y obsoleto. Es


innecesario porque crea división entre los libertarios. Las ideas puristas de «ni de
izquierda ni de derecha» o «el que opina distinto a mí, es conservador o paleo» solo
generan peleas absurdas que, a estas alturas, evidencian que existe una crisis profunda
dentro del movimiento. Es anacrónico porque los conservadores que la autora menciona
en su libro, dejaron de existir en el siglo XIX. Actualmente, la mayoría de
conservadores opina distinto a lo expuesto ahí. Es obsoleto, además, porque en tiempos
actuales las ideas libertarias entraron en fase crítica.

Cuando Álvarez se dio a conocer en el año 2014, se hablaba de «el futuro libertario».
Pero en el 2016 surgieron figuras y sucesos que cambiaron todo, como el Brexit, el
triunfo de Trump y Bolsonaro. Ahora, la alianza con los conservadores pro-libre
mercado se hace imperiosa. El auge de la izquierda progresista e identitaria, cada vez
más intolerante y totalitaria, y el consenso socialdemócrata, hace muy difícil que los
liberales/libertarios por sí solos puedan triunfar en las urnas (el ejemplo estadounidense
es claro: el Partido Libertario nunca ha logrado más de un 3% de los votos).

La premisa básica que tiene el libro es que los liberales/libertarios no son


conservadores, que son distintos entre sí y, por lo tanto, hay que distanciarnos de ellos.
No solo esto no tiene asidero en la evidencia histórica (la autora se «basó» en
la Encyclopedia of Libertarianism para indicar eso) sino que también Álvarez falla en
explicarlo. ¿Hayek fue «tonto útil» del conservadurismo al decir que los defensores de
la libertad necesitan de los partidos conservadores para sobrevivir? ¿También lo fue
Friedman al decir que prefería votar por el partido Republicano y no por el partido
Libertario, porque quería libertad económica y eso sólo lo lograría con la derecha
conservadora?

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Al profesar la «religión objetivista» de Ayn Rand, que ve a todo el mundo como su


enemigo, incluidos a los libertarios, no extraña entonces que ella se haya transformado
en una colectivista de la libertad: una persona fanática que excomulga a todo libertario
que no piense como ella.

No solo eso, sino que el pensamiento libertario de la guatemalteca queda en entredicho


por sus constantes contracciones expuestas en este libro. Dice defender la vida, pero
ningunea a los libertarios que se oponen al aborto y trata de justificar su apoyo con
conceptos como la conciencia, que no define en el libro. ¿O por qué hace una defensa de
«la diversidad de familias» cuando Hayek lo consideraba «falso individualismo» (él
indicaba que el Estado crea nuevas formas de familias o, en el caso de la familia
monoparental, se busca la dependencia de este)?

La autora presenta un discurso extremadamente parecido al progresismo, que busca que


el Estado regule la sociedad, lo que la hace caer en una amalgama ideológica bastante
extraña. Recordemos: Álvarez siempre ha tenido un discurso anticomunista y
antisocialista (que la hizo popular), sus ídolos son conservadores, pro-vida y religiosos,
incluida Thatcher que por alguna extraña razón la define como «libertaria» sin serlo
(ella impuso la moral victoriana a través del Estado) y, a la vez, se coloca una camiseta
populista de «soy hetero y apoyo a la diversidad sexual» (¿qué tiene de libertario
clasificar a las personas en base a su orientación sexual?) y pontifica las bondades de
tener leyes a favor del aborto. Álvarez adopta posiciones progresistas, identitarias y
anti-libertarias y las trata de vender en este libro como «liberales» sin serlo.

También este libro demuestra un prejuicio contra los religiosos y la derecha. Por otro
lado, sus conocimientos en ciencia son nulos. ¿Sabrá que la ideología libertaria es parte
de la derecha y no pocos libertarios son adeptos a alguna religión? ¿Y que el ateísmo
militante que ella profesa es contradictorio con las ideas libertarias, incluida la idea de
«respetar irrestrictamente el proyecto de vida del otro»?

La autora realiza constantemente falacia de autoridad y lo hace a menudo con


personajes que carecen de competencia y/o autoridad, como Esther Perel (sexóloga) o
Andrea Cuevas, a quienes se refiere como líderes de opinión sin serlo. Además, la
psicología evolutiva, la neurociencia y la antropología evolutiva descartan los
planteamientos expresados en este libro con respecto a la familia, el matrimonio, la
sexualidad y la religión. Sin embargo, la autora le hace creer a su lector lo contrario.

Por ejemplo, alega que en Latinoamérica se niega la evolución y que esa es la causa de
la pobreza y desnutrición en la región, cuando en realidad es todo lo contrario: en la
mayoría de los países latinoamericanos se apoya en más de 50 % la teoría de la
evolución. Pasa igual cuando expone ideas desacreditadas y refutadas como la escala
Kinsey y sus teorías sobre la sexualidad «fluida» o que la noción que el matrimonio es
un «sistema económico».

Rothbard llamaba «libertario modal» a aquellos libertarios que despreciaban la religión,


la moral y las tradiciones y Gloria Álvarez cae en esa definición. La defensa de la vida,
libertad y propiedad en esta región es indispensable y ser opuesto a las personas con
ideas en común, como los conservadores, no es la forma de hacerlo. De lo contrario,
estaremos peleando una batalla perdida sin ninguna razón aparente, que nos dejará en un
aislamiento total, gracias a la fragmentación que generan libros como este.

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