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Waldo Mendoza Bellido

Actualizado en 26/09/2019 a las 07:58




¿Qué pasará con nuestro país si las elecciones presidenciales no se
adelantan al 2020, en consonancia con el predictamen de ayer de la
Comisión de Constitución del Congreso?

Como ciudadano, en primer lugar, y como economista, complementariamente, mi


hipótesis es que, en ese caso, daremos un salto peligroso para convertirnos en un
país más atrasado, pobre y, sobre todo, mucho más corrupto.

Déjenme sustentar esta hipótesis, en el frente de la economía y de la política.

¿Qué es mejor para nuestra economía, adelantar las elecciones o


mantenerlas en el 2021?

Según las cifras del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), las expectativas
de los empresarios, resumidas en el indicador “expectativas de la economía a tres
meses”, no han dejado de caer desde abril. Y van a seguir cayendo.

¿Qué será mejor para los inversionistas del país y el extranjero, que la
incertidumbre de los últimos meses, provocada por la pelea a muerte entre el
Ejecutivo y el Legislativo, se acabe en seis meses, o se alargue hasta abril
del 2021?

El adelanto de las elecciones es conveniente para la inversión privada. Si yo fuese


empresario, haría campaña por el adelanto.

¿Y qué sería mejor para la economía, un presidente electo en el 2020 o uno


electo en el 2021?

Por los motivos que explicaré luego, la probabilidad de elegir a alguien que
disuelva el modelo económico actual, llámenle neoliberal, es bastante alta, si las
elecciones son el 2021. Este modelo, con todos sus defectos, es el que ha
permitido que el Perú sea el país con el crecimiento económico más alto y la
inflación más baja en América Latina durante este siglo. Repitiendo a Churchill,
para quien la democracia es la menos mala de los sistemas políticos, puede
afirmarse que el neoliberalismo es el menos malo de los modelos económicos. Es
un activo que hay que preservar.
Pero el principal problema que tiene actualmente el país no está en el terreno de
la economía, pues tanto el BCRP como el Ministerio de Economía y Finanzas
(MEF) tienen las municiones para hacer frente a cualquier amenaza, internacional
o doméstica. El riesgo fundamental está en el terreno de la política.
Concretamente, en lo que haga y lo que pueda hacer en el futuro inmediato la
alianza entre Fuerza Popular y el Apra, y sus tristes acompañantes de estos días.

Mi argumento, más elemental que el de mis amigos politólogos, es sencillo:


observando lo que ha hecho la alianza desde julio del 2016 hasta hoy, por el
método de la inferencia, se puede saber qué podría haber hecho si Keiko Fujimori
hubiera ganado las elecciones, y lo que puede hacer en adelante, hasta el 2021, si
las elecciones no se adelantan.

Arranquemos con los hechos.

¿Cuáles son los principales “logros” que puede mostrar hasta ahora la
alianza?

La lista es larguísima: censura a uno de los mejores ministros de Educación de los


últimos tiempos, Jaime Saavedra, solo por fastidiar al Gobierno; blindaje a
personajes impresentables y tóxicos para el sistema de justicia, como César
Hinostroza y Pedro Chávarry, porque, de acuerdo a lo que declararon estos, eran
afines a los intereses de la alianza; intentos de tirarse abajo el acuerdo de
colaboración eficaz entre la justicia peruana y Odebrecht, para librar del peso de la
justicia a los que delinquieron, entre los que posiblemente están congresistas de la
alianza cuyos codinomes deben descifrarse en las próximas semanas;
entorpecimiento de la labor de la Superintendencia Nacional de Educación
Superior Universitaria (Sunedu), porque está en juego el destino de universidades
amigas a la alianza, etcétera, etcétera.

Pero quizá el más grave de los “logros” de la alianza, que ahora tiene entre sus
líderes más empeñosos al presidente del Congreso, será el 30 de setiembre, con
la elección de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, entre cuyos
candidatos hay varias “amiguitas” y “amiguitos” de César Hinostroza. Esa decisión,
legal, pero que va a ser utilizada como un arma de guerra por la alianza, podrá
permitir la liberación de Keiko Fujimori y su padre, parar el acuerdo de
colaboración entre Odebrecht y la justicia peruana, declarar como inconstitucional
la cuestión de confianza que muy posiblemente solicite el presidente Vizcarra y, de
paso, con el argumento de la inconstitucionalidad, vacarlo, entre otras decisiones.

Dada esta conducta corrosiva de la alianza, es fácil imaginar qué hubiera pasado
si Keiko Fujimori hubiera ganado las elecciones del 2016: no nos hubiéramos
enterado de los CNM-audios, Walter Ríos seguiría como presidente de la Corte
Superior del Callao, César Hinostroza estaría en carrera para ser presidente del
Poder Judicial, no nos hubiéramos enterado de la información que está
proporcionando Odebrecht, Chávarry continuaría como fiscal de la Nación,
Alejandro Toledo seguiría en Stanford, etcétera, etcétera.

Si las elecciones no se adelantan, es fácil inferir cómo le irá al Perú en los


próximos 18 meses, con el Congreso y posiblemente el TC bajo el dominio de la
alianza. Como consecuencia, la elección del 2021 puede ganarla un candidato
ultra con un discurso radical contra lo que se observará en los próximos 18 meses
y, de paso, ofreciendo disolver el modelo económico neoliberal. Exactamente así
ganó Hugo Chávez la presidencia de Venezuela en 1998.

Waldo Mendoza, profesor del Departamento de Economía de la PUCP (Foto: GEC).

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