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¿Qué pasará con nuestro país si las elecciones presidenciales no se
adelantan al 2020, en consonancia con el predictamen de ayer de la
Comisión de Constitución del Congreso?
Según las cifras del Banco Central de Reserva del Perú (BCRP), las expectativas
de los empresarios, resumidas en el indicador “expectativas de la economía a tres
meses”, no han dejado de caer desde abril. Y van a seguir cayendo.
¿Qué será mejor para los inversionistas del país y el extranjero, que la
incertidumbre de los últimos meses, provocada por la pelea a muerte entre el
Ejecutivo y el Legislativo, se acabe en seis meses, o se alargue hasta abril
del 2021?
Por los motivos que explicaré luego, la probabilidad de elegir a alguien que
disuelva el modelo económico actual, llámenle neoliberal, es bastante alta, si las
elecciones son el 2021. Este modelo, con todos sus defectos, es el que ha
permitido que el Perú sea el país con el crecimiento económico más alto y la
inflación más baja en América Latina durante este siglo. Repitiendo a Churchill,
para quien la democracia es la menos mala de los sistemas políticos, puede
afirmarse que el neoliberalismo es el menos malo de los modelos económicos. Es
un activo que hay que preservar.
Pero el principal problema que tiene actualmente el país no está en el terreno de
la economía, pues tanto el BCRP como el Ministerio de Economía y Finanzas
(MEF) tienen las municiones para hacer frente a cualquier amenaza, internacional
o doméstica. El riesgo fundamental está en el terreno de la política.
Concretamente, en lo que haga y lo que pueda hacer en el futuro inmediato la
alianza entre Fuerza Popular y el Apra, y sus tristes acompañantes de estos días.
¿Cuáles son los principales “logros” que puede mostrar hasta ahora la
alianza?
Pero quizá el más grave de los “logros” de la alianza, que ahora tiene entre sus
líderes más empeñosos al presidente del Congreso, será el 30 de setiembre, con
la elección de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional, entre cuyos
candidatos hay varias “amiguitas” y “amiguitos” de César Hinostroza. Esa decisión,
legal, pero que va a ser utilizada como un arma de guerra por la alianza, podrá
permitir la liberación de Keiko Fujimori y su padre, parar el acuerdo de
colaboración entre Odebrecht y la justicia peruana, declarar como inconstitucional
la cuestión de confianza que muy posiblemente solicite el presidente Vizcarra y, de
paso, con el argumento de la inconstitucionalidad, vacarlo, entre otras decisiones.
Dada esta conducta corrosiva de la alianza, es fácil imaginar qué hubiera pasado
si Keiko Fujimori hubiera ganado las elecciones del 2016: no nos hubiéramos
enterado de los CNM-audios, Walter Ríos seguiría como presidente de la Corte
Superior del Callao, César Hinostroza estaría en carrera para ser presidente del
Poder Judicial, no nos hubiéramos enterado de la información que está
proporcionando Odebrecht, Chávarry continuaría como fiscal de la Nación,
Alejandro Toledo seguiría en Stanford, etcétera, etcétera.