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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Iztacala


México

2007
Chávez Jaramillo Héctor
TANATOLOGÍA: LA LABOR DEL PSICÓLOGO
EN EL ABORDAJE DE LA MUERTE
Universidad Nacional Autónoma de México
Tlalnepantla Estado de México
pp. 1-49
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………………………….2

CAPÍTULO 1. DEFINICIÓN DE MUERTE...………………………………..…………………….......8


1.1. Algunos Fundamentos Filosóficos en torno a la Muerte…………………………………………....9
1.2. Perspectiva Religiosa………………………………………………………………………………10
1.3. Algunos antecedentes históricos de la ciencia con relación a la Muerte………...………………...13

CAPÍTULO 2. ASPECTOS PSICOLÓGICOS EN RELACIÓN A LA MUERTE……………………16


2.1. Perspectiva Psicoanalítica………………………………………………………………………….17
2.1.1. Las dos clases de pulsiones……….……………………………………..…………………..20
2.1.2. El proceso del duelo………………………………………………………………………....22
2.2. Logoterapia de Víctor E. Frankl…………………...........................................................................26

CAPÍTULO 3. TANATOLOGÍA.…………………………………………….……………..…………32
3.1. Definición de Tanatología……………………………………………………………………….…32
3.1.1. Objetivos y Funciones de la Tanatología……………………………………………………35
3.2. Labor del Psicólogo como Tanatólogo…………………………………………………………….38

CONCLUSIONES……………………………………………………………………………………...42

BIBLIOGRAFÍA………...…………………..…………………………………………………………49

Chávez, J. H. 1
INTRODUCCIÓN

La muerte es un fenómeno natural, inherente a la condición humana, y es parte del proceso natural
del ser humano que como ser vivo cumple su ciclo vital. Así la muerte del ser humano ha sido desde su
aparición como ser vivo un proceso necesario, tanto biológica como psicológicamente.

Sin embargo el concepto es ignorado y es en mucho por el miedo que se ha construido a lo largo del
desarrollo cultural. Este temor se favorece, principalmente, por los medios de comunicación, el lugar en
que se muere, la agonía y la soledad, que implica (ya sea para el que muere, como para los que
enfrentan la pérdida de un ser querido).

En nuestros sueños, al igual que los pueblos primitivos, seguimos codeándonos con la muerte. De
éste modo, señala Mannoni (1991), advertimos en nuestra relación con lo inconsciente perpetuos
deslizamientos… El deseo de vivir trae consigo, tensiones y una parte de perturbación que, una vez
extinguida la tensión, conducen sin embargo al placer. En el principio del placer en ejercicio
Freud (1920), distingue a las pulsiones de muerte, como si el principio del placer estuviese a su
servicio. Pues lo que se observa en la práctica (y quizá por esto mismo inventó Freud el concepto de
pulsión de muerte), es el peso sobre un destino de la repetición (a diferenciar de toda búsqueda del
objeto perdido). Para Freud (1917), en nuestro inconsciente somos inmortales, es decir, esa creencia de
inmortalidad es propia del ser humano, sin embargo para Frankl, 1987 y 1994 (cit. en Marín, 2000), esa
creencia ha sido adoptada por situaciones de experiencia y de sociedad.

Este hecho genera múltiples reacciones en distintos aspectos psicológicos que han sido poco
abordadas de manera tan específica. Por lo que es necesario integrar el concepto de muerte en el
hombre como algo inevitable con el fin de que revalore y cambie su orientación por una nueva
orientación biófila para ver la muerte, así como para comprenderla. Es preciso entender a la muerte no
sólo como un constructo teórico sino como una realidad palpable que demanda atención inmediata,
rescatando de cada teoría sus elementos necesarios para intervenir y tratar con este hecho.

Al referirnos a los aspectos psicológicos en torno al morir, aludimos al nivel de los pensamientos,
actitudes, sentimientos, emociones y comportamientos del individuo como ser biopsicosocial. Y como
se sabe, la aceptación de la muerte es mayor a medida que la persona va completando su ciclo vital.

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“A pesar de la condición natural de la muerte, en la actualidad sigue siendo uno de aquellos temas
escabrosos y evadidos tanto por los profesionistas de la salud como por la mayoría de la sociedad.
Médicos, filósofos y religiosos se han encargado de construir cada uno desde sus elementos teóricos, su
definición de la muerte y todas esas ideas se han venido mezclando y al mismo tiempo
contraponiéndose unas con otras que han dado como resultado un concepto con tintes médicos,
filosóficos y religiosos que lejos de ser claro y favorable, está rodeado de misterio, miedo, depresión,
dolor, manipulación, etc.” (Marín, 2000, p. 6).

Si bien estas no son las únicas definiciones que se han dado a la muerte, ni seguramente tampoco las
más representativas, aunque proyectan parte de esa conceptualización que se ha dado y con lo que se ha
formado el actual concepto de muerte en la mayoría de las personas. Con la educación que se recibe de
los padres, la educación formal y la sociedad, según Marín (2000), se construye el propio concepto de
muerte, se aprende que es una de las situaciones más dolorosas e inesperadas que todas las personas
deben enfrentar alguna vez en su vida.

Marín (2000), sostiene que, una orientación biófila para ver la muerte así como comprender,
reaccionar y dar apoyo adecuado, puede ser de gran ayuda para las personas que se encuentran en
agonía, para sus familiares, el personal médico que los atiende y personas en general. Esta enseñanza y
apoyo deriva del conocimiento de los aspectos psicológicos que rodean el evento de la muerte y la vida.

Una de las disciplinas actuales que analizan este fenómeno es la Tanatología, que es el estudio de la
muerte, del morir y de su agonía para tener una mejor calidad de vida, sensibilizando a las personas
acerca del proceso natural de la muerte, para revalorizar la vida y al final se cumpla el proceso de duelo
de la manera más sana posible junto con las personas que les rodean, tomando en cuenta como uno de
los elementos más importantes a las ideas que generan los sentimientos de pérdida, entendidos
psicológicamente como elementos cognitivos que dan origen al detenimiento de dicho proceso de
duelo.

Para muchos, Elizabeth Kübler Ross, psiquiatra suiza, es la pionera mundial de tal enfoque, mismo
que deriva de las teorías Psicoanalíticas en cuanto a los aspectos psicológicos del enfermo terminal y de
la psicología Humanista en cuanto a la intervención en tales pacientes.

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El trabajo del tanatólogo es ser el facilitador y contener al paciente terminal y a su familia para que
pueda pasar por sus etapas y llegar a una aceptación sincera o sana y no a una resignación, además de
sensibilizar a la población en general acerca del proceso natural de la muerte de manera que se
concientize el valor de la vida. El tanatólogo trabaja con toda esa carga psicológica y emocional que se
desprende a partir de la experiencia de muerte.

Dentro de la práctica de la psicología, poco se ha dicho sobre la labor del Psicólogo como
Tanatólogo, se ha hablado de la muerte pero sólo como una situación de crisis común y por lo tanto
sólo se trabaja como cualquier problemática a partir del marco teórico que maneje el terapeuta, pero
poco se ha trabajado sobre la crisis por muerte específicamente, sobre todo en la práctica clínica.
Asimismo en la práctica educativa, poco se ha hecho en esa labor de enseñanza del buen morir y por
ende de la vida.

Por otra parte en la práctica podemos darnos cuenta de que se encuentran personas que prestan sus
servicios en hospitales o que estudian diplomados en Tanatología sin tener una preparación en
Psicología, incluso ni siquiera cuentan con una carrera afín, se podría estimar, según Marín (2000), que
sólo un 30% o menos de la población asistente son médicos, enfermeras, psicólogos, sacerdotes, o
profesionales de la salud física y emocional que en su práctica cotidiana tengan que trabajar procesos
de duelo o pérdidas a causa de la muerte. Sin embargo, continúa este mismo autor, para que pueda
aplicarse una disciplina como la Tanatología, es necesario contar con la preparación psicológica
pertinente para cumplir con un trabajo verdaderamente eficaz.

De lo anterior surge la necesidad de complementar la formación del psicólogo con la preparación


tanatológica, de esta manera se contará con los elementos para desarrollar herramientas y estrategias
necesarias para trabajar de manera óptima, una crisis por muerte o un duelo, además de contar con la
facilidad de trabajar con seres humanos en cualquier etapa de la vida y asimismo desarrollar un plan
educativo un plan educativo que comparta esta finalidad.

El psicólogo, está encargado de enseñar, educar favoreciendo la prevención de diversas


problemáticas que a su vez beneficiará la higiene mental de los individuos. De esta manera, en su labor
tanatológica, el psicólogo estará capacitado en educar para la muerte, y así favorecerá el cambio
conceptual y social de actitud hacia ella, enseñando y ayudando a encontrar el valor y el buen
aprovechamiento de la vida. Asimismo con el objetivo de enseñar a los hombres a morir se habrá

Chávez, J. H. 4
enseñado a vivir, y según Marín (2000), todo esto justifica el trabajo del psicólogo en su papel de
tanatólogo.

Marín (2000), plantea una reestructuración sociocultural de la relación que se ha mantenido entre
hombre y muerte, indicando que se requiere de un arduo trabajo educativo y en equipo. Para llegar a
ésta reestructuración es necesaria una reeducación. Será preciso iniciar con los adultos para que estos a
su vez eduquen a sus hijos en la nueva conceptualización y de ésta manera se podrá tener la
proliferación de ese cambio conceptual y actitudinal ante la muerte. Hacer el cambio de una cultura
necrófila a una cultura biófila, implica desde los términos de Frankl (1962), darle el sentido a la vida y
llenar ese vacío existencial que actualmente aqueja a la sociedad.

Finalmente, Marín (2000), indica que la sociedad debe comenzar a ser educada en cuanto a la muerte
se refiere, ya que al tener una sociedad con conciencia, el entendimiento de la muerte será más fácil
para generaciones futuras.

De ahí que se considere tan necesario el crear en la comunidad una conciencia del valor de la vida, y
al sensibilizar a la población en general a cerca del proceso natural de la muerte, hacernos conscientes
de nuestra propia finitud.

Por otra parte, esta necesidad se puede entender a partir del comportamiento demográfico, en cuanto
a los factores de esperanza de vida y tasa de mortalidad que ha tenido la población, en este caso en
México, durante los últimos años, tomando en cuenta también las hipótesis de la evolución futura de
dichos factores de cambio demográfico, que conforme a las estadísticas registradas, se tienen por parte
del Consejo Nacional de Población.

Una inspección detallada de la mortalidad en México, por parte del CONAPO, sostiene que la
tendencia de largo plazo muestra que la velocidad de descenso de la mortalidad ha aminorado
sustantivamente en años recientes, sobre todo en el primer lustro del presente siglo. Esto se observa en
el incremento de 0.2 años en la esperanza de vida a los 65 años (de 17.3 a 17.5), lo que corresponde al
haber disminuido sólo en 2.4% el riesgo de morir en la senectud. Así, las disminuciones más
significativas en el ritmo de descenso se tuvo en las mujeres, donde la esperanza de vida a los 65 años
aumentó de 18.08 años en el año 2000 a 18.22 en 2003 y se mantuvo por encima de 18.20 hasta el
2005. Del mismo modo, aunque menor, la tendencia de la vida media masculina a partir de los 65 años

Chávez, J. H. 5
también ha sido creciente aumentando cada año del 2000 al 2005 sin mostrar descenso. Un grupo de
expertos en atención a la salud convocado por el CONAPO, concluyó que las esperanzas de vida
aumentarán de 74.6 años en 2005 a 75.4 en 2010, 78.8 en 2030 y, finalmente a 81.9 años en 2050, es
decir, que la vida media de los mexicanos al final del horizonte de la proyección será similar a la
observada en Japón en fechas recientes (82 años), país que registra en la actualidad el nivel de
mortalidad más bajo del mundo.

Al respecto, distintos análisis proyectivos realizados actualmente, coinciden con el estudio hecho por
parte del CONAPO, en relación al comportamiento de la esperanza de vida y la tasa de mortalidad en
México. Esto nos muestra que tendremos un crecimiento significativo por parte de la población de
adultos mayores durante los años siguientes.

Consecuentemente, al haber un incremento en este sector de la población, el tratar por ejemplo, con
un familiar moribundo o un anciano que sea desconocido para nosotros, es algo que nos ocurrirá de
manera cada vez más frecuente. Asimismo habrá una mayor demanda por parte de la población en
general hacia el especialista que atiende los procesos del morir. Ya que, la población de adultos
mayores constituye una parte importante del campo laboral del tanatólogo, además de caracterizarse
por tener una mayor tendencia de presentar enfermedades físicas y evidentemente por estar próximos a
la culminación de su ciclo vital.

En gran medida, a partir de lo anterior, nace el interés por realizar esta investigación teórica que
sustenta sus bases en el psicoanálisis con un enfoque complementario en la escuela de la logoterapia de
Víctor E. Frankl. Y se tiene como objetivo central, conocer de manera más específica, la labor del
psicólogo como tanatólogo en el abordaje de la muerte a partir de la mencionada complementariedad.

En el primer capítulo se revisan los aspectos más relevantes en torno a la definición de muerte como
los son: algunos fundamentos filosóficos, la perspectiva religiosa y los antecedentes historia con de la
ciencia con relación al concepto de muerte. Con ello se toman en cuenta los elementos que han
colaborado con la construcción de la concepción actual de la muerte, que permite comprender el origen
de los miedos, evasiones, y sentimientos que se generan alrededor de una pérdida por muerte.

El segundo capítulo trata los aspectos psicológicos en relación a la muerte a partir de la perspectiva
psicoanalítica, haciendo una análisis de algunos aspectos relevantes de la constitución del inconsciente

Chávez, J. H. 6
en Freud, así como de las dos pulsiones más representativas para el psicoanálisis: la pulsión de vida y
la pulsión de muerte, además de revisar las etapas del duelo, sus características y desarrollo. Finalmente
se analizan los principios relacionados con la muerte en la logoterapia de Víctor E. Frankl.

Finalmente en el tercer capítulo se abordan los conceptos y definiciones de la Tanatología, sus


objetivos y funciones, para establecerse más adelante como una alternativa de preparación para los
psicólogos, y se revisa lo que principalmente constituye la labor del psicólogo como tanatólogo,
analizando las necesidades de educar hacia la muerte que incluyen en primera instancia la educación
para el equipo de salud.

De manera general, lo que se pretende en esta investigación teórica es conocer de manera más
específica la labor del psicólogo como Tanatólogo, no sin antes saber qué es la tanatología, así como
ampliar la visión del campo relacionado con la muerte tomando en cuenta la teoría psicoanalítica y la
logoterapéutica, proponiendo una reeducación dirigida tanto a los profesionales de la salud como a la
comunidad en general.

Chávez, J. H. 7
CAPÍTULO 1. DEFINICIÓN DE MUERTE

La muerte, como parte de un proceso natural, es un fenómeno inherente al ciclo vital que cumple todo
ser vivo, y el ser humano muere como parte de este proceso. Se puede decir también, que la muerte es
un misterio, ya que para muchos actualmente sigue siendo así. Definir que es la muerte no es tarea
fácil.

El concepto de muerte es ignorado y es en mucho por el miedo y los mitos que se ha construido a lo
largo del desarrollo cultural. Éste temor se favorece por los medios de comunicación, el lugar en que se
muere, la agonía y la soledad que implica tanto para el que muere, como para los que deja.

El hombre teme a la agonía, lo cual significa lucha y sufrimiento. Mucha gente se pregunta el que
sucederá al momento de morir, si estará solo o acompañado. En ocasiones el individuo niega la realidad
de su propia muerte durante un tiempo.

Para Bravo (2006), la muerte es un tránsito y un descanso, un amanecer y un anochecer, una


despedida y un encuentro, una realización y una promesa, una partida y una llegada. Nuestra vida no
comienza cuando nacemos y no termina cuando morimos, sólo es pasar un tiempo para madurar y
crecer un poco. Si comenzamos a intuir qué es la vida, nos será más fácil llegar a comprender el modo
en que a todo fenómeno vital le sigue un declive y un nuevo comienzo.

Para muchos la muerte significa lo más trascendental de la vida humana, mientras que para otros es el
fin de la existencia. Marín (2000), indica que es preciso entender lo que es la muerte para poder
comprender lo que es la vida, cuales son los aspectos psicológicos (cogniciones, actitudes,
sentimientos, emociones, y comportamientos del individuo como ser biopsicosocial) de una persona a
quien se “aproxima” la muerte propia o la de un ser querido, tomando en cuenta que lo más difícil de
lograr para algunos individuos es la aceptación.

Para éste mismo autor los científicos, filósofos y religiosos se han encargado de construir cada uno
desde sus elementos teóricos su definición de la muerte y todas estas ideas se han venido mezclando y
al mismo tiempo contraponiéndose unas contra otras que han dado como resultado un concepto

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matizado de ciencia, filosofía y religión que lejos de ser claro y favorable, está rodeado de misterio,
miedo, depresión, dolor, manipulación, etc.

1.1. Algunos Fundamentos Filosóficos en torno a la Muerte

Con relación a la muerte, existe una gama de concepciones filosóficas, sin embargo en esta
investigación sólo se abordarán algunos planteamientos provenientes principalmente de la filosofía
griega, ya que es considerada como la esencia de la filosofía actual y de la ciencia.

Es característico encontrar en la filosofía griega el concepto de “dualidad”, que explica que la


naturaleza del hombre está constituida por dos sustancias: alma y cuerpo.

En los Diálogos de Platón se conocen las ideas de Sócrates en donde señala: “Es natural que un
filósofo esté alegre ante la presencia de la muerte: los que realmente se aplican al conocimiento de la
filosofía están directamente y por su propia voluntad, preparándose a si mismos para morir, será
absurdo que se turbaran cuando llegara el momento para el cual se han preparado por largo tiempo.
Los verdaderos filósofos hacen del morir su profesión”

Marín (2000), indica que Platón concibe dos mundos diferentes: el mundo material y el mundo
espiritual, indica que para el hombre también existe este dualismo. Su esencia reside en el alma qu e es
su espiritualidad y el cuerpo es en donde se ha encargado, incluso alude al cuerpo una cárcel para el
alma. Estas dos sustancias están separadas y se unen para dar paso al hombre, en donde el cuerpo
sensible e imperfecto, deja de existir en algún momento mientras que el alma es perfecta e inmortal.
Para Platón, el cuerpo no puede afectar el alma, ésta puede mover el cuerpo pero nunca el cuerpo al
alma, cuando estos se confunden el alma se vuelve dependiente del cuerpo y no se tiene control sobre sí
mismo. El yo queda dominado por su contraparte. Entonces se debe evitar la dependencia del mundo
físico porque es imperfecto, incompleto y cambiante. Consecuentemente al sacrificar el alma su
independencia, cederá a su intemporalidad puesto que en el mundo físico nada perdura y vivirá con
miedo y ansiedad.

La teoría de inmortalidad fue rechazada por Aristóteles con su teoría de Hilemorfismo en donde
sostiene que la esencia del hombre consta de materia y de forma. Los dos mundos de los que hablaba

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Platón quedan sintetizados en cada cosa por medio de la materia y la forma. El hombre está compuesto
por cuerpo (materia) y alma (forma) sin estar separados, es una síntesis de ambas íntimamente unidos,
por lo tanto el cuerpo no es despreciable y el alma no puede vivir sin la sustancia material del cuerpo.
La causalidad no es trascendente sino inmanente. El alma no trasciende al cuerpo, es inmanente a él. El
hombre es un cuerpo animado por el alma y si el cuerpo muere, el alma deja de animarlo: el hombre
deja de existir.

Para Epicuro temer al castigo de los dioses por nuestro mal comportamiento es absurdo, pues no hay
dioses a quien obedecer ni hay un orden universal. La vida no existe por una razón determinada, no
tiene fin ni creador, al aparecer por azar, por azar desaparecerá: al dispersarse los átomos no podrá
haber castigo. Luego entonces, no debemos temerle a la muerte.

Lo importante en la vida es expulsar el sufrimiento eliminando el deseo, el cual nos lleva a esperar
del futuro solo para decepcionarnos, hay que vivir el presente, solo así evitaremos el temor a la muerte.
No es importante cuanto tiempo se viva, sino que tan bien se viva como cuerpo. Esto hará que nuestras
vidas se hagan significativas.

“Carse (1980), nos hace notar que la palabra clave es “prepararse”. Para los griegos, la palabra
“prepararse” significa entrenarse para un acontecimiento atlético o para una representación teatral. O
sea, una preparación para un acontecimiento. Para un momento final. Cualquiera que esté debidamente
preparado para tal evento, espera tranquilo que llegue ese momento. De hecho las personas bien
entrenadas viven como si el momento final estuviera ya presente” (Marín, 2000, p. 26-27).

1.2. Perspectiva Religiosa

La religión ha sido uno de los elementos más importantes en toda manifestación humana desde la
aparición del hombre mismo (en su forma más arcaica) y durante el desarrollo de todos los tiempos
como uno de los principales elementos en la ideología y por consiguiente en la actuación de t odos los
pueblos.

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En casi todas las culturas, existen códigos religiosos que rigen la forma de vida que ha de llevarse y
asimismo en cada cultura se han establecido distintos rituales para tratar las ideas con respecto a la
muerte.

En la antigua cultura egipcia, en donde se mostraba un culto por la muerte y no se le temía en lo


absoluto, incluso existían rituales que preparaban a los altos mandatarios de Egipto para seguir su
camino hacia “la vida después de la vida”. Vida, eso era para ellos la muerte.

Speck (1992), indica que los budistas al creer en la reencarnación deben aceptar la responsabilidad de
la manera que ejerce su libertad, ya que las consecuencias de la acción pueden ser vistas en vidas
posteriores.

En sus creencias es fundamental ayudar al prójimo sin embargo no permiten el aborto ni la eutanasia
activa. En los moribundos puede rechazarse el uso de medicamentos que puedan afectar la conciencia
si interfieren en su capacidad para meditar, ya que meditar sobre su propia muerte ejercerá influencia
en la siguiente reencarnación.

Generalmente creman a sus muertos con el fin de que su alma pueda ser liberada del cuerpo para
entrar en su siguiente existencia.

En el caso del Hinduismo, la muerte es el momento de la división entre el Karma y el Darma, es un


estado de la vida en la que se da la liberación del apego. Si un sacerdote Hindú está presente, puede
ayudar a las personas a aceptar la muerte de una manera filosófica. El moribundo puede desear
acostarse en el suelo para estar más cerca de la madre tierra en el momento de la muerte y así ayudar a
la siguiente encarnación.

Después de la muerte, los parientes procederán a lavar el cuerpo y vestirlo con ropa nueva antes de
sacarlo del hospital. Tradicionalmente el hijo mayor del difunto será quien establece el ritual, sin
importar lo joven que sea.

Para los seguidores del Islam llamados musulmanes, al momento de morir, las últimas palabras de un
musulmán deberían ser: “No existe ningún otro dios que no sea Alá y Mahoma es su profeta”.

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Cualquier practicante musulmán puede mencionar esto al oído del moribundo si éste no lo puede decir
por sí mismo.

Después de morir, el cuerpo no puede ser tocado ni lavado por alguien que no sea musulmán.
Generalmente el entierro se lleva a cabo cuanto antes, de preferencia durante las 24 horas siguientes.
Usualmente no practican la autopsia al menos que lo requiera el forense, y si es así, los parientes
solicitarán que posteriormente sean devueltos los órganos al cuerpo para enterrarlo. Algunos dolientes
no mostrarán sentimientos de dolor, pues sería señal de falta de fe.

Los judíos enfatizan el valor de la vida cuando ocurre la muerte, existe una manera respetuosa y
especial de tratar el cuerpo y no se permite ninguna mutilación de este, a menos que haya alguna
disposición legal específica para hacerlo, así como principalmente los judíos ortodoxos no desearían
que sus órganos fueran retirados para trasplante, ya que el cuerpo debe ser sumamente respetado, como
sede de Dios, además de que todo cuerpo debe estar completo para recibir al Mesías, pues todos
esperan su llegada, incluso los muertos que resucitarán ante su presencia.

Una vez ocurrido el deceso, se le baja al piso con los pies en dirección a la puerta de la habitación, si
hay hijos, ellos deben cerrar los ojos del cuerpo, los acompañantes sólo deben rezar en respeto al
cuerpo sede del creador y se coloca una vela prendida durante siete días simbolizando una chispa que
es una parte de Dios que cada ser humano trae y a la hora de la muerte se apaga.

Por lo tanto el ser humano, sin importar lo “malo” que haya sido se la hace el ritual, pues todo ser
humano tiene siempre algo de bondad, excepto en el caso del suicidio, en el cual los deudos no están
obligados a seguir el rito y en el cementerio tienen un lugar aparte, ya que “el hombre no es dueño de
su vida”. El funeral se lleva acabo en el transcurso de 24 horas o lo más pronto posible y generalmente
es enterrado el cuerpo pronunciando sus oraciones.

Para los católicos, la vida consiste en admitir que hay un Dios, y que nos ha dado un alma inmortal,
una ley moral que debe regir nuestros actos y una vida de eterna felicidad a la que debemos tender
cumpliendo con nuestras obligaciones religiosas y morales. Creen que es a través de la muerte de Jesús
que la humanidad se ha reconciliado con Dios, y por su resurrección salvó al mundo de la muerte y del
pecado otorgándonos la oportunidad de resucitar como Él en su segunda venida a quienes hayan
seguido con sus obras su ejemplo crean en él.

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La vida es una constante preparación para la vida después de la muerte, concebida en “el cielo” con
Dios, el creer en Él nos dará vida eterna, por lo que es preciso hacer meritos para llegar a esa “tierra
prometida”.

Sus mayores preceptos son el amor a Dios, al prójimo, la obediencia a sus mandamientos y sacrificios
para obtener indulgencias en el juicio final. Se maneja la creencia de la dualidad cielo-infierno, al cual
las almas irán dependiendo de su comportamiento en la tierra.

Después de la muerte el cuerpo es velado y se le compaña con rezos con el fin de ayudarlo a que
encuentre el camino de Dios. No existe ninguna objeción para que se lleve a cabo una autopsia ni
donación de órganos.

Cabe mencionar que para muchos, la idea de una felicidad completa que busca el católico se da hasta
después de la muerte ya que durante la vida se cometen pecados y hay que hacer sacrificios
constantemente para alcanzar la plenitud.

Como se puede observar la religión juega un papel fundamental en cuanto a las ideas que se tienen
relacionadas con la muerte y con la vida. La muerte como momento último de la vida presente, en la
cual la forma de abordar este acontecimiento es característica de cada postura religiosa al establecer un
ritual específico formado por una serie de creencias que se tienen durante toda la vida.

1.3. Algunos antecedentes históricos de la ciencia con relación a la Muerte

El hombre aborda a la muerte también desde el punto de vista científico iniciando desde sus primeras
manifestaciones y de manera conjunta al desarrollo de la ciencia, apoyándose hasta hoy en las ciencias
biológicas y de la salud.

Bravo (2006), sostiene que desde la época medieval, las órdenes religiosas eran las que
proporcionaban consuelo y atención a los enfermos graves en sus monasterios. Posteriormente se
formaron los primeros Hospicios donde se aceptaban y cuidaban a los enfermos graves. En el siglo XVI
se forman los primeros Hospicios; en el siglo XIX (1842) Jeannie Garnier forma los primeros albergues

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en Francia, para enfermos de cáncer; en el siglo XX se forman los primeros Hospicios en Inglaterra y
en 1974 se forma el primer Hospicio en Estados Unidos.

Existen desde la segunda mitad del siglo pasado un reducido número de instituciones que ofrecían
asistencia a enfermos terminales, que carecían de familiares que los cuidaran, y que fueron fundadas
debido al gran número de personas necesitadas que morían solas y con frecuencia en las calles. Al
mismo tiempo el acceso al cuidado hospitalario se hizo más fácil y aceptable.

Con la creciente aceptación del cuidado hospitalario para las enfermedades surgió la
institucionalización del nacimiento y la muerte. “Morir en un hospital, más que en la casa, se volvió la
norma”.

Con el desarrollo de la tan exitosa alta tecnología médica de este siglo, se incrementó la dificultad de
conciliar el énfasis entre el diagnóstico y la curación. Curar era el objetivo más importante de la
medicina, por tanto, la muerte, era considerada como un fracaso.

Las expectativas en cuanto a la salud se modificaron, y con este cambio disminuyó el número de
muertes y de experiencias en torno a ella. El diagnóstico de muerte ha cambiado como consecuencia
del desarrollo de las ciencias biológicas y la muerte pasó a ser un suceso cada vez menos aceptado.
Este panorama es compartido por el paciente y su familia y a menudo reforzado por médicos y
enfermeras. Por lo tanto, puede ser común que el paciente terminal y su familia sean evitados dentro
del ambiente hospitalario.

Bravo (2006), indica que las necesidades emocionales del paciente y de quienes los cuidaban eran
con frecuencia ignoradas e insatisfechas, y dada la naturaleza y, lo severo de la enfermedad, era natural
ocultarle la gravedad de su situación al paciente dejándolo solo desde el punto de vista emocional.

La negativa ante la enfermedad se debía a la creencia de que si el enfermo lo sabía perdería la


esperanza y aceleraría su muerte. En general las necesidades físicas del enfermo eran descuidadas, así
como también lo eran sus necesidades sociales, emocionales y psicológicas. Sólo a veces se
consideraban los aspectos espirituales, ya que con frecuencia se hacían de manera inapropiada.

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Ante tantas necesidades, según Bravo (2006), y para compensar las fallas percibidas en el cuidado de
estos enfermos, surgió el movimiento de los “Hospicios modernos”. Y durante el curso de éste
desarrollo han ocurrido muchos cambios. Por eso hoy en día se propone más atención física, emocional
y espiritual para estos pacientes terminales.

Como se pudo observar, el concepto de muerte se encuentra rodeado por múltiples elementos, como
los médicos, psicológicos, filosóficos, religiosos, por citar algunos, y por lo tanto se requiere llevar a
cabo un estudio desde diferentes perspectivas.

De acuerdo con Marín (2000), se puede concluir que la muerte es un fenómeno multifactorial por lo
que se estudia desde varios ángulos y asimismo el bombardeo de los medios de comunicación da como
resultado el concepto actual de muerte que se maneja en la cultura de nuestros días. Que si bien no son
del todo negativos, si se enfatizan estos elementos negativos para la formación de la concepción de
muerte.

A lo largo del capítulo se mencionó que la vida y la muerte son naturales y como seres humanos se
tiene el derecho de tomar la responsabilidad de la muerte, así como se asume la de la vida.

El concepto de muerte se modifica con el transcurso del tiempo aun dentro del mismo marco cultural,
con lo que se puede hablar de una evolución de este concepto. Para Marín (2000), es un proceso
intelectual que llega a los niveles más profundos de la conciencia, y tiene que ver, principalmente, con
el conocimiento interior, creencias, experiencias y vocación.

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CAPÍTULO 2. ASPECTOS PSICOLÓGICOS EN RELACIÓN A LA MUERTE.

Al referirnos a los aspectos psicológicos en torno al morir, aludimos al nivel de los pensamientos,
actitudes, sentimientos, emociones y comportamientos del individuo como ser biopsicosocial.

Existen diferentes estados emocionales por los cuales atraviesa una persona cuando se encuentra su
muerte próxima, la de alguien cercano o querido o simplemente cuando la idea de la muerte lo inquieta
o atormenta.

Marín (2000), sostiene que la evolución del concepto y la actitud ante la muerte se acelera de 1930 a
1950 con el cambio del lugar en que se muere, ya no se muere más en el hogar sino en el hospital. Este
cambio de lugar procede de una serie de factores entre los cuales se encuentran los psicológicos. Este
mismo autor indica que según los partidarios de la buena muerte, esta no debería realizarse en los
pasillos de los hospitales, sino posiblemente como en los tiempos pasados, en la propia casa.

Gorer (cit. en Marín, 2000), afirma que el dolor reprimido, la prohibición de manifestarlo
públicamente, la obligación de sufrir solos, a escondidas hacen más pesado el trauma debido a la
pérdida de la persona querida.

El factor principal de ansiedad ante la muerte es la personalidad del sujeto, sostiene Temple (cit. en
Marín, 2000), es decir, el elemento cognoscitivo-afectivo; componente que es independiente de la
experiencia y del sexo de la persona. Asimismo, Ramos (cit. en Marín, 2000) dice que la aceptación de
la muerte es mayor a medida que la persona va completando su ciclo vital.

Lo difícil de lograr es la aceptación de la muerte: el hombre no tiene miedo a la muerte, sino a la


agonía, lo cual significa lucha. Agoniza el que vive luchando en contra de la vida misma. La muerte es
la terminación de la agonía, de una crisis que hace sufrir, y por eso se prefiere aun hablando de ella, la
muerte sin agonía, pues toda agonía representa lucha y sufrimiento.

Frente al muerto mismo se mantiene generalmente una conducta particular, casi de admiración, como
si hubiera llevado a cabo algo muy difícil. Suspendiéndose toda crítica hacia él, disculpándole
cualquier agravio, se encuentra justificado y se halla que el discurso fúnebre o en su epitafio se le honre

Chávez, J. H. 16
con lo más favorable. Se tiene un respeto por el muerto, que a este ya no le sirve de nada, por encima
de la verdad.

Cuando la muerte alcanza a nuestro padre, a nuestro consorte, a un hermano, a un hijo o a un amigo;
se sepulta con él las esperanzas, las demandas, los goces y no nos dejamos consolar. El
comportamiento se vuelve como si se muriera cuando mueren aquellos a quienes se ama.

Esta actitud ante la muerte tiene un fuerte efecto sobre la vida, esta última se empobrece, pierde
interés, cuando la máxima apuesta en el juego de la vida, que es la vida misma, no puede arriesgarse.
Se vuelve insípida e insustancial. Los vínculos afectivos, la insoportable intensidad del duelo, hacen
que se abstenga de buscar peligros.

Todo lo anterior atestigua el intento del hombre por tratar de superar el trauma del transito de la vida
a la muerte.

2.1. Perspectiva Psicoanalítica

Al preguntarse: ¿cómo se comporta el inconsciente frente al problema de la muerte?, Marín (2000),


indica que el inconsciente no cree en la muerte propia, sino que se conduce como si fuera inmortal.
Para Freud el inconsciente es tan inaccesible a la representación de la muerte propia, tan ganoso de
muerte contra el extraño (la humanidad comparte un instinto asesino), tan dividido (ambivalente) hacia
la persona amada como el hombre de los tiempos primordiales. Generalmente se admite la muerte de
extraños y enemigos, fulminándola sobre ellos tan pronta y despreocupadamente como el hombre
primordial. Nuestro inconsciente no ejecuta el asesinato meramente lo piensa y desea.

“La existencia de la muerte, el saber de nuestra finitudes lo que permite significar toda nuestra obra,
todo nuestro hacer y sentir. Si algún día no fuésemos a morir ¿cuál sería el sentido de todo nuestro
vivir? Hoy amamos, sufrimos, trabajamos, odiamos, y el sentido de todo este bregar esta dado por la
certidumbre de que en algún momento la vida se terminaría. Si nuestra vida no corriese riesgos, si no
existiera la posibilidad, siempre presente y acechante, de que esta pudiese terminar, ¿para qué se
esforzaron, para qué sentir? Todo sería postergado. Ningún placer, ningún dolor hallaría lugar. Tan sólo
el tedio se apoderaría de nosotros, el letargo triunfaría sobre la vida” (Marín, 2000, p. 43).

Chávez, J. H. 17
“La vida sólo tiene sentido por la existencia de la muerte…pero sólo podemos darle sentido a la vida
si suponemos la inexistencia de la muerte” (Sahovaler, 1995).

Para Marín (2000), el núcleo de esta problemática está constituido por la vivencia de la muerte en una
situación vital. Expresado en forma más comprensible, el problema que nos ocupa, generalmente
reprimido en la consciencia de quienes deben experimentarlo directamente, es la vivencia de la muerte
en mi conciencia ocasionada por la separación y complementario a este, el problema que
narcisistamente es más mortificante para quien lo sufre: la violencia de mi muerte en la conciencia de
otro.

Este mismo autor sostiene que en la separación se produce una muerte en la conciencia. La pérdida
del objeto de amor que al mismo tiempo es fuerte objeto de identificación, conduce a una auténtica
mutilación del yo; a una catástrofe del yo por la pérdida de la identidad y por tanto a una considerable
regresión amenazante para el yo. Para que la victoria de la muerte no sea absoluta, para que la muerte
en la conciencia no se convierta en aniquiladora de la conciencia (psicosis) y para que la muerte en la
conciencia no siga la extinción física (morir psicosomático o suicidio), inmediatamente se ponen en
juego mecanismos de defensa como lo son: la agresividad, la indiferencia y la huida hacia adelante
(determinada, ante todo, por el Superyó, con miras a la conservación del ideal del yo; manifestada
como huida en la actividad, escape totalmente en tal acción).

Para el inconsciente es imposible imaginar un verdadero final de la vida aquí en la Tierra, y si esta
vida tiene que acabar, el final siempre se atribuye a una intervención del mal que viene de fuera. En
términos más simples, en nuestro inconsciente sólo podemos ser asesinados, nos es inconcebible morir
por una causa natural o por vejez, por lo tanto la muerte si va asociada a un acto de maldad, es un
acontecimiento aterrador, algo que exige pena y castigo.

Reyes, 1996 (cit. en Marín, 2000), indica que la muerte enfrenta a la persona con una potencial
desilusión de su yo y esto hace que el enfermo sufra de miedos como: a lo desconocido, a la
destrucción, a la soledad, a perder el cuerpo (sentido psicológico de la pérdida del yo), a perder el
autocontrol, al dolor, a la pérdida de identidad, a la regresión del yo y a morir sin dignidad.

Según Marín (2000), las personas tienen respuestas naturales hacia los pensamientos acerca de la
muerte, como el miedo a morir y muchos miedos hacia la muerte son acerca de lo que pasará justo

Chávez, J. H. 18
antes de morir. Este es un momento universal y natural. Se tiene miedo de que mientras se muera, sea
abandonado y esté sólo en ese difícil período. Se tiene miedo de perder el control o de haber sido malo
y por lo tanto merecer la muerte. Se siente o padece sufrimiento físico y se teme abandonar a la gente
dejando relaciones no resueltas.

Existe un miedo a la muerte relacionado con el instinto de conservación, cuya ausencia podría
conducir a la extinción de la humanidad, tiene algo de animal desde este punto de vista. La angustia es
sólo atribuible al hombre, dado que implica futuro, rebelión ante lo inevitable, ante lo desconocido y
ante la certeza de dejar lo conocido. Puede ser el resultado de un raciocinio de preguntas que el animal
no se hace. Se teme al “como”, al proceso, a la agonía, hay quienes tienen pánico de ser enterrados
vivos. El miedo si se hace angustioso paraliza la vida y hasta puede suprimir la alegría de vivir. Se
siente miedo a la separación, al abandono, a la falta de control sobre el futuro, se teme a la muerte y al
proceso de morir propio y al de los seres que amamos.

Para este mismo autor los niños desde pequeños, al nacer viven la separación de su madre y es ahí,
según expresan los psicólogos, donde surge la primera sensación dolorosa de pérdida, que se va
alimentando con las sucesivas separaciones de los seres del que el bebé depende. Más tarde se les
enseña sobre el peligro que puede causarles aquello que daña su salud, explicándoles, en ocasiones, que
tal acción los puede matar y se les habla de la muerte de los “malos”, de que la muerte daña, es mala,
lastima y que los muertos asustan.

Los niños aprenden que la ausencia de su madre o de las personas significativas implica pérdida de
apoyo biológico, emocional y social. Separación muy difícil de afrontar, la cual es considerada como la
mayor vulnerabilidad y desamparo.

Los sentimientos de angustia y miedo modifican la conducta de las personas debido al cambio interno
que implican. Los cambios que se producen dependen de las circunstancias y del sujeto que las vive.
Lo mismo ocurre con el miedo a la muerte, se expresa de muy diferentes formas, como: la evasión, los
cambios en el estilo de vida, y los sueños.

Pérez Valera (cit. en Marín, 2000), menciona que en cuanto al miedo a la muerte, se debe superar el
miedo patológico, obsesivo, pero la represión del miedo sería el peor camino para vencerlo. Más que

Chávez, J. H. 19
suprimir los miedos o angustia muchas veces se trata de sublimarlos. Para enfrentar el miedo a la
muerte no funciona ni la evasión, ni la reflexión obsesiva, sino la sublimación.

2.1.1. Las dos clases de pulsiones

Freud, 1920 (cit. en Mannoni, 1991), al hablar de nuestra relación con la muerte, explica que la
bilogía no pudo decidir aún si la muerte es el destino necesario de todo ser vivo o si es tan sólo un
accidente regular aunque tal vez inevitable en el interior de la vida. Necesidad de morir y deseo de
vivir, con esto se topa Freud en su empeño por despejar el concepto teórico y el lugar ocupado por el
problema del más allá en el destino de un individuo.

Para el psicoanálisis, el deseo de vivir trae consigo tensiones y una parte de perturbación que, una vez
extinguida la tensión, conducen sin embargo al placer. Freud, 1938 (cit. en Mannoni, 1991), muestra
una especie de jerarquía del peligro que tarde o temprano puede traducirse en el deseo de morir (deseo
que pasa a ser fuente de angustia de muerte). Sin embargo en toda enfermedad grave, el deseo de vivir
interviene y procura imponerse donde la muerte está, por otra parte ejerciéndose. Lo cierto es que el
núcleo del sentimiento de peligro es situado por Freud del lado de un desamparo impensable, aquel que
surge cuando la ilusión de ser inmortal se impone como ilusión al sujeto.

Freud (1920), explica que el yo se encuentra bajo la particular influencia de la percepción, y que
puede decirse, en líneas generales, que las percepciones tienen para el yo la misma significatividad y
valor que las pulsiones para el ello. Ahora bien, el yo está sometido a la acción eficaz de las pulsiones,
lo mismo que el ello, del que no es más que un sector particularmente modificado.

Indica también que es necesario distinguir dos clases de pulsiones: las pulsiones sexuales o Eros; que
es con mucho la más llamativa, la más notable y por lo cual es más fácil anoticiarse de ella. No sólo
comprende la pulsión sexual no inhibida, genuina, y las mociones pulsionales sublimadas y de meta
inhibida, derivadas de aquella, sino también la pulsión de autoconservación, que se atribuye al yo que
en el principio del trabajo analítico se habían contrapuesto a las pulsiones sexuales de objeto. En cuanto
a la segunda clase de pulsiones, se llegó a ver en el sadismo un representante de ella. Freud (1920),
menciona que: “Sobre la base de consideraciones teóricas, apoyadas por la biología, suponemos una
pulsión de muerte, encargada de reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte, mientras que el Eros

Chávez, J. H. 20
persigue la meta de complicar la vida mediante la reunión, la síntesis de la sustancia viva dispersada en
partículas, y esto, desde luego para conservarla” (Freud, 1920, p.41).

Freud (1920), en Más allá del Principio del Placer; lleva a cabo el tercer gran paso en su Teoría de
las pulsiones, cambiando definitivamente el dualismo pulsional que hasta ese momento sostenía
constituido por las pulsiones sexuales y las pulsiones yoicas o de autoconservación; quedando formado
por las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte.

Ambas pulsiones se comportan de una manera conservadora en sentido estricto, ya que aspiran a
restablecer un estado perturbado por la génesis de la vida, misma que para Freud (1920) sería,
entonces, la causa de que el Eros continúe y simultáneamente, también, de su pugna hacia la muerte; y
la vida misma sería un compromiso entre estas dos aspiraciones. Se diría pues, que la pregunta por el
fin y propósito de la vida recibiría una respuesta dualista y así “en cada fragmento de sustancia viva
estarían activas las dos clases de pulsiones, si bien en una mezcla desigual, de suerte que una sustancia
podría tomar sobre sí la subrogación principal del Eros” (Freud, 1920, p.42).

“En el principio del placer, en ejercicio Freud distingue a las pulsiones de muerte, como si el
principio del placer estuviese a su servicio. Esta hipótesis de Freud sobre la tendencia del hombre a
reproducir el pasado más remoto, incluido el de la materia inerte concebida como anterior a la vida,
sigue complicando a muchos analistas. Pues lo que se observa en la práctica (y quizá por esto mismo
Freud inventó el concepto de pulsión de muerte), es el peso sobre un destino de la repetición (a
diferenciar de toda búsqueda del objeto perdido)” (Mannoni, 1992, p.53).

Según Marín (2000), nada pulsional solicita la creencia en la muerte, ya que lo que llamamos nuestro
inconsciente (los estratos más profundos de la estructura psíquica, compuestos por mociones
pulsionales) no conoce absolutamente nada negativo, ninguna negación y por consiguiente tampoco
conoce esta muerte propia, a la que conscientemente sólo podemos darle un contenido negativo.

Freud, 1948 (cit. en Marín 2000), menciona que nuestro inconsciente es tan inaccesible a la
representación de la muerte propia, tan ganoso de muerte contra el extraño, tan dividido (a mbivalente)
hacia la persona amada como el hombre de los tiempos primordiales.

Chávez, J. H. 21
2.1.2. El proceso del duelo

Bauab (2001), hace referencia a la etimología del término, con lo que menciona que sobre la palabra
“duelo” recaen 2 significaciones provenientes de dos vocablos latinos: dolus, del latín tardío, que
significa dolor, pena o aflicción. Demostraciones que se hacen para manifestar el sentimiento que se
tiene por la muerte de alguien. Duellum, variante fonética arcaica de bellum, que significa batalla,
desafío y combate entre dos.

Freud, 1917 (cit. en Bauab, 2001), en Duelo Y Melancolía, le impone al término duelo una
consistencia psicoanalítica, así el estado anímico que la situación de duelo acarrea y las vicisitudes
respecto a la tramitación de la pérdida son un tema de sumo interés para el psicoanálisis.

Basándose en la propiedad homónima de la palabra duelo y de las raíces etimológicas, continúa


Bauab (2001), se puede decir que el duelo es dolor, dolor psíquico que puede llegar hasta encarnarse,
como es el caso de algunas enfermedades psicosomáticas; pero también es un desafío a la estructura
subjetiva para recomponer su universo simbólico; luego del cimbrazo que le provocó ese agujero en lo
real que significa la pérdida del objeto amado.

Marín (2000), menciona que el duelo es una emoción normal y es un sentimiento que hace sufrir. En
el lenguaje común, indica este autor, que llamamos sentimiento a una experiencia subjetiva e íntima.
Cuando estas sensaciones alcanzan un nivel de percepción, es porque se refleja un aspecto de la
realidad. Se habla pues, de experiencias cognitivas; es decir, unas cosas representan o recuerdan a
otras, se forma así una cadena potencialmente infinita. Entre estas experiencias cognitivas esta el dolor.

Psicoanalíticamente, para Marín (2000), el duelo es una reacción normal ante una pérdida real, en la
que se actúa para apartar la libido que se había instalado en el objeto perdido. Para muchos autores es
un mecanismo intrapsíquico mediante el cual el objeto perdido pasa a formar parte del yo,
incorporándose al yo Ideal o al superyo. Esto explica que todo duelo sea un proceso homeostático, y
que tiene como finalidad que el sobreviviente, adaptándose a la pérdida, pueda continuar con su vida,
viviéndola a plenitud.

Chávez, J. H. 22
Para Mannoni (1992), el duelo se sitúa en el campo del principio de realidad: hay separación
respecto del objeto, puesto que ya no existe. La nostalgia del objeto perdido se reaviva cada vez que
una situación viene a recordar el propio apego a éste ser amado.

Freud (1917), menciona que el trabajo de duelo consiste, por tanto, en la desinvestidura de un objeto
al que es tanto más difícil renunciar cuanto que con él se pierde una parte de uno mismo. La nostalgia
del objeto perdido se reaviva cada vez que una situación viene a recordar el propio apego a este ser
amado. Mientras se cumple el “trabajo” de duelo, puede instalarse una actitud de rebeldía y conducir al
sujeto a una psicosis alucinatoria de deseo. En lo inconsciente, el muerto amenaza con convertirse en el
enemigo del superviviente. Para el deudo es una manera de conservar el objeto perdido. Mientras que
en el proceso normal del “trabajo” de duelo el yo acaba por recobrar su libertad, no sucede lo mismo en
la melancolía, donde la pérdida del objeto queda sustraída a la conciencia.

Marín (2000), sostiene que el trabajo que el duelo opera, consiste en la exhortación de quitar toda
libido de sus enlaces con el objeto amado que ya no existe más, mismo que emana esta exhortación. Sin
embargo universalmente se observa que el hombre no abandona de buen grado una posición libidinal,
ni aun cuando su sustituto ya se asoma. Esa renuencia puede alcanzar tal intensidad que produzca un
extrañamiento de la realidad y una retención del objeto por vía de una psicosis alucinatoria de deseo.
Lo normal es que prevalezca el acatamiento de la realidad, pero la orden que esta imparte no puede
cumplirse enseguida. Se ejecuta pieza por pieza con un gran gasto de tiempo y de energía de
investidura, y entre tanto la existencia del objeto perdido continúa en lo psíquico. Cada uno de los
recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son clausurados,
sobreinvestidos y en ellos se consuma el desasimiento de la libido.

“La inclinación a no computar la muerte en el cálculo de la vida trae como consecuencia muchas
otras renuncias y exclusiones” (Freud, 1915, cit. en Bauab, 2001).

En Freud (1917), intenta deslindar aquello que en las etapas del duelo se localiza a nivel de la
angustia, del dolor y del duelo propiamente dicho. Procura esclarecer la relación concerniente a la
transferencia de la sensación de dolor del terreno físico al terreno psíquico. La investidura nostálgica de
un ser amado hace posible abstraerse del dolor físico.

Chávez, J. H. 23
Mannoni (1992), indica que si el principio de realidad exige al superviviente separarse de un objeto
que ya no existe, esta pérdida de objeto remite sin embargo, en el plano de lo vivido a una situación
traumática. Son las situaciones de satisfacción las que crearon el objeto que va a faltar en el momento
de desaparecer. Una necesidad (del amado) que da pie a un deseo, va a crear, en el caso de una pérdida,
una situación nueva marcada por el dolor, que es una reacción a esta pérdida (vivida a veces como
abandono). La angustia pasa a ser entonces, por desplazamiento, reacción a un peligro procedente del
objeto perdido (ya que la muerte puede traer desgracia al superviviente).

Según Marín (2000), una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve otra vez libre y
desinhibido.

Freud (1917), considera el duelo normal como un proceso largo y doloroso que termina resolviéndose
por si solo al hallar objetos de reemplazo para lo perdido. El acento recae sobre la lucha incesante que
debe librar el hombre para reconquistar la vida (a través de las pérdidas sufridas por la muerte,
enfermedad, las guerras). “El duelo normal vence sin duda la pérdida del objeto y mientras persiste
absorbe de igual modo todas las energías del yo. Para cada uno de los recuerdos y de las situaciones de
expectativa que muestran la libido anudada con el objeto perdido, la realidad pronuncia su veredicto: El
objeto ya no existe más; y el yo, preguntado, por así decir, si quiere compartir ese destino, se deja llevar
por la suma de satisfacciones narcisistas que le da el estar con vida y desata su ligazón con el objeto
aniquilado. Podemos imaginar que esa desatadura se cumple tan lentamente y tan paso a paso que, al
terminar el trabajo, también se ha disipado el gasto que requería” (Marín, 2000, p. 54-55).

Freud (1917), se pregunta por qué razón en el duelo normal no habría espacio (al final del trabajo de
duelo) para la etapa de triunfo que se halla en la manía (que en su insaciable búsqueda de nuevas
investiduras de objeto, testimonia haberse liberado del objeto que le hacia sufrir). Ve ejercerse en el
trabajo de duelo una tentativa “lograda” de desprendimiento del sujeto respecto del objeto: el principio
de realidad sale vencedor, el objeto ha desaparecido por completo. De hecho el amor ha podido
encontrar refugio en el yo del sujeto (que se ve así incrementado).

Marín (2000), indica que se hace una distinción cuando la muerte ya ocurrió y cuando existe la
probabilidad y proximidad de la muerte de quien se ama. Así se diferencía el duelo del duelo
anticipado o anticipatorio, que es antes de que la muerte ocurra o se presume cercana e inminente; e
implica en quien lo sufre, un reconocimiento intelectual y emocional de esa realidad, al mismo tiempo

Chávez, J. H. 24
moviliza mecanismos psicológicos que sirven para alcanzar la adaptación por la próxima pérdida. En
un principio se presentan toda serie de emociones. Estrictamente hablando, para Marín (2002), el duelo
anticipatorio es lo que corresponde a la depresión anticipatoria y no se trata del duelo del propio
enfermo en fase terminal sino del duelo de la familia, amigos y miembros de salud involucrados.

A partir del desprendimiento que es algo normal, y aunque prepare a la familia para la separación
definitiva, generalmente se producen muchas culpas y mucha rabia. El cansancio físico y emocional
hace que los familiares, agotados, viendo además el sufrimientote su enfermo, lleguen a desear su
muerte.

La Dra. Elisabeth Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín 2000), describió cinco etapas por las que pasa o
debiera de pasar todo ser humano al enfrentarse a una crisis provocada por la muerte de un ser querido
al saber que esta próxima o por la propia muerte: Negación.- es la no aceptación del hecho, es negar lo
que posiblemente esta próximo, como negar que pueda ser verdad; Ira.- son sentimientos de rabia,
coraje, envidia o resentimiento (“¿porque yo?”); Pacto o Negociación.- es un intento por posponer los
hechos, surgen ideas de recibir recompensa como vivir un poco más por haber tenido “buena”
conducta; Depresión.- son sentimientos de dolor, tristeza, desgano, en lo cual si se permite expresar
dicho dolor se encontrara más fácil la aceptación final; Aceptación.- si se ha tenido suficiente tiempo y
se la ha ayudado a la persona a pasar por las fases antes descritas, llegará el momento en que su destino
no le enojará ni le deprimirá. Estas etapas no sólo se originan del hecho mismo de muerte, sino que
también pueden ser producidas por la simple idea de la muerte, su proximidad, o algún contacto
cercano, y que el proceso de duelo implica el paso por todas estas etapas, aun cuando no se siga un
orden riguroso, es importante cubrirlas para cerrar el duelo.

Se puede concluir que el proceso de duelo es un proceso de crisis, y por lo tanto se pasa por
determinadas etapas que cubren ciertas emociones y sentimientos.

Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín 2000), indica que si se pudiera empezar a considerar la posibilidad
de la muerte propia, se podrían conseguir muchas cosas, la más importante de las cuales sería el
bienestar del paciente, de las familias, y por último, quizá del país. Asimismo menciona que si se ve a
la muerte como un tema tabú, aterrador y horrible, nunca se podrá ayudar a alguien a afrontar la
realidad.

Chávez, J. H. 25
2.2. Logoterapia de Víctor E. Frankl

Frankl (1962), menciona que empleó el término de “logoterapia” para definir su teoría debido a que
la palabra griega logos equivale, entre otras cosas, a “sentido”, “significado” o “propósito”. La
logoterapia (llamada por muchos autores como la tercera escuela vienesa de psicoterapia), se centra en
el significado de la existencia humana, así como en la búsqueda de dicho sentido por parte del hombre.
De acuerdo con la logoterapia, la primera fuerza motivante del hombre es la lucha por encontrarle un
sentido a su propia vida. Por eso, según Frankl nos habla de voluntad de sentido, en contraste con el
principio del placer (o voluntad de placer) en que se centra el psicoanálisis freudiano, y en contraste
con la voluntad de poder que enfatiza la psicología de Adler.

La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una
“racionalización secundaria” de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico en cuanto
es uno mismo y uno solo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra alcanzar el hombre un
significado que satisfaga su propia voluntad de sentido. Para Frankl algunos autores sostienen que los
sentidos y los principios no son otra cosa que “mecanismos de defensa”, “formaciones y sublimaciones
de las reacciones”. Por lo que anuncia: “…yo no quisiera vivir simplemente por mor de mis
“mecanismos de defensa”, ni estaría dispuesto a morir por mis “formaciones de las reacciones”. El
hombre, no obstante, ¡es capaz de vivir e incluso de morir por sus ideales y principios!” (p. 98-99).

Asimismo Frankl (1962), indica que habría que precaverse de la tendencia a considerar los principios
morales como simple expresión del hombre. El logos ó “sentido” no sólo es algo que nace de la propia
existencia, sino algo que hace frente a la existencia. Menciona que se considera cierto por lo que se
refiere al argumento de algunos existencialistas que no ven en los ideales humanos otra cosa que
invenciones, sosteniendo que el hombre se inventa a sí mismo concibiendo su propia “esencia”, es
decir, lo que él es esencialmente, incluso lo que debería o tendría que ser. Para lo que el padre de la
logoterapia dice: “no considero que nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo
descubrimos” (p. 100).

En el hombre, para Frankl (1962), no cabe hablar de lo que suele llamarse impulso moral o impulso
religioso, interpretándolo de manera idéntica a cuando se dice que los seres humanos están
determinados por los instintos básicos. El hombre no actúa así para satisfacer un impulso moral y tener

Chávez, J. H. 26
una buena conciencia; lo hace por mor de de una causa con la que se identifica, por la persona que ama,
o por la gloria de Dios.

Esta voluntad de sentido del hombre también puede frustrarse, en cuyo caso la logoterapia habla de la
frustración existencial. Utilizando el término existencial de tres maneras: 1) existencia; es decir, el
modo de ser específicamente humano; 2) el sentido de la existencia; y 3) el afán de encontrar un
sentido concreto a la existencia personal, o lo que es lo mismo, la voluntad de sentido.

Este mismo autor sostiene que en los casos noógenos (del griego noos, que significa mente), la
terapia apropiada e idónea no es la psicoterapia en general, sino la logoterapia, es decir, una terapia que
se atreva a penetrar en la dimensión espiritual de la existencia humana. De hecho, logos significa
también “espíritu” y la logoterapia considera en términos espirituales temas asimismo espirituales
como pueden ser la aspiración humana por una existencia significativa y la frustración de este anhelo.
Estos temas se tratan desde el momento en que se inician, en vez de rastrearlos hasta sus raíces y
orígenes inconscientes, es decir, en vez de tratarlos como instintivos. Para Frankl (1962), el sufrimiento
no es siempre un fenómeno patológico; más que un síntoma neurótico, el sufrimiento puede muy bien
ser un logro humano, sobre todo cuando nace de la frustración existencial. Niega categóricamente que
la búsqueda de un sentido para la propia existencia, o incluso la duda de que exista, procede de una
enfermedad o sea resultado de ella. La frustración existencial no es en sí misma ni patológica ni
patógena. El interés del hombre, incluso su desesperación por lo que la vida tenga de valiosa es una
angustia espiritual, pero no es en modo alguno una enfermedad mental.

Sin embargo, agrega Frankl (1962), todo análisis trata de hacer al paciente consciente de lo que
anhela en lo más profundo de su ser. La logoterapia difiere del psicoanálisis en cuanto considera al
hombre como un ser cuyo principal interés consiste en cumplir un sentido y realizar sus propios
principios morales, y no en la mera gratificación y satisfacción de sus impulsos e instintos ni en poco
más que la conciliación de las conflictivas exigencias del ello, del yo y del superyo, o en la simple
adaptación y ajuste a la sociedad y al entorno.

Todo esto se puede entender en la noodinámica que propone Frankl (1962) en la logoterapia en
donde menciona que la búsqueda humana de ese sentido y de esos principios puede nacer de una
tensión interna y no de un equilibrio interno; requisito indispensable de salud mental. Para él no hay
nada en el mundo capaz de ayudarnos a sobrevivir, aun en las peores condiciones, como el hecho de

Chávez, J. H. 27
saber que la vida tiene un sentido. “Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier
cómo” (Nietzsche, cit. en Frankl, 1962, p. 104). Frankl considera estas palabras como un motor que es
válido para cualquier psicoterapia.

La tensión existente entre lo que ya se ha logrado y lo que todavía no se ha conseguido; o el vacío


entre lo que se es y lo que se debería ser. Esta tensión es inherente al ser humano y por consiguiente es
indispensable al bienestar mental. La salud se basa en un cierto grado de tensión y según Frankl (1962),
no se debe dudar en desafiar al hombre a cumplir su sentido potencial. Sólo de este modo se despierta
el estado de latencia de su voluntad de significación. Lo que el hombre necesita no es la homeostasis
(como se denomina en biología); es decir, un estado sin tensiones, sino la noodinámica, es decir la
dinámica espiritual dentro de un campo de tensión bipolar en el cual un polo viene representado por el
significado que debe cumplirse y el otro polo por el hombre que debe cumplirlo aun en el caso de
individuos neuróticos, sin tener miedo a aumentar dicha carga y orientar a los pacientes de los
terapeutas, hacia el sentido de sus vidas. “…esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena.
Lo que precisa no es eliminar la tensión a toda costa, sino sentir la llamada de un sentido potencial que
está esperando a que él lo cumpla” (p.104-105).

Al hablar del sentido de la vida, Frankl (1962) considera que la esencia íntima de la existencia
humana esta en su capacidad de ser responsable. A cada hombre se le pregunta por la vida y
únicamente puede responder a la vida respondiendo por su propia vida; sólo siendo responsable puede
contestar a la vida. Para él, este énfasis en la capacidad de ser responsable se refleja en el imperativo
categórico de la logoterapia: “Vive como si ya estuvieras viviendo por segunda vez y como si la
primera vez ya hubieras obrado tan desacertadamente como ahora estas a punto de obrar.” Y menciona
que no hay nada más que pueda estimular el sentido humano de la responsabilidad que ésta máxima
que invita a imaginar; primero, que el presente ya es pasado y, en segundo lugar, que se puede
modificar y corregir ese pasado, enfrentando este precepto al hombre con la finitud de la vida, así como
con la finalidad de lo que cree de sí mismo y de su vida.

Para Frankl (1962), el único aspecto verdaderamente transitorio de la vida es lo que en ella hay de
potencial y que en el momento en que se realiza, se hace realidad, se guarda y se entrega al pasado, de
donde se rescata y se preserva de la transitoriedad. Porque nada del pasado está irrecuperablemente
perdido, sino que todo se conserva irrevocablemente. Sin embargo la transitoriedad de la existencia en
modo alguno la hace carente de significado, pero sí configura la responsabilidad, ya que todo depende

Chávez, J. H. 28
de que nosotros comprendamos que las posibilidades son esencialmente transitorias. La logoterapia al
tener en cuenta la transitoriedad esencial de la existencia humana, no es pesimista, sino activista. El
hombre elige constantemente de entre la gran masa de posibilidades presentes, y en todo momento el
hombre debe decidir, cuál será el monumento de su existencia.

Finalmente se puede decir que la función de la logoterapia consiste en ampliar y ensanchar el campo
visual del paciente de forma que sea consciente y visible para él todo el espectro de las significaciones
y los principios. La logoterapia no precisa imponer al paciente ningún juicio, pues en realidad la verdad
se impone por sí misma sin intervención de ningún tipo (Frankl, 1962).

A lo largo de este capítulo se trataron los aspectos psicológicos en relación a la muerte, más relevantes
de acuerdo al psicoanálisis y complementariamente a la logoterapia, tomando en cuenta las
concepciones teóricas fundamentales de cada perspectiva.

Tal es el caso de las pulsiones, en lo que Freud (1917), señala que el yo está sometido a la acción
eficaz de las pulsiones, lo mismo que el ello, del que no es más que un sector particularmente
modificado. El yo se encuentra bajo la influencia de la percepción, y puede decirse, que las
percepciones tienen para el yo la misma significatividad y valor que las pulsiones para el ello.
Asimismo destaca la necesidad de distinguir dos clases de pulsiones: las pulsiones sexuales o Eros (que
no sólo comprende la pulsión sexual no inhibida, y las mociones pulsionales sublimadas y de meta
inhibida, sino también la pulsión de autoconservación, que se atribuye al yo), y las pulsiones de muerte
(encargadas de reconducir al ser vivo orgánico al estado inerte). Para Freud el Eros persigue la meta de
complicar la vida mediante la reunión, la síntesis de la sustancia viva dispersada en partículas, y esto,
desde luego para conservarla.

Se puede decir que en esta dualidad pulsional radica la base de toda manifestación humana, en donde
cada pulsión comprende otras pulsiones más que constituyen la estructura psíquica.

Marín (2000), indica que nada pulsional solicita la creencia en la muerte, ya que nuestro inconsciente
(los estratos más profundos de la estructura psíquica, compuestos por mociones pulsionales) no conoce
absolutamente nada negativo, y por consiguiente tampoco conoce esta muerte propia, a la que
conscientemente sólo podemos darle un contenido negativo.

Chávez, J. H. 29
Es importante mencionar que ambas pulsiones aspiran a restablecer un estado perturbado por la
génesis de la vida. El fin y propósito de la vida recibiría una respuesta dualista y así en toda sustancia
viva estarían activas las dos clases de pulsiones, si bien en una mezcla desigual, de suerte que una
sustancia podría tomar sobre sí la subrogación principal del Eros (Freud, 1920).

Para muchos psicoanalistas el proceso más importante que interviene en los aspectos psicológicos en
torno al morir es sin duda el duelo, que influenciado también por las pulsiones antes mencionadas, se
puede decir que es un mecanismo intrapsíquico mediante el cual el objeto perdido pasa a formar parte
del yo, incorporándose al yo Ideal o al superyo. Es una reacción normal ante una pérdida real, en la que
se actúa para apartar la libido que se había instalado en el objeto perdido. La nostalgia del objeto
perdido se reaviva cada vez que una situación viene a recordar el propio apego a este ser amado.

La Dra. Elisabeth Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín 2000), habla de cinco etapas por las que pasa o
debiera de pasar toda persona al enfrentarse a una crisis provocada por la muerte de un ser querido al
saber que esta próxima o por la propia muerte (negación, ira, pacto o negociación, depresión,
aceptación). Para esta autora, el proceso de duelo implica el paso por todas estas etapas, y aun cuando
no se siga un orden riguroso, es importante cubrirlas para cerrar el duelo.

A diferencia de Frankl (1962), que en la noodinámica propone que la búsqueda humana del sentido
de la vida puede nacer de una tensión interna y no de un equilibrio interno; requisito indispensable de
salud mental. Así propone una desigualdad en las tensiones intrapsíquicas mencionando que lo que el
hombre necesita no es la homeostasis, sino la noodinámica, es decir la dinámica espiritual dentro de un
campo de tensión bipolar en el cual un polo viene representado por el significado que debe cumplirse y
el otro polo por el hombre que debe cumplirlo sin tener miedo a aumentar dicha carga y orientar a los
pacientes de los terapeutas, hacia el sentido de sus vidas.

El logos ó “sentido” es algo que nace de la propia existencia, y que hace frente a la existencia.
Frankl (1962), sostiene que el hombre se inventa a sí mismo concibiendo su propia “esencia”, es decir,
lo que él es esencialmente, incluso lo que debería o tendría que ser. Y no considera que nosotros
inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo descubrimos. La búsqueda por parte del
hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y no una “racionalización secundaria” de
sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico en cuanto es uno mismo y uno sólo quien
tiene que encontrarlo; únicamente así logra alcanzar el hombre un significado que satisfaga su propia

Chávez, J. H. 30
voluntad de sentido. El hombre, para Frankl (1962), es capaz de vivir e incluso de morir por sus ideales
y principios.

Por último se puede concluir que la logoterapia no sólo difiere del psicoanálisis en el aspecto antes
mencionado, sino también en cuanto considera al hombre como un ser cuyo principal interés consiste
en cumplir un sentido y realizar sus propios principios morales, y no en la mera gratificación y
satisfacción de sus impulsos e instintos ni en poco más que la conciliación de las conflictivas
exigencias del ello, del yo y del superyo, o en la simple adaptación y ajuste a la sociedad y al entorno.

Chávez, J. H. 31
CAPÍTULO 3. TANATOLOGÍA

“El aprender a afrontar la muerte -en su doble vertiente de experiencia individual o de doliente en
presencia de un allegado- es también aprender a asumir, en toda su dimensión, nuestra propia
humanidad” (Bravo, 2006, p. 3).

3.1. Definición de Tanatología

Bravo (2006), menciona que el término Tanatología está constituido por dos raíces etimológicas, la
primera se ubica en el vocablo tanatos derivado del griego Thanatos, nombre que en la mitología
griega se le daba a la diosa de la muerte, hija de la noche, denominada Eufrone o Eubolia, que quiere
decir "madre del buen consejo"; que tuvo a su hija (la muerte o Thanatos) sin la participación de un
varón, por lo cual muchos la consideran diosa (algunas veces, también la diosa de la muerte es
representada como un genio alado).

Thanatos (la muerte) es representada con una guadaña, un ánfora y una mariposa. La guadaña indica
que los hombres son cegados en masa como las flores y las yerbas efímeras, el ánfora sirve para
guardar las cenizas, y la mariposa que vuela es emblema de esperanza en otra vida.

El segundo vocablo es logos que deriva del griego logos, y tiene varios significados: palabra, razón,
estudio, tratado, discurso, sentido, etcétera. La gran mayoría de los filósofos griegos le daban la
acepción de sentido, pero el que haya prevalecido como estudio, tratado u otro, se debe a errores
interpretativos con el transcurso del tiempo.

De ahí que la Tanatología, para Bravo (2006), pueda definirse etimológicamente como " la ciencia
encargada de encontrar sentido al proceso de la muerte " (dar razón a la esencia del fenómeno). Pero
para dar una definición más completa, es necesario además de tomar en cuenta la etimología del
término, situarnos en la historia para comprender el origen de la Tanatología.

Como se mencionó en el primer capítulo de esta investigación, desde la época medieval, las órdenes
religiosas eran las que proporcionaban consuelo y atención a los enfermos graves en sus monasterios.

Chávez, J. H. 32
Posteriormente se formaron los primeros hospicios (siglo XVI), donde se aceptaban y cuidaban a los
enfermos graves. Hasta el siglo XIX se formaron los primeros albergues en Francia para enfermos de
cáncer y durante el siglo XX se forman los primeros hospices en Inglaterra y posteriormente en Estados
Unidos.

Sin embargo, Bravo (2006), indica que fue hasta 1901, cuando se acuñó el término Tanatología por el
médico ruso Elías Metchnikoff, quién en el año de 1908 recibiera el Premio Nobel de Medicina por sus
trabajos que culminaron en la teoría de la fagocitosis. En ese momento la Tanatología era conocida
como “la ciencia de la muerte” y fue considerada como una rama de la medicina forense que trataba de
la muerte y de todo lo relativo a los cadáveres desde el punto de vista médico-legal.

Continúa este mismo autor mencionando que en 1930, como resultado de grandes avances en la
medicina, empezó un período que confinaba la muerte en los hospitales, y en la década de 1950 esto se
generalizó cada vez más. Así el cuidado de los enfermos en fase terminal fue trasladado de la casa a las
instituciones hospitalarias, de modo que la sociedad de la época "escondió" la muerte en un afán de
hacerla menos visible, para no recordar los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

Marín (2000), sostiene que inicialmente la Tanatología se consideró como la ciencia de la muerte y
sus manifestaciones, la suma de conocimientos científicos de la muerte y como ciencia, una rama de la
medicina forense que trata la muerte y todo lo referente a ella como cadáveres, desde el punto de vista
médico legal. Sin embargo, continúa Marín (2000), a mediados del siglo pasado, los médicos
psiquiatras Eissler (en su obra El Psiquiatra y el paciente moribundo), y Elizabeth Kübler Ross (en su
libro Sobre la muerte y los moribundos) dieron a la Tanatología otro enfoque que ha prevalecido en la
actualidad.

Las variantes tradicionales de la tanatología se ocupan de los cadáveres. La nueva Tanatología que
surgió hace más de tres décadas, indica Bravo (2006), se ocupa de las personas: atención a los
pacientes terminales, sus familias y allegados. Hay dos profesionales que son claves en este
surgimiento: Cicely Saunders y la Doctora Elizabeth Kübler Ross.

Bravo (2006), menciona que en 1967, se desarrolló una modalidad de trabajo denominada “hospice”,
por la Dra. Cicely Saunders, en Inglaterra. Esta modalidad sostiene que la persona que va a morir puede
y debe ser asistida para aliviar el dolor y otros síntomas físicos y psíquicos provocados por la

Chávez, J. H. 33
enfermedad y sus vicisitudes. Los hospices representan algo más que un lugar físico en donde una
persona va a morir con dignidad; es también una actitud frente al paciente y su familia, que siempre
toma en cuenta:
• El control del dolor y de otros síntomas que se presenten.
• La persona con enfermedad terminal es una persona, no una cosa que puede manipularse, por lo tanto
es el paciente el que participa activamente, junto con el equipo interdisciplinario de Tanatología que lo
acompaña, en las decisiones fundamentales, como la continuación o no de un determinado tratamiento
o el lugar donde recibirlo.
• El paciente tiene el derecho de saber el estado de su enfermedad y los tratamientos paliativos que le
suministran. Esto no quiere decir que se lo abrume con información no solicitada, sino que un equipo
sensible establece una buena comunicación con el paciente y su familia contestando lo que el paciente
pregunta, y dicho de una forma veraz, pero teniendo en cuenta hasta donde esa persona puede tolerar
esa información. Y en forma acumulativa.
• El apoyo a la familia, que es fundamental para poder ayudar a la persona con enfermedad terminal.
Cada uno de los miembros de la familia reacciona con pautas individuales de acuerdo a su estructura
psicológica, a la historia personal y a los vínculos con el enfermo. Algunos tratarán de sobreprotegerlo
y así lo aíslan o agobian con atenciones no solicitadas; otros desaparecen con distintas justificaciones.
Se hacen a veces más evidentes los sentimientos negativos (rivalidad, rencores, etc.)
• El equipo actúa ayudando en los procesos de aflicción y duelo, detectando los casos de duelos
patológicos, y sugiere la terapia adecuada.

La Dra. Elizabeth Kübler Ross (1975), según Bravo (2006), se dio cuenta de los fenómenos
psicológicos que acompañan a los enfermos en fase terminal durante el proceso de muerte. Con su
labor, la Dra. Kübler hace sentir a los agonizantes que son miembros útiles y valiosos de la sociedad, y
para tal fin creó clínicas y hospices cuyo lema es "ayudar a los enfermos en fase terminal a vivir
gratamente, sin dolor y respetando sus exigencias éticas".

Al respecto, Bravo (2006), sostiene que la Dra. Elizabeth Kübler Ross da un enfoque a la Tanatología
moderna como instancia de atención a los moribundos y es considerada la fundadora de esta nueva
ciencia.

Chávez, J. H. 34
Por su parte, Marín (2000), indica que actualmente la Tanatología se trata de estudiar incluyendo el
aspecto humanístico, no sólo médico o como solución a los problemas que presentan los enfermos
terminales. Asimismo toma en cuenta la espiritualidad que cada persona posee.

Se puede concluir, después de integrar distintos planteamientos, que la Tanatología es una disciplina
científica cuyo campo propio es el estudio científico, humanístico, espiritual, y en general de todo
conocimiento humano, en lo que se refiere a la muerte, al morir y a lo que se vive después de que
alguien muere, tomando en cuenta, principalmente: la solución a problemas que presentan los enfermos
terminales, y encargada de encontrarle un sentido al proceso de morir.

3.1.1. Objetivos y Funciones de la Tanatología

Elizabeth Kübler Ross quiso acercarse a los pacientes terminales, sin leer nada sobre la materia; más
bien quería observar y aprender de ellos directamente. “Ella platicaba con el paciente y los seminaristas
se ubicaban alrededor de su cama observándola y tomando notas. Su investigación se basó
principalmente en: no tener ideas preconcebidas, estar en una actitud de mente abierta, llegar a un darse
cuenta personal, sensibilizarse a las necesidades de los enfermos terminales y sus familiares o personas
que los rodearan, y realzar la percepción para aprender” (Bravo, 2006, p. 6-7).

Para Bravo (2006), la experiencia práctica de la Dra. Kübler Ross la llevó a descubrir que las
observaciones y las posteriores discusiones daban los siguientes resultados:
• Los estudiantes se hacían conscientes de la necesidad de considerar la muerte como una posibilidad
real, no sólo para otros, sino también para ellos mismo.
• Fue la manera como pudieron desensibilizarse, lo cual sucedía lenta y dolorosamente. Sucedió que
algún estudiante que se presentaba a observar una entrevista por vez primera, se saliera antes de que
concluyera. También sucedió que se dieran explosiones de rabia o coraje contra otros participantes o
contra quien llevaba a cabo la entrevista.
• Pudieron manejar conflictos durante la discusión, tales como el identificarse con el enfermo por
cuestiones de edad, por ejemplo.
• Conforme los integrantes del grupo se conocían más y veían que ningún tema era tabú, las
discusiones se convirtieron en una especie de terapia de grupo, en las que se lograba hacer conciencia,
confrontar y apoyar.

Chávez, J. H. 35
Para Marín (2000), la Tanatología, basada en el principio de “cuidar más allá de curar”, se propone
disminuir los sufrimientos de los pacientes -en donde se encuentran los cuidados paliativos; que son los
destinados a aliviar los sufrimientos sin tener por finalidad la curación-, mejorar su calidad de vida,
ayudar a que se preparen para la muerte, lograr un aprendizaje de esta experiencia trascendente y la
reconciliación con la vida, si es el caso. Asimismo, se ocupa de la familia del enfermo terminal durante
el proceso de la enfermedad y muerte, de los duelos, y de la reestructuración necesaria de la familia
ante el hueco dejado por quien ha fallecido, así como de la atención del equipo, sometido
frecuentemente a un fuerte estrés.

Cabe mencionar que, según Marín (2000), se requiere ineludiblemente la utilización de cuidados
paliativos, que forman parte inherente y fundamental de esta disciplina. Esto implica mejorar la calidad
de la vida que aun les queda a aquellos pacientes cuya enfermedad no puede ser eliminada, para
quienes ya no es posible seguir luchando por la curación

Bravo (2006), menciona que la nueva Tanatología tiene como objetivo fomentar y desarrollar
holísticamente las potencialidades del ser humano, en particular de los jóvenes, para enfrentar con éxito
la difícil pero gratificante tarea de contrarrestar los efectos destructivos de la "cultura de la muerte",
mediante una existencia cargada de sentido, optimismo y creatividad, en la que el trabajo sea un placer
y el humanismo una realidad.

Asimismo indica que la intervención con los enfermos terminales es multidisciplinaria, puesto que
son varias las áreas que necesitan apoyo:
• Médica.- cuya función es dar al enfermo aquellos cuidados paliativos que le permitan estar con el
mínimo dolor y sufrimiento.
• Tanatológica.- ayudando al enfermo en el aspecto emocional. También dando a poyo a sus familiares
y allegados.
• Legal.- Para que el enfermo pueda dejar resueltos este tipo de asuntos.
• Espiritual.- Que puede incluir no solamente el aspecto religioso, sino también el aspecto espiritual del
sentido de la vida, del sufrimiento o de la muerte.

Chávez, J. H. 36
Por otra parte, el Dr. Alfonso Reyes, 1996 (cit. en Marín, 2000), propone 5 objetivos principales de la
Tanatología:
• Ayudar al enfermo terminal a que siga siendo productivo todo el tiempo que pueda y tenga verdadera
calidad de vida y una muerte adecuada.
• Ayudar a los familiares y seres queridos del enfermo a que conserven tanto su calidad de vida
personal, como la calidad de las relaciones intrafamiliares. Y que se preparen para la muerte del ser
querido: que le permitan “morir en paz”.
• Ayudar a los que sufren el dolor de la muerte del ser querido, a que su trabajo de duelo sea en el
menor tiempo y con el menor dolor posibles.
• Ayudar a los que forman parte del equipo de salud a aliviar las frustraciones, angustias, ira, depresión
y otras emociones dolorosas que surgen ante la muerte del paciente o la muerte propia.
• Ayudar a los que tienen ideación o conducta suicida a encontrar una esperanza real, y el sentido que
necesitan.

“Algunos autores afirman que normalmente cualquier individuo podrá elaborar su duelo, cuando es
normal y no patológico, utilizando sus propios procesos psicológicos internos, sus recursos personales,
la interrelación con otras personas estimadas y siguiendo las normas establecidas por su contexto
sociocultural. Por lo mismo no necesitará ayuda profesional alguna” (Marín, 2000, p. 80). Sin embargo
para este mismo autor, no se debe dejar que ninguna persona sufra sola su duelo (tanatológicamente
hablando), ya que precisamente uno de los objetivos de la Tanatología es ayudar a quien sufre un duelo
por la muerte de un ser querido, a que lo elabore en el menor tiempo y con el menor dolor posible.

“La Tanatología tiene fines prácticos, principalmente la urgencia de desmitificar la muerte y de


aprender a convivir con ella, lo cual implica que muy pronto deberá educarse a los niños en este
sentido, la necesidad de luchar para que todos los hombres, sin distinción de raza o de origen, puedan
no sólo vivir decorosamente sino también morir con dignidad” (Marín, 2000, p. 80).

El trabajo, en la Tanatología, se realiza en equipo tomando en cuenta su base interdisciplinaria


(medicina, psicología, enfermería, espiritualidad, asistencia social, jurídica y ética entre otros). “La
Tanatología puede brindar su mayor potencial de ayuda cuando se recurre a ella en períodos precoces a
la detección de la enfermedad terminal. Si se inicia la consulta con el paciente en las últimas fases del
proceso se suele restringir mucho la posibilidad de ayuda” (Marín, 2000, p. 77).

Chávez, J. H. 37
Se puede concluir que la Tanatología trata de estudiar la muerte para una mejor calidad de vida, para
que las personas revaloren su vida y al final tengan duelos sanos al igual que las personas que les
rodean. Su finalidad es sensibilizar a las personas acerca del proceso natural de la muerte, de manera
que se concientize el valor de la vida.

3.2. Labor del Psicólogo como Tanatólogo

“Ver morir a una persona es algo sumamente impactante. No es fácil estar junto a un moribundo. No
es sencillo acompañar a un ser humano en sus últimos momentos” (Marín, 2000, p.81).

De acuerdo con Bravo (2006), el tanatólogo es el profesional capacitado para ayudar en el proceso de
duelo, así como en cualquier tipo de pérdidas significativas, a la persona que muere y a aquellas que lo
rodean. Otra la finalidad del tanatólogo es procurar que al paciente o cualquier ser humano que sufra
una pérdida se le trate con respeto, y que conserve su dignidad hasta el último momento. Asimismo
debe de tener la capacidad para “ponerse en los zapatos del otro”, con respeto, confidencialidad,
cordialidad, en pocas palabras con calidad humana para poder ofrecer al paciente el apoyo que él busca.

El tanatólogo trabaja con toda esa carga psicológica y emocional que desprende a partir de la
experiencia de muerte. Él entiende, conoce el tema de la muerte y ayuda brindando apoyo durante todo
el proceso de muerte, en la elaboración del duelo y así lograr vivirlo de una manera positiva.

Al respecto, Marín (2000), señala que el tanatólogo es el especialista que atiende los procesos del
morir, que incluye la angustia especial que sufre tanto el paciente como la familia desde el momento
mismo en que conocieron el diagnóstico fatal. Asimismo indica que el trabajo del tanatólogo no
termina con la muerte del paciente, sino que continúa hasta que el familiar, el sobreviviente, haya
concluido su trabajo de duelo.

“La labor profesional del tanatólogo es ayudar al paciente a tener una muerte “adecuada”, hacerlo
productivo, ayudarlo a que muera en paz y con dignidad, por lo que es importante que el tanatólogo se
prepare en este aspecto para planear una terapia adecuada y una estrategia de acción” (Marín, 2000, p.
82-83).

Chávez, J. H. 38
El tanatólogo debe estar preparado para ayudar profesionalmente y humanamente a los sobrevivientes
de la muerte de un ser querido, teniendo como meta llevarlos a la plena y real aceptación de dicha
muerte. Consecuentemente, Marín (2000), menciona que es labor del tanatólogo llevar a las persona s a
una muerte adecuada o apropiada, que se entiende como aquella en la que hay:
• Ausencia de sufrimiento.
• Persistencia de las relaciones significativas para la persona.
• Intervalo para el dolor permisible.
• Alivio de los conflictos restantes.
• Ejercicio de opciones y oportunidades factibles.
• Creencia en la oportunidad.
• Consumación de los deseos predominantes y de los instintivos.
• Comprensión de las limitaciones físicas

También indica Marín (2000), que algunas de las características que el tanatólogo debe tener en su
quehacer son: “profundizar todos los conocimientos referentes a lo que es la muerte, el proceso de
morir, y, más que nada, a lo que es vivir. Debe conocer, por lo mismo, lo que es el hombre total, para
que pueda ayudarlo adecuadamente en sus necesidades físicas, biológicas, psicológicas, emocionales,
espirituales, legales, sociales, etc.” (Marín, 2000, p. 84).

Por último, afirma este mismo autor, que el tanatólogo debe tener un profundo conocimiento sobre el
hombre, la vida, la muerte, y al mismo tiempo una profunda calidad humana; resaltando de ésta última
característica que no se puede aprender en ningún curso, con lo que sostiene que la disciplina de la
Tanatología no puede ser ejercida por cualquier humano, sino que en su práctica son necesarios no sólo
los conocimientos de Tanatología, sino que se requiere de una sólida preparación psicológica que
permita conocer y entender todas aquellas reacciones naturales del ser humano ante la muerte.

Por otra parte, como ya se ha mencionado, el trabajo tanatológico se realiza en equipo y para ello,
según Marín (2000), debe existir en primera instancia, educación para el equipo de salud, en donde se
entrene a estas personas en la provisión de atención y comprensión, sensibilizándolos ante las
necesidades de otros para brindar una mejor orientación en situaciones de pérdida.

Marín (2000), sostiene que el equipo médico enfrenta dificultades que pueden surgir del efecto
emocional que tales temas y sucesos provocan en ellos a nivel personal. “A pesar de que algunas

Chávez, J. H. 39
condiciones médicas o físicas pueden hacer que la muerte sea inevitable, se puede hacer mucho por
minimizar sus efectos en los pacientes, amigos y familiares. Los problemas también pueden tener
origen en la falta de comprensión con relación a cómo ayudar mejor a los a los pacientes, a sus familias
o a aquellos que forman parte de su entorno laboral. Por tanto, el entrenamiento debe dirigirse tanto a
los factores de tensión que están asociados con la provisión de atención como la comprensión de cómo
brindar una mejor orientación en situaciones de pérdida. Mitigar la angustia del equipo facilitará el
cuidado, y también ayudará a aquellos a quienes se cuida” (Sherr, 1992, p.53).

Como lo menciona Elizabeth Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín, 2000), el trabajar con enfermos
moribundos nos hace conscientes de nuestra finitud, y el hecho de tener una carrera afin como los
médicos, enfermeras, psicólogos, etc., no nos exenta de esta confrontación, aunque es evidente que en
la medida en que su profesión se los permite, habrá un mayor entendimiento de estos procesos. Pero
para ello es necesaria una educación especial sobre la dualidad vida-muerte, sobre Tanatología.
También a ellos es preciso darles una educación de la vida a través de la muerte, es necesario que ellos
lo introyecten y que forme parte de su actitud para que a su vez puedan proyectarlo a sus pacientes o
educados.

Sherr (1992), menciona cómo intervenir (educando y capacitando), de manera efectiva, al cuerpo
médico; en donde indica que a pesar de tener una capacitación muy diferente, los miembros del cuerpo
médico deberían alentar activamente el no abandonar su sentido común. Deberán estar al tanto de la
amplia variedad de tareas simples y prácticas que pueden remediar la situación. Estas pueden incluir:
• Brindar un ambiente de privacía
• Tener en mente que nadie puede recordarlo todo, por tanto, seria adecuado elaborar una lista que
incluya los nombres, procedimientos o trabajadores estratégicos para minimizar errores y omisiones
• Simplificar y explicar los procedimientos. Para un trabajador pueden ser rutinarios, pero para quien
nunca se ha visto implicado anteriormente en una situación de esta índole, los procedimientos pueden
resultarle totalmente extraños. Estos incluyen cualquier aspecto de la medicación, efectos colaterales
del tratamiento, documentos oficiales, disposiciones del cuerpo médico, etc.
• Coordinar la gran variedad de personas que pueden estar involucradas. Algunas ocasiones el sólo
trabajo de repetir una y otra vez la misma historia puede resultar agobiante
• Conocer sus limitaciones

Chávez, J. H. 40
“En conclusión, parece que hay variedad de temas que deben impartirse a todos los asistentes que
tengan trato directo con el público. Aunque algunos aspectos afectan la mayoría de las situaciones,
también hay circunstancias individuales en las que se necesita un enfoque específico. La enseñanza
tradicional se lleva a cabo antes que la persona se enfrente a una situación real. Aunque no hay duda de
que esto es necesario y que de hecho, puede estar expandiéndose, también puede haber una necesidad
de capacitación ante la experiencia y después de ésta. Los asistentes están directamente involucrados
con una persona en agonía, con los dolientes y con otros a quienes atienden. La capacitación debería
incluir planes para que se puedan adaptar a las variaciones individuales así como dirigirla a los
principales temas. Recordar que alguna capacitación puede fallar y elevar la eficacia y el impacto de la
misma, son aspectos que deben incluirse en cualquier programa” (Sherr, 1992, p. 73-74).

Se puede decir, en síntesis, que la Tanatología ayuda tanto a los pacientes terminales como a los
familiares y allegados desde que el familiar es diagnosticado, durante el proceso y posterior a la muerte
para la elaboración del duelo. Así también la Tanatología se enfoca a cualquier pérdida significativa
que tenga el ser humano, es por ello que la importancia de esta disciplina hoy en día es indiscutible,
contemplando que a lo largo de nuestra vida enfrentamos diversos tipos de pérdidas, muertes,
separaciones, pérdidas de miembros, pérdida de salud, de ilusiones ante una discapacidad, es por ello
que su campo de acción es muy amplio.

Así, el tanatólogo ayuda a la persona a hacerse responsable de su muerte, y trabaja con las imágenes
del otro que tiene acerca de la muerte; es un manejo cognitivo. El trabajo tanatológico no es trabajar
con la muerte, es trabajar con la vida.

Trabajar con la comunidad, que tiene que conocer y comprender la muerte por lo que realmente es, y
no por lo que le han hecho creer durante mucho tiempo. La sociedad debe comenzar a ser educada en
cuanto a la muerte se refiere, ya que al tener una sociedad con conciencia, el entendimiento de la
muerte será más fácil para generaciones futuras.

Chávez, J. H. 41
CONCLUSIONES

Al hablar e investigar sobre la muerte, se trata de hacer conciencia de que existe un fin y que habrá
que prepararse para él, ampliando la visión que se tiene a cerca de éste fenómeno, así como de los
aspectos relacionados en torno al mismo.

A la muerte se le han dado un sinfín de connotaciones, algunas naturales o positivas, otras, en su


mayoría contribuyen a que se convierta en un concepto negativo, y a menudo son las más comunes,
como se puede notar con el sólo hecho de hablar de la muerte, que hace al hombre presa del miedo o
del temor, de manera que se prefiere negar ese evento.

Otro elemento que favorece esa incomodidad ante la muerte es la soberbia humana en la que
actualmente se vive. Ese control que propicia la tecnología y los constantes avances científicos, que
dan al hombre el poder de manejar algunas situaciones.

Sin embargo, la muerte resulta fascinante porque es el elemento que le da el sentido a la existencia, es
la clave del paso por esta vida, como se ha dicho, sin la muerte nada se haría y aunque la idea de la
finitud es a veces motivo de decepción y perdida del sentido, es al mismo tiempo lo que impulsa al
“movimiento” y al vivir.

Un nuevo concepto de la muerte orientado positivamente, a través del acercamiento a esta, de su


sentido y análisis, permite que se dé un reconocimiento y aceptación del proceso como algo natural, lo
que servirá de medio para una valoración de la vida.

El hombre de alguna manera, ha sido depositario y aprendiz de múltiples ideas que, hasta por
tradición, conforman su concepto de muerte y que es el antecedente a ese temor. Sin embargo, se puede
modificar su actitud a partir de la reeducación de esos conceptos, orientada, a través de la tanatología,
hacia la biofilia y construyendo el sentido de la vida. Esperando que el que se ocupe por estudiar la
muerte, sería una persona en quien se permita el ejercicio de una vida más productiva y llena de
satisfacciones, es decir, en quien se encuentre un mayor sentido de la vida.

Chávez, J. H. 42
Una forma para lograr este objetivo es asirnos de la educación como medio para encausar en el ser
humano un nuevo concepto de la muerte. Es oportuno entonces, aprovechar las modalidades que la
educación ofrece, como la educación como formación, como prevención y como difusión.

Para proyectar esa nueva orientación, es preciso conocer cómo se ha definido la muerte a lo largo de
la historia del ser humano, a partir de lo cual se ha construido la idea actual. Para esto, se tomaron en
cuenta, en esta investigación teórica, tres ejes conceptuales como fundamentos teóricos: la filosofía, la
religión y algunos antecedentes históricos de la ciencia médica.

El concepto de muerte se encuentra rodeado por múltiples elementos, como los médicos,
psicológicos, filosóficos y religiosos, por citar algunos. Por lo tanto se requiere de un análisis desde
varios ángulos o diferentes perspectivas, ya que la muerte es un fenómeno multifactorial y asimismo el
bombardeo de los medios de comunicación da como resultado el concepto actual de muerte, en donde
intervienen también los elementos culturales y tradicionales que determinan el comportamiento de
grandes poblaciones y que se maneja en la cultura de nuestros días. Mismos que si bien no son del todo
negativos, si se enfatizan estos elementos negativos para la formación de la concepción de muerte.

Asimismo el concepto de muerte se modifica con el transcurso del tiempo aun dentro del mismo
marco cultural, entendiéndose como una evolución de dicho concepto. Esta evolución demanda un
proceso intelectual que llega a los niveles más profundos de la conciencia, y tiene que ver,
principalmente, con el conocimiento interior, creencias, experiencias y vocación. Con lo que, como
seres humanos nos corresponde tomar la responsabilidad de la muerte, así como se asume la de la vida,
tanto como un derecho, modificando como ya se ha mencionado, la actitud a partir de una reeducación
de esos conceptos, teniendo presente sobre todo, la idea de que la vida y la muerte son procesos
naturales.

Sin embargo, lo anterior es una tarea difícil ya que durante el proceso se generan ideas que a su vez
producen diversas emociones y sentimientos, que se ocultan detrás de mecanismos de defensa, es decir,
actitudes que se adoptan para que los eventos externos no se conviertan en aniquiladores del yo o de la
conciencia.

Freud (1920), al hablar de nuestra relación con la muerte, se topa con la necesidad de morir y deseo
de vivir, en su empeño por despejar el concepto teórico y el lugar ocupado por el problema del más allá

Chávez, J. H. 43
en el destino de un individuo. Para el psicoanálisis, el deseo de vivir trae consigo tensiones y una parte
de perturbación que, una vez extinguida la tensión, conducen sin embargo al placer. Freud, 1938 (cit.
en Mannoni, 1991), muestra una especie de jerarquía del peligro que tarde o temprano puede traducirse
en el deseo de morir (deseo que pasa a ser fuente de angustia de muerte). Sin embargo en toda
enfermedad grave, el deseo de vivir interviene y procura imponerse donde la muerte está, por otra parte
ejerciéndose. Lo cierto es que el núcleo del sentimiento de peligro es situado por Freud del lado de un
desamparo impensable, aquel que surge cuando la ilusión de ser inmortal se impone como ilusión al
sujeto.

Freud (1920), explica que el yo se encuentra bajo la particular influencia de la percepción, y que
puede decirse, en líneas generales, que las percepciones tienen para el yo la misma significatividad y
valor que las pulsiones para el ello. Ahora bien, el yo está sometido a la acción eficaz de las pulsiones,
lo mismo que el ello, del que no es más que un sector particularmente modificado.

Indica también que es necesario distinguir dos clases de pulsiones: las pulsiones sexuales o Eros (que
da lugar a las pulsiones de vida) y las pulsiones de muerte o Tánatos, ya que en esta dualidad pulsional
radica la base de toda manifestación humana, en donde cada pulsión comprende otras pulsiones más
que constituyen la estructura psíquica. Ambas pulsiones se comportan de una manera conservadora en
sentido estricto, ya que aspiran a restablecer un estado perturbado por la génesis de la vida, misma que
para Freud (1920) sería, entonces, la causa de que el Eros continúe y simultáneamente, también, de su
pugna hacia la muerte; y la vida misma sería un compromiso entre estas dos aspiraciones. Se diría pues,
que la pregunta por el fin y propósito de la vida recibiría una respuesta dualista y así “en cada
fragmento de sustancia viva estarían activas las dos clases de pulsiones, si bien en una mezcla desigual,
de suerte que una sustancia podría tomar sobre sí la subrogación principal del Eros” (Freud, 1920,
p.42).

Según Marín (2000), nada pulsional solicita la creencia en la muerte, ya que lo que llamamos nuestro
inconsciente (los estratos más profundos de la estructura psíquica, compuestos por mociones
pulsionales) no conoce absolutamente nada negativo y ninguna negación.

A diferencia de lo anterior, en el consciente, es en donde evidentemente podemos darle un contenido


negativo a distintas situaciones. Esta negatividad se ve reflejada en distintas emociones que son
consideradas respuestas naturales como lo es el miedo, que es en gran medida enseñado, favorecido por

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la tradición y alimentado por los medios de comunicación. La culpa que generalmente es un
sentimiento basado en un absurdo. Y por supuesto, el duelo como una relación natural ante una
pérdida, proceso a través del cual se da la separación del objeto, teniendo como líneas principales cinco
etapas: negación, ira, pacto o negociación, depresión y aceptación.

Por otra parte Freud, 1948 (cit. en Marín 2000), menciona que en nuestro inconsciente no conoce la
muerte propia, es decir, somos inmortales y esa creencia es propia del ser humano. Sin embargo para
Frankl (1962), esa creencia ha sido adoptada por situaciones de experiencia y de sociedad, y es a partir
del análisis de ambas posturas de donde surge la propuesta de reestructurar esta parte de la cultura por
medio de una reeducación, en donde hacer el cambio de una cultura necrófila a una cultura biófila,
implica desde los términos de la logoterapia de Frankl, darle el sentido a la vida.

La función de la logoterapia consiste en ampliar y ensanchar el campo visual del paciente de forma
que sea consciente y visible para él todo el espectro de las significaciones y los principios. La
logoterapia no precisa imponer al paciente ningún juicio, pues en realidad la verdad se impone por sí
misma sin intervención de ningún tipo.

Frankl (1962), no considera que nosotros inventemos el sentido de nuestra existencia, sino que lo
descubrimos. La búsqueda por parte del hombre del sentido de la vida constituye una fuerza primaria y
no una “racionalización secundaria” de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico en
cuanto es uno mismo y uno sólo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra alcanzar el hombre
un significado que satisfaga su propia voluntad de sentido. El hombre, es capaz de vivir e incluso de
morir por sus ideales y principios.

La logoterapia no sólo difiere del psicoanálisis en el aspecto antes mencionado, sino también en
cuanto considera al hombre como un ser cuyo principal interés consiste en cumplir un sentido y realizar
sus propios principios morales, y no en la mera gratificación y satisfacción de sus impulsos e instintos
ni en poco más que la conciliación de las conflictivas exigencias del ello, del yo y del superyo, o en la
simple adaptación y ajuste a la sociedad y al entorno.

Por lo tanto es importante reconocer que a través del componente cognitivo se es capaz de construir
toda una actitud y a su vez una conducta frente a la muerte y por ende frente a la vida. Estos aspectos
cognitivos junto con los aspectos emocionales, que estudia la psicología, son reunidos en el proceso de

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muerte, que como ya se ha mencionado se encuentra definida principalmente por tradiciones y
costumbres incluyendo un sentido espiritual que maneja la religión. Con lo que a través de la historia se
acarrea un mito en torno al concepto de lo que significa la muerte.

Para esto, se ha propuesto, por parte de la disciplina que estudia la muerte y al moribundo, un proceso
de desmitificación, encargándose de la parte emocional del ser humano, favoreciendo la búsqueda del
significado existencial e intentando satisfacer las necesidades como la búsqueda de la verdad, la
esperanza, el sentido de la vida y de la muerte.

Así, la Tanatología trata actualmente, de estudiar incluyendo el aspecto humanístico, no sólo médico
o como solución a los problemas que presentan los enfermos terminales. Asimismo toma en cuenta la
espiritualidad que cada persona posee.

Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín 2000), indica que si se pudiera empezar a considerar la posibilidad
de la muerte propia, se podrían conseguir muchas cosas, la más importante de las cuales sería el
bienestar del paciente, de las familias, y por último, quizá del país.

La Tanatología trata de estudiar la muerte para una mejor calidad de vida, para que las personas
revaloren su vida y al final tengan duelos sanos al igual que las personas que les rodean. Su finalidad es
sensibilizar a las personas acerca del proceso natural de la muerte, de manera que se concientize el
valor de la vida.

Se puede definir la Tanatología, como una disciplina científica cuyo campo propio es el estudio
científico, humanístico, espiritual, y en general de todo conocimiento humano, en lo que se refiere a la
muerte, al morir y a lo que se vive después de que alguien muere, tomando en cuenta, principalmente:
la solución a problemas que presentan los enfermos terminales, y encargada de encontrarle un sentido
al proceso de morir.

La Tanatología dirige su tarea a tres líneas: el paciente que vive con una enfermedad terminal, la
familia o las personas cercanas al paciente y el equipo que los atiende, teniendo como objetivo el buen
morir.

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Sin embargo su estudio se orienta principalmente al paciente terminal, en una intervención
multidisciplinaria, donde son varias las áreas que necesitan apoyo: médica, tanatológica, legal y
espiritual. Dentro de sus fines prácticos, destaca la urgencia de desmitificar la muerte y de aprender a
convivir con ella, lo cual implica que muy pronto deberá educarse a los niños en este sentido, la
necesidad de luchar para que todos los hombres, sin distinción de raza o de origen, puedan no sólo vivir
decorosamente sino también morir con dignidad.

El trabajo, en la Tanatología, se realiza en equipo tomando en cuenta su base interdisciplinaria


(medicina, psicología, enfermería, espiritualidad, asistencia social, jurídica y ética entre otros), pero
como ya se ha mencionado, centrando su atención en los pacientes que viven con alguna enfermedad
terminal, pero no hace una labor educativa del ser que está aun con vida, aun escapa de sus tareas una
función profiláctica que se derive de la educación, punto en el que incide el trabajo del psicólogo en su
carácter de promotor de la prevención y de la salud emocional.

Se puede decir, en síntesis, que la Tanatología ayuda tanto a los pacientes terminales como a los
familiares y allegados desde que el familiar es diagnosticado, durante el proceso y posterior a la muerte
para la elaboración del duelo. Así también la Tanatología se enfoca a cualquier pérdida significativa
que tenga el ser humano, es por ello que la importancia de esta disciplina hoy en día es indiscutible,
contemplando que a lo largo de nuestra vida enfrentamos diversos tipos de pérdidas, muertes,
separaciones, pérdidas de miembros, pérdida de salud, de ilusiones ante una discapacidad, es por ello
que su campo de acción es muy amplio.

Como lo menciona Elizabeth Kübler Ross, 1975 (cit. en Marín, 2000), el trabajar con enfermos
moribundos nos hace conscientes de nuestra finitud, y el hecho de tener una carrera afín como los
médicos, enfermeras, psicólogos, etc., no nos exenta de esta confrontación, aunque es evidente que en
la medida en que su profesión se los permite, habrá un mayor entendimiento de estos procesos. Pero
para ello es necesaria una educación especial sobre la dualidad vida-muerte, sobre Tanatología.
También a ellos es preciso darles una educación de la vida a través de la muerte, es necesario que ellos
lo introyecten y que forme parte de su actitud para que a su vez puedan proyectarlo a sus pacientes o
educandos. Así, dentro del trabajo del tanatólogo debe existir, la educación para el equipo de salud, en
donde se entrene a estas personas en la provisión de atención y comprensión, sensibilizándolos ante las
necesidades de otros para brindar una mejor orientación en situaciones de pérdida.

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El tanatólogo debe tener un profundo conocimiento sobre el hombre, la vida, la muerte, y al mismo
tiempo una profunda calidad humana; resaltando de ésta última característica que no se puede aprender
en ningún curso, con lo que sostiene que la disciplina de la Tanatología no puede ser ejercida por
cualquier humano, sino que en su práctica son necesarios no sólo los conocimientos de Tanatología,
sino que se requiere de una sólida preparación psicológica que permita conocer y entender todas
aquellas reacciones naturales del ser humano ante la muerte.

Así, el tanatólogo ayuda a la persona a hacerse responsable de su muerte, y trabaja con las imágenes
del otro que tiene acerca de la muerte; es un manejo cognitivo. El trabajo tanatológico no es trabajar
con la muerte, es trabajar con la vida.

De igual forma el psicólogo como tanatólogo trabajará con la comunidad, que tiene que conocer y
comprender la muerte por lo que realmente es, y no por lo que le han hecho creer durante mucho
tiempo. La sociedad debe comenzar a ser educada en cuanto a la muerte se refiere, ya que al tener una
sociedad con conciencia, el entendimiento de la muerte será más fácil para generaciones futuras. Es
entonces en la educación donde se encuentran los elementos que permiten esa integración cognitiva,
transformándose al cabo del tiempo en un cambio actitudinal.

Según Freud (1917), el analista estaría mejor preparado que los demás para afrontar el sufrimiento y
la muerte.

Finalmente se puede decir que la Psicología y la Tanatología, apoyadas en los recursos que aporte la
educación y aprovechándola de manera plena como medio formativo, preventivo y de difusión,
concentran el medio idóneo para iniciar la preparación del proceso de muerte, rescatando las
habilidades de cada una de las disciplinas (Psicología, Tanatología y Educación) para ser lo
suficientemente sensitivos y captar las necesidades más profundas, para ser capaces de paliar su dolor
emocional y ser el puente para paliar el dolor físico a través de la interdisciplina

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BIBLIOGRAFÍA

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Nueva Visión

Marín, R. S. (2000). Tesis: “Un acercamiento educativo a la muerte (Tanatología) la labor del
psicólogo”. UNAM. FES Iztacala. Tlalnepantla, Edo. de Méx.

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