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Importancia de las funciones ejecutivas y la autorregulación en el TDAH©

Dr. Russell A. Barkley

Es posible que los padres y educadores que tratan con niños (o adultos) con TDAH vengan
escuchando durante los últimos años, cada vez mayor frecuencia, los términos “funciones
ejecutivas” (FE) y “autorregulación” (AR). En este tiempo, han aparecido numerosos libros
sobre el tema, así como cientos de artículos científicos que se centran en la relación entre
estos conceptos, o ideas, y el TDAH. A menudo, escuchamos que el TDAH es un trastorno de
las FE o que el TDAH implica una escasa autorregulación. Pero, ¿qué significa esto? ¿Cómo
se relacionan estos términos entre sí y con el TDAH? ¿Tiene esto algún impacto en el modo en
que debemos tratar este trastorno? El objetivo de este artículo es ofrecer una breve
introducción a estos términos y lo que su implicación en el TDAH puede significar para
comprender su naturaleza, así como para planificar intervenciones para quienes padecen este
trastorno.

La forma más común del TDAH es la que se conoce como de “tipo combinado”. Entre el 65% y
el 75% de las personas diagnosticadas con TDAH quedarán incluidas en este tipo en algún
momento de su infancia o edad adulta. Este tipo de TDAH conlleva problemas significativos
con la atención sostenida, persistencia hacia objetivos, distracciones que resisten durante el
proceso, inhibición ante el exceso de actividad irrelevante (hiperactividad) e inhibición de
acciones, palabras, pensamientos y emociones inapropiadas socialmente para la situación o
incompatibles con los propios objetivos a largo plazo y bienestar general.

En psicología, el término “autorregulación” tiene una definición relativamente específica.


Aunque, en general, se considera el mecanismo por el que una persona se gobierna a sí
misma para alcanzar sus objetivos, puede considerarse que tiene al menos tres componentes.
La autorregulación implica (1) toda acción que una persona dirige hacia sí misma para (2)
cambiar su conducta (de lo que habrían hecho en caso contrario) y de este modo (3) cambiar la
probabilidad de una futura consecuencia o consecución de un objetivo. Cuando uno entra en
una cafetería y ve un mostrador lleno de pasteles y dulces, se enfrenta a una situación que le
puede tentar a comprar todas estas cosas pero que, con toda probabilidad, arruinarán sus
planes de perder peso este mes. Para acabar con la tentación mientras esperamos a que nos
pongan el café, podemos apartar los ojos del mostrador, ir a otra sección de la cafetería lejos
de los dulces que nos tientan, ocuparnos en una conversación mental sobre las razones por las
que no debemos comprar estos productos e, incluso, visualizar una imagen de lo delgados que

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esperamos estar en un futuro cercano. Todo esto son acciones dirigidas hacia uno mismo que
utilizamos para intentar modificar la probabilidad de caer en la tentación y, por tanto, aumentar
las posibilidades de conseguir nuestro objetivo de adelgazar este mes. Esta situación requiere
de una serie de habilidades mentales distintas, pero que interactúan para resolver con éxito la
situación. Tenemos que ser conscientes de que este dilema ha surgido al entrar en la cafetería
(conciencia de sí mismo), frenar el impulso de pedir los pastelillos y quedarnos sólo con el café
que hemos pedido (inhibición), desviar la atención de las tentaciones (atención ejecutora o
gestión de la atención), hablar con uno mismo (auto instrucción verbal o memoria operativa) y
visualizar la imagen de nuestro objetivo y de cómo nos quedaremos cuando lo logremos
(memoria operativa no verbal o imagen visual). También podemos encontrarnos pensando
sobre otras maneras distintas de evitar la tentación (resolución de problemas) y utilizando
palabras de ánimo hacia uno mismo para aumentar la posibilidad de continuar con nuestros
planes (auto motivación). Éstas y otras actividades mentales se suelen incluir en la concepción
moderna de la autorregulación humana.

Desde finales de los años 70, investigadores clínicos, como la Doctora Virginia Douglas (que
por entonces trabajaba en la Universidad McGill), que ya estudiaban el TDAH han declarado
que este trastorno probablemente implica una grave deficiencia en la capacidad de
autorregulación. ¿Por qué? Porque ya habían comenzado a documentar con diferentes
sistemas de medición que el TDAH estaba asociado a un déficit de inhibición, gestión de la
propia atención, hablar con uno mismo y de cumplimiento de normas, auto motivación y,
finalmente, incluso la propia conciencia de sí mismo. Si el TDAH acarrea dificultades en estas
facultades, y éstas son las habilidades mentales humanas que se ocupan de la regulación de
nuestra conducta, entonces, por lógica, el TDAH debe ser un trastorno de la autorregulación.
Desde entonces, las investigaciones han continuado afirmando la implicación del déficit en
éstas y otras habilidades mentales, que son esenciales para la autorregulación efectiva de las
personas con TDAH, aceptando tácitamente la idea de que el TDAH es en realidad un trastorno
por déficit de autorregulación (TDAR). Aunque el nombre oficial del trastorno no cambiará en
un futuro cercano en el libro oficial que otorga nombres a los trastornos mentales, es
importante que se comprenda esta equivalencia del TDAH con el déficit de autorregulación.

Además, durante los últimos 30 años, investigadores clínicos como yo mismo y muchos otros
que estudian el TDAH, hemos documentado con detalle este déficit mediante tests y otros
sistemas de medición de las Funciones Ejecutivas. ¿Cómo se vinculan las ideas anteriores
sobre los problemas de autorregulación en el TDAH con estos hallazgos y el propio término
“funciones ejecutivas”? Para comprender esta relación, debemos tener primero una clara
definición de FE. Desgraciadamente, no hay consenso sobre el significado del término FE, a
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pesar de su abundante uso en artículos de revistas especializadas, presentaciones y libros
sobre el TDAH. Una definición del término FE comúnmente utilizada en el campo del TDAH es
la de “aquellos procesos neuropsicológicos necesarios para sostener la resolución de
problemas hacia la consecución de un objetivo”. Ahora podemos empezar a ver una relación
potencial entre las FE y la autorregulación, ya que comparten una definición similar, si no
idéntica. Ambas implican acciones orientadas hacia futuro, dirigidas a la consecución de un
objetivo. Ambas implican acciones sostenidas en el tiempo para lograr los propios objetivos. Y
ambas incluyen la resolución de problemas como parte de estas acciones dirigidas a la
consecución de objetivos. Por otra parte, si nos fijamos en la lista de los procesos mentales
que con más frecuencia aparecen como parte de la noción de FE, tenemos: inhibición,
resistencia a la distracción, conciencia de sí mismo, memoria operativa, autocontrol emocional
e incluso la auto motivación. Estas son las habilidades mentales ya identificadas como
esenciales para la autorregulación. Inicialmente, en 1994, y posteriormente en 1997 en un libro
sobre el TDAH, sostuve este vínculo o relación entre las FE y la autorregulación. En efecto,
estipulé que toda función ejecutiva podía considerarse como un tipo o forma especial de
autorregulación, una clase específica para acciones que las personas se dirigen a sí mismas
para cambiar su conducta y, de este modo, modificar una futura consecuencia o la probabilidad
de lograr un objetivo. En resumen, una FE es un tipo específico de acción que uno dirige hacia
sí mismo para autorregularse. Por tanto, podemos tomar cada FE que los investigadores han
identificado y redefinirla como un tipo de acción dirigida hacia uno mismo. La inhibición se
convierte en auto limitación, la conciencia de sí mismo en atención a sí mismo, la memoria
operativa verbal en hablar consigo mismo (normalmente con el pensamiento, sin levantar la
voz), la memoria operativa no verbal en verse a sí mismo, o utilizar una imagen visual junto con
otras formas de percepciones dirigidas hacia uno mismo (volver a escuchar conversaciones
anteriores consigo mismo, volver a percibir olores previamente olidos o sabores ya degustados,
etc.). En cuanto a la resolución de problemas, podríamos considerarla como un juego creativo
(separando y volviendo a combinar cosas o ideas para crear nuevos órdenes). En la edad
adulta, todo esto es invisible para los demás, es mental en la forma, de modo que la persona lo
hace en privado, para sí misma, en su mente (cerebro). De hecho, la memoria operativa y la
resolución de problemas son los medios con los que las personas suelen representar y
manipular mentalmente información (mediante imágenes y palabras). En resumen, utilizamos
las diferentes FE para autorregularnos y lograr objetivos (modificar consecuencias futuras): FE
= AR. Las personas con TDAH tienen grandes dificultades con el uso de sus FE para
autorregularse y lograr sus objetivos.

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Ahora podremos comprender que el TDAH implica algo más que los síntomas evidentes de la
falta de atención / distracción e impulsividad / hiperactividad, como se describe en la cuarta
edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). Ahora
resulta evidente que las dificultades psicológicas subyacentes que originan estos síntomas
implican déficit de todas las principales FE, y cada una de estas FE es un tipo de
autorregulación, una forma especial de acción dirigida hacia uno mismo. El TDAH implica, por
tanto, déficit en auto limitación, conciencia de sí mismo, hablar consigo mismo, sentirse y
verse, autocontrol emocional, auto motivación y juego creativo para la resolución de problemas.
Puesto que es posible que estas dificultades sean retrasos en el desarrollo de estas
importantes capacidades mentales (en absoluto pérdidas de capacidades, como podría ocurrir
después de una grave lesión cerebral), lo que distingue a alguien con TDAH de cualquier otra
persona es que parece ser menos maduro (no apropiado para la edad) en sus capacidades
para ocuparse de su autorregulación (FE) hacia objetivos concretos y el futuro en general. Si
vamos a ayudar a alguien con TDAH, lo que necesita es superar estos retrasos, o al menos
compensarlos (adaptarlos), para que sean más eficaces y logren gestionarlos ellos mismos,
para realizar sus tareas o alcanzar objetivos, y prepararlos para el futuro en general.

Los trastornos de FE o autorregulación, como el TDAH, plantean una gran preocupación en el


campo de la salud mental y la educación, ya que crean trastornos principalmente de ejecución,
más que de conocimientos o habilidades. Los profesionales del campo de la salud mental y la
educación son expertos en transmitir conocimiento (cómo cambiar, pero menos expertos en
crear entornos para facilitar la ejecución), dónde y cuándo cambiar. En el centro de dichos
problemas se encuentra el tema más controvertido de cómo hace uno para que la gente se
comporte de la forma en que uno sabe que puede ser bueno para ellos, aunque les parezca
improbable y no se vean capaces o no quieran hacerlo. Transmitir más conocimiento no es de
tanta ayuda como modificar los parámetros asociados a la ejecución de esa conducta en el
punto adecuado de desempeño. A esto se suma la constatación de que tales cambios en la
conducta puede que sólo se mantengan si también se mantienen los ajustes o adaptaciones
del entorno. Esperar lo contrario parecería abordar el tratamiento de los déficit de FE con
supuestos obsoletos o equivocados acerca de la naturaleza esencial de las FE y sus
problemas.

Algunos de los principios de la gestión de déficit de las Funciones Ejecutivas, que se derivan de
este punto de vista del TDAH como un trastorno de la autorregulación (FE) son los siguientes:

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1. Si el proceso de regulación de la conducta mediante las formas de la información
representadas internamente (memoria operativa o internalización de la conducta) se deteriora o
se retrasa en los pacientes con déficit de FE, entonces será mejor ayudarles mediante la
"externalización" de dichas formas de información. Será necesario proporcionar
representaciones físicas de esa información en el entorno del punto de desempeño. Dado que
la información secreta o privada es débil como fuente de control de estímulos, hacer dicha
información abierta y pública puede ayudar a reforzar el control de la conducta mediante dicha
información.

2. La organización de la conducta del individuo, tanto en el tiempo como a través de él, es una
de las discapacidades fundamentales que presenta el trastorno. El déficit de las Funciones
Ejecutivas, crea problemas con el tiempo, la coordinación y la puntualidad de la conducta, de
tal manera que son al tiempo lo que la miopía es la visión espacial; crea una miopía temporal
en la que la conducta del individuo se rige, incluso más de lo normal, por acontecimientos
cercanos o dentro del contexto temporal actual e inmediato, en vez de por la información
interna, que pertenece al largo plazo, o a acontecimientos futuros. Esto ayuda a entender por
qué los adultos con déficit de las Funciones Ejecutivas toman las decisiones que toman,
miopes como parecen estar hacia los demás a su alrededor. Si uno no tiene en cuenta los
acontecimientos futuros, gran parte de la conducta se orientará a maximizar las recompensas
inmediatas y escapar de las dificultades inmediatas o circunstancias aversivas, sin preocuparse
por las consecuencias posteriores de estas acciones. Podría esperarse que a las personas con
déficit de FE se les puede ayudar haciendo una representación más externa del propio tiempo,
mediante la reducción o eliminación de los intervalos de tiempo entre los componentes de un
comportamiento, (evento, respuesta, resultado), y que sirva para enlazar estos intervalos
temporales con eventos futuros, con la ayuda de cuidadores y demás.

3. Dado que el modelo plantea la hipótesis de un déficit en las formas de motivación generadas
y representadas internamente, y que son necesarias para dirigir un comportamiento orientado a
la consecución de objetivos, los que tienen déficit de FE requerirán la aportación de fuentes de
motivación externas. Por ejemplo, la concesión de recompensas artificiales, tales como fichas o
vales-recompensa, puede ser necesaria durante el desempeño de una tarea u otra conducta
dirigida a objetivos cuando, en cualquier caso, hay pocas o ninguna consecuencia inmediata
asociada con ese desempeño. Tales programas de recompensas artificiales son para la
persona con déficit de FE lo que las prótesis, como las extremidades mecánicas, son para los
discapacitados físicos, que les permite realizar con mayor eficacia algunas tareas y
desenvolverse mejor en algunos entornos que, en caso contrario, les plantearían serias

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dificultades. La incapacidad de motivación creada por el déficit de FE hace este tipo de
“prótesis de motivación” casi imprescindible para la mayoría de los niños con déficit de FE y
también puede ser útil con los adultos que tienen déficit de FE.

En relación con esta idea del déficit de motivación que acompaña a los trastornos de FE
tenemos la fuerza de la autorregulación y del esfuerzo (fuerza de voluntad) que están
asociados con las actividades de AR. Hay abundante literatura sobre este tema que ha sido
pasada por alto por los neuropsicólogos que estudian las FE, aunque tiene una relación directa
con ellas, dado que las FE las vemos aquí como AR. Las investigaciones indican que cada
aplicación de AR (y por tanto FE) en cada uno de los tipos de AR (memoria operativa,
inhibición, planificación, razonamiento, resolución de problemas, etc.) reduce temporalmente
este grupo limitado de recursos, de tal manera una AR prolongada puede agotar en gran
medida el volumen disponible de esfuerzo. Esto da lugar a que una persona tenga menos
capacidad de AR en situaciones posteriores o períodos de tiempo inmediatamente posteriores,
por lo que es más probable que experimenten problemas o fracasen rotundamente en sus
esfuerzos de AR y resistencia a la gratificación inmediata. Tales disminuciones temporales
pueden agravarse por estrés, alcohol u otras drogas, enfermedad e incluso bajos niveles de
glucosa en sangre. Asimismo, las investigaciones indican cuáles son los factores que pueden
servir para reponer con más rapidez el fondo de recursos: ejercicio físico de rutina, tomarse 10
minutos de descanso periódicamente durante situaciones agotadoras de AR, relajarse o
meditar al menos 3 minutos después las actividades de AR, visualizar las recompensas o los
resultados mientras se realizan las tareas de FE / AR, organizar pequeñas recompensas
periódicas a través de las tareas o situaciones que requieren AR, comprometerse con
declaraciones de auto-afirmación y auto-eficacia antes y durante dichas tareas, experimentar
emociones positivas y consumir bebidas ricas en glucosa durante la tarea. Algunas
investigaciones sugieren que la capacidad real del fondo de recursos puede aumentarse
mediante el ejercicio físico de rutina y la práctica de tareas rutinarias que impliquen
autorregulación, diariamente durante dos semanas. Desde el punto de vista del fenotipo
ampliado, donde FE = AR, estos hallazgos a partir de la literatura psicológica sobre la AR están
directamente relacionados con las FE y sus trastornos.

4. Teniendo en cuenta las consideraciones mencionadas anteriormente, los médicos


probablemente deberían rechazar la mayoría de los enfoques de intervención para personas
con déficit de las Funciones Ejecutivas que no impliquen ayudar a los pacientes con una
intervención activa en el punto de desempeño. El punto de desempeño es ese lugar y ese
momento en el entorno natural de la vida de la persona en el que fallan al utilizar lo que saben,

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fallan al ocuparse de manera eficaz de sus FE (autorregulación). Es poco probable que un
asesoramiento psicopedagógico semanal tenga éxito con el paciente con deficiencia de FE sin
el esfuerzo necesario para incluir adaptaciones en los puntos clave de desempeño de su
entorno natural. Esto no quiere decir que una amplia formación o el reciclaje en el ámbito
instrumental de las FE, al igual que el entrenamiento de la memoria operativa, no pueda tener
algunos beneficios a corto plazo. Se ha demostrado que esta práctica aumenta la probabilidad
de utilizar y mejorar el funcionamiento de las FE / AR.

Sin embargo, otra consecuencia de la gestión de los déficits de las Funciones Ejecutivas desde
la perspectiva de la autorregulación, es que sólo un tratamiento dé como resultado una mejoría
o normalización de los sustratos neurológicos subyacentes e incluso genéticos de las FE, tiene
probabilidades de que se convierta en una mejora o normalización de déficit. Hasta la fecha, el
único tratamiento existente que permita albergar alguna esperanza de lograr este objetivo es la
medicación, estimulantes o no estimulantes (como la atomoxetina o guanfacina XR), que
mejoran o normalizan los sustratos neurales de las regiones prefrontales y redes conexas, bajo
las que probablemente subyacen estos déficits. Hasta la fecha, las pruebas indican que esta
mejora o normalización de las FE, puede producirse como consecuencia temporal de un
tratamiento activo con medicación estimulante; sin embargo, el medicamento permanece en el
cerebro sólo durante el curso temporal. Por ejemplo, las investigaciones muestran que la
mejoría clínica en el comportamiento se produce hasta en el 75-92% de las personas con
TDAH y la conducta se normaliza aproximadamente en el 50-60% de estos casos, como
media. El modelo de FE aquí desarrollado implica, pues, que la medicación no es sólo un
método de tratamiento útil para el control de determinados déficit de FE, sino que puede ser un
enfoque de tratamiento predominante entre los tratamientos actualmente disponibles, ya que es
el único tratamiento conocido hasta la fecha que produce tales mejoras y tasas de
normalización, aunque sea temporalmente.

También puede deducirse que si el déficit de las Funciones Ejecutivas, da como resultado un
escaso control de la conducta, entonces es necesario "externalizar" dicha información tanto
como sea posible, siempre que sea factible, en los puntos críticos de desempeño en el entorno
natural. "Externalizar" información quiere decir hacerla física fuera del individuo. Las formas de
información internas generadas por el sistema ejecutivo, si es que se han generado, parecen
ser extraordinariamente débiles en las personas con déficit en las FE, controlar y mantener y
alteran la conducta orientada al futuro. Las imágenes visuales, la audición y demás actividades
de percepciones sensoriales personales dirigidas hacia uno mismo que conforman la memoria
operativa no verbal, así como las conversaciones consigo mismo, si bien son funcionales en

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determinados momentos y contextos, no están dando información con la energía suficiente
como para controlar el comportamiento en este trastorno. Ese comportamiento se queda en
gran medida bajo el control de los aspectos más destacados del contexto inmediato. La
solución a este problema no es estar encima de las personas con dificultades de las Funciones
Ejecutivas, simplemente para intentarlo con más ahínco o para recordarles lo que se supone
que deben hacer. Se trata más bien de hacerse cargo de ese contexto inmediato y llenarlo con
señales físicas comparables a sus señales internas, han demostrado ser tan poco eficaces. Es
preciso minimizar, siempre que sea posible, aquellas distracciones de gran atractivo que
puedan servir para socavar, distorsionar o interrumpir la información representada
mentalmente. En su lugar, debe haber señales, avisos y otras formas de información que sean
igual de llamativas y atractivas, pero asociadas directamente con la tarea a realizar o que sean
una parte inherente de la misma. Dicha información externalizada sirve para indicar al individuo
que haga lo que sabe.

Si las normas que entendemos que funcionan durante las actividades educativas u
ocupacionales, por ejemplo, no parecen controlar el comportamiento de la persona, éstas
deben externalizarse. Las normas se pueden externalizar mediante la colocación de señales
acerca del colegio o del entorno de trabajo, señales relacionadas con estas normas y que
hagan que el adulto las consulte o las recuerde con frecuencia. También puede ser de gran
utilidad hacer que el adulto manifieste estas normas verbalmente y en voz alta antes y durante
el desempeño del trabajo individual. También se pueden grabar en una cinta estos
recordatorios o realizar una grabación digital que el niño o el adulto pueda escuchar por los
auriculares mientras trabaja. No es la intención de este artículo expresar los detalles de los
muchos tratamientos que se pueden diseñar a partir de este modelo. Todo lo que deseo hacer
aquí es sencillamente mostrar el principio que subyace en ellos: poner información externa
alrededor de la persona y dentro de sus campos sensoriales, información que pueda servir
para orientar mejor su comportamiento hacia actividades más apropiadas. Con el conocimiento
que este modelo ofrece y un poco de ingenio, muchas de estas formas de información
representada internamente se pueden externalizar para un mejor manejo del niño o adulto con
déficit de FE, como se ve, por ejemplo, en el TDAH.

La principal de estas formas de representación interna de la información que, o bien debe


externalizarse o eliminarse por completo de las tareas, es la relacionada con el tiempo. Como
hemos dicho anteriormente, el tiempo y el futuro son los enemigos de las personas con
dificultades de las Funciones Ejecutivas, a la hora de realizar o terminar una tarea orientada
hacia una meta. Una solución evidente es, entonces, reducir o eliminar los elementos

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problemáticos de una tarea siempre que sea posible. Por ejemplo, en lugar de asignar una
tarea que tenga grandes intervalos temporales entre sus distintos elementos, a una persona
con un trastorno de FE, se debe reducir dichos intervalos temporales en la medida de lo
posible. En otras palabras, los elementos deben ir más seguidos en el tiempo. En lugar de
decirles que el proyecto debe terminarse el mes que viene, hay que ayudarles a realizar
pequeñas tareas cada día dirigidas hacia esa meta final de modo que, cuando llegue la fecha
límite, el trabajo se haya terminado, pero realizado en pequeños períodos de trabajo diario, con
una respuesta inmediata e incentivos por hacerlo.

Sin embargo, hay una salvedad importante a todas estas implicaciones para externalizar las
formas de representación interna de la información. Esta salvedad radica en el componente del
modelo que se ocupa de la autorregulación de la motivación: Con independencia de lo mucho
que médicos, educadores y cuidadores externalicen mensajes, avisos y otras señales de las
formas internas de la información, mediante las cuales se pretende que la persona con déficit
de las Funcione Ejecutivas, se guíen (estímulos, eventos, normas, imágenes, sonidos, etc.), es
probable que el éxito sólo sea parcial. E incluso entonces, será sólo de forma temporal. Las
fuentes de motivación internas deben aumentarse con formas externas más convincentes. No
se trata sólo de que la información representada internamente sea débil en aquellos con
trastornos de FE. También son débiles las fuentes de motivación generadas internamente.
Estas fuentes de motivación son fundamentales para dirigir la conducta orientada a objetivos
hacia las tareas, el futuro y el resultado previsto, a falta de motivación externa en el contexto
inmediato. Tratar una forma interna de la información sin apoyar la forma externa, es la mejor
receta para un tratamiento ineficaz. Cualquiera que desee tratar a personas con déficit de FE
debe entender que también se deben externalizar las fuentes de motivación en aquellos
contextos en que se van a llevar a cabo las tareas, se van a seguir las normas y lograr las
metas. Quejarse a estas personas de su falta de motivación (pereza), impulso, fuerza de
voluntad o autodisciplina no es suficiente para corregir el problema. Retirar la ayuda y dejar que
ocurran las consecuencias naturales, como si se tratara de una lección que fuera a corregir su
comportamiento, es también una receta para el desastre. En cambio, deben disponerse medios
artificiales para crear fuentes externas de motivación en el punto de desempeño, en el contexto
en que se desea un determinado trabajo o comportamiento.

Los métodos de modificación de la conducta resultan especialmente adecuados para conseguir


estos fines. Existen muchas técnicas dentro de este tipo de tratamiento que se pueden aplicar
a niños y adultos con déficit de FE. Lo primero que hay que reconocer, como se establece en
este modelo de TDAH, es que (1) las formas de motivación internalizadas, auto-generadas, son

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débiles para iniciar y mantener la conducta dirigida a objetivos; (2) deben organizarse fuentes
de motivación externas, muchas veces artificiales, en el contexto del punto de desempeño; y
(3) estas formas de motivación compensatorias, artificiales, deben mantenerse durante largos
períodos de tiempo.

Para concluir, con este artículo he intentado demostrar que el TDAH es un trastorno de la
autorregulación. La autorregulación requiere que una persona tenga intactas las funciones
ejecutivas (FE). Las FE son tipos concretos de acciones de autorregulación o auto-dirigidas
que las personas utilizan para gestionarse a sí mismas de forma eficaz a fin de mantener sus
acciones (y resolución de problemas) hacia sus metas y el futuro. He tratado de mostrar que el
TDAH es a la vez TDAR (trastorno por déficit de autorregulación) y, por lo tanto, también es
TDFE (trastorno por déficit de funciones ejecutivas). Mediante la comprensión de la relación
entre estos términos, podremos entender que las personas con TDAH tienen dificultades para
utilizar las formas mentales de acciones dirigidas hacia uno mismo, que todos utilizamos para
gestionarnos a nosotros mismos de forma eficaz a fin de alcanzar nuestros objetivos y
bienestar a largo plazo. Para hacer frente a los problemas que crea el TDAH, tendremos que
entender que implica déficit de FE y que estos déficit se pueden compensar modificando el
entorno y realizando otros ajustes para reforzar y facilitar el uso del propio auto-control del
individuo.

El Dr. Barkley es Catedrático de Psiquiatría Clínica en la Universidad de Medicina de Carolina


del Sur, en Charleston. Ha recibido diferentes premios de la Asociación Americana de
Psicológica y de la Academia Americana de Pediatría por su trayectoria profesional. Es autor
de 19 libros, 250 artículos y capítulos en libros y de 7 vídeos sobre el TDAH y trastornos
relacionados. Su último libro es Taking Charge of Adult ADHD (2010, Guilford Press,
Guilford.com). Este artículo está basado en su nuevo libro, Executive Functioning and Self-
Regulation: Integration, Extended Phenotype, and Clinical Implications (Spring 2011, Guilford
Press). Su Web es russellbarkley.org.

©Este artículo es propiedad intelectual de Russell A. Barkley, Ph.D. y no se puede utilizar ni


transmitir bajo ninguna forma, sin su autorización por escrito.

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