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Negros de Alma.

Raza y procesos de subjetivación juveniles en


torno a los Bailes de Cuarteto (Córdoba, Argentina)

“Argentina es un país sin razas ni racismo”. “Es un descendiente de los barcos”. Es


considerada como una nación blanca y europea o un “crisol de razas”. Por medio de esta
forma humorística, invisibilizan a los africanos también descendidos de barcos e ignora
toda presencia que no tenga origen europeo o blanco. Se conocen los términos como
coyas, criollos, negros, indios, gallegos, tanos, chinos, coreanos, judíos, rusos, turcos,
gitanos, paraguas, bolitas; que forman parte del vocabulario cotidiano.
Entre otros términos se destaca “el negro no por el color de su piel sino de alma”. Esos
términos de “negro” o “negra” no hacen referencia a su color de piel, separan la parte
genética. Los negros y negras de alma, son caracterizados, por un lado, por lo estético: su
“mal gusto” (mersas), por lo ético: ser vagos (falta de dedicación al trabajo) y por ser
peligrosos (choros), por lo erótico: objetos sexuales desvalorizados: hombres fieros y
mujeres putas, y por su potencia sexual (calientes).
Estas clasificaciones sociales forman parte de la repetición de un discurso discriminatorio,
un discurso racista estereotípico. Utilizan medios estéticos verbales y no verbales
considerados como “performances”.
Sujetos considerados negros de alma por sus gustos musicales y prácticas de
divertimento: ¿Quiénes son los negros para los negros cuarteteros?
Trabajo de observación participante entre el 2000 y 2002 en los bailes de Cuarteto de
Córdoba, entrevistas y demás.

Cuarteteros, bailarines y ambienteros:


Cuartetero: Es utilizado para designar a quienes disfrutan de la música de Cuarteto, ya sea
en el baile, en la casa durante la limpieza, en una fiesta doméstica, en una radio (Suquía o
Popular) y demás. Toda persona que disfruta del Cuarteto y en especial a los que van al
baile. No solo son cuarteteros los consumidores del Cuarteto, sino también los
productores de este género.
El Cuarteto es considerado como género folklórico local y el 4 de junio es el “Día del
Cuarteto”. Desde el punto de vista de los sectores hegemónicos, el cuarteto es una música
sin ningún valor artístico y es cosa de negros.
El negro cordobés es caracterizado por ser Cuartetero, pobre, alegro y afín a bebidas
alcohólicas. Sus referentes artísticos son “La Mona” Jiménez o Rodrigo.
Aquellos que asisten a los bailes todos los fines de semanas no se identifican como
“negros cuarteteros” sino que prefieren llamarse “fiesteros”. Los auténticos negros son
aquellos seguidores de La Mona Jiménez.
La negra cuartetera: Es una figura denigrada que está asociada a la libre disponibilidad
sexual y que puede hacerse de ella sin pagarle nada, a diferencia de una prostituta. Usan
polleras cortas, llenas de collares y menean su cuerpo cuando bailan. La negra es acusada
por mantener tantas relaciones sexuales como una puta, aunque solo por placer.
Los bailes perdieron su función de mercado matrimonial para convertirse en un mercado
erótico y un entrenamiento de técnicas de seducción heterosexual.
En los bailes de Cuarteto, se constituye un habitus distintivo de un tipo de persona o un
estereotipo de persona, caracterizada por usar adornos corporales, vestimenta, calzado,
formas de mover el cuerpo y de hablar propios de los que asisten a esos bailes. Aquellos
negros cuarteteros “de corazón” son aquellos que le ponen el pecho a la discriminación.
Bailarines: Quienes concurren a los bailes, antes que cuarteteros, son bailarines. No solo
se refiere al “bailar” sino al que concurre al baile y es un consumidor. Para los publicistas
se usa el término bailarín por encima del término cuartetero para hacer referencia a una
mejor clase social y que no se lo confunda con negros.
Ambientero: Es un sujeto para quien el baile se convirtió en rutina y es naturalizado. Es el
baile para ellos su ambiente “natural”.
A diferencia del bailarín, los términos cuartetero y ambientero, llevan atrás una valoración
clasista expresada en términos raciales.
Para las mujeres, el estar en un grupo heterogéneo o en pareja con un hombre, evita ser
considerada como una negra cuartetera o ambientera y es incluida dentro del grupo de
bailarines. Pero una mujer sola, no es una “bailarina”.

Negros de Alma:
Argentina, si bien no es un país racialmente diverso, los negros de alma constituyen una
parte importante de la población. También se asevera que Argentina no es un país racista,
aunque los negros están entre nosotros con sus (malos) gustos y sus (peligrosas) prácticas
que contaminan nuestro mundo civilizado. Por medio de este uso de racismo, las
diferencias sociales son retrotraídas a unas diferencias raciales/ biológicas y por lo tanto
“naturales”.
La raza es una categoría moral y estética. Todos son sospechosos de ser negros y
permanentemente se generan marcas distintivas que separan unos de otros. La
fundamentación de la raza se funda sobre las formas del “alma”.
Foucault sostiene que el alma es el efecto e instrumento de una anatomía política que
habita al sujeto y le da existencia.
El proceso de racialización de las relaciones sociales tiene una larga historia hasta los
tiempos virreinales, con la separación de repúblicas en diferentes castas a españoles,
criollos, mestizos, negros e indios.
José María Ramos Mejía: “Cualquier craneota inmediato es más inteligente que el
inmigrante recién desembarcado en nuestra playa. Es algo amorfo yo diría celular en el
sentido de su completo alejamiento de todo lo que es mediano progreso en la
organización mental. Es un cerebro lento.
Los inmigrantes fueron considerados tan peligrosos como los indios, negros y gauchos.
Los estereotipos raciales construidos para las clases peligrosas fueron diseñados para
elaborar diferencias entre jerarquías sociales de raza, clase y género. La relación entre
estas clasificaciones y el argentino, puede determinarse como todo estímulo que tensiona
el sistema nervioso, que distingue la clase y el género. Así, estos estímulos eran
considerados de “mal gusto”, “degenerados” y propios de los negros y de los
homosexuales.
Otro pliegue para determinar cómo la raza se deprende del cuerpo y se localiza en el alma,
son los migrantes provenientes del Interior en los años 40 y 50 del siglo XX que buscaban
trabajo en Buenos Aires. Eran llamados “cabecitas negras” y representaban lo abyecto
(actos despreciables) para la oligarquía.
El negro es ladrón (choro) y la negra es prostituta (puta). Ninguno de los dos puede
producir riqueza a través de medios legítimos. El ladrón viola la ley robando y la negra
transforma en trabajo aquello que debe hacerse por amor.

Piel blanca y máscaras negras:


Rasgos para clasificar a los individuos según sus características fenotípicas en los bailes:
Rubiecita: Alguien que tiene piel color blanca o más clara independientemente de su color
de pelo.
Morochito: Todo lo contrario.
Siempre un “morochito” será más sospechoso que un “rubiecito” aunque ninguna de
estas categorías tenga un contenido despreciativo.
Determinados sujetos con un cierto fenotipo suelen ser detenidos por la policía por
“portación de rostro”. Algunos son trabajadores, estudiantes, buenos ciudadanos que
sufren el acoso policial por su condición fenotípica.
Tema de Jiménez: “Yo no tengo la culpa de tener este rostro porque es una obra de mamá
y papá” “Oficial yo le pido no encandile mi rostro”.
Para los muchachos, el ser “rubiecito” es un índice de homosexualidad.
El consumo de determinadas prendas (a veces producidas por si mismos), anteojos,
zapatillas, cortes de pelo asociados con los gustos de los rubiecitos son posibles
indicadores de homosexualidad y por lo tanto una forma degradable de masculinidad. Son
doblemente discriminados.
Aquellos que se visten a la moda, que no cosen su propia ropa y son heterosexuales son
considerados como normales o carteludos, con personalidad para quienes los otros,
excepto sus amigos son unos negros.
Un negro es negro cuando es heterosexual y carga una masculinidad hegemónica.
Ir a la cancha y a los bailes de la Mona para los adolescentes, hijos de los sectores menos
desfavorecidos (clase media), es colocar una máscara negra sobre su piel blanca. Otros
rubiecitos, hijos de sectores más empobrecidos tratan de alejarse de la etiqueta de negros
de su clase y asisten a otros tipos de bailes como Trulalá.
En el caso de los bailes de Cuarteto, se construye una representación positiva de negros y
negras. Asumen como causa y no como destino la marginidad social. Se referencian en un
artista exitoso, se convierten en “los negros y negras de”.
El africano representa el mayor aporte a la música por la influencia ejercida por aquellos
que emigraron al resto del planeta. Se establece una relación directa entre negros de piel
y los negros de alma. Jiménez racializa el término “negro” y lo remite al África y los afro-
descendientes, entre los cuales él dice contarse.
Se escucha el término “braian o braianada” como forma eufemística (forma menos
ofensiva) para designar a los negros o a las cosas que hacen. “Negrito/a” se usan como
disminutivos para enamorados o personas de mucha confianza.

Los estereotipos y el discurso discriminatorio:


Morochito/a o rubiecito/a son formas disminutivos de términos discriminatorios que al
postularse como descriptivos de un fenotipo (color), se representan también como
neutros. A diferencia de negro, no son categorías acusatorias.
Si bien no todos los negros son morochitos, todos los morochitos son unos negros.
El sujeto del discurso discriminatorio se construirá entre dos posiciones. Una que es la
metafórica/narcisística, en el cual el estereotipo se reproduce como una representación
fija e inmutable. Ej: Los negros son todos iguales, los negros no cambian, los negros son
negros de alma. Y la segunda posición es la metonímica/agresiva que reproduce la
representación estereotipada como la presencia agresiva y repetida de una imagen que
intenta recubrir la diferencia. Ej: Cualquier rasgo negativo de sujetos con determinados
fenotipos (morochitos) será interpretado como cosas de negros y a los sujetos se los
considerará como unos negros de mierda.
Las negras se caracterizarían por desobedecer las reglas de la moda y generar atuendos
de “mal gusto” por parte de aquellas que consideran normales. Supuestamente exageran
el maquillaje y decoración del cuerpo. Son “piojosas” que no vigilan su higiene personal.
Para muchos entrevistados, las mujeres que usan una vestimenta ajustada o que deja al
descubierto el vientre a pesar de sus abultadas formas atómicas, son clasificadas como
negras. También son consideradas promiscuas y proclives a una intensa actividad erótico-
genital, en el cual van a los bailes para ofrecerse sexualmente a los hombres.
De las dos posiciones, emergen los estereotipos. Pueden ser analizados como
performances (actuaciones) reguladas por la normalización y la institucionalización de las
distinciones sociales. El comportamiento de las negras es la expresión de una interioridad
(alma) no modificable. Estas performances reproducen a los sujetos que las interpretan
cuando estos exhiben como naturales unas diferencias socialmente producidas.
La imagen que ofrece y realiza el estereotipo de “las negritas” está siempre dañada,
contaminada, despreciada: “Las normales van con novios, las negritas van sin los novios”.
Butler sostiene a la heterosexualidad como ideal y como deber de identidades de género.
Se modela la materia corporal del sexo.
Así, cada una de las repeticiones deviene un ejercicio disciplinario que realiza una falsa
estabilización del sujeto en un punto de identificación e identidad, en una máscara o un
estereotipo, a través de la significación de su cuerpo y sus actuaciones.
Los estereotipos conjugados por el discurso discriminatorio que se realiza en los bailes
también puede describirse como enunciados performativos en tanto no existe ninguna
diferencia interior o anterior que ellos estén expresando. Por el contrario, son las
distinciones instituidas las que crean a los sujetos cuando realizan las diferencias sexuales,
sociales y raciales en los diferentes modos de ir, estar y danzar en el baile. En el baile, a
través de diferentes formas de presentación, los sujetos participan en la construcción
ambivalentes estereotipos raciales y sexuales y de los cuerpos destinados a confirmar o
desmentir la verdad de los mismos. Ej: Los adolescentes buscan representarse como
normales y al mismo tiempo buscan mediante dietas, acomodar sus formas corporales a
los talles de vestimenta.
Las adolescentes que discriminaban a otras por negras, por ir sin el novio o beber sin la
mediación de un vaso, se convierten en víctimas de su propia clasificación. Por medio de
comentarios, acusaciones y clasificaciones en un espacio cerrado y de exposición corporal
como es un baile, se refuerza la identidad de un grupo en detrimento de otro y los
estereotipos a través de los cuales se representa cada uno de ellos.

Racismo y heterosexualidad hegemónica:


Para los cuarteteros, en los bailes se encuentra una gran variedad de sujetos que se
diferencian entre sí a partir de sus formas de presentación personal, gustos musicales, etc.
Separados de este conjunto de sujetos normales, se encuentran los homosexuales varones
y mujeres y las travestis quienes, por sus prácticas eróticas y sus modos de hacer género,
son excluidos del universo de aquellos que se definen como “varones y mujeres de
verdad”. Estos estereotipos raciales y sexuales repetidos una y otra vez, ponen en juego
dos principios de distinción: un principio que llamamos racial-estético-mortal y otro
sexual-genérico-erótico. Para los hombres es necesario tener una personalidad, no
alcanza solo con la normalidad.
Clasificando como negros o negras en el baile a los otros, los bailarines afirman una vez
más las propias prácticas que los arrojan a ellos al campo de lo abyecto. Los negros son
siempre homosexuales, normales y pueden hacer enunciados de odio y discriminación, a
diferencia de homosexuales o travestis, quienes quedan excluidos.
Para las mujeres, presentarse como negra es exponerse a desvalorización, tanto de
hombres como de otras mujeres que no quieren serlo. Las jóvenes que se reconocen
como negras son o pobres o jóvenes que se educan en colegios privados. Ahí se pierde el
sentido acusatorio del estereotipo y constituyen una imagen a partir del carácter
antisocial imputado a las mismas.
Para los varones ser un negro puede ser un tipo de masculinidad dominante. Para las
mujeres decirse negra es ser socialmente condenada. Aunque también hay adolescentes
que se dicen “negras putas” para hacer referencia a cuando los hombres recalcan sus
grandes penes, ellas lo hacen en sentido al tamaño de sus vaginas. Así de cierta forma es
más significativo.

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