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CRÍTICA / LIBROS ›

Y la rutina se convirtió en gran literatura


El escritor Karl Ove Knausgård busca transformar la resaca de los días en algo que los justifique

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ALBERTO MANGUEL

11 JUN 2014 - 07:03 COT

Cuentan que cuando Proust propuso a Anuncio

Gallimard el primer tomo de la inmensa


novela que acabaría siendo En busca
del tiempo perdido, André Gide, que
trabajaba allí como editor, rechazó el
manuscrito después de leer el primer
capítulo diciendo: “No entiendo que un
señor pueda llenar treinta cartillas para
describir cómo da vueltas y más vueltas
en su cama antes de poder conciliar el
sueño”. Después de que la novela
conociese el éxito merecido, Gide,
¿Quieres estar el
como se sabe, presentó sus
'La esclusa' (1824), de John Constable.
avergonzadas excusas al autor, pero su
primero?
primera reacción ejemplifica Ayudas de hasta 800€ para mejorar
claramente la rivalidad entre los dos campos en los que se inscribe toda ficción: la calidad de tus resultados en
nuestro buscador
aquel que se propone una recreación fotográfica de la realidad, tal como la
memoria del autor cree verla, opuesta a aquel que desdeña esa documentación G-Partners
fidedigna y prefiere imaginarla. La primera se enorgullece de contar los hechos
tal como se supone que han ocurrido; la segunda, de inventarlos para mejor
Visitar
serles fiel. Ambas mienten.

Podemos imaginar el horror que hubiese sentido Gide ante la vasta obra del
N EW SL ETTER
noruego Karl Ove Knausgård (1968), quien ha querido narrar su vida en los más Recibe el boletín de Babelia
mínimos detalles (como Proust, cuya inspiración Knausgård admite) a lo largo de
seis tomos de más de seiscientas páginas cada uno bajo el título colectivo y
DESCUBRIR PARADORES
provocador de Mi lucha, como la autobiografía de Hitler. Día a día y minuto por
minuto (no todos los días ni todos los minutos), Knausgård nos cuenta su vida.
Los dos primeros tomos han sido hábilmente traducidos al castellano por Kirsti
Baggethun y Asunción Lorenzo; quizás algún día leeremos la detallada crónica de
esta casi infinita y heroica tarea de traducir palabra por palabra, como un eco
sagaz, las 4.000 páginas de estas memorias contadas hora tras hora.

Knausgård inicia la crónica de sus luchas en marzo de 2008, sentado a la mesa


de trabajo en Estocolmo, puesto que el novelista noruego vive en Suecia. En el Cinco fiestas para celebrar con el
primer tomo, La muerte del padre (publicado en castellano en 2012), la lucha de estómago
Knausgård es contra la figura del padre alcohólico, muerto en 1998; en el Cinco localidades, cinco festejos y
cinco recetas inspirados en ellos
segundo, Un hombre enamorado, la lucha es contra la figura de la muerte. Un
hombre enamorado cuenta el fin de su primer matrimonio, el exilio de Noruega, el
encuentro con la que será su segunda mujer, el nacimiento de sus hijos. Pero LO MÁS VISTO EN...
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Knausgård está ya en la segunda mitad de su vida y las angustias de ser hijo se


EL PAÍS Twitter Verne Babelia
transforman en las de ser padre. “La vida es sencilla para el corazón”, dice
Knausgård al inicio de su periplo, “late mientras puede”. Tumbas recobradas

Prometeo contra el cambio climático

El poema de la unidad
Nada resulta más aburrido e incómodo
Ian Manook: “Mi detective solo tiene sentido en
que escuchar el latido de un corazón a
Mongolia”
lo largo de todas las décadas de una
José María Pou: “Me he salido de bastantes funciones
vida: cuando alguien nos cuenta las sin remordimientos”

travesuras cotidianas de sus hijos, nos Madeline Miller: “Mi Circe es feminista”

muestra fotos de sus vacaciones, nos La educación de las niñas

habla de sus problemas matrimoniales. Algunas alegrías lectoras

Un editor canadiense me dio una vez En el jardín de Trotski

este consejo: “Cuando estás Trampantojo

escribiendo, piensa que hay un lector


mirando por encima de tu espalda,
preguntándote: ‘¿Y tú por qué me
estás contando esto, a mí que no soy
tu mamá?”. Sin embargo, como dijo sabiamente Stevenson, toda novela es
chisme. Queremos conocer los detalles de la vida de Alonso Quijano y de Emma
Bovary, cuándo comía el uno sus duelos y quebrantos, y de qué color eran las
cortinas de la habitación en la que la otra recibía a su amante. Los detalles más
pequeños son parte de la realidad de la ficción.

En el caso de una novela que se declara autobiográfica, las cosas son un poco
distintas. Saber desde la primera página que los hijos de Knausgård no han ido a
la guardería el 29 de julio de 2008, que a su hija Heidi le encantan los zapatos,
que Knausgård se sentó a comer un perro caliente, son detalles que, en sí
mismos, son incapaces de conmovernos. Ni la descripción de estas nimiedades,
contadas en un estilo lacónico que no pretende evitar los lugares comunes y los
epítetos trillados, ni la minuciosa contabilidad de los hechos nos interesan ni nos
iluminan, cuando de pronto, en medio de otro párrafo mundano, surgen ciertas
sombras del pasado, y todo cambia. “Por unos instantes”, cuenta Knausgård
mientras baja una cuesta con los niños, “me invadieron los recuerdos, no en
forma de sucesos concretos, sino más bien como estados de ánimo, olores,
percepciones. Cómo la luz, que a mediodía era más blanca y más neutra, por la
tarde se volvía más plena, oscureciendo los colores”. Y entonces ocurre el
milagro: la ristra de palabras banales se transforma en gran literatura. Es como si
Knausgård tuviera que poner en escena toda la parafernalia de su teatro para
poder después enfocar las candilejas en un único objeto o personaje. Entonces el
lector entiende: ese vertedero documentario necesita existir para que surja, de
vez en cuando, un prodigio que, por sí solo, parecería puramente retórico pero
que, nacido de la abrumadora acumulación de detalles, se convierte en una
epifanía.

En el primer tomo, Knausgård cuenta cómo, mientras su segunda mujer duerme,


él se pone a hojear un libro sobre el pintor inglés Constable, y descubre un
cuadro de nubes verdosas, al cual vuelve una y otra vez. La imagen lo hace
“temblar por dentro (…) pero al intentar explicar por qué, en qué consistía lo
fantástico, fallaba”. Proust cuenta una escena similar: el escritor Bergotte,
contemplando un cuadro de Vermeer, se maravilla ante “un retazo de color
amarillo” que no había observado antes, y se dice: “Así hubiese debido escribir
yo”. Esas nubes verdosas y ese retazo amarillo son idénticos a la visión inefable
del escritor, Bergotte o Knausgård, quienes buscan transformar la resaca de los
días en algo que los justifique y que también nos justifique a nosotros, sus
atónitos lectores.

Un hombre enamorado. Mi lucha. Tomo II. Karl Ove Knausgård. Traducción de Kirsti Baggethun y
Asunción Lorenzo. Anagrama. Barcelona, 2014. 629 páginas. 25 euros 

ARCHIVADO EN:

Marcel Proust · André Gide · Karl Ove Knausgård · Crítica literaria · Noruega · Escandinavia
· Libros · Literatura · Cultura

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