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Papa Francisco: “Los

océanos son el patrimonio


común de la familia
humana”
IV Conferencia Internacional “Nuestro Océano”
6 OCTUBRE 2017ROSA DIE ALCOLEAEL PAPA FRANCISCO

Oceano, Wikimedia Commons, Jon Sullivan

(ZENIT – 6 Oct. 2017).- El Papa ha llamado a “cuidar los océanos como parte
de una visión integrada del desarrollo humano”.
Lo ha dicho el Papa Francisco en un mensaje enviado a través del Card. Pietro
Parolin, Secretario de Estado, dirigido a los participantes de la IV Conferencia
Internacional sobre “Nuestro Océano, un Océano para la Vida”, que se celebra
en Malta del 5 al 6 de octubre, organizada por la Unión Europea.

Este año, además de continuar con el compromiso en los sectores de las zonas
marítimas protegidas, de la pesca sostenible, de la contaminación marina y de
la lucha contra la repercusión del cambio climático en los océanos, se han
añadido los temas de la economía azul y de la seguridad marina, centrados en
el Mar Mediterráneo y los Océanos Atlántico e Índio.

El Papa ha querido marcar dos pautas principales: Reconocer nuestro deber de


“cuidar los océanos como parte de una visión integrada del desarrollo
humano” y atender la necesidad de una gobernanza multilateral “encaminada
a la búsqueda del bien común” inspirada en el “principio de subsidiariedad y
el respeto de la dignidad de cada persona humana” (Laudato Si ‘, 174).

A continuación, ofrecemos el mensaje completo del papa Francisco, escrito


por el cardenal Pietro Parolin.

Carta del papa Francisco

Damas y caballeros,

Queridos amigos,

Me complace transmitir los cordiales saludos de Su Santidad el Papa


Francisco a todos los reunidos para esta Cuarta Conferencia Internacional
sobre “Nuestro Océano, un Océano para la Vida.”

Vuestra Conferencia se ocupa de cuestiones complejas e interrelacionadas,


como la salud de los océanos, así como la coordinación y la gestión de
diversas actividades por encima o por debajo de los mares . Su Santidad
aprovecha esta ocasión para alentar un esfuerzo concertado para abordar una
serie de cuestiones urgentes que afectan directamente el bienestar de
innumerables hombres y mujeres: la trata de personas, mano de obra esclava y
condiciones de trabajo inhumanas asociadas con la industria pesquera y la
navegación comercial, el nivel de vida y las oportunidades de desarrollo en las
comunidades costeras y de las familias de los que pescan, y la situación de las
islas amenazadas por la subida del nivel del mar.

Reflexionar sobre estos temas conduce inevitablemente a dos conclusiones. La


primera es un reconocimiento de nuestro deber de cuidar los océanos como
parte de una visión integrada del desarrollo humano. La segunda se refiere a la
necesidad de una gobernanza multilateral encaminada a la búsqueda del bien
común y equipada para operar a nivel global y regional, guiada por el derecho
internacional e inspirada en el principio de subsidiariedad y el respeto de la
dignidad de cada persona humana. Laudato Si ‘, 174).

Los océanos son el patrimonio común de la familia humana. Sólo con un


profundo sentido de humildad, asombro y gratitud podemos hablar con razón
del océano como “nuestro”. Cuidar esta herencia común implica
necesariamente el rechazo de formas cínicas o indiferentes de actuar. No
podemos pretender ignorar los problemas de la contaminación de los océanos
como resultado, por ejemplo, de los plásticos y micro-plásticos que entran en
la cadena alimentaria y tienen graves consecuencias para la salud de la vida
marina y humana. Tampoco podemos permanecer indiferentes ante la pérdida
de los arrecifes de coral, lugares esenciales para la supervivencia de la
biodiversidad marina y la salud de los océanos, al ser testigos de un
maravilloso mundo marino transformado en cementerios subacuáticos
despojados de vida y de color (cf. Si ‘, 41).

Los océanos nos unen y nos convocan a trabajar juntos. Como señaló Su
Santidad en Laudato Si ‘, “todo está interconectado”. Nuestro mundo de hoy
necesita ver que los océanos son un recurso crucial en la lucha contra la
pobreza y el cambio climático, ambos intrínsecamente vinculados (véase
Mensaje del Papa Francisco a la COP22 a la Convención Marco de las
Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, 10 de noviembre de 2016) . Hay
necesidad de nuevas tecnologías para prever diversos problemas que atañen al
buen gobierno de los océanos, pero también para un cambio en nuestra forma
de vivir y ofrecer nuevos modelos de producción y consumo, para promover
un desarrollo humano auténtico e integral que valora la buena gobernanza y la
adopta de manera responsable.

Durante demasiado tiempo se ha pensado que la inmensa vastedad de los


océanos permitiría la negligencia, la eliminación de desechos tóxicos y la
ausencia de supervisión por parte de las autoridades. Durante demasiado
tiempo, no se ha considerado la gravedad de los efectos sobre los ecosistemas
marinos y costeros de la explotación a menudo no reglamentada de
determinados recursos oceánicos. Pienso, por ejemplo, en los medios
complejos e invasivos de extracción de recursos minerales del fondo del mar,
que gracias a los avances tecnológicos son cada vez más viables y
competitivos. Durante demasiado tiempo, la atención se ha centrado en las
situaciones de delincuencia y tragedia humana en el mar, sin enfrentar valiente
y adecuadamente sus causas, que a menudo se encuentran en tierra. Es hora de
trabajar con mayor responsabilidad para salvaguardar nuestros océanos,
nuestro hogar común, y nuestros hermanos y hermanas, hoy y en el futuro.

El libro del Génesis enseña que en el principio “el Espíritu de Dios se cernía
sobre la faz de las aguas” (1: 2). Este versículo nos recuerda que los océanos
tienen una importancia particular para muchas religiones. La espiritualidad
puede proporcionar incentivos poderosos para la protección de los océanos y,
más generalmente, para el cuidado de toda la creación (cf. Laudato Si ‘, 216).
” a ciencia y la religión, que aportan diferentes aproximaciones a la realidad,
pueden entrar en un diálogo intenso y productivo para ambas. ” (Laudato Si ‘,
62).

Los océanos nos recuerdan la necesidad de educar para el pacto entre la


humanidad y el medio ambiente (cf. Laudato Si ‘, 209-215). En este sentido,
hay que esforzarse para educar a los jóvenes para que cuiden los océanos, pero
también, siempre que sea posible, para ayudarles a crecer en el conocimiento,
el aprecio y la contemplación de su vastedad y grandeza. Pues la
contemplación de la creación puede enseñarnos lecciones valiosas y ser una
fuente de inspiración interminable (cf. Laudato Si ‘, 85).

Con la seguridad de mi profundo interés en las deliberaciones de la


Conferencia, tengo el honor de reiterar los buenos deseos del Papa Francisco y
transmitir su bendición.

Sinceramente suyo

Cardenal Pietro Parolin


Secretario de Estado

Aprende a Orar
Evangelio meditado para el Tiempo Ordinario

×Transmisión en vivo: 2o. Encuentro #JuntosporMexico 2017 (sábado 7 de


octubre desde Querétaro, México) (click aquí).

Llamados a ser hermanos


Santo Evangelio según San Mateo 21, 28-32. Domingo XXVI del
tiempo ordinario. Ciclo A.

Por: H. Balam Loza, L.C. | Fuente: missionkits.org


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Padre bueno, vengo a tu presencia para escuchar tu voluntad. ¿Qué quieres de
mí?¿Cuál es tu voluntad para mi vida? Dame, Padre mío, fuerzas para cumplir
lo que me pides. Es muy fácil decir "sí, quiero lo que Tú quieres" pero la verdad
es que cuando viene la prueba o me pides un poco más de sacrificio me olvido
rápidamente de mis buenos deseos y comienzo a quejarme. Hoy vengo ante Ti
para pedirte perdón por lo poco comprometido que soy y para pedirte tu fuerza
pues ¿qué es el hombre sin Ti? Padre, en Ti confío.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 21, 28-32


En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del
pueblo: "¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al
primero y le ordenó: 'Hijo, ve a trabajar hoy en la viña'. Él le contestó: 'Ya voy,
Señor, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Este le
respondió: 'No quiero ir', pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la
voluntad del padre?". Ellos le respondieron: "El segundo".
Entonces Jesús les dijo: "Yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se
les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan, predicó
el camino de la justicia y no le creyeron; en cambio, los publicanos y las
prostitutas sí le creyeron. Ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han
arrepentido ni han creído en él".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

"No quiero" ¡Cuántas veces nos topamos con la pereza o la desgana en


nuestra vida! Sin duda que más de una vez hemos dicho a familiares, amigos,
compañeros de trabajo estas dos sencillas palabras. Sí, es muy triste y más de
alguno podrá pensar muy mal de nosotros cuando actuamos así. No importa. Si
nunca tuviésemos momentos de cansancio o enfado dejaríamos de ser
personas de carne y hueso. Y no importa, sobre todo, porque nuestro Padre
Dios nos ama independientemente de lo que podamos hacer mal.
Siempre hay errores. Al mismo tiempo está siempre la posibilidad de decir una
palabra aún más sencilla y es: "perdón", "lo siento". He aquí la belleza. La
posibilidad de, como diría Dickens en boca del señor Carton, "volver a la lucha,
de comenzar de nuevo, de dejar el vicio y la sensualidad y llevar a un final
victorioso el abandonado combate" (Historia de dos ciudades).
Todos podemos caer, y todos dejaremos el fusil en algún momento. Pero nadie
está hecho para quedarse tirado en el suelo, nadie está hecho para vivir en el
pecado. Todos somos débiles y cada uno sabe bien el pie del cual cojea. De
igual modo cada quien tiene sus fortalezas y las conoce muy bien. Si somos
débiles es para que alguien nos ayude cuando nos faltan las fuerzas, y si
somos fuertes es para ofrecer el brazo a otro.
Pienso un sinfín de veces en la imagen del rompecabezas. Se puede querer un
mundo en el que todos piensen igual que uno, que todos vayan en nuestra
misma dirección. El rompecabezas, en cambio, tiene muchas fichas y cada una
es única. ¿Qué es lo que pasa cuando se pierde una y es la qué falta para
terminar? Todos comienzan a inquietarse y a buscar por todas partes. Así es la
vida, el Padre ama a todos por lo que son, con sus más y con sus menos. Ha
pensado desde toda la eternidad en cada uno. Estamos llamados a ser
hermanos, hijos del mismo Padre.
Jesús se dirige a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del pueblo y eso
quiere decir a los que tenían la autoridad, la autoridad jurídica, la autoridad
moral, la autoridad religiosa. Pero no tenían memoria porque habían olvidado
incluso los diez mandamientos de Moisés por esa construcción de la ley
intelectualista, sofisticada, casuística, esta ley que se volvió como un becerro
de oro -otro becerro de oro- en lugar de la ley de Moisés. En el caso del
primero de los dos hijos enviados por el padre a trabajar a la viña: inicialmente
dice que no, pero después se arrepintió y fue. Mientras que estos jefes no
sabían qué era arrepentirse, porque se sentían perfectos. También hoy Jesús
nos dice a todos nosotros y a los que son seducidos por el clericalismo: "los
pecadores y las prostitutas os precederán en el reino de los cielos".
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho
amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o,
si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a ir a misa con la ilusión de acercarme al Padre, preferentemente con
mi familia, para agradecer todos los bienes recibidos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santa Marta: El Papa invita


a que “pidamos la gracia de
la vergüenza”
“El pecado arruina el corazón”, recuerda el Papa
6 OCTUBRE 2017ROSA DIE ALCOLEAEL PAPA FRANCISCO

Eucaristía En Santa Marta 06/10/2017 © L´Osservatore Romano

(ZENIT – 6 Oct. 2017).- “La vergüenza abre la puerta a la curación”,


“pidamos la gracia de la vergüenza” es la invitación que ha hecho el papa
Francisco en la misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta.
El Papa dirigió estas palabras al concluir esta reflexión: “Ante el Señor
experimentar vergüenza por nuestros pecados y pedir ser curados”, y continuó
“Cuando el Señor nos ve así, avergonzados por lo que hemos hecho, y con
humildad pedir perdón, Él es el omnipotente: borra, nos abraza, nos acaricia y
nos perdona. Éste es el camino para llegar al perdón, lo que hoy nos enseña el
profeta Baruc”.

El Papa ha aclarado que Dios es misericordioso: “Alabemos hoy al Señor


porque ha querido manifestar la omnipotencia precisamente en la misericordia
y en el perdón”, y ante un Dios tan bueno, que perdona todo, que tiene tanta
misericordia: “pidamos la gracia de la vergüenza”.

“Nadie puede decir: ‘Yo soy justo’, o ‘yo no soy como aquel o como aquella’.
Yo soy pecador. Yo diría que casi es el primer nombre que todos tenemos:
pecadores”, ha señalado el Papa.

“Justicia a Dios y a nosotros el deshonor en el rostro”. Con estas palabras el


Profeta Baruc en la Primera Lectura propuesta por la liturgia del día se refiere
a la desobediencia a la ley de Dios, es decir, al pecado y, al mismo tiempo,
indica también cuál es el verdadero camino para pedir perdón.

Este ha sido el hilo conductor de la homilía del Papa durante la Misa matutina
celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta el primer viernes de octubre.
Francisco recorrió el texto litúrgico deteniéndose, ante todo, en la realidad del
pecado que caracteriza a todos los hombres, y en la profecía de Baruc
“sacerdotes, reyes, jefes y padres”.

El Papa ha explicado que al preguntarnos “¿por qué somos pecadores?”


entendemos que “hemos desobedecido, siempre en relación con el Señor: Él
ha dicho una cosa y nosotros hemos hecho otra. No hemos escuchado la voz
del Señor: Él nos ha hablado tantas veces. En nuestra vida, cada uno puede
pensar: ‘¡Cuántas veces el Señor me ha hablado a mí! ¡Cuántas veces no lo he
escuchado!’. Ha hablado con los padres, con la familia, con el catequista, en la
iglesia, en las predicaciones, también ha hablado a nuestro corazón”.

Pero nosotros nos hemos rebelado: éste es el pecado, por lo tanto es


“rebelión”, es “obstinación” en el proseguir en “las inclinaciones perversas de
nuestro corazón”, cayendo en las “pequeñas idolatrías de cada día”, “codicia”,
“envidia”, “odio” y, especialmente, “maledicencia”, ese “hablar mal” que el
Papa define la “guerra del corazón para destruir al otro”.

“El pecado arruina el corazón, arruina la vida, arruina el alma, debilita y


enferma”, y el Papa ha indicado que “No es una mancha que hay que quitar.
Si fuera una macha, bastaría ir a la tintorería y hacerla limpiar… No. El
pecado es una relación de rebelión contra el Señor. Es malo en sí mismo, pero
malo contra el Señor, que es bueno. Y si yo pienso así mis pecados, en lugar
de entrar en depresión, siento aquel gran sentimiento: la vergüenza, la
deshonra de la que habla el profeta Baruc. La vergüenza es una gracia”.

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