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Tuvo una vocación innata como educador, fue maestro y orientador de juventudes.
Empezó en la docencia secundaria, hasta llegar a ser un catedrático calificado que utilizó
los valores de la cultura peruana como recurso fundamental para desarrollar su
personalidad de investigador y docente.
Es cierto que Arguedas no escribió mucho sobre educación, como sí lo hicieron otros de
su época o de su talla, sin embargo fue un gran colaborador en diferentes medios de una
manera indirecta, ya que sus lecciones de pedagogía y educación estaban siempre
alimentadas por sus obras literarias y ensayos antropológicos. Este recurso pedagógico
fue mantenido y sostenido durante todo el tiempo que ejerció la docencia, especialmente
en la universidad.
Después de vivir en varios pueblos andinos y recibir una accidentada educación primaria,
secundaria y universitaria, decidió escapar de esa vorágine vida e ingresó al magisterio
como profesor de castellano y geografía en el Colegio Pumacahua, en Sicuani.
Posteriormente en otras instituciones locales Alfonso Ugarte, Lima y Nuestra Señora de
Guadalupe, Lima. Tal experiencia parece indicar que, debido a lo férreo y estricto que
significaba ser profesor de curso, él poco o nada pudo hacer a pesar seguramente del
deseo de cambiar en algo la aridez de las materias a su cargo.
Después de cumplir correctamente sus labores como educador, fue destacado al
Ministerio de Educación para colaborar en los “Planes de Educación Secundaria”. Ocupó
cargos importantes en él, cargos que le permitieron conocer más sobre la realidad de la
educación peruana, especialmente en el área cultural. Gracias a ello, junto a la
colaboración de francisco izquierdo ríos, decidió invitar a los docentes de educación
secundaria para que remitieran textos sobre narraciones orales. El resultado fue
sorprendente y los alumnos resultaron siendo finalmente los que revelaron la gran riqueza
que tiene el Perú, se trata del libro Mitos, leyendas y cuentos peruanos, en cuya última
parte del prólogo Arguedas escribe: “Ha sido posible editar, de esta suerte, un libro de
procedencia escolar que podrá convertirse en un instrumento para la educación, pues,
aparte de servir como medio de enseñanza de la lectura, puede emplearse para despertar
entre los estudiantes elevada inquietudes, pudiéndose aprovechar también su contenido
como temas de análisis y como auxiliar en los cursos de Geografía, Historia, Psicología y
Castellano”.
Conocer esta realidad le permitió dictar cursos en el instituto pedagógico la cantuta sobre
la “Problemas fundamentales de la educación”. Luego obtener el nombramiento como
catedrático en San Marcos en el departamento de Etnología y en la Universidad Nacional
Agraria La Molina, donde desarrolló su vocación de maestro. Allí pudo formar a nuevos
investigadores y docentes con una mentalidad peruanista renovadora. Así, cumplió una
tarea fundamental hasta agotar sus fuerzas.
Días antes de tomar la fatal determinación, escribió una conmovedora carta dirigida al
rector y a los alumnos de La Molina en referencia al significado de la educación y a la
Universidad, anotó: “Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede
ser invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso
cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza
superior y la investigación… Mi Casa de todas las edades es ésta: la Universidad. Todo
cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y,
sobre todo, el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a
trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me
acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe en nuestro país y su gente, en la
Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión
de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo
de la capacidad humana, especialmente la del hombre peruano”
Es por ello que debido a Arguedas, la educación peruana recibió y se alimentó con un
nuevo mensaje: la cultura viva como ejemplo de vida y esperanza. Su amor por el Perú
convirtió a la memoria social, a la literatura oral y a la personalidad colectiva, en una
fuente de referencia inagotable. En ese sentido, Arguedas ha cumplido un rol invalorable.
Nos ha enseñado a educar con los signos mayores de la cultura peruana, vía
imprescindible para ser esencialmente peruanos y, al mismo tiempo, latinoamericanos y
singularmente universales.
La vida de Arguedas es un ejemplo a ir más allá de uno mismo, a entender la vida como
un compromiso social, y a la educación como un servicio social, Arguedas mira que antes
de ser profesores y estudiantes, se es persona de un misma familia, de un mismo
consenso social, de una misma cultura.