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JOSÉ MARÍA ARGUEDAS Y LA EDUCACIÓN

Su labor docente como educador de aula abierta se encuentra en toda su vida, en su


teoría y práctica, en su creación literaria, en sus ensayos antropológicos, etc. Sin
embargo se traduce mucho más en sus obras literarias y ensayos, donde muestra la
enseñanza de los valores culturales, de los valores humanos, de los lazos de solidaridad y
reciprocidad, de la peruanidad. Todo esto con el fin de formar en cada uno un
pensamiento intercultural que lleve a la reafirmación de la existencia de todos como uno.

Tuvo una vocación innata como educador, fue maestro y orientador de juventudes.
Empezó en la docencia secundaria, hasta llegar a ser un catedrático calificado que utilizó
los valores de la cultura peruana como recurso fundamental para desarrollar su
personalidad de investigador y docente.

Es cierto que Arguedas no escribió mucho sobre educación, como sí lo hicieron otros de
su época o de su talla, sin embargo fue un gran colaborador en diferentes medios de una
manera indirecta, ya que sus lecciones de pedagogía y educación estaban siempre
alimentadas por sus obras literarias y ensayos antropológicos. Este recurso pedagógico
fue mantenido y sostenido durante todo el tiempo que ejerció la docencia, especialmente
en la universidad.

Sus trabajos de Etnología, Antropología y Ensayo permiten conocer mejor su labor en


referencia a la educación peruana. Mientras tanto, es bueno rastrear el itinerario que
siguió, para después apreciar mejor su contribución a la educación. De esa manera, se
podrá tener una visión referente a su formación y a sus experiencias pedagógicas, pero
sobre todo de su ascenso intelectual hasta llegar a la plenitud de su visión del Perú y su
labor en la educación.

Después de vivir en varios pueblos andinos y recibir una accidentada educación primaria,
secundaria y universitaria, decidió escapar de esa vorágine vida e ingresó al magisterio
como profesor de castellano y geografía en el Colegio Pumacahua, en Sicuani.
Posteriormente en otras instituciones locales Alfonso Ugarte, Lima y Nuestra Señora de
Guadalupe, Lima. Tal experiencia parece indicar que, debido a lo férreo y estricto que
significaba ser profesor de curso, él poco o nada pudo hacer a pesar seguramente del
deseo de cambiar en algo la aridez de las materias a su cargo.
Después de cumplir correctamente sus labores como educador, fue destacado al
Ministerio de Educación para colaborar en los “Planes de Educación Secundaria”. Ocupó
cargos importantes en él, cargos que le permitieron conocer más sobre la realidad de la
educación peruana, especialmente en el área cultural. Gracias a ello, junto a la
colaboración de francisco izquierdo ríos, decidió invitar a los docentes de educación
secundaria para que remitieran textos sobre narraciones orales. El resultado fue
sorprendente y los alumnos resultaron siendo finalmente los que revelaron la gran riqueza
que tiene el Perú, se trata del libro Mitos, leyendas y cuentos peruanos, en cuya última
parte del prólogo Arguedas escribe: “Ha sido posible editar, de esta suerte, un libro de
procedencia escolar que podrá convertirse en un instrumento para la educación, pues,
aparte de servir como medio de enseñanza de la lectura, puede emplearse para despertar
entre los estudiantes elevada inquietudes, pudiéndose aprovechar también su contenido
como temas de análisis y como auxiliar en los cursos de Geografía, Historia, Psicología y
Castellano”.

Conocer esta realidad le permitió dictar cursos en el instituto pedagógico la cantuta sobre
la “Problemas fundamentales de la educación”. Luego obtener el nombramiento como
catedrático en San Marcos en el departamento de Etnología y en la Universidad Nacional
Agraria La Molina, donde desarrolló su vocación de maestro. Allí pudo formar a nuevos
investigadores y docentes con una mentalidad peruanista renovadora. Así, cumplió una
tarea fundamental hasta agotar sus fuerzas.

Días antes de tomar la fatal determinación, escribió una conmovedora carta dirigida al
rector y a los alumnos de La Molina en referencia al significado de la educación y a la
Universidad, anotó: “Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede
ser invalidado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo existe, incluso
cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada para la enseñanza
superior y la investigación… Mi Casa de todas las edades es ésta: la Universidad. Todo
cuanto he hecho mientras tuve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y,
sobre todo, el desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron a
trabajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispensen y me
acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe en nuestro país y su gente, en la
Universidad que estoy seguro anima nuestras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión
de trabajar por la liberación de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo
de la capacidad humana, especialmente la del hombre peruano”
Es por ello que debido a Arguedas, la educación peruana recibió y se alimentó con un
nuevo mensaje: la cultura viva como ejemplo de vida y esperanza. Su amor por el Perú
convirtió a la memoria social, a la literatura oral y a la personalidad colectiva, en una
fuente de referencia inagotable. En ese sentido, Arguedas ha cumplido un rol invalorable.
Nos ha enseñado a educar con los signos mayores de la cultura peruana, vía
imprescindible para ser esencialmente peruanos y, al mismo tiempo, latinoamericanos y
singularmente universales.

Nos ha invitado a defender el patrimonio cultural, como bien lo expresa en su libro El


cuento folklórico, como fuente para el estudio de la cultura “En un país tan complejo
como el nuestro -tan lleno de contradicciones culturales, de creencias distintas- la misión
del maestro es realmente aquí, una misión muy difícil; porque en el Perú la educación no
se resuelve mediante el método sino mediante el conocimiento de la cultura, de las
costumbres de cada pueblo, porque somos un país muy mezclado, un país mestizo en
cuanto a concepciones morales, políticas; en fin, somos un país que constituye una
mezcla que todavía no ha acabado de definirse. Nosotros los maestros somos los que
debemos impulsar esta definición y a esta integración de las creencias. Cuando todo el
Perú tenga más o menos una sola creencia, por lo menos una de la cual todos
compartamos, seremos patriotas; cuando haya una fe que nos una a todos; pero ahora
tenemos veinte mil tipos de fe distintas y por eso no somos patriotas, porque no tenemos
elementos ideales de los cuales todos participen”. El por ello que una de las funciones de
la educación es velar por la cultura, por la continuidad genérica de los saberes y
costumbres, lo que incentiva a decir que la invitación de Arguedas es absolutamente
educativa, sin cultura no hay educación. Hasta ahora indudablemente presente a pesar de
todo, mostrando que la cultura indígena viviente representada también en nuestros
campesinos y en nosotros mismos como mestizos no es una cultura débil, debido a que
maneja una estructura de valores fundamentados en la unión de su pueblo y en la
adaptación de costumbres extranjeras, adaptadas a la esencia de los valores propios,
comprobando así su valor. Arguedas no afirma que se deba dar la espalda a la cultura
occidental, si no que ambas culturas pueden aportar a la conformación de la otra cultura
sin necesidad de ningún mecanismo de imposición y de manipulación.

La vida de Arguedas es un ejemplo a ir más allá de uno mismo, a entender la vida como
un compromiso social, y a la educación como un servicio social, Arguedas mira que antes
de ser profesores y estudiantes, se es persona de un misma familia, de un mismo
consenso social, de una misma cultura.

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