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VI.

HECHOS Y ACTOS JURÍDICOS


1. HECHOS JURÍDICOS.
1.1. Concepto. Dentro de los hechos que acontecen, hay algunos que producen efectos jurídicos. “El hecho
jurídico es el acontecimiento que, conforme al ordenamiento jurídico, produce el nacimiento, modificación
o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”. La norma se refiere a los hechos como fuente, es decir
como causa productora de derechos. No es posible concebir un derecho sin un hecho que sea su
antecedente.
1.2. Efectos de los hechos jurídicos.
A. El nacimiento. Comprende la creación o adquisición de un derecho, pero también la atribución de uno
que ya existía y pertenecía a otro sujeto. La adquisición puede ser “originaria” o “derivada”. En la originaria
hay una relación directa entre sujeto adquirente y derecho adquirido (apropiación de cosas abandonadas;
usucapión). La derivada se da cuando la relación o situación jurídica nueva se vincula con otra que le sirve
de antecedente; hay cambio de sujeto y por lo tanto hay “sucesión” de sujetos (compraventa).
B. La modificación. Es la transformación o alteración de un derecho, que puede producir en el mismo una
disminución o un aumento. Un derecho se refuerza o vigoriza con la incorporación de garantías, o la
constitución en mora que al mismo tiempo debilitan al comprador. Se debilita cuando no se renueva la
inscripción de una hipoteca o de un embargo de un inmueble, o bien una remisión parcial de deuda. Hay
también transformación cuando la prestación se torna imposible pues, aunque el crédito no se extingue
toma su lugar otra prestación: el resarcimiento en dinero.
C. La extinción. Se entiende por tal no solo la destrucción o desaparición del derecho, sino también la
separación del titular, llamada también “pérdida del derecho”. Puede depender de causas relacionadas con
la voluntad (renuncia, venta) o naturales (efectos de la muerte sobre los derechos personalísimos), con
hechos de terceros (usucapión) o con el objeto mismo (destrucción, pérdida de la individualidad por
adjunción o accesión).
1.3. Clasificación de los hechos jurídicos.
Los hechos jurídicos pueden clasificarse de la siguiente manera:
A) Pueden ser naturales o humanos. Los naturales se producen por causas extrañas al hombre o sin su
principal intervención (nacimiento, muerte), o por un fenómeno de la naturaleza (inundación, granizo) que
provoque daños y pueda dar lugar al cobro del seguro. Los humanos son los realizados por el hombre
(contrato, testamento, etc.).
B) Los hechos humanos pueden ser voluntarios o involuntarios.
B.1.- Son voluntarios los realizados con discernimiento, intención y libertad, que se manifiestan por un
hecho exterior. En consecuencia, la voluntad jurídica puede definirse como el propósito de realizar un
determinado acto, para cuya configuración se deben reunir tres condiciones internas que son
discernimiento, intención y libertad, y una condición externa, que es la manifestación o exteriorización de
esa voluntad.
1. Discernimiento: Es la madurez intelectual para razonar, comprender y valorar el acto y sus
consecuencias, que permite al individuo diferenciar lo bueno de lo malo, lo justo de lo injusto.
La capacidad para discernir no debe confundirse con la capacidad de ejercicio, la cual, salvo el caso de la
emancipación, comienza a los 18 años.
El discernimiento se presume y quien invoca lo contrario debe probarlo. El Código reputa involuntario por
ausencia de discernimiento el acto lícito realizado por personas menores de trece (13) años, los actos
ilícitos ejecutados por quienes no alcanzaron la edad de diez (10) años y los actos llevados a cabo por
quien, al momento de realizarlos, se encontraba privado de razón.
2. Intención: Es “la tendencia o dirección de la voluntad esclarecida por el discernimiento para ese hecho”.
De esta manera, mientras el discernimiento otorga la facultad de conocer y comprender el acto, la
intención representa el uso y aplicación de esa facultad. Es el discernimiento aplicado a un acto.
Para que exista la intención “basta que, queriendo realizar un acto que se ha conocido, se tenga conciencia
de sus consecuencias en el momento de su realización”. Supone la coincidencia entre lo que se pretende
hacer y lo que en realidad se hace, lo que explica que el error, así como el dolo, vicien la intencionalidad del
acto.
Suprimen la intención tanto el error como el dolo.
3. Libertad. La libertad consiste en poder el hombre elegir entre distintas alternativas; en poder decidir por
sí sus propios actos, sin hechos exteriores que condicionen o limiten esa decisión. Frente a la ausencia de
libertad en el acto, el mismo se reputa involuntario. La libertad consiste así en la posibilidad del sujeto de
realizar un acto obedeciendo a sus propias motivaciones, sin indebida coacción externa.
Cuando un acto es realizado sin libertad queda afectado por el vicio de violencia, bajo la modalidad de
fuerza o intimidación.
4. El cuarto elemento de la voluntad: Su manifestación por un hecho exterior. El Código exige que la
voluntad se manifieste por un hecho exterior (teoría de la declaración). Es lo que se conoce como
manifestación o declaración de la voluntad, de modo que la ley solo otorga relevancia jurídica a la voluntad
cuando la misma ha sido exteriorizada.
La expresión de la voluntad traslada al mundo exterior el estado de conciencia, el que de otro modo
quedaría circunscripto a la intimidad del sujeto y, por lo tanto, resultaría irrelevante para el ordenamiento
jurídico.
Diversas formas de manifestación de la voluntad.
La manifestación de la voluntad puede “exteriorizarse oralmente, por escrito, por signos inequívocos o por
la ejecución de un hecho material”. Los 3 primeros integran la expresión positiva de la voluntad. El último
integra a la expresión tácita de la voluntad.
La expresión oral de la voluntad es la realizada verbalmente; es informal, instantánea, pero a la vez
inestable, insegura y de difícil prueba.
La expresión escrita puede ser hecha en instrumento público o privado, excepto en los casos en que
determinada instrumentación sea impuesta. La declaración escrita ofrece una mayor seguridad frente a
posibles cambios o negaciones maliciosas.
Dentro de la expresión escrita están las declaraciones formales, cuya eficacia depende de las formalidades
exclusivamente admitidas como expresión de la voluntad (escritura pública; testigos, etc.), y las no
formales no están sujetas a ninguna formalidad legal, por lo que quedan libradas a la voluntad de las
partes.
Los signos deben ser inequívocos con referencia a determinados objetos. Constituyen en definitiva gestos o
ademanes que reemplazan la palabra en una situación concreta frente a un objeto determinado (caso de
venta ambulante o de objetos de menor cuantía, cuyas características sean tan simples y elementales que
no requieran aclaración alguna sobre sus cualidades).
La expresión tácita de la voluntad, resulta de aquellos actos por los cuales se puede conocer con
certidumbre la existencia de la voluntad, cuando no se exija una expresión positiva, o cuando no haya una
protesta o declaración expresa contraria. Hay certeza de la existencia de la voluntad en aquellos casos en
que la conducta de una o ambas partes produzca, en forma indubitable, una consecuencia o efecto
jurídicamente relevante en el acto de que se trata, sin que se exija para ello un medio positivo de
manifestación de la voluntad. Así, si la aseguradora paga el siniestro sin que el asegurado haya abonado la
prima en tiempo y forma, implica la voluntad de prorrogar el plazo para su pago.
La ejecución de hechos materiales es un modo de proceder que revela la conducta actual y posterior de las
partes con relación al acto.
Respecto al silencio como manifestación de la voluntad, el Código dice: “El silencio opuesto a actos o a una
interrogación no es considerado como una manifestación de voluntad conforme al acto o la interrogación,
excepto en los casos en que haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las
partes, de los usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes”.
En principio, el silencio no constituye manifestación tácita de voluntad en ningún sentido, a menos que
encuadre en las hipótesis de la precitada norma, que son:
A. Deber legal de expedirse. Cuando un acto bajo firma privada es notificado u opuesto en juicio a la parte
contraria y ésta no comparece o guarda silencio, ello equivale al reconocimiento tácito de la autoría de la
firma;
B. Deber de expedirse por voluntad de las partes. Las partes en el contrato, en virtud de la autonomía de la
voluntad traducida en la libertad de que estas disponen para fijar su contenido, pueden establecer
determinadas consecuencias al silencio de ellas;
c. Deber de expedirse por los usos y prácticas. Si una persona convino con el diariero que este pase
habitualmente por su domicilio a dejarle el diario, subsistirá de su parte la obligación de pagar el precio del
ejemplar a la falta de la expresión positiva de una voluntad contraria al mantenimiento de esa práctica.
d. Deber de expedirse a causa de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes. Si
alguien encarga por escrito a otra persona la adquisición de una máquina determinada, y éste le contesta
que ha hallado otra que, sin ser igual a la encargada, realiza las mismas operaciones y que la comprará en
un cierto plazo contado desde la recepción de esa comunicación, el mandante, si no quiere la máquina,
“está obligado a dar el correspondiente aviso”. Si guarda silencio, el mismo puede considerarse como una
manifestación tácita de que autoriza al mandatario a adquirir la máquina hallada por el mandatario.
La expresión de la voluntad puede resultar de la presunción de la ley en los casos que ésta expresamente lo
disponga. Cuando la ley da por manifestada la voluntad, aunque realmente no pueda sostenerse que el
acontecimiento importe manifestarla, establece una presunción. Ejemplos de presunciones legales: entrega
del título de crédito al deudor presume la remisión de la deuda; el recibo del acreedor por el capital dado
sin reservas al deudor, extingue los intereses; la complicidad en el fraude del subadquirente se presume si,
al momento de contratar, conocía el estado de insolvencia del deudor; el mínimo y máximo del embarazo
se presume de 180 y 300 días, etc.
No deben confundirse la voluntad tácita y la voluntad presumida por la ley. En la tácita, la voluntad resulta
de hechos concretamente realizados por la persona; en cambio en la presumida por la ley, la manifestación
es ficticia y la voluntad queda sustituida por la ley. Además, “la presunción es legal, mientras que la tácita
deben realizarla los jueces como intérpretes de los hechos”.
Finalmente, las presunciones legales son de dos tipos: iuris tantum y iuris et de iure, según que admitan o
no admitan la prueba en contrario, respectivamente.
B.2.- Son hechos humanos involuntarios aquellos que carecen de todos o de alguno de los elementos
constitutivos de la voluntad, la que se encuentra alcanzada por alguno de los vicios que la pueden afectar.
La ley los denomina involuntarios y los priva de sus consecuencias jurídicas ordinarias.
C) Los hechos voluntarios pueden ser lícitos e ilícitos.
Son hechos lícitos las acciones voluntarias no prohibidas por la ley, de que puede resultar alguna
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
Los hechos ilícitos son las acciones u omisiones contrarias a la ley. Sus elementos son: 1) Acción u omisión
contraria a la ley; 2) Que dicha acción u omisión sea imputable al autor mediante alguno de los factores
subjetivos de atribución de responsabilidad (dolo o culpa), u objetivos; 3) Existencia de un daño cierto.
Existe daño cuando el hecho produce a una persona un perjuicio material o moral; 4) Es imprescindible que
el daño sea consecuencia del hecho ilícito, es decir, que entre el hecho y el daño exista un nexo causal
adecuado.
Simples actos voluntarios lícitos. “El simple acto lícito es la acción voluntaria no prohibida por la ley, de la
que resulta alguna adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”. Se trata de
hechos o actos simples que no tienen por finalidad crear consecuencias jurídicas concretas, salvo el caso en
que expresamente esas consecuencias estén reconocidas por la ley; es decir, actos realizados sin el
propósito de lograr por su intermedio consecuencias de derecho (lo que la diferencia del acto jurídico),
pero ellas no obstante nacen de la ley. Ejemplos: el descubrimiento de un tesoro, la apropiación por caza y
pesca, la fijación y cambio de domicilio real, la reconciliación conyugal, la oposición al matrimonio, etc.
1.5. Consecuencias de los hechos jurídicos. Responsabilidad por los hechos humanos.
1.5.1. La relación de causalidad.
La “relación causal” entre un “hecho ilícito” y el “daño” cuya reparación se reclama, es un presupuesto
indispensable de la responsabilidad civil. En ese marco, la teoría de la relación de causalidad cumple una
doble función: determinar la autoría (es decir, quién debe considerarse jurídicamente como el autor) de un
determinado daño (función de “imputación”), y establecer la extensión del resarcimiento (qué
consecuencias debe reparar quien resulte responsable).
En la producción de un resultado actúan un sinnúmero circunstancias condicionantes que lo determinan. Es
lo que se conoce como cadena de causalidad.
1.5.2. Imputabilidad y responsabilidad.
Existen tres tipos de consecuencias de los hechos jurídicos: inmediatas, mediatas y casuales. La norma
dispone: “Las consecuencias de un hecho que acostumbran a suceder según el curso natural y ordinario de
las cosas, se llaman consecuencias inmediatas. Las consecuencias que resultan solamente de la conexión de
un hecho con un acontecimiento distinto, se llaman consecuencias mediatas. Las consecuencias mediatas
que no pueden preverse se llaman “consecuencias casuales”.
Las consecuencias inmediatas de un hecho son imputables al autor de ellos. Las consecuencias mediatas
son también imputables al autor del hecho, cuando sean previsibles. Las consecuencias casuales no son
imputables al autor del hecho, salvo cuando debieron arribar a ese resultado, según las miras que tuvo el
autor al ejecutar el hecho.
Excepto disposición legal en contrario, se indemnizan las consecuencias inmediatas y las mediatas
previsibles. En cambio, no son en principio imputables las consecuencias casuales, que no tienen con el
hecho ilícito nexo adecuado de causalidad.
Debe remarcarse que la imputabilidad puede ser independiente de la autoría, pues alguien puede ser
responsable, en los términos de la ley, por las consecuencias de un hecho del que fue ajeno. Ejemplo:
hechos de otro por quien se debe responder como empleados en relación de dependencia o hijos. Es decir,
que puede haber responsabilidad sin culpa ni dolo, que se denomina responsabilidad objetiva.
Reglas de valoración de conducta. “Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente y la valoración de la previsibilidad de las
consecuencias. Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las
condiciones particulares de las partes. Para valorar la conducta no se toma en cuenta la condición especial,
o la facultad intelectual de una persona determinada, a no ser en los contratos que suponen una confianza
especial entre las partes. En estos casos, se estima el grado de responsabilidad, por la condición especial
del agente”.
1.6. Responsabilidad por hechos involuntarios. “El autor de un daño causado por un acto involuntario
responde por razones de equidad”. “El juez, al fijar la indemnización, puede atenuarla si es equitativo en
función del patrimonio del deudor, la situación personal de la víctima y las circunstancias del hecho. Esta
facultad no es aplicable en caso de dolo del responsable”.
No se trata de un supuesto de responsabilidad derivado de un factor de atribución, sino que solo se
compensa al damnificado por razones de justicia y equidad.
2. LOS ACTOS JURÍDICOS. “El acto jurídico es el acto voluntario lícito que tiene por fin inmediato la
adquisición, modificación o extinción de relaciones o situaciones jurídicas”. Conforme a la definición legal,
acto jurídico es el hecho humano, celebrado por un sujeto de derecho (sea persona humana o jurídica), no
contrario a las leyes, realizado con la voluntad (discernimiento, intención y libertad) debidamente
exteriorizada, y con la finalidad de producir efectos jurídicos.
Lo expuesto respecto a los efectos y consecuencias de los hechos jurídicos es aplicable a las de los actos
jurídicos, lo que permite distinguirlo de los simples actos voluntarios lícitos.
2.1. Elementos de los actos jurídicos. En general, se distinguen tres elementos:
A) El Sujeto. Es la persona o las personas que intervienen en la celebración del acto.
a) Serán “partes” en el acto todos los que hubiesen emitido en él una declaración de voluntad inherente a
su propio derecho y si las relaciones jurídicas que se constituyen les involucra directamente.
b) Serán “otorgantes” del acto cuando actúen en representación del sujeto o los sujetos a los cuales va
destinado el acto. Los otorgantes pueden ser o no partes en el acto.
c) Sucesores de las partes son “quienes reemplazan a una persona en una relación jurídica y se colocan en
lugar de ella”.
A excepción de los casos de representación o sucesión, el acto jurídico sólo produce efecto entre quienes lo
han otorgado (partes) y no puede perjudicar a los que no han concurrido a su otorgamiento, que son
extraños a él (terceros).
d) Terceros son todas las personas ajenas a un acto jurídico, que no se ven directa o indirectamente
afectados o perjudicados por el mismo.
Capacidad de los sujetos. Las partes deben ser capaces de ejercicio y de derecho cuando intervienen
personalmente en el acto. Si bien el discernimiento para los actos lícitos se adquiere a los 13 años, la ley
exige además la capacidad para evitar que los inexpertos celebren actos que les sean perjudiciales. Aquí la
incapacidad se extiende hasta los 18 años.
Asimismo, los sujetos expresan al otorgar el acto su voluntad que debe ser exteriorizada del modo en que
se ha visto.
Autonomía de la voluntad. El derecho reconoce a los sujetos la posibilidad de regular por sí mismos sus
propios intereses o para crear reglas de conducta en las relaciones con otros, lo que realizan en función de
la autonomía de la voluntad privada. No obstante, la autonomía de la voluntad no absoluta porque ésta
debe armonizar los intereses privados con los de terceros y con el interés de la comunidad.
La noción de autonomía privada contiene dos aspectos: a) La libertad de conclusión del acto jurídico
(celebrarlo o no); y b) La libertad de contenido del acto jurídico.
La autonomía privada reconoce como límites los impuestos por el orden público.
B) El objeto. El objeto de los actos jurídicos es la cosa o el hecho sobre el cual recae la obligación asumida
en ese acto; en otros términos, es la prestación debida por una parte a la otra.
Requisitos del objeto. “El objeto del acto jurídico no debe ser un hecho imposible o prohibido por la ley,
contrario a la moral, a las buenas costumbres, al orden público o lesivo de los derechos ajenos o de la
dignidad humana. Tampoco puede ser un bien que por un motivo especial se haya prohibido que lo sea”. La
violación de cualquiera de estos requisitos acarrea la nulidad del acto, como si no tuviese objeto.
Además, el objeto debe ser determinado, pues no sería admisible obligar al deudor al pago de una cosa o
un hecho sin precisar cuál es la cosa o el hecho debido.
En general los actos jurídicos tienen efecto relativo entre las partes y no benefician ni perjudican a terceros.
La tutela a los derechos ajenos, se refiere específicamente a actos de fraude en perjuicio de terceros,
pudiendo por ello ser invalidados por el juez. No queda comprendida cualquier afectación legítima, hecha
en ejercicio de un derecho de objeto lícito. Por ejemplo, si una persona instala un negocio cercano a otro y
eso provoca la ruina de este último, en tanto exista competencia leal, no sería un acto alcanzado por la
prohibición del art. 279.
Por último, la consecuencia que recae sobre los actos jurídicos de objeto prohibido es la sanción es la
nulidad. Ésta será absoluta cuando el objeto del acto sea contrario al orden público, a la moral o a las
buenas costumbres, mientras que será relativa cuando la sanción se haya establecido en un interés
individual.
C) La forma. La forma es el medio por el cual la persona manifiesta o exterioriza su voluntad. Es el conjunto
de las disposiciones de la ley respecto de las solemnidades que deben observarse en la formación del acto
jurídico. Por ej.: la escritura del acto, la presencia de testigos, que sea hecho por escribano público o por
oficial público, etc.
Principio general: libertad de formas. Cuando la ley no se designe una forma determinada para la
exteriorización de la voluntad en algún acto jurídico, las partes pueden usar las formas que estimen
adecuada, pudiendo incluso convenir una forma más exigente que la impuesta por ley. Prevalece entonces
el principio de la libertad de formas.
En varias ocasiones la ley exige que ciertos actos, para que surtan efectos, deban ser formalizados de una
manera determinada. Los actos formales se distinguen en tres clases:
De solemnidad absoluta. Aquí la forma impuesta por la ley o por voluntad de las partes, se convierte en un
elemento constitutivo del acto, esencial para su validez, por lo que la omisión de la forma prescripta por la
ley provoca la invalidez del acto jurídico. Entre ellos se incluyen el matrimonio, la adopción, la donación, los
testamentos, las cesiones de derechos, etc.
De solemnidad relativa. En estos casos la omisión de la forma impuesta por la ley acarrea la invalidez del
acto jurídico, por lo cual no produce los efectos que debía generar. Pero -no obstante- produce como
consecuencia un efecto distinto, cual es la obligación de dar cumplimiento a la solemnidad legal omitida,
operándose la denominada “conversión” del acto. El acto pierde así sus efectos propios, pero por
conversión el acto nulo pasa a ser un acto jurídico distinto.
Formales no solemnes. En este tipo de actos la forma se exige “ad probationem” (para la prueba). Los actos
adquieren relieve cualquiera sea la forma en que se los otorgue, pero no se los puede probar si no se
exhibe la forma o instrumento exigido por la ley. Están incluidos: los contratos que sea de uso instrumentar,
los que no pueden ser probados exclusivamente por testigos, etc.
La forma escrita. La expresión escrita puede tener lugar por instrumento público o por instrumento
particular (firmado o no firmado), excepto en los casos en que determinada instrumentación sea impuesta.
Puede hacerse constar en cualquier soporte, siempre que su contenido sea representado con texto
inteligible, aunque su lectura exija medios técnicos.
Cuando se hubiere ordenado exclusivamente una clase de instrumento público, la falta de esa especie no
puede ser suplida por una especie diferente.
Ley aplicable a las formas. Las formas y solemnidades de los actos jurídicos, su validez o nulidad y la
necesidad de publicidad, se juzgan por las leyes y usos del lugar en que los actos se hubieren celebrado,
realizado u otorgado. Si los contratantes se encuentran en distintos Estados al tiempo de la celebración, la
validez formal del acto se rige por el derecho del país de donde parte la oferta aceptada o, en su defecto,
por el derecho aplicable al fondo de la relación jurídica.
D) La causa. La causa es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido determinante
de la voluntad. Aunque la causa no esté expresada en el acto se presume que existe mientras no se pruebe
lo contrario.
El término causa puede analizarse con dos enfoques diferentes: por un lado, como origen o fuente de un
acto jurídico o una obligación (causa-fuente); por el otro, como la finalidad o propósito seguido por las
partes al celebrar el acto (causa-fin).
2.2. Prueba de los actos jurídicos. La prueba es el conjunto de elementos para demostrar la existencia de
un hecho. La prueba es ajena al acto, mientras que la forma es un elemento del mismo. Puede existir el
acto, pero no lograrse probarlo. Los actos jurídicos “pueden ser probados por todos los medios aptos para
llegar a una razonable convicción según las reglas de la sana crítica, y con arreglo a lo que disponen las
leyes procesales, excepto disposición legal que establezca un medio especial. Los contratos que sea de uso
instrumentar no pueden ser probados exclusivamente por testigos”.
Los medios de prueba tradicionales son: instrumentos públicos, instrumentos privados firmados o no
firmados, confesión judicial o extrajudicial, presunciones legales o judiciales, testigos, pruebas de peritos
(“periciales”) y la “inspección ocular” a cargo de los magistrados o de los funcionarios que estos designen.
2.2.1. Clasificación de los instrumentos.
A) Instrumentos públicos. Son aquellos que se otorgan observando ciertas formalidades esenciales
previstas en la ley que aseguran su autenticidad, fundamentalmente la intervención en el acto de un
funcionario (oficial público). Es el medio más eficaz para dar seguridad a las transacciones, y es el que
asegura la certeza de la fecha en que se otorgó (fecha cierta). Los recaudos de validez de estos
instrumentos están dados por: a) la actuación del oficial público en funciones, y dentro de los límites de sus
atribuciones y de su competencia territorial; b) las firmas del oficial público, de las partes (o de sus
representantes); si alguno de ellos no firma por sí mismo o a ruego, el instrumento carece de validez para
todos.
Los instrumentos públicos extendidos de acuerdo con lo establecido en el Código gozan de entera fe y
producen idénticos efectos en todo el territorio de la República, cualquiera sea la jurisdicción donde se
hayan otorgado.
Respecto de los defectos de forma que pueda tener el instrumento, carece de validez el instrumento
público que tenga enmiendas, agregados, borraduras, entrelíneas y alteraciones en partes esenciales, si no
están salvadas antes de las firmas requeridas. El instrumento que no tenga la forma debida vale como
instrumento privado si está firmado por las partes.
En cuanto a las personas que intervienen, es de ningún valor el instrumento autorizado por un funcionario
público en asunto en que él, su cónyuge, su conviviente, o un pariente suyo dentro del cuarto grado o
segundo de afinidad, estén personalmente interesados. Asimismo, no pueden ser testigos en instrumentos
públicos: a) las personas incapaces de ejercicio y aquellas a quienes una sentencia les impide ser testigo en
instrumentos públicos; b) los que no saben firmar; c) los dependientes del oficial público; d) el cónyuge, el
conviviente y los parientes del oficial público, dentro del cuarto grado y segundo de afinidad.
Si alguna de las partes no sabe o no puede firmar se procederá a la “firma a ruego”, es decir, debe hacerlo a
su nombre otra persona, debiendo dejarse asentada la manifestación sobre la causa del impedimento y la
impresión digital del otorgante.
Enumeración legal. Son instrumentos públicos respecto de los actos jurídicos: a) las escrituras públicas y sus
copias o testimonios; b) los instrumentos que extienden los escribanos o los funcionarios públicos con los
requisitos que establecen las leyes; c) los títulos emitidos por el Estado nacional, provincial o la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, conforme a las leyes que autorizan su emisión.
Fuerza probatoria de los instrumentos públicos. Con relación al valor probatorio de los instrumentos
públicos, el Código dispone que hacen plena fe. Es decir que la ley presume que tanto el instrumento como
su contenido con auténticos y hacen plena fe por sí mismos, conteniendo plena eficacia probatoria, y la
única posibilidad de que el instrumento sea impugnado es a través del procedimiento de “redargución de
falsedad”.
Sin embargo, aquellas cláusulas del instrumento público que al funcionario no le constan fehacientemente,
pueden ser desvirtuadas mediante los medios probatorios de que disponga el interesado, ya que sobre
tales circunstancias el instrumento no hace plena fe. Tales son, por caso, los hechos que declaran las partes
y que al funcionario o escribano no le constan o no han sucedido en su presencia.
Las escrituras públicas. Las escrituras públicas son una especie dentro del género de instrumentos
públicos. La escritura pública es el instrumento matriz extendido en el protocolo de un escribano público o
de otro funcionario autorizado para ejercer las mismas funciones, que contienen uno o más actos jurídicos.
La copia o testimonio de las escrituras públicas que expiden los escribanos es instrumento público y hace
plena fe como la escritura matriz.
La escritura matriz es la escritura original que queda incorporada al libro de protocolo, de modo que los
ejemplares que se entregan a las partes son reproducciones de la original, los que se denominan
“testimonios” o copias, que también son instrumentos públicos con todas sus cualidades. El libro de
protocolo es aquel donde el escribano registra las escrituras matrices. Las escrituras que no estén en el
protocolo no tienen valor alguno como tales.
El escribano debe recibir por sí mismo las declaraciones de todos los comparecientes al acto y debe
configurar técnicamente el mismo. Las escrituras públicas deben extenderse en un único acto, y pueden ser
manuscritas o mecanografiadas, pudiendo utilizarse mecanismos electrónicos de procesamiento de textos.
Las escrituras deben hacerse en el idioma nacional
Son nulas las escrituras que no tengan la designación del tiempo y lugar en que sean hechas, el nombre de
los otorgantes, la firma del escribano y de las partes, la firma a ruego de ellas cuando no saben o no
pueden escribir y la firma de los dos testigos del acto cuando su presencia sea requerida.
El escribano debe dar copia o testimonio de la escritura a las partes.
Actas notariales. Se denominan actas los documentos notariales que tienen por objeto la comprobación de
hechos.
B) Instrumentos privados y particulares. Son instrumentos privados aquellos que se otorgan sin
intervención de ningún oficial público. No se observa formalidad esencial alguna, rigiendo el principio de
libertad de formas, de modo que las partes pueden otorgarlos en el idioma y con las solemnidades que
juzguen más convenientes.
Los instrumentos particulares pueden estar firmados o no. Si lo están, se llaman instrumentos privados. Si
no lo están, se los denomina instrumentos particulares no firmados.
La firma prueba la autoría de la declaración de voluntad expresada en el texto al cual corresponde. Debe
consistir en el nombre del firmante o en un signo. Si alguno de los firmantes de un instrumento privado no
sabe o no puede firmar, puede dejarse constancia de la impresión digital o mediante la presencia de dos
testigos que deben suscribir también el instrumento. La firma “a ruego” no se admite para los instrumentos
privados, por la ausencia de un funcionario o fedatario, y por la posibilidad de fraude que implica hacer
aparecer una firma a ruego de quien no concurrió al otorgamiento del acto.
Las raspaduras, enmiendas o entrelíneas que afectan partes esenciales del acto instrumentado deben ser
salvadas con la firma de las partes. De no hacerse así, el juez debe determinar en qué medida el defecto
excluye o reduce la fuerza probatoria del instrumento.
Fuerza probatoria de los instrumentos privados. El valor probatorio de los instrumentos particulares debe
ser apreciado por el juez ponderando, entre otras pautas, la congruencia entre lo sucedido y narrado, la
precisión y claridad técnica del texto, los usos y prácticas del tráfico, las relaciones precedentes y la
confiabilidad de los soportes utilizados y de los procedimientos técnicos que se apliquen.
Los instrumentos privados no son auténticos por sí mismos y deben ser probados. De ahí que no hacen
plena fe por sí mismos y para que tengan validez deben ser reconocidos por las partes. Esto se produce a
través del reconocimiento de firmas, que puede ser voluntario o forzado, o por la prueba pericial.
Así, si una de las partes quiere hacer valer un instrumento privado deberá acreditar que es auténtico, lo
cual requiere que la otra parte reconozca su firma en el documento. El reconocimiento de la firma importa
el reconocimiento del cuerpo del instrumento privado, quedando así probada la autenticidad del
documento y la veracidad de su contenido.
El instrumento privado, asimismo, no produce efectos respecto a terceros sino hasta adquirir fecha cierta,
lo que se justifica para evitar que las partes simulen actos jurídicos fijando fechas falsas (anteriores o
posteriores a la verdadera fecha del acto) en perjuicio de terceros. Adquieren fecha cierta el día en que
acontece un hecho del que resulta como consecuencia ineludible que el documento ya estaba firmado o no
pudo ser firmado después (la de su transcripción en cualquier registro público; la del fallecimiento de la
parte que lo firmó, o del de la que lo escribió, o del que firmó como testigo, etc.).
2.3. Clasificación de los actos jurídicos.
a) Positivos o negativos. Según que sea necesaria la realización u omisión de un acto, para que un derecho
comience o acabe.
b) Unilaterales o bilaterales. Son unilaterales cuando basta para formarlos la voluntad de una sola persona
(ej.: testamento). Son bilaterales, cuando requieren el consentimiento de dos o más partes que actúen de
manera autónoma y con un interés distinto (ej.: contratos).
c) Entre vivos o de última voluntad. Los actos entre vivos son actos jurídicos cuya eficacia no depende del
fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan (ej.: contratos). Los de última voluntad son los que
producen efectos después del fallecimiento de aquellos de cuya voluntad emanan.
d) Patrimoniales y extrapatrimoniales. Los patrimoniales son los susceptibles de apreciación pecuniaria, o
sea pueden ser estimados económicamente, y determinan un cambio en el patrimonio, sea que lo
incrementen (compra), disminuyan (donación) o lo modifiquen (una permuta). Son extrapatrimoniales
aquellos cuyo objeto no se puede valorar pecuniariamente (matrimonio; el reconocimiento de filiación,
etc.), aunque pueden generar efectos posteriores de incidencia patrimonial.
e) Onerosos o gratuitos. Los onerosos son los que contienen contraprestaciones recíprocas entre las partes
(compraventa). Los gratuitos se dan cuando falta una contraprestación (donación).
f) De disposición y de administración. Los primeros son los que disminuyen o modifican sustancialmente los
elementos que forman el patrimonio, y afectan a aquellos bienes que, a su vez, son productores de otros
bienes. Los segundos son los que se relacionan con el rendimiento, conservación y goce de ese patrimonio
y tienen por fin hacer producir al patrimonio los beneficios normales que reportan a todo propietario
conforme con su naturaleza y destino.
g) Formales y no formales, según la exigencia de la forma en su celebración. La formalidad de los actos se
clasifica en actos de solemnidad absoluta; actos de solemnidad relativa y actos formales no solemnes.
h) Puros o simples y modales. Los primeros producen efectos de inmediato y no están sometidos a
modalidad alguna. Los segundos quedan sometidos a una restricción (cargo) o subordinadas a un
acontecimiento futuro (plazo) o incierto (condición).
La modalidad de los actos son aquellas cláusulas accesorias al acto jurídico que pueden alterar o modificar
sus efectos, siendo ellas el plazo, la condición y el cargo. Las modalidades subordinantes son la condición y
el plazo, que pueden ser suspensivos o resolutorios.
Condición es la cláusula de los actos jurídicos por la cual las partes subordinan su plena eficacia (adquisición
de un derecho) o su resolución (extinción de un derecho ya adquirido) a un hecho futuro e incierto, que
puede o no ocurrir.
Plazo o término es la cláusula en cuya virtud la exigibilidad o la extinción de un acto jurídico dependen de
su vencimiento o del transcurso del tiempo.
Cargo es una obligación accesoria impuesta al adquirente de un derecho. No impide los efectos del acto,
excepto que su cumplimiento se haya previsto como condición suspensiva, ni los resuelve, excepto que su
cumplimiento se haya estipulado como condición resolutoria.
i) Principales y accesorios, según su interdependencia. El principal puede existir por sí solo. El accesorio
presupone otro del cual depende y por el cual se justifica (ej.: hipoteca).
j) Constitutivos y declarativos. Los primeros son los que crean o constituyen relaciones jurídicas nuevas,
produciendo efectos desde que se celebran y hacia el futuro (contrato). Los segundos son los que
reconocen situaciones o relaciones preexistentes y generalmente operan con retroactividad al día del
nacimiento de la relación que reconocen o definen (ej.: reconocimiento de deuda)
2.4. Vicios de la voluntad. Son circunstancias que afectan la validez de los actos jurídicos. La voluntad
defectuosa puede afectar al discernimiento, a la intención (error o dolo) y a la libertad (violencia e
intimidación). Luego la “simulación”, el “fraude” y la “lesión” pueden afectar al acto jurídico propiamente
dicho.
2.4.1. Vicios del discernimiento. La ausencia de discernimiento incide sobre la validez del acto, la
responsabilidad y la imputación. Se afecta el discernimiento por: a) Inmadurez, por razones de edad; b)
Incapacidad o capacidad restringida declarada por sentencia judicial: los actos son nulos si son posteriores
a la inscripción de la sentencia; los actos anteriores pueden ser declarados nulos, si perjudican a la persona
incapaz o con capacidad restringida; y c) Inconsciencia, debido a una situación accidental transitoria que
priva a la persona del uso de su razón. Ej.: hipnotismo, embriaguez, drogadicción, etc. La prueba de ese
estado está a cargo de quien lo invoca. Sin embargo, debe aclararse que se exige que el que ha pasado por
ese estado de inconsciencia con pérdida del discernimiento, no se haya colocado voluntariamente en tal
estado. En consecuencia, no se consideran involuntarios los actos ilícitos practicados en estados como los
mencionados, si no se prueba que estos fueron involuntarios.
2.4.2. Vicios de la intención. Los actos son practicados sin intención cuando fueren hechos por error o por
dolo.
A) ERROR. Es el falso conocimiento de la realidad de las cosas que, de no haberlo tenido, la persona no
habría celebrado el acto.
Clases de error.
El error puede ser de derecho o de hecho:
A. El error de derecho es la ignorancia o falsa noción sobre la existencia o vigencia de la ley. Pero la
ignorancia de las leyes o el error de derecho no impedirán los efectos legales de los actos lícitos, ni excusará
la responsabilidad por los actos ilícitos. Sin embargo, existen excepciones legales al principio de
inexcusabilidad del error de derecho (ej.: el pago indebido, las transacciones fundadas en título nulo, el
poseedor de buena fe, el heredero aparente o poseedor de herencia de buena fe).
B. El error de hecho tiene lugar cuando el falso conocimiento recae sobre un dato de hecho, contenido o
presupuesto del acto, es decir, falta el exacto conocimiento del estado de las cosas. Este es el vicio que
puede afectar al acto, ya que el error de derecho no tiene justificación legal ni es eximente de
responsabilidad. El error de hecho puede ser esencial o accidental:
B.1. El error de hecho esencial es el que recae sobre los elementos fundamentales del acto jurídico,
causando su nulidad. El error de hecho es esencial cuando recae sobre: a) la naturaleza del acto (una de las
partes recibe dinero en préstamo de la otra, y esta cree que es una donación); b) un bien o un hecho
diverso o de distinta especie que el que se pretendió designar, o una calidad, extensión o suma diversa a la
querida (alquilo un salón para una fiesta y en realidad es para conferencias); c) la cualidad sustancial del
bien que haya sido determinante de la voluntad jurídica según la apreciación común o las circunstancias del
caso (alquilo un caballo de carreras y me entregan uno común); d) los motivos personales relevantes que
hayan sido incorporados expresa o tácitamente (contrato una caja de seguridad en Buenos Aires y me la
abren en Mendoza); e) la persona con la cual se celebró o a la cual se refiere el acto si ella fue
determinante para su celebración (creo contratar a una persona y en realidad estoy contratando a su
gemelo, o a otra persona).
En tales casos existe error esencial que vicia la manifestación de la voluntad, y deja sin efecto lo que en el
acto se hubiere dispuesto, pudiendo anularse todo lo contenido en él.
B.2. El error de hecho es accidental si versare sobre alguna calidad accidental de la cosa, o sobre algún
accesorio de ella. En estos casos, el error no invalida el acto.
En fin, para que el error cause nulidad de un acto jurídico debe ser un error de hecho esencial y reconocible.
La prueba del error está a cargo de quien lo invoca.
B) DOLO. En Derecho la palabra “dolo” tiene distintos significados: a) Dolo como elemento del acto ilícito,
esto es la intención de cometer un daño; b) Dolo obligacional, entendido como el incumplimiento
deliberado de la obligación. Se configura cuando el deudor pudiendo cumplir no lo hace; c) Dolo como vicio
de la voluntad.
El dolo como vicio de la voluntad es una actitud o maniobra de engaño, inducida por una parte hacia la
otra, o por un tercero, que vicia su voluntad en la celebración del acto jurídico. El dolo “supone un engaño;
es inducir al error a una persona con el propósito de hacerle celebrar un acto jurídico”. Cabe destacar que
el dolo puede producirse por acción o por omisión, y ambos causan los mismos efectos.
El dolo puede ser esencial o incidental. El dolo es esencial y causa la nulidad del acto si reúne los siguientes
requisitos: a) Debe ser grave; b) Debe ser la causa determinante de la voluntad; c) Debe causar un daño
importante (patrimonial o moral); d) No debe existir dolo recíproco.
El dolo incidental no es determinante de la voluntad. En consecuencia, no afecta la validez del acto, razón
por la cual, si bien no habilita a la víctima a demandar la nulidad del acto, le permite reclamar
indemnización por daños y perjuicios.
El dolo, en conclusión, sea de una de las partes o de un tercero produce: a) la anulación del acto si es
esencial; b) la reparación de los daños causados por el autor del dolo; c) si la contraparte conocía el dolo
que estaba cometiendo el tercero, responderá solidariamente. La prueba del dolo está a cargo de quien lo
invoca.
2.4.3. Vicios de la libertad. El vicio que afecta la libertad y que permite la anulación del acto, y reclamar
daños y perjuicios al autor del hecho, es la “violencia”. La violencia se presenta de dos formas distintas:
como violencia física (fuerza), y violencia moral o amenazas (intimidación).
El autor de la fuerza irresistible y de las amenazas puede ser una de las partes del acto o un tercero.
No hay intimidación por amenazas cuando el que las hace se limitase a ejercitar sus propios derechos.
Asimismo, el temor reverencial, o el de los descendientes hacia los ascendientes, o de los subordinados
hacia sus superiores, no es causa objetiva y suficiente para anular los actos, por lo que habrá que analizar
en el caso concreto si dicho temor fue o no idóneo para determinar al otro a realizar el acto, esto es, si se
configuran los elementos de la intimidación.
El autor de la fuerza o la intimidación debe reparar los daños. El acto podrá anularse, aunque la fuerza o la
intimidación hayan sido empleadas por un tercero que no intervenga en él. Si la contraparte conocía la
acción de fuerza o intimidación cometida por el tercero, responderá solidariamente, pero si la ignoraba y el
acto se declara nulo, el tercero será el único responsable de todos los daños y perjuicios ocasionados a la
parte perjudicada por la declaración de nulidad.
2.5. Vicios propios de los actos jurídicos.
A) Simulación
1. La simulación en los actos jurídicos. La simulación es un defecto del acto jurídico contrario a la buena fe.
Consiste en un acto que, por acuerdo de partes, se celebra exteriorizando una declaración de voluntad no
verdadera, que tienen por fin engañar a terceros. “La simulación tiene lugar cuando se encubre el carácter
jurídico de un acto bajo la apariencia de otro, o cuando el acto contiene cláusulas que no son sinceras, o
fechas que no son verdaderas, o cuando por él se constituyen o transmiten derechos a personas
interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad se constituyen o transmiten”.
Para que exista simulación, si bien no es requisito ineludible en el acto simulado la intención de dañar, sí lo
es la intención de engañar.
Para que se configure la simulación, se requieren tres elementos: a) discordancia consciente entre la
voluntad real y la declarada; b) acuerdo entre las partes otorgantes del acto; c) ánimo de engañar, de
donde puede resultar o no un perjuicio a terceros o a la ley.
2. Caracterización. El acuerdo simulatorio.
En toda simulación subyace un acuerdo de no atribuir al acto los efectos que, por naturaleza, debe
producir. A esto se llama acuerdo simulatorio.
El negocio oculto. El acuerdo simulatorio se realiza entre dos personas, y se da principalmente en los casos
de simulación ilícita, donde un deudor simula vender sus bienes a un tercero, para perjudicar a sus
acreedores.
En tal caso, el tercero “es cómplice por participar del acto aparente que el primero ideó para burlar a sus
acreedores. Suele ocurrir que éste segundo, al tiempo de tener que devolver lo que simulada e ilícitamente
adquirió, se niegue a hacerlo. La ley civil, al prohibir ejercer la acción para obtener el reintegro, si bien
sancionaba a un culpable, beneficiaba al otro, con lo que su dolo obtenía así un premio legal”
La causa simulandi. La simulación del negocio jurídico, obedece siempre a un motivo, a una razón mediante
la cual las partes deciden llevar adelante el negocio simulado. La causa simulandi “es el motivo que induce
a dar apariencia a un negocio jurídico que no existe, o a presentarlo en forma distinta de la que le
corresponde”.
3. Formas de simulación. Existen supuestos que caracterizan los negocios simulados, y así la simulación
puede referirse:
a) A la naturaleza del acto. La norma se refiere a la simulación que encubre el carácter jurídico de un acto
bajo la apariencia de otro. El caso frecuente se da cuando se dona bajo apariencia de una compraventa. Lo
encubierto es la donación realizada por quien transmite el dominio, a través de un negocio distinto (la
compraventa).
b) A los elementos del acto (precio) o su contenido (fechas). La norma se refiere a cláusulas que no son
sinceras, o fechas que no son las verdaderas. Es el caso de compraventa de inmueble en la que se simula un
precio inferior al real en la escritura, para aminorar deberes fiscales; o de quien aparece comprando un
bien y no es quien paga el precio, cuando en la escritura figura que fue el comprador quien abonó el
dinero.
c) A los sujetos - interposición de personas. Se incluye como hipótesis de simulación los casos en que se
constituyen o transmiten derechos a personas interpuestas, que no son aquellas para quienes en realidad
se constituyen o transmiten.
c.’) Interposición ficticia. El testaferro. En este caso, la simulación se realiza con la intervención de un
tercero que se posiciona en el lugar de una de las partes. El caso clásico es el de (A) que quiere donar un
bien a (B), y para ello recurre a un tercero (C) a quien “vende” el bien. C -el testaferro-, a su vez “vende” el
bien al real destinatario de la donación (B).
c.”) Interposición real. En este caso, un tercero adquiere efectivamente el bien que a él fue transmitido,
pero en rigor lo hace como mandatario oculto del real interesado en la adquisición, sin que lo sepa el
vendedor, quien cree estar realizando un acto real.
4. Clases de simulación. Clasificación de la simulación:
Simulación absoluta y relativa. La simulación es absoluta cuando se celebra un acto jurídico que nada
tiene de real, y en rigor no hay tal acto ni ningún otro. La simulación es relativa cuando se emplea para dar
a un acto jurídico una apariencia que oculta su verdadero carácter. En este caso, coexisten dos actos
jurídicos: uno ostensible o aparente y otro oculto o real que es el que refleja la verdadera motivación de las
partes.
Simulación lícita e ilícita. Será ilícita la simulación cuyo contenido sea contrario al ordenamiento jurídico o
cause perjuicios a un tercero (caso en el cual la acción de simulación procurará la declaración de nulidad
del acto aparente). mientras que si tales condiciones no se verifican la simulación tendrá carácter lícito.
5. Acción de simulación
La acción de simulación es “el conducto para conseguir la declaración del vicio”. La acción de simulación
persigue la declaración de nulidad del acto simulado, y se encamina a sacar a la luz la realidad encubierta,
“de donde la acción resulta ahora declarativa de la realidad oculta”.
El objeto de la acción de simulación es “la simple comprobación judicial de la verdadera realidad jurídica,
oculta bajo una falsa apariencia, y a preparar el camino a ulteriores acciones de pago o cumplimiento”
B) El Fraude. Concepto. El fraude es la provocación por el deudor de su insolvencia, mediante actos u
omisiones del mismo en perjuicio de sus acreedores, sustrayendo bienes de su patrimonio. Se trata de un
acto jurídico real mediante el cual una persona sustrae un bien de su patrimonio, a fin de no responder al
pago de una deuda preexistente. Hay intención de causar un daño y la producción concreta de ese daño.
Como consecuencias tal negocio es eficaz entre los otorgantes (deudor y tercero adquirente del bien),
aunque fraudulento porque implica un obrar en perjuicio de los acreedores.
Un acto jurídico es fraudulento cuando las partes eluden normas que les impedirían obtener el resultado
buscado.
1. Situación de los acreedores. Se debe distinguir entre los que tienen créditos reales y créditos comunes:
a) Los acreedores hipotecarios o prendarios tienen garantizado su crédito con el bien sobre el que recae el
gravamen, incluso en caso de transmisión del bien. Tienen el ius preferendi (son preferidos frente a otros
acreedores) y el ius persequendi (persiguen al bien en manos de quien sea que estuviere) característico del
crédito hipotecario.
b) Los acreedores comunes no pueden en principio objetar los cambios que operen de buena fe en el
patrimonio del deudor. Pero si éste obra de mala fe, y tiende a eludir el pago de sus deudas, la ley
interviene en defensa de los acreedores acordándoles dos acciones diferentes: si los actos del deudor no
son reales sino ficticios, el acreedor tiene el derecho de hacer declarar que carecen de validez mediante la
acción de simulación; si los actos del deudor tienden a sustraer los bienes de la acción de sus acreedores,
estos pueden accionar para hacer revocarlos, mediante la acción “de declaración de inoponibilidad”.
2. La acción de declaración de inoponibilidad.
A) Generalidades. “Todo acreedor puede solicitar la declaración de inoponibilidad de los actos celebrados
por su deudor en fraude de sus derechos, y de las renuncias al ejercicio de derechos o facultades con los
que hubiese podido mejorar o evitado empeorar su estado de fortuna”.
El deudor tiene, en principio, libertad para disponer de sus bienes; ningún acreedor puede impedirle que lo
haga. Pero si en esa disposición se configura un fraude, entonces la ley pone en manos del acreedor la
acción de declaración de inoponibilidad (acción revocatoria o pauliana).
En esta acción el acreedor persigue la privación de efectos de un acto que formaliza su deudor en fraude de
sus derechos. El bien, que indebida e ilícitamente ha salido del patrimonio del deudor, resulta así alcanzado
por la acción, en beneficio del accionante.
B) Naturaleza y objeto de la acción. Esta acción se concede a los acreedores en aplicación del poder jurídico
que ellos tienen para agredir, en caso de incumplimiento, el patrimonio-garantía del deudor que,
provocando o agravando su insolvencia, pretende sustraer del alcance de los acreedores los bienes que
deberían ejecutársele. De ahí que se afirme que el fundamento de la acción es la buena fe, la idea de
fidelidad y de crédito.
La acción no persigue la reivindicación del bien, sino que permite al acreedor ejecutar el crédito sobre el
bien que está en el patrimonio del tercero hasta que se satisfaga su crédito.
A diferencia de la acción de simulación, la revocación no es un supuesto de nulidad del acto, sino de
inoponibilidad a quien ese negocio perjudica por ser fraudulento. La inoponibilidad solo favorece al
acreedor que ha promovido la acción y hasta el importe de su crédito y, como el acto es válido, una vez
pagado el acreedor que promovió juicio los efectos del acto perduran entre las partes de modo tal que, si
después de la ejecución queda un remanente, este ingresa normalmente al patrimonio del adquirente, que
es el titular de la cosa.
C) Presupuesto de la acción: Existencia de perjuicio. Para ejercer la acción revocatoria se exige que el acto
del deudor cause un perjuicio a sus acreedores. Si no hay perjuicio, no existiría el interés indispensable para
emprender cualquier acción. Por otro lado, se impone obrar con extrema cautela porque la acción tiende a
desposeer a un tercero de un derecho adquirido, a quien los actos, en principio, no deben perjudicar.
D) Condiciones de procedencia de la acción. Las condiciones de procedencia de la acción de inoponibilidad
son:
Contra actos a título oneroso:
Origen del crédito. El crédito en virtud del cual se ejerce la acción debe ser “de causa anterior al acto
impugnado, excepto que el deudor haya actuado con el propósito de defraudar a futuros acreedores”.
Propósito de defraudar. Tal es caso del empresario que vende sus bienes y luego procede al despido de
todo su personal: los créditos nacerán después del acto que provocó la insolvencia, pero podrá ser atacado
por los acreedores si se demuestra el ánimo defraudatorio.
Insolvencia del deudor. El acto debe causar o agravar la insolvencia del deudor. Debe existir relación de
causalidad entre el acto impugnado y esa insolvencia. La insolvencia es un estado de desequilibrio
patrimonial del que resulta que el deudor carece de bienes para afrontar el pago de la totalidad de sus
deudas.
La insolvencia debe ser probada, lo que incumbe al acreedor demandante. Pero planteada la acción
revocatoria, el deudor puede paralizarla demostrando solvencia o dando garantías suficientes.
Complicidad del tercero. La tercera condición es que quien contrató con el deudor a título oneroso haya
conocido o debido conocer que el acto provocaba o agravaba la insolvencia, es decir, que el tercero
contratante del deudor haya sido cómplice en el fraude.
Contra actos a título gratuito: En cambio, si el acto es gratuito, el tercero adquirente a título gratuito debe
restituir la cosa, aunque ignorase la insolvencia del deudor. El diferente criterio de la ley se explica porque
en estos casos, el adquirente a quien se priva de la cosa adquirida no realizó contraprestación o
desembolso alguno para obtenerla, por lo cual resulta indiferente su buena o mala fe, dado que la
revocación del mismo no supone la pérdida de un derecho adquirido a cambio de una prestación
equivalente, “sino simplemente la extinción de un beneficio”.
E) Acción de inoponibilidad contra un subadquirente. “La acción del acreedor contra el subadquirente de
los derechos obtenidos por el acto impugnado sólo procede si adquirió por título gratuito, o si es cómplice
en el fraude; la complicidad se presume si, al momento de contratar, conocía el estado de insolvencia”.
F) Efectos y extensión de la inoponibilidad.
La declaración de inoponibilidad se pronuncia exclusivamente en interés de los acreedores que la
promueven, y hasta el importe de sus respectivos créditos.
Se sienta así la regla de la inoponibilidad, especie de invalidez que solo beneficia a quien ejerce la acción,
sin que la ineficacia repercuta en terceros, ni en las propias partes celebrantes del concierto fraudulento.
Así, mediante la revocación del acto fraudulento “los acreedores hacen efectivo su crédito ejecutando los
bienes enajenados”.
Ello no implica que deban restituirse los bienes al patrimonio deudor, pues “la obligación de restituir es
propia de la declaración de nulidad”; mientras que la revocación no tiene ese efecto”. Si operara tal
restitución, los bienes regresarían al patrimonio del deudor, y cualquier acreedor, aun los que no hubiesen
solicitado la revocación, podrían ejecutar su respectivo crédito.
G) Deber de indemnizar.
El tercero adquirente, en definitiva, al momento de la acción ejecutiva, sufrirá la pérdida del bien adquirido
y de los respectivos frutos o deberá indemnizar a los acreedores de los daños y perjuicios. “El
subadquirente de mala fe y quien contrató de mala fe con el deudor responden solidariamente por los
daños causados al acreedor que ejerció la acción, si los derechos se transmitieron a un adquirente de
buena fe y a título oneroso, o de otro modo se perdieron para el acreedor. El que contrató de buena fe y a
título gratuito con el deudor, responde en la medida de su enriquecimiento”.
H) Relaciones de los acreedores con el tercer adquirente.
Si el tercero adquirente a título oneroso actuó de buena fe, la acción no es ejercible.
Si el tercero adquirente a título gratuito ha actuado de buena fe, su obligación se limita a devolver los
bienes en el estado en que se encuentren, es decir responde en la medida de su enriquecimiento.
Si el tercero actúa de mala fe, ante la complicidad ilícita en el fraude, responde por los perjuicios que el
acto haya generado a los acreedores, y debe devolver la cosa con todos sus frutos como poseedor de mala
fe.
J) Relaciones del tercero con el deudor.
La premisa esencial aquí es que el acto entre el tercero y el deudor se considera subsistente. Por ello, en
caso de quedar un saldo tras la venta del bien obtenido del tercero, el mismo pertenece a éste y no al
deudor. No se benefician los acreedores que no han intentado la acción, ni el deudor, a cuyo respecto el
acto continúa siendo válido, pues carece de todo derecho sobre el saldo. El adquirente que fue despojado
total o parcialmente del bien por el acreedor, tiene acción indemnizatoria contra el deudor.
2.5.3. La Lesión.
Este vicio se da cuando las partes celebran un contrato con prestaciones recíprocas (ej.: compraventa) y las
prestaciones de una y otra resultan totalmente desproporcionadas sin justificación, mediando un
aprovechamiento de una de las partes respecto del estado de necesidad, debilidad síquica o inexperiencia
de la otra parte, que resulta perjudicada. Se presume, exceptos prueba en contrario, que existe tal
explotación en caso de notable desproporción de las prestaciones.
Hay en la lesión una doble connotación: A) OBJETIVA, resultante de la desproporción de las prestaciones,
traducida en la obtención de una ventaja patrimonial desproporcionada y sin justificación; B) SUBJETIVA:
una de las partes celebra el acto aprovechando la necesidad, debilidad síquica o inexperiencia de la otra. Es
un obrar contrario a la buena fe, porque aun cuando no oculta el estado de las cosas para que otro incurra
en error, maneja las condiciones del negocio sabiendo que la otra parte no tiene las herramientas o
cualidades personales para protegerse de la desventaja”.
El análisis que hace el juez observa dicho orden: primero aprecia si existe el elemento objetivo, destacando
que la desproporción no requiere una dimensión matemáticamente determinada, quedando ello librado a
su prudente apreciación. La falta de prueba del elemento objetivo, impide entrar en el análisis del segundo
elemento.
En cuanto al aspecto subjetivo, debe haber una interrelación entre la necesidad, debilidad síquica o
inexperiencia y el aprovechamiento de ese estado.
Necesidad: Se asocia a la noción de carencia, material o espiritual, o de peligro que pueda poner en riesgo
la vida, la salud, el honor o la libertad de la persona afectada, que traduce una situación de angustia o
agobio, siempre y cuando ese estado lleve a la persona a celebrar el acto.
Debilidad síquica: Está referido a los estados mentales patológicos de debilidad, o estados de inferioridad
mental que son captados y aprovechados por la parte que lesiona en perjuicio de la otra. Por ello, no
cualquier situación de debilidad será relevante, siendo preciso que genere un estado de inferioridad tal que
incida directamente sobre la voluntad del sujeto.
Inexperiencia: Es la falta de conocimientos, los cuales se adquieren con el uso y la práctica. Pero es
necesario, para que haya lesión, que esa inexperiencia esté relacionada con el aprovechamiento de la otra
parte mediante sagacidad o astucia, valiéndose de la necesidad de inexperto para obtener de él –sin
mediar dolo- una ventaja patrimonial excesiva.
El afectado por lesión puede elegir entre demandar la nulidad del acto o bien un reajuste equitativo del
convenio. Pero el demandado, que obtuvo las ventajas, solo tiene a su disposición la acción de reajuste,
que consistirá en ofrecer a la víctima una solución económica que elimine la inequidad producida y
equilibre las prestaciones.
La demanda solamente puede ser intentada por la víctima o sus herederos. La acción para solicitar la
nulidad o el reajuste por vicio de lesión prescribe a los dos años contados desde la fecha en que la
obligación a cargo del lesionado debía ser cumplida.
2.6. INEFICACIA DE LOS ACTOS JURÍDICOS.
Los actos jurídicos pueden ser ineficaces en razón de su nulidad o de su inoponibilidad respecto de
determinadas personas.
Un acto jurídico es inválido cuando no reúne los requisitos exigidos por la ley. En cambio, es ineficaz si por
cualquier razón no produce efectos.
A) NULIDAD DE LOS ACTOS JURÍDICOS.
1. Nulidad. La nulidad es la sanción legal que priva de sus efectos normales a un acto jurídico, en virtud de
una causa originaria (vicio o defecto) existente en el momento de su celebración.
Tres aspectos destacables del concepto: a) debe provenir de la ley; b) deja sin sus efectos propios al acto
jurídico, o sea, los que normalmente estaba destinado a producir; c) Responde a causas anteriores o
contemporáneas al nacimiento del acto, pues es un vicio originario al mismo.
El Código prevé la posibilidad de conversión del acto nulo en otro diferente válido cuyos requisitos
esenciales satisfaga, si el fin perseguido por las partes permite suponer que ellas lo habrían querido si
hubiesen previsto la nulidad.
2. Clasificación de las nulidades. Los actos jurídicos pueden ser:
1. Actos nulos y anulables. En los nulos el vicio o defecto está patente y el juez se limita a verificar el vicio
que la propia ley sanciona con la nulidad (ej.: incapacidad de un menor de 13 años para celebrar por sí un
acto jurídico). En los anulables, el vicio se encuentra oculto, y para declarar la nulidad se requiere una
investigación del juez (ej.: violencia moral).
2. Nulidad absoluta y relativa. Son de nulidad absoluta los actos que contravienen el orden público, la moral
o las buenas costumbres, y se fundan en razones de protección al interés público. En cambio, son de
nulidad relativa los actos a los cuales la ley impone esta sanción sólo en protección del interés de ciertas
personas, y por tanto se fundan en el interés de alguna de las partes, es decir, de un interés privado.
3. Nulidad total o parcial. Nulidad total es la que se extiende a todo el acto. Nulidad parcial es la que afecta
a una o varias de sus disposiciones.
3. Efectos de las nulidades.
Entre las partes. “La nulidad pronunciada por los jueces vuelve las cosas al mismo estado en que se
hallaban antes del acto declarado nulo y obliga a las partes a restituirse mutuamente lo que han recibido.”
Asimismo, los actos jurídicos nulos dan lugar a las reparaciones e indemnizaciones que correspondan.
Con relación a terceros. Todos los derechos reales o personales transmitidos a terceros sobre un inmueble
o mueble registrable, por una persona que ha resultado adquirente en virtud de un acto nulo, quedan sin
ningún valor y pueden ser reclamados directamente del tercero, excepto contra el subadquirente de
derechos reales o personales de buena fe y a título oneroso. Los subadquirentes no pueden ampararse en
su buena fe y título oneroso si el acto se ha realizado sin intervención del titular del derecho.
4. Confirmación.
“Hay confirmación cuando la parte que puede articular la nulidad relativa, manifiesta expresa o
tácitamente su voluntad de tener al acto por válido, después de haber desaparecido la causa de nulidad. El
acto de confirmación no requiere la conformidad de la otra parte”.
Se describe la figura de la confirmación como “una manifestación unilateral de la voluntad de aquella parte
a quien compete el derecho a impugnar, hecha expresa o tácitamente después de cesada la causa que
motiva la impugnabilidad y con conocimiento de ésta, y por la cual se extingue aquel derecho,
purificándose el negocio anulable de los vicios de que adolecía desde el momento de su celebración”.
Caracteres. a) es un acto jurídico unilateral; b) es accesorio; c) su formalidad debe ser idéntica a la del acto
que se pretende confirmar; d) tiene efecto retroactivo al día en que tuvo lugar el acto confirmado; f) no
puede perjudicar a terceros.
Clases. Existen dos tipos de confirmación: la expresa y la tácita. Si la confirmación es expresa “el
instrumento en que ella conste debe reunir las formas exigidas para el acto que se sanea y contener la
mención precisa de la causa de la nulidad, de su desaparición y de la voluntad de confirmar el acto”. La
confirmación tácita se concreta por medio de la simple realización de las conductas que importen dar
cumplimiento al acto de que se trata, con la correlativa inactividad de la parte que se encuentra en
condiciones de reclamar judicialmente la nulidad.
B) INOPONIBILIDAD DE LOS ACTOS JURÍDICOS.
Cuando la ineficacia del acto no se extiende a todas las personas (partes y terceros), sino que sólo puede
ser invocada por uno o más terceros determinados, no es dable sostener la existencia de una nulidad sino
de inoponibilidad.
Así, “mientras el acto inválido, es decir, sujeto a una sanción de nulidad, carece de efectos respecto de las
partes, lo contrario ocurre con el acto inoponible, que siendo válido entre las partes no produce efectos
respecto de determinadas personas ajenas a él, las que pueden comportarse como si el acto no existiese.
Ejemplo: el acto viciado de fraude, es decir, celebrado por el deudor en perjuicio de sus acreedores, no es
oponible al acreedor de fecha anterior”.
“El acto inoponible no tiene efectos con respecto a terceros, excepto en los casos previstos por la ley”.
La oponibilidad de una situación jurídica suele quedar vinculada al hecho de que el resto de la comunidad
tenga “conocimiento efectivo”, o al menos “posibilidad de conocer” su existencia. Aquí es donde el
legislador interviene y procura crear medios técnicos que faciliten la “posibilidad de conocimiento”.
Aparecen así los “registros”, en los que se deja constancia de situaciones o relaciones jurídicas, que
pueden, por medio de la consulta del registro, ser conocidas por todos los interesados. Se crea entonces,
por vía de la publicidad registral, la posibilidad de conocer y con ella se genera la oponibilidad de las
circunstancias que se incorporan al registro.
3. DERECHO A LA INTIMIDAD.
El Diccionario de la Real Academia Española define intimidad como la “zona espiritual íntima y reservada de
una persona o de un grupo, especialmente una familia”.
El Derecho a la Intimidad el “derecho personalísimo que permite sustraer a la persona de la publicidad o de
otras turbaciones a la vida privada, el cual está limitado por las necesidades sociales y los intereses
públicos”. La intimidad abarca el derecho a controlar el uso que otros hagan de la información concerniente
a un sujeto determinado. La intimidad es la zona de reserva, libre de intromisiones, que rodea al individuo.
La CCCN dispone que “El que arbitrariamente se entromete en la vida ajena y publica retratos, difunde
correspondencia, mortifica a otros en sus costumbres o sentimientos, o perturba de cualquier modo su
intimidad, debe ser obligado a cesar en tales actividades, si antes no cesaron, y a pagar una indemnización
que debe fijar el juez, de acuerdo con las circunstancias. Además, a pedido del agraviado, puede ordenarse
la publicación de la sentencia en un diario o periódico del lugar, si esta medida es procedente para una
adecuada reparación”.
Son requisitos configurativos del acto lesivo de la intimidad: a) que exista un entrometimiento en la vida
ajena, esto es, que se ejercite un acto que interfiera en el ámbito privado de otro; b) que dicha intromisión
resulte arbitraria, en el sentido de que no se encuentre justificada por algún fin superior; c) que perturbe la
intimidad del sujeto interferido.
3.1. La intimidad en el ordenamiento jurídico.
El derecho a la intimidad en la CN. Nuestra CN reconoce este derecho en los arts. 18 y 19. El art. 19 de la
C.N. prescribe: “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral
pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los
magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo
que ella no prohíbe”.
En la legislación nacional. El CCCN brinda un marco general en su art. 1770, aunque también se refiere al
instituto al tratar sobre los derechos personalísimos, y sobre la reparación plena del daño.
Muchas leyes nacionales contienen disposiciones relativas al derecho a la intimidad, actualizando incluso
las restricciones a incluir información personal sensible en bancos de datos de diferente naturaleza, en
orden al derecho de habeas data. Se señalan a continuación algunas de estas normas que se consideran
representativas, en su parte pertinente:
La Ley 25.326 (ley de Habeas Data) protege los datos personales asentados en archivos, registros, bancos
de datos, u otros medios técnicos de tratamiento de datos, sean éstos públicos, o privados destinados a dar
informes, para garantizar el derecho al honor y a la intimidad de las personas.
La Ley 25.467 (ley de Ciencia, Tecnología e Innovación) establece los principios de carácter irrenunciable
que regirán en cualquier actividad de investigación en ciencia, tecnología e innovación: “a) El respeto por la
dignidad de la persona humana; b) El respeto por la privacidad e intimidad de los sujetos de investigación y
la confidencialidad de los datos obtenidos”.
Ley 25212 (Pacto Federal del Trabajo) sanciona como infracción muy grave: “b) Los actos del empleador
contrarios a la intimidad y dignidad de los trabajadores”.
La Ley 24.819 (preservación de la lealtad y el juego limpio en el deporte) prevé como funciones de la
Comisión Nacional Antidóping: “l) Dictar las normas que deberán seguir las entidades deportivas a fin que
las sustancias que dieren positivo en los respectivos análisis sean de conocimiento exclusivo de las partes
intervinientes, preservando el derecho a la intimidad del deportista”.
La Ley 25.345 (prevención de la evasión fiscal) asigna a la Jefatura de Gabinete de Ministros la facultad de
establecer las pautas y los estándares técnicos necesarios para posibilitar el intercambio y cruzamiento de
datos entre los organismos públicos competentes “preservando los principios de privacidad,
confidencialidad y seguridad”.
La Ley 23.798 (prevención y lucha contra el SIDA) dispone que la aplicación e interpretación de la ley y sus
normas complementarias, en ningún caso pueden: a) Afectar la dignidad de la persona; b) Producir
cualquier efecto de marginación, estigmatización, degradación o humillación; c) Exceder el marco de las
excepciones legales taxativas al secreto médico; d) Incursionar en el ámbito de privacidad de cualquier
habitante de la Nación; e) Individualizar a las personas a través de fichas, registros o almacenamiento de
datos, los cuales, a tales efectos, deberán llevarse en forma codificada”.
El derecho a la intimidad en las normas internacionales.
La Convención Americana sobre Derechos Humanos -Pacto de San José de Costa Rica-, ratificada por
nuestro país por ley 23.054, y con rango constitucional por vía del art. 75 inc. 22) de la C.N., expresa: “nadie
puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, de su familia, en su domicilio o en
su correspondencia, ni ataques legales a su honra o reputación”, y completa: “toda persona tiene derecho a
la protección de la ley contra esas injerencias o ataques”.
3.2 El derecho a la intimidad y la libertad de prensa
Si bien los medios de información deben justamente cumplir con su misión específica –esto es, informar-,
esa suerte de derecho-deber se halla limitado por las garantías individuales también custodiadas
constitucionalmente, entre las que se encuentran la integridad y el honor de las personas.

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