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Jugar con Bob Bryan: una habilidad del Manager

Los aficionados al tenis saben que en la modalidad de dobles los gemelos Bob y Mike Bryan, de
California, ejercen un dominio, casi absoluto desde hace media docena de temporadas. Llevan
más de cien torneos ganados en ese tiempo y tienen en su palmarés todos los torneos
importantes, algunos de ellos varias veces. Sin embargo, ninguno de ellos ha ganado nunca un
torneo individual de cierta importancia.

De la misma forma que ocupan indiscutiblemente el nº 1 en el ranking de dobles, en la


categoría individual ni siquiera se encuentran clasificados entre los quinientos mejores. No son
un caso raro; hace unos años, dos australianos apellidados Woodbridge y Wordforde también
arrasaban jugando a dobles y, en estos momentos, la pareja española compuesta por Marcel
Granollers y Marc López, unos casi perfectos desconocidos en el juego individual, han llegado a
ganar el Máster de dobles 2012.

¿Qué sucedería si Nadal y Federer jugaran de pareja?

Pues, muy probablemente, que perderían. El hecho, es que alguna vez que ha sucedido, han
perdido. Y, frente a los especialistas del doble, con bastante claridad.

Jugar a dobles es, prácticamente, un juego diferente.

El Manager, en muchos aspectos de su actividad, juega en equipo. En alguna faceta, incluso


puede ser el encargado de seleccionar los componentes ideales de un equipo que trabajará
bajo su supervisión o dirección.

Para ser un buen jugador de equipo se requiere un potencial personal adecuado. Eso incluye,
con toda seguridad, potenciales como generosidad, adaptabilidad, simpatía y empatía, algún
tipo de liderazgo (a veces y en ciertas dosis), facilidad de comunicación, observación, etc.
Algunos de esos potenciales son aptitudes naturales con las que una persona nace. Se pueden
adaptar según las circunstancias y necesidades o exigencias de la vida, pero nunca sufren
modificaciones de gran calado.

Pero otros muchos potenciales necesarios para jugar de pareja con Bob Bryan, son
decididamente habilidades que se aprenden y se mejoran con el adecuado entrenamiento.
Entre ellas, caben destacar la disciplina, entendida como adhesión voluntaria a unas normas
(no necesariamente a un mando) y la organización, es decir: la aplicación rigurosa y continuada
de esas normas en pos de la consecución de objetivos. No en vano, cuando hablamos de una
“organización” nos referimos a un “colectivo organizado”, ya sea una empresa, un partido
político, una ONG o cualquier otra forma que adopte.

¿Por qué no también un equipo de implantación de un proyecto?

Si no se juega así, Bob Bryan no nos aceptará como pareja.

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