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Los aficionados al tenis saben que en la modalidad de dobles los gemelos Bob y Mike Bryan, de
California, ejercen un dominio, casi absoluto desde hace media docena de temporadas. Llevan
más de cien torneos ganados en ese tiempo y tienen en su palmarés todos los torneos
importantes, algunos de ellos varias veces. Sin embargo, ninguno de ellos ha ganado nunca un
torneo individual de cierta importancia.
Pues, muy probablemente, que perderían. El hecho, es que alguna vez que ha sucedido, han
perdido. Y, frente a los especialistas del doble, con bastante claridad.
Para ser un buen jugador de equipo se requiere un potencial personal adecuado. Eso incluye,
con toda seguridad, potenciales como generosidad, adaptabilidad, simpatía y empatía, algún
tipo de liderazgo (a veces y en ciertas dosis), facilidad de comunicación, observación, etc.
Algunos de esos potenciales son aptitudes naturales con las que una persona nace. Se pueden
adaptar según las circunstancias y necesidades o exigencias de la vida, pero nunca sufren
modificaciones de gran calado.
Pero otros muchos potenciales necesarios para jugar de pareja con Bob Bryan, son
decididamente habilidades que se aprenden y se mejoran con el adecuado entrenamiento.
Entre ellas, caben destacar la disciplina, entendida como adhesión voluntaria a unas normas
(no necesariamente a un mando) y la organización, es decir: la aplicación rigurosa y continuada
de esas normas en pos de la consecución de objetivos. No en vano, cuando hablamos de una
“organización” nos referimos a un “colectivo organizado”, ya sea una empresa, un partido
político, una ONG o cualquier otra forma que adopte.