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“Es cierto, el inconsciente está tan presente y tan escondido a la vez como ese
blanco sobre blanco que de tanto mostrarse se nos esconde en su misma
aparición. Lo tenemos a la vista y de tan patente se nos ausenta: en los lapsus,
en las equivocaciones orales y escritas, en las producciones sin sentido que
dejamos de lado como insignificantes . Y sin embargo, tal vez es ahí donde se
juega el destino de nuestro ser, ya sea en el sinsentido del goce o en el
sufrimiento de los síntomas”. P. 12.
“¿Sería pues este un inconsciente siempre lleno, a rebosar de todos los sentidos
que queramos atribuirle de manera más o menos arbitraria? En absoluto. En
realidad, el inconsciente está vacío, es sólo ese vacío de la estructura del
lenguaje que hace posible la palabra y la escritura misma, ya sea la del síntoma,
la del Ulysses de Joyce o la del futuro en el poso de café, pero también la de la
fórmula de la gravitación en el cielo de Newton o la del mal llamado «código
genético» en esa vaporosa unidad bautizada como gen. El inconsciente, más
que el texto que se escribe, es la página en blanco en la que algo se escribe, o
mejor dicho, en la que algo deja de no escribirse”. P. 27.
“La obra de Freud muestra, si se lee bien, esta doble articulación del
inconsciente: el que situó en la llamada primera tópica (Consciente,
Preconsciente, Inconsciente) y el que , una vez descubierta la instancia de la
pulsión de muerte, debe volver a situarse con la segunda tópica (Yo, Ello,
Superyó). El primero es un inconsciente performativo, que hace lo que dic e, que
se realiza en el acto de la palabra y que no deja de escribirse. Es el inconsciente
que Lacan formalizó con su famoso aforisma, «el inconsciente está estructurado
como un lenguaje» , principio de su enseñanza hacia la década de los cincuenta
del pasado siglo. El segundo es un inconsciente más bien silencioso, a veces
imperativo, que impone una satisfacción paradójica al sujeto, y que no tendrá en
Freud una formalización precisa. Será Lacan quien le dé otra consistencia, hacia
el final de su enseñanza, como un inconsciente real. Este inconsciente no es ya
el inconsciente transferencia!, es un inconsciente imposible de representar como
tal, que insiste en no dejar de no escribirse. Ese es el inconsciente real”. P. 27-
28.
“Sería tal vez el peor efecto del éxito del psicoanálisis. Lacan lo indicó en algún
momento: el éxito de la capacidad interpretativa del psicoanálisis sobre el
inconsciente que no deja de escribirse, sería también el éxito que lo llevaría a
ser un síntoma olvidado, un síntoma de que algo de la página en blanco se había
hecho legible. ¿Qué supuso leer el inconsciente como página en blanco? Que
algo dejara de no escribirse en ella, y que el texto de un mensaje apareciera así
como en un palimpsesto, como la escritura secreta al calor de la llama de la vela.
La sorpresa con la que Freud descubre este inconsciente está escrita es sus
textos, negro sobre blanco, como suele decirse”. P. 29.
“Hay otra posición que toma a lo real como brújula y que puede enunciarse así:
«Hay algo que no cesa de no escribirse». Es lo que constata e intenta demostrar
el psicoanálisis con su página en blanco del inconsciente. Lo real del
psicoanálisis es una página en blanco en el campo de la ciencia que ésta no
puede dejar de lado si no es al precio de borrar la singularidad el sujeto”. P. 79