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¿QUE SON LAS PROFESIONES?

El diccionario de la Lengua Española apunta que el vocablo "profesión" proviene de profesión, es


decir "acción y efecto de profesar"; pero también significa "empleo, facultad u oficio que cada uno
tiene y ejerce públicamente".

Así pues, el profesional realiza una función social reconocida, pública y reglamentada; al momento
de recibir su título, jura (protesta) comportarse bajo ciertos lineamientos éticos y morales bien
concretos. Esta tradición contempla no sólo su actuación profesional, sino al mismo tiempo su
conducta en la vida privada. Lo anterior de hecho establece la diferencia entre una profesión y un
oficio. En la primera el individuo "protesta" adecuar su comportamiento personal a una cierta
ética, en tanto en el segundo no se plantea la existencia de algún contenido moral, aunque sí
involucra el compromiso para realizar una labor técnica o artesanal bien ejecutada. En otras
palabras: la moral del "oficial" se reduce a procurar hacer bien las cosas, mientras que la
preparación del profesional le exige elaborarlas no sólo correcta y eficazmente, sino asimismo
sostenidas en determinados principios morales.

Entre los rasgos que distinguen a las profesiones liberales de otras actividades, pueden apuntarse:
a) su carácter intelectual, científico y humanista; b) su constancia y permanencia; c) su clara
vocación; d) su independencia y libre contratación; e) la tradición; f) su colegiación, y g) su nivel
social. Debo enfatizar que no se habla de características esenciales, pues éstas no influyen y
gravitan de la misma manera en cada profesión. El campo ocupacional de la población a nivel
mundial es amplio tanto en hombres y mujeres, aunque anteriormente las mujeres no podían
ejercer este derecho, con el pasar de los años es impresionante el crecimiento del número de
profesionales en mujeres. En el texto citan que en 1975, según el Padrón de ese año, había en
España 792.036 profesionales. En 1992 los profesionales eran ya algo más de 1,7 millones. La
profesionalización es amplia en todo el mundo.

Desde la antigüedad las sociedades occidentales percibieron, en el ejercicio de ciertas


profesiones, que su conocimiento y aplicación podían generar el bien común, una riqueza social de
la mayor estima. Para tal efecto se hizo indispensable, desde luego, la preparación intelectual del
hombre que ejercía una labor, sobre todo de aquellas con un valor que consideraron superior a las
demás actividades y oficios. En un principio los profesionales eran prácticos; sus estudios o
funciones las realizaban en forma autodidacta y, en algunos casos, abarcaban diversos campos del
saber. Leonardo De Vinci, por ejemplo, se desempeñó como pintor, escultor, constructor e
inventor. En América al inicio de la Colonia, muchas veces las circunstancias orillaban a un simple
peluquero o barbero a convertirse en dentista, en ocasiones en químico y hasta en médico y
cirujano. Sin embargo, con el paso del tiempo, fue necesaria la creación de planes de estudios
metódicos y especializados que permitieran a los estudiantes acreditar sus conocimientos y recibir
así el correspondiente título profesional. Una de las primeras ciencias en enfrentar tal
problemática fue la medicina, cuyo ejercicio adquirió mayor notoriedad y reconocimiento al
establecerse una institución denominada "Protomedicato", encargada de constatar la preparación
de quienes se dedicaban a esa actividad.
‘ethos profesional’ hay que entenderla como el carácter moral o modo de ser moral de un
profesional. Es interesante acudir al origen del término ‘profesión’ y del concepto de ‘profesional’.
Seguramente que le ha resultado muy novedoso y sorprendente, querido estudiante, conocer que
al principio los profesionales en sentido estricto eran solo los sacerdotes, los médicos y los juristas
(jueces). Se entendió durante mucho tiempo que la ‘profesión’ era una especie de sacerdocio. De
este modo, el médico era un ‘sacerdote de la salud’, el militar un ‘sacerdote de las armas’ y el juez
un ‘sacerdote de la justicia’. Entendamos aquí la palabra sacerdote en sentido amplio, no solo
referida a los hombres que reciben el sacramento del orden.

El ethos profesional como fenómeno social, el autor señala que los sociólogos y los historiadores
son los que más se han ocupado para investigar la profesión y la ética profesional. Asimismo, hace
referencia a la vocación y profesión desde sus raíces etimológicas. Herbert Spencer “quien decía
que estas son un paso evolutivo en el proceso de la vida, a la cual le dan belleza y sentido”, Max
Weber “el eminente sociólogo alemán que no se centró solo en la descripción de la profesión si no
el espíritu y el ethos religioso calvinista que impulsa el hombre a consolidar el espíritu capitalista”,
y a Emilio Durkheim “quien se interesó por explicar la moral profesional”.

Hortal señala que la profesión es una actividad ocupacional que presenta un servicio a la sociedad
por parte de personas que se dedican en forma estable y obtiene su medio de vida, asimismo,
tiene un control monopolístico del ejercicio de su profesión y acceden a ella tras un proceso de
capacitación teórica y práctica con licencia para ejercerla.

Cada profesión tiene contextos que posibilitan y configuran la responsabilidad de los


profesionales, casi todas las profesiones están inmersas entres mediatizaciones básicas (técnicas,
económica e institucional).

El profesional requiere una preparación técnica ineludible para llevar a cabo su trabajo, sin
embargo, se enfrentan con problemas tale como:

• Al tecnificarse el ejercicio profesional, se diluyen aspectos éticos de la profesión donde el


profesional pasa a ser un técnico instrumentalizado. La única virtud que se le exige es la habilidad
y capacidad técnica para obtener los “resultados que otros desean”.

• La tecnificación convierte al profesional en una pieza que puede ser sustituida, su función
es mecánica. La técnica potencia y facilita el ejercicio profesional, pero termina siendo una
amenaza para la ética. Hortal considera que se deben conciliar ambas y no caer en la tentación
tecnocrática.

Por lo que respecta a la mediatización económica, se cambió la concepción de profesional liberal


que se le retribuía su trabajo por “honorarios”, ya que en la actualidad la mayoría de los
profesionales están a expensas de un sueldo como empleados por “cuenta ajena” o como
funcionarios de organismos públicos, por ello:

• El trabajo es su medio de vida


• No es dueño de marcar sus objetivos, las tareas se le asignan

• Aprende a trabajar con recursos limitados y dentro de la viabilidad económica

• Sabe que existe una mercantilización de las profesiones “Todo se avala por el prestigio
profesional”

• Reconoce que la empresa necesita de su aportación competente y coordinada, su relación con


ésta es interdependiente

• Puede contribuir a que se invierta la jerarquía de bienes intrínsecos (servicio) por los extrínsecos
(dinero, prestigio, poder, status)

• Tiene la oportunidad de ir construyendo su propio currículum profesional.

En cuanto a la mediatización institucional y organizativa, el profesional actúa dentro de cauces


institucionales que marcan las pautas de lo que tiene que hacer y de lo que se debe esperar de él.
Con base en Wueste, “las profesiones son formas de institucionalizar la expertez”. No sólo se debe
prestar atención a los bienes y servicios pues el profesional no sólo ha de proporcionar o respetar
y hacer que se respete a las persona y se cumplan deberes de justicia, sino también que la
organización en la cual presta sus servicios tenga una ética de la organización. Debemos saber que
habrá circunstancias que afecten el proceder ético del profesional en las instituciones donde se
desarrolla. Hortal señala cuatro probabilidades.

Ahora pasaré a explicar brevemente en qué consisten los principios de la ética profesional, ya que
es una de las partes fundamentales a la que dedica el autor buena parte de su libro. Los principios
son imperativos de tipo general que orientan acerca de qué hay de nuevo y realizable en unas
acciones, y de malo y evitable en otras. Los principios se diferencian de las normas porque son
más generales que éstas, ponen sobre la mesa los temas y valores del vivir y del actuar mientras
que las normas aplican los principios a situaciones concretas. Un principio enuncia un valor o meta
valiosa, en cambio, las normas dicen cómo debe aplicarse un principio en determinados casos. En
primera instancia, Hortal explica con detenimiento los principios de la bioética como el precedente
exitoso a considerar en todas y cada una de las profesiones.

• Principio de beneficencia Consiste en hacer bien el propio oficio con el objeto de proporcionar
los bienes y servicios que cada profesión se esfuerza por realizar.

• Principio de autonomía En las relaciones profesionales, el usuario o cliente es persona sujeta a


derechos. Su opinión, convicciones y derechos merecen ser respetados y hay que informarle de
cualquier actuación profesional que le afecte, así como contar con su consentimiento.

• Principio de justicia Significa proceder con justicia, cumplir con las obligaciones implícita o
explícitamente dentro del marco institucional público o privado. Asimismo se debe tomar en
consideración el contexto social y las obligaciones que se derivan cuando se establecen
prioridades y asignan recursos.
• Principio de no maleficencia Este principio es la sombra de los tres anteriores, propone ante
todo no hacer daño “Primum non nocere”,“...es decir, para empezar no hacer mal el propio oficio
profesional, no perjudicar ni hacer mal a otros, no manipularles ni ejercer violencia sobre ellos, no
violar sus derechos ni ignorarles como personas; no cometer injusticias privándoles de lo que se
les debe o les corresponde”. Para ser un profesional ético se tiene que cumplir con estos principios
en la medida que las situaciones lo permitan. Es necesario señalar que Hortal subraya que el
principio de no maleficiencia no introduce ninguna temática nueva que no haya sido mencionada
por los otros principios. Así, el autor sólo considera los tres primeros. Después analiza cómo se
justifican, cómo se aplican y cómo se articulan entre ellos

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