Вы находитесь на странице: 1из 2

La lengua de la calle

El hombre de la calle habla de todo pero no dice nada: al menos


no el sentido en que solemos darle al decir (decir algo). El
hombre de la calle no dice, canta su lengua. Si habla del clima, le
da lo mismo el verano que el invierno: está siempre en contra. Si
gobierna Menem se burla del patilludo y se toca un huevo cuando
lo nombra; si gobierna Néstor, el pingüino además de visco es
medio boludo; si gobierna Cristina es una conchuda que quiere
hacer Venezuela; si gobierna Macri, al gato del Newman le falta
calle par manejar un país. Etcétera.

No importa si votó a alguno: el hombre de la calle sabe que su


campo de acción y el rumbo del mundo son rectas que no se
tocan. En su campo de acción, en la calle, canta. El hombre de la
calle sólo quiere cantar su queja (y actitud similar encontramos en
las viejas, a excepción de que éstas, las viejas, oscilan entre
cantar su queja y cantar su llanto).

La música de la expresión
popular argentina, la música típica de nuestro decir -de la que
estamos todes, más o menos, imbuides- es la cruza entre una
eterna marcha de la bronca y un continuado valsecito
lacrimógeno.
Y ya lo dijo Dárgelos: la música no tiene mensaje, la música no
tiene moral.

La lengua de la calle no pretende decir ni mucho menos hacer.


Más bien pretende decirse, ser dicha, a través de los hablantes. El
hombre de la calle, muy a su pesar -y en contra de la prensa del
cafetín postlunfardiano-, no es el artífice sino el canal.

De la pasividad con que nos entregamos al sociolecto que nos


tocó curtir, está hecha la armonía que anula y corrompe las
instituciones –todas– que regulan nuestra praxis.

Pero combatir la lengua de la calle no sólo es una actividad


terriblemente desgastante, sino que, además, nos deja, a la larga,
un lenguaje visiblemente más pobre pero, sobre todo, menos
sonoro, menos musical, menos bello.

Por eso, como lo supo Gombrowicz con aquello del canillita


versus el poeta laureado, siempre fue la música -más que los
eventuales contenidos- la que de nuestra lengua
supo encantarnos.

Y entonces, ¿qué?

¿Cómo se articula la defensa de la lengua local en toda su riqueza


-léxica, sintáctica, gramática, semántica- con el sano impulso de
luchar contra ella para levantar las barreras de contención que
impone a nuestros comportamientos?

¿Eh?

Вам также может понравиться