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Armendariz Zainos Oscar Uriel

Rossino Gibellini (1998) “La Teología del siglo XX”, España: Sal Terrae

El texto nos ubica en el principio del siglo XX presentándonos un panorama general de cómo
se encontraba el ámbito teológico poniendo un especial énfasis en la Universidad de Berlín,
donde daba clases el teólogo Adolf Von Harnack. Este se destacaba por haberse empeñado
en la labor de acercarse al cristianismo desde la vía histórica, es decir, las afirmaciones que
él hacia encontraban cabida desde, los muy populares, métodos histórico-críticos, además de
ser herederos de una larga tradición de pensamiento filosófico-teológico entre los cuales
encontramos nombres como Kant, Hegel, Schleirmacher quienes aportaron en el
pensamiento denominado como liberal que proponía al cristianismo como la máxima síntesis
dentro de la filosofía de la religión.

No obstante, el mundo teológico estaba por sufrir un revés importante, especialmente para la
teología liberal, con la aparición de un joven Karl Barth. El momento en el que Barth decidió
romper con el movimiento liberal fue cuando un grupo de intelectuales alemanes decidieron
firmar una declaración de apoyo a las políticas belicistas del Káiser Guillermo II durante la
Primera Guerra Mundial. Muchos de los nombres que aparecían en esta lista habían sido sus
maestros en los diferentes seminarios que estuvo. Algo que la teología liberal no podía resistir
era la identificación del Reino de Dios con el Imperio Alemán.

Esto llevó a Barth a un estudio de la Biblia ya no bajo la clave del liberalismo, este estudio
rindió sus frutos con la aparición de La Carta a los Romanos en 1919, teniendo una segunda
edición totalmente nueva en 1921. La tesis principal de esta obra la podríamos resumir en:
Dios es Dios y el hombre, hombre.

Después de haber escrito su obra antes mencionada, Barth decide dedicarse a la tarea de
escribir lo que se conoce como Dogmática Eclesial, obra inconclusa de 14 tomos donde se
proponen nuevas líneas de pensamiento de acuerdo al pensamiento dialectico, otra cosa que
es importante rescatar de esta obra es la recuperación de la formulación cristológica de la
teología cosa que el liberalismo teológico había pasado de largo.
Si bien hoy día hay gente que considera que Barth ha sido superado, debemos valorar y
apreciar su obra en función de la capacidad que tuvo de romper un paradigma que parecía
inamovible para darnos la capacidad de abrir nuevos debates en torno al ámbito teológico.
A primera vista llama la atención la posición en la cual sitúa Barth a Pablo, como profeta y
apóstol del Reino de Dios, un titulo que no solo abarca la época en la cual él estuvo activo ,
sino que a pesar de las diferencias en tiempo y espacio sigue siendo vigente en función de la
esencia de las cosas que proclama.

Un segundo aspecto a resaltar es la clara oposición que Barth toma desde el primer momento
con la teología liberal y específicamente con los métodos histórico-criticos que si bien el los
considera de gran utilidad, no son equiparables a la Doctrina de la Inspiración que no solo
logra dar un entendimiento del texto bíblico sino que además logra una penetración en el
espíritu.

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