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Sobre estilos educativos y violencia entre niños y

adolescentes

Patricia Rizo Morales

La crueldad de la violencia entre niños y adolescentes se ha evidenciado en


múltiples ocasiones, sabemos que la imaginación e impulsividad de los niños, si
no es contenida a través de la educación y el control de impulsos y emociones, es
capaz de desatarse como lo vimos en el lacerante caso de un niño asesinado por
sus compañeros, una niña entre ellos, “jugando al secuestro”, de manera fría y
despiadada1, en Chihuahua el pasado 15 de mayo.

La desensibilización ante las múltiples señales de los peligros que rodean a los
niños y adolescentes es un signo de los tiempos actuales; la práctica y difusión de
la violencia de manera cotidiana nos hace perder conciencia de la gravedad de la
situación y de las consecuencias sociales que tiene el sometimiento pasivo al
régimen de trasgresión e impunidad exacerbado. Al mismo tiempo, parece
increíble que los mexicanos nos percibamos tan felices (entre los 15 países más
felices del mundo, en el reporte mundial de felicidad de este año), cuando
conocemos indicadores reales que muestran un severo deterioro de la calidad de
vida de niños y jóvenes en relación a los pésimos resultados educativos y las
manifestaciones de malestar que se observan en los altos índices de depresión y
suicidio de menores, la violencia escolar y callejera, las muertes de adolescentes a
consecuencia de consumo de alcohol y otras drogas, embarazos y abortos,
principalmente. ¿Cómo interpretar esta discrepancia? ¿Realmente tenemos una
capacidad envidiable de sobreponernos a las adversidades, o nos convertimos en
cómplices y objetos de abuso por indolencia y pusilanimidad? La indiferencia ante
la violencia es otra forma de violencia.

1
Chihuahua.- Cinco adolescentes ataron de manos y pies, golpearon, asesinaron y enterraron a un
pequeño de seis años mientras presuntamente “jugaban al secuestro”. Información disponible en:
http://www.debate.com.mx/mexico/Ninos--juegan-al-secuestro-y-matan-a-un-menor-20150517-
0046.html

1
El Reporte Mundial de Felicidad, 2015, pone atención en el futuro del mundo, que
se concreta en ese tercio de la población mundial que ahora tienen menos de 18
años de edad, y trata de identificar los aspectos del desarrollo de los jóvenes que
pueden indicar si un niño será un adulto feliz y funcional. Los estudios que hacen
un seguimiento a los niños desde el nacimiento hasta la edad adulta muestran
que, de las tres características clave de desarrollo infantil (académica, de
comportamiento o emocional), el desarrollo emocional es el mejor de los tres
predictores, y el rendimiento académico el peor. Esto significa que la salud mental
es determinante en el bienestar y satisfacción de las personas, y la mitad de los
padecimientos mentales se muestran ya desde la infancia. Dar prioridad al
bienestar de los niños es una de las formas más obvias y rentables para invertir en
la felicidad futura del mundo, sostiene el reporte2.

En esta línea, el Centro Panamericano de Estudios Sociales y Estadísticos realizó


una investigación en la que se analizó la relación entre el fracaso escolar y el
deterioro de la salud física y emocional de los niños y adolescentes, encontrando
que las principales señales de malestar de éstos se asocian con la falta de
cohesión familiar y con estilos educativos indulgentes y negligentes por parte de
los padres. También se encontró una relación entre depresión, conducta suicida,
promiscuidad y adicciones3.

2
http://worldhappiness.report/wp-content/uploads/sites/2/2015/04/WHR2015_Spanish_Ch-1.pdf
3
Informe del CESE: Rizo y Montejano (2014) Educación y salud.

2
Los trastornos que se estudiaron por ser los que ponen en riesgo la vida y el
desarrollo sano de los jóvenes fueron:

1. Trastornos del estado de ánimo: depresión y conducta suicida

2. Trastornos de la conducta; trasgresiones, acoso escolar, agresión y


violencia

3. Trastornos de la conducta alimentaria y obesidad

4. Adicciones y consumo de drogas, alcohol y tabaco

5. Precocidad sexual y embarazos adolescentes.

Los resultados mostraron que no puede esperarse gran avance en el aprendizaje


académico en tanto prevalezca la permisividad excesiva, la falta de límites y el
descuido familiar y escolar en relación a la conducta y a la salud de los niños y
jóvenes. En este artículo se presentan algunos de los resultados más significativos
sobre la conducta agresiva, violenta y acoso, a fin de que sean tomados en cuenta
en la reflexión y política pública.

¿De dónde proviene la agresividad en los niños?

Para entender la tendencia a la agresión y la capacidad de controlarla, podemos


valernos de la teoría de las pulsiones, que concibe dos tipos de impulsos: el de
unión o libido; y el de rompimiento o agresión. Freud les dio diferentes nombres,
pero finalmente concluyó que ambas fuerzas son motivadoras de la conducta,
pero la convivencia humana y el desarrollo exigen el dominio y control de estos
impulsos y las emociones que despiertan. Solamente a través de la sublimación
de las pulsiones hacia fines superiores se logran los avances en la humanización
de la cultura. Por tanto, la educación emocional implica el autoconocimiento y el
manejo de afectos y autodominio para no caer en la barbarie. Esto significa que la
agresión que son capaces de ejercer los niños no solamente proviene de lo que
reciben del medio externo, sino que cada ser humano cuenta con su propia
medida de agresividad, que debe necesariamente ser contenida y neutralizada
para que, de una manera más atemperada, pueda canalizarse al logro de metas, a

3
la lucha diaria por objetivos, al cumplimiento de obligaciones y a vencer
dificultades y obstáculos en el camino del desarrollo.

Así, también Kant considera que la educación tiene dos tareas esenciales para
lograr la perfección: por un lado el autocontrol, el aprendizaje de normas de
conducta y moral; y por otro lado la instrucción de contenidos. De esta manera se
alcanzará formar un discípulo disciplinado, cultivado, prudente y moral.

Por el contrario, las pulsiones incontenidas pueden desarrollar una fuerza


despiadada que se dirige hacia sí mismo o hacia los demás. La agresividad se
alimenta de dos emociones, el coraje y el miedo, que en sus diferentes grados
pueden favorecer y proteger a la persona o pueden destruirla. La capacidad de
autocontrol de estas emociones es parte de la inteligencia emocional, que será
nulificada cuando se desata el terror y la ira como emociones extremas:

Disgusto Enojo Cólera Rabia Ira

Ansiedad Temor Angustia Miedo Terror

La agresión puede expresarse en diferentes formas, como se muestra en el


esquema.

4
Agresión activa Física, verbal, actitudinal
•Es la manifestación abierta de hostilidad.
•Todo acto dirigido intencionalmente a causar un daño a otro.

Agresión pasiva Verbal, actitudinal


•Forma encubierta de agredir. Se manifiesta mediante actitudes de oposición y
resistencia indirecta, como ignorar al otro, incumplimiento de compromisos, chantajes
sentimentales y manipulación.

Agresión directa Física, verbal, actitudinal


•El agresor enfrenta a la víctima.
•Golpes, ofensas o insultos verbales, gestos amenazantes o intimidatorios.

Agresión indirecta Física, verbal


•El agresor oculta su identidad y se sirve de algún intermediario
•Ejemplo: esparcir rumores, pagar a un tercero para que agreda a otra persona.

Agresión reactiva Física, verbal, actitudinal


•Respuesta a una ofensa real o percibida o debida a la frustración por no obtener lo
deseado. Por ejemplo la acción vengativa, o de hacer justicia por propia mano.

Agresión instrumental Física, verbal actitudinal


•Se emplea como un medio para obtener un fin, para controlar o someter a una o más
personas, para obtener algo de los demás, admiración o reconocimiento de los pares.

La agresión instrumental o proactiva se caracteriza por acciones de acoso con


crueldad y abuso; mientras que la agresión pasiva o reactiva se presenta más a
menudo en víctimas, como respuesta a una amenaza o ataque personal, es más
encubierta e indirecta.

Los pleitos y rencillas entre pares son una conducta habitual en el proceso de
desarrollo y responden a varias motivaciones, que inician con la defensa del
espacio y lugar que ocupa el niño frente a los adultos y expresa la dificultad de
compartir tan fácilmente, y más adelante es producto de la competencia o rivalidad
en el juego o en actividades escolares, de luchar por obtener algo que se valora y
finalmente la batalla por defender las propias ideas frente a quienes sustentan lo
contrario4.

4
El origen de comportamientos agresivos puede apreciarse en este video: http://youtu.be/NXa9Jkji-
eQ?t=5s

5
Si bien es verdad que existen factores constitucionales de la agresividad
provenientes de algunos trastornos psiquiátricos y neurológicos, el modelo de
vinculación familiar y el estilo parental de crianza son los elementos
predominantes en la conducta. El trabajo de Oñadera (2008), mostró que el
contexto familiar tanto de acosadores como de víctimas, presenta dos tipos de
condiciones polarizadas, en un extremo se encuentra la falta de autoridad y su
desvalorización; mientras que en el extremo contrario prevalece el castigo
excesivo, el maltrato y el abuso físico o verbal en lugar de corrección. En este
sentido también Walkers y colaboradores (2004) encontraron que un entorno
familiar violento o perturbador puede exacerbar la agresión que proviene de
trastornos de orden genético; como es el caso de la intensificación de la ansiedad
de niños con hiperactividad que crecen en una familia disfuncional, en la que
impera el desorden y la incertidumbre y que reciben respuestas de rechazo y
maltrato a sus demandas excesivas. Asimismo, un ambiente familiar propicio tiene
la posibilidad de revertir tendencias de agresividad provenientes de ciertas
enfermedades o trastornos como en los casos de autismo o bipolaridad, por
ejemplo.

Padres autoritarios, sobrecontroladores y emocionalmente distantes, tienden a


provocar actitudes de rabia impotente en los hijos, que pueden externalizarse en
conductas violentas hacia los demás o hacia sí mismos. La cercanía afectiva y los
límites claros son factor de protección contra el bullying y la violencia.

6
Factores de riesgo para ser parte activa o pasiva de bullying

 Escasa supervisión parental


 Falta de apoyo
 mayor influencia de los amigos que de
los padres
 Poca desaprobación Y CONSECUENCIA
de las acciones trasgresoras
 elogio de los pares ante la desviación
de la conducta
 Laxitud de las normas y tipo de crianza
indulgente

 Conflictos con alguno de los padres


 depresión, abandono, conducta antisocial o
agresión EN LA FAMILIA
 Sobrecontrol psicológico y deficiente
monitoreo de los padres
 Divorcio, desintegración familiar, ausencia del
padre
 familias recompuestas por segundas nupcias
de los padres
 tolerancia cada vez más visible del maltrato de
los hijos hacia los padres y abuelos.

7
Características de la conducta de acoso escolar o bullying

Una de estas expresiones de violencia escolar es el acoso, la victimización o


bullying, que ha llegado a niveles de crueldad inaceptables en las escuelas de
México y puede causar daño permanente tanto en las víctimas como en los
agresores o bullies5 y en toda la comunidad escolar.

A pesar de que las conductas de acoso y victimización han ocurrido a lo largo de


la historia, hasta la década de los setentas se empezó a investigar como un
fenómeno de alerta, primero en los países escandinavos e ingleses, y de ahí se
extendió el interés en otros países, hasta que se hizo necesaria la intervención de
la OMS a finales de los años ochenta para velar por el comportamiento y la salud
de los escolares. Estas conductas se entendieron como reflejo de la violencia
social, la violencia familiar y la violencia política.

Fue Dan Olweus (1978) quien acuñó el término bullying en relación a las
conductas agresivas repetidas de un alumno o un grupo sobre otro o varios de sus
pares, con la intención de causar daño y mantener una relación de control-
sumisión. A partir de este concepto se ha considerado bullying o acoso escolar, a
todo comportamiento agresivo, intencional y repetitivo, caracterizado por el

5
Bully es el agresor que aprovecha su posición de fuerza o poder para abusar, atacar o
amedrentar a sus compañeros; sin embargo, lo que esconde esta actitud bravucona es el temor a
la debilidad y vulnerabilidad porque con seguridad viven o han presenciado el ejercicio de la
violencia sin consecuencias para quien la ejerce. A este fenómeno se le llama en psicología clínica
“identificación con el agresor”.

8
abuso físico, verbal o actitudinal entre pares, y no cuando la burla es hecha en
broma ocasionalmente o cuando hay pleitos o insultos mutuos; en cuyo caso se
trata de agresión reactiva.

Los tres criterios del bullying son entonces:

1º. Abuso de poder sistemático sobre las víctimas para hacerlas sentir indefensas.

2º. Frecuencia de las agresiones y nivel de agresividad creciente y no la agresión


esporádica.

3º. Intención de hacer daño, sin justificación, a diferencia de los comportamientos


agresivos que se pueden repetir como dinámica de competitividad, rivalidad o por
enojo.

Los actos de bullying más frecuentes son las agresiones físicas, verbales o
psicológicas, incluyendo el ciberbullying (Sanders y Phye, 2004).

Olweus (1978) identificó dos tipos de bullies: el agresivo y el ansioso. El primero


es aquél que toma la iniciativa y busca seguidores que obedezcan sus
instrucciones sin mostrar ningún remordimiento ni empatía hacia sus víctimas, es
manipulador y hábil para evadir castigos. Es un patrón de comportamiento que
trasforma el miedo en agresión, por eso no tiene una víctima definida, sino que
cualquiera puede ser el chivo expiatorio y tiende a convertirse en conducta
antisocial o delictiva en la edad adulta.

El tipo bully ansioso lo constituyen los seguidores del líder, que por temor se le
unen y acatan sus instrucciones de acuerdo al rol asignado. Este tipo de agresor
es motivado por la necesidad de pertenencia, afiliación y aceptación, producto de
un sentimiento de vulnerabilidad y búsqueda de protección, que puede surgir tanto
del miedo como de la coraje y deseos de venganza.

El medio ambiente es sin duda un factor de influencia en las conductas


antisociales y sociopáticas; la incertidumbre y la inseguridad incentivan la violencia
y, sin consideramos la información de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública

9
Urbana (ENSU)6, de 2014, el 70.2% de la población adulta de las zonas urbanas
percibe inseguridad en su ciudad y el 70.4% considera la protección de la policía
como poco o nada efectiva.

El temor y angustia de la población adulta ante la percepción del peligro y el


sentimiento de vulnerabilidad por no considerarse debidamente protegidos
repercute en la población infantil y adolescente de la misma forma, y así se
reproduce en el mundo escolar la violencia ejercida en el mundo de los adultos: en
la calle y en el hogar.

El estudio sobre los efectos de la conducta disruptiva en el salón de clases en


diferentes áreas de Estados Unidos de Walker, y colaboradores (2004) señalan
que cada vez más niños provenientes de familias disfuncionales y desintegradas
llegan a la escuela con patrones avanzados de conducta antisocial, agresiva y
desafiante.

De igual manera en México, el marcado ascenso de la violencia social y la


impunidad en todas sus vertientes naturalmente repercute en los aprendizajes de
los niños y adolescentes, quienes actúan y reaccionan de acuerdo a las
enseñanzas de los adultos, es por esto que la protección de la familia es esencial,
no solamente como defensa ante la violencia externa, sino para evitar su
reproducción dentro de la familia.

De las trasgresiones escolares a la conducta disocial

La conducta problema es la que se aparta de los lineamientos legales y sociales.


El incumplimiento de las normas o reglamentos escolares es el primer paso en la
conducta disruptiva de los alumnos y su tolerancia por parte de los maestros
promueve el incremento de la agresividad y violencia.

Paquentin (2009) realizó una investigación con estudiantes de secundarias


públicas del Distrito Federal, y demostró la correlación entre los altos índices de

6
http://www.inegi.org.mx/inegi/contenidos/espanol/prensa/comunicados/percepcionsp.pdf
Consultado el 11 de julio, 2014

10
fracaso escolar y las horas perdidas por indisciplina en el salón de clases, el
ausentismo y las agresiones. Señala que acciones como la impuntualidad, el
saltarse clases, copiar, hablar sin permiso, interrumpir y hacer pintas, ya no son
consideradas ni siquiera como problemas de conducta, y con esto ya se puede
predecir que la intensidad de las trasgresiones irán en ascenso hasta convertirse
en conductas antisociales en la adolescencia.

En una encuesta de la Unión de Maestros de la Federación Americana, se calculó


un promedio de 3 horas de pérdida de clases por cuestiones de mala conducta, en
la que se incluyen faltas como: hacer trampa, perder tiempo, no participar,
interrumpir, pelear y salirse de clase7.

Frecuencias de problemas de conducta en la escuela de acuerdo a la investigación de


Paquentin, 2009

Siempre Casi Algunas Nunca


siempre veces
Impuntualidad e inasistencia
Llegar tarde a la escuela 57.5 36.6 4.9 1
Faltar a clases 46.9 48.6 3.6 0.9
Llegar tarde a clases 46.5 45.6 5.8 2.2
Problemas de conducta
Rezongar al profesor 58 36 3.6 2.3
Volarme la clase 67.7 29.1 2 1.2
Salirme del salón sin permiso 65.9 29.5 3.2 1.4
Llegar tarde a clase 46.5 45.6 5.8 2.2
Mentir al profesor 45.9 47.6 4.9 1.6
Romper reglas de la escuela 65.9 31.4 1.4 1.3
Desobedecer al profesor 43.8 46.5 6.9 2.7
Distraer a compañeros en clase 54.5 39.6 4.3 1.6
Pelear con mis compañeros 61.9 34.1 3.6 .4
Bullying

7
Publicado en: http://www.aft.org/newspubs/periodicals/ae/winter0304/walker.cfm Consultado 8

11
Poner apodos a mis compañeros 40.7 42.2 10.9 6.2
Burlarme de mis compañeros 44.5 46.4 6.7 2.5
Rechazar a mis compañeros 62.3 33.4 2.4 1.9
Acoso sexual
Tocar el cuerpo de mis compañeros aunque no 94.7 4.6 .4 .3
quieran
Hacer que mis compañeros miren cuando toco mi 95 3.9 .7 .4
cuerpo
Hacer bromas sexuales 81.4 15.5 2.1 1

La dinámica del bullying


Ante la indefensión, las conductas agresivas y provocadores suelen representar
una forma de defensa, por ejemplo a través de actitudes de envalentonamiento y
prepotencia; o todo lo contrario, comportamientos de aislamiento o timidez como
para pasar desapercibidos y no ser atacados. De cualquier manera, sea como
actor, receptor, espectador del bullying, todas las partes involucradas son víctimas
de la desprotección por parte de los adultos. Quizá esta situación se hace más
evidente cuando el pleito de dos niños o adolescentes no queda como un
acontecimiento aislado, sino que se extiende a todo un grupo, en donde la
mayoría participa, ya sea en la defensa de la víctima, en la evasión o en el apoyo
al agresor, sin que las autoridades escolares y familiares asuman la
responsabilidad compartida en la educación (Sanders y Phye, 2004). Es necesaria
la evaluación de la motivación de la conducta para emprender las acciones
preventivas y correctivas de manera interdisciplinaria, con la colaboración de la
familia, la escuela y otros apoyos psicológicos y de salud.

Se han identificado ciertos rasgos de personalidad del agresor y de la víctima,


aunque éstas no son necesariamente constitucionales del sujeto, más bien se
desarrollan a través de las experiencias en el ambiente familiar y reciben influencia
del entorno social.

El perfil de riesgo del acosador (Sanders, 2004; Oñederra, 2008) reúne


características de liderazgo y popularidad, hasta admiración por parte del grupo,

12
carece de sentimiento de culpabilidad o arrepentimiento por sus acciones; su
temperamento es colérico; suele ser mal estudiante, sin interés por los estudios; y
frecuentemente es consumidor de alcohol, tabaco y otras drogas.

Las personas que son víctimas frecuentes de bullying o de agresiones reúnen


características muy diversas, no responden a un solo patrón de personalidad y
tampoco se trata de niños con alguna discapacidad o característica física o cultural
por sí misma; ni se debe a cuestiones de género o de dinero simplemente. La
discriminación o sectorización es parte de la vida de los niños y adolescentes, así
construyen su identidad y sentido de pertenencia, forman sus “clubes” o grupitos y
determinan los requisitos de aceptación y méritos necesarios, la inclusión no es
automática. De modo que “crear” víctimas desde el exterior es simplificar la
problemática y perjudicar, más que ayudar, a los menores que son frecuentemente
acosados. Por el contrario, la óptica psicosocial de resiliencia (Núñez, 2004) se
enfoca en fortalecer los factores de protección internos y familiares como primer
paso en la atención a víctimas, quienes suelen tener baja autoestima, dificultades
de socialización, timidez, inseguridad y rigidez en la conducta (Sanders, 2004).

Otro tipo de víctima de bullying lo conforman niños con comportamientos


impulsivos o hiperactivos, quienes irritan a sus compañeros y son propensos a
recibir rechazo y exclusión principalmente.

En la Tercera Encuesta Nacional de Exclusión, Intolerancia y Violencia, en las


Escuelas Públicas de Educación Media Superior (ENEIVEMS) de 2013, se evaluó
la presencia de situaciones de violencia psicológica, verbal o física en hombres y
mujeres y se reportó que casi tres cuartas partes de los estudiantes han
experimentado algún tipo de violencia, hombres 72% y mujeres 65%.

La proporción de estudiantes que dijeron experimentar más de 3 situaciones de


agresión es de 33% (40% hombres y 26% mujeres), siendo las más frecuentes
“haber sido ignorados” y “haber sido insultados”. Sin embargo la gran mayoría
(96.3%) negó haber participado en agresiones.

13
Presencia de situaciones de violencia
Resultados (%) de la Tercera ENEIVEMS 2013

Masculino Femenino Total


Algún tipo de agresión o violencia (cualquiera) 72.0 65.2 68.6
Experimenta una situación de violencia recurrente 8.5 6.0 7.3
Me han ignorado 37.7 36.0 36.8
Me han rechazado 23.2 16.3 19.8
Me han impedido participar 17.3 9.5 13.4
Me han hecho que me equivoque 25.5 13.9 19.7
Me han insultado 46.9 26.9 36.8
Me han llamado por apodos 36.9 19.9 28.3
Hablan mal de mí 31.8 30.3 31.0
Me esconden cosas 30.0 24.4 27.2
Me han culpado 21.0 10.3 15.6
Me rompen cosas 10.6 6.2 8.4
Me roban cosas 10.6 10.6 10.6
Me pegan 10.2 7.6 8.9
Me amenazan para meterme miedo 4.9 3.9 4.4
Me obligan a hacer cosas 4.6 3.9 4.2
Insultos de carácter sexual 6.6 5.2 5.9
Me obligan a conductas sexuales 4.1 3.0 3.5
Me amenazan con armas 4.4 2.0 3.2
Mentiras sobre mí en redes sociales 8.6 7.5 8.1
Se burlaron de mí en redes sociales 12.5 11.9 12.2
“Hackearon” mi cuenta 6.2 5.8 6.0

14
Factores de protección

Si los niños muestran seguridad ante los demás, se autovaloran y son capaces de
establecer relaciones de amistad cordiales y francas, si no han aprendido en la
familia patrones dependientes, de autocompasión y se sienten aceptados tal como
son, difícilmente serán víctimas, ya que éstos son factores de protección
poderosos.

En la familia, los factores de protección son:

 Estilo educativo democrático

 Expresión abierta de afectos y convivencia frecuente

 Comunicación clara y asertiva

 Cuidado materno y presencia protectora paterna

 Normas y límites firmes, claridad sobre lo que está permitido

 Supervisión parental

 Percepción de ser aceptado a pesar de los errores y limitaciones

 Apoyo y reconocimiento

Factores escolares y sociales de protección

El éxito escolar eleva la autoestima y tiene un efecto positivo en el


comportamiento, y al mismo tiempo, el aprendizaje de conductas prosociales y
altruistas ha probado relación con logros académicos (Walkers y Cols., 2004). Si
se cumplen los objetivos de desempeño, el niño y la niña tendrán un autoconcepto
fundamentado en los logros que han obtenido a partir de sus esfuerzos y estarán
listos para fortalecer su identidad en la etapa de la adolescencia, al mismo tiempo
que desarrollarán su creatividad e irán descubriendo sus talentos y vocaciones.

15
Referencias

Núñez, B. (2004) Un cambio de mirada: de la patología a las fortalezas de las


familias que tienen un hijo con discapacidad. Revista A partir de nosotros. CANDI
Año 12/ 20 noviembre, 2004.

Olweus, Dan (1993). Bullying at School: What we know and what we can
do. Oxford: Blackwell Publishers. Washington, D. C.

Oñederra J. A. (2008). Bullying: concepto, causas, consecuencias, teorías y


estudios epidemiológicos. XXVII Cursos de Verano EHU-UPV Donostia-San
Sebastián 2008. Consultado el 9 de octubre, 2014, en:
http://www.sc.ehu.es/ptwgalam/meriales%20docentes%20curso%20verano%2020
08/1.%20Bullying%20aproximacion%20al%20fenomeno%20Onederra.pdf

Paquentin, V. (2009) Conductas parentales y problemas de conducta en la escuela


secundaria: la perspectiva de los adolescentes. Tesis de Doctorado en Psicología.
Facultad de Psicología UNAM.

Sanders, Cheryl y Phye, Gary (2004) Bullying, Implications for the Classroom.
Elsevier Academic Press, USA.

Walker, Hill, Ramsey, Elizabeth y Gresham, Frank (2004). Heading off disruptive
behavior. How early intervention can reduce defiant behavior – and win back
teaching time. Union of Professionals. American Educator 2003-2004.

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