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INFORME INDIVIDUAL
En nuestro sistema legal existe una gran confusión entre el precio público y la tasa
específicamente el derecho municipal. Si bien existen criterios para cada variable, sus
diferencias no logran su objetivo, distinguir a una de la otra. Actualmente existen
doctrinas que buscan poner parámetros, para ello se ha buscado criterios de separación,
en lo cual se basará este informe. Uno de ellos es ver la parte contractual del servicio
brindado, nacimiento de la obligación tributaria y por último, el precio dado por
adquisición del servicio.
Existen diversas formas de recaudación por parte del Estado. Para el Derecho Financiero
Moderno, los recursos públicos se dividen en dos partes: originarios y derivados. Según
Vidal, los recursos originarios son aquellos provenientes de bienes patrimoniales del
Estado mientras que, los recursos derivados son aquellos obtenidos por el ius imperium y
exigencia del Estado hacia los particulares (1991: 47). De esto se desprende que los
recursos originarios se logran obtener a partir de la explotación de la fuente estatal; y por
el otro lado, en los recursos derivados se recurre a terceros para obtener ingresos.
De manera que, se puede definir al tributo como un recurso derivado, que se basa en
una prestación de dinero dada al Estado con el fin de que pueda satisfacer las
necesidades públicas; asimismo, esta emana de la ley, y debe darse por el poder que
tiene el sujeto activo, que vendría a ser la persona pública mientras que, el sujeto pasivo
es alguien quien se encuentra en esa posición por el ejercicio de poder de imperio que
tiene el Estado.
A pesar de que el tributo fue definido a partir de doctrina, el Código Tributario, sí delimita
su clasificación. La más importante para efectos de este trabajo es la tasa, en la que
nuestro sistema la ha definido como “el tributo cuya obligación tiene como hecho
generador la prestación efectiva por el Estado de un servicio público individualizado en el
contribuyente”. Desde el punto de vista de García De Enterría, la tasa no puede ser una
contraprestación, sino que es la propia ley la que determina el nacimiento de su
obligación y sus posibles determinaciones jurídicas, ya que el enunciado clásico de
definición de este tributo se confundiría con el precio del derecho privado (1953: 135-
136). De esta manera también el Código Tributario dividió a la tasa en arbitrios,
derechos y licencias. Siendo la más importante en este informe el derecho; además de
ser definida en la Norma II de este código como “tasas que se pagan por la prestación de
un servicio administrativo público o el uso o aprovechamiento de bienes públicos”.
Por otro lado, Javier Martín define al precio público como una contraprestación que
obtiene un ente público por la realización de una actividad o servicio público que produce
un ingreso igual a su costo de producción (1992: 181). De aquí se desprende varias
características; una de ellas es que se trata de una contraprestación, es decir, se deriva
de un contrato; tiene como segundo punto que siempre se da ante un organismo público
y por último, la actividad o servicio público debe darse por el Derecho Público. Tal y
corno se han definido el precio público, éste se da como una prestación individual o
personal impuesta en carácter público.
Sin embargo, aunque se haga mención en que la obligación nace en acuerdo de
voluntades, este servicio se convierte en obligatorio por el hecho de que su voluntad está
condicionada por la utilización de un servicio público. Existen dos supuestos en los
cuales se puede establecer precios públicos. El primero se refiere al aprovechamiento del
dominio público y no se considera coactiva la prestación individual mientras que, en el
segundo supuesto es la prestación de servicios en régimen de Derecho Público, siempre
que no sean de recepción obligatoria por el sector privado (Martín 1992: 182). Se ha
reiterado que los precios públicos son prestaciones de servicio pertenecientes al
patrimonio estatal que tiene carácter público; mientras que su base es el costo del
servicio.
Asimismo, se deriva de su propia definición que, al darse el precio público a partir de una
prestación de un servicio proveniente del Estado, debe ser tomado como un recurso
originario porque se está recurriendo a una fuente de explotación propia, mientras que el
derecho brinda un servicio público en el cual también existe un precio, sin embargo, este
es referido como una recurso derivado simplemente porque al ser un tributo es
considerado dentro del recurso derivado. Por ello, al tener definiciones tan similares
como los ya mencionados parece inevitable que la tasa se acabe contraponiendo a los
precios públicos.
En primer lugar, cabe resaltar que no existe controversia cuando se busca diferenciar las
tasas- derecho municipal de los precios percibidos por un ente público cuando este
último actúa como un tercero en igualdad de condiciones; ya que el derecho se
encuentra dentro del tributo mientras que, los precios carecen de este supuesto
(característica) al pertenecer al Derecho Privado.
Sin embargo, existen diversos elementos que diferencia a nuestras variables. De acuerdo
a lo antes manifestado en referencia a la tasa y al principio de legalidad, la fuente de la
obligación tributaria de las tasas es la ley respecto a la materia, alícuota a darse. Aunque
para Vidal, existe posibilidad de la delegación al Poder Ejecutivo respecto al tributo y su
fijación de precio (1991: 55); se debe tener en cuenta que los precios deben ser
establecidos por el coste, es decir, si se va a dictaminar una nueva alícuota para un
servicio individualizado, esta debe darse de acuerdo a una variación del costo del
servicio y no por otros motivos. Mientras que en el precio público, si bien existe una
contraprestación a partir de un servicio público dado, se busca compensar el servicio
recibido (costo), además, si el Estado desea puede agregar al precio, la utilidad que
desea recoger como un extra al costo.
Sin embargo, solo uno puede ser válido frente al otro. Una diferencia válida puede ser
que la tasa tiene obligación ex lege mientras que, el precio es dado a partir de un
contrato en el que no importa tipo de servicio brindado. El precio público se puede dar
cuando un servicio público es prestado con el objetivo de lograr ingresos que sean
comparables a lo que logran terceros cuando ejercen su actividad comercial o industrial,
es decir, cuando existe una actividad lucrativa por parte del Estado y este genera
ingresos (Vidal 1991: 55). Como ya se ha mencionado, cuando un ente público actúa
como un tercero, en igualdad de condiciones ejerciendo una actividad lucrativa se puede
decir que estamos frente a un precio público mientras que, cuando la causa del servicio
público es lograr la satisfacción de un tercero de forma individual y el ingreso que se
obtiene es solamente para cubrir ese bien. Sin embargo, esta característica no es notoria
ya que el ánimo de lucrar puede ir de manera conjunta con la satisfacción del individuo,
en este caso no se vería la principal causa del servicio.
En base a lo estudiado, podemos decir que la tasa y el tributo no tienen una diferencia
notoria o que se dé explícitamente en la ley, por lo que se debería buscar dar definición
exacta a lo que se refiere en cada una de nuestras variables y agregar en qué supuestos
se aplica la tasa y cuando el precio público.
Otro punto a resaltar, es el hecho de que el tributo si bien busca atender necesidades
públicas no ve la capacidad contributiva del individuo sino que establece precios
equivalentes al financiamiento del gasto producido por la prestación del servicio; sin
embargo, al no tener en cuenta el poder de adquisición del servicio no se está siendo
objetivo.
Nos hemos podido dar cuenta que la regulación de las tasas-derechos municipales y el
precio público está llena de similitudes que causan confusión. Y aunque se ha
mencionado que la diferencia radica en el origen de la obligación, se debe considerar
especificaciones que sean claras y precisas especialmente respecto al tributo como
recurso derivado estableciéndose parámetros con el fin de que un servicio no se
encuentre en medio de disputa.
BIBLIOGRAFÍA
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