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CONCLUSIONES DE LA JORNADA PARLAMENTARIA:

EL PAPEL DE LAS MUJERES EN LA ALIANZA DE CIVILIZACIONES

La Jornada sobre el Papel de las Mujeres en la Alianza de


Civilizaciones (AdC)1 nos ha mostrado cómo históricamente, ha sido
asignada a los hombres la responsabilidad de iniciar el conflicto,
desarrollarlo, negociar su fin y gestionar la situación posterior,
mientras que las mujeres quedaban relegadas a un segundo plano.
No obstante, hemos podido concluir la importancia de contar con la
participación de las mujeres en todos los ámbitos que nos encaminan
hacia el mundo de paz que queremos, esto es, con la participación
activa de esta mitad de la población no sólo porque es útil sino
porque además las mujeres también van a vivir en este mundo de
paz resultante de la Alianza de Civilizaciones.

Como un primer paso para avanzar en esta Alianza, debemos tratar


de romper con los estereotipos que se han ido formando y reforzando
en las últimas décadas, ya que en muchos casos esto lleva al
prejuicio y, de ahí, al desencuentro. Por ejemplo, debemos distinguir
árabe y musulmán, un término étnico y uno religioso. Es más, dentro
del mundo musulmán, no son los árabes los más numerosos, es
Indonesia la nación con una Comunidad Islámica más numerosa del
mundo.

Practicar una determinada religión no puede, en ningún caso, ser


sinónimo de radicalismo; el Islam es una realidad diversa, y al igual
1
Podéis ver los vídeos de la Jornada en http://es.youtube.com/view_play_list?p=5FF0619FC57C10C2 o
en el grupo de facebook http://www.facebook.com/group.php?gid=20250382562.

1
que ocurre con otras religiones, existen creyentes con diferentes
maneras de interpretar el Corán. No podemos obviar tampoco, que
existen muchas personas para las que ser musulmán es
fundamentalmente un hecho cultural, así existen mujeres y hombres
que se consideran laicos pero de cultura musulmana. Un ejemplo de
esto es Turquía, cuya Constitución declara es un estado democrático,
laico, social y de derecho.

Por tanto, es necesario fijar las bases para un diálogo entre


civilizaciones y culturas cuya base sea el entendimiento y el respeto
al otro, y no el prejuicio. Y esta compresión de “el otro” también debe
abarcar a “la otra”, porque de otra manera no será posible
comprender la realidad tal cual es.

Alianza de Civilizaciones supone una apuesta en favor de la Paz, de


un Mundo diverso e intercultural; cuya base es profundizar las
relaciones entre los pueblos a través del díálogo entre culturas.

Todo este proceso no es posible sin tomar como base el respeto a los
Derechos Humanos y la lucha contra la desigualdad y la
discriminación. De hecho, la lucha por la paz y la igualdad han ido
frecuentemente de la mano. No podemos obviar que la desigualdad
aparece como una constante en culturas y civilizaciones muy
diferentes entre sí, por lo que aparece como punto común sobre el
que se podrán crear redes sociales sobre las que las mujeres puedan
crear nuevas solidaridades que lleven a la paz a través del diálogo.

Parece que hoy en día sólo hay dos modelos posibles: uno nos lleva
al choque, como defiende Huntington, y otro al encuentro mediante el
diálogo. Este modelo, el que representa Alianza de Civilizaciones, fue
propuesto por Rodríguez Zapatero en un conocido discurso ante la
Asamblea de las Naciones Unidas de noviembre de 2004.

Esta idea, rápidamente recogida por la propia ONU, ha aglutinado a


numerosos países que creen en el entendimiento como mejor
vehículo para alcanzar la paz. A fin de desarrollar la Alianza de
Civilizaciones, se formó un Grupo de Alto Nivel encargado de elaborar
un diagnóstico de la situación y elaborar una serie de propuestas,
todo ello recogido en un informe en el que el GAN plantea centrar la
acción en cuatro ámbitos: juventud, medios de comunicación,
migraciones y educación; con el trasfondo del respeto a los derechos
humanos y evidenciando como la falta de libertad en muchas
sociedad, así como su situación política e incluso económica se debe ,
no sólo a la falta de pluralismo político, si no, en muchos casos, a las
situaciones de discriminación, fundamentalmente hacia las mujeres.

2
Esta situación “sólo puede solucionarse con leyes que fomenten la
plena igualdad de género”. Y ello no sólo porque las mujeres sean la
mitad de la población y las que se enfrentan a mayor riesgo de
exclusión, también porque las mujeres han sido depositarias de la
cultura, sus guardianas, las representantes de la identidad cultural
por lo que en ocasiones han visto cómo se les ha exigido un plus de
observancia de las tradiciones, motivo del comentado
anquilosamiento de ciertas sociedades en unas estructuras
perpetuantes de la desigualdad.

Las mujeres se encuentran en la línea de fractura a pesar de lo cual


han sido clamorosamente excluidas de los procesos de paz, incluso de
la propia teoría del choque de civilizaciones que elaboró Huntington.
No obstante, no hay que establecer un relación directa de que las
mujeres busquen la paz por el mero hecho de ser mujeres. En la
Historia hemos visto numerosos ejemplos que contradicen esta
afirmación. La relación que se establece entre mujer y paz hay que
buscarla en otros argumentos menos primarios.

Ellas han visto todas las caras del conflicto porque han sido víctimas
del otro bando y del propio, porque han sido objetivo de guerra por
agentes estatales como no estatales, porque entienden la posición de
una y de otra parte. En definitiva, se debe incorporar la visión de las
mujeres porque para sobrevivir en el conflicto a su propia situación
han tenido que interiorizar y superar los prejuicios, los reproches y el
dolor de todas las partes. En la guerra en Bosnia, por ejemplo, vimos
por primera vez cómo las mujeres quieren no sólo ser protegidas, ser
resarcidas del daño sufrido, sino que reclaman un papel protagonista
en la resolución del conflicto y la reanudación de la convivencia. En
este mismo conflicto, vimos cómo mujeres de uno y otro bando se
reunían para tratar de superar las diferencias. Del mismo modo que
lo hemos observado en el conflicto entre Israel y Palestina. O en
tantos otros alrededor del planeta.

Alianza de Civilizaciones ha roto sus propios límites. Hablar hoy de


Alianza no sólo es hablar de las relaciones entre Oriente y Occidente,
es hablar de igualdad, de lucha contra la pobreza, de inmigración…
Hablar, al fin y al cabo, de ese otro mundo siempre posible. Porque
AdC es una búsqueda, una plataforma y un foro abierto.

No hay duda de que vivimos en un mundo intercultural y globalizado,


en el que nada nos es ajeno, en el que los desafíos han variado
respecto a los que conociamos años atrás. Ante este cambio, nuestra
perspectiva y nuestro modo de acción debe ser modificado también.
Ante nuevos desafíos, debemos imaginar nuevas respuestas. Aunque
algunas personas estarán tentadas de seguir optando por el modelo
de choque, otras nos vemos impelidas a buscar esta solución, nueva

3
pero igualmente antigua, que es el diálogo. Un diálogo que no parte
de un folio en blanco sino en el que somos conscientes de que para
gestionar esta nueva situación es imprescindible establecer una tabla
de mínimos, que es el respeto a los derechos humanos.

Por esta razón, a fin de que la AdC alcance sus objetivos de anulación
del conflicto, entendimiento durarero y paz permanente, es preciso
incorporar no sólo la perspectiva de género sino también a las
mujeres tanto en la toma de decisiones como en los procesos de paz.
En el mundo actual, no es posible organizar ningún proyecto en el
que simplemente se pretenda atender las necesidades de las
mujeres, ni siquiera basta con darles voz sino que tienen que tomar
un papel activo en el propio diseño de las estrategias porque, al fin y
al cabo, ellas también vivirán dentro del mundo posterior resultante.
Por tanto, incorporar a las mujeres es imprescindible para consolidar
la paz dado que la mejor garantía perdurable para los acuerdos es la
reconstrucción de la convivencia. Sin reparación del daño, las causas
subyacentes del conflicto perduran y, por tanto, el conflicto se alarga
pese a una apariencia de normalidad.

En definitiva, la AdC es una propuesta política y ética que entiende


que el nuevo orden internacional no puede construirse sobre la
dominación ni de unos pueblos sobre otros, ni de un grupo social
sobre otro, ni de los hombres sobre las mujeres. El enfrentamiento, el
conflicto crea tensiones que, hasta que no sean resueltos, seguirá
reproduciendo nuevas relaciones sociales y culturales conflictivas. Y la
desigualdad de género es uno de estos conflictos a resolver. El nuevo
orden internacional no puede construirse sobre la dominación o la
desigualdad.

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ANEXO I – LÍNEAS SOBRE LAS MUJERES COMO AGENTES DE PAZ

Por DELIA BLANCO2

Las mujeres han constituido y siguen constituyendo hasta el día de


hoy, el proceso identitario de sus pueblos y civilizaciones.

¿Qué significa, en realidad, que se haya puesto en las mujeres todos


los símbolos externos de lo que significa una civilización, una cultura,
y una religión?.

Sé que les va a sorprender que yo aborde este tema en un primer


momento, desde el peso de las religiones monoteístas, las tres
religiones del Libro, que en realidad es el inicio escrito y no escrito de
la discriminación de las mujeres en el espacio público… La
masculinidad de las tres religiones, la musulmana, la judía y la
cristiana conforman un todo homogéneo en su idea truncal del papel
subsidiario de las mujeres.

A partir de esa idea truncal cada una de las tres, establece un


catálogo de prácticas concretas: lo que se puede y no se puede
hacer, lo que se debe y no se debe hacer, lo que se debe o no se
debe respetar, dejando a las mujeres el papel de enseñar y
adoctrinar a sus hijos e hijas en esa observancia, de ahí su papel de
agente central identitario de la cultura que ellas soportan y que los
hombres desarrollan.

2
Presidenta de la Comisión de Cooperación Internacional al Desarrollo en el Congreso de los Diputados

5
1. ¿Por qué he iniciado mi intervención así?. Porque el tema que
nos ocupa, que son las mujeres como agentes de paz, es una
visión modernizadora y, sobre todo, que pone en el lugar
central a las mujeres en un papel de mediadoras privilegiadas
en los conflictos.

¿Por qué?. Precisamente, por la idea a la que me he referido


antes, de soporte de la cultura, por tanto, de omnicomprensión
de los agentes y los factores que se juegan en un conflicto.

2. Lucha por la dignidad y contra la violencia.


 Resolución 1325 de Naciones Unidas de 31 de Octubre de 2000,
sobre Mujeres, Paz y Seguridad.

 Casos concretos:
- Guerra de los Balcanes. 1992-1996. La violación de las
mujeres a manos de agentes estatales y no estatales,
contemplada como arma de guerra.
- Caso de Colombia.
- Caso de Guatemala.
- África. La crisis de los Grandes Lagos.

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ANEXO II - Protagonizar la paz: un desafío para las mujeres

Por Carmen Magallón Portolés3

La Alianza de Civilizaciones, una apuesta por la convivencia y la paz,


necesita la voz y las prácticas de las mujeres.
Para las mujeres organizadas, para el feminismo, tomar el liderazgo y
decidirse a protagonizar la paz siempre ha sido un desafío, un polo de
atracción envuelto en polémica. La paz tiene una gran capacidad de
movilizar a las mujeres, pero a su vez, los análisis feministas alertan
ante la trampa de considerar que esto es así porque las mujeres
somos, como siempre ha dicho el orden patriarcal, más pacíficas que
los hombres. Es ésta una primera cautela que hay que dejar sentada:
las mujeres no somos ni más ni menos pacíficas que los hombres.
Numerosos hechos de la historia pasada y acontecimientos del
presente muestran cómo ellas han ejercido y ejercen la violencia
directa participando en todo tipo de grupos armados: ejércitos,
guerrillas, grupos terroristas y otros. Además como ya decía Virginia
Woolf4, las mujeres son cómplices de la guerra y hechos violentos de
un modo específico y extremadamente grave por sus repercusiones
prácticas, y es a través de la admiración que proyectan sobre los
hombres que encabezaron las guerras y rebeliones armadas (sin la
sombra de preguntarse si no hubiera sido mejor explorar otras vías),
3
Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz (Fundación SIP) de Zaragoza y
vicepresidenta de AIPAZ.
4
Woolf, Virginia (1938) Tres Guineas, Barcelona, Lumen, 1977.

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hombres que anticiparon y extendieron la muerte a su alrededor y
que generalmente la historia y las culturas androcéntricas tienden a
presentar como héroes
Entonces, ¿Por qué y sobre qué bases se apoya el amplio liderazgo de
las mujeres a la hora de promover iniciativas de construcción de paz?
En principio, bastaría decir que, como cualquier ser humano, las
mujeres son libres de defender lo que quieran. Pero esto no explicaría
el interés de separarse y organizarse en grupos de mujeres sólo, para
defender causas que son comunes a unas y otros, causas comunes a
hombres y mujeres, como es la paz. Hay que decir que éste es un
debate que viene de lejos. A principios del siglo XX, algunas
feministas, que se consideraban a sí mismas internacionalistas y
pacifistas, defendieron que los derechos de las mujeres no se
agotaban en la reclamación del voto o la educación. Estas mujeres
pensaban que incluido en el estatus de igualdad que reclamaban,
estaba el derecho a pensar y decidir sobre cualquier asunto desde su
experiencia de mujer, en particular y de un modo destacado sobre la
guerra y la paz.
Ahora bien, ¿qué significa pensar desde la experiencia de las mujeres
cuando sabemos que somos plurales y nuestra experiencia es
múltiple, atravesadas como estamos por variables de clase,
culturales, etc? Sabemos que las que pertenecen, por ejemplo, a la
Asociación Nacional del Rifle, en EEUU, poco comparten con las
integrantes de la Coalición para el Control de Armas de Australia. Sin
embargo, lo que sí puede decirse es que tanto en el pasado como en
el presente, si algo comparten las mujeres del mundo es el haber
sido socializadas de un modo diferente a los varones, el haber sido
objeto de una norma diferente a la del varón. Esta doble norma
produce una división de las actividades y formas de vida de unos y
otras que rige de un modo obligatorio en las sociedades tradicionales
y de forma más débil o sutil en las sociedades liberales. La norma de
las mujeres ha conllevado la exclusión del mundo público, de la toma
de decisiones, lo que justifica el que, aún en sociedades en las que ya
hay una igualdad ante la ley, todavía se arrastra un poso de
extrañeza, una ajenidad ante las instituciones y las dinámicas que
fueron construidas a la medida del varón. Y si ante algo la exclusión
nos convirtió en extrañas, es ante la lógica de la guerra y la violencia.
¿Por qué somos especialmente extrañas a la lógica de la guerra y la
violencia, pese a ser capaces de ejercerla? Una explicación plausible
es que somos extrañas a la lógica que produce la muerte, porque
nuestra experiencia corporal y normada ha tenido la vida como eje
central5. La feminista sudafricana blanca Olive Schreiner escribió que

5
Elena Grau habla de que la experiencia de las mujeres está más cercana a los cuerpos, a los seres
humanos de carne y hueso: Grau, Elena (2001) “No prescindir de los cuerpos”. En pie de paz, nº 53, 66-
68.

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una mujer siempre sabe lo que cuesta una vida y que es más fácil
destruirla que crearla. Traer vida al mundo cuesta a las mujeres que
deciden ser madres sudor, angustia y a menudo, cuando las
condiciones sanitarias son inadecuadas, como sucede todavía en
muchos lugares del mundo, la muerte. Pero lo que cuesta sobre todo,
más que dar la vida es cuidarla: tiempo y esfuerzos invertidos en la
crianza y el cuidado de los seres humanos, que ya sabemos están a
cargo mayoritariamente de las mujeres. Esto, efectivamente, no
concede a las mujeres ninguna virtud ni mayor piedad o menor
crueldad pero sí un mayor conocimiento de lo que significa destruir
una vida humana. Por este conocimiento, si las mujeres tuvieran
plena voz en el gobierno de los estados, finalmente, siempre según
Schreiner, se derivaría el fin de la guerra y el rechazo de la violencia6.
Por su experiencia de exclusión y por la dedicación al cuidado de la
vida humana, son muchas las mujeres que deciden unirse,
organizarse y protagonizar iniciativas para impulsar la paz. Un
empeño que no es nada fácil. En sociedades marcadas por la
búsqueda de la igualdad acrítica, pueden acusarte de asumir los
estereotipos que la tradición patriarcal asignó a las mujeres. Quienes
así piensan están primando una libertad para las mujeres marcada
por la necesidad de demostrar constantemente que podemos hacer lo
que siempre hicieron los hombres, una libertad que acaba por no ser
tal. Porque las mujeres no tenemos por qué demostrar nada. Ser
protagonistas de la paz es una opción coherente con nuestra
experiencia civilizatoria de cuidado, pero es una opción libre. No
todas las mujeres la eligen, ni tampoco todas las feministas. No
obstante, anima a tomarla saber que quienes lo hacen logran en
muchos casos mayor autoridad ante la comunidad y avances
insospechados, avances que la política instalada en los viejos
esquemas de rivalidades ideológicas, partidistas y de bandos, no
siempre es capaz de alcanzar.

6
Citado en Ruth Roach Pierson (1987) “'Did your mother wear army boots?' Feminist theory and
women's relation to war, peace and revolution”. En:Sharon Mcdonald, Pat Holden and Shirley Ardener
(ed) Images of Women in Peace and War. Cross-Cultural and Historical Perspectives. London, 1987
MacMillan Education, p. 212.

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