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EL CAMINO ANGOSTO
¿Qué comparación hizo Jesús con lo que pasaba en las ciudades de sus días?
“En los tiempos de Cristo los habitantes de Palestina vivían en ciudades
amuralladas, mayormente situadas en colinas o montañas. Se llegaba a las puertas, que se
cerraban a la puesta del sol, por caminos empinados y pedregosos, y el viajero que
regresaba a casa al fin del día, con frecuencia necesitaba apresurarse ansiosamente en la
subida de la cuesta para llegar a la puerta antes de la caída de la noche. El que se
retrasaba quedaba afuera.
“El estrecho camino ascendente que conducía al hogar y al descanso, dio a Jesús
una conmovedora imagen del camino cristiano. La senda que os he trazado, dijo, es
estrecha; la entrada a la puerta es difícil; porque la regla de oro excluye todo orgullo y
egoísmo. Hay, en verdad, un camino más ancho, pero su fin es la destrucción. Si queréis
seguir la senda de la vida espiritual, debéis subir continuamente; debéis andar con los
pocos, porque la muchedumbre escogerá la senda que desciende.” (El Discurso Maestro
de Jesucristo, pp. 116, 117).
¿Cuál es la diferencia entre un camino y otro, y entre los que los recorren?
“Estos caminos son distintos, separados, y van en dirección opuesta. Uno
conduce a la muerte eterna, y el otro a la vida eterna. Uno es ancho y suave y el otro es
estrecho y áspero. La gente que viaja por ellos es opuesta en carácter, en vida, en
vestido y en conversación.
“Los que van por el camino estrecho hablan de la felicidad que tendrán al final
del viaje.... No se visten como los del camino ancho, ni hablan como ellos, ni actúan
como ellos. Han recibido un modelo, un Varón de dolores, experimentado en quebranto,
que abrió ese camino para ellos y viajó por él. Sus seguidores ven sus pisadas y se
consuelan y alegran. Él lo recorrió a salvo, y ellos también pueden sentirse seguros, si van
tras sus pasos.
“En el camino ancho, todos están ocupados consigo mismos, con sus vestidos y
placeres. Participan abundantemente de alegría y fiestas, y no piensan en el final del
camino, en la ruina que aguarda al final de todo. Cada día se aproximan más a su
destrucción y, sin embargo, se apresuran locamente más y más...
“Los que desean realizar cualquier sacrificio por la vida eterna, la
conseguirán. Y vale la pena sufrir por ella, vale la pena crucificar el yo por ella, y
sacrificar los ídolos por ella (Review and Herald, 12-12-1882). (A fin de conocerle, p.
305).
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veremos que esa felicidad está envenenada y nuestra vida amargada por las expectativas
fincadas en el yo. Ante el camino descendente la entrada puede relucir de flores; pero
hay espinas en esa vía. La luz de la esperanza que brilla en su entrada se esfuma en las
tinieblas de la desesperación, y el alma que sigue esa senda desciende hasta las sombras
de una noche interminable.
"El camino de los transgresores es duro", pero las sendas de la sabiduría son
"caminos deleitosos, y todas sus veredas paz". (Proverbios 13: 15; 3: 17). Cada acto de
obediencia a Cristo, cada acto de abnegación por él, cada prueba bien soportada, cada
victoria lograda sobre la tentación, es un paso adelante en la marcha hacia la gloria de la
victoria final. Si aceptamos a Cristo por guía, él nos conducirá en forma segura. El
mayor de los pecadores no tiene por qué perder el camino. Ni uno solo de los que
temblando lo buscan ha de verse privado de andar en luz pura y santa. Aunque la
senda es tan estrecha y tan santa que no puede tolerarse pecado en ella, todos pueden
alcanzarla y ninguna alma dudosa y vacilante necesita decir: Dios no se interesa en
mí.” (DMJ, pp. 117, 118).
vestidos, y exhortaban a los demás a que también se lo pusiesen en los suyos. Iban por el
camino ancho, y sin embargo, decían pertenecer a la compañía que viajaba por el camino
estrecho; pero sus compañeros les replicaban: "No hay distinción entre nosotros. Somos
iguales. Vestimos, hablarnos y obramos de igual manera." Joyas de los testimonios, t. 1,
p.34.
mundo y sus atracciones para obedecer sinceramente y con amor los mandamientos de
Dios. Es fácil entrar por la puerta ancha. No exige las restricciones que causan dolor al
corazón humano. La abnegación y el sacrificio no se ven en el camino ancho. En él, el
apetito depravado y las inclinaciones antinaturales encuentran amplio lugar. En él, se ven
complacencia propia, orgullo, envidia, malas conjeturas, amor al dinero y exaltación
personal (Manuscrito 165, 1899).
“Cristo dijo: "Esforzaos a entrar". Debemos sentir nuestra constante dependencia
de Dios, y la gran debilidad de nuestra sabiduría y juicio y poder, y luego depender
enteramente del que venció al enemigo por nosotros, porque él se compadeció de nuestra
debilidad y sabía que seríamos vencidos y pereceríamos, si no acudía en nuestra ayuda...
No penséis que podéis ganar la recompensa eterna mediante esfuerzos fáciles o
comunes. Tenéis un enemigo astuto tras vuestros pasos. "Al que venciere le daré que
se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en
su trono" (Apoc. 3: 21). Esta es la lucha para vencer como Cristo ha vencido. Su vida de
tentación, pruebas, luchas y conflictos, está delante de nosotros para que la imitemos.
Podemos hacer esfuerzos con nuestro propio poder, pero no tendremos éxito. Pero
cuando caemos desvalidos, sufrientes y necesitados sobre la roca de Cristo, sintiendo
íntimamente que nuestra victoria depende de sus méritos; que todos nuestros esfuerzos,
sin la ayuda especial del gran Vencedor, no servirán de nada, entonces Cristo envía a cada
ángel de gloria a rescatarnos del poder del enemigo para que no caigamos (Carta 1b,
1873). (A fin de conocerle, p. 306).
si estamos dispuestos a someter nuestra voluntad a la suya, Dios cumplirá la tarea por
nosotros, aun "refutando argumentos, y toda altivez que se levanta contra el conocimiento
de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo". Entonces nos
ocuparemos de nuestra "salvación con temor y temblor, porque Dios" producirá en
nosotros "así el querer, como el hacer, por su buena voluntad".(2 Corintios 10: 5;
Filipenses 2: 12, 13). DMJ, pp. 119, 120.
Muy pronto esta visión se cumplirá en la batalla que los hijos de Dios tendrán que
luchar a partir del momento que comience la persecución contra los adventistas. Poco
después de la ley dominical nos hallaremos en situaciones difíciles, seremos fugitivos y
nuestra fe será probada al máximo. Tendremos que irnos a vivir al campo, y finalmente a
las montañas. Cada vez tendremos que ir conformándonos con una vida más simple y
sencilla, cada vez más abnegada y frugal. Aquellos que no están acostumbrados a negarse
a sí mismos y privarse de algunas cosas que no son esenciales, sufrirán más, y estarán
más tentados a retroceder al mundo para recibir la marca de la bestia.
Tendremos que acostumbrarnos a vivir sin luz eléctrica ni todas las comodidades
que ella da; tendremos que vivir sin dinero, dependiendo de la tierra y finalmente de la
misericordia de Dios. Tendremos que separarnos de muchas cosas materiales, hasta
finalmente perderlo todo, menos el Hogar Celestial. Si nuestra fe no es fuerte y si no
hemos calculado seriamente el precio que vale la pena pagar por la vida eterna,
vacilaremos y retrocederemos. Que Dios nos ayude a ser firmes hasta el fin.
“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he
vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono” Apoc 3: 21.