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A Ezequiel Zamora los intelectuales de las oligarquías, generación tras generación, lo convirtieron

en sinónimo de bandolero, asesino, demonio, sanguinario, entre otros epítetos. Desde el


pensamiento crítico, apenas se le reconocía su liderazgo y valentía, pero se le negaba su carácter
de ideólogo revolucionario, hasta que el Comandante Chávez lo reconoció como el primer
reivindicador de las ideas de Simón Bolívar y en consecuencia como raíz ideológica de nuestra
Revolución Bolivariana.

Yo reafirmo que Zamora fue un gran líder popular porque, al igual que Chávez, supo interpretar
que en el alma, en la conciencia, en el corazón de nuestro pueblo las ideas de Bolívar quedaron
sembradas para siempre. Rescato el pensamiento de Zamora, como continuidad histórica del
traicionado proyecto social de la Independencia. Así lo expresa él, en 1846, en El Pao de Zarate:

“… cueste lo que costare, lleguemos por fin a conseguir las grandes conquistas que fueron el lema
de Independencia”.

Esa consecuencia con el proyecto independentista, lo reafirma el 7 de marzo de 1859, en Coro:

“No más sombras siniestras en el horizonte de la Patria, enarbolemos el estandarte de nuestros


padres, de los patriotas de 1811”.

Igualmente, es claro identificar en Zamora un anclaje, de su pensamiento, en los valores del


socialismo utópico, y esto no es especulación ya que él tenía amigos socialistas y tuvo acceso a
literatura de los pensadores europeos que defendían esta ideología, así queda plasmado en la
proclama tras la toma de Yaracuy, en 1859:
“… proclamad el Evangelio de los principios políticos, la igualdad entre los venezolanos, el imperio
de la mayoría, la verdadera República”.

O de manera hermosa cuando prefigura la sociedad futura, el 12 de diciembre de 1859, después


de la victoria en la batalla de Santa Inés de Barinas:

“No habrá pobres ni ricos, ni esclavos ni dueños, ni poderosos ni desdeñados, sino hermanos que
sin descender la frente se traten bis a bis, de quien a quien”.

En el pensamiento de Ezequiel Zamora, también encontramos un claro rechazo al despotismo y


una apuesta al poder liberador del pueblo, así lo expresa en la proclama emitida tras la ocupación
de la ciudad de Barinas, en mayo de 1859:

“Se acerca el deseado momento de fundar el Gobierno Federal que da al pueblo la dirección y
manejo de sus propios intereses, sin sujeción a ningún otro poder y se asegura un porvenir de
gloria y bienandanza a todos los venezolanos”.

En esa misma proclama expresa:

“Habéis probado con vuestra abnegación que solo el pueblo quiere su bien y es dueño de sus
suerte y que de hoy más, Venezuela no será patrimonio de ninguna familia ni persona”.

Es claro pues que el General del Pueblo Soberano, además del gran guerrero que fue, dejó
elementos teóricos para la soberanía, para la construcción de una sociedad de iguales, para el
ejercicio del poder popular y su pensamiento fue y sigue siendo una lanza contra quienes
traicionan los ideales de justicia y dignidad por la que hemos luchado, como pueblo, sean estos
quienes sean y reclamen la glorias pasadas que reclamen para justificar sus odiosos privilegios. Así
se lo dice al pueblo apureño en una comunicación, fechada en Barinas, en mayo de 1859:

“Son insensatos los que olvidando el credo político de la democracia de la América, símbolo
formado por su Libertador se imbuyeron en las doctrinas del absolutismo escrito sobre la tumba
del héroe por los enemigos de la Independencia y enseñadas por el salvaje José Antonio Páez, que
verdugo de sí mismo y asesino de la Patria, lleva desde entonces el Arca Santa de nuestros
derechos navegando por entre lagos de sangre hermana”.

Este grave reclamo a la ignominia estremece el alma patriótica y nos demanda a quienes
asumimos la dirección de la Revolución Bolivariana, como no los exigió nuestro Comandante
Chávez mil veces, a no terminar así.

Finalmente, reivindicó la lealtad de Zamora a sus propios principios, que tal como Fabricio Ojeda,
honró con su propia vida y al igual que éste renunció a acomodarse en el poder y escogió el
sendero del sacrificio, como lo dejó escrito en su carta de renuncia al cargo de Gobernador de
Barinas, dirigida al Presidente Monagas, en Abril de 1853:

“Quiero defender los fueros populares en los campos de batallas (…) El juramento que tengo
prestado me obliga a cambiar mi vida por la libertad de mi Patria”.

En el bicentenario de su nacimiento, juramentémonos de nuevo con las ideas y la vida de Zamora.


Logremos en este tiempo que la lealtad, la honestidad y el compromiso auténtico con la causa
popular no terminen otra vez en el camino de la traición de los negociantes de todos los tiempos o
en el del martirio de los honestos y las honestas.

Es tiempo ya, que la victoria de las ideas justas sea irreversible para el pueblo sabio y libre de
Venezuela. ¡Zamora vive, la lucha aún sigue!

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