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MISTERIO DE DIOS
Alberto Múnera, S.J.
2019-3
TEMA 6
EL DIOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO
DIOS DESDE DIOS MISMO: EN SU HISTORICO DON-DE-SÍ A ISRAEL
LECTURA
1. INTRODUCCIÓN
El hombre tiene dos posibles caminos de acceso a Dios: o tratar de llegar a Él a
través de su propio esfuerzo, procurando con su entendimiento figurarse un
Ser Supremo, o buscando en la historia de la humanidad una revelación que
Dios haya querido hacer de Sí mismo al hombre.
Habiendo aceptado previamente que Dios se ha revelado al hombre en la
historia, en lugares y tiempos determinados, se trata de acometer la difícil tarea
de intentar recoger y congregar los "rasgos" de Dios que Él mismo ha dejado
en su histórico don-de-Sí revelatorio.
Pero complejísimo fenómeno de la revelación de Dios consignado en el
Antiguo Testamento señala de antemano los límites relativamente exiguos de
acceso y comprensión de los mencionados "rasgos" de Dios que el hombre
logra adquirir a través de dicha revelación.
Porque el texto del Antiguo Testamento nos ofrece no una locución directa
de Dios a un escritor que copia datos por Él suministrados, sino que consigna
la interpretación inspirada que los hagiógrafos realizaron de las experiencias
vitales de un pueblo habidas durante largos siglos de historia. Experiencias
que a su vez, los hacedores de dicha historia expresaron en términos de
re-interpretación de la vida que estaban viviendo, a partir de una fe que era
respuesta a la irrupción misteriosa de Dios en su existencia.
Se puede afirmar, entonces, que se trata de adentrarse en el Antiguo
Testamento en busca de "rasgos" de Dios dejados por Él en la experiencia
de Él que Él mismo provocó en personas concretas del pueblo de Israel.
Experiencia que estas personas expresaron ya desde su fe, re-interpretando
la historia que vivían en términos nuevos. Re-interpretación que navegó
por siglos en tradiciones casi siempre orales hasta que fueron recogidas y
reinterpretadas en forma relativamente unitaria por los hagiógrafos que
compusieron el Antiguo Testamento bajo la inspiración divina.
Encontramos, entonces, en el Antiguo Testamento dos interpretaciones de la
vida: la del hagiógrafo y la de quienes fundaron la tradición por él recogida . Y
encontramos que estas dos interpretaciones corresponden a experiencias de
Dios tenidas tanto por el hagiógrafo como por quienes fundaron la tradición.
Experiencias suscitadas por Dios a las que el hombre reaccionó con la fe.
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Estas experiencias fueron vividas en un contexto determinado de todo orden


cultural. Esto hace que hayan sido expresadas en los términos, propios de
dicho contexto.
Así, pues, el acceso a los rasgos del Dios que se revela sólo puede lograse
teniendo en cuenta el contexto cultural en que se encuentra redactado el
Antiguo Testamento, el carácter de recopilación orgánica de tradiciones
fruto del hagiógrafo inspirado, las tradiciones recopiladas y, sobre todo, la
experiencia de Dios que está a la base de las tradiciones y del trabajo del
hagiógrafo inspirado.
Cómo hayan ocurrido las experiencias de Dios que hemos mencionado, es
casi imposible de dilucidar, aunque en el Antiguo Testamento han quedado
consignados algunos elementos que permiten sospechar lo ocurrido en
algunos casos (Profetas, Job 4) .
Un elemento común a todas estas experiencias, sin lugar a dudas, es la
absoluta iniciativa divina sin condicionamiento alguno, lo que determina la
gratuidad total de la revelación.
Otro elemento igualmente común a todas con plena seguridad, es la
referencia a una actuación de Dios, a una intervención o irrupción divina en
la historia humana: no se trata de una simple "moción" interior del hombre que
percibe a Dios dentro de él, sino más bien de una captación de la presencia
actuante de Dios en la historia concreta de los hombres.
Un tercer elemento común puede ser que la reacción del hombre en
términos de fe, se proyecta en una interpretación religiosa del
acontecimiento vivido.
Ahora bien: buscando metodológicamente una manera de aproximarse a las
interpretaciones de la vida provenientes de las experiencias de Dios por Él
inducidas en el pueblo de Israel, y teniendo en cuenta principalmente que todas
concuerdan en ser una captación de la acción de Dios en la historia, pareciera
útil considerar ante todo los grandes acontecimientos de la historia de Israel,
interpretados por el Antiguo Testamento como producto de la intervención
divina.
Igualmente conviene recordar que en esa misma histona de Israel se
destacan algunos elementos fundamentales de su vida religiosa, en los que
se puede notar claramente la marca de la experiencia vivida .
Y las experiencias de Dios aparecen vinculadas a tiempos, objetos y lugares.
De allí la conveniencia de considerarlos con atención en búsqueda de los
rasgos dejados allí por el Dios que se revela.
Lógicamente se impone la necesidad de fijarse en las personas que
explícitamente son presentadas por el Antiguo Testamento como sujetos de la
experiencia directa de una revelación divina.
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Y siendo la oración el diálogo que el hombre en-experiencia-de-Dios entabla


con Él, merece una consideración aparte.
El pensamiento del hombre marcado por la experiencia de Dios y por la fe de
su respuesta a Él, determina un lugar del Antiguo Testamento digno de atención
en busca de los rasgos del Dios que se revela .
Par último la teología misma que el Antiguo Testamento elabora sobre el
mundo, sobre el hombre, sobre la historia, como fruto de la experiencia de
Dios, de la fe y de la reflexión que re-interpreta la vida, puede permitir
captar los rasgos del misterioso Dios en proceso de automanifestacíón.
Así, pues, trataremos de localizar los rasgos divinos en los acontecimientos
fundamentales: éxodo, peregrinación por el desierto, conquista de la tierra
prometida, conformación de la nación y origen de ella; en los elementos
fundamentales de la vida religiosa de Israel: teofanías, pascua, alianza y ley;
en los tiempos, objetos y lugares; en las personas: profetas, reyes, sacerdotes;
en la oración y en la sabiduría de Israel; y en la Teología del Antiguo
Testamento en general.
2. LOS ACONTECIMIENTOS HISTORICOS FUNDAMENTALES DE
ISRAEL
2.1. El Éxodo
Las diversas versiones que el Antiguo Testamento presenta del acontecimiento
fundamental del éxodo, manifiestan la Importancia de la experiencia de la
intervención de Dios en el proceso histórico de Israel.
La fe de Israel se expresa con entusiasmo sobre una actuación de Dios en
medio de su existencia cotidiana que transcurría en Egipto “normalmente'',
es decir, en conformidad con la situación corriente de la época en que los
imperios poderosos mantenían en sistema de esclavitud a grandes grupos de
"naciones" sometidas por las armas.
El suceso histórico, de poca trascendencia en el conjunto histórico de la época,
se reduce al cambio de situación de un grupo tribal se mita: paso de la
esclavitud al estado propio de libertad nómada en el desierto .
Pero en el proceso de esta liberación, ese grupo experimentó la presencia
y la actividad de Alguien que tomó la iniciativa para inicia r ese cambio de
rumbo en la historia de dicho grupo; presencia y actividad que operó
efectivamente un cambio radical e n la vida y en el futuro de ese grupo
humano.
Ellos sintieron que ese Alguien entraba en su historia como dueño y señor
de la misma, como que tenía poder para operar un cambio tan radical como
el que se operaba en sus vidas.
Ellos iban viendo cómo ese Alguien operaba el "milagro" de la liberación
contando con la libre actuación de ellos mismos. Ellos percibían que ese
Alguien se comunicaba con ellos y les daba a conocer sus intenciones,
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manifestaba sus deseos y sentimientos. Y ellos eran conscientes de que


podían dialogar con Él e intercambiar impresiones hasta establecer con Él
una verdadera amistad.
Su experiencia profundísima y tan intensa que fundamentó un pueblo y una
historia que dura hasta nuestros días, fue experiencia de un Alguien no
perteneciente al ámbito de lo intramundano pero presente y actuante en ese
mismo ámbito. Alguien conocedor de su realidad histórica y deseoso, por
iniciativa propia, de darse generosamente para beneficio de quienes no tenían
mérito alguno para ello.
Quienes recogieron las tradiciones de esta experiencia inicial tan maravillosa,
también lo hacían en experiencia de ese mismo Alguien que hacía
permanente el hecho de su presencia e intervención en la historia de ese
grupo humano, Y ya a distancia temporal del acontecimiento primigenio, a
preciaban la id entidad e inmutabilidad de ese Alguien, su "fidelidad" en
mantener el su ceso "liberación" hasta convertirlo en una continuidad
histórica.
Lógicamente quienes experimentaron el fenómeno de la liberación inicial
y la presencia actuante de ese Alguien comenzaron a ver al mundo, al
hombre y su historia con un enfoque diferente al de quienes no habían
tenido tal experiencia. Su interpretación de la vida desde una experiencia
tan decisiva y en términos de una relación íntima con ese Alguien señor
de la historia, les presentó a su comprensión todas las cosas en términos
referidos necesariamente a Aquel que ahora experimentaban presente y
actuante en el mundo.
En su lengua semita ellos designaron a ese Alguien presente y actuante en
su historia para beneficio suyo con una palabra que incluye todo lo anterior:
Yahvéh.
La experiencia de Yahvéh, a quien lógicamente los israelitas identificaron como
Dios, ya que manifestaba todas las características de lo que todo hombre
espontáneamente supone que debe ser Dios, los fue llevando a referirse a Él
explicitando sus rasgos al mencionar las dimensiones de la experiencia vivida:
Dios está fuera del mundo pero escucha los gemidos de dolor y capta los
sufrimientos humanos; "baja" al mundo para dedicarse a beneficiar a los
hombres; elige personas con quienes dialoga, a quienes da prueba especial
de su presencia y de su acción.
No se preocupa por las deficiencias de los elegidos para la misión que se
ha propuesto realizar; se manifiesta autor del hombre perfecto y del
imperfecto, señor de la vida; expresa ira, compasión, dolor, alegría, tristeza;
dirige los procesos de actuación humana respetando siempre la libertad;
señala a los hombres la manera como quiere ser reconocido, alabado, amado,
servido, adorado; se hace perceptible a los hombres en símbolos y figuras que
permiten a ellos apreciar su presencia y su acción sin descubrir nunca
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totalmente su máxima interioridad o la plenitud de su realidad, siempre es


un misterio su divinidad.
Ante todas esas dimensiones de Yahvéh, el israelita desborda en cánticos
de alabanza y glorificación que sintetizan los rasgos de Yahvéh
experimentado en su acción concreta en la historia.
2.2. La peregrinación por el desierto
Un largo período pasaron las tribus semitas "liberadas" de Egipto, ejerciendo
su nomadismo en el desierto sinaítico".
Complejas y múltiples fueron las experiencias de Yahvéh en este período: los
israelitas percibieron a Dios presente y actuante en su medio como guía que
los conducía de una parte a otra. Es decir, su normal transhumar propio del
nomadismo semita, deja de ser para este grupo tribal un acontecer simple y
ordinario: experimentan que el proceso de ir de un lugar a otro está ahora
penetrado por la presencia actuante de Yahvéh. No se trata ya de cambiar de
lugar sus tiendas de campaña en búsqueda de mejores pastos para su ganado,
o de agua para sus necesidades vitales. Se trata de una peregrinación
incitada por Yahvéh quien sabe lo que pretende y quien los guía de una
parte a otra con una finalidad determinada que los israelitas irán descubriendo
paulatinamente.
También aquí la peregrinación no es una acción de solo Yahvéh, sino una
cooperación por cuanto el grupo tribal se mueve a su vez con sus mecanismos
orgánicos naturales: buscan agua y alimentos, se organizan con sus líderes,
ejercen funciones de justicia ordinaria, se congregan para torno de
decisiones, discuten, atienden cuestiones de política, se organizan para la
guerra, ejercen funciones cultuales, artesanales, jurídicas, cívicas.
Sistematizan el trabajo v el descanso, configuran los campamentos, etc.
Pero en todos estos procedimientos, supuesta la experiencia que van
teniendo de la presencia de Yahvéh, guía de sus desplazamientos y señor de
la historia, comprenden que su nomadismo tiende en esta etapa del desierto
a constituir un "pueblo de Dios", con una misión para el futuro.
En el ámbito desértico de soledad y de escasez de recursos, la relación del
pueblo con Yahvéh comienza a purificarse, inicia un proceso de mutua
comprensión por el trato de cercanía. La oración se instituye corno el medio
de acceso a Yahvéh. El pueblo experimenta que la intervención de Yahvéh en
el momento de la liberación no fue sino el comienzo de una continua
intervención en su favor; así Yahvé se hace presente en la consecución del
alimento y la bebida, se hace presente en la obtención de la necesaria victoria
contra las tribus nómadas circundantes y agresivas.
La interpretación obvia de los acontecimientos hace ver que Yahvéh es
liberador continuo de las situaciones adversas de los israelitas; Yahvéh ha
asumido funciones también de sustentador y de refugio.
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El hagiógrafo que escribe y recoge las tradiciones orales a distancia de siglos,


imbuido también de la experiencia del mismo Dios y desbordante de fe y
reconocimiento, no puede menos de sublimar el paso por el desierto como
la etapa de providente y benévola pedagogía divina para educar a su pueblo
escogido como a niño pequeño, inseguro, inestable e ignorante. Capta así
el hagiógrafo esta peregrinación como todo un proceso de "paso'' de una
infancia a una maduración en la comprensión de Yahvéh. Paso difícil que
incluye el despojo de hábitos y costumbres, de tendencias a la autonomía y
el pasado, cuando Yahvéh ha intervenido en su historia proyectándoles un
futuro: promesa de una realización.
En este contexto de la peregrinación por el desierto es donde ocurren al
menos dos de las más maravillosas teofanías de Yahvéh: la teofanía del
Sinaí referida al pueblo, y la aparición de Dios a Moisés.
¿Qué rasgos de Dios traslucen estas experiencias maravillosas del pueblo
de Israel en su trajinar por el desierto?
Persiste la nota más característica de la presencia de Dios que actúa para
salvar, todo esto como una verdadera "definición" de Yahvéh. El Señor de la
historia continúa dirigiéndola con la cooperación de los hombres sin violentar
su libertad y sin desbaratar la estructura humana individual y social. Con cariño
paternal está atento al alimento y la bebida de su pueblo, se preocupa
efectivamente por su seguridad y estabilidad, "acepta" sus quejas, se "ofende"
por la increencia y la infidelidad, guía por caminos inciertos, instruye, legisla,
establece pactos, sugiere la manera como quiere ser tratado y venerado, se
enciende en ira, y está presente en todos los momentos de la vida del
pueblo, de manera que hasta se puede comer "en presencia de Dios".
De manera especial en estas experiencias aparece la inaccesibilidad de Dios
por cuanto nadie logra ver su rostro, ni siquiera Moisés. Es un Dios ajeno
a lo intramundano, que pone sus condiciones para el trato con él. Se
manifiesta en símbolos y en formas misteriosas: la nube, la gloria, el ángel, la
columna de humo y de fuego. Conserva su misterio pero su invisibilidad física
no disminuye en nada la potencia de su operatividad dentro de la historia
humana. Definitivamente ha establecido su morada en medio de Israel, y
habita con ellos en función salvífica, su nombre realmente dice lo que es.
2.3. La conquista de Canaán
El grupo tribal nómada que había escapado de Egipto y se había ido
consolidando en su peregrinación por el desierto, inicia una aventura
proporcionalmente inadecuada con sus fuerzas: la conquista de un territorio
rico, poblado por "naciones" fuertes, dotado de ciudades fortificadas, constituido
por asentamientos de población agrícola estable.
En términos de la historia de la época, los episodios de la guerra entre Israel
y los cananeos no pasan de ser escaramuzas propias de un período de
gran inestabilidad en el dominio de las tierras productivas, fenómeno
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comprensible por las migraciones tribales y por las necesidades de expansión


de los diversos grupos raciales.
Para el Israel de la Biblia, la conquista de Canaán constituye, en cambio, un
momento definitivo de su historia por cuanto significa la realización de una
promesa divina de adquisición de "la tierra prometida". Y se presenta como
una gran epopeya comparable a la de la liberación de Egipto.
En búsqueda de la experiencia fundamental de Dios tenida por los
gestores de la conquista de Canaán, pareciera digno de mucha consideración
la percepción de Yahvéh como Dios único.
En efecto: la tierra de Canaán se presenta poblada de dioses tan diversos
como los pueblos que la habitan. Después de un período de permanencia en
el desierto, Israel ha sido consciente de la divinidad de Yahvéh. Pero su
divinidad no ha entrado propiamente en relación con las divinidades de
otros grupos humanos para "medir sus fuerzas".
El proceso de asentamiento de Israel en la tierra de Canaán enfrenta por
primera vez en forma sistemática a Yahvéh con las divinidades propias del
territorio conquistado.
Y aquí es donde Israel experimenta que su Dios no es simplemente un dios
como cualquier otro sino que es el Dios único, que "ningún Dios es como
Yahvéh".
Esta experiencia no la obtiene Israel de un momento a otro, sino que
constituye un difícil proceso pedagógico en que va comprobando paso a
paso, en medio de apostasías y arrepentimientos, que Yahvéh es único y
verdadero Dios mientras que cualquier divinidad es obra humana y, por
consiguiente, falso dios.
No logró Israel esta experiencia con facilidad: naturalmente el pueblo invasor
tiende a asimilar las costumbres del pueblo conquistado, especialmente si éste
es un pueblo más estable como en el caso de Canaán, al que la agricultura
daba grandes ventajas de estabilidad frente al nomadismo de los israelitas.
Absolutamente natural es la tendencia a los matrimonios mixtos entre los
dos pueblos, aprovechando el vencedor su condición frente al vencido. Y
normal es la seducción del vencedor por el vencido por el predominio efectivo
de la mujer vencida sobre el varón vencedor. De allí la frecuentísima
apostasía de Israel con respecto a Yahvéh: continuamente el pueblo tiende
a venerar los dioses de la tierra conquistada; con gran frecuencia "se olvida"
de Yahvéh y vuelve su corazón a los dioses falsos.
Entonces la experiencia que Dios induce a los gestores de la conquista es
insistente: experiencia de que Él, Yahvéh, es único, celoso e intransigente: no
acepta otras divinidades al lado suyo porque las otras divinidades no son
tales sino creación humana.
Esta experiencia inducida por Dios en este período agudiza la unicidad de
Yahvéh al mismo tiempo que purifica la concepción israelita .sobre la
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divinidad. La experiencia va ocurriendo también aquí en forma histórica y en


correspondencia con los acontecimientos bélicos: la fidelidad de Israel a
Yahvéh-Dios-único equivale a victoria sobre los enemigos; la apostasía
equivale a derrota. La experiencia del Dios único se hace entonces vital
en cuanto Israel experimenta en carne propia la primacía de Yahvéh frente
a los dioses de los pueblos contra los que combate.
Podría decirse que la conquista de Canaán en términos bélicos, equivale a la
conquista del monoteísmo Yahvista por parte del mismo Yahvéh: Dios va
conquistando y dominando a los dioses de Canaán en la misma medida en
que Israel va dominando a los pobladores de la región. Y en tanto prevalece
Israel sobre sus enemigos, en cuanto Yahvéh es adorado como Dios único.
A la distancia de siglos el hagiógrafo de la guerra santa de conquista de la
tierra prometida, hombre ya de una fe purificada y refleja sobre la unicidad
de Dios, describe el difícil proceso de adquisición de la heredad de Israel en
términos de experiencia purificadora de la fe del pueblo.
Es así como presenta a Yahvéh al frente de los ejércitos de Israel. Aquí gana
Yahvéh su epíteto de Sebaoth, Señor de los ejércitos. Aquí Yahvéh es un
Dios guerrero, el jefe de los ejércitos de Israel que, espada en mano, realiza
la conquista obrando prodigios semejantes en grandiosidad a los efectuados
en la liberación de Egipto.
La experiencia de Dios en el hagiógrafo sigue el carácter histórico de la
intervención de Dios en la guía de su pueblo para llevar a término la liberación
iniciada en Egipto conduciéndolo a una estabilidad en donde pueda
desarrollarse de manera adecuada una relación tan profunda, continuada y
permanente, que dé origen y pábulo a una religión institucional.
La experiencia del hagiógrafo llevan entonces a captar los caminos de Dios
que hace a Israel consciente de esa dimensión esencial de la divinidad
verdadera cual es la unicidad, a través del difícil conflicto de una incipiente
experiencia de Dios con la atractiva tentación de los cultos cananeos.
Así Israel experimenta que Dios no es un Dios a quien no le importa la
direccionalidad del corazón humano en cuanto a la relación con la divinidad
Yahvéh no es un Dios que se conforme con que el hombre recorra un
trayecto inicial del acercamiento a su misterio insondable: quiere al hombre
todo para sí como única posibilidad de que el hombre supere los límites
insignificantes de su propia finitud.
Los rasgos de Dios en esta complejísima experiencia de su unicidad,
lograda con tanta dificultad por generaciones de israelitas, se van delineando
con mayor perfección: la superioridad de Yahvéh señala en este período a la
trascendencia no ya de los elementos tremendos de la naturaleza, sino a la
trascendencia como tal en términos de divinidad absoluta frente a toda posible
proyección humana sobre el concepto de Dios. Es decir: la trascendencia
aparece aquí como la manera propia de manifestarse Dios mismo en
contraposición a la manera como el hombre se figura a Dios.
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En otras palabras: aquí se hace evidente cómo Dios se revela en


contraposición al dios figurado por los hombres. No acepta Dios como
verdaderamente válida la figura que de Él se hacen los hombres, sino que
se presenta como Él es. Toda imagen o figuración de Dios que el hombre
pueda hacerse, viene a ser en último término un dios falso, compatible con
otros dioses de igual factura humana. Dios, en cambio, como Él se
manifiesta, no solo es superior a toda hechura humana sino trascendente y
único, de manera que no acepta que frente a Sí mismo se presenten los
balbuceos humanos de divinidad por cuanto no forman parte de su Verdad
única sino que la falsean totalmente. Yahvéh es Dios único. En otras
palabras: solo Yahvéh es Dios, Dios no puede ser sino Uno. Dios es Uno y
Único. Fruto de la experiencia de Dios inducida por Él históricamente en el
pueblo de Israel al que revela los rasgos de su ser.
Así puede entenderse que en la "guerra santa" de Israel por la conquista de
Canaán, guerra realizada por Israel pero en la que captan la presencia operante
de Yahvéh, no se trata de justificar religiosamente un procedimiento
bélico político: se trata de una acción de Dios encaminada a producir en la
historia humana la experiencia más profunda de la divinidad. Los anatemas de
esta guerra santa, el exterminio de pueblos enteros, las durísimas
determinaciones de aislamiento del pueblo de Israel respecto a los pueblos
conquistados, la insistencia continua de mantener su independencia con
respecto a todo lo perteneciente a los cananeos, tiene por objeto la
purificación del concepto de Dios Uno y Único y la necesidad experiencia!
propia de la revelación de Dios, de salvaguardar a Israel en su experiencia
misma de Dios, · de toda contaminación de conceptos erróneos de Dios propios
de las religiones con las que entra en contacto.
2.4. la conformación de la nación
En términos de tiempo transcurrido, este acontecimiento histórico tiene un
límite inicial que puede ubicarse en el mismo éxodo. Pero por razones de
sentido práctico lo podemos identificar con el término de la conquista de
Canaán. Término muy relativo también, si se tiene en cuenta que el
asentamiento de Israel en Canaán siempre tuvo características de continua
conquista debido a la permanente lucha con los pueblos vencidos. Pero; en
todo caso, podría decirse que la nación israelita inició su conformación más
estable al final del período de los jueces y al inicio de la monarquía. El
límite de este acontecimiento podemos arbitrariamente ubicarlo en el
advenimiento de Cristo, si de antemano le damos al fenómeno político
"conformación de la nación" su dimensión religiosa en función de la plena
revelación de Dios en Jesús de Nazaret.
El contenido histórico de este largo período de conformación de la nación
israelita incluye multitud de elementos profusamente estudiados por los
especialistas: la organización social, política y religiosa; la creación y desarrollo
de instituciones múltiples; las relaciones nacionales e internacionales; la
fundación de ciudades; el establecimiento del comercio; la edificación del
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templo de Jerusalén; el proceso de triunfos y derrotas en relación con países


circundantes; el gravísimo acontecimiento del exilio y el retorno a su tierra;
el paso de varias culturas a través de Israel debido a las sucesivas conquistas
del mundo de entonces por parte de poderosos imperios. En fin, todos
aquellos elementos que muestran este período pletórico de acontecimientos
importantes e intrascendentes propios de cualquier nación en crecimiento ,
esplendor y decadencia.
También en este período-acontecimiento histórico el pueblo de Israel tuvo
una continua experiencia de su Dios Yahvéh. ¿Cuál fue el núcleo funda -
mental de la experiencia inducida por Yahvéh a su pueblo en este
acontecimiento fundamental? Evidentemente se fue acentuando la experiencia
de la presencia salvífica operante de Yahvéh, pero fue adquiriendo un matiz
de carácter mesiánico. Podría decirse, entonces, que la compleja experiencia
de esta época estuvo apuntando hacia la conformación de la nación
como pueblo de Dios prototípico de la humanidad que habría de ser llevada
a la salvación escatológica por el Ungido de Yahvéh.
Si las anteriores experiencias que hemos descrito han mostrado su complejidad,
esta lo es mucho más que las anteriores. Pero el trasfondo histórico de la nación
en conformación manifiesta la línea experiencia! de Israel en el sentido indicado:
se hace difícil pero claramente consciente de que Yahvéh va modelando los
contornos de una nación escogida por él para convertirla en fuente de
salvación para toda la humanidad. Casi con dolor propio de todo egoísmo,
Israel va percibiendo en su experiencia de Dios, el sentido de la elección y la
promesa: constituirse en plataforma para el gran beneficio que prepara Yahvéh
de la universalización de la salvación experimentada por Israel.
La complejidad y oscuridad de una experiencia ocurrida en un lapso de tiempo
tan prolongado, hace que Israel no logre discernir con claridad los caminos. de
Yahvéh: espontáneamente tiende a interpretar la predilección de Yahvéh con
la nación corno si Dios pretendiera hacer de Israel e! pueblo más importante y
poderoso de la tierra, corno si buscara convertirlo en el dominador de todas
las naciones por razones políticas o como premio material al esfuerzo de
fidelidad y de respuesta en fe del pueblo durante tantos años. Pero poco a
poco la experiencia inducida por Yahvéh va explicitando a Israel todo el
sentido mesiánico de la misma revelación histórica, y develando la función
mediadora de Israel con respecto a toda la humanidad. En esta dura
experiencia de los caminos de Dios, Israel percibe entonces la maravillosa
providencia divina que se vale de medios tan humanos como la conformación
de una nación, para proyectar la salvación de todo el mundo a través de
parámetros vividos experiencialmente por un grupo humano durante siglos.
Es duro para Israel percibir en su experiencia de Dios que la elección y la
promesa no terminan dentro de Israel; pero es consolador a la vez captar los
maravillosos designios de Dios. En esa mezcla de nacionalismo religioso, propio
del período considerado, con la esperanza escatológica mesiánica, en esa
incertidumbre de Israel sobre su función para cuando llegue la plenitud de
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los tiempos, se vive una experiencia mucho más abundante de Dios en


cuanto la longitud del período permite mirar hacia atrás, hacia las anteriores
experiencias de Israel, y proyectar hacia el futuro con base en lo anterior.
De manera que la experiencia adquiere una mayor proporción y permite a
Israel hacer una verdadera teología de la historia con base en su experiencia
de Dios.
Es así como en este período, simultáneamente con la experiencia mesiánica,
los hagiógrafos tienen su propia experiencia de Dios que les permite retomar
las tradiciones para conformar el conjunto del Antiguo Testamento como una
unidad que describe el proceso de la historia salvífica tipificada en la historia
de Israel producida por el fenómeno maravilloso de la intervención de Yahvéh y
la actuación de los hombres que respondieron en fe para actuar en co-operación
con el Señor de la Historia.
De allí que la experiencia del hagiógrafo en la re-interpretación de los
acontecimientos propios del período "conformación de la nación", manifieste el
sentido profundo de comprensión de la historia humana como historia salvífica.
Es la experiencia de un teólogo de la historia que no puede menos de percibir
la continuidad de la acción divina en un proceso trivial de la vida con miras a la
realización de un plan divino salvífica.
Así los momentos cumbres del proceso histórico de Israel como la constitución
de la monarquía o la construcción del templo, el exilio y el retorno, adquieren en
la experiencia del hagiógrafo las dimensiones de una permanencia estable de
Yahvéh en la nación que se desarrolla, en vistas a considerar tales
acontecimientos como figura de un futuro maravilloso cuyos contornos se
pierden en los límites de lo fantástico. En otras palabras: lo específico de la
experiencia del hagiógrafo en este período es el convencimiento de que los
sucesos que van ocurriendo tienen un carácter profético respecto a la futura
historia. Y que, además de constituirse ellos mismos (los acontecimientos) en
momentos decisivos para ese futuro como una serie de escalones para llegar
a Él, son a la vez prototipos o pre-anuncios de cómo sucederán las cosas en el
tiempo mesiánico.
Los rasgos del Dios que se revela en esta complejísima experiencia de "la
conformación de la nación” quedan sin embargo perfectamente delineados:
Yahvéh no es ya solamente el Dios del pasado, el "Dios de los padres", sino el
Dios- del futuro, el Dios de la salvación total. Los planes de Dios no se reducen
a los límites histórico-geográficos del pueblo escogido sino que abarcan a toda
la humanidad. La providencia de Dios se refiere a todo un plan preconcebido
por el hombre, plan maravilloso de llevarlo a su intimidad amorosa. Yahvéh es
el Dios fiel a ese plan expresado en términos de promesa y cumplimiento.
Yahvéh se incorpora a la historia humana para orientarla hacia el término por
él previsto, y está presente en ella operando la salvación sin forzar la libertad
humana: siempre ofreciendo salvación, siempre atento a la respuesta del
hombre. Es el Dios que por su inmanencia permea todos los elementos de la
vida humana. Su presencia irradia de tal manera que toda la historia adquiere
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un carácter religioso salvífico . Pero a la vez se manifiesta como el Dios


trascendente al tiempo y al espacio por cuanto prospecta su designio salvífica
desde fuera de lo mundano y la actividad humana no lo afecta ni lo modifica a
pesar de la debilidad de aquellos en cuyas manos ha puesto ese mismo designio
para su operación y realización.
Yahvéh es el Dios comprensivo de la debilidad humana: se ''somete" a los
deseos del pueblo en cuanto a la institución de nuevas formas de gobierno o a
la fijación de su morada; pero se ofende con la injusticia en todas sus formas
y reacciona con el castigo frente a la infidelidad. Sin embargo perdona al
arrepentido y manifiesta su misericordia y su generosidad en toda
circunstancia. Expresa predilecciones y rechazos. Se presenta como dueño y
señor de todas las cosas. Ordena la vida moral de su pueblo, establece las
formas propias de la vida religiosa de la nación, se complace en habitar en
medio de los hombres y su presencia adquiere todos los rasgos de la divinidad
tremenda o compasiva , centro de toda la actividad humana de su pueblo
escogido. Es el Dios ligado por su propia voluntad a una nación y la acompaña
en todas sus vicisitudes. Es la época en que el acceso a Dios se hace fácil e
inmediato y en que la estabilidad relativa de la nación permite a los hombres
profundas reflexiones teológicas con base en su fe y a partir del don
maravilloso de un Dios trascendente al alcance de todo corazón sincero. Es
así como la divinidad penetra en lo más íntimo de la vida humana para
transformarla y engrandecerla, para proyectar en ella todos los efectos de
su santidad hasta poder postular a nivel moral una santidad en el
hombre semejante a la de Dios. Es un Dios que quiere incorporar al hombre
en su divinidad misteriosa a través de la vivencia de una fe que transforma
la vida.
Los rasgos de Yahvéh Dios salvador se multiplican en este período en tal
abundancia que se hace obra onerosa y compleja, extensa hasta la saciedad,
una verdadera Teología del Antiguo Testamento. Pero gracias a !a vitalidad
de las experiencias de los Profetas y los sabios, de los reyes, los sacerdotes
y los orantes, se logra mantener estos rasgos divinos en toda su vigencia.
Sin que las sistematizaciones de los teólogos logren encasillarlos o desvirtuar
los.
2.5. El origen de la nación
Extraño acontecimiento histórico fundamental de Israel: sus orígenes.
Cualquiera los buscaría en el éxodo y en el orden sistemático que hemos
seguido; allí damos por iniciado el proceso de revelación de Dios. Sin embargo
los hagiógrafos retroceden en el tiempo para postular un período previo a la
esclavitud en Egipto como el momento inicial de la experiencia de Dios por
parte de Israel.
Es casi imposible establecer la veracidad en términos modernos, de los
acontecimientos de la época patriarcal. Pero de todas maneras tenemos que
reconocer que los hagiógrafos recogen tradiciones tan válidas como aquellas
de los períodos posteriores al éxodo, tradiciones que de por sí presentan un
13

tipo de experiencia de Dios perfectamente acorde con las de todo el Antiguo


Testamento.
La experiencia fundamental propia de las tradiciones de la época patriarcal
se refiere también a una intervención de Dios en la historia, en términos de una
elección libérrima para la configuración de una promesa. Se trata de la primera
irrupción de Dios en medio de un grupo humano, el mismo que habría de
perpetuar la presencia operante de Yahvéh hasta la plenitud de la revelación
en Cristo.
Debió ser impresionante la sensación de la o las personas que fueron
sacudidas por la presencia actuante de Yahvéh que llamaba a un cambio en
sus vidas, a un seguimiento de impulsos misteriosos que conducían a destinos
desconocidos.
Estas primeras experiencias de Yahvéh, corno las recogen las tradiciones del
Génesis, lógicamente aparecen más entremezcladas que las posteriores con
el sentido mítico del pueblo semita, más acentuado cuanto más al pasado se
refieren.
Pero esto no impide que pueda percibirse con nitidez el hondo impacto de la
experiencia primera de Dios: interviene él como abriéndose campo en medio
de las divinidades circundantes para hacer sentir su presencia operante y pedir
al hombre una respuesta tanto más difícil cuanto menos parecido es Yahvéh
a los dioses de las religiones en que viven los hombres de esta experiencia .
Es una experiencia similar a la del éxodo en cuanto se refiere a Dios que
interviene para deslindar a un grupo humano de los demás y escogerlo como
centro de su atención y su predilección sin méritos aparentes de parte del
grupo. Experiencia extraordinaria que lleva al hombre directamente a la
adoración simple de Yahvéh como divinidad, adoración manifestada con
los medios comunes a la adoración de todas las divinidades de la época.
Experiencia que ya supera los límites de lo intramundano por cuanto capta
la capacidad de hacer promesas que superan el presente y garantizan su
permanencia por generaciones. Experiencia que descubre la libertad de Yahvéh
que escoge a determinadas personas en términos de decisión espontánea.
La experiencia del hagiógrafo consciente de la continuidad y de la unidad de
la historia salvífica es también experiencia de reconocimiento agradecido al
Dios que eligió libremente a este pueblo para ligarse a él con alianza de
amistad y para permanecer con Él a lo largo de todas sus peripecias por las
tierras del medio oriente. La experiencia del hagiógrafo, concorde con la de
quienes generaron las tradiciones patriarcales, mantiene el misterio de
Yahvéh como inaccesible, irrepresentable, trascendente. Y lo capta cercano,
al alcance de la voz humana, capaz de hacerse presente y perceptible en las
teofanías, relacionado con las actitudes humanas, conocedor de los corazones
de los hombres, afectado por la fe y la infidelidad, por los actos morales buenos
y malos, dueño de la historia y de la vida humana, dueño de la naturaleza,
14

capaz de premiar y castigar en relación con la respuesta del hombre a la


vocación divina.
El profundo contenido de la experiencia fundamental del origen de la nación
israelita se concentra, entonces, en el dato de la libre intervención de Dios en
la historia, en la libre elección de· un grupo humano para hacerlo depositario
de su predilección y su promesa, en garantizar que el Dios de Israel no es
postulado del hombre sino Dios mismo que decide presentarse al hombre
para ser reconocido como él quiere y no como el hombre lo pretende. Para
la época patriar cal. época primitiva por excelencia. la experiencia de un Dios
que irrumpía en la pequeña historia de un grupo humano y lo desplazaba de
allí para guiarlo por caminos inciertos, debió ser un acontecimiento fantástico
que llenó de inmenso temor reverencial a los escogidos por Dios para esta
toma de contacto que daba inicio a la Revelación divina en la historia humana.
Admirable la fe de los Patriarcas que con tanta sencillez pero con total
generosidad correspondió a la iniciativa divina para dar cabida en la
humanidad, gracias a su libertad ejercida como aceptación a la maravillosa
presencia salvífica de Dios en términos de explícita operatividad de una
relación de amistad que sería el verdadero camino para llegar al verdadero Dios.
Los rasgos de Dios en esta experiencia del origen de la nación israelita son
abundantes: libertad divina que toma la iniciativa de la relación con el hombre;
respeto de Dios a la libertad humana por cuanto solicita una respuesta libre
de fe; generosidad infinita al querer co-habitar con los hombres y establecer
una relación de amistad con ellos; generosidad infinita por establecer un
designio salvífico; generosidad infinita por desear revelar el misterio de su ser;
bondad y amor en todo el "trabajo" que se toma Dios de iniciar y llevar
adelante un proceso salvífico con instrumentos humanos. Dios que premia
y castiga la acción moral humana: por tanto, Dios como término escatológico
de la vida humana. Cercanía de Dios pues conoce muy a fondo el corazón
humano y entra en diálogo con el hombre escucha su oración, "negocia" con
el hombre en términos humanos. Distancia de Dios sobre el tiempo y el
espacio; por cuanto hace promesas para un futuro de la humanidad y
permanece fiel a sus pactos a través de los siglos. Dios que no cambia, que
siempre permanece el mismo mientras los hombres y los acontecimientos
pasan.
2.6. Conclusión
En una palabra se puede afirmar que Israel en los acontecimientos
fundamentales de su historia, experimentó la irrupción de Dios y su proceso
revelatorio, a través del cual es posible para nosotros percibir los rasgos de
Dios que Él mismo quiso que el hombre pudiera captar, manteniendo .su
misterio.
3. ELEMENTOS FUNDAMENTALES DE LA VIDA RELIGIOSA DE ISRAEL
3.1. Las Teofanías
15

En los acontecimientos fundamentales de la historia de Israel podemos


aproximarnos a la experiencia que Dios indujo en aquellos que los vivieron. y
a través de tal experiencia nos es posible captar rasgos importantes del
Dios que se revela.
Pero algunos de esos acontecimientos fundamentales de la historia de Israel
pueden ser considerados de manera especial por tratarse. precisamente. de
acontecimientos-experiencia directa del Dios que se revela.
El primero de todos estos acontecimientos es la teofanía: el acontecimiento
es una explícita manifestación de Dios. El Antiguo Testamento refiere
varias teofanías o momentos de explícita manifestación de Dios a personas
o a grupos humanos.
Es evidente que toda experiencia de Dios, de las que ya hemos hablado,
puede considerarse una verdadera "teofanía" o manifestación revelatoria de
Dios. Pero se ha reservado el nombre de "teofanía" a aquellos momentos de
trascendental importancia que Israel consideró como tales y que tienen que
corresponder a una intervención suprema mente definida y explícita de Dios,
ya que las tradiciones primero y luego los hagiógrafos mantuvieron a través de
siglos como fenómenos de especial significatividad para el pueblo elegido.
Algo muy extraordinario debió acontecer, la experiencia tuvo que ser
extremadamente profunda e impactante puesto que vino a quedar consignada
con tanto cuidado y con tanto realce en las tradiciones y en los textos.
Estas teofanías son, por otra parte, el prototipo de las experiencias de Dios
vividas durante todo el trascurso de la historia de Israel. Las teofanías pueden
situarse en términos de "aparición" visible de Dios, que, como es lógico,
equivale a una experiencia de Dios con gran impacto en los sentidos.
Los exegetas consideran teofanías también a las "apariciones" del ángel de
Yahvéh, la presencia visible del "kabod" o gloria de Yahvéh, y las
manifestaciones del "rostro" de Yahvéh.
Pero la que se considera como la teofanía por excelencia es la del monte Sinaí,
al mismo tiempo que se da gran importancia a los momentos teofánicos
vividos por Moisés, principalmente al de "la entrega del nombre de
Yahvéh. Un recuento de las principales teofanías del Antiguo Testamento se
encuentra en el libro de Van lmschoot, "Teología del Antiguo Testamento", pp.
191-194, Ed. Fax, Madrid 1969.
¿Cuál pudo ser el fenómeno real vivido por aquellos hombres que fueron los
beneficiarios de las teofanías? Los diversos géneros literarios de los relatos
parecen servir de instrumentos para tratar de explicar simbólicamente una
experiencia de especiales características, de gran impacto y de prolonga- das
consecuencias en la vida de Israel. Pero todo el conjunto de lenguaje
simbólico no logra dar a conocer la forma exacta del fenómeno como
quisiéramos conocerlo hoy.
16

Veamos, sin embargo, las características que presentan las teofanías: se trata
de un actuación de Dios en un momento determinado de la historia; Dios
interviene de tal manera que los privilegiados testigos son plenamente
conscientes de esa intervención divina y experimentan que se trata de Dios
y que solo de Él se puede tratar; parece que la manifestación divina produce
algunas alteraciones en el curso normal de los fenómenos naturales, y
ciertamente produce una alteración en el normal funcionamiento de los
sentidos de los testigos. Estos interpretan el fenómeno como una irrupción
de la dimensión divina dentro de la dimensión histórica o espacio-temporal;
ciertamente en esta "aparición" de Dios los testigos obtienen una revelación
de la personalidad divina y el acontecimiento es suficiente base para producir
efectos decisivos en la vida del grupo humano de los testigos o en las personas
privilegiadas por la teofanía. Lógicamente las palabras son insuficientes para
describir lo experimentado y terminan por expresar el fenómeno en términos
propios de experiencia sensitiva: vieron a Dios, oyeron a Dios, tocaron, olieron
y gustaron algo: fuego, humo, dulzura, etc.
Para nuestro interés que está centrado en obtener datos sobre Dios en la
experiencia vivida por Israel, depositario de la revelación divina en la historia,
las experiencias de teofanías nos ponen de manifiesto que la divinidad
pertenece a una dimensión diferente a la dimensión propia de los hombres. En
efecto, estas "apariciones" que en último término no vienen a serlo porque no
"aparece" nada por cuanto Dios permanece inaccesible, hacen patente la
presencia de Dios que irrumpe en la historia y permiten al hombre ser
consciente de que eso es lo que está ocurriendo. En términos sensibles el
hombre percibe que la divinidad, perteneciente a una dimensión no solo
superior sino totalmente diferente, puede ponerse en contacto con el ser
humano, puede entrar en nuestra dimensión sin perder nada de la suya. Esto
hace que la dimensión divina permanezca tal (inaccesible), pero que, a la vez,
sea conocida por el hombre, captada por él experimentalmente, y le sirva
además, una vez introducida dentro de la dimensión histórica, para establecer
una relación con la divinidad.
En otras palabras: las teofanías son el acontecimiento experiencial que hace
presente a Dios entre los hombres sin que la historicidad del suceso afecte
la trascendencia de Dios. Es decir, la trascendencia de Dios es tal que puede
incorporarse a la historia, puede Introducirse en ella, sin que la temporalidad o
la espacialidad lo afecten en manera alguna en su realidad divina.
Por las teofanías el hombre puede entrar sin duda alguna, en contacto con el
Dios trascendente y, cosa admirable, no por eso el hombre es aniquila- do como
espontáneamente lo podía sospechar. De allí el temor reverencial manifestado
en las experiencias teofánicas por las que se da una sensación de que Dios es
el “tremendo", y a !a vez la sensación de plenitud y realización de poder
acercarse a Dios y establecer relación con Él, base del orgullo comprensible de
los testigos privilegiados.
17

Los rasgos de Dios a través de estas experiencias se acentúan: liberalidad


inconmensurable de la voluntad divina que ha querido acercarse al hombre,
abajarse hasta la historia para darse y con su don acercar al hombre a Sí, esto
es, salvarlo. Maravilloso don de la intimidad divina sin destruir la trascendencia
de su misterio. Dominio total de la divinidad con respecto al mundo, a la
historia, al hombre. Libertad de Dios que interviene cuando quiere, como
quiere; que se manifiesta a quien quiere. Inaccesibilidad divina que si no hubiera
sido por su libérrimo designio, hubiera sido imposible al hombre conocerlo en
orden a la salvación.
En la teofanía de la entrega de su nombre podemos específicamente percibir
que Dios ha querido entregarse Él mismo al hombre (el nombre era la
persona para el semita) para permanecer en la historia ejerciendo su acción
salvífica. Quiere designar su naturaleza con su acción salvífica, quiere ser
llamado no en términos abstractos o filosóficos sino en términos de lo que Él
es para los hombres.
Las teofanías son, por consiguiente, la verdadera "aparición" de la salvación
de Dios en la historia, la garantía de que está con nosotros para que podamos
tener acceso a Él. Las teofanías son la sensibilización de la inmanentización de
la trascendencia divina.
3.2. La Pascua
Unida estrechamente a la liberación de Egipto, la fiesta de la Pascua tiene
un especial significado en la vida religiosa de Israel. Se constituye en el
memorial de la acción salvífica de Yahvéh y, por tal motivo, esta celebración
se convierte en centro importante de la fe israelita.
No nos interesa acercarnos a este tema en búsqueda de sus orígenes
pastoriles y agrarios primitivos, ni nos preocupa la etimología de la palabra
sino el sentido que tuvo para Israel desde los comienzos de su existencia
como pueblo de Yahvéh.
Parece que en el fondo de la cuestión se encuentra una experiencia especial
de Dios que fue expresada por los primitivos israelitas en términos de
banquete y sacrificio cultual.
La interpretación que de esta tradición de la Pascua se presenta en el Éxodo,
parece recoger el sentido legítimo de la experiencia vivida: es la experiencia
del "paso de Yahvéh" sobre los israelitas para salvarlos del exterminio en
Egipto.
¿Qué clase de experiencia de Dios vivieron los primeros celebrantes de la
Pascua? Sometidos a la esclavitud y con la esperanza de una prometida
liberación, parece que Dios "pasó" por las familias israelitas llenándolos
de confianza y seguridad en medio de una gran calamidad que se abatía
sobre la región. En relación estrecha con la promesa de próxima liberación y
de haber sido elegidos para constituirse en el centro de atención de Yahvéh,
los grupos humanos que originaron la tradición de la Pascua debieron
18

experimentar muy profundamente una acción salvadora que claramente


percibieron provenía de Yahvéh. Esta acción divina debió ser una fuerte
señal de confirmación da la presencia de Yahvéh en medio de este grupo de
esclavos.
Podríamos pensar que la experiencia de fondo se refirió a un comienzo de
salvación liberadora todavía en medio de un contexto de esclavitud: prenuncio
y garantía de la liberación del éxodo y confirmación de la intervención de Dios
en la historia con pleno dominio de ella y de las mismas fuerzas de la naturaleza
con vistas a la elección y constitución de un pueblo de su agrado para operar
a través de él todo un proyecto de salvación de carácter superior al de
cualquier beneficio simplemente intramundano.
La expresión de esta misteriosa experiencia de Yahvéh que "pasa" por su
historia para iniciar la salvación, fue plasmada en términos cultuales de
sacrificio y banquete. Puesto que tanto en el sacrificio como en el banquete se
trata de la vida (en el primero se ofrenda, en el segundo se impulsa), parece
que esta experiencia pascual contiene una dimensión fuertemente ligada a la
vida.
Pareciera que la experiencia del paso de Yahvéh significó la preservación de la
vida del grupo humano israelita y le garantizó la subsistencia vital en el futuro,
formas de captación de lo salvífico en sus términos estrictamente materiales.
Es decir, la liberación inicial operada por Yahvéh en el grupo humano israelita
se experimenta como una salvación de la muerte física. En vistas a una
supervivencia posterior de libertad propia de los nómadas.
Quiere esto decir que también en la experiencia del "paso" de Yahvéh, Dios
operó una acción concreta en la historia del grupo humano, acción que fue
comprendida como el don de la vida y primera captación del proceder salvífica
de Dios.
Los hagiógrafos que asumieron las tradiciones primitivas sobre la Pascua,
desde su propia experiencia de la continuidad de la acción salvífica divina,
espiritualizaron el sentido de la misma y la proyectaron hacia el futuro
mesiánico. La Pascua, por consiguiente, se proyecta en términos de salvación
de Dios que promete una nueva vida y anuncia un sacrificio que da esa vida y
un banquete que la alimenta, el banquete de la Sabiduría.
De toda esta experiencia de Dios que "pasa" para salvar y dar a vida, quedan
ciertos rasgos de la divinidad: la profunda relación entre Dios y vida; la
selectividad que Dios hace de sus escogidos para operar la salvación en el
mundo; su intervención omnipotente dentro de los marcos de la historia y de
las fuerzas de la naturaleza; la comunicación de sus designios salvíficos a través
de hechos experienciales que permite sean interpretados en el sentido propio
en que Él quiere lo sean para revelarse así a los hombres; la permanencia y
continuidad de la acción salvífica que permite al hombre la celebración de un
memorial. Dios que se da, Dios que da la vida, su vida; Dios que sin macular
19

su trascendencia "pasa" por la historia y provoca la salvación. Dios de la vida


escatológica, Dios-vida que se ofrece para vida del hombre.
3.3. La Alianza
Que Dios haya intervenido en la historia de un grupo humano para operar
una salvación que básicamente se refiere a la vida, ya es un beneficio muy
grande. Que ese Dios haya querido "aparecerse" a ese grupo humano y
revelarle su intimidad y sus designios salvíficos es un beneficio todavía
mayor; que haya decidido hacer permanente su presencia y su predilección
en la nación de Israel para realizar en él una continua salvación hacia
destinos por el mismo pueblo insospechados, se constituye en un
extraordinario beneficio por parte de Dios. Pero que Dios decida establecer
un trato, un pacto, una alianza con este pueblo uniendo así la dimensión
divina y la humana en una relación de amistad, es algo que solo se le podía
ocurrir a Dios por ser Dios y desear hacer partícipe de Sí mismo a la humanidad.
La alianza, por tratarse de algo tan descabellado corno proyecto humano, es
uno de los temas que más fácilmente garantizan la verdad de las experiencias
de Dios vividas por Israel en su historia. En efecto, difícilmente puede
brotar de la mente humana el figurarse a Dios organizando un tratado con los
hombres, en términos de tanta disparidad. Es, realmente, una manera de
concebir la salvación operada por Dios, en una figura que normalmente no se
podría esperar de la más exaltada imaginación humana.
Dejando de lado esta garantía indirecta de la veracidad de las experiencias de
Dios vividas por Israel, tratemos de comprender cuál es el contenido de fondo
de esta experiencia tan especial de Israel.
En el Antiguo Testamento aparece la alianza de Dios con· Israel realizada en
diversos momentos, como se puede apreciar en el recuento que hace Van
lmschoot en su Teología del Antiguo Testamento, Ed. Fax, Madrid 1969,
pp. 306-311, al considerar 9 relatos de la alianza.
Se trata de una experiencia muy honda de Israel y muy repetida en su
historia. ¿Qué fue, en último término, lo que experimentaron como "alianza''
establecida por Dios con ellos? Pareciera que los grupos humanos fueron
conscientes de una decisión tomada por Yahvéh de vincularse en forma
definitiva y permanente con ellos a la manera como los hombres se vinculan
entre sí.
Fue una conciencia de la voluntad divina que determinó el incorporar la
dimensión humana a la divina estableciendo entre las dos una inseparabilidad
definitiva. La experiencia se refiere al hecho mismo, a la voluntad divina y al
profundo sentido de tal realidad. Se capta, en efecto, en tal experiencia, la ·
finalidad última del designio salvífica que es la incorporación del hombre a la
divinidad.
La experiencia de la alianza constituye en Israel todo un proceso que
posiblemente se inicia en la época de la peregrinación por el desierto, ya que
20

la a lianza sinaítica constituye un momento tan destacado de las tradiciones


de experiencias de Dios. Esta experiencia se proyecta hacia el pasado, hacia
el origen de la nación, proponiendo la alianza de los patriarcas, es decir,
ubicando la experiencia de alianza como uno de los fenómenos más primarios
y primitivos de la historia de Israel; y se proyecta también hacia el futuro, hacia
la nueva alianza prenunciada por Jeremías (31), con lo cual se propone esta
experiencia como el centro de la relación de Dios con el hombre. Y
permanentemente Israel mantuvo conciencia de la vinculación establecida
con Dios.
Es la experiencia no ya de una acción salvífica momentánea, ni siquiera de una
salvación continuada durante algunos períodos de la historia; sino de la
inseparabilidad del hombre con respecto a Dios por haber éste decidido
vincularse indisolublemente con el hombre.
Es la experiencia del amor infinito de Dios, de la elección libérrima del
desposorio organizado por Él con el hombre para entregarse al hombre y
recibir a su vez el amor del hombre como término de su plenitud.
Es la experiencia de lo más misterioso pero lo más maravilloso de Dios: su ser
amor, don, entrega, comunicación, vinculación, inseparabilidad.
Es la experiencia que sintetiza las demás experiencias de Israel porque cierra
el ciclo de los dones de Dios en el retorno del hombre a Él.
La trascendencia inaccesible de Dios, su misma divinidad, su unicidad
absoluta, todo ello se pone al alcance de la mano de su aliado. Es la
inmanentización palpable de la trascendencia a través de un fenómeno de
vinculación libre por parte de Dios y libre por parte del hombre. Y así
experimenta Israel todo el sentido de la vida, de la historia, del mundo, en
términos de esta relación indisoluble entre Dios y el hombre. De tal manera
que la creación es concebida como la creación, por parte de Dios, de aquel
que va a ser su a liado y con quien establece esa alianza desde el principio; el
rechazo de Dios por el pecado es el rompimiento de la alianza; y la renovación
continua de la alianza por parte de Dios significa que el hombre es la
contraparte infiel, que no logra entender vitalmente que toda su razón de ser
y !a única culminación de su destino se encuentra en el mantener, afianzar y
hacer realidad definitiva esa alianza, esa relación indisoluble con Dios.
Para quienes experimentaron vitalmente en su existencia la acción histórica
de Dios que establecía la alianza con ellos, debió ser un acontecimiento
inconcebible que debió asombrarlos por lo inusitado de las pretensiones
divinas y por lo que significaba pertenecer a Dios como Dios se hacía
perteneciente a ellos: "Tú serás mi pueblo, yo seré tu Dios''. Experiencia, en
síntesis, de mutua posesión, con todo lo que esto implica de disponibilidad
del Dios trascendente para los hombres y de terminalidad del hombre como
posesión de Dios: el hombre que realiza su finalización en la otra dimensión,
la de la trascendencia.
21

En esta experiencia de la alianza los rasgos de Dios concentran todas las


características antes enunciadas. Pero muy de manifiesto se pone el amor
infinito de Dios, su voluntad salvífica, su carácter de ser don y comunicación,
el sentido propio de su trascendencia que puede incorporarse a lo intramundano
e incorporar lo mundano a su dimensión sin que esa misma trascendencia sufra
menoscabo alguno; es el Dios de la unión con el hombre, el Dios de la
misericordia infinita, el Dios de la fidelidad y la permanencia, el Dios de la
indisolubilidad, el Dios del pasado, del presente y del futuro.
Las mismas reacciones de Israel frente al maravilloso don de Dios en la
alianza, ponen de manifiesto la magnitud de los rasgos divinos de amor y de
bondad. Es el Dios de quien puede fiarse el hombre absolutamente . Es el
Dios compañía inseparable del hombre. Es el Dios que garantiza sentido a la
vida y estabilidad total a pesar de todas las posibles vicisitudes. Es el Dios que
da sentido al vivir y al morir, y quien da sentido a la libertad humana por cuanto
por la fidelidad del hombre a la alianza -fruto de la libertad humana-, el
hombre logra que su libertad pueda ser en servicio de su realización. Es el Dios
para el hombre que permite al hombre comprender que ser hombre es ser para
Dios. Tal es el Dios de la alianza.
3.4. La Ley
En el Antiguo Testamento la Ley ocupa un lugar preponderante como
elemento fundamental de la vida religiosa de Israel no entendida como la serie
de prescripciones legales que regulan el funcionamiento de la sociedad, sino
como una entidad diferente, superior, referida directamente a Yahvéh.
Las tradic1ones recogidas por los hagiógrafos presentan al menos un momento
fundamental en la peregrinación por el desierto, dentro de la teofanía sinaítica
y en estrecha relación con la alianza, momento referido a la Ley que Yahvéh
entrega a su pueblo.
Los exegetas discuten, con razón, sobre el significado mismo de la "ley",
por cuanto parece que las tradiciones primitivas referentes a la entrega de la
"Ley", se refieran más bien a "palabras" que a preceptos. El sentido de "ley"
sería muy posterior y relacionado con el orden ético de Israel a partir de la
relación fundamental que sí se establece en la experiencia primera respecto a
este don de Yahvéh, como es la profunda religiosidad que unifica la vida toda
del pueblo israelita.
En búsqueda de la experiencia fundamental que está a la base de la
concepción religiosa sacral del derecho natural y positivo por parte de Israel,
podemos sospechar que se trató de una comprensión, desde la alianza, desde
la total y absoluta sacralidad de toda la vida humana, de toda la actividad del
hombre, o en otros términos, de la plena autonomía de todo el orden "profano"
por cuanto todo él está referido al Dios de la alianza.
La experiencia de Israel en su ley parece ser, entonces, la apreciación refleja
-pero inducida por Dios- de que el orden ético no es ajeno a la relación con
Dios. En términos de experiencia de la alianza, es obvio que la relación
22

indisoluble establecida entre las dos partes, determina que nada ocurra en
una de ellas que no afecte en alguna forma a la otra. En términos de actividad
ética, lógicamente puede Israel percibir que su comportamiento beneficia o
perjudica su relación con Dios. Un proceder contrario a las características de
su contraparte Dios, hace que la relación se deteriore; un proceder conforme a
Él, fortalece la relación.
Parece, entonces, que Israel vivió permanentemente una experiencia profunda
de comprensión de su comportamiento en términos religiosos de alianza. Esta
experiencia parece que fue especialmente intensa en aquellos momentos en que
experimentó la intervención divina para establecimiento o renovación de la
alianza. Pero es una constante experiencial en todo el Antiguo Testamento.
Los rasgos de Dios que se descubren a través de esta experiencia de la
relación íntima entre el comportamiento ético y el progreso o el decaimiento de
la vinculación con Dios, pueden centrarse en la manifestación de la voluntad
divina, de su santidad moral y de su misma perfección. Si Dios quiere al
hombre como es Él mismo, claramente se pone de manifiesto que Él es
término de plenitud. La imperfección misma del hombre hace resaltar su
perfección. Es el Dios que expresa su voluntad al entregar a su pueblo las
"palabras" que conducen a una vida acorde con la alianza. Es el Dios que
exige a su aliado una cercanía no de tipo teórico sino vital. Es al mismo
tiempo el Dios que conoce la debilidad humana y perdona tantas veces a
su pueblo para que la salvación se opere más por misericordia que por fidelidad
humana a la alianza. Es el Dios que orienta al hombre indicándole caminos de
operatividad del bien, caminos que llevan a la fuente de todo bien. El Dios de
la ley es el Dios pedagogo que conduce a su pueblo-niño hacia la maduración
de un encuentro con Él en la ordinaria actividad humana.
3.5. los tiempos, objetos y lugares
La experiencia de Dios no acontece únicamente en relación con ciertos
acontecimientos de la historia o ciertos elementos de gran importancia en la vida
religiosa de Israel. También los tiempos, los objetos y los lugares parecen
ofrecer datos sobre la experiencia vivida por los israelitas.
Evidentemente hay algunos de estos elementos que adquieren especial
relevancia.
Entre los tiempos se pueden contar las fiestas y las celebraciones litúrgicas.
Entre los objetos el arca y los elementos para el culto. Entre los lugares, los
sitios de las teofanías, los santuarios y el templo.
¿Qué hay detrás de todo esto en cuanto a experiencia de Dios que se
revela?
Las fiestas y celebraciones litúrgicas tienen origen inicialmente en el normal
proceder de los pueblos primitivos, acostumbrados a celebrar acontecimientos
de importancia en sus vidas, como las cosechas o las victorias, o momentos
decisivos de su historia. Pero posteriormente, cambiada la interpretación de la
23

vida por la experiencia de Yahvéh, los israelitas comprenden que la


celebración festiva y litúrgica -que se hacen inseparables con el tiempo-
constituyen un momento de intensificación de la relación con su Dios, quien ha
dado sentido a esas celebraciones en cuanto obró los acontecimientos que los
motivaron.
Así el contenido de la experiencia divina para quienes la vivieron en sus
orígenes, se refiere a la captación de Yahvéh que opera en los fenómenos
naturales como en aquellos que desarrollan el proceso histórico de salvación
de Israel y por eso la festividad israelita siente la presencia de Yahvéh en una
manera muy especial, llevando al hombre de fe a rendir culto a su Señor
con motivo del memorial de los acontecimientos festejados.
En la celebración litúrgica Yahvéh se hace presente de manera especial: es
la experiencia que los israelitas tienen de la cercanía de su Dios para ser
adorado, momento esencial de la relación de alianza y de respuesta en la fe.
Dios "baja" para ser celebrado y así el israelita puede entrar en contacto
directo y cercano con su Dios a través de la celebración litúrgica.
Pero Dios no está únicamente en estos momentos sagrados, especial
mente sagrados de la vida de Israel. Dios está también en algunos objetos
que adquieren especial significado para Israel: está en los elementos de la
naturaleza, sometidos ellos a dominio total por parte de Yahvéh; está en el
maná, en las tablas de la alianza y en el bastón de Moisés conservados en
el arca; está Dios en la misma arca llamada de la alianza. No se trata,
evidentemente; de una toma de posesión divina por parte de los objetos.
En realidad ellos son símbolos, para Israel, de la acción salvífica de Dios. Y
la relación de estos objetos con la acción de Dios es lo que hace a los
israelitas considerarlos como especialmente sagrados y como especialmente
vinculados con la presencia y acción salvadora de Yahvéh. Especialmente
el arca viene a constituirse en el "lugar" de la morada de Yahvéh, y su
cercanía está impregnada de presencia de Yahvéh.
La experiencia de fondo en este respeto reverencial a ciertos objetos de
especial sacralidad para Israel, parece haber sido en relación con una
continuidad de proyección de la presencia divina con relación a los objetos
"tocados" por la acción de Dios que se incorporó a la historia. Es decir: tan
intensa fue la presencia activa de Yahvéh en un determinado momento, que
algo de esa presencia quedó impregnando los objetos con que entró en
relación. Recuérdese a este respecto el interés de algunos privilegiados
testigos de teofanías por "consagrar" o ungir con aceite las piedras sobre
las que reposaban cuando Yahvéh los visitó.
Se trata, pues, de una experiencia de la profundidad e intensidad de la
presencia de Dios que penetra hasta afectar el mismo mundo material.
Algo semejante ocurre con los lugares sagrados: inicialmente se rendía culto
a los dioses en los "altos" o alturas de los montes quizás por considerar el lugar
más apropiado por su relativa cercanía con el dios que habitaba en los cielos.
24

Para Israel tuvo sentido adorar a Yahvéh en las alturas porque Él es e! Altísimo,
el que está por encima de todas las cosas, y porque en esos lugares la misma
soledad y la naturaleza ayudaban a la disposición de ánimo propia de un
momento de oración.
Pero el templo fue por excelencia la "casa de Yahvéh", donde Dios quiso
habitar con su pueblo, después de dejarse "convencer" por David. Israel
experimentó siempre la presencia y la acción de Dios con especial fuerza en su
templo, aunque también en algunos famosos santuarios donde Profetas de
gran fortaleza religiosa rendían culto a Yahvéh.
¿Qué clase de experiencia fue ésta? Reflejo de la alianza; lsrael sintió que Dios,
fiel a ella, estaba presente en el centro de su vida, guiando sus destinos en el
sedentarismo como los había guiado en el desierto. Experiencia de inmensa
cercanía que nunca fue manipulable. Cercanía para la relación de adoración,
para escuchar las súplicas de su pueblo escogido, para estar atento a la
protección de su pueblo. El templo, como verdadera morada de la divinidad,
permitió a muchas generaciones de israelitas sencillos desarrollar una
verdadera religión de gran profundidad espiritual y de honda comprensión
experimental de Yahvéh Dios. Lo mismo que fue el centro de la reflexión de
muchos teólogos israelitas, admirados en su fe de la bondad de Dios que
quiso "poner su tienda" y habitar en medio de ellos.
Rasgos de Dios en estas experiencias revelatorias a través de tiempos, objetos
y lugares son aquellos que muestran con especial sencillez la accesibilidad de
Dios, su bondadosa cercanía al pueblo, su disponibilidad para entrar en el
profundo trato que se establece con la adoración. Dios que está en los espacios
de nuestra vida, en los lugares que frecuentamos, en las cosas que tratamos.
Es el Dios omnipresente y especialmente presente en ocasiones de
intensificación de nuestra vida espiritual Dios trascendente al alcance de las
posibilidades del más humilde y sencillo de los hombres.
Es el Dios que conoce el corazón humano y sabe la importancia que para el
hombre tiene el celebrar los momentos importantes de su vida y el encontrar
facilidad para relacionarse en su Dios en cualquier momento y lugar.
3.6. Conclusión
Los elementos fundamentales de la vida religiosa de Israel nos permiten tener
acceso a experiencias de gran trascendencia en el proceso revelatorio de Dios
a ese pueblo.
La institucionalización de estos elementos y su permanencia durante tantos
siglos garantizó la conservación de los aspectos fundamentales de las
experiencias vividas.
Así podemos hoy, a distancia de siglos, encontrar rasgos tan maravillosos de
la revelación divina como los que hemos enumerado, y que nos permiten ir
delineando el verdadero rostro del Dios del Antiguo Testamento.
4. LAS PERSONAS FUNDAMENTALES EN LA VIDA DE ISRAEL
25

4.1. Los Profetas


Ya hemos hablado de los Profetas en cierta manera cuando explicamos la
manera como ocurrió el fenómeno de la Revelación en Israel Pero, tratándose
de personas de tanta trascendencia en la vida de Israel, conviene una
consideración aparte que nos ayude a buscar un aspecto nuclear de la
experiencia de Dios a través de estos personajes, con el fin de tratar de señalar
los rasgos del Dios que se revela.
Puede afirmarse que los Profetas fueron en Israel los personajes escogidos
por Dios para transmitir su revelación al pueblo. En esta categoría podemos
concluir, entonces, con toda razón pero en sentido lato, a los grandes
líderes de Israel que realizaron su misión, su ministerio de portadores de la
palabra de Yahvéh, tales como Moisés, David e incluso los Patriarcas. Esta
aclaración es necesaria por cuanto el Profetismo en sentido estricto está
reservado a quienes vivieron cierto tipo de fenómenos Inducidos por Yahvéh
pero con una misión determinada en un momento histórico definido, en
circunstancias no aplicables a otro género de líderes espirituales de Israel
El fenómeno profético en sentido estricto incluye casi siempre visiones y
audiciones de sentido simbólico y el oráculo como especie de comunicado de
Yahvéh al pueblo para realización de una acción concreta. No así en
personajes como Moisés, Josué, David en muchas de sus actuaciones o
los Patriarcas en la mayoría de los casos.
Se trata, pues, del Profetismo en sentido lato. Y buscamos el núcleo de la
experiencia profética para buscar allí rasgos de Dios que se revela.
Pareciera que el centro de la experiencia profética, qué es al mismo tiempo
el rasgo común del profetismo. se ubica en la producción de un fenómeno
síquico personal inducido por Yahvéh y que sacude la estructura de la
personalidad de! profeta hasta ponerlo cara a cara frente a Yahvé que lo
interpela solicitándole acepte con su libertad el servir de porta-voz humano a
la divinidad con respecto al resto de la comunidad del pueblo escogido.
Nos encontramos, entonces, ante el hecho de una acción directa de Dios
en una persona. Es la experiencia de Dios por excelencia. Es característico
que tal experiencia no ocurre por voluntad del hombre sino por iniciativa
divina. Es Dios quien escoge, llama a su profeta. El mismo llamamiento o
vocación es y a una manifestación de Dios a la persona. El profeta "sabe"
experiencialmente que se trata de Dios. No son los efectos síquicos los que
determinan la importancia de la experiencia, sino el hecho mismo de que
Dios entre en comunicación con una persona. Lo admirable es que Dios se
"introduzca" en la interioridad de una persona humana para establecer allí una
especie de diálogo que no es necesariamente verbal.
En efecto: tratando de entender cómo ocurría el fenómeno de la acción de Dios
en el profeta, podemos decir que la presencia de la divinidad al tomar
contacto con el siquismo de la persona, de tal manera es intensa, que no
necesita expresarse en palabras: el profeta experimenta, es decir, todo su ser
26

es asumido por la presencia de Dios, es como incorporado dentro de la


divinidad y la divinidad lo penetra todo. En medio de esa unión físico-síquica
del profeta con la divinidad, en medio de esa total compenetración Dios profeta,
ocurre la captación que el profeta obtiene de las ideas de Dios (de lo que
Dios piensa) y de la voluntad y sentimientos de Dios (de lo que Dios quiere).
Se supone que esa irrupción que hace Dios con su presencia en el siquismo
del profeta, no impide la libertad del mismo . De modo que la compenetración
que acabamos de señalar solo es posible cuando la libertad humana ha
aceptado en fe a la divinidad y, por consiguiente, ya no se trata sólo de Dios
que invade a la persona sino también de la persona que se entrega a
esa divinidad que lo incauta.
Se trata, pues, de una profundísima relación interpersonal entre la divinidad y
el profeta (Cfr. Van Rad, Teología del Antiguo Testamento, II, Sígueme,
Salamanca 1972, pp. 86-87).
En esa sublime compenetración entre Dios y el profeta, en la que no es
necesaria una comunicación verbal, el profeta se hace partícipe de los
elementos de la interioridad divina que Yahvéh le quiere participar. El
profeta trata después de expresar esos elementos y. evidentemente, se
queda corto en palabras o en gestos, en expresiones o símbolos para
manifestar en lenguaje humano algo que verdaderamente es inexpresable,
inefable. incomunicable. El profeta puede dar testimonio de su experiencia,
pero, evidentemente, es incapaz de trasmitirla en el sentido estricto de la
palabra.
El grado de compenetración del profeta con Dios varía según el don de Dios
y la respuesta del profeta. Y no necesariamente es algo permanente: puede
ser transitorio. De todas maneras un acercamiento tal a la divinidad sacude
la vida humana del profeta, no lo deja inmutado en su ser y en su quehacer
Y es tan fuerte el impacto que su acción de "profetizar", esto es, su acción de
transmitir al pueblo el pensamiento y la voluntad de Dios experimentadas en su
trance profético, lo constituyen en un verdadero guía espiritual de la comunidad.
Su personalidad, antes normal generalmente, se transforma en una
personalidad poderosísima a partir de la experiencia de Dios, lo que le permite
producir con su testimonio de esa experiencia, toda una sacudida social o
política en medio del pueblo. En otras palabras, la locución de Dios al pueblo
por medio de los profetas, no es una simple comunicación verbal. La Palabra
de Dios se constituye, a través de la experiencia profética, en una Palabra eficaz
que afecta la historia humana.
Así "habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas". Nos queda
el trabajo de tratar de percibir los rasgos de Dios en esa locución por medio
de los profetas. ¿Cómo se nos presenta el Dios de los profetas? ¿Qué rasgos
principales se deducen de esta experiencia maravillosa?
Quizás lo primero que se pone de manifiesto en la experiencia profética es el
rasgo de Dios como entrega-de-sí en cuanto se "da" al profeta. Entrega-de-sí
27

por libre iniciativa propia y con la única intención de establecer una relación
de mutua entrega en que el beneficiado es el hombre por cuanto es elevado
a la interioridad divina. Este rasgo es el que algunos profetas trata de expresar
en el símbolo matrimonial: mutua entrega y posesión. Dios es amor.
Es también evidente otro rasgo de Dios en este tipo de experiencia: la
personalidad intelectual y volitiva de Dios. Porque claramente el profeta
percibe los planes de Dios, sus "ideas", sus "pensamientos", sus "designios",
a la vez que se hace partícipe de los sentimientos de Dios y capta su "voluntad",
sus "decisiones", sus "propósitos". sus "intenciones", sus "reacciones síquicas"
si así nos podemos expresar, reacciones ante el proceder humano.
Es a través de la experiencia profética como más nítidamente se logra penetrar
en algunos sentimientos divinos repetidamente consignados en la Sagrada
Escritura: la bondad y misericordia, la fidelidad, la justicia, la "ira", los 'celos",
etc.
Otro rasgo bastante manifiesto a través de la experiencia profética es el de la
santidad de Dios; La cercanía del profeta con respecto a la divinidad le hace
percibir aquello que es lo específico de Dios, aquello por lo que Dios es Dios.
Y lo expresa con el concepto de santidad. Corresponde a la más íntima
interioridad divina y viene a ser aquello que separa a Dios de todo lo que no es
Dios, aquello que lo distingue de todo lo que no es Él, aquello que lo
constituye Dios. Cuando el profeta indica que Dios es santo, está diciendo
que Dios es Dios, que no es nada de lo distinto a Él. Está expresando su
carácter de "totalmente otro", de inaccesibilidad, de infinitud inalcanzable, de
absolutez, de trascendencia, de plenitud, de perfección total, definitiva y
absoluta en toda hipótesis, ante quien no cabe otra actitud que la de adoración
y alabanza , sobrecogimiento agradecido por la maravilla de ser Él quien es, y
que en último término, a pesar de la revelación operada por la experiencia
profética, es el Misterio adorable puesto por su bondad al alcance del hombre
pero siempre Misterio Santo, interioridad e intimidad inaccesible y maravillosa
que Él ha aproximado al hombre para salvar al hombre.
La experiencia profética nos sintetiza, por consiguiente, aquello que es la
revelación verdadera de Dios: entrega de la divinidad al hombre para salvarlo.
Entrega en experiencia profundísima que sublima todas las potencias humanas
y que es don de Dios absolutamente gratuito y libérrimo. desbordamiento
maravilloso e incomprensible de su amor.
4.2. los Reyes, los Sacerdotes, el Pueblo
Los líderes espirituales del pueblo escogido fueron simultáneamente líderes
sociales y políticos. Es decir, Israel siempre fue conducido por los caminos
de Dios, por las personas que Él mismo había dispuesto para realizar esta
misión de conducción a través de las épocas. Así lo manifiestan las tradiciones
del Antiguo Testamento.
Ahora bien: la función ejercida por los gobernantes - que hemos designado
genéricamente con el nombre de "reyes", y la importante función de los
28

sacerdotes en la vida de Israel, hace pensar que estas dos clases de


personajes debieron vivir una experiencia de Dios que los constituyó en guías
políticos y religiosos del pueblo escogido.
No quiere esto decir que todos los gobernantes y todos los sacerdotes en la
historia de Israel hayan sido personas en las que Yahvéh haya inducido una
experiencia especial. Evidentemente nos referimos a ciertos personajes que
incidieron notoriamente en la constitución del pueblo, en su conducción por los
caminos históricos, y en el liderazgo en momentos claves y decisivos de la
historia de Israel.
Al tratar la experiencia de estos dos tipos de personajes en una misma unidad,
expresamente pretendo prescindir el carácter "sagrado" que se podía dar
a los sacerdotes si el asunto se mira con ojos de una teología
sacerdotalizante. Porque parece claro que en Israel igual carácter sagrado
presentan los reyes, y aun mucho más acentuado, si nos atenemos a las
tradiciones más primitivas del Antiguo Testamento.
¿Cuál puede ser el núcleo de la experiencia vivida por reyes y sacerdotes
de los que el Antiguo Testamento habla como "escogidos por Yahvéh" para
misiones como la conducción del pueblo y la manutención de la religión
institucionalizada en la que el pueblo vivía religiosamente su alianza con
Yahvéh?
Prescindiendo de aquellos sacerdotes y reyes que vivieron la experiencia
profética ya considerada, pareciera que en el caso de la realeza y del
sacerdocio israelitas debió haber una experiencia de tipo carismático en que
la presencia divina intensificó su acción -no ya en términos de
compenetración síquica como en el caso de los profetas- para capacitar a
estos personajes en orden a la realización de una misión concreta dentro del
pueblo.
Estos "ungidos" de Yahvéh debieron experimentar un impulso divino que
modificaba sus cualidades humanas y sociales y las sublimaba hasta
capacitarlos para el ministerio que el pueblo necesitaba en su normal
desarrollo histórico y religioso.
Debió existir esta experiencia desde que el pueblo reconoció fácilmente a estos
guías como escogidos por Yahvéh para esas funciones, y por cuanto ellos
las ejercieron en nombre de Yahvéh, con autoridad no nacida de sí mismos
sino provocada por la acción de Dios en ellos.
La experiencia de Dios en estas personas exigió también de parte suya una
libre aceptación y posteriormente el ejercicio continuado de la misión o
ministerio encomendados. En el fondo debió tratarse de la percepción de un
don de Dios específico y orientado al beneficio de la comunidad, especialmente
en actividades que de por sí nada mostraban de extraordinario pero que,
dentro del concepto de la alianza, necesariamente estaban referidas a la
vivencia del pueblo en su fidelidad a Yahvéh, tanto a través de las acciones
políticas y militares como a través de las acciones cultuales.
29

Los rasgos de Dios en estas experiencias no tienen la intensidad de


aquellos que se perciben por medio del profetismo. Pero precisamente por
su normalidad y cotidianidad permiten apreciar otros aspectos de la divinidad:
la profunda relación entre la vida ordinaria de un pueblo con la alianza
maravillosa entre Dios y el hombre para salvación de éste. La solicitud
permanente de Dios para guiar por la historia a su pueblo. La continua presencia
de Dios en las personas para la ejecución dé sus decisiones, sin alterar el
ejercicio de la libertad humana; la fiel providencia de Yahvéh que pone los
medios para que el pueblo tenga los recursos necesarios para ser fiel
a la alianza y a través de circunstancias favorables de tipo social, político y
religioso, esté en condiciones de mantener su relación con Dios.
En cuanto al "pueblo" como personaje fundamental de toda esta historia
salvífica, conviene hacer alguna consideración: fácilmente generalizamos y
masificamos mentalmente a multitud de personas cuando hablamos del
"pueblo". Y en realidad este pueblo fue precisamente el personaje central de
toda esta historia.
Evidentemente no podemos identificar al pueblo con todas y cada una de las
personas que conformaron a Israel en todo su transcurrir histórico. Se trata
de aquel grupo o comunidad que fue el destinatario de la revelación y que,
con base en el testimonio de aquellos que tuvieron la experiencia directa de
la comunicación con Dios, respondieron en fe a Yahvéh y se pusieron a
su disposición para la realización de sus designios.
Se podría discutir si en determinados momentos de la historia de Israel hubo
experiencias colectivas de la divinidad. A mi modo de ver, esto presentaría
graves dificultades en la interpretación del Antiguo Testamento. Pero si las
hubo, tanto mejor. Para nuestro interés basta la afirmación anterior.
¿Cuál pudo ser, en el fondo, el núcleo de la experiencia de Dios vivida por
el pueblo?
Pareciera ser la profunda sensación comunitaria en la relación con Dios: el
pueblo experimenta que é l como comunidad es el escogido por Yahvéh
para hacerlo destinatario de la promesa y de la alianza , para hacerlo contra-
parte del pacto de amor, depositario de la maravillosa revelación de Dios.
Israel sabe muy bien, como lo reconocen los mismos privilegiados que
tienen acceso directo a Yahvéh, que Dios ha escogido a la comunidad de
personas que integran el pueblo, para entrar en relación con El y ser los
gestores de la historia salvífica. La misma fórmula de la alianza lo designa
claramente: “Tú serás mi pueblo-yo seré tu Dios".
Precisamente esta conciencia de pueblo escogido es la que permite a Israel
un desarrollo como nación unitaria a pesar de la primitiva organización tribal.
Todo el derecho israelita, profunda mente relacionado con su fidelidad a la
alianza, es considerado por ellos como su Ley , la Ley de la Alianza,
propiedad de la comunidad entera y enderezada a su orgánico funcionamiento.
La experiencia de comunitariedad de la relación con Yahvéh hace que los
30

miembros del pueblo confieran a su fe una dimensión verdaderamente social,


de participación y cohesión inmensa que han permitido a Israel su
subsistencia a través de 40 siglos. Muy' intenso y decisivo debió ser,
entonces, el sentido comunitario de la experiencia de Dios y la societariedad
de la fe compartida, por cuanto ha sido el fundamento decisivo para mantener
unida a esta comunidad de personas durante tantos siglos y a través de tantas
vicisitudes.
A través de esta experiencia de sesgo tan marcadamente comunitario se
refleja el sentido social de la relación de Dios con el hombre: es la comunidad
la destinataria de su revelación, de su elección, de su salvación. Dios quiere
que su relación con el hombre sea relación con el hombre en cuanto
constituido en grupo humano ligado por la misma fe en respuesta al mismo
don de Dios. La salvación de Dios no es individualista sino universalista,
y la misma comunidad escogida es mediadora de su fe ante las comunidades
circundantes en cuanto da testimonio de las maravillas que Dios opera dentro
de ella .
Dios quiere una respuesta del hombre no sólo en términos de religión
individual sino en términos de grupo que responde en una historia común
al don divino. De allí que a Dios agrade el culto del pueblo, la adoración
pública y la celebración comunitaria de la fe. El mismo hombre es beneficiado
de esta voluntad salvífica comunitaria, por cuanto su ser naturalmente
societario se siente fortalecido por la unión de las fuerzas espirituales
generalmente debilitadas cuando le faltan las ayudas de la religión institucional
y la estructura que expresa en símbolos visibles, perceptibles, la fe común.
4.3. Conclusión
Las personas fundamentales en la vida de Israel son los actores inmediatos
de la acción de Dios en la historia. La experiencia personal (acaso también
la colectiva) y la vivencia comunitaria de la fe, han sido el medio vital que
ha permitido llegara hasta nosotros la revelación de Dios a través del
testimonio de las experiencias vividas por estas personas escogidas por Dios
para manifestarse a los hombres.
5. FORMAS FUNDAMENTALES EN LA VIDA DE ISRAEL
5.1. La oración
La profundidad e intensidad de la experiencia de un Dios tan cercano que
penetra en las personas, en sus vidas, en su historia; y las características de
ese Dios experimentado vivencialmente y al que se ha respondido en fe y en
entrega de amor, llevan necesariamente a Israel a dirigirse a ese Dios en un
trato de proximidad y amistad con diversa motivación pero en último término
en forma de oración.
La experiencia vivida de la infinita santidad de Dios y de inaccesible
trascendencia hace reaccionar a Israel en oración de alabanza y adoración: se
bendice y se agradece a Dios y se glorifica y se exalta por ser quien es, por
31

su bondad y su misericordia, por su poder y su magnificencia, por su amor y


por sus obras. Correlativamente podríamos decir que la oración de alabanza
y adoración de Israel proviene de una profundísima experiencia de la santidad
divina y de su trascendencia. Y estos son precisamente los rasgos de Dios
que se traslucen a través de esta experiencia de Israel que ora para alabar y
adorar a Dios.
En la oración de súplica, muy frecuente también en Israel, se pone de
manifiesto la experiencia de un Dios omnipotente y cercano, dueño y señor de
todas las cosas, capaz de modificar los acontecimientos y de atender a la
necesidad de quien suplica. Es grande la fe de quien ora en actitud de súplica.
Fe fortalecida por la vivencia de la intervención de Dios en la vida de los
hombres. Conciencia del designio salvífica y de la bondad amorosa de Dios.
Comprensión de los sentimientos divinos y simpática percepción que logra el
hombre de los "puntos débiles" de Dios por cuanto trata de "conmoverlo" con
la argumentación de su plegaria. Aquí se llega a descubrir ¡cuán cerca sentía
Israel a Yahvéh y cuán convencido estaba de la fidelidad de Dios a su promesa,
a su elección y a su alianza!
En la oración de acción de gracias el trato de Israel con Yahvéh manifiesta
la experiencia de efectividad de la súplica y, por tanto, que Yahvéh escucha
la oración de Israel. Experiencia de la cercanía de Dios y de su bondad, lo
mismo que de su predilección por Israel y de su providente preocupación por
el beneficio de su pueblo escogido. La gratitud ante Yahvéh denota la
interpretación de la vida desde la fe, la percepción de los acontecimientos
como co-actuados por Dios y por el hombre. En esta experiencia de oración
de acción de gracias se hace evidente la conciencia de Israel de la
intervención de Dios en la historia y de la garantía de su esperanza.
Existen otros tipos de oración motivados por la figura real o por la
expectación mesiánica. En esta clase de oración, como en algunas otras
formas de dirigirse a Dios por motivación diversa, Israel profundiza en su
experiencia de la trascendencia y de la inmanencia divinas: es la comprensión
del mismo pueblo en términos de comunidad de salvación presidida por el
ungido de Yahvéh para salvación permanente y progreso en el "conocimiento"
de Dios, es decir, en la íntima relación de amor de Yahvéh. Es la experiencia
de un futuro salvífico en base a la salvación pasada y presente; experiencia de
futuro vivencializada en la proyección de la esperanza mesiánica. Israel percibe
a Dios operando la salvación en el futuro y llevando a plenitud la obra iniciada.
Es la comprensión de Dios como plenitud del hombre y de la historia, es la
experiencia de la liberación integral y definitiva del hombre por la bondad de
Dios.
Vivir una experiencia de Dios como le ocurrió a Israel, es imposible sin una
vida de oración. La oración es el clima propicio para experimentar a Dios
cuando Él decide comunicarse al hombre; y la oración es el ambiente en que
ocurre la experiencia, o mejor, la experiencia de Dios es la plenitud de la
oración en cuanto es un intercambio de intimidad con Dios, es el tiempo de
32

la mutua entrega en los niveles más profundos del siquismo humano. Además
la oración es el ámbito en que la experiencia de Dios se desarrolla, se hace
permanente y culmina. De allí que Israel vivió en oración toda su historia,
porque toda su historia fue una continua comunicación con Dios, con
momentos de intensidad, siempre en crecimiento y en tensión hacia la
plenitud de entrega de Dios que correspondería a la plenitud de la entrega del
hombre. La oración de Israel es todo un testimonio de su experiencia de Dios,
y es una de las expresiones humanas que más datos nos suministra sobre el
Dios experimentado en todo el trayecto histórico de los hombres privilegiados a
quienes Dios se comunicó.
Los epítetos con que Israel designa a Yahvéh en su oración y la manera como
describe las acciones divinas, manifiestan el sentido de la experiencia de Dios
vivida por Israel. Los nombres de Dios, los sentimientos de Dios, los atributos
de Dios, los designios de Dios, todo ello aflora en la oración de Israel con tal
intensidad y con tanto poder descriptivo, que ciertamente no puede provenir
sino de una muy profunda y extensa experiencia de la divinidad. Es tan sentida
y tan vívida la oración de Israel que culmina en poesía, una de las ms
maravillosas de la historia de la literatura universal, de manera que hasta la
expresión literaria se benefició de la magnitud de la experiencia de Israel.
5.2. La Sabiduría
Las tradiciones sapienciales de Israel son también, como la oración, una forma
en la que es posible descubrir rasgos de Dios provenientes de una experiencia
de Dios que acentuó su influjo en el entendimiento humano.
Es evidente que Israel, como todos los pueblos, posee una sabiduría popular,
nacida de la reflexión de los pensadores sobre los acontecimientos de la vida y
sobre los interrogantes de todo ser humano, propios de quien usa el
entendimiento para entender la razón de la existencia, su origen y su
destino.
Pero la experiencia de Dios vivida por tantos hombres en el pueblo de Israel,
y la f vivida como respuesta a Yahvéh presente y actuante en la historia, tenía
que afectar de manera especialmente notoria la reflexión de los pensado res de
este pueblo privilegiado.
Algo de esta sabiduría proveniente de la experiencia de Dios se encuentra
dispersa por todos los libros del Antiguo Testamento. Y especialmente
concentrada se encuentra en los libros Sapienciales, mezclada con la sabiduría
popular del pueblo de Israel.
¿Cuál puede haber sido el núcleo de la experiencia de Dios que incidió en la
reflexión de los sabios? Pareciera ser la captación de Dios como Sabiduría
infinita, lo que hizo descubrir al hombre de fe que toda sabiduría humana es
participación de la divina .
Algunos profetas, o algunos de los hombres especialmente escogidos por
Dios para inducirles la experiencia de su presencia y de su acción, vivieron este
33

fenómeno de la acción de Dios en ellos en términos de participación de la


sabiduría divina. Tal es el caso de Salomón. Debió ser una experiencia en que
la compenetración con la divinidad produjo en el hombre una verdadera
elevación de su entendimiento hasta comprender todas las cosas con
categorías similares a las del mismo Dios. Experiencia maravillosa en que el
hombre penetró algo en el misterio insondable de la vida divina y logró, a la
luz de tal comprensión, entender la vida, la historia, al mismo hombre, al mundo
entero en los términos en que Dios los comprende.
Algo de esta comprensión de Dios y de todo lo que no es Dios a la luz del
conocimiento divino, es lo que nos han dejado los autores sapienciales, tratando
de expresar en términos filosóficos (los más adecuados para ello, quizás) el
fruto de su experiencia.
De allí que los rasgos de Dios, fruto de la experiencia sapiencial, aparezcan
más elaborados por la reflexión filosófica, y por el mismo hecho de que estas
tradiciones sapienciales recibieron la redacción última en una época ya influida
por la filosofía griega. Pero la elaboración filosófica no oculta los datos
maravillosos sobre el Dios de la experiencia vivida.
Es el Dios creador del universo con un plan preconcebido sobre la misma
creación y sobre la salvación; es el Dios del conocimiento infinito, plenitud en
sí misma y plenitud ofrecida al hombre-imagen suya. Es el Dios prototipo del
hombre y el único término de la infinita ansia de conocer que constituye al ser
humano.
Es el Dios providente que guía con su sabiduría infinita las vidas de los
hombres, sin interferir con su libertad, tal es la magnitud de su trascendencia
.
Es el Dios que conoce y ama como el hombre conoce y ama, sólo que a la
altura de su infinitud, mientras el ser humano solo puede decirse que
intenta conocer y amar .
La Sabiduría de Dios personificada (Prov. 8) da una idea de la intensidad
de la experiencia vivida, por cuanto llega a describir una dimensión tan esencial
de la vida divina hasta identificarla con Dios mismo.
Es tan fácil para nosotros hoy día decir: "Dios es amor", o "Dios es
Sabiduría". Pero ¡cuán difícil fue para el hombre llegar a esta comprensión!
¡Y sólo llegó a tal conocimiento de Dios por experiencia ele revelación!
Es tal esta experiencia que el sabio israelita se extraña y se espanta
porque muchos hombres no han logrado reconocer a su creador a través de
las maravillas de la creación (Sab. 13). ¡Qué profundo conocimiento de Dios
logrado en la experiencia sapiencial! Todos los rasgos de Dios aprendidos de
la continuada experiencia de Dios en Israel a través de la acción salvífica y de
la alianza, en la experiencia sapiencial se sintetizan, se subliman y se
reflexionan para una conciencia explícita y refleja de muchos elementos
34

que en otros momentos de la historia de Israel apenas habían quedado


mencionados.
De allí que en este momento de la vida de Israel ya se puede hablar de otro
tipo de experiencia de Dios que tiene mucho que ver con la sapiencial: la
experiencia de Dios en la reflexión teológica.
En efecto, si bien en todo el Antiguo Testamento hay una reflexión teológica
propiamente dicha, la experiencia sapiencial denota un momento acentuado y
reflejo de consideración teológica a partir de la vivencia de fe y partir del
entendimiento iluminado por la presencia actuante de Yahvéh .
Una experiencia de Dios en la teología del Antiguo Testamento significa que
los hagiógrafos realizaron un trabajo consciente y reflejo de consideración
e interpretación de Dios mismo, del mundo y del hombre, a partir del influjo
de la Sabiduría divina en su entendimiento. De tal manera que la teología
sobre Dios, la antropología teológica y la teología de la historia que palpita en
todo el Antiguo Testamento, no es simple fruto de la reflexión filosófica de
unos sabios, sino ante todo el trabajo reinterpretativo de quien ha sido
sacudido por la acción de Yahvéh en lo más profundo y significativo de su ser
humano: su entendimiento y su voluntad.
En este marco experiencial de Dios brota la teología del Antiguo Testamento,
elemento indispensable en toda consideración teológica por cuanto no es
obra exclusiva del hombre sino precisamente obra del Dios que se revela
la sistematización de datos conscientes sobre Dios obtenidos de la revelación
en el Antiguo Testamento, no pueden ser asumidos corno una compilación
fría de referencias sobre un ser supremo. Son los rasgos de Dios
descubiertos en una experiencia vital revelatoria y que, por tanto, perderían
todo su valor o gran parte de él si se los desvincula de la experiencia
sublime que vivieron los beneficiarios del don de Dios.
5.3. Conclusión
Formas como la oración, la sabiduría y en especial la sabiduría teológica son
riquísimas fuentes de conocimiento del Dios del Antiguo Testamento. Porque
tales formas son producto de la experiencia vital de Dios habida por Israel.
No creo que sea necesario buscar una esquematización de datos sobre Dios,
para que la vivencia experiencial no sufra detrimento.
El Dios del Antiguo Testamento que se logra descubrir a través de los rasgos
dejados aquí y allá en todos los libros de la Biblia después de la experiencia
vivida y de la fe con que Israel respondió, aunque permanezcan
desordenadamente referidos manifiestan en último término para nosotros qué
fue lo que Dios refirió sobre sí mismo al hombre y cómo lo hizo en medio de
la historia sin que esta dejara de ser la historia humana pero enriqueciéndola
y dándole todo su sentido a partir de su presencia y su acción en ella.
35

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VON RAD, G., Teología del Antiguo Testamento", Sígueme, Salamanca,
1972.
CUESTIONARIO

1. ¿Cuáles son los datos más comunes que nuestro pueblo ha recibido sobre Dios?
Trate Ud. de señalar de qué textos de la Sagrada Escritura han sido extractados
estos datos.

2. ¿Encuentra Ud. diferencias substanciales entre los datos sobre Dios obtenidos
del Antiguo Testamento y los datos provenientes de la Filosofía y otras religiones,
o le parece que más o menos coinciden?

3. Si estos datos no coinciden, ¿qué cree Ud. que le añade a nuestro conocimiento
de Dios la revelación ocurrida en el Antiguo Testamento?

4. Si estos datos coinciden, ¿para qué cree Ud. que sirvió la revelación de Dios en
el Antiguo Testamento?

5. Decimos que en la Sagrada Escritura se consigna la revelación de Dios,


revelación de Sí mismo a la humanidad. Pero hablamos de un Antiguo Testamento
y de un Nuevo Testamento. ¿Piensa Ud. que el Dios revelado en al Antiguo
Testamento coincide con el Dios revelado en el Nuevo Testamento?

6. Si El Dios del Antiguo Testamento coincide con el Dios del Nuevo Testamento,
¿en qué consiste la "novedad" del Nuevo respecto a la revelación de Dios? Si no
coincide, ¿cuál cree Ud. que es la diferencia entre el Dios del Antiguo y el Dios del
Nuevo Testamento?

7. Cuando Ud. ora con los Salmos o con otras fórmulas del Antiguo Testamento,
¿a qué Dios se está dirigiendo? ¿Se está dirigiendo a Yahvéh, el Dios del Antiguo
Testamento? ¿Es éste el Dios de los cristianos, término de nuestra fe, de nuestra
adoración, de nuestra oración y de nuestro seguimiento?

8. Si Ud. piensa que el Dios del Antiguo y el del Nuevo Testamento se diferencian,
¿qué efectos sociales cree Ud. que se siguen de un Dios como el del Antiguo
Testamento o de un Dios como el del Nuevo Testamento?

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