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Oliverio Girondo a partir de la posición que toma, o perspectiva que adopta el autor al momento
de describir aquellas escenas. La estrategia de darle voz al objeto representado, pero ¿cuál? De
El borramiento del yo lírico en los poemas de Girondo, y especialmente en Veinte poemas para
ser leídos en el tranvía, es, según Beatriz Sarlo: “cultivar una distancia respecto de los objetos,
que pertenecen al mundo” (Sarlo, 1988). Con el cual, Girondo evita cargar de subjetividades o
“contaminar” los objetos descriptos y así poder lograr un extrañamiento en la percepción de sus
trabajos.
en el diálogo con el lector. Como expresa Muschietti en uno de sus trabajos, las palabras que
utiliza Girondo inevitablemente, están cargadas de valoración ideológica. Sobre lo que dice y lo
que calla, se encuentra su representación: “El YO aparece escondido detrás del ELLO,
Esto mismo se puede ver en Exvotos cuando describe la escena de unas mujeres caminando por
“Las chicas de Flores, viven en la angustia de que las nalgas se les pudran, como manzanas que se han
dejado pasar, y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él
como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo, a todos los
presuponernos lo que el autor piensa de la misma. Él narra lo que quiere narrar, cuenta lo que
más llama su atención y deja de lado otros matices. Relata lo que él percibe en aquellas chicas.
Lee sus cuerpos, sus miradas. Intenta descifrarlas, comprender lo que las aqueja.
las impresiones que esas chicas y la situación dejan en el narrador. A través de sus palabras
elegidas sutilmente para, que de a poco, el lector pueda recomponer por sí mismo, las partes del
rompecabezas. Su ideología.
yo en el otro. Darles voz, vida a elementos propios del paisaje consiste en una estrategia que
resulta bastante significativa. Sucede algo muy similar en los poemas Verona y Pedestre. En
ambos, existe la descripción central de un objeto que se encuentra en el medio de la escena. Los
cuales, parecen ser narradores de la situación. En el primero, la Virgen María es una escultura
en el medio de la plaza. “La Virgen, sentada en una fuente, como sobre un “bidé”, derrama un
agua enrojecida por las bombitas de luz eléctrica que le han puesto en los pies”. Observadora de
todo lo que transcurre alrededor. Juzga con detenimiento las acciones y las ridiculiza. La voz
narradora, parece ser ella misma, sin dejar de ser ese yo, oculto entre esas palabras. Porque
después de todo, no deja de ser ese yo el que percibe el paisaje. El que lo experimenta en carne
propia y emite su valoración. Al igual que en Pedestre, el farol colocado en una esquina de las
calles, se anuncia como espía de lo que sucede en torno a sí mismo. “Con un brazo prendido a la
pared, un farol apagado tiene la visión convexa de la gente que pasa en automóvil”. Tiene una
visión completa del panorama. Y sucede lo mismo: es a través de la perspectiva de este objeto,
No hay duda en que Girondo cumple satisfactoriamente con esa percepción de extrañamiento
propia de las vanguardias del siglo pasado. Las lecturas de sus poemas dejan en claro un gran
manejo de aquella sensación de anonimato, de objetividad en las descripciones de estas escenas.
Al igual que fotografías, el autor congela en palabras las acciones expuestas. Revive, desde
nuevos matices.
Por eso mismo, es propicio concluir, en que la percepción de extrañamiento no solo se logra a
partir de estas estrategias, sino también, en poner las propias palabras en las bocas de los otros.
características humanas, de voz y conciencia a aquellos objetos claves en sus panoramas. En los
cuales, al intentar ocultarse a sí mismo, no logra más que hacerse evidente. Aquella