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INTRODUCCIÓN

Apreciado(a) Líder:

Es una inmensa alegría saludar a nuestros queridos maestros(as), coordinadores(as) y


directores(as) de menores de la Unión Peruana del Sur. Agradecer a cada uno por las
cosas maravillosas que están realizando en bien de nuestros niños, los “corderitos” que
Dios nos ha dado a conducir. Nuestra labor es sagrada e importante, gracias por todos
los esfuerzos realizados, en esta ocasión, del Encuentro de Niños.

Hemos elegido este lema “Mirando a Jesús” porque queremos que nuestros niños, desde
pequeños puedan contemplar a nuestro mayor ejemplo de amor, compasión y atención;
¡es decir a Jesús! Y seguir sus pisadas.

En este encuentro presentaremos cinco temas importantes que llevará a los niños a
imitar a Jesús:

1. Las manos de Jesús


2. Los pies de Jesús
3. Los ojos de Jesús
4. Los labios de Jesús
5. El corazón de Jesús

Recuerda hacer un compromiso con los niños después de cada tema, a usar sus manos,
pies…etc. como Jesús desea.

Nuestras oraciones para que Dios use poderosamente a cada líder, maestro en la
presentación de estos temas.

Que Dios te bendiga.

Con aprecio cristiano.

Ministerio del Niño


Unión Peruana del Sur
TEMA 1
LAS MANOS DE JESÚS

(Nota para el orador: Escriba en tarjetas las referencias dadas en el tema, y pida a la
maestra que las distribuya entre los niños para que sean leídas de la Biblia cuando usted
las pida)
Me gusta mirar las manos de las personas. Estas dicen mucho acerca de cada
individuo. A veces se puede descubrir la ocupación de una persona con solo mirarle las
manos. Un mecánico tiene grasa en sus manos. Las manos del jardinero a veces lo
denuncian por la suciedad o tierra que es difícil sacar de debajo de sus uñas. Las manos
de un chacarero son a menudo ásperas y endurecidas.
Las manos a veces le dicen al médico algo en cuanto al estado de salud del
paciente, las manos nudosas de reumatismo, las manos temblorosas del mal de Parkinson,
o las inquietas manos de una persona nerviosa.
También se pueden descubrir los hábitos de las personas por medio de sus manos;
por ejemplo, las manos teñidas de amarillo de un adicto al tabaco. En las uñas
antojadizamente acicaladas y pintadas de la niña que gasta demasiado tiempo en su
arreglo, se puede leer la vanidad.
También se puede decir algo acerca de una persona mediante el tacto de su mano
cuando la saludamos. Algunos apretones de manos son toscos y duros, algunos tibios y
amistosos, otros blancos y débiles. Ellos nos hablan acerca de las personas.
Sí, con sólo observar las manos de las personas podemos saber mucho acerca de
ellas.
Durante esta semana hemos de observar a Jesús, y descubrir sus hábitos y lo que
dijo e hizo. Hoy vamos a dedicarnos a mirar sus manos para aprender algo acerca de él
por medio de ellas.
Ante todo, podemos decir que las manos de Jesús fueron MANOS AYUDADORAS.
(Escriba estas palabras en el pizarrón).
Podemos estar seguros de esto porque el evangelista Lucas nos dice que Jesús
estuvo sujeto a sus padres. Esto quiere decir que él hizo lo que ellos le ordenaron.
La mensajera del Señor, la Sra. Elena de White, nos dice que “Jesús vivió en un hogar de
artesanos, y con fidelidad y alegría desempeñó su parte en llevar las cargas de la familia.
Había sido el generalísimo del cielo, y los ángeles se habían deleitado cumpliendo su
palabra; ahora era un siervo voluntario, un hijo amante y obediente. Aprendió un oficio,
y con sus propias manos trabajaba en la carpintería con José. Vestido como un obrero
común, recorría las calles de la pequeña ciudad, yendo a su humilde trabajo y volviendo
de él. No empleaba su poder divino para disminuir sus cargas ni aliviar su trabajo.
Mientras Jesús trabajaba en su niñez y juventud, su mente y cuerpo se desarrollaban. No
empleaba temerariamente sus facultades físicas, sino de una manera que las conservase
en buena salud, a fin de ejecutar el mejor trabajo en todo ramo. No quería ser deficiente
ni aun en el manejo de las herramientas. Fue perfecto como obrero, como lo fue en
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carácter. Por su ejemplo, nos enseñó que es nuestro deber ser laboriosos, y que nuestro
trabajo debe cumplirse con exactitud y esmero, y que una labor tal es honorable.” (El
Deseado de todas las gentes, págs. 52, 53).
Creo que también podemos decir que las manos de Jesús fueron MANOS
CUIDADOSAS. (Escríbalo en el pizarrón). Aprendió a usar sus manos en un oficio útil
mientas aún era jovencito. ¿Quiere alguien decirme qué oficio aprendió? Correcto
carpintería. “Aprendió un oficio y con sus propias manos trabajaba en la carpintería de
José”.
¡Qué maravilloso sería si pudiéramos ver algunas de las cosas que hizo Jesús!
Posiblemente construyó puertas y marcos, ruedas y yugos para los bueyes. Estoy segura
que las junturas estaban bien hechas y que los yugos que hizo para los bueyes tenían una
terminación suave y lisa, puesto que sus manos cumplían con su deber a cabalidad. Jesús
conocía las palabras de Salomón: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo
según tus fuerzas” (Eclesiastés 9:10) y las puso en práctica.
Las manos de Jesús deben haber sido MANOS FUERTES. (Escriba en el
pizarrón). El trabajo en el taller de su padre le ayudó a que se pusieran fuertes. También
los hábitos saludables de su vida las hacían robustas. Jesús necesitaba manos fuertes para
hacer su trabajo.
Quien tenga la Tarjeta N° 1 (Mateo 14:29-31) lea lo que se nos relata de la ocasión
en que Jesús usó sus manos fuertes para salvar a alguien que se ahogaba.
No sólo tenía Jesús manos fuertes, sino que además éstas estaban llenas de poder.
Eran MANOS PODEROSAS. (Escriba en el pizarrón). Las manos de Jesús
podían detener la lepra, podían sanar a los afiebrados, abrir los oídos a los sordos, hacer
hablar a los mudos y hacer ver a los ciegos. Ademán podían sanar las heridas.
Hemos distribuido tarjetas que también hacen referencia a esto. Aquellos que tienen las
tarjetas 2, 3, 4, 5 y 6 por favor lean los versículos de modo que podamos ver algunas
maneras en las cuales Jesús usó sus manos poderosas para ayudar a la gente.
Tarjeta N° 2 - Mateo 8:2,3: el saneamiento de un leproso.
Tarjeta N° 3 - Mateo 8:14,15: el saneamiento de la madre de la esposa de Pedro.
Tarjeta N° 4 - Marcos 7:32-35: abrió los oídos y soltó la lengua del muchacho sordo y
tartamudo
Tarjeta N° 5 - Marcos 8:22-25: abrió los ojos al hombre ciego.
Tarjeta N° 6 - Lucas 22:50,51: sanó la oreja de Malco.
¡Qué poder maravilloso había en las manos de Jesús! A pesar de ser manos tan
poderosas, sin embargo, eran MANOS SUAVES. (Escriba en el pizarrón).
Jesús usaba sus manos para bendecir a otros. Cierto día las madres trajeron a él a
sus hijitos, queriendo que los bendijese , pequeños bebés, los pequeños niños que recién
comenzaban a caminar, los muchachitos y niñas, adolescentes, los jovencitos, y Jesús
estaba feliz de recibirlos a todos y darles su bendición. “Tomó a los niños en sus brazos,

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puso las manos sobre ellos y le dio la bendición que habían venido a buscar” (El Deseado
de todas las gentes pág. 472)
Estoy segura que aquellos niños nunca olvidaron el toque suave de las manos de
Jesús. ¿Verdad? Y Jesús también puso sus manos sobre las cabezas de sus “muchachos
grandes” – los discípulos a quienes mandó a hacer el trabajo que él les enseñó a realizar.
Las manos de Jesús eran MANOS DADORAS también (Escriba en el pizarrón).
Cuando la gente cierto día se sintió hambrienta, después de haber estado escuchándolo
hora tras hora en la ladera de la montaña, fueron las manos de Jesús las que bendijeron el
pan y los peces que un niñito tenía por merienda, y los multiplicó tanto que hartó a cinco
mil familias. Esas mismas manos suplen también hoy nuestras necesidades diarias.
Finalmente, las manos de Jesús fueron MANOS SUFRIENTES. (Escriba en el
pizarrón). Sus manos, las manos que sólo habían traído alivio y ayuda a otros – manos
que alimentaron, que sanaron, que bendijeron, fueron llevadas a sufrir terrible agonía.
Dos crueles clavo las atravesaron y clavaron a los palos de la cruz. Todo su cuerpo
colgaba de esos clavos que traspasaron sus pobres manos torturadas; pero él no se quejó.
(Muestre alguna lámina alusiva).
Se nos dice que las cicatrices de los clavos siempre estarán en las manos de Jesús.
No fueron solamente los clavos los que las clavaron en la cruz. Fueron los pecados de
todo el mundo, incluyendo tus pecados y los míos, los que hicieron esas marcas.
¿Verdad que le debemos mucho a las manos de Jesús? Nunca podremos pagar por
todo lo que sus manos han hecho por nosotros, pero podemos hacer algo. Le podemos
dar nuestras manos para realizar lo que él haría si estuviera hoy aquí.
Extiendan sus manos y mírenlas. Esas manos de ustedes pueden hacer muchas
cosas. Pueden romper, pueden dar puñetazos, pueden causar dolor, pueden manejar
armas que matan. Pero yo no creo que las manos que veo en esta sala harán tales cosas.
Me pregunto lo que estas manos harán en el futuro. Posiblemente algunas de estas manos
ayudarán a aliviar los dolores de los enfermos y a darles buenos tratamientos. Algunos
probablemente harán operaciones en las personas para salvarles de una muerte prematura.
Algunas de estas manos pintarán hermosos cuadros. Posiblemente algunas manos
escribirán cosas que ayudarán a otros a conocer más acerca de Jesús. Las manos de
algunos serán manos de mecánico para hacer algunos de los cientos de tareas que deben
hacerse en la obra de Dios. Podrá haber manos de directores de música. Las necesitamos
a todas para terminar la obra de Dios.
Dediquemos hoy nuestras manos para que hagan las cosas que Jesús quiere que
hagamos.
Nadie necesita esperar hasta que sea grande y crecido para usar sus manos para
Jesús. Ustedes pueden servirle hoy con sus manos. Asegúrese de que sus manos hacen
un trabajo cuando cumplen con los deberes de la escuela. Asegúrese de que sean manos
fuertes mientras estén haciendo el trabajo en casa. Pueden hacer que esas manos sean
suaves y amables al tocar a otros.
Cierto día en un orfanatorio, sonó el timbre justamente antes del almuerzo. Los
niños hicieron fila en el antes de entrar al comedor. La encargada se paró en la puerta y
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examinó las manos de cada niño a medida que entraba, y revisaban si estaban limpias, y
la mayoría lo estaba, ella movía su cabeza en asentimiento y el niño entraba al comedor,
pero un niñito no las tenía muy limpias, y ña encargada hizo un movimiento negativo con
su cabeza.
“Juancito – le dijo -, tú no te lavaste muy bien las manos. Debes regresar y
limpiarlas bien”, y Juancito salió.
Algún día nosotros también tendremos una inspección de nuestras manos. No
podremos entrar en el reino de los cielos si nuestras manos no están libres de todo pecado.
(Léase de la Biblia: Salmos 24:3,4) “¿Quién subirán al monte de Jehová? ¿Y quién estará
en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón”. Confío en que todo niño aquí
presente podrá pasar aquella inspección.

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TEMA 2
LOS PIES DE JESÚS

(Nota para el orador: Proceda como lo hizo ayer, tenga listas y numeradas las tarjetas con
la indicación de los versículos que serán usados, y pida a los niños que los lean cuando
usted les pida. Una lámina de Jesús caminando con sus discípulos servirá para ilustrar
esta lección, y un mapa de Palestina mostrará las distancias que Jesús recorrió durante su
ministerio).
No muy a menudo hacemos referencia a que una persona tiene pies hermosos.
Hablamos muchas veces de una cara hermosa, del hermoso cabello, de las hermosas
manos; pero rara vez mencionamos los hermosos pies. Sin embargo, la Biblia habla de
pies hermosos.
Por favor, el que tenga la Tarjeta 1 ¿quiere leer el versículo que nos habla de pies
hermosos? (Isaías 52:7)
En este pasaje bíblico el profeta estaba describiendo los pies de Jesús como también los
pies de todo aquel que lleva el mensaje de Dios al mundo.
Ayer hablamos de las manos y cuánto tienen que ver con el carácter. ¿Han
pensado ustedes alguna vez que los pies también tiene algo que ver con el carácter? Los
pies los llevan a ciertos lugares. Los llevan a lugares donde pueden ser de utilidad y hacer
la voluntad de Dios, o donde pueden hacer daño y ser llevados a la tentación. Piensen a
donde los han llevado hoy. ¿Le llevaron a hacer mandos para sus padres antes de venir a
la escuela? ¿Le llevaron a hacer algo para el maestro al llegar aquí? Piensen a donde le
llevarán al salir de la escuela hoy. Asegúrense de que no los lleven a ningún lugar donde
sería mejor no ir.
Los pies de Jesús nunca lo llevaron a lugares a donde no debí ir. No lo alejaron
del hogar cuando se lo necesitaba y se esperaba que él estuviera allí. Cuando los otros
muchachos de la aldea de Nazaret iban a lugares donde podrían hacer cosas que no eran
correctas, los pies de Jesús lo llevaban a realizar mandados de amor y de misericordia.
También lo llevaban a los cerros y a los bosques donde él pasaba muchas horas de alegría
y felicidad pensando en las grandes obras de Dios. Además, todos los sábados le llevaban
a la sinagoga. Siendo joven le llevaban al taller de su padre y en largos viajes hacia
Jerusalén para asistir a las fiestas sagradas.
Los pies de Jesús deben hacer sido PIES FUERTES. (Escríbalo en el pizarrón).
Recorrieron muchos kilómetros a lo largo y ancho del país. En aquel tiempo no había
automóviles, motocar, taxicholo, taxis, etc., ni siquiera había bicicletas para hacer los
viajes. Y aunque había quienes viajaban en camellos y burros, leemos que Jesús usó
generalmente otra manera de andar, con excepción de la entrada triunfante a Jerusalén.
Fue caminando a todos los lugares que visitó.
(Muestre en el mapa de Palestina los largos viajes que hizo Jesús desde que
comenzó su ministerio con su bautismo en el río Jordán; su viaje al desierto de Judea
donde fue tentado; al norte de Caná y luego a Capernaum; de vuelta a Jerusalén para la
Pascua; yendo por Judea y pasando por Sichar en Samaria, hacia Galilea donde fue

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rechazado en la sinagoga y donde realizó muchos milagros en las inmediaciones de
Capernaum y Galilea; nuevamente a Jerusalén y luego muy al norte, en los términos de
Tiro, donde atendió a la hija de la mujer sirofenisa; hacia Decápolis, bajando luego por
Cesarea de Filipos, en el Monte de la Transfiguración; nuevamente Jerusalén; de vuelta a
Galilea, Perea, Betania, Berea, Betania, Jericó y finalmente Jerusalén, para las últimas
escenas de su vida en esta tierra. (Véase en el Comentario Bíblico, tomo 5, páginas 196 –
231.)
Jesús caminó muchos cientos de kilómetros para llevar socorro y sanidad.
Los pies de Jesús eran PIES VOLUNTARIOS. (Escriba en el pizarrón.) Algunas
veces se le pedía ir a lugares que podrían pensarse estaban fuera de ruta, pero Jesús nunca
consideró ningún lugar como “fuera de camino” cuando podía dar alivio a alguien.
Por favor, el que tenga la Tarjeta N° 2, lea acerca de la ocasión cuando se le pidió
a Jesús “salid de su camino” para realizar un milagro. (Lucas 8:41 y 42).
Jesús estaba lejos en Betania (señale en el mapa los lugares mencionados) cuando
se le llevó el mensaje de la enfermedad de su gran amigo Lázaro. Sin embargo, aunque
por alguna buena razón él no fue inmediatamente al lugar, Jesús atendió el llamado yendo
desde más allá del Jordán a Betania.
Los pies de Jesús eran PIES FIRMES. (Escríbalo en el pizarrón) ¿Han comenzado
ustedes alguna vez a caminar para cumplir una orden difícil y se han vuelto atrás? ¡Jesús
nunca lo hizo! Cuando salía hacia cierto lugar, llegaba hasta allá. Cuando se propuso
caminar sobre las olas para socorrer a los discípulos que estaban en un bote castigado por
las olas, no titubeó. Salió y llegó allá para rescatarlos.
Por favor, el que tenga la Tarjeta N° 3, ¿quiere llera? (Mateo 14:24-27)
En su última y larga jornada de misericordia Jesús supo exactamente lo que le
esperaba al final de ella: su lucha en el Getsemaní, el arresto, el injusto juicio, la deserción
de sus propios discípulos, la burla y la tortura, el camino hacia el Gólgota, la cruz y la
mofa de la gente; pero sus pies se dirigieron al lugar sin vacilar. Cuán fácilmente hubiera
podido ir en otra dirección, a las colinas de Nazaret tal vez o internarse por el desierto;
sin embargo, Jesús con pasos firmes se dirigió hacia Jerusalén; y aunque hubo quienes lo
querían persuadir de no ir, él siguió adelante para enfrentar su aflicción con resolución.
Los pies de Jesús deben haber estado muchas veces cansados por los largos viajes de
misericordia, que lo llevaban de un lugar a otro, pero fueron muy pocos los que le
demostraron gratitud por lo que hizo. En ocasión de la última cena los discípulos tuvieron
la oportunidad de lavarle sus cansados y polvorientos pies, mas ninguno de ellos se mostró
dispuesto a hacerlo. Afortunadamente, en otra ocasión hubo una persona que mostró
cuando apreciada lo que aquellos pies habían hecho. El que tiene la Tarjeta N° 4, por
favor léala. (Juan 12:3).
María Magdalena volcó el contenido de aquel frasco de alabastro sobre los pies
de Jesús, ¡y cuánto significó esto para el maestro! El recordó este acto de bondad y amor
cuando sus pies fueron clavados en la cruz, poco tiempo después.

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Finalmente, los pies de Jesús fueron PIES SUFRIENTES. (Escríbalo en el
pizarrón.) En su último día aquí en la tierra, aquellos pies fuertes, que nunca le había
llevado a donde no debía ir, que siempre estuvieron dispuestos a llevarlo a donde pudiera
ayudar a otros, fueron atravesados por clavos, de la misma manera que sus manos, y
clavados a una cruz para sufrir y sangrar por nosotros.
No podemos hacer hoy por Jesús lo que hizo María Magdalena, pero podemos
ofrecerle nuestros pies para ir hacer mandos para él. Podemos ir en su nombre a ayudar
a aquellos que necesitan ayuda. Podamos ir a las casas y llevar impresos que ayudarán a
las personas a conocerle mejor. Nuestros pies pueden mostrarse dispuestos a hacer
mandados para nuestros padres y maestros. También podemos salir para pedir donativos
de ropas y alimentos para los pobres.
Podemos usar nuestros pies tal como los usó Jesús en su niñez y juventud, para
aparatarnos de las obras de los hombres e ir al campo a donde podamos ver y aprender de
las bellezas de la naturaleza.
Había una vez un muchachito mexicano llamado Abelino. El, juntamente con sus
amigos decidieron que usarían sus pies para hacer algún trabajo misionero en una pequeña
localidad llamada Zaragoza donde no había creyentes adventistas. Fueron de casa en casa
llamando a las puertas y ofreciéndoles publicaciones, pero la gente no quería recibirlos.
“No! Decían ellos, estos papeles no se parecen a los papeles que reparte nuestra iglesia”,
y cerraban sus puertas. Después de algunas semanas los muchachos se desanimaron y
buscaron excusas para no salir más. Sin embargo, Abelito no se desanimó a pesar de
haber quedado solo; sus pies lo volvieron a llevar aquel pueblecito, y de una puerta a la
otra, a pesar de no ser bien recibido.
Al final de un día en el cual únicamente había recibido rechazos en cada puerta,
él oyó las campanadas de la iglesia y el sonido de tambores, y antes de que pudiera darse
cuenta se vio rodeado de una chusma que lo atropellaba. Lo golpearon con los mangos
de sus machetes y con palos. Finalmente pudo escaparse de ellos y se refugió en una
casa, a un kilómetro de distancia, donde personas amables lo atendieron y le dieron donde
dormir. Al día siguiente, en vez de irse a su casa, Abelino caminó de nuevo hacia el
pueblo donde había sido maltratado, y volvió a ofrecer folletos de puerta en puerta. De
nuevo recibió desaires y gritos: ¡Tú nuevamente por aquí!, ¡Vete y no aparezcas más!
Nuevamente las campañas tañeron y se oyeron los tambores, y otra vez Abelino
fue castigado y tuvo que ir buscando refugio en la casa que lo habían cobijado la noche
anterior.
Al día siguiente volvió a Zaragoza. ¿Estás loco?, preguntó el hombre de la
primera casa que visitó. Ayer y antes de ayer te golpeamos y aquí estás tú de nuevo.
¿Por qué vienes? Abelino le contó por qué. Le dijo que venía porque él amaba a Jesús;
Jesús había sufrido por él y él estaba contento de sufrir por Jesús. “Aun si fuera necesario
ser muerto para demostrar así el amor de, estoy listo a morir”, le dijo Abelino entre otras
cosas.
El hombre quedó perplejo y pidió que le contara más. Llevando luego a Abelino
al interior de su casa, juntó a algunos de sus amigos, y el joven pudo dar un estudio bíblico
concerniente al Señor Jesús. El siguiente sábado había una escuela sabática en aquel lugar

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donde la semana anterior cada puerta había rechazado su visita con maldiciones y
negativas.
Ahora hay en Zaragoza una floreciente escuela sabática todo porque los fieles pies
de Abelino no se desanimaron, sino que fueron fieles en realizar acciones para Jesús.
Aún en la actualidad, cuando contamos con aviones y trenes, barcos y lanchas,
canoas y bicicletas, nuestros misioneros a veces deben usar sus pies para llegar a lugares
distantes y sin caminos, para llevar el Evangelio. No hace mucho leí una revista de una
pareja de misioneros que hacía un viaje para visitar a los creyentes e interesados de una
región próxima al Lago Titicaca. Pudieron viajar en jeep solo hasta cierta distancia, y
tuvieron que andar a pie unos ciento sesenta kilómetros en toda l gira, y eso a pesar de
que el misionero no se había recobrado del todo de un serio accidente que le afectó su
pierna. Estoy segura de que los ángeles dirán que los pies de esa pareja son hermosos,
¿verdad?
Dediquemos hoy nuestros pies a Jesús para trabajar por él y para obedecerle.

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TEMA 3
LOS OJOS DE JESÚS
(Nota para el orador: Enumere y copie las referencias bíblicas como anteriormente, y
entréguelas a los niños con anticipación. Este tema sugiere usar una cantidad de láminas
de paisajes de la naturaleza, tales como los que contemplarían los ojos de Jesús; de
pescadores con sus redes; pastores con sus ovejas; el hombre del estanque de Betesda y
el hombre que nació ciego.)
Hoy vamos a pensar acerca de los ojos de Jesús. No sabemos de qué color eran
los ojos de Jesús; sin embargo, es muy posible que hayan sido castaños, pero sí sabemos
que habrán sido ojos con una mirada muy amable y gentil.
Sus ojos deben haber sido OJOS DISCIPLINADOS. (Escriba en el pizarrón.)
Parecerá raro que digamos que sus ojos fueran disciplinados, porque alguien dirá
podemos ver sin disciplinar nuestros ojos; pero Jesús disciplinó los suyos para ver
únicamente lo que valía la pena mirar.
Jesús usó sus ojos para archivar en su mente las cosas dignas de ser recordadas.
Ayer hablábamos de sus pies llevándole hacia las montañas y los bosques. Mientras él
estaba en lugares tranquilos observaba muchas cosas. Notaba como los pajaritos
construían sus nidos. Veía florecer las flores y crecer el pasto, y observaba cuán pronto
estos se marchitaban. Fue perspicaz en observar la planta de mostaza y su semilla, cuan
pequeñita era la semilla y cuán grande la planta, que hasta los pájaros hacían nido en ella.
Vio la cizaña entre el trigo, notando que ambas eran muy similares al principio, pero que
los agricultores las dejaban crecer juntas hasta la cosecha y luego hacían que los hombres
las separaran.
Observaba la gente y sus maneras de hacer las cosas; la manera en que las madres
ponían levadura dentro de la masa para hacerla crecer; la manera en que los pecadores
pescaban sus peces y apartaban los buenos de los malos y como remendaban sus redes; y
como el pastor cuidaba de sus ovejas.
A Jesús también le gustaba estudiar las cosas maravillosas que Dios había hecho
en la tierra y en el cielo. En este libro de la naturaleza él vio los árboles, las plantas y los
animales, el sol y las estrellas.
Día tras día observaba y trataba de aprender lesiones de ellos, y de entender la
razón de las cosas. (Vida de Jesús pág. 42.)
Todas estas cosas observaban sus ojos de Jesús, y más adelante, cuando estaba
enseñando a la gente, todo lo que vio, le ayudó a hacer más claras las lecciones acerca del
reino de los cielos.
Otros niños se ocupaban en mirar cosas que no siempre les eran de utilidad, y
procuraban imitar algunos de los malos hábitos de los mayores, pero Jesús mantuvo
abiertos sus ojos a las cosas que eran puras.
Jesús usó sus ojos en la primera visita que hizo junto con sus padres a Jerusalén
para festejar la Pascual en el templo. Se nos dice acerca de esa visita que “por primera

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vez, el niño Jesús miraba el templo. Veía a los sacerdotes de albos vestidos cumplir su
solemne ministerio. Contemplaba la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio.
Juntamente con los adoradores, se inclinaba en oración mientras que la nube de incienso
ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresionantes ritos del servicio pascual. Día
tras día veía más claramente su significado. Todo acto parecía ligado con su propia vida.
Se despertaban nuevos impulsos en él. Silencioso y absorto, parecía estar estudiando un
gran problema. El ministerio de su misión se estaba revelando al Salvador”. (El Deseado
de todas las Gentes, pág. 57,59.)
Los ojos de Jesús fueron OJOS DISCERNIDORES. (Escriba en el pizarrón.) El
usó sus ojos para ver las necesidades del pueblo. Se nos dice que “era considerado y
bondadoso hacia las personas de edad y hacia los pobres, y manifestaba cortesía también
hacia los muchos animales. Solía curar tiernamente a un pajarito herido, y todo ser
viviente era más feliz cuando él estaba cerca” (Vida de Jesús pág. 40.)
Cuando Jesús comenzó su ministerio entre los hombres usó sus ojos para descubrir
sus necesidades. Vio la ansiedad en los rostros de los familiares de aquellos que se veían
imposibilitados y enfermos, y les prestaba la ayuda que deseaban. Vio lo mucho que
había para hacer, en medio de tanto sufrimiento y desgracia.
Cierto día, mientras Jesús estaba en Jerusalén, llegó a un lugar llamado el Estanque
de Betesda. Allí él vio a muchos enfermos y cojos esperando que las aguas del estanque
se movieran, porque creían que un ángel movía las agua, y el que primero entraba era
sanado de su dolencia. Los ojos de Jesús escogieron a un hombre, un indefenso tullido
desde hacía treinta y ocho años.
Por favor, el que tenga la Tarjeta N° 1, lea lo que dijo Jesús cando lo vio. (Juan
5:6)
Cuando le contó a Jesús cuán difícil era entrar al agua y que otros siempre llegaban
primero, Jesús le dijo: “Levántate, toma tu lecho y anda”. Y así lo hizo.
Quien tenga la Tarjeta N° 2, lea por favor de otra ocasión en que los ojos de Jesús
vieron una necesidad. (Juan 6:5)
Y tal como lo hizo con el hombre junto al estanque, Jesús no sólo vio la necesidad,
sino que dio la solución. ¿Qué hizo Jesús? (Permita que un niño relate la alimentación
de los cinco mil.)
Por favor, quien tenga la Tarjeta N° 3, lea acerca de otra persona que estaba en
necesidad de ayuda, a quien Jesús vio en las calles de Jerusalén cierto día. (Juan 9:1)
Los discípulos vieron a este hombre también, y estaban curiosos por saber si era
él o sus padres lo que habían pecado, y por lo mismo recibía esa aflicción. Pero Jesús no
le interesaba tanto la razón por la cual estaba ciego, como su curación. Vio cuan difícil
le era pedir limosna, ya que no podía trabajar, y su preocupación fue sanarlo.
Los ojos de Jesús se apartaron de sí mismo y de sus luchas para ver las necesidades
de otros. Aun mientras estaba colgado de la cruz, sus ojos estaban abiertos a esas
necesidades. Suspendido allí, vio que todavía debía hacer provisión para alguien.

~ 10 ~
Quien tenga la Tarjeta N° 4, por favor lea acerca de este incidente (Juan 19:25-
27)
Bien hubiera podido ser disculpado si Jesús hubiese mirado a sus propios
sufrimientos; sin embargo, esos ojos suyo disciplinados para ver las necesidades de los
demás, vieron una cosa más que debía hacer para su madre.
Los ojos de Jesús también pudieron ser OJOS REPROCHADORES. (Escriba en
el pizarrón.)
Muchas veces una mirada de parte de nuestros padres o de nuestro maestro puede
decirnos más que muchas palabras. Así pasó con Pedro.
Pedro había prometido mucho al Señor. Le había prometido que no lo iba a
abandonar jamás, aunque todos los demás lo hicieran. Que él iría con Jesús aún hasta la
misma si fuera necesario, pero llegado el momento cuando los soldados tomaron a su
Señor, Pedro huyó con el resto. No sólo eso, sino que cuando en el atrio del sumo
sacerdote fue interrogado si él era también de la compañía del Hombre cuya captura era
el tema de toda la conversación, vilmente negó diciendo que no tenía nada que ver con
él; y no sólo una vez, sino tres veces. Después de la tercer vez Pedro oyó el canto de un
gallo haciéndole recordar algo que Jesús le había dicho.
Quien tenga la Tarjeta N° 5, ¿quiere leer lo que recordó Pedro? (Lucas 22:61,
desde la parte “Y Pedro se acordó…”)
Se nos dice que “vuelto el Señor, miró a Pedro” (Lucas 22:61). “El Salvador se
desvió de sus ceñudos jueves y miró de lleno a su pobre discípulo. Al mismo tiempo, los
ojos de Pedro fueron atraídos hacia su Maestro. En aquel amable semblante, leyó
profunda compasión y pesar, pero no había ira” (El Deseado de todas las Gentes, pág.
659).
Cuando Jesús se fue al hogar celestial sus discípulos continuaron la obra. Ellos
aprendieron a trabajar como él lo había hecho, y ayudaban a aquellos que necesitaban de
su auxilio, como el pobre mendigo que estaba junto a la puerta La Hermosa.
Jesús quiere que nosotros también pongamos nuestros ojos a su servicio. ¿Cómo
están ustedes usando los ojos? Hoy veo delante de mí, ojos muy lindos, algún castaño
oscuro, algún azul, algún verde, etc. Veo ojos atentos. ¿Están ustedes disciplinando sus
ojos? ¿Están ustedes mirando cosas que Jesús se deleitaba en mirar cuando era un niño,
las cosas mundanas, en láminas degradantes, o en libros y revistas inconvenientes o
programas de televisión que no ayudan en nada para edificar el carácter?
¿Están ustedes usando los ojos para ver cosas dignas? ¿Están usando los ojos para
ver cosas que deben ser hechas? ¿Descubren ustedes a aquellos que tienen necesidad de
una mano ayudadora? ¿Ven ustedes la mirada cansada en los ojos de la madre o del padre,
y les ayudan en los quehaceres de la casa? ¿Ven vuestros ojos al niño o niña solitario que
desea amistad?
El otro día, en una gran ciudad una señora había andado de compras y deseaba
conseguir un taxi para regresar a su casa, pero le era al parecer imposible dar con uno.
En ese momento llegó un muchachito y le preguntó: ¿Necesita usted un taxi?

~ 11 ~
- Si efectivamente – fue la respuesta
- Muy bien, señora – prosiguió-, voy a conseguir uno.
Salió corriendo y en poco tiempo, un taxi paró delante de ella. Además, el
muchachito ayudó a la señora a entrar y acomodar sus paquetes. Este muchacho usó sus
ojos para descubrir una necesidad.
Pienso en lo ojos de Elizabeth de Fry, la gran mujer inglesa que hizo tanto para
reformar las condiciones de las prisiones de Inglaterra. Elizabeth era la esposa de un rico
comerciante de Londres, y desde jovencita había entregado su corazón a Dios, ella había
orado que pudiera ser usada por él para hacer su obra aquí en la tierra. Dios le abrió los
ojos para que pudiera ver lo que podría hacer. A pesar de tener muchas obligaciones en
su hogar y doce hijos para atender, visitaba los sectores más pobres de la ciudad. Iba por
estrechos callejones y subía por pequeñas escaleras, enviando luz y consuelo a todos.
Cierto día pidió permiso al encargado de la prisión Newgate, donde se alojaban
las mujeres convictas, para visitar la cárcel. De mala gana le fue concedido el permiso y
cuando la puerta se cerró tras ella, sus ojos contemplaron un espantoso cuadro.
Trescientas mujeres con sus hijos estaban hacinadas en cuatro pequeños cuartos, sin
cama, ni ropas de cama, y nada para hacer. Un solo hombre cuidaba de todas ellas.
Sus compasivos ojos captaron la horrible escena, y se puso a trabajar con todo
empeño en favor de una reforma. Junto con otras once señoras ella formó una sociedad
para trabajar por el mejoramiento de las condiciones en la prisión. Se obtuvieron ropas
de vestir y de cama, y a las mujeres se les dio trabajo útil para mantenerlas ocupadas. Se
abrió una escuela donde los niños tanto como las mujeres pudieras aprender. La Sra. de
Fry visitaba regularmente la prisión y leía la Biblia a las presas. Su dulce voz les daba
una nueva esperanza en la vida.
Los ojos de la Sra. Fry fueron disciplinados para ver no solamente las necesidades
en la prisión sino en todo lugar. Un día oyó de un hombre que había muerto de frío en la
calle porque no tenía dinero para pagar hospedaje. Habían transcurrido sólo seis horas
desde que ella oyó del caso, y ya había formado un comité con algunas de sus amigas
para proveer de abrigo a los desamparados de la ciudad de Londres.
El mundo necesita muchos más como ella, hombres, mujeres y jóvenes, cuyos
ojos estén a la búsqueda de las cosas que necesitan ser hechas y de las personas que
necesitan ser ayudadas. Hombres, mujeres y niños que quieran con la ayuda de Dios,
aliviar los problemas de la humanidad.
¿Quieren ustedes entregar hoy sus ojos a Jesús?

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TEMA 4
LOS LABIOS DE JESÚS

(Nota para el orador. Prepare tarjetas con las referencias de los textos, tal como se hizo
para las reuniones anteriores. Consiga láminas, si es posible, de la purificación del
templo, el saneamiento del paralítico, la resurrección de Lázaro y la curación del leproso).
Hoy vamos a pensar en los labios de Jesús, lo que el dijo y cómo lo dijo:
Nuevos labios y lo que decimos revelan a los demás lo que somos. Otros nos
juzgan en gran medida por lo que hablamos y como lo decimos. Con nuestros labios
podemos mentir; también podemos mostrar nuestra necedad, como también nuestra
inteligencia o nuestra amabilidad.
El libro de Proverbios habla mucho acerca de los labios. He repartido siete tarjetas
con textos que se refieren a siete clases diferentes de labios.
Tarjeta N° 1 Labios perversos: Proverbios 4:24
Tarjeta N° 2 Labios zalameros: Proverbios 7:21
Tarjeta N° 3 Labios mentirosos: Proverbios 12:22
Tarjeta N° 4 Labios de sabio: Proverbios 15:7
Tarjeta N° 5° Labios de necios: Proverbios 18:6
Tarjeta N° 6 Labios de justos: Proverbios 16:13
Tarjeta N° 7 Labios inicuos: Proverbios 24:2 (ayudar con el concepto de la
palabra inicua a los pequeños).

Me pregunto cómo son los labios que hoy veo delante de mí. ¿Cómo describiría
el autor de los Proverbios nuestros labios? ¿Tendría Salomón que decir que son labios de
un necio, que hablan tonterías todo el tiempo o labios mentirosos que desfiguran la
verdad? ¿o podría él expresar que son los labios de sabios y justos?
Los labios de Jesús mostraron la clase de persona que él fue mientras estuvo en la
tierra. Sus labios fueron LABIOS AFABLES. (Escriba en el pizarrón.)
¿Cómo consideraba la gente lo que oía decir a Jesús? Los asistentes de los
principales sacerdotes y de los fariseos, cuando fueron a escuchar a Jesús, se vieron
obligados a expresar: “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Las
personas que le oyeron leer las Escrituras en la sinagoga de Nazaret quedaron
maravilladas al oírle.
Quien tenga la Tarjeta N° 8, lea por favor, lo que ellos dijeron. (Lucas 4:22).
Era muy agradable escuchar a Jesús. A veces nos sentimos desconcentrados
cuando un orador, tiene su tono de voz apagado y hace difícil comprender lo que dice.
Pero las palabras de Jesús nunca dejaron de ser interesantes y atractivas a los oyentes. Su

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voz era fuerte, clara y hermosa, y sus palabras simples y precisas. No eran altisonantes,
ni tampoco incorrectas, realmente de sus labios salían palabras afables.
Los labrios de Jesús eran LABIOS REVERENTES. (Escriba en el pizarrón).
Nunca comprometió la verdad. Él hubiese podido escapar a veces de situaciones difíciles,
si hubiera estado dispuesto a ser indiferente con la verdad, pero sus labios no podían decir
nada que no fuera absolutamente la verdad.
El que tenga la Tarjeta N° 9, lea por favor, lo que Jesús dijo de sí mismo. (Juan
1:14)
El Hijo de Dios no tuvo temor de hablar la verdad. Cierta vez vio a unos hombres
que estaban ganando dinero aprovechándose de los adoradores que compraban en el
templo animales para los sacrificios. Estos hombres decían que la gente debía cambiar
su dinero secular por el dinero sagrado del templo. Para hacer ese cambio ellos cobraban
mucho y de esta manera ganaban mucho dinero. Este proceder daba a la gente una falsa
idea de Dios. Esto no le gustó a Jesús. Él sintió que debía corregirlo y hablar en contra
de esa práctica. Reprobó fuertemente a esos hombres.
Quien tenga la Tarjeta N° 10, lea lo que Jesús proclamó. (Mateo 21:13).
Los labios de Jesús fueron LABIOS CORTESES. (Escriba en el pizarrón). En
dos ocasiones Jesús se dirigió a su madre llamándola de “mujer”. Hoy pensaríamos que
es una forma irrespetuosa de tratar a una madre, pero es porque no entendemos la
modalidad antigua. Esa palabra era, en su tiempo un término de gran respeto. La sierva
del Señor lo explica de la siguiente manera: “Esta respuesta, por brusca que nos parezca,
no expresaba frialdad, ni falta de cortesía. La forma en que se dirigió el Salvador a su
madre estaba de acuerdo con la costumbre oriental. Todo acto de la vida terrenal de Cristo
estuvo en armonía con el precepto que él mismo había dado: “Honra a tu padre y a tu
madre…”. En la cruz, en su último acto de ternura hacia madre, Jesús volvió a dirigirse
a ella de la misma manera al confiarla al cuidado de su discípulo amado. Tanto en la
fiesta de bodas como sobre la cruz, el amor expresado en su tono, mirada y modales,
interpretó sus palabras” (El Deseado de todas las Gentes, pág. 120).
También había PODER en los labios de Jesús. (Escriba en el pizarrón).
Con sólo pronunciar unas pocas palabras, los poderes de los cielos eran
manifestados. Cuando se le trajo al hombre paralítico para ser sanado, Jesús no le dio
alguna medicina para beber, ni se puso a manipular sus huesos o sus músculos.
Simplemente dijo las palabras: “Levántate, toma tu cama y vete a tu casa” (Mateo 9:6), y
esas sencillas pero poderosas palabras trajeron fuerza a los débiles miembros del enfermo.
En otra ocasión, cuando vino un leproso y le adoró diciéndole: “Señor, si quieres,
puedes limpiarme”, Jesús le respondió: “Sé limpio”, y la lepra lo dejó. (Mateo 8:2,3).
Cuando estuvo parado al lado de la tumba de Lázaro, fueron las palabras que sus
labios pronunciaron las que dieron la vida al cuerpo muerto e hicieron que Lázaro se
levantara, envuelto como estaba en el sudario, y saliera a la puerta de la tumba.
Sí, las palabras de Jesús tenían poder para devolver la vida. Un día muy cercano
aquellos mismos labios hablarán a todos los justos que murieron, y que ahora están

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durmiendo en sus tumbas, y les ordenará salir de ellas. El poder de sus palabras los
levantará vivos y con cuerpos nuevos e inmortales.
Los labios de Jesús HABLABAN LA VERDAD. (Escriba en el pizarrón). Por
mucho tiempo la gente de los días de Jesús había oído a los rabinos repetir toda la larga
lista de prohibiciones encuadradas en la expresión “No”. Habían oído a sus maestros
hablar acerca de la ley y de la manera como ellos la interpretaban, olvidando de enseñar
la gran ley del amor que debieron haber explicado. Luego, cuando vino Jesús, su
enseñanza fue muy diferente. Habló del Dios que hizo todas las cosas bellas, de manera
que les hizo ver a un Padre amante, como realmente es. La gente escuchaba por horas la
palabra que fluían de los labios de Jesús, porque eran palabras de verdad, eran buenas y
edificantes.
Los labios de Jesús podían ser LABIOS SILENCIOSOS cuando era oportuno
guardar silencio. (Escriba las palabras en el pizarrón). Delante de Pilato, del sumo
sacerdote y de los ancianos que le acusaron falsamente, Jesús “nada respondió”, porque
las palabras en esa ocasión de nada habían servido. Isaías había dado una profecía acerca
de esto.
El que tenga la Tarjeta N° 11, ¿quiere leerla, por favor? (Isaías 53:7)
¿Estamos aprendiendo de las palabras que dijo Jesús, y también de la manera en
que guardó silencio para testificar debidamente de él? ¿Estamos usando nuestros labios
para hablar por Jesús?
Hace uno años leí una historia acerca de un muchacho llamado Mario. Aunque
solo tenía cinco años de edad, Mario usaba sus labios para hablar de Jesús. Un día pidió
a su papito que lo llevara para trabajar en la Recolección Anual. Su padre aceptó y ambos
se dirigieron hacia la ciudad.
El padre de Mario lo dejó con una alcancía de la Recolección en el vestíbulo de
un gran edificio comercial mientras él fue hacer otros negocios. La señorita que atendía
el puesto de revistas vio a Mario y le dio cincuenta centavos. Ella quedó muy
impresionada por la manera en que hablaba el niñito, y como le había agradecido, y lo
llevó por todo el edificio mostrándolo a las personas que trabajaban allí.
Una señora que atendía un escritorio le preguntó a que iglesia pertenecía, y Mario
contestó orgulloso que él era de la Iglesia Adventista, y añadió: “Usted debería venir a la
iglesia el próximo sábado”.
Esa mujer había sido adventista, y la invitación de Mario tocó una cuerda sensible
de su corazón. No pudo olvidar la entrevista, y cuando aquella noche llegó a su casa y
selo comentó a su esposo, ambos decidieron que irían al siguiente sábado a la Iglesia
Adventista. Ellos cumplieron su plan, y no pasó mucho tiempo antes de que la señora y
su esposo fueran bautizados nuevamente. Todo porque un pequeño niño no tuvo temor
de usar sus labios para presentar una invitación en el nombre de Jesús.
¿Quieren también ustedes entregar sus labios hoy a Dios para hablar sólo palabras
amables, cortes y salvadoras a otros?

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TEMA 5
EL CORAZÓN DE JESÚS

(Nota para el orador: Prepara nuevamente las tarjetas con la anotación de los textos. Use
láminas que se refieran a las historias que se mencionan en el tema. Prepare la ilustración
objetiva para la lección según las indicaciones).
Durante todos los días de esta semana hemos estado estudiando acerca Jesús.
Ayer hemos estado pensando en como Jesús usó sus labios para decir palabras de ánimo;
y antes en como adiestró sus ojos para ver las bellezas de la naturaleza y las ocasiones en
que podía ser de ayuda a otros; en como sus pies lo llevaron a lugares donde podía ser de
ayuda a los demás; y en como sus manos sirvieron a aquellos entre los cuales vivió.
Jesús hizo lo que hizo, fue a donde fue, vio lo que vio y habló lo que habló, porque
su corazón era puro y lleno de amor.
Hoy, en esta última reunión de la Semana de Oración, vamos a pensar en cuanto a la clase
de corazón que tenía Jesús.
Jesús tenía lo que a menudo llamamos un CORAZÓN GRANDE. (Escriba en el
pizarrón). Él se interesaba en todos, no solamente en su círculo familiar y sus discípulos
que estuvieron cerca de él durante su ministerio, sino en todos. El amaba a aquellos que
se esforzaban por ser bueno, y también amaba a los pecadores. Amaba a los ancianos,
pero también amaba igualmente a los niños. Amaba a los judíos, los de su propia raza, y
asimismo amaba a los extranjeros. Amaba a los ricos como a Zaqueo y Simón; sin
embargo, también amaba a los pobres, a la viuda que entró en el templo, al mendigo que
veía por la calle. Su corazón era suficientemente grande para abarcar a todos.
Jesús tenía un CORAZÓN COMPASIVO. (Escriba en el pizarrón). El sintió
pesar por los demás. Si ustedes leyeran todos los Evangelios verían cuán a menudo se
dice que Jesús sintió compasión por el pueblo.
Por favor, los niños que tienen las siguientes tarjetas, y lean lo que se nos dice acerca de
la compasión que sitió Jesús por lo demás.
Tarjeta N° 1 Mateo 9:36
Tarjeta N° 2 Mateo 20:34
Tarjeta N° 3 Marcos 5:19
Jesús tuvo compasión por las personas que tenían tristeza, y por los que debían
sobrellevar enfermedades, y por las tinieblas en que estaban viviendo a causa de su
ignorancia.
Hay veces en que nosotros también nos sentimos apenados, pero si no hacemos
nada más que compadecernos de las personas desafortunadas, de nada sirve. Cuando
Jesús tuvo compasión por otros, también hizo algo en favor de ellos. Cuando tuvo
compasión por los que él mismo tildó de “ovejas sin pastor”, les enseñó y les mostró el
camino de la vida. Cuando sintió compasión por aquellos que estaban enlutadas por la
muerte de algún ser querido, resucitaba sus muertos.
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Jesús tenía un CORAZON CON SIMPATÍA. (Escriba en el pizarrón).
Cuando otros estaban tristes, Jesús también lo estaba. El lloró cuando vio a los
que lloraban por causa de la muerte de Lázaro en Betania. Así, Jesús también siente con
nosotros en nuestros pesares.
Quien tenga la Tarjeta N° 4, lea por favor, lo que dice el texto. (Juan 11:35).
La sierva del Señor nos dice: “Aunque era Hijo de Dios, había tomado sobre sí la
naturaleza humana y le conmovía el pesar humano. Su corazón compasivo y tierno se
conmueve siempre de simpatía hacia los dolientes. Llora con los que lloran y se regocija
con los que se regocijan” (El Deseado de todas las Gentes, pág. 490).
Yo estoy segura de que también ustedes han tenido alguna vez un gran llanto por
alguna cosa, una desgracia que les haya acontecido, un chasco que habrán tenido que
sobrellevar, o un dolor o incomodidad. Jesús llora con nosotros y siente simpatía por
nuestro dolor.
Jesús tenía un CORAZÓN PERDONADOR. (Escriba en el pizarrón).
¿Cuántos de nuestros amigos tienen corazones perdonadores? ¿Tienen ustedes
mismos corazones perdonadores? O siguen recordando los errores que otros les han
hecho, diciendo: Yo nunca perdonaré lo que me hizo tal amigo o amiga, o Yo nunca
perdonaré a fulanita por lo que dijo de mí.
Jesús demostró por su actitud que estaba listo a perdonar aun a aquellos que más
le ofendieron. Cuando los soldados romanos lo maltrataron, podría haber orado a su
Padre para que les mandara algún castigo terrible, pero no lo hizo.
Quien tenga la Tarjeta N° 5, lea por favor, las palabras que dijo Jesús y que
demuestran su corazón perdonador. (Lucas 23:34).
El amante corazón de Jesús no ha perdido su espíritu perdonador. A pesar de que
muchas veces herimos el corazón de Jesús, por lo que hacemos o decimos, él está
igualmente dispuesto a perdonarnos. No solamente esto, sino que borrará todo recuerdo
de nuestros pecados.
Por favor, quien tenga la Tarjeta N° 6, lea lo que Jesús promete hacer con nuestros
pecados (Salmos 103:12).
El corazón de Jesús ANIMABA (Escriba en el pizarrón). A los que habían perdido
el valor. Daba ánimo a la gente. Daba valor a las madres que venían con sus hijos.
Conocía sus luchas y el duro trabajo que significaba criar una familia, y su corazón
amable y compasivo les daba ánimo. El corazón de Jesús simpatizó con Pedro cuando
comenzó a hundirse en las olas del Mar de Galilea. También se condolió de Pedro cuando
estuvo a punto de apostatar al negar a su Señor.
Jesús tiene mucha paciencia con nosotros cuando nos desanimamos; de modo que
llevémosle nuestros desánimos porque él nos animará.
El corazón de Jesús estaba siempre dispuesto a socorrer a todos los que
necesitaban ayuda, sin embargo, él no tuvo lástima de sí mismo. Podemos buscar en el

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relato que los Evangelios hacen de él, y no encontraremos ningún lugar donde se diga que
se sintió condolido de sí mismo, condolido por las largas horas que trabajó sanando y
enseñando, por las muchas millas que caminó para atender a otros. No, la compasión de
Jesús fue para otros, y no para sí mismo.
Ese corazón que nunca se contuvo de hacer el bien a los demás, fue quebrantado
por nosotros. Se nos dice acerca de la muerte de Jesús: “Pero no fue el lanzazo, no fue el
padecimiento de la cruz, lo que causó la muerte de Jesús. Ese clamor, pronunciado con
grande voz en el momento de su muerte, el raudal de sangra y agua que fluyó de su
costado, declaran que murió por quebrantamiento del corazón. Su corazón fue
quebrantando por la angustia mental. Fue muerto por el pecado del mundo” (El Deseado
de todas las Gentes, pág. 717).
Jesús quiere que los niños y las niñas, los hombres y las mujeres sientan en su
corazón como él sintió hace acerca de dos mil años. El nos dice: “Dame hijo mío, tu
corazón” (Proverbios 23:26). El Maestro desea que le demos hoy el corazón, de manera
que, viendo las necesidades de los tristes, de los enfermos y de los ignorantes, podamos
hacer su obra en el mundo enseñando o curando en el nombre de él. Además, Jesús desea
grabar en el corazón ideales nobles, desterrando los malos propósitos.

(Cierre la reunión haciendo un llamado para que los niños levanten la mano como
señal de entrega del corazón, las manos, los pies, los ojos y los labios, para ser utilizado
por Jesús).

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