• En el texto se nombran estrictamente las facetas académicas de la expectativa del
estudiante, v.gr., los logros que se pre-traza, y las metas que quiere alcanzar, así como cuestiones de estilo de tipo de trabajo y sí siente que esta asumiendo eficazmente su labor académica. Pero irremediablemente se deja de lado el matiz emocional que es el que finalmente tiene las mayores implicaciones respecto a la actitud previa que puede tener un estudiante en el aula. Por definición un estudiante no se propone fallar sistemáticamente o hacer siempre las cosas mal, de hecho las metas de todos respecto a lo académico son similares, quizás en algunos sean menores, pero finalmente remiten a tener éxito en mayor o menor medida. Para unos el éxito se gana sobresaliendo, comparando su mejor desempeño con un ánimo satisfactoriamente competitivo; pero para otros el éxito académicamente hablando es algo menos competitivo y más simple, más personal, alcanzar lo básico, eso es todo. Pero son las emociones a nivel personal las que demarcan que tanto de éxito puede alcanzarse. Sí el estudiante está viviendo una situación que emocionalmente lo desborda su simple experiencia perceptual se trastoca, lago tan simple como ver el parque en lugar de traerle a su mente la idea de disfrutar de un juego puede evocar en su mente un recuerdo triste en el que el parque más que la idea de juego, lo que va a traer a la mente es una sensación dolorosa. Esta vivencia en el aula de múltiples estudiantes sometidos cada uno a una plétora emocional, implica una atención paciente de parte del profesor para saber en que medida los sentimientos desbordan a su estudiante. Estar atento a algunos casos particularmente complejos puede ayudar a que el aula no se convierta en un ingrediente adicional que torture su emocionalidad. Y así como el estudiante no tiene proyectado como meta fracasar académicamente, tampoco puede gobernar sus emociones y al no gobernarlas sin tener la intención, su forma de exteriorizar la ingobernabilidad de la plétora emocional que carga, es sentirse incómodo en el aula.
<<En cuanto a motivación en el aula la emocionalidad va más allá de
las perspectivas académicas del estudiante>>
1 Andrés Camilo Montaño martes, 22 de enero de 2019 • DE PARTE DEL DOCENTE
A diferencia del caso de los estudiantes si se cita la relación inter-personal del
docente con el estudiante, pero insistó, para hablar de un ámbito interrelacional se necesita hablar de la estabilidad y la ecuanimidad en el juicio que debe primar en el docente. Pero es prudente entender que el docente no es un ser perfecto y su quehacer profesional también se matiza por la incesante cantidad de emociones que penetran su mente. Así las cosas, el docente haciendo uso de la prudencia puede entender en qué momento el se convierte en un factor tóxico para el aula, que puede alterar a sus estudiantes. No significa esto señalar que no se dedique a su quehacer, pero sabiendo que no es perfecto su prudencia lo debe guiar a buscar apoyo en sus compañeros cuando sienta que su sola presencia en el aula será perjudicial tanto para él o ella, como para sus estudiantes; que el orgullo de decir que estamos bien, no implique la afectación de quienes están a nuestro cargo. Que prime la responsabilidad mediada bajo la perspectiva de la prudencia, para que la emocionalidad propia no sea un elemento tóxico del aula.
<< En ocasiones es imposible gobernar las emociones, y aunque sea nuestra
responsabilidad contractual estar en el aula, prima la responsabilidad ética de ser ayuda para quienes finalmente están a cargo, antes que estudiantes son a quienes nos debemos y factores emocionales mal encausados no nos arruinarán solo como docentes, sino que aparte de ello pueden ser destructivos para aquellos a quienes debeos lo que elegimos hacer de nuestra vida”
Es primordial el estudio de la emocionalidad en el aula para verdaderamente