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¿Tengo derecho a negarme a una

prueba de alcoholemia? Sobre el


malentendido derecho a la no
auto incriminación 1

Escribe: Hugo Butrón Velarde

El derecho a no auto incriminarse es de origen fundamentalmente


anglosajón, pero su más amplio desarrollo ha sido llevado a cabo por la
jurisprudencia norteamericana, ello a partir de lo señalado en la Quinta
enmienda de su Constitución.

Nótese que lo que la norma constitucional señala expresamente es que


toda persona tiene derecho a «[…] nor shall be compelled in any criminal
case to be a WITNESS against himself […]». Esto se traduce en el sentido
de que nadie puede ser obligado o compelido, en un proceso penal, a
«declarar» o «testificar» contra sí mismo.
Es por ello que partir de este texto, en el mundo angloamericano, las
discusiones han girado más bien en relación a qué puede incluirse dentro
de la comprensión del concepto «testificar» y hasta qué punto puede
ampliarse este concepto para incluir nuevos supuestos de protección. En
tal sentido, difícilmente se puede sostener, en dicho ámbito, que el
someterse a pruebas de alcoholemia vulnera el derecho no auto 2

incriminarse.

No se olvide que, tanto el art. 14.3 del PIDCP, así como el art. 8 de la
CADH, también reconocen este derecho como un derecho «a no declarar»
contra uno mismo.

II

Ahora bien, en el ámbito europeo continental, para afirmar una vulneración


a este derecho se debe distinguir primero entre dos conceptos: el de
«aportar prueba en contra» y el de «soportar prueba en contra». Asimismo,
debe distinguirse en qué casos el imputado es tratado como «órgano de
prueba» y en cuáles, como «objeto de prueba».

En general, se acepta que en el caso de extracciones de muestra de


sangre, de cabello, etc., el imputado es tratado como objeto de prueba; es
decir, no se le exige que sea él quien como «sujeto» aporte o trasmita el
elemento de prueba, sino que simplemente su corporalidad es tratada
como materia de actividad probatoria: un cuerpo que debe ser averiguado
o conocido.

Dicho de otra manera, el imputado no es obligado a «aportar prueba en su


contra» sino a «soportar la prueba en su contra». Si esto es así, tampoco
en nuestra tradición jurídica, la negativa de someterse a los exámenes de
alcoholemia, ADN, etc., estaría protegida por el derecho a no auto
incriminarse.

Para ejemplificar lo dicho basta aquí recordar lo señalado por el Pleno del
Tribunal Constitucional Español, en la STC 161/1997 de 2 de octubre de
1997, en la cual se explica lo siguiente:
El primero de los núcleos de la presente cuestión de inconstitucionalidad
se refiere a la conformidad del nuevo tipo penal con el derecho del
detenido a no declarar y con los derechos de todos a no declarar contra sí
mismos y a no confesarse culpables. Esta duda de constitucionalidad ha
sido ya, en su esencia, expresamente abordada y resuelta por este
Tribunal. La STC 103/1985 afirmaba que “el deber de someterse al control 3

de alcoholemia no puede considerarse contrario al derecho a no declarar,


a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable, pues no se
obliga al detectado a emitir una declaración que exteriorice un contenido,
admitiendo su culpabilidad, sino a tolerar que se le haga objeto de una
especial modalidad de pericia, exigiéndole una colaboración no
equiparable a la declaración comprendida en el ámbito de los derechos
proclamados en los arts. 17.3 y 24.2 de la Constitución”. Esta doctrina ha
sido recordada en otras ocasiones con estas u otras palabras. Así, la STC
145/1987 afirmaba rotundamente que “la determinación del grado de
alcohol en sangre a través del correspondiente ‘test’ de alcoholemia no es
contraria a las garantías constitucionales”. Más recientemente, la STC
197/1995 volvía a negar la catalogación de dicha prueba como
declaración. (Cfr. aquí)

Esto criterio es asumido también por el Tribunal Supremo Español, en la


Sentencia núm. 210/2017, del 28 de marzo de 2017. (Vid. aquí)

III

Claro está, algunas intervenciones corporales pueden afectar derechos


fundamentales del imputado como su intimidad o su salud. Por ello,
tradicionalmente se ha exigido que dichas intervenciones sean autorizadas
judicialmente, a no ser que se trate de situaciones de urgencia y necesidad
o de intervenciones mínimas (como pequeñas extracciones de sangre,
cabello, el pedio de soplar un alcoholímetro, etc.). Precisamente esta
doctrina es la que ha sido recogida en los arts. 211 y 213 del Código
Procesal Penal.

IV
Antes de concluir, no está de más recordar que nuestro Tribunal
Constitucional ha dejado bien en claro, en reiteradas ocasiones, que el
derecho a lo no auto incriminación, no implica que el imputado tenga un
«deber de no mentir, sino más bien de contribuir al cumplimiento de las
normas legales» (Exp. 03-2005-PI/TC, Exp. 03021-2013-PHC/TC, F.J.
2.3). Lo cual, en suma, se traduce en la idea de que el imputado tiene 4

derecho a un proceso justo, no a un proceso ventajoso. Una adecuada


comprensión del derecho a la no autoincriminación nos ayuda a llevar a la
práctica esta idea.

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