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“CASO DE CORRUPCIÓN ODEBRECHT”

¿Qué consecuencias políticas dejaron estas acciones de


corrupción en el Perú?
Los costos más graves de la corrupción son políticos. La corrupción desmoraliza al
ciudadano y pone en tela de juicio la legitimidad de los gobernantes. El ciudadano se
pregunta, ¿por qué voy a confiar en autoridades corruptas o que toleran la corrupción?
¿Por qué tengo que pagar impuestos para que empresas corruptas se los metan al
bolsillo? Algunas personas también dirán ¿por qué no puedo robar yo también si a los
ladrones de saco y corbata, que roban por millones, no les pasa absolutamente nada?

Más aún, la corrupción sistémica que vive nuestro país corroe la misma fábrica social.
Las empresas corruptas suelen ofrecer charlas, consultorías y trabajos varios a
miembros de la sociedad civil a cambio de su apoyo o, cuando menos, su silencio.
Quienes aceptan estos pagos, a sabiendas de la reputación de las empresas que los
hacen, no son víctimas sino cómplices de la corrupción. Es harto lamentable que
muchos profesionales y periodistas que han recibido pagos de Odebrecht o empresas
similares no lo hagan público y, lo que es peor, opinen sobre el tema con desparpajo.

¿Cómo repercute en la economía del país?


Repercute en la coima misma. Los pagos indebidos a funcionarios y políticos a cambio
de favores no pueden quedar en la impunidad, pues si ello sucede el crimen sí paga para
los corruptos. Cuando no se castigan las coimas hay menor incentivo y premio para los
funcionarios y políticos honestos de dedicarle tiempo y esfuerzo a servir en la
administración pública. Así, si la impunidad campea, quienes avanzan en sus carreras
son los corruptos en desmedro de los honestos.

El costo económico principal es la ineficiente asignación de recursos que se manifiesta


de tres formas. La primera es que la coima suele aumentar artificialmente el costo de los
proyectos pues el coimero gana más cuanto mayor es el sobreprecio. En segundo lugar,
las coimas incrementan la probabilidad de que hagan proyectos que no se necesitan en
desmedro de proyectos necesarios. Finalmente, las coimas suelen alterar las condiciones
de los contratos para favorecer a las empresas corruptas en perjuicio del ciudadano. Por
ejemplo, es muy sospechoso que en nuestro país el concesionario del Gasoducto del Sur
disfrute de ingresos garantizados que se financian a través de aumentos en las tarifas de
luz. En los siguientes meses sabremos si hubo o no corrupción en la concesión del
Gasoducto.

Otro costo económico de la corrupción es que hace que las empresas que tienen
prácticas honestas no participen en los procesos públicos de licitación pues saben que
los resultados estarán amañados. Así, la corrupción rampante que vivimos en el Perú,
priva a nuestro Estado de muchos empresarios honestos que prefieren ir a países menos
corruptos.

¿Cuál es la imagen ética de nuestras autoridades?


La percepción que la población tiene sobre el Congreso es cada vez más negativa, así lo
señala la última encuesta nacional urbano rural de GfK para La República. Es así que el
64% de los peruanos desaprueba al Parlamento, cuatro puntos porcentuales más que el
mes anterior. Solo el 25% aprueba su labor.

Una de las mayores falencias en nuestra vida política es el sentido de la responsabilidad


entre nuestras autoridades. De alguna forma eso se vincula con la falta de solidaridad y,
por último, con cierta fragilidad de nuestra imaginación moral: capacidad de empatía,
apertura a colocarse en el lugar de los otros, de los que sufren marginación, pobreza,
abusos. Se trata, en todos los casos, de carencias que limitan las posibilidades de nuestra
democracia y, en cierto modo, des-humanizan a nuestra convivencia social.

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