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GUIA DE Actividades N°2. Unidad II. LENGUAJE.

Nombre Curso IV medio


Profesor Alejandra Cadena Fecha
Objetivo de Caracterizan la propuesta temática y valórica de un ensayo. Analizan la relación entre el
aprendizaje tema del ensayo y el contexto histórico de producción.

Michel de Montaigne: Padre del ensayo.


El escritor francés Michel de Montaigne, a quien se recuerda mañana a 480 años de su nacimiento, es considerado el introductor
del ensayo como forma literaria; su obra, señalan los conocedores de ella, se caracteriza por un estilo discursivo definido, tono
coloquial y el uso de numerosas citas de autores clásicos.

Michel de Montaigne (1533-1592) vio la luz por primera vez el 28 de febrero de 1533, en Château de Montaigne, Francia, en el
seno de una familia de comerciantes que gozaba de una favorable posición económica.

Gracias al método pedagógico de su padre fue educado en latín, posteriormente ingresó a una escuela de Guyena, actualmente
Aquitania, donde estudió poesía latina y griega, y a los 16 años se inscribió en la Universidad de Tolosa, para cursar la carrera de
derecho.

A partir de 1554 se desempeñó como consejero en La Cour des Aides de Périgueux, puesto que obtuvo en sustitución de su
padre. No obstante, estos tribunales soberanos se disolvieron y Montaigne pasó a formar parte del Parlamento de Burdeos,
donde conoció al poeta y humanista Étienne de la Boétie (1530-1563), con quien entabló amistad.
De acuerdo con la biografía del también humanista, en 1565 contrajo matrimonio con Françoise de La Chassagne y tres años
después su padre murió, hecho que lo convirtió en heredero de la propiedad y del título de señor de Montaigne, cargo que vendió
en 1570.

Impulsado por cumplir la última voluntad de su padre, en 1869 publicó la traducción de la "Teología natural", del filósofo catalán
Ramón Sibiuda (1385-1436), libro al que volvería años más tarde en los "Ensayos".

Tiempo después viajó a París para publicar en un volumen las poesías latinas y las traducciones de su amigo y el político Étienne
de La Boétie, cuya muerte, en 1563, le afectó profundamente.

El deseo de Montaigne de dedicarse por completo al estudio y la meditación, se cumplió el 28 de febrero de 1571, día en que se
retiró a sus propiedades y se avocó a la redacción de "Ensayos".

Sin embargo, su retiro duró poco tiempo pues enfrentó compromisos sociales y políticos a causa de las guerras de religión que
asolaban su país y en las que prestó su ayuda como diplomático.

En este periodo emprendió un viaje por Italia, el cual suspendió en 1581 cuando recibió la noticia de su elección como alcalde de
la ciudad de Burdeos, puesto que ocupó por segunda ocasión entre 1583 y 1585.

Tres años después apareció una nueva edición de los "Ensayos", con el añadido de un tercer libro, y decidió retirarse
definitivamente luego de un último viaje que realizó a París, no obstante algunos altercados que lo llevaron a prisión.

En sus últimos días preparó la última edición de los "Ensayos", y se dedicó al estudio de los clásicos latinos y griegos en su
propiedad, donde murió el 13 de septiembre de 1592, a los 59 años de edad.

De Demócrito y Heráclito

Es el juicio un instrumento necesario en el examen toda clase de asuntos, por eso yo lo ejercito en toda
ocasión en estos Ensayos. Si se trata de una materia que no entiendo, con mayor razón empleo en ella mi
discernimiento, sondeando el vado de muy lejos; luego, si lo encuentro demasiado profundo para mi estatura,
me detengo en la orilla. El convencimiento de no poder ir más allá es un signo del valor del juicio, y de los de
mayor consideración. A veces imagino dar cuerpo a un asunto baladí o insignificante, buscando en qué apoyarlo
y consolidarlo; otras, mis reflexiones pasan de un asunto noble y discutido en que nada nuevo puede hallarse,
puesto que el camino está tan trillado, que no hay más recurso que seguir la pista que otros recorrieron. En los
primeros el juicio se encuentra como a sus anchas, escoge el camino que mejor se le antoja, y entre mil senderos
delibera que éste o aquél son los más convenientes. Elijo de preferencia el primer argumento; todos para mí son
igualmente buenos, y nunca formo el designio de agotar los asuntos, pues ninguno se ofrece por entero a mi
consideración: no declaran otro tanto los que nos prometen tratar todos los aspectos de las cosas. De cien carices
que cada una ofrece, escojo uno, ya para acariciarlo solamente, ya para desflorarlo, a veces para penetrar hasta la
médula; reflexiono sobre las cosas, no con amplitud, sino con toda la profundidad de que soy capaz, y las más de
las veces tiendo a examinarlas por el lado más inusitado que ofrecen. Aventuraríame a tratar a fondo de alguna
materia si me conociera menos y tuviera una idea errónea de mi valer. Desparramando aquí una frase, allá otra,
como partes separadas del conjunto, desviadas, sin designio ni plan, no estoy obligado a ser perfecto ni a
concentrarme en una sola materia; varío cuando bien me place, entregándome a la duda y a la incertidumbre, y a
mi manera habitual, que es la ignorancia.
Todo movimiento de nuestra alma nos denuncia; la de César, que se deja ver cuando dirige y ordena la
batalla de Farsalia, muéstrase también cuando a ocupan sus recreos y sus amores. Júzgase del valer de un caballo,
no sólo al verle correr sobre la pista, sino también cuando marcha al paso y hasta cuando reposa en la caballeriza.
Entre las distintas funciones del alma, las hay bajas y mezquinas; quien en el ejercicio de ellas no la
considera y examina, dejará de conocerla por entero. A veces mejor se la profundiza en sus acciones simples,
porque el ímpetu de las pasiones la agita y lleva a sus más elevados movimientos; únase a esto que nuestra alma
se emplea por entero en cada una de nuestras acciones y que nunca la ocupa más de una sola cosa a la vez y en
ella pone todo el ser de cada individuo. Consideradas las cosas en sí mismas, acaso tengan su peso, medida y
condición, pero desde el instante en que se relacionan con nosotros, el alma las acomoda a su manera de ser. La
muerte, que a Cicerón estremece, Catón la desea, y es indiferente para Sócrates. La salud, la conciencia, la
autoridad, la ciencia, las riquezas, la belleza y sus contrarios, se despojan, recibiendo del alma, al entrar en ella,
nueva vestidura, y adoptando el matiz que la place: moreno, claro, verde, obscuro, agrio, dulce, profundo,
superficial, el que más en armonía está con las distintas almas, pues éstas no pusieron de acuerdo sus estilos,
reglas y formas; cada una es en su estado soberana. ¿Por qué no nos fundamentamos más en nuestros juicios, en
las cualidades externas de las cosas? En nosotros estriba darnos cuenta de ellas. Nuestro bien y nuestro mal no
dependen sino de nosotros. Hagámonos donación a nosotros mismos de nuestras ofrendas y deseos, en manera
alguna a la fortuna; ésta es impotente contra el poderío de nuestra vida moral, pues la arrastra consigo la moldea
a su forma. ¿Por qué no he de juzgar yo de Alejandro cuando se encuentra en la mesa, conversando y bebiendo a
saciedad, o cuando juega a las damas? ¿Qué cuerda de su espíritu deja de poner en actividad este juego necio y
pueril? yo le odio y le huyo porque no es tal juego, porque nos preocupa de un modo demasiado serio, y porque
me avergüenzo de fijar en él la atención, que, empleada de otro modo, bastaría a hacer algo para que valiera la
pena. No se tomó mayor trabajo para organizar su expedición gloriosa a las Indias; ni ningún otro que se propone
resolver una cuestión de la cual depende la salvación del género humano. Ved cómo nuestra alma abulta y
engrandece aquella diversión ridícula; ved cómo absorbe todas sus facultades; con cuánta amplitud proporciona
a cada uno los medios de conocerse y de juzgar rectamente de sí mismo. Yo no me veo ni me examino nunca de
una manera más cabal que cuando juego a las damas: ¿qué pasión no saca a la superficie ese juego?, la cólera, el
despecho, el odio, la impaciencia; una ambición vehemente de salir victorioso, allí donde sería más natural salir
vencido, pues la primacía singular por cima del común de las gentes no dice bien en un hombre de honor
tratándose de cosas frívolas. Y lo que digo en este ejemplo puede amplificarse a todos los demás; cada ocupación
en que el hombre se emplea, acusa y descubre sus cualidades por entero.
Demócrito y Heráclito eran dos filósofos, de los cuales el primero, encantando vana y ridícula la humana
naturaleza, se presentaba ante el público con rostro burlón y risueño. Heráclito, sintiendo compasión y piedad
por nuestra misma naturaleza, estaba constantemente triste y tenía sus ojos bañados de lágrimas:
Alter
ridebat, quoties a limine moverat unum
protuleratque pedem; flebat contrarius alter.417

Yo me inclino mejor a la actitud del primer filósofo, no porque sea más agradable reír que llorar, sino
porque lo primero supone mayor menosprecio que lo segundo; y creo que dado lo poco de nuestro valer, jamás
el desdén igualara lo desdeñado. La conmiseración y la queja implican alguna estimación de la cosa que se
lamenta; al contrario acontece con aquello de que nos burlamos, a lo cual no concedemos valor ni importancia
alguna. En el hombre hay menos maldad que vanidad; menos malicia que estupidez: no estamos tan afligidos
por el mal como provistos de nulidad; no somos tan dignos de lástima como de desdén. Así Diógenes, que
bromeaba consigo mismo dentro de su tonel, y que se burlaba hasta del gran Alejandro, como nos tenía en el
concepto de moscas o de vejigas infladas, era juez más desabrido e implacable, y por consiguiente más diestro a
mi manera de ver, que Timón, el que recibió por sobrenombre el aborrecedor del género humano, pues aquello
que odiamos es porque nos interesa todavía. Timón nos deseaba el mal, se apasionaba con ansia por nuestra ruina,
y oía nuestra conversación como cosa dañosa, por creernos depravados y perversos. Demócrito considerábanos
tan poca cosa, que jamás podríamos ni ponerle de mal humor ni modificarle con nuestro contagio; abandonaba
nuestra compañía, no por temor, sino por desdén hacia nuestro trato. Ni siquiera nos creía capaces de practicar
el bien ni de perpetrar el mal.
De igual parecer fue Statilio contestando a Bruto, que le invitaba tomar arte en la conspiración contra
César. Bien que creyera la empresa justa, entendía que no valía la pena molestarse por los hombres; que éstos no
eran dignos de tanto, conforme a la doctrina de Hegesias, el cual decía: «El filósofo no debe hacer nada por los
demás, sólo por sí mismo debe interesarse; solo él es digno de que hagan algo por él.» Aquella respuesta está
también de acuerdo con la opinión de Teodoro, quien estimaba injusto que el hombre perfecto corriera ningún
riesgo por bien de su país, puesto que de correrlo se expone a perder la filosofía en beneficio de la locura. Nuestra
propia y peculiar condición es tan risible como ridícula.

Responde en tu cuaderno

1. Escriban un párrafo de tres líneas como máximo que sintetice el tema y la posición de la autora sobre este.
2. ¿En qué año se escribió este texto? ¿Cómo influye la época en la visión que tiene el autor sobre el tema?
3. ¿Qué estrategias utiliza para argumentar su punto de vista?

4. ¿Cuál fue el propósito del autor para escribir su texto? Fundamenten aludiendo a la información de la
lectura.
Algunos de los ensayos más influyentes en la historia
El Príncipe, de Nicolás Maquiavelo, ensayo sobre el arte de la política
En 1513, 20 años antes del nacimiento de Michel Eyquem de Montaigne (el pensador francés que acuñó por primera vez el
término ensayo), un oscuro pero brillante funcionario florentino escribía la obra más cruda y realista sobre el arte de alcanzar y
mantener el poder político. Se llamaba Nicolás Maquiavelo y su libro se tituló, un clásico del ensayo político.
Admirado y comentado por grandes líderes durante las generaciones siguientes -son famosos los comentarios escritos al
margen de Napoleón Bonaparte, por ejemplo- este ensayo está inspirado en la figura y actuación de César Borgia y contiene una
serie de recomendaciones para quien desee triunfar en política.
Su visión cínica pero a la vez efectiva contrasta con las posiciones moralistas y éticas de la mayoría de los pensadores de
la época.
No en vano el término maquiavelismo se define hoy en día como un "modo de proceder con astucia, doblez y perfidia". No
obstante, sus enseñanzas son seguidas por gran número de políticos, que por supuesto lo niegan en público.

El origen de las especies, de Charles Darwin, ensayo científico


Si Charles Darwin hubiese publicado su ensayo científico El origen de las especies no en 1859 sino un par de siglos antes,
seguramente habría sido quemado en la hoguera por hereje. En efecto, su teoría acerca de la aparición del ser humano (que
simplistamente pudiera resumirse como que el hombre proviene del mono y no de la creación directa de Dios, a su imagen y
semejanza, como sostienen la mayoría de las religiones) ha generado polémicas ardientes desde entonces.
Pero, además, las afirmaciones sobre la supervivencia del más fuerte y más capacitado, o de la selección natural, han dado
además sustento a teorías políticas, seguramente más allá de lo que Darwin trataba de exponer.
Un ensayo científico en toda regla, sus postulados han sido compartidos por un importante grupo de pensadores desde
entonces.

El capital, de Carlos Marx, ensayo político y económico


Junto con El manifiesto del Partido Comunista (co-escrito con su amigo Federico Engels), , de Carlos Marx, constituye la
base teórica sobre la que se fundaron regímenes políticos tan poderosos como la Unión Soviética o la China Popular, y que dividió
el mundo en dos grandes bloques, la izquierda y la derecha. El capital de Marx es un ensayo tan influyente que aún continúa teniendo
admiradores.
Así, su teoría sobre el materialismo dialéctico y la lucha de clases lleva su nombre, marxismo, interpretada y reinterpretada
durante años y con distintos resultados por intelectuales y políticos de diferentes países.

Mi lucha, de Adolfo Hitler, un ensayo político e ideológico


Más de noventa años después de haber sido escrito, el ensayo Mi lucha (Mein Kampf), de Adolfo Hitler, luce inconsistente y
hasta risible para un lector moderno.
Lo sorprendente es que el contenido de este ensayo fue la base sobre la que se sustentó el llamado Tercer Reich, durante
el cual el partido nazi liderado por Hitler ocasionó la Segunda Guerra Mundial, con sus millones de muertos y una enorme destrucción,
y llevó a cabo un injustificable genocidio sobre el pueblo judío.
Lo más sorprendente, sin embargo, es que todavía haya un grupo de personas -afortunadamente una minoría- que aún
defiende y aplaude el pensamiento y acción del Führer y que considera el ensayo de Mi lucha, de Hitler, un libro de referencia.

La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset, ensayo filosófico


Uno de los pensadores españoles más destacados de todos los tiempos, José Ortega y Gasset es reconocido en todo el
mundo por su ensayo, en las que advierte sobre los peligros del populismo, tanto de derechas como de izquierdas.
Su crítica sobre los errores de la civilización occidental y sus opiniones respecto al rumbo que debería tomarse se
mantienen tan vigentes como cuando las expuso en 1932. Se trata de un ensayo en el que se combina la filosofía, la historia y las
ciencias políticas.

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