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El campo educativo se vuelve una parte fundamental en la construcción del sujeto en la

medida que este va creciendo en sociedad, así pues, naturalmente va formando su

idiosincrasia, que esta estrechamente ligada a unos valores culturales ya determinados. Por lo

tanto, el sujeto crece siendo dominado por el mismo sistema, para posteriormente legitimarlo

y reproducirlo. En la medida que el sujeto se vuelve consciente de su realidad de dominado,

tiene el deber de involucrarse como un ser activo que propenda construir y transformar

conocimiento, para posteriormente buscar su lugar consciente dentro de la sociedad. Todo

este andamiaje de relaciones, esta atravesado por la institucionalización de los saberes y el

quehacer educativo, la enseñanza se apropia de esta tarea y es así como se crea una estructura

determinada con conocimientos específicos para que el sujeto posea las destrezas necesarias

para producir competentemente dentro del sistema de mercado. Esta institución reconoce dos

formas distintas de comprender el mundo, los modos científicos del conocimiento y modos

afectivos del conocimiento como lo menciona Elliot W. Eisner en el libro “La escuela que

necesitamos”, por lo tanto, se vuelve necesario entender como esta última encaja en el

proceso de la enseñanza artística y si puede posibilitar la libertad de los sujetos involucrados

en la enseñanza.

Em primer lugar para que esto ocurra el sujeto debe entenderse como un ser libre, “significa no

ser esclavo de sí mismo y de sus apetitos, lo que implica que se establece consigo mismo una

cierta relación de dominación, de maestría, que se llama arche-poder, mandato” (Foucault,

1984) esto es algo que se evidencia en el aula de clase, pues se establecen unas relaciones de

poder que según el filósofo son aquellas relaciones humanas amorosas, institucionales o

económicas en las que el poder está siempre presente, estas relaciones de poder son relaciones

móviles, reversibles e inestables. Cabe resaltar que no puede haber relaciones de poder sino en

la medida que los sujetos son libres, e involucra cual es la perspectiva que tiene el educador del
alumno, el conocimiento dado, los discursos planteados previamente y su forma de evaluar los

resultados genéricamente, en respuesta a ello el educando no va ser capaz de apropiar ese

conocimiento de manera crítica, a menos que el profesor sea “capaz de contemplarse como un

profesional reflexivo de su práctica docente” (Giroux, 1997), dejando de lado la idea del

profesor como un instrumento del campo educativo que solo transmite información sin tener un

acercamiento critico reflexivo de la realidad social. “Hay que insistir en la idea de que los

profesores deben ejercer activamente la responsabilidad de plantear cuestiones serias acerca

de lo que ellos mismos enseñan, sobre la forma en que deben enseñarlo y sobre los objetivos

generales que persiguen. Esto significa que los profesores tienen que desempeñar un papel

responsable en la configuración de los objetivos y las condiciones de la enseñanza escolar.”

(Giroux, 1997) entonces, no se puede reducir la educación a una simple retransmisión de

conocimientos, sino que necesita una generación de sujetos reflexivos y críticos que son

vitales para el desarrollo de una sociedad libre, este ejercicio se vuelve fundamental para que

el sujeto se reconozca desde no solo un plano lógico-conceptual sino que se descubra de un

modo afectivo para que este pueda entender y reconocer una forma diversa de comprender

el mundo.

El arte

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