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Clase 01:
Primeras etapas en el diseño de una Unidad didáctica.
Seminario Final – Secundaria - Especialización docente de
Nivel Superior en Enseñanza de las Ciencias Naturales en
la Escuela Secundaria. Buenos Aires: Ministerio de
Educación y Deportes de la Nación.
Concebida como una hipótesis de trabajo a ser contrastada en el aula, proponemos el diseño
de una Unidad didáctica porque:
Según el Diccionario de las Ciencias de la Educación Santillana (1995), una unidad didáctica
“[..] es un plan de actuación que, en función de los objetivos de aprendizaje, organiza los
contenidos, actividades, metodología y experiencias para la práctica educativa, y selecciona
también fórmulas evaluadoras que permitan revisar el rendimiento del proceso”.
Para los especialistas, la tarea docente relacionada con la enseñanza puede concebirse entres
etapas:
la pre-activa o planificación de la enseñanza (etapa anterior a su implementación con
los estudiantes);
la activa (etapa de puesta en acto de lo planificado, con las consecuentes interacciones
entre docentes y estudiantes; entre alumnos entre sí; y docentes, estudiantes y el
contenido; con los ajustes pertinentes); y
la post- activa (etapa que corresponde al momento de metarreflexión sobre lo
planificado, los resultados obtenidos y los nuevos ajustes a realizar).
En muchas ocasiones, los docentes dedicamos poco tiempo para la planificación de la
enseñanza; sin embargo, los especialistas la consideran como una de las competencias
centrales de todo educador.
Es por ello que proponemos la planificación de una unidad didáctica, debidamente
fundamentada.
Dice Neus Sanmartí (2001): “diseñar una unidad didáctica para llevarla a la práctica, es decir,
decidir qué se va a enseñar y cómo, es la actividad más importante que llevan a cabo los
enseñantes, ya que a través de ella se concretan sus ideas y sus intenciones educativas. Una
persona puede haber aprendido nuevas teorías didácticas y puede verbalizar que tiene una
determinada visión acerca de qué ciencia es importante que sus alumnos aprendan o acerca
de cómo se aprenden mejor las ciencias, pero es en el diseño de su práctica educativa donde
se refleja si sus verbalizaciones han sido interiorizadas y aplicadas”.
Comenzando a planificar
Generalmente, las preguntas clásicas que nos hacemos los docentes frente a la enseñanza de
un determinado tema son: “qué voy a enseñar” y “cómo lo voy a hacer”.
Por supuesto que a estas preguntas se pueden agregar otras como: “para qué voy a enseñar
este contenido”; “cuándo lo enseñaré”; “qué recursos debería disponer para su enseñanza”;
“qué, cómo y cuándo voy a evaluarlo”.
Las respuestas a estas preguntas no son lineales. Algunos docentes comienzan preguntándose
“para qué”, otros “qué” y otros “cómo” y “cuándo”.
Pero, sea cual fuese el orden de las preguntas, las respuestas a cada una de el las involucran
la toma de una serie de decisiones didácticas que están fuertemente condicionadas por el
marco teórico explícito o implícito de cada docente.
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La pregunta sobre qué enseñar es una de las más controvertidas. Si bien los Núcleos de
Aprendizaje Prioritarios (NAP) a nivel nacional y/o los Diseños Curriculares a nivel jurisdiccional
disponen unos contenidos de enseñanza, estas prescripciones dejan un amplio margen para la
toma de decisiones personales del docente o del grupo de docentes de una institución escolar.
El contenido escolar es siempre una traducción de un conocimiento especializado, elaborado
para unos destinatarios particulares y con unos propósitos específicos (transposición didáctica).
Para planificar los contenidos, los docentes definimos prioridades, delimitamos sus alcances y
niveles de profundidad, decidimos qué tipo de información incluir y escogemos dimensiones de
análisis de los distintos temas.
Ahora bien… Al analizar el contenido suelen surgirnos algunos interrogantes:
¿Cómo está estructurado el contenido? ¿Qué aspectos o dimensiones lo componen?
¿Cuál es la relación entre ellos? ¿Se trata de un contenido controvertido o complejo?
¿Cuál es el campo conceptual más amplio que incluye este contenido?
¿Qué nociones básicas del contenido debería adquirir el alumno?
¿Qué significación posee el contenido en cuestión (la experiencia, el concepto o la
destreza a adquirir) en el conocimiento de los estudiantes de esta clase? ¿Qué
significación tiene desde un punto de vista pedagógico?
Pero a esta larga lista de preguntas que nos asaltan cognitivamente cada vez que planificamos
nuestra actividad pedagógica, le falta una más: ¿qué saben los estudiantes acerca del
contenido o tema a enseñar?
Cuando nos formulamos esta pregunta podemos caer en dos tipos de respuestas:
La relevancia didáctica de ambos tipos de saberes hace que, antes de comenzar a definir los
objetivos y los contenidos de una unidad didáctica, sea necesario establecer cuáles son los
conocimientos previos y las ideas previas o alternativas de los estudiantes. Revisemos la
diferencia:
Cuando nos referimos a los conocimientos previos, estamos haciendo mención a aquellos
saberes que los niños poseen porque los han aprendido durante su formación anterior, ya sea
del grado en curso o en años anteriores (del mismo ciclo o del ciclo anterior), y que se
relacionan con la temática de la UD en elaboración.
Las ideas previas o alternativas son aquellos saberes que los niños poseen porque los han
construido espontáneamente (“la plantas comen tierra”), socialmente (“la leche es una
sustancia muy nutritiva”) o, a veces, por deformación de lo aprendido en la escuela.
Hace ya muchos años que grupos de especialistas en la didáctica de las ciencias investigan
sobre este tipo de conocimiento lego y de sentido común. Pero muchos de ellos lo han definido
y denominado desde su marco teórico de referencia. Así entonces, podemos encontrar en la
bibliografía especializada diferentes acepciones para asignar el mismo tipo de saber:
concepciones alternativas, teorías en acción, errores conceptuales, preconceptos, teorías
ingenuas, ciencia de los niños, representaciones o teorías implícitas, entre otras
denominaciones.
Si bien todas estas denominaciones tienen un punto de principal convergencia, su paradigma
de origen no es el mismo.
No obstante, sea cual fuere el paradigma de referencia y su nominalización, los resultados de
sus investigaciones han puesto de manifiesto que el aprendizaje de los conceptos científicos se
encuentra mediatizado por este saber lego o de sentido común de los estudiantes (al que en
adelante denominaremos ideas previas o alternativas).
En síntesis, estas ideas, relacionadas en las mentes de los estudiantes de manera más o
menos coherente, pueden contener errores o imprecisiones de diferente grado de importancia.
Asimismo, son persistentes y, por lo tanto, de difícil modificación. Por ello, como señala Driver
(1986), estas nociones deben constituir un punto de referencia importante, al planificar las
tareas de aprendizaje.
Por todo esto, si bien la detección de las ideas previas o alternativas de los alumnos conforma
uno de los primeros momentos de la UD a diseñar, es importante conocer anticipadamente
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algunas de ellas buscando en bibliografía especializada o bien interrogando a los propios
estudiantes.
Admitiendo que los contenidos están definidos en los NAP o en los Diseños curriculares, estos
planteos remarcan el carácter constructivo del proceso que realizamos los docentes en relación
con el tema a enseñar.
Este complejo proceso de construcción pedagógica supone instancias de enunciación de los
objetivos específicos, de selección y de estructuración de los contenidos de acuerdo con
determinados criterios de organización y secuencia.
Dada la compleja ecuación que resulta de la escasez de tiempo de enseñanza y la vastedad
del conocimiento, la definición de criterios que orienten este proceso reviste una importancia
central.
Por ejemplo:
Que los estudiantes:
Apliquen la concepción corpuscular y discontinua de la materia a la interpretación de
fenómenos macroscópicos como, por ejemplo, la difusión gaseosa.
Mientras los objetivos específicos son enunciados de los resultados que esperamos luego del
desarrollo de un determinado tema con la realización de ciertas actividades pedagógicas
propuestas en un período de tiempo acotado, los objetivos generales superan estas
condiciones e implican garantizar los conocimientos básicos que los estudiantes deberían
adquirir durante parte de su trayecto formativo, ya sea al finalizar el año, el ciclo o el nivel
escolar.
No debemos confundir los objetivos con los propósitos, ya que la perspectiva de ambos no es
la misma. Así como en los objetivos el foco está puesto en lo que esperamos de los
estudiantes, en los propósitos la luz está dirigida hacia los docentes. Los propósitos serían,
entonces, aquellos compromisos que asume un profesor o una institución educativa con la
intención de promover el aprendizaje de sus estudiantes.
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Su funcionalidad: si es posible aplicarlos en situaciones presentes o futuras; si
favorecen la comprensión de otros contenidos; si pueden generar una respuesta
satisfactoria a la pregunta ¿para qué sirve? (sin caer en un utilitarismo inmediato).
Su significatividad: si el contenido es adecuado al nivel cognitivo de los alumnos,
condición indispensable para un aprendizaje efectivo. Además, deben ser interesantes
para que despierten su curiosidad y los motive para su adquisición.
Su relevancia socio-cultural: si promueven una comprensión crítica de los problemas
de su comunidad (enfoque CTS).
Los niveles de formulación pueden explicitarse como ideas básicas que funcionan como un
marco de referencia para la construcción del conocimiento, guiando la organización y
secuenciación de los contenidos. Las ideas básicas son proposiciones que el docente formula
en su planificación, es decir, previamente a la enseñanza de un tema.
Si se produjo aprendizaje, dichas proposiciones podrían ser expresadas por los estudiantes
una vez desarrollada la unidad didáctica.
Es conveniente formular las ideas básicas en una secuencia gradual, desde niveles de
formulación más cotidianos y sencillos hacia otros más científicos y complejos.
Desde esta perspectiva, las ideas básicas se constituyen como un referente que no solo orienta
de manera fundamentada los procesos de enseñanza y de aprendizaje sino, también, la forma
de intervenir en ellos.
A la hora de enunciar las ideas básicas en una unidad didáctica, las siguientes secuencias
pueden considerarse referentes en el gradiente:
Desde los contenidos más concretos hacia a los más abstractos;
Desde los contenidos más cercanos hacia los más lejanos;
Desde los contenidos más conocidos hacia los más desconocidos;
Desde los contenidos más cotidianos hacia a los más científicos.
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Instituto Nacional de Formación Docente (2017). Clase 02:
Las secuencias de enseñanza. Seminario Final –
Secundaria - Especialización docente de Nivel Superior en
Enseñanza de las Ciencias Naturales en la Escuela
Secundaria. Buenos Aires: Ministerio de
Educación y Deportes de la Nación.
Habitualmente, el concepto “actividad didáctica” se suele asociar con tareas de tipo práctico,
con aquellas en las que los estudiantes manipulan materiales, como cuando separan una
mezcla u observan a través del microscopio; y no se lo suele relacionar con otras, en las que
ellos parecen tener un papel “pasivo”, como cuando leen documentos o resuelven un problema.
Sin embargo, los especialistas conciben como actividades didácticas a un conjunto de tareas
que se llevan a cabo en el marco escolar. Por ejemplo, Cañal de León y colaboradores (1993)
las definen como procesos de flujo y tratamiento de información (orientados, interactivos y
organizados), característicos del sistema-aula.
Tipos de actividades.
A su vez, subdivide cada uno de estos tipos en clases y grupos de actividades. A modo de
ejemplo, en cada grupo hemos incluido algunas actividades concretas. Veamos su propuesta
en una versión adaptada:
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TIPO 2. ACTIVIDADES DIRIGIDAS A ORGANIZAR Y TRANSFORMAR INFORMACIÓN
(CONTENIDOS)
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TIPO 3. ACTIVIDADES DIRIGIDAS A EXPRESAR INFORMACIÓN ELABORADA POR LOS
ALUMNOS (RESULTADOS)
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La selección y secuenciación de actividades.
La selección y secuenciación de las actividades dependen del modelo didáctico que adopta el
enseñante acerca de cuál es la mejor manera en que aprenden sus alumnos.
Desde modelos constructivistas, serán fundamentales las actividades que promuevan la
expresión de las ideas de los estudiantes, su contrastación (por ejemplo: entre el alumnado,
con la observación experimental), el establecimiento de nuevas interrelaciones, la toma de
conciencia de nuevos puntos de vista, etc. Es decir, aquellas que permitan que los modelos
iniciales del alumnado se desarrollen hacia modelos más cercanos a los de la ciencia erudita.
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elaboración de unidades didácticas competenciales. En: Revista Alambique. Didáctica de las
Ciencias Experimentales, 74, 12-24., 12-24
Para hacer avanzar los modelos iniciales de los estudiantes hacia modelos más cercanos a los
de la ciencia erudita, Sanmartí (2001) propone la siguiente secuencia de actividades
enunciadas de acuerdo a su finalidad didáctica:
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Instituto Nacional de Formación Docente (201
7 ) . Clase 04 : La evaluación en contexto
Seminario Final – Secundaria - Especialización
docente de Nivel Superior en Enseñanza de las
Ciencias Naturales en la Escuela Secundaria.
Buenos Aires: Ministerio de Educación y
Deportes de la Nación.
La evaluación en contexto.
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En estos modelos más innovadores se pueden definir cuatro factores que caracterizan la
evaluación:
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Es importante que como docentes tengamos en cuenta que el desarrollo de la habilidad de
autorregular depende en parte de cómo se oriente el trabajo en clase.
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