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Colonialidad y colonialismo “Un pequeño lugar” de Jamaica Kincaid

Y es con esa extraña voz que sugiere inocencia, arte, locura, con la que dicen estas cosas los
antiguanos, parándose para tomar aliento ante este o aquel monumento a la podredumbre como si
fuesen guías turísticos; como si tras haber observado el fenómeno del turismo, lo hubieran
absorbido tan completamente que la degradación y la humillación de su vida cotidiana se hubiera
convertido en su propia atracción turística. Jamaica Kincaid “Un pequeño lugar”.

En la teorética contemporánea sobre la especificidad del texto literario destacan: la literatura


como relectura y reescritura, esto es, un núcleo genésico que se va expandiendo y reelaborando en
el devenir de los siglos, a través de estéticas, autores, movimientos y géneros; articulado a partir
del eje de la intertextualidad, es decir , la traslación de un texto a otro; por otra parte, la novela se
convierte en el discurso idóneo para la multiplicación de voces; Bajtín ha denominado este
fenómeno “polifonía”presente, por ejemplo, en las novelas de Dostoievski; a su vez, en el campo
de la semiótica, Lotman llama a la literatura “sistema modelizante secundario” en contraposición al
sistema modelizante primario constituido por las lenguas naturales. Para este autor, la lengua
constituye un factor que configura la cosmovisión de una determinada colectividad; y a su modo,
el texto literario; como sistema lingüístico-simbólico, constituye un dispositivo que formaliza en
sus propios términos un retrato de la sociedad, los individuos, la cultura el mundo y sus vínculos
respectivos. En cierta manera, todas las corrientes críticas dan cuenta en principio de ellas mismas y
luego de su objeto de estudio pero simultáneamente, no lo hacen. Dado el carácter complejo del
discurso literario por una parte, como fenómeno que interpela las relaciones entre los signos para
constituir significación y por otra, dada su relación, para que esta última pueda establecerse, con la
experiencia histórica de una comunidad social que además es portadora de la función herméutica de
sus textos canónicos. Pero dada también la concatenación de los niveles denotativo y connotativo de
los textos; concatenación que fundamenta y explica su polisemia; la que motiva que ninguna
interpretación sea conclusiva y pueda objetivar una exégesis del texto como su non plus ultra.
Calvino, por ejemplo, explicó este fenómeno merdiante la categoría de clásico; para el autor
italiano, un texto clásico es aquel que por su misma densidad de sentido dialoga con cada época. La
canonicidad de una determinada obra se explica así por la permanencia de su interpelación, sus
intermitencias o su mínima incidencia. En principio, ambos: discurso literario y sociedad son
categorías diacrónicas que contraen relaciones no contigentes y plurisignificativas. Especialmente
intensas en el caso de la literatura latinoamericana; pues ¿es posible pensar nuestra literatura sin su
vínculo con su historia? Dicho de otro modo; de acuerdo con nuestra tesis, la historia tanto reciente
como pasada de las sociedades latinoamericanas funciona como modelizador en el sentido de
Lotman de la propia especificidad literaria puesto que tanto la escritura como su homóloga la
lectura suponen una intepelación a la propia historia de nuestros países en tres etapas:
conocimiento, reconocimiento y cuestionamiento. Superada ya la antinomia verdad/ficción; ambas:
la historia y la literatura operan como discursos convergentes; con más coincidencias que
diferencias; puesto que las dos constituyen en sus respectivas especificidades una epistemología,
una ontología pero además una terapéutica. Una epistemología ya que expresan una manera de
comprender porque narrar, esto es, organizar un relato ya es en sí mismo un acto de ordenamiento
de la experiencia; una ontología porque el texto literario representa el ser de una comunidad, esto
es, lo designa y caracteriza; una terapeútica ya que la historia como postulaba Cicerón se constituye
en magistra vitae en tanto que la memoria y las interrelaciones que el recuerdo de los hechos
motiva, supone una de las condiciones primaria del aprendizaje tanto social como individual.
Ambos discursos educan y al hacerlo, curan: logran obturar las heridas históricas del cuerpo social.
Lo anterior también constituye una de las peculiaridades determinantes del discurso literario y su
teleología. Aristóteles lo sabía al postular la catarsis como causa y efecto de la tragedia griega; no
de otro modo se pensaban los apólogos medievales al narrar un determinado suceso y postular
explícita o implícitamente un mensaje didáctico-moral; la poesía de Nezahualcóyotl, los relatos
místicos de la mitología yoruba o la épica del Mahabharata procuran el mismo efecto en sus
lectores. Gloria Anzaldúa en La Frontera Borderlands La nueva mestiza concibió la escritura como
acción chamánica que tranforma por igual al autor y al lector, para ella el escribir constituye, sin
duda, un acto transformador. Ahora bien, es en el contexto del romanticismo europeo en el que se
realiza el maridaje entre historia y discurso literario; cristalizada en la novela histórica pergeñada
por el escocés Walter Scott; sin embargo, tal género cobrará vigor en el contexto del romanticismo
latinoamericano, en la procura de una literatura que glose las especificidades americanas; es verdad
que la perplejidad de los románticos ante la historia americana semeja el asombro prejuicioso de los
conquistadores y que todavía se organiza como un discurso de carácter eurocéntrico: Yngermina o
la hija de Calamar. Novela histórica o Recuerdos de la conquista, 1533 a 1537. Con una breve
noticia de los usos, costumbres y religión del pueblo de Calamar (1844) del colombiano Nieto Gil y
Guatimozín último emperador de México (1853) de la cubana Gertrudis Gomez de Avellaneda
constituyen ejemplos de lo anterior. Con todo, la novela histórica romántica en Latinoamérica se
constituye asimismo como un primer espacio en el que funciona un relato identitario en términos
colectivos. En esta dirección, por ejemplo, pensaban los románticos en el Río de la Plata,
Echeverría y Sarmiento: partiendo del costumbrismo romántico de cuño europeo, logran revasar
este paradigma para constituir una literatura genuinamente autóctona en sus diversos constituyentes.
Otro aspecto a considerar y en el que la reflexión encuentra deber y estímulo es el análisis del
concepto de colonialidad en su representación literaria; presente por ejemplo y siguiendo con el
romanticismo en Amalia de José Mármol (1851). La manifestación de la colonialidad es asimismo
una particularidad que define la historia y la cultura en América Latina y por tanto, parte inherente
de la textualidad literaria. La novela de Jamaica Kincaid Un pequeño lugar (1988) constituye un
ejemplo elocuente de lo anterior. Jamaica Kincaid es una de las novelistas más relevantes de
Antigua y Barbuda; enclave colonial británico en el mar caribe hasta 1981, ubicado al norte de las
Antillas Menores. Su historia no se bifurca de la de otros emplazamientos coloniales:
“descubrimiento colombino” en 1493, esclavitud para la explotación de la caña de azúcar,
proscripción prolongada de su automonía política y una desigualdad social estructural constituyen
las rasgos que caracterizan su historia. Kincaid construye su novela a partir de tales experiencias.
Por lo que colonialidad y colonialismo constituyen dos ejes poderosos de la narratividad del texto.
Ahora bien: ¿cómo se establece la colonialidad en el texto?; ¿en qué consisten sus efectos?. En
relación con los interrogantes anteriores, contamos con el precedente de Fanon Piel negra,
máscaras blancas (1952). En el capítulo II, por ejemplo, El hombre de color y la blanca el autor
deconstruye la colonialidad textual en su manifestación racista a partir de la focalización de los
discursos y relaciones que establecen los personajes en dos textos: Je suis martiniquaise de Mayotte
Capécia y Un homme pareil aux autres de René Moran. Pese al trabajo pionero de Fanon, en el
presente se hecha en falta una hermenéutica analítica lo suficientemente rigurosa para dar cuenta
diacrónicamente de los mecanismos textuales de sentido de la colonialidad en la literatura
latinoamericana.
La novela de la autora antiguana se organiza a partir de dos funciones narrativas. En primer lugar,
el narrador se dirige a un “tu” turista para realizar un recorrido por los lugares emblemáticos de la
isla. En este itinerario construye una exégesis dual: en primer lugar, la alienación del turista y en
segundo lugar, la alienación de los habitantes autóctonos. Como efecto de lectura, el lector concluye
que la industria turística supone una manifestación contemporánea del colonialismo pretérito que
prolonga la explotación de los habitantes y del medio. Así, el narrador pivotea entre el pasado y el
presente de la isla. Por tanto, la circunstancia presente del país es una consecuencia directa de su
historia anterior, la que no ha terminado por superarse. La belleza del entorno oculta la sordidez de
la vida cotidiana: ¡Qué linda es Antigua!. Má linda que cualquierda de las otras islas que has visto,
y eso que eran bien lindas a su manera. (…). Como eres un simple turista, nunca debe cruzarte por
la imaginación cómo lo deben pasar quienes tienen que vivir un día sí y otro también en un lugar
que padece constantemente de sequía, por lo que tienen que controlar cada gota de agua utlizada.
(Kincaid: 12). De esta manera, el pasado histórico y el presente decadente constituye un hiato
insalvable que separa al turista de los antiguanos: ¡Menuda importancia tuvo en todo esto la
invención del reloj de pulsera!. En efecto, no hubo nada imposible para los hombres de noble
corazón una vez que descubrieron que podían enganchar el tiempo a sus muñecas de esa manera
tansencilla (¿no es esto el colmo?). No solamente tuvimos que sufrir las atrocidades del
esclavismo, sino que nos han quitado la satisfacción de poder decir: “os enriquecisteis gracias a
nosotros, ¡hijos de puta!”), así que más te vale que ese ligero sentimiento extraño que sueles tener
de vez en cuando sobre la explotación, la opresión y la dominación no se convierta en una total
sensación de incomodidad y malestar, pues te arruinaría las vacaciones. (Op. Cit: 18)
Mejor que no te imagines qué sucedió exactamente con el contenido del inodoro de tu habitación,
cuando utilizaste la bomba. O adónde fue el agua de la bañera, cuando quitaste el tapón del fondo.
O lo que paso después de cepillarte los dientes. ¡Oh!. Es posible que todo haya ido a parar al mar
en el que estás pensando bañarte; cabe la posibilidad de que el contenido del inodoro te roce
suavemente el tobillo cuando caminas despreocupado por la orilla, pues ya ves, en Antigua no
existe un sistema adecuado de tratamiento de aguas residuales. (Op. Cit:21). De este modo, el
colonialismo británico pretérito en su estructura económico-social se ha transformado dentro del
capitalismo del ocio mediante el cual funciona económicamente la isla, en un sistema de producción
que impacta sobremanera en la naturaleza (funciona destruyéndola); amparado por la venalidad
gubernamental cuyo capital más rentable radica en promover el infradesarrollo de su sociedad. De
este modo, el colonialismo deja de ser un precedente histórico, para convertirse en una unidad de
sentido que condiciona en la contemporaneidad vida y destino del pequeño país: esto es, se
convierte en un “cronotopo” (en la terminología Bajtiniana) que modaliza tanto el contenido del
relato como su expresión lingüística. A los habitantes del país les gustaría encontrar la manera de
escaparse, descansar, darse una vuelta por ahí. Pero algunos de ellos, la mayoría, son demasiado
pobres, demasiado pobres para ir a ninguna parte. Demasiado pobres para escaparse de la
realidad de sus vidas; para vivir decentemente en el lugar en el que viven, lugar al que tú, el
turista, quiere ir.Así que cuando los habitantes del país te ven a ti, al turista, te envidian, envidian
el hecho de que puedas abandonar tu propia banalidad y aburrimiento, el hecho de que puedas
convertir su propia banalidad y aburrimiento en fuente de placer propio. (Op. Cit: 26). Es evidente
para el narrador y para los lectores cual es la causa eficiente de la generalización de la pobreza de
los antiguanos. De este modo el horizonte de sentido que subyace en todo el texto son los excesos
del colonialismo británico en la isla de Antigua; el que opera necesariamente como condicionante
de su presente pero también de su futuro. Así el título de la novela no solo refiere al espacio exiguo
del territorio de Antigua sino al limitado espacio existencial que los límites impuestos por el
colonialismo y la colonialidad otorgan a los ciudadanos. Sin embargo, la novela no solo enuncia
teóricamente el colonialismo inglés sino que describe su praxis, sus propiedades y sus efectos,
principalmente en la imposición de la cultura de los dominadores: Así que todo ese alboroto
montado en torno al imperio, qué errores se cometieron en este país, qué errores se cometieron en
aquel otro, siempre me saca de quicio, puesto que yo ya les pude decir qué errores se cometieron:
nunca debieron de haber abandonado su país, su precisoa Inglaterra, lugar qu etanto amaban y
que tenían que abandonar pero nunca podían olvidar. Así que allá donde iban, convertían todos
los lugares en Ingalterra; y quienquiera que conocieran lo convertían en inglés. Sin embargo,
ningún lugar podía ser verdaderamente Inglaterra, y nadie que no se pareciera exactamente a ellos
podía ser inglés, o sea que puedes hacerte una idea de la destrucción d epueblos y tierras que eso
trajo consigo. (…) En la antigua que yo conocí, vivíamo sen una calle que tenía el nombre de un
criminal inglés perteneciente a la Marina. Horacio Nelson. Las demás calles del vecindario tenían
el nombre de otros criminales ingleses pertenecientes a la Marina. A saber: Rodney Street, Hood
Street, Hawkins Street y Drake Street. (Op. Cit: 30-31). Ahora bien es ostensible que la novela en
el discurso del narrador se convierte en un metarelato, esto es, una crónica que alude por una parte
en la literalidad de sus enunciados a la herencia contemporánea del colonialismo sino además como
efecto de lectura operan como una descripción de la praxis del colonialismo y de la colonialidad.
Conservamos de esta el sentido que le asigna Quijano como asignación de papeles y roles
económicos sociales sobre las poblaciones conquistadas a partir del siglo XVI basadas en una teoría
racial eurocéntrica o dicho de otro modo, la subalternización de poblaciones enteras a partir de la
racialización de prejuicios eurocentrados. De este modo, es la colonialidad la que permite el
funcionamiento del colonialismo, entre otros factores. Ambos, el fenómeno histórico europeo del
colonialismo emplea para efectivizarse la colonialidad. En la medida en que por medio de la
aculturación y la violencia esta logra imponerse, en consecuencia el colonialismo puede
establecerse y desplegarse de manera eficaz sobre la población; funcionando ambas como aspectos
que reprimen la dialéctica inherente entre dominantes y dominados. De este modo colonialidad y
racismo resultan conceptos concomitantes. Luego había otro lugar llamado el club Mill Reef. Lo
construyó cierta gente procedente de Norteamérica deseosa de vivir en Antigua y de pasar sus
vacaciones en el país, pero a la que aparentemente no le gustaban los antiguanos (de raza negra)
en absoluto, puesto que el club Mill Reef se consideraba estrictamente privado, y los únicos
antiguanos ( de raza negra) a los que se le permitía la entrada eran los del personal de servicio.
(Op. Cit: 33). De este modo, la colonialidad supone un criterio de organización social que asigna
roles específicos para cuerpos específicos; así como distribuye funciones sociales a partir de las
cuales se organiza la jerarquía social, parcela y delimita espacios; de manera que los espacios
públicos son el contexto natural de los subalternos y el territorio privado, emblematiza la
pertenencia exclusiva e inamovible de la élite blanca. En efecto, la racialización de los cuerpos se
prolonga a la racialización de los espacios; articulándose sistémicamente y constituyéndose en la
función que garantiza la desigualdad que sostiene todo el funcionamiento de la sociedad. Así la isla
de Antigua es el reverso de la isla soñada por Moro, en su Utopía: la que representa a cabalidad el
auténtico rostro del proyecto de la modernidad eurocentrada; y la reducción por tanto a papel
mojado de aquella Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de agosto de 1789. Así
en el contexto de Antigua la colonialidad opera como un fatum que ha determinado y determina
aspectos múltiples y concretos de la vida diaria de los antiguanos. Kincaid establece la contracara
del proyecto ilustrado. Es entonces que el fatum de la colonialidad y el colonialismo en principio
rompe con la percepción progresiva de la historia, la que queda reducida a un cíclico eterno retorno
de lo mismo, en el que lo que se repite es precisamente la exclusión que imponen los dominadores y
la personal resistencia de los dominados: (…) la gente como yo nunca llegará a comprender la
noción de Producto Nacional Bruto, nunca llegará a controlar las técnicas que domina la mente
más simple entre las vuestras, nunca entenderá el concepto de imperio de la ley, la gente como yo
no tiene capacidad de abstracción, no puede ser objetiva, puesto que todo se lo toma como algo
personal. Te olvidas de que todo este sistema es en gran parte invento vuestro, la burocracia es
una de vuestra invenciones, el Producto Nacional bruto otra, y todas las leyes que conocéis os
favorecen misteriosamente. ¿Sabes por qué la gente como yo se lo piensa dos veces antes de
meterse en eso del capitalismo? Pues bien, se debe a que, desde que os conocemos, hemos formado
parte del capital, como las bolsas de algodón y los sacos de azúcar, mientras que vosotros erais los
crueles capitalistas que dabais órdenes, y es tan vivo ese recuerdo, tan reciente la experiencia que
somos incapaces de abrazar esa idea que tenéis en tanta estima. (Op. Cit: 43).
Para terminar, el texto de Kincaid, se constituye en una novela decolonial dado que efectúa la
deconstrucción del colonialismo y la colonialidad presentes en la historia de su país. La efectividad
de su crítica es consecuencia del locus enunciativo que produce el sentido del texto, esto es, el de
los oprimidos. El texto es un ejemplo de cómo los pares anteriores se convierten en materia propia y
apta para la diégesis novelesca que asume una distancia crítica respecto de ellos y al hacerlo
devuelve a la literatura a su función genésica y chamánica de transformación colectiva a la que se
refería Gloria Anzaldúa.
Bibliografía

Amir, Samin (1989) El aurocentrismo crítica de una ideología. México. Siglo XXI
Castro Gomez, Santiago; Grosfoguel, Ramón. (2007) El giro decolonial. Reflexiones para una
diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá. Siglo del hombre Editores.
Fanon, Franz (2009). Piel negra, máscaras blancas. Madrid. Akal.
Ferro, Marc (2016) El libro negro del colonialismo del exterminio al arrepentimiento.
Madrid.Editorial La esfera de los libros.
Kincaid, Jamaica (2003) Un pequeño lugar. Nafarroa. Editorial Txalaparta.
Quijano, Aníbal Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. Lima. Cies.
Smith, Linda (2017) A descolonizar las metodologías. Nafarroa. Txalaparta.

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