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Valores del paradigma emergente

Se concibe a los valores como pautas o abstracciones simbólicas que orientan la actuación del ser
humano, como individuo y como colectivo. Desde una visión sociocultural, se asume que los
grupos sociales crean sus propios valores y su propia cultura a partir de un proceso dialéctico de
reproducción y transformación. En este proceso de creación social intervienen opciones y prácticas
cotidianas que son objeto de escogencias y decisiones grupales las cuales están influenciadas por
el ethos colectivo.

Los valores son expresados en la interacción social mediante acciones, actitudes y juicios
valorativos, cuyo contenido y significado tienen relación con los sentimientos y emociones,
creencias y preferencias, circunstancias, necesidades, motivaciones e intereses, normas y
patrones de comportamiento, conocimientos y experiencias del individuo en su contexto social. Las
acciones, actitudes y juicios valorativos se traducen en lo que dicen y lo que hacen los sujetos.

Desde una perspectiva moral, los valores son cualidades según las cuales los actos humanos
pueden ser buenos y aceptables para el individuo y la sociedad. La ética hace referencia a valores
universales de naturaleza moral; cuando una acción es conveniente o favorable es considerada
buena y cuando perjudica o destruye es calificada como mala. Las cualidades buenas son
llamadas valores y las malas antivalores.

Dimensión Humana

La Dimensión Humana posee gran valor dentro de la concepción del paradigma emergente, en
cualquiera de las diferentes disciplinas, ya que, darle al ser humano un lugar preponderante en el
proceso de cambio que le permita actuar como colectivo impulsado por la fuerza del pensamiento
en las representaciones de lo que esperamos y deseamos para la sociedad del siglo XXI, puede
significar un gran avance, al convertirse ese colectivo en ente participativo y autorrealizador de las
necesarias transformaciones.

Los valores deseables, junto con las nuevas actitudes y los nuevos estilos de vida, están siendo
promovidos por gran número de movimientos como el ecologista, el pacifista y feminista, el
movimiento de la salud holística y el potencial humano, corrientes espirituales, movimientos de
liberación étnica y en defensa del tercer mundo, los cuales se han convertido en una poderosa
fuerza de transformación social, que es llamada cultura naciente (Capra, 1992). Es en esta nueva
visión del mundo que queremos, donde la Dimensión Humana juega un papel primordial
convirtiéndose en el valor rector del nuevo paradigma, necesario para que los diferentes
movimientos planteados logren sus objetivos de transformación y trascendencia social.

En palabras de Vandana Shiva: “Debemos crear procesos de conocimiento que se contrapongan al


ideal baconiano de descubrimiento de las leyes naturales por la manipulación. Buscar el
conocimiento a través de la identificación y no del control, a través de la participación y no del
dominio. Participar en la vida del organismo no es solo un método más efectivo para conocerlo es
una fuente de liberación y fuerza para el conocedor”. En este pensamiento podemos percibir la
necesidad de un enfoque con dimensión humana, basado en la participación plena y activa de los
seres humanos en los procesos destinados a devolverle a la vida en nuestro planeta el pleno
sentido de gozo y felicidad que permita convivir en armonía.

Hablar de dimensión humana como uno de los valores del paradigma emergente, es referirnos a
una forma de pensar que tenga como fundamento la escala de lo humano; con una sensibilidad
hacia la vida como una totalidad y al mismo tiempo hacia la cotidianidad, hacia los pequeños
detalles del día a día, hacia la existencia. Quizás con esta visión podamos entender nuestro mundo
y la posición que en el ocupamos. Esto debería ser fácil si el hombre conservar su esencia como
ser vivo que forma parte de un universo donde la diversidad es la norma y en el cual existen
diferentes formas de vida.
Hay que recordar que en el ser humano moderno se manifiesta un desequilibrio entre su capacidad
intelectual la cual se ha súper desarrollado y sus capacidades físicas y emocionales, las cuales se
han atrofiado. Este desequilibrio se refleja precisamente en el deterioro de la sensibilidad natural y
del modo de reaccionar ante la vida y sus realidades cotidianas.
Siguiendo el planteamiento del filósofo y educador, Daisaku Ikeda, en la necesidad de una
profunda toma de conciencia, buscando reafirmar quiénes somos y qué estamos haciendo.
Tenemos que restaurar nuestra percepción de la vida en sí misma, nuestra conciencia manifiesta
de las realidades del hacer cotidiano; y es aquí donde debemos aferrarnos firmemente al ritmo del
ecosistema natural.

Para poder hablar de una dimensión humana que fortalezca el nuevo paradigma esta debe estar
sustentada en el autocontrol y la moral. Necesitamos una profunda toma de conciencia que implica
reafirmar el reconocimiento de quienes somos y que estamos haciendo, para posibilitar la creación
de formas de autocontrol y autodominio que son las que legitimarán el liderazgo moral de los
pueblos. Debemos resolver la crisis de identidad del ser humano y restablecer las conexiones
orgánicas vitales con el cosmos.

Dimensionar la vida con un enfoque a escala humana es lo que puede cambiar lo que en este
momento parece una realidad inmutable: la separación entre norte y sur, el inmenso abismo entre
riqueza y pobreza, las grandes diferencias en posibilidades de acceso a la educación y a la salud,
la desigualdad en los avances tecnológicos y comunicacionales, el ataque despiadado a la
naturaleza y el irrespeto a otras formas de vida causando un desequilibrio ecológico sin
precedentes y sobre todo la amenaza del fantasma de la guerra, la opresión del más débil por el
más fuerte, la posibilidad de que países que poseen poder económico y desarrollan programas
nucleares y, bajo la mirada indiferente de la comunidad mundial, puedan arrasar con culturas
milenarias y vidas inocentes impunemente, la guerra fratricida entre pueblos, promovida por
intereses económicos y políticos de otras naciones y el irrespeto a los derechos humanos que
parecieran no ser universales.

Hay que formar una nueva conciencia y crear valores genuinos y perdurables. Solo la voluntad y la
acción de los hombres construirán la historia con visión de un nuevo horizonte. En el transito por el
nuevo siglo tenderemos que enfrentar problemas. Las personas tendrán que trascender sus
propios intereses nacionales y considerar la situación que vive el mundo como una totalidad.
El desafío es trazar un nuevo rumbo en el siglo XXI aplicando las lecciones de nuestra época y al
mismo tiempo buscar los tesoros espirituales que palpitan en las corrientes profundas de la
historia. Considerar el estado de la humanidad desde la perspectiva del futuro, buscar el equilibrio,
el gozo y la felicidad para todos los seres del planeta.

Espiritualidad

Ego: ubicado en la periferia del loto. Representa la racionalidad y el pensamiento secuencial.Zohar


(2001) plantean la teoría del loto del ser en la que se describe un modelo psicológico del ser
humano y su personalidad, indicando que los propuestos hasta ahora se limitan a describir la capa
exterior (conciente, racional) y la interior (subconsciente, asociativa). Se incorpora un centro
unitivo, espiritual. Para la presentación del modelo eligieron la simbología de la flor de loto, la cual
representa para los filósofos hindúes: la realización espiritual, y para los budistas: la propia
naturaleza del Buda, que yace en el corazón de todo ser humano. Dicho modelo grafica las capas
de esta flor asignándole alguna de las capas del “YO”:
Subconsciente: Es el centro asociativo. Tiene que ver con las motivaciones, imágenes, arquetipos.
Por ello influencia, desde dentro, la personalidad y el pensamiento. Pero también es la “máscara”
con la que me presento al mundo, “la persona que creo ser”.

Yo; Es el centro del ser: se encuentra en la esencia del ser, su función es básicamente unificadora
o interrogadora. Vinculado a las preguntas trascendentes.
Este modelo propone entonces, el reconocimiento de la esencia espiritual del hombre. Por ello,
incorpora la idea de la inteligencia espiritual (IES) a las ya conocidas inteligencia emocional (IE) y
cociente de inteligencia (CI). Los autores explican que una mera inteligencia racional no es
suficiente para enfrentar las interrogantes existencialistas del ser humano. Las respuestas no son
meramente racionales ni emocionales.

Tal y como lo plantean los autores: “La inteligencia espiritual es el alma de la inteligencia” (p.24).
Esta inteligencia no actúa de acuerdo a los valores de la persona, sino que es la que nos permite
tener valores. De hecho, este planteamiento lo podemos relacionar con el “punto crucial” descrito
por Capra, pues se plantea que la crisis que atravesamos hoy día es una consecuencia del poco
desarrollo de la inteligencia espiritual de los humanos: “Ignoramos las cualidades humanas y nos
concentramos en actividades frenéticas, en “ganar y gastar”. Menospreciamos fatalmente lo
sublime y lo sagrado dentro de nosotros mismos, de los demás y de nuestro mundo”. (p.30)

En el texto se plantea que, con anterioridad, las comunidades sociales tenían mayor claridad
acerca del sentido de la vida (objetivos, valores, reglas claras). Parecían no ser necesarias o
comunes las interrogantes existencialistas. Actualmente, carecemos de estas claridades, vivimos
en un mundo de excesiva racionalidad y quizá por esta necesidad, nuestro cerebro ha
evolucionado.

Tal parece que poseer un alto nivel de inteligencia ofrece la oportunidad de usar lo espiritual para
proporcionar un mayor contexto y sentido a la existencia, para lograr una experiencia de totalidad,
destino y realización personal. La IES nos permite comprender una situación y usar nuestro libre
albedrío para romper límites e incluso reglas si es necesario. Nos permite una verdadera y propia
comprensión de la realidad.

Nuestro sistema educativo descansa sobre las bases de la cultura occidental, obstaculizadora por
naturaleza, del desarrollo de la inteligencia espiritual. La crisis de valores que atraviesa nuestra
sociedad, parece ser consecuencia del escaso desarrollo de esta inteligencia, por lo que resulta
indispensable incorporar entre los planteamientos y fundamentos de la pedagogía del siglo XXI, el
desarrollo de la inteligencia espiritual a través de experiencias significativas, profundas y
trascendentes que atiendan a las necesidades esenciales del Ser.

Usar nuestra IES significa transformar nuestra conciencia, descubrir capas más profundas de
nosotros mismos. Nos obliga a encontrar una base en nuestro propio Ego desde la cual recuperar
un sentido que nos trascienda. No será tarea fácil para la gente acostumbrada a seguir paso a
paso, mecánicamente recetas de perfeccionamiento. (p.45)

Ética

Ética puede ser definida como la ciencia y la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad
de los actos humanos, entendiéndose como actos humanos aquellos que son ejecutados libre y
racionalmente por el hombre.

El conocimiento holístico en ética presenta dos conceptos que aclaran el modo de cómo son
captadas en la mente los temas propios de la Ética: Verstand y Vernunft . Verstand significa
intelecto. Se trata de la inteligencia o sea la conceptualización, análisis, razonamiento y percepción
con toda claridad de un significado, La Verstand nos puede dar el concepto de un valor, pero
nunca hacernos percibir el valor en sí mismo. Es ahí donde entra el concepto Vernunft, un modo de
captar la realidad sin necesidad de conceptos, una manera personal y subjetiva del valor. Por lo
tanto, puede aceptarse que la ética es tan objetiva como subjetiva.

La moral es el hecho objetivo y real que está presente en todas las sociedades, es un conjunto de
normas que se transmiten de generación en generación, que evolucionan a lo largo del tiempo y
poseen fuertes diferencias con respecto a las normas de otra sociedad y de otra época histórica,
siendo utilizadas para orientar la conducta de los integrantes de esa sociedad. La moral es
impositiva y por lo tanto mecanicista, mientras que la ética surge en la interioridad de una persona,
como resultado de su propia reflexión y su propia elección. De esta relación podría también surgir
el concepto de que la ética es el conocimiento organizado de la moral. Y ambas, moral y ética,
influyen en la libertad del ser humano.

Ya en el siglo XXI, sabemos que no hay nada estable, que lo único estable es justamente el
cambio. Es por esto que los paradigmas emergentes han influido en la definición de normas
sociales obligatorias a cumplir por el individuo para su convivencia (moral) y en la reflexión que
sobre ellas ha hecho el hombre para asumirlas o no como guías de conducta (ética). Ya sabemos
que la moral se mantiene en criterios lineales, objetivos, racionales e impositivos hasta el punto de
transmitirse de generación en generación, mientras que la ética por su carácter individual e interno,
permite interconexiones profundas entre el mundo interno del individuo (lo no observable) y el
mundo externo (observable, consciente).

Por lo tanto, el ritmo de cambio, orden y caos social obliga a la formación individual de una ética
que conserve la importancia del bienestar comunitario, en el que todos “éticamente”, por convicción
y reflexión, nos interconectemos en la construcción social y el rescate de aquellos valores que han
sido erradicados o deformados por el pensamiento lineal. El Yo profundo, el “ser” más allá del
“tener”, el ser espiritual y reflexivo nos guiará a conocer valores superiores y comunitarios que
inciden en la vida humana.

Una frase interesante de referir es la que afirma que todos estamos unidos por el aire que
respiramos. Respiramos el mismo aire, las moléculas de otros nos respiran: esto denota que
somos la unidad en la diversidad. Sin embargo, decimos que somos individuos separados. No
deberíamos olvidar que somos sistemas vivientes en un continuo interactuar en el que nos
afectamos mutuamente. ¿Puede entonces la ética ayudarnos a convivir mejor? Estamos seguros
que sí.

Felicidad, Gozo y Ternura

Estamos frente a un mundo lleno de gente que cree que ser feliz es poseer cosas materiales o
alcanzar el éxito profesional, o tener una familia, unos hijos, una casa, etc. Pero no se profundiza
en lo que es verdaderamente la felicidad. El gozo, parece estar asociado con mostrar a los demás
lo que se tiene y no a disfrutar de lo que se es. Hay una idea interesante que se refiere a que hoy
en día vivimos en un mundo donde hay que tener, para poder hacer y en función a esto ser. Esto
significa que si mostramos a los demás lo que tenemos: dinero, objetos, carro, casa, un buen
trabajo, muchos títulos, estatus social, eso es lo que nos permitirá hacer: un mejor trabajo, las
cosas que deseamos – o la que los demás quieren que hagamos -, ayudar a otros, estudiar una
profesión, algún pasatiempo, para finalmente ser algo o alguien en la vida.

El paradigma correcto se centra en ser, estar conectado consigo mismo, son sus necesidades,
deseos, fortalezas, áreas por mejorar, para, en función de ese ser poder hacer las cosas que
verdaderamente nos gustan, lo que verdaderamente deseamos y a partir de allí tener las cosas
que necesitamos, deseamos y merecemos.

No significa esto que el tener o poseer no sea importante, sino que lo que tengamos sea un apoyo
para ser felices, estar en un estado de gozo, satisfacción y poder ver el mundo, a uno mismo y a
los otros desde la ternura, la comprensión, el amor y el perdón.

Esto nos habla de la necesidad de que el nuevo paradigma incluya la dimensión humana,
emocional y espiritual de las personas. Es una necesidad latente y de allí lo importante de buscar
el camino, pero, ¿el camino a que? …¿a la felicidad?...y entonces, ¿qué es la felicidad?

La felicidad puede ser definida como un estado psicológico que trasciende la noción del estado
anímico. Dota, a quien lo disfruta, de la sensación de autorrealización y plenitud para con uno
mismo y los elementos del entorno circundante, ya sea éste físico o imaginado. Cabe decir que, tal
sensación de autorrealización y plenitud, confiere a las personas felices una mayor serenidad y
estabilidad en sus pensamientos, emociones y actos. [en
línea: http://es.wikipedia.org/wiki/Felicidad consultado el 18/06/06].

Jackson (2000) plantea que “…todos tenemos la capacidad de ser felices. No importa el dinero que
tengas o no tengas, no importa el tipo de trabajo ni el lugar donde vivas. Cualesquiera que sean tus
circunstancias presentes, tienes en ti mismo no solo el poder de ser feliz, sino el poder de
experimentar una gran abundancia de felicidad. La abundancia de felicidad no es sólo librarse de la
depresión y del dolor, sino que más bien consiste en una sensación de alegría, de contento y de
maravillado asombro ante la vida..” (p. 7)

En Osho (2005) se plantea que “el sufrimiento puede darte muchas cosas que no te da la felicidad.
Aun más, la felicidad te quita muchas cosas. La felicidad te quita todo lo que has tenido, todo lo
que has sido; la felicidad te destruye. El sufrimiento nutre tu ego, y la felicidad es
fundamentalmente un estado en el que no existe el ego…La felicidad es simplemente felicidad. Te
transporta a otro mundo. Se deja de formar parte del mundo creado por la mente humana, se deja
de formar parte del pasado, de la terrible historia. Se deja de formar parte del tiempo. Cuando eres
realmente feliz, dichoso, el tiempo desaparece, y también el espacio” (p.99 y 100).

“El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”. Anónimo (en Marinoff, 2003)

La felicidad no tiene nada que ver con el triunfo; la felicidad no tiene nada que ver con la ambición;
la felicidad no tiene nada que ver con el dinero, ni el poder ni el prestigio. La felicidad está
relacionada con tu consciencia, no con tu carácter. Osho (2005)

El gozo está asociado con sentir placer, experimentar gratas emociones. Las emociones pueden
ser consideradas como sentimientos que surgen como reacción a un estímulo externo o interno,
sirven como mecanismo comunicativo y afectan al pensamiento y a las acciones de la persona.

El gozo está asociado con un estado de satisfacción, con sensaciones agradables, con el disfrute
de la vida, las personas, los momentos. El gozo es una evidencia de felicidad, es dejarse afectar
por las sensaciones agradables y placenteras, sin permitir que los juicios o creencias negativas
invadan y eliminen la posibilidad de gozar. Se disfruta con todo el cuerpo, con la mente, en ese
proceso de dejarse llevar por la energía de lo que sucede en el aquí y el ahora.

La ternura es un comportamiento que muestra la capacidad de ser afectuoso, cariñoso y amable.


Es mostrar a los demás los sentimientos positivos, es proporcionar amor.

La ternura se encuentra en directa relación con los otros. No podemos mostrar nuestra ternura sino
a través de los otros. Un maravilloso ejemplo de ternura son los niños, quienes son un reflejo del
amor sin contemplaciones, sin tabúes, sin límites. La ternura es la demostración del amor. En
palabras de Roque Schneider: “El amor es la mejor música en la partitura de la vida. Sin él serás
un eterno desafinado en el inmenso coro de la humanidad”

Las leyes del caos y la pedagogía desde el corazón


¿Cómo es posible la existencia en un mundo tan complicado, donde estamos expuestos a muchas
enfermedades producto de la contaminación, en el cual cada día es más común la pérdida de
valores y principios?

¿Cuál es la motivación que orienta a los seres humanos a querer vivir en un mundo así?

Tal vez las leyes del caos, nos permitan visionar de qué manera los seres humanos podemos
redimensionar nuestro paradigma de vida, para estructurarlo de una forma más agradable,
humana, sencilla, saludable, vital y armoniosa. De ahí, que en los planteamientos de Briggs y Peat,
en su libro “Las siete leyes del caos” encontramos interesantes formas de reorganizar nuestras
vidas para una mejor convivencia con los otros y con el planeta.

Tradicionalmente el mundo ha sido concebido desde enfoques clásicos como el newtoniano-


laplaciano, usando ecuaciones matemáticas para calcular cualquier cosa en física, química o
biología; sin embargo estos cálculos han sufrido reveses al tratar de predecir el comportamiento
humano. Sin embargo, la dificultad de poder predecir tanto el comportamiento humano, como otros
fenómenos similares, es lo que se le puede atribuir al principio de indeterminación o incertidumbre,
que en términos de Briggs y Peat, pueden convertirse en “una cosa estimulante, que nos permite
innovar, crear o reformular las ideas preconcebidas o estereotipadas (Almeida, 2006).

Cuando hablamos de caos, nos referimos a esa interconexión subyacente de acontecimientos que
se manifiestan aparentemente producto del azar. La ciencia del caos se centra en modelos ocultos,
en los matices, en la sensibilidad de las cosas y en las reglas cómo lo impredecible conduce a lo
nuevo.

Las ciencias del caos nos invitan a cambiar la obsesión que tenemos, específicamente los
occidentales sobre el control de la incertidumbre, por la creatividad y la sutileza. Todos estamos
conscientes de cómo florece la creatividad en momentos de caos, los vivimos recientemente en
nuestro país, con los problemas políticos que de alguna manera nos han marcado, según unos
para bien y según otros para no tan bien.

Significa esto que la creatividad, es ese momento mágico en que soltamos el control y la verdad
aflora suavemente y nos interconecta. La lógica clásica y el razonamiento lineal ocupan claramente
un puesto importante, pero la creatividad del caos sugiere que el modo actual de vida necesita algo
más. Lo que precisa es un sentido estético: un sentimiento apropiado, de lo armónico y de lo que
crecerá y morirá. Pactar con el caos nos da la posibilidad de vivir como no controladores de la
naturaleza, sino como controladores creativos.

Esa manera suave de aceptar las cosas que suceden se traduce en salud y bienestar para las
personas, es no resistirse a los cambios, tomarlos como algo natural, practicar aquello de ¡Qué
bueno es no tener la razón!, una fórmula infalible para descansar la mente y soltar las
preocupaciones del día a día.

La metáfora del caos nos enseña que más allá de nuestros intentos por controlar y definir la
realidad, se extiende el riquísimo, e incluso infinito reino de la sutileza y la ambigüedad, dónde la
vida se vive en plenitud. La teoría del caos nos muestra lo aparentemente pequeño e insignificante
que pueden acabar siendo las cosas si se asume un papel principal en el modo en que éstas se
producen. Si prestamos atención a la sutileza, nos abrimos a dimensiones creativas que vuelven
más profundas y armoniosas nuestras vidas.

En el caso de nuestro rizoma “Pedagogía desde el corazón”, encontramos una profunda conexión
con la posibilidad de mantenernos saludables, productivos y activos por el tiempo que nosotros así
lo decidamos. La primera ley del caos, nos explica la magia de mantener los sistemas caóticos a
través de la autoorganización. Tiene que ver con el modo en que la naturaleza crea nuevas formas
y estructuras, con imprecisión y confusión; en otras palabras es ser creativo, ir más allá de lo que
conocemos, llegar a la verdad de las cosas. La verdad es algo que se vive en el momento y que
expresa nuestra vinculación individual con el todo. Vivir con dudas creativas significa descubrir que
la verdad no puede medirse con palabras.

Enseñar y aprender desde esta perspectiva crea un abanico de posibilidades insospechadas para
los seres humanos, nos ubica en un espacio-tiempo infinito, pero a la vez finito, porque lo podemos
circunscribir a una situación específica.

Los tres pasos de la primera ley del caos, ley del vórtice: ser creativos, nos da la pauta: 1) la
turbulencia; para ser creativos necesitamos la ambigüedad de saber y no saber, de lo inadecuado,
de la incertidumbre, de la alegría, del horror, de la aceptación de los rasgos metamórficos y no
lineales de la realidad, es decir todas las facetas del caos creativo. 2) la bifurcación y la
amplificación, un error en un experimento bien planificado, puede crear un punto de bifurcación, un
momento de verdad que amplía y da lugar a la autoorganización del trabajo y 3) el flujo abierto,
partiendo del caos y la creatividad en nuestro trabajo o en nuestra vida, a veces se produce la
bifurcación, entonces la semilla germina y es la flor de una creación que fluye sin obstáculos. El
flujo es el período del proceso creativo en el que la autoconciencia desaparece, el tiempo se
desvanece o se llena por completo y la actividad absorbe por completo. Se tiene una intensa
clarividencia acerca del momento. Los momentos del flujo y la excitación consiguiente, son la
recompensa por el descenso previo al caos, la incertidumbre, la incomodidad o el choque por la
simple ignorancia.

El mayor acto que los hombres hacen del intelecto creativo no se produce en el arte o en la
ciencia, sino en los actos espontáneos del día a día que permiten mantener la cohesión social. La
teoría del caos nos enseña que cuando nuestra perspectiva cambia, nuestros grados de libertad se
expanden y experimentamos la verdad y el ser: entonces somos creativos, y allí se revela nuestro
verdadero yo.

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