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Jesús padeció y fue crucificado por los pecados del mundo, dando así a cada uno
de los hijos de Dios el don del arrepentimiento y del perdón. Solamente por medio
de Su misericordia y Su gracia cualquier persona puede salvarse. Su posterior
resurrección preparó el camino para que cada persona pudiera superar también la
muerte física. A estos acontecimientos se les denomina la Expiación. En pocas
palabras, Jesucristo nos salva del pecado y de la muerte. Por ese motivo es,
literalmente, nuestro Salvador y Redentor.