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ECOLOGÍA Y MEDIO AMBIENTE

Gregorio Guevara Estela


Trujillo, 05 junio 2015

Introducción

Calentamiento global, cambio climático, bosques convertidos en


desiertos, lagunas sin agua, mar embravecido y que sepulta pueblos
enteros; comunidades que protestan ante sus gobernantes contra
proyectos de extracción de minerales; cumbres mundiales para
buscar acuerdos a favor del medio ambiente. Son temas cruciales de
este siglo.

El asunto ecológico y medio ambiental es un asunto que afecta al


planeta entero. ¿Qué papel juega de iglesia ante un planeta que
parece embravecido? ¿Cuál será la actitud cristiana que refleje el
amor al prójimo al estilo de Cristo? ¿Qué pasos seguir para actuar en
base a un discernimiento moral cristiano en cuanto al tema ecológico
y ambiental en una sociedad individualista y consumista?

En presente ensayo pretende abordar la acción que deben desarrollar


los cristianos ante la realidad de la ecología y medio ambiente desde
un enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia Católica.

Siguiendo el método Ver-Juzgar-Actuar se iniciará la presente reflexión


dando una mirada a la crisis ecológica ya ambiental que nos aqueja
(Ver), luego veremos a la luz de la fe la voz de la iglesia y de las
Escrituras sobre este tema (Juzgar), y finalmente, abordaremos sobre
el compromiso de los cristianos sobre la ecología y el medio ambiente
(Actuar).

La realidad de la crisis ecológica y medioambiental (Ver).

El cambio climático seguirá en aumento y con consecuencias muy


dañinas. El quinto Informe del Panel Intergubernamental para el
Cambio Climático (IPCC) 2013 sostiene que si no se frenan desde ya
las emisiones a la atmósfera, el impacto que tendrán sobre el cambio
climático será grave e irreversible.

Según el mismo informe antes citado, el origen del cambio climático


es antropogénico. Alrededor de la mitad de las emisiones de CO2 de
origen antropogénico desde 1750 y 2011, se han producido en los
últimos 40 años. Por otro lado, las concentraciones en la atmósfera de
dióxido de carbono, metano y óxido nitroso no tienen precedentes en,
al menos, los últimos 800.000 años.

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La temperatura de la superficie de la tierra aumentará en este siglo
XXI. Es muy probable que las olas de calor se produzcan con más
frecuencia y duren más, y que las precipitaciones extremas sean más
intensas y frecuentes en muchas regiones. El océano continuará
calentándose y acidificándose, y el nivel medio global del mar se
eleve. Hay que reducir las emisiones entre un 40 y un 70% a nivel
mundial entre 2010 y 2050, y disminuirlas hasta un nivel cero o
negativo en 2100.

Las capas de hielo de la Antártida han ido perdiendo masa, los


glaciares han disminuido en todo el mundo. El porcentaje total de
glaciares perdidos a nivel global, según cálculos de entre 1979 y
2012, se estima en unas cifras del 10,5% al 12,3%.

El calentamiento de los océanos y los cambios en la salinidad y


evaporación, afectando el ciclo del agua. La acidificación de los
océanos es evidente desde el comienzo de la era industrial.

El impacto del cambio climático continuará por siglos, incluso si se


detienen ahora las emisiones.

La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y


hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las
concentraciones de CO2 han aumentado hasta niveles sin
precedentes. No obstante esta realidad, tenemos medios para limitar
el cambio climático, y todo lo que necesitamos es voluntad de
cambio.

El medio ambiente a la luz de la fe (Juzgar).

La iglesia ha abordado el tema del desarrollo y por ende de la


ecología. Si bien la ciencia y la técnica muestran signos de un gran
avance, también conllevan desafíos y preocupaciones.

Juan Pablo II, en 1987, hablando del “Panorama del mundo


contemporáneo”, en la Encíclica Sollicitudo rei sociales (1987) veía
aspectos positivos en la conciencia ecológica de los pueblos. Afirmó lo
siguiente:

Entre las señales positivas del presente, hay que señalar igualmente
la mayor conciencia de la limitación de los recursos disponibles, la
necesidad de respetar la integridad y los ritmos de la naturaleza y de
tenerlos en cuenta en la programación del desarrollo, en lugar de
sacrificarlo a ciertas concepciones demagógicas del mismo. Es lo que
hoy se llama la preocupación ecológica. (SRS, N° 26).

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Pueblos enteros están alzando su voz a favor de la protección de sus
bosques, aguas, lagunas, cerros, a pesar de la dura represión por
parte de sus propios gobernantes. En Perú es el caso que tiene que
ver con el llamado proyecto Conga en Cajamarca, Tía María en
Arequipa, y el conocido Baguazo, sólo por mencionar estos ejemplos.
¿Cuál ha sido la posición de la iglesia y de los cristianos ante estos
hechos? ¿Cuál debería ser una actuación cristiana fiel al evangelio de
Cristo?

Juan Pablo II en su Encíclica Centesimus annus (1991), expresa su


preocupación sobre la “cuestión ecológica”, al hablar de la propiedad
privada y el destino universal de los bienes. Dice, “Es asimismo
preocupante, junto con el problema del consumismo y estrictamente
vinculado con él, la cuestión ecológica.”
Pero, cuáles son las razones que llevan a un desprecio del ambiente
natural. A diario escuchamos en medios de información masiva sobre
las bondades del desarrollo y progreso que traerían las inversiones
mineras. ¿Es esto verdad?
Juan Pablo II en la Encíclica antes citada menciona los motivos que
mueven a actuar contra la ecología. Veamos:

El hombre, impulsado por el deseo de tener y gozar, más que de ser


y de crecer, consume de manera excesiva y desordenada los recursos
de la tierra y su misma vida. En la raíz de la insensata destrucción del
ambiente natural hay un error antropológico, por desgracia muy
difundido en nuestro tiempo. El hombre, que descubre su capacidad
de transformar y, en cierto sentido, de «crear» el mundo con el
propio trabajo, olvida que éste se desarrolla siempre sobre la base de
la primera y originaria donación de las cosas por parte de Dios. Cree
que puede disponer arbitrariamente de la tierra, sometiéndola sin
reservas a su voluntad como si ella no tuviese una fisonomía propia y
un destino anterior dados por Dios, y que el hombre puede
desarrollar ciertamente, pero que no debe traicionar. En vez de
desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la
creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de
la naturaleza, más bien tiranizada que gobernada por él. (CA, N° 37).

Luego, el mismo Juan Pablo II afirma que “además de la destrucción


irracional del ambiente natural hay que recordar aquí la más grave
aún del ambiente humano, al que, sin embargo, se está lejos de
prestar la necesaria atención”.

Esto demuestra, sobre todo, mezquindad o estrechez de miras del


hombre, animado por el deseo de poseer las cosas en vez de
relacionarlas con la verdad, y falto de aquella actitud desinteresada,
gratuita, estética que nace del asombro por el ser y por la belleza que

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permite leer en las cosas visibles el mensaje de Dios invisible que las
ha creado. A este respecto, la humanidad de hoy debe ser consciente
de sus deberes y de su cometido para con las generaciones futuras.
(CA, N° 37).

Compromiso cristiano sobre la ecología y el medio ambiente


(Actuar).

Muchos cristianos han caído en un individualismo, una indiferencia


total hacia la vida aquí en la tierra y viven soñando que un día volarán
a un nuevo cielo y una nueva tierra que Dios va crear después de
incendiar este planeta o cosmos. Esta teología lleva a vivir una fe de
espaldas a la responsabilidad social con el planeta tierra y con el
prójimo que sufre.
Es importante reconocer el papel de los cristianos para con el mundo.
Pablo VI al hablar sobre la iglesia y el desarrollo en la Populorum
progessio (1967) recordaba:
El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. Para ser
auténtico debe ser integral, es decir, promover a todos los hombres y
a todo el hombre. Con gran exactitud ha subrayado un eminente
experto: «Nosotros no aceptamos la separación de la economía de lo
humano, el desarrollo de las civilizaciones en que está inscrito. Lo
que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada
agrupación de hombres, hasta la humanidad entera». (PP, Nº 14).

El cristiano tiene una vocación al desarrollo. Su mirada y actuación es


integral. Sí le importa el problema ambiental porque es obra de su
Padre Creador, es también el lugar donde habita y donde puede
expresar amor a su prójimo.
En la misma encíclica ya mencionada, Pablo VI expresa la vocación al
desarrollo con interesante realismo:
En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse,
porque toda vida es una vocación. Desde su nacimiento, ha sido dado
a todos como un germen, un conjunto de aptitudes y de cualidades
para hacerlas fructificar: su floración, fruto de la educación recibida
en el propio ambiente y del esfuerzo personal, permitirá a cada uno
orientarse hacia el destino, que le ha sido propuesto por el Creador.
Dotado de inteligencia y de libertad, el hombre es responsable de su
crecimiento, lo mismo que de su salvación. Ayudado, y a veces es
trabado, por los que lo educan y lo rodean, cada uno permanece
siempre, sean los que sean los influjos que sobre él se ejercen, el
artífice principal de su éxito o de su fracaso: por sólo el esfuerzo de
su inteligencia y de su voluntad, cada hombre puede crecer en
humanidad, valer más, ser más. (PP, Nº 14).

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Conclusión

Alguien ha dicho que el mal avanza porque las personas buenas no


hacen nada por impedirlo. No basta con ser buenos y buenas es
necesario actuar en pro de la verdad y la justicia.

La iglesia y los cristianos tienen una responsabilidad moral y


espiritual ante la creación. Si partimos analizando la tremenda crisis
ecológica que hoy asistimos a observar, miramos lo que la iglesia ha
expresado al respecto y el llamado que Dios nos hace para actuar en
pro de la defensa de la vida digna y la construcción de un mundo
nuevo, no queda escapatoria. El planeta nos necesita.

Tenemos que actuar con esperanza. Apoyar los esfuerzos de


instituciones que luchan a favor del cuidado medioambiental. Llevar
un estilo de vida con mesura que refleje, aunque en lo más pequeño,
que otro mundo es posible.

Referencia Bibliográfica

 Juan Pablo II. Carta encíclica Centesimus annus. Roma, 01 de


mayo de 1991.
 Juan pablo II. Carta encíclica Sollicitudo rei socialis. Roma, 30 de
diciembre de 1987.
 Pablo VI. Carta encíclica Populorum progessio. Roma, el 26 de
marzo de 1967.
 Stocker, Thomas. (Presidente editor). Cambio Climático 2013
Bases Físicas. Resumen Técnico. 2013.

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