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“Año del dialogo y de la reconciliación nacional”

Universidad privada San Juan Bautista


Filial Chincha
Derecho de Daños

Docente: Rafael Americo Torres Sotelo


Integrantes: Roca Delgado Alexandra Jimena
Atuncar Aburto Miguel
Janampa Ortiz Tycho
Napanga Ruiz Abel
Tema: El daño ocasionado por cosas inanimadas y animales

2018
Introducción
Cuando ponderamos a una cosa como peligrosa, la cual genera responsabilidades de
forma objetiva, lo que debemos de observa en primera instancia es el grado en la cual la
inteligencia humana se ve reemplazada por la máquina. Es así como encontramos el
aspecto peligroso el cual es la confianza que volvemos sobre la máquina.
Es así que podemos observar como el incremento de las maquinas genera a su ves
desarrollo y por ende un grado de confianza, pero cuanto podemos confiar en una maquina
cuando esta puede causar un daño debido a esa confianza tenemos así que un ascensor el
cual nos facilita la subida a pisos muy elevados puede fallar y generar un accidente, es
por ello que mientras mas confianza depositemos en las máquinas estas se vuelven más
peligrosas.
Lo que trataremos en este tema tan controvertido y amplio del derecho civil es el daño
que generan estas cosas inanimadas, así como los daños que generan los animales que no
son consientes del daño que puedan generar ya que estos actúan por instintos.
En el tema de cosas inanimadas podemos ver que estas surgen con la revolución industrial,
la que facilito la masificación de productos y enriqueció a la parte obrera de la población
dándole una mejor economía, pero, así como se incrementó la maquinaria también fueron
en aumento los accidentes causados por estas y como los trabajadores quedaba
imposibilitados de seguir trabajando, dado que quedaban a merced de la falta de
legislaciones que traten este tema.
Responsabilidad de daños causados por las cosas

Se llego a considerar hasta el final del siglo pasado que la responsabilidad del hecho de las cosas
se encontraba limitada en el código francés y como en nuestro código sigue sus lineamientos en
referencia a los artículos 1979 y 1980 del c.c.c que hasta cierto punto se asemejan a los artículos
1385 y 1386 del c.c.f : el que sea perjudicado por una cosa inanimada, debía en general para
obtener la reparación de la culpa del demandado de conformidad con el derecho común en materia
de responsabilidad.
Esta concepción permitió de forma relativa poder resolver con equidad los casos de
responsabilidad por causa de las cosas en la sociedad del siglo XIX, volviéndose de forma positiva
para todas aquellas injusticias que se cometían en esos tiempos, debido al incremento de las
maquinarias, y el anonimato que suelen tener los accidentes industriales por su difícil
comprobación del hecho o culpa que ha determinado su prestación.
Para poder dar solución a esta situación, que fue considerada como un estado de revuelta contra
el código civil, la entonces ciega constitución francesa que aun consideraba la no responsabilidad
del daño causado por cosas inanimadas, le dio la bienvenida a la tesis contractualista de la
responsabilidad expuesta por Sainclelette en Bélgica y por Zaucet en Francia, en la cual se ve la
obligación de poder determinar y garantizar la integridad física de los trabajadores durante la
duración del contrato, siendo el objetivo principal el de exonerar a los trabajadores del onus
probandi en el proceso de responsabilidad,.
La tesis contractualista se siguió expandiendo, así como la obligación de garantizar seguridad se
cada vez mas en diversos contratos, hasta llegar al punto en que ha invadido el campo de la
responsabilidad extracontractual, por la normas contractuales de la materia.
Por ello se dice que aquel que hace de transportador ya sea este aéreo, terrestre o marítimo debe
de cumplir con la obligación de transportar a la persona hasta su destino sana y salva, el
incumplimiento de esta obligación genera que nazca una presunción de culpa en contra de aquel,
destruible con la mera demostración de la causa. Esta obligación es muy importante ya que, si
esta es de aplicación para los que transportan mercaderías, también lo gravara cuando se trate de
transportar a las personas por razones obvias.
Es por eso por lo que los dueños de establecimientos o de vehículos asumen las responsabilidades
de los daños que se originen a causa de ello como por ejemplo en un parque de diversiones asume
tácitamente la obligación de garantizar la integridad física de las personas que se encuentran en
él, lo mismo pude decirse de los dueños de ferias o de los circos.
Por todo lo expuesto en los párrafos anteriores, se resalta la importancia de la aplicación de esta
responsabilidad que genera las cosas sobre todo debido a la época en la cual esta surgió, en la cual
debido al incremento de las maquinarias industriales se vio un incremento de estos casos de daños
por la cosas, en los cuales la persona luego de sufrir el daño quedaba imposibilitada de poder
seguir laborando y por lo tanto sus ingresos se volvían nulos quedado así perjudicado, por ello la
importancia de que los dueños de cosas inanimadas tomen la responsabilidad de los accidentes
que estas puedan causar a los usuarios o trabajadores según corresponda.
1.2 los daños causados por los animales en el código civil peruano articulo
1779
Este articulo estipula que el dueño de un animal o aquel que tiene en su cuidado a uno es el
responsable del daño que este cause, aun si este se encontrara perdido o extraviado, a no ser que
este sea provocado por un tercero.
Los daños causados por animales son precursores del daño causado por cosas inanimadas, siendo
esta una variante.
Para poder entender este articulo tenemos que precisar que el animal es un ser vivo el cual
indudablemente es peligroso, dado que a diferencia de un objeto que debe ser manipulado por
alguien o que requiere de un técnico, este puede causar el daño por iniciativa propia, siendo así
que el animal es un ser vivo y a consecuencia de eso tiene un dinamismo interno que lo hace
particularmente peligroso.
1.1.1. Hablamos de una responsabilidad obsoleta

Hablamos de una responsabilidad obsoleta debido a que esta con el paso del tiempo y de
las épocas va disminuyendo, ahora estos daños solo se producen fundamentalmente en
zonas rurales y de forma limitada.
Si nos remontamos a los inicios, en donde la ciudad y el campo no era muy clara y los
hombres convivían con los animales, los cuales causaban daños: los chancos se comían a
los recién nacidos y los toros daban cornadas a los transeúntes.
Uno de los animales que mas daños genero fue el caballo debido a que este era utilizado
como transporte de personas o de cargas y se volcaban estos accidentes no pararon sino
hasta comienzos del siglo XX

1.1.2. Jurisprudencia

El common law de Inglaterra:


Uno de los casos que genero controversia fue el juicio de May contra Burdett en el año
de 1846. En esta época tan temprana se estableció gracias a este caso que el dueño de un
animal (cuando se trata de fieras salvajes) es un asegurador del daño que estos generen y
se les considero responsables de todos los daños que estos lleguen a generar, con
responsabilidad absoluta.
 También tenemos que el No. 509 del Restatement of Torts establece que si el poseedor
tenía razones para pensar que ese animal doméstico en particular tenía un carácter
peligroso (dangerous propensities abnormal to its class), también queda sujeto a
responsabilidad objetiva. Evidentemente, no se puede saber si un perro muerde sino
después que ha mordido una vez; por consiguiente, hasta entonces su poseedor no es
responsable objetivamente sino solo si ha mediado una eventual culpa de su parte. Pero
una vez que ha mordido, su carácter anormalmente peligroso queda establecido y la
responsabilidad es objetiva. Por eso se suele decir, humorísticamente, que "todo perro
tiene derecho a una mordida."
 En el derecho romano como lo recuerda Santos Briz, considera como casos enmarcados
en los cuasidelitos cuando el animal causaba daños sin culpa de nadie, concediéndose
acción contra el dueño.
 Así, mediante la actio de pauperie el perjudicado por los daños causados por el animal
podía dirigirse contra el propietario de este para exigirle el resarcimiento del daño o la
entrega del animal, alternativas entre las cuales podía elegir el demandado.

 Por supuesto que en la actualidad los daños producidos por animales no son tan comunes
como en épocas pasadas, en las que se empleaban animales hasta para el transporte e
incluso en las ciudades era frecuente taparse con animales propios del campo. No obstante,
el tema de un tiempo a acá ha recobrado notoriedad dada una serie de casos de daños
ocasionados por animales, principalmente canes de razas consideradas peligrosas, como
el american pitbull terrier, entre otros.
Como se observa del dispositivo analizado, se atribuye responsabilidad al propietario o
custodio por los daños producidos por el animal, a no ser que pruebe que el evento tuvo lugar
por obra o causa de un tercero. Nos adherimos a la opinión de autores nacionales como
Espinoza Espinoza, Taboada Córdova o De Trazegnies Granda en el sentido de que la
presente es una regla de responsabilidad objetiva, al desprenderse de la norma que el
resarcimiento no está supeditado a la negligencia o imprudencia (culpa) del responsable. Es
decir, se deben resarcir los daños ocasionados sin que importe si la conducta del propietario
o custodio del animal se adecuó o no a un patrón esperado de diligencia.

La regla de objetividad fijada, en todo caso, no inhibe a la víctima del animal, o sus
representantes o sucesores, de demostrar la relación de causalidad. Vale decir, debe probar,
primero, que el daño se produjo por el hecho del animal, y, en segundo lugar, que el
demandado es su dueño o la persona que lo cuidaba. Probará finalmente los daños concretos
producidos y el monto indemnizatorio respectivo.

Ahora, no es pacífico en la doctrina que el régimen del Código Civil en materia de daños de
animales sea objetivo. León Hilario considera que del Código Civil no se deduce que este
sistema de responsabilidad extracontractual pueda calificarse como subjetivo u objetivo.
Admitir lo contrario, en su opinión, implicaría, por ejemplo, que en nuestro sistema no
operaría ni siquiera uno de los supuestos más evidentes eximentes de responsabilidad,
planteado por Trimarchi: la generación de una enfermedad desconocida, atribuible a un
animal; pues al no mediar el obrar o la conducta de un tercero, que es la única eximente
reconocida en el artículo 1979, el dueño sería responsable.

El autor parte además de una premisa para nosotros totalmente cierta: no todo animal califica
como bien riesgoso. En efecto, deben distinguirse los tipos de animales, pues no todos
encierran un peligro de daños per se (el régimen de responsabilidad no puede ser igual para
la señora que tiene un perro poodle que para quién se le ocurre criar un tigre). En ocasiones,
la calificación de peligrosidad depende no solo de la propia naturaleza del animal sino de
factores culturales. El mismo autor cita a Prosser y Keeton, para hacer ver que, por ejemplo,
un elefante puede calificar como bien riesgoso en Inglaterra, pero no en Burma, en donde su
domesticación es extendida y los daños que producen son menores.
A nuestro parecer se justifica plenamente la regla de objetividad cuando el animal es
verdaderamente riesgoso, en los términos expresados. Incluso, como sucede en el régimen
peruano, con exclusión de hipótesis de fractura del nexo causal. Finalmente, quien introduce
el riesgo de criar un animal feroz debe responder por él en todos los casos, más aún cuando
está en mejor posición para evitar el riesgo o siquiera trasladarlo (cheepest cost avoider). Así,
pues, por ejemplo, si un terremoto quiebra la jaula del león que se escapa y ataca a alguien no
hay razón para no hacer responsable al zoológico, el que incluso pudo trasladar el riesgo de
sí mediante un mecanismo de seguro.

Cuando el animal no es (natural o culturalmente) riesgoso, el factor de atribución a aplicar es


menos claro. Puede optarse por una regla de objetividad con la posibilidad de alegar todos los
supuestos de fractura de nexo causal, pero también podría plantearse una subjetividad con
culpa presunta, en los términos que expresa Bianca. Debemos admitir que nos resulta difícil
definimos por una de estas reglas, pues en nuestra opinión lo ideal sería que no se regule
expresamente esta responsabilidad extracontractual y que el factor de atribución sea definido
caso por caso, analizándose las capacidades de prevención de las partes (aunque también
puede cuestionarse una solución así teniendo en cuenta que los jueces peruanos no resuelven
de modo idóneo los temas de responsabilidad, prefiriéndose las soluciones legales expresas).
Pero definitivamente no creemos que elementos como el caso fortuito o la imprudencia de la
víctima, sean eliminados de plano como eximentes de responsabilidad para los daños de
animales.

Puede apreciarse, por ejemplo, la relevancia del hecho imprudente de la víctima como
eximente de responsabilidad. Visintini cita el caso italiano en el que no se consideró
responsable al propietario de un perro que al momento de verificarse el evento dañoso se
hallaba en un patio atado a una cadena, puesto que la causa exclusiva del daño derivado de
una mordida del animal fue el hecho de la víctima, una niña que había entrado al patio no
obstante la prohibición establecida por los propietarios. Por el contrario, los jueces
condenaron al propietario en un caso en que una señora había entrado a un jardín ajeno, donde
los perros estaban en libertad y no estaba obstruido el acceso a terceros extraños.

En suma, y sin perjuicio de las críticas formuladas, para nosotros queda claro que el Código
Civil peruano ha optado por una regla de objetividad que no hace distinción alguna por el tipo
de animal, a diferencia de otras codificaciones, como el BGB alemán, o la legislación del
common law. El problema, en cualquier caso, no estaría tanto en la regla de objetividad misma
sino en que se acepte el hecho del tercero como única eximente de responsabilidad, regla
sumamente rígida que lleva al propietario o custodio a responder en ocasiones en las que
resulta conveniente exigir el comportamiento diligente de la(s) víctima(s). De ahí que deba
buscarse un criterio interpretativo que palie esta situación.
1.3. Los animales y sus conductas dañosas

Como lo precisa Alpa, “aquellos eventos esencialmente debidos, no a fuerzas irreprimibles


de la naturaleza externa o a hechos imprevisibles e inevitables de terceros, sino a impulsos
internos propios de la naturaleza de los animales, no pueden considerarse casos fortuitos
por cuanto aun ellos son imprevisibles e inevitables con la común diligencia del custodio”.
Y es que aun si el animal está domado o es manso, pueden tener reacciones de agresión o
violencia o producir daños con su simple actuar irracional.
La responsabilidad de la que hablamos no está referida a los daños producidos por cualquier
animal, sino solo a los que son propiedad o están bajo el cuidado de alguien, a quien debe
hacerle soportar los daños “más que por la culpa o negligencia in vigilando, por la exigencia
social de hacer soportar los daños procurados por los animales a quien obtiene ventaja de
estos: id est cuiuis cómoda eius et incommoda” (ALPA). En ese sentido, no interesan aquí
los daños producidos por animales callejeros que no pertenecen a nadie o por animales
salvajes que eventualmente pueden encontrarse en la propiedad de un individuo y que
ataquen a un visitante o extraño cualquiera.

En la producción misma del daño se exige la intervención activa del animal. Vale decir, no
basta con que esté presente un animal, sino que el daño debe ser consecuencia de su actuar.
Así, por ejemplo, no estaremos ante el tipo de responsabilidad que analizamos si el daño se
lo produjo la misma persona porque no supo cómo subirse a un caballo y finalmente cayó
al piso. Aquí el animal no participa activamente en la producción del daño, por lo cual el
dueño no debería responder.

La participación activa a la que hacemos referencia incluye no solo los daños que el animal
produce directamente, como en el caso de un perro que ataca y daña a la víctima, sino
también los que se dan de un modo menos directo, como en el típico ejemplo de la vaca
que ingresa intempestivamente a una vía de tránsito vehicular y que genera una colisión al
obligar a los conductores a realizar maniobras peligrosas para esquivarla.

Otro aspecto que interesa tratar es si la responsabilidad objetiva por el daño causado en
estos casos se aplica solo cuando el animal ha actuado con independencia, vale decir que el
daño sea consecuencia de su conducta natural; o si también se incluyen supuestos en los
que el animal ha sido manejado o dirigido por una persona y como consecuencia de ello se
da el daño. Sobre este punto, por ejemplo, autores como Peirano Facio señalan que cuando
un animal es la causa determinante de un daño se está frente al hecho del animal, sin que
interese entrar a juzgar la autonomía de la actuación de la bestia, esto es, si el daño se ha
cometido por el animal actuando en forma espontánea o si lo ha cometido conducido por el
hombre
Si bien en un trabajo anterior concordamos con la posición recién mencionada, actualmente
nos inclinamos por la posición contraria que resume Santos Briz, en el sentido de que el
comportamiento del animal tiene que ser manifestación de su naturaleza inconsciente, de
modo que la responsabilidad queda excluida cuando, aunque no sea culpa del perjudicado,
el animal siguió exclusivamente los manejos de otra persona. Y es que el papel del
responsable en uno u otro caso (pasiva cuando el animal actúa solo y activa cuando este es
conducido a dañar) exige un tratamiento legal diferenciado. Como lo precisa León Hilario,
es “distinta la situación si el animal es solo un instrumento para ocasionar daños (como
cuando una persona azuza a un perro para atacar a otro) del caso en que el animal actúa por
sí solo, dentro de su irracionalidad. En el primer supuesto, es aplicable la cláusula normativa
general sobre la responsabilidad civil (en el Código Civil peruano, la primera parte del
artículo 1969), y esta pesara sobre el autor a título personal (y no en función de su nexo
jurídico con el animal dañador)”.

1.4. Propietario y custodio

En la mayoría de los casos, quien tiene a su cuidado el animal será también su propietario,
de modo que solo contra este podrá dirigirse la víctima a efectos de obtener objetivamente
el resarcimiento respectivo. Sin embargo, si quien resulta custodiando al animal dañoso no
es el propietario sino un tercero, entonces la víctima debe dirigirse contra este último.

Como lo señala León Hilario, que la responsabilidad involucre al custodio no es sino una
imposición de sentido común, pues “no puede exigirse la demostración de un ligamen de
propiedad (de un derecho real) respecto del animal, porque se haría sumamente gravosa la
situación de los perjudicados”. El custodio es entendido como aquel que tiene un efectivo
poder de control y disposición sobre el animal (BlANCA).
En opinión de De Trazegnies Granda, no se exige una previa constitución como guardador
del animal para que se adquiera responsabilidad por los daños que produzca. En realidad,
dentro de la expresión “todo aquel que lo tiene bajo su cuidado” queda incluida toda persona
que detente lato sensu a un animal y responde por los daños que cause. En nuestra opinión,
sin embargo, el custodio debe tener poder de control y disposición sobre el animal, pues en
caso contrario no excluirá la responsabilidad del propietario.
Sobre este punto, debe tenerse presente que la regla del artículo 1979 no es de solidaridad,
por no señalarlo así el Código Civil. Como lo señala Franzoni, la presencia del custodio
excluye la responsabilidad del propietario.

2.Teoría del Riesgo


La teoría de los riesgos plantea, en el Derecho civil, la pregunta sobre la suerte de las obligaciones
de las partes cuando la cosa que es objeto del contrato se pierde a consecuencia de un caso fortuito.
Por una parte, la destrucción fortuita de la cosa siempre extingue la obligación que tenía por objeto
esa cosa.
La teoría del riesgo, la podemos encontrar unida a un problema que es la inejecución de las
obligaciones.
Según Giorgi. “el incumplimiento de la obligación comprende dos causas: las que dependen de
un acto cometido por el deudor y las que no dependen de este hecho. Las causas que son
originadas por el deudor conllevan a consecuencias para el mismo deudor, si las causas son
extrañas o ajenas a algún hecho cometido por el deudor, las consecuencias no surten efecto.
Quedando así la obligación extinta como si nunca se hubiese generado esa obligación.”
¿Que son los hechos extraños o ajenos al deudor?
a) Caso fortuito
Los casos fortuitos según la casación n°823-2002-loreto (el peruano, 01/03/2004), son
aquellos casos que suceden de forma extraordinaria, imprevisible e irresistible, que es
producido por el hombre, tratándose de un hecho que no pueda evitarse o que en caso
pueda ser previsto este no pueda evitarse. En ese aspecto los desperfectos de una
motonave o un automóvil deben de ser prevenidas por el dueño, ya que es responsable de
su buen mantenimiento y conservación.

b) Fuerza mayor
La fuerza mayor es de carácter irresistible, con efectos jurídicos idénticos a la fuerza
mayor, es decir lo inevitable como lo son las fuerzas de la naturaleza

c) Ausencia de culpa
cuando el presunto agente demuestra que en el caso concreto planteado desarrolló
siempre una conducta prudente, discreta y cuidadosa, adecuada a la circunstancia fáctica
en que se encontraba, no incurriendo en ninguna intención, negligencia o imprudencia, o
sea, no cometiendo culpa alguna.
Teniendo así que aquel deudor que incumple con la obligación ya sea por las causas antes
mencionadas, cuando no cause la inejecución, queda libre de esta.
En el artículo 1316 código civil la obligación queda extinta en el momento en que esta es
imposible de reclamar debido a que el deudor no tiene culpa.

2.1 la obligación de dar bien cierto en la teoría del riesgo


Según lo que se encuentra estipulado en el artículo 1138 del código civil del año de 1984 se
encuentran las pautas en las que se establece cual de las partes correrá con el riesgo de perder la
contraprestación, debido a la imposibilidad de la ejecución o su deterioro.
Según Giorgo.G “lo que llamamos riesgos y peligros en el lenguaje jurídico son los llamados
casos fortuitos, aquellos que extinguen o deterioran la cosa. Los que no están dentro de estas
“cosas fortuitas” son las variaciones que dependen de la economía o de la política o de aquellos
vicios al que el deudor está sujeto a garantizar por medio del contrato.”
La teoría del riesgo es de importancia cuando nos encontramos frente a las obligaciones de dar en
las que la realización de la prestación no se da de forma inmediata , como en caso de la compra
de un lápiz y el intercambio de dinero se da en el momento y se recibe el bien en mismo momento,
en este caso es evidente que no se podría hablar de algún riesgo en la ejecución de la prestación
debido a que se han dado en el mismo momento de forma inmediata.
Se habla de la teoría de riesgo cuando la realización de la prestación se da en un lapso de tiempo
del momento de la celebración del contrato o desde que nace la obligación hasta el momento en
esta se deba de ejecutar, en este caso existe un riesgo en el periodo de tiempo dado que el bien
puede perecer en ese intervalo de tiempo o sufrir algún deterioro haciendo que su valor disminuya.
En el artículo 1138 del c.c que versa sobre la teoría del riesgo en el aspecto de cual, de las dos
partes, si el deudor o el acreedor correrá el riesgo debido a la perdida de la contraprestación si es
la hubiese o por los daños y perjuicios de forma eventual.
Según la doctora Shoschana.Z “ en un contrato sinalagmático en el que se dan prestaciones
reciprocas en el c.c de 1984 una vez extinta una de las obligaciones de las partes, se debe de
observar que ocurrirá con la posibilidad de ejecutar la obligación , la misma que de forma
contraria da la obligación extinta, lo que conlleva a verificar si siguiera vigente debido a ser aun
posible o en otro caso si esta desaparece debido a la correlatividad de la obligación nacida en un
contrato sinalagmático.”
El contrato sinalagmático o bilateral es también definido por H.L. y J. Mazeaud. Expresan los
mencionados tratadistas que "en los contratos sinalagmáticos o bilaterales, las obligaciones
creadas son recíprocas, cada uno de los contratantes es a la vez acreedor y deudor; sus
obligaciones tienen por causa las del otro contratante suyo, cada cual se compromete con el otro
porque el otro se obliga con él. Más que recíprocas, estas obligaciones son interdependientes: la
existencia de unas está subordinada a la de las otras ... ".
La doctora Zusman precisa que, en los contratos unilaterales, no se plantearía una teoría de riesgo
debido a que en estos casos solo se da la extinción de la obligación. En el caso de los contratos
bilaterales, en las que la obligación de el deudor queda extinta, preocupándonos tan solo el destino
de la obligación del acreedor de la obligación extinguida y deudor de la suya propia.
Desde el día que el deudor contrae la obligación de dar un bien cierto hasta el día de su
cumplimiento puede suceder, existe el riesgo o el peligro, que el bien cierto que es insustituible
(es decir el deudor está obligado a entregar ese bien y no otro) se pierda (destruya total o
parcialmente, se extravié o quede fuera del comercio) o se deteriore.
Esta pérdida o deterioro del bien puede deberse o imputarse a la culpa del deudor, del acreedor o
de ninguno de ellos, por eso resulta necesario que se determine cuál de las partes (deudor o
acreedor) asumirá, sufrirá o soportara las consecuencias económicas derivadas de las
consecuencias de la pérdida o deterioro del bien
Tenemos así que respecto de la teoría del riesgo cuando se trata de un contrato unilateral, es decir,
aquel en el que existe obligación únicamente a cargo de una sola de las partes, la solución es clara:
el deudor no responde por caso fortuito, fuerza mayor o ausencia de culpa, de manera que su
obligación -la única del contrato- se extingue, quedando absolutamente liberado. Esta solución
no es otra que la consagrada por la regla general de que "a lo imposible nadie está obligado", la
que, aplicada a un contrato unilateral, conduce necesariamente a la disolución de la única
obligación a cargo del deudor. Esta cuestión ofrece problema en absoluto. Nadie pone en duda
que, si la ro ligación llega a ser imposible sin culpa del deudor, aquél no está obligado a cumplirla.
Según lo expuesto por Josserand: explica que "si la obligación hubiese procedido de un contrato
unilateral, las cosas quedarían así, y la situación sería muy sencilla, pero se complica cuando la
obligación se desprende de una obligación sinalagmática, en la cual cada una de las partes
desempeñaba por consiguiente, el doble papel de acreedor y de deudor: se plantea entonces la
cuestión de saber qué ocurre con la obligación que le servía de contrapartida a la obligación
extinguida por imposibilidad de ejecución? ¿Sobrevivirá o desaparecerá ella también en virtud de
una ley de simetría contractual? "
Giorgo.G efectúa un análisis histórico acerca de los orígenes de la regla res perit domino y su
errónea aplicación a la teoría del riesgo. Señala el mencionado autor italiano que "Razonando
sobre los fundamentos racionales de la obligación de prestar los riesgos y peligros, y creyendo
interpretar la L. 9, C. de pigneratitia actione, numerosos intérpretes pretenden someterlo
enteramente al res perit domino. Quien tiene la propiedad de una cosa, soporta el riesgo, sea el
acreedor, sea el deudor. He ahí la única consideración que prevaleció entre los partidarios de esta
escuela. Mas por su desgracia, uno entre los contratos más importantes, el contrato de venta se
revelaba abiertamente contra el principio que ellos establecían como base de la teoría; pues
mientras la venta acompañada de tradición no transfería iure romano la propiedad del vendedor,
textos clarísimos del Digesto y del Código, ponían los riesgos y peligros de las res vendita adque
nondum tradita a cargo del comprador. ¿Qué ocurrió por consiguiente? Algunos jurisconsultos de
criterio más sutil rompieron una lanza contra esta doctrina que encadenaba el riesgo y peligro a
la propiedad; y mostrando sus muchos absurdos e incongruencias, llegaron a esta conclusión: el
res perit domino es verdadero mientras se trate de regular las relaciones jurídicas entre el
propietario de una cosa y el poseedor obligado a restituirla, v. gr., entre depositante y depositario,
y es engañoso y falaz en las relaciones entre el antiguo propietario y el nuevo adquiriente. De tal
forma, esos jurisconsultos repudiaron el res perit domino, sustituyéndolo con el species debita
perit creditor.
Giorgi. G señala que la conclusión no satisfacía a muchos. La mayoría dejándose llevar por la
sencillez de una teoría que resolvía la prestación de los riesgos con la propiedad, haciendo eco en
las criticas de puffendroff y barbeyrac, declarándose de forma abierta en contra el derecho romano,
combatiendo los principios que las pandectas y el código destinaron a el contrato de venta
relacionando todos los contratos especialmente el de venta con la regla res perit domino.
Estas fueron las corrientes que prevalecieron en el código de Napoleón he impulso a los
legisladores franceses a formar el art 1138.

3. De las cosas inanimadas


La terminología del Código Civil y los orígenes del artículo 1970. La fusión de la responsabilidad
por «hecho de las cosas» del Código Civil francés y la responsabilidad «por actividades
peligrosas» del Código Civil italiano. ¿Por qué es «objetiva» la responsabilidad
por riesgo o exposición al peligro? La correcta comprensión del contenido del artículo que se
comenta requiere, como mínimo, la clarificación, en términos jurídicos, de los conceptos de
«actividad riesgosa o peligrosa» y de «bien riesgoso o peligroso».
Para cumplir tal objetivo es útil desentrañar los orígenes de esta disposición. Debe señalarse,
entonces, que, en el artículo 1970 del Código Civil peruano, parecieran refundirse dos regímenes
jurídicos que, en los textos legislativos que nos han servido de modelo, se distinguen
convenientemente:
la responsabilidad por ejercicio de actividades peligrosas del Código Civil italiano y la
responsabilidad por hecho de las cosas, también presente en este último pero original del Código
Civil francés. En primer lugar, es manifiesta la influencia del artículo 2050 del Código Civil
italiano, subtitulado «responsabilidad por el ejercicio de actividades peligrosas», en la que se
establece que <<aquel que ocasiona un daño a otro en el desenvolvimiento de una actividad
peligrosa, por su naturaleza o
por la naturaleza de los medios adoptados, queda obligado al resarcimiento, a no ser que pruebe
haber adoptado todas las medidas idóneas para evitar el daño».
En relación con este artículo, novedad introducida en el civil law por la codificación italiana, se
refiere que constituye «una generalización de fottispecie típicas de responsabilidad que habían
sido consagradas en la legislación especial (especialmente, en la relativa a la circulación
vehicular), para hacer frente a las actividades peligrosas no asimilables a las figuras tradicionales
del daño mediante cosas o animales».
Las actividades peligrosas podían regularse, entonces, de dos maneras:
«o se las prohibía, con la previsión de un sistema de control para los infractores y, de ser el caso,
con sanciones penales; o se las admitía, corno al final se hizo, bajo la condición de que los
damnificados puedan ser resarcidos con mayor facilidad”.
Por esta razón, se dice que, en el supuesto analizado, nos encontrarnos ante actividades que, a
pesar de estar permitidas, obligan al resarcimiento de los daños que generan: actividades dañosas
o riesgosas que no se prohíben que, pese a ser consentidas, son fuente de responsabilidad
(objetiva).
Corno bien hacía ver Esser, además, hay actividades peligrosas que resultan ser esenciales en la
vida moderna, y alguien tiene que realizarlas necesariamente
4. De los edificios
No todas las cosas han merecido tal tratamiento especial, sino exclusivamente algunas que, por
razones tradicionales o por razones modernas, han llamado particularmente la atención del jurista.
Entre las primeras, se encuentran los edificios y los daños que ocasione su eventual caída; entre
las segundas, se encuentran las cosas peligrosas.
Articulo:1980 de los edificios
El dueño de un edificio es responsable del daño que origine su caída, si ésta ha provenido por
(sic) falta de conservación o de construcción.
Según el diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, edificio es una "obra o fábrica
construida para habitación o para usos análogos; como casa, templo, teatro, etc.". La dificultad
estriba en determinar el criterio en base al cual se considera que tienen fines análogos las casas,
los templos, los teatros y otras construcciones; lo que no es de ninguna manera evidente.
En realidad, el concepto de "edificio" debe entenderse en sentido amplio, incluyendo todo tipo de
construcciones hechas por el hombre. Esto significa que los accidentes por derrumbe de minas
estarían también comprendidos en el artículo 1980; lo que es importante para el carácter de
responsabilidad objetiva que tiene esta norma.

4.1. La caída. Ahora bien, la norma habla de la carda de un edificio. Ningún


otro tipo de daño está incluido
Los daños ocasionados por incendio, debido a vicio de construcción (como deficiencias de la
instalación eléctrica que provocan un corto circuito) por ejemplo, no son reclamables sobre la
base de este artículo.
En realidad, los juristas civilistas han seguido repitiendo la preocupación ya imaginada por los
romanos a través de la cautione damni infecti y expresada directamente por DOMA T en el S.
XVII, cuando los edificios carecían de instalaciones. Lamentablemente, los civilistas
contemporáneos no han tenido todavía tiempo de reflexionar sobre las repercusiones jurídicas de
algunos inventos realizados desde esa época hasta nuestros días, que forman parte actualmente de
nuestros edificios modernos y que pueden generar otros peligros que no consisten precisamente
en la caída de lo construido: el descubrimiento de la energía eléctrica con la consiguiente
posibilidad de fallas peligrosas en la instalación doméstica o industrial, los ascensores con su
secuela de desperfectos, las instalaciones de calefacción a base de gas con sus posibilidades de
intoxicación, etc. Evidentemente, podemos pensar que no es necesario una regla especial para
esos casos, debido a que pueden ser tratados con los artículos 1969 o 1970; pero este argumento
se vuelve contra sí mismo, porque nos hace dudar también de la necesidad de que exista una regla
expresa sobre la caída de los edificios.

.4.2. El motivo de la caída.


Debe tenerse en cuenta que la caída -total o parcial- tiene que obedecer a falta de conservación o
a vicio de construcción. En cualquier otra hipótesis escaparíamos al alcance de esta norma y la
víctima tendría que intentar su demanda amparándose en el principio general de responsabilidad
por culpa (art. 1969) o por riesgo (art. 1970). Por consiguiente, si un vidrio se rompe en el octavo
piso debido a que fue mal colocado y el pedazo cae a la calle y degüella a un transeúnte, el
propietario responde conforme al artículo 1980.
En cambio, si el mismo accidente se produce porque dos personas se peleaban en el octavo piso
y durante el forcejeo una rompe el vidrio de la ventana, el propietario no será perseguible; pero la
víctima puede accionar contra las personas cuyo forcejeo provocó la ruptura de vidrio, aduciendo
culpa de ellos y amparándose en el artículo 1969.

4.3. La responsabilidad del constructor


El artículo 1784 establece que, si el edificio cae total o parcialmente dentro de los cinco años
de construido, el contratista responde ante quien le encargó la construcción y sus herederos
(los sucesivos propietarios posteriores). Cabe entonces preguntarse si el propietario que ha
sido obligado a pagar a un tercero por un daño causado por la caída del edificio por vicio de
construcción dentro de los cinco años de construido puede repetir contra el contratista. En
nuestra opinión, no cabe duda alguna. En virtud de la responsabilidad contractual, el
contratista queda obligado no sólo por los daños que sufra la obra misma sino por todo lo que
le cause desmedro al propietario a raíz del vicio de construcción, de conformidad con el
segundo párrafo del artículo 1321 que lo responsabiliza por el daño emergente y por el lucro
cesante; y entre lo que puede considerarse desmedro resultante del vicio de construcción, se
encuentran las indemnizaciones pagadas a terceros por daños provocados por tal vicio.
4.4.La doctrina de la culpa
Según los hermanos MAZEAUD, tanto en el caso del vicio de construcción como en la falta
de conservación hay una culpa de alguien: se trata de un vicio o una falta. Por consiguiente,
estamos ante una responsabilidad por culpa. Es verdad que esta culpa puede no estar en el
propietario actual, ya sea porque no construyó el edificio (en el caso del vicio de construcción),
ya sea porque la conservación del inmueble no está a su cargo debido a que lo ha arrendado
con obligaci6n del arrendatario de realizar las mejoras necesarias o debido a que lo ha dado
en usufructo o incluso a que le ha sido usurpado por un tercero. Pero la ley ha querido facilitar
a las víctimas la posibilidad de resarcirse del daño y ha sustituido al responsable original
(propietario que construy6 el inmueble, inquilino, usufructuario, etc.) por el actual propietario.
Así, éste resulta una suerte de garante frente a la víctima (ya que incluso puede repetir contra
el verdadero culpable).

5. Posiciones doctrinarias contrarias

La doctrina no es unánime en este sentido. Planiol y Ripert los consideran equivalentes. Al


comentar el artículo 1173 del Código Civil francés, consideran que "existe caso fortuito en cuanto
no exista culpa del arrendatario, por tanto, le bastará a éste, para demostrar que el incendio no se
debe a culpa suya, probar, o bien que el fuego se ha originado en circunstancias de tal naturaleza
que bastan a descartar para él toda imputabilidad, o bien, si la causa del incendio es desconocida,
probar que en ningún caso dejó de poner en la conservación de la cosa arrendada el cuidado de
un poseedor cuidadoso y diligente".
Los hermanos Mazeaud opinan de una forma contraria pue ellos al comentar el artículo 1173 del
código civil francés opinan que el arrendatario no le es suficiente comprobar la ausencia de la
culpa, este debe de probar que los deterioros son a causa del arrendador, a la antigüedad o a la
fuerza mayor.
Respecto de nuestro Código Civil Osterling considera que "los conceptos de caso fortuito y fuerza
mayor son susceptibles de distinguirse. Insistimos desde luego, que en el caso fortuito o fuerza
mayor sería un concepto particular dentro del concepto general de la ausencia de culpa. Es la
ausencia de culpa, y no el caso fortuito o fuerza mayor, la regla general que exime de
responsabilidad al deudor". Así está establecido en el artículo 1318 del Código Civil al prescribir
que "la obligación se extingue cuando la prestación llega a ser imposible sin culpa del deudor".
En la ausencia de culpa el deudor no está obligado a probar el hecho positivo del caso fortuito o
fuerza mayor, o sea la causa del incumplimiento por un evento de origen conocido pero imprevisto
e inevitable. En la ausencia de culpa el deudor simplemente está obligado a probar que prestó la
diligencia que exigía la naturaleza de la obligación y que correspondía a las circunstancias de
tiempo y de lugar, sin necesidad de demostrar el acontecimiento que ocasionó la inejecución de
la obligación".
Lo que busca establecer este trabajo es que aun cuando la falta de culpa no sea equiparable al
hecho fortuito o de fuerza mayor, dentro de nuestro código civil es considerado suficiente para
poder eximir al deudor de efectuar su prestación, siendo no necesario que el deudor deba de probar
el hecho positivo sino tan sólo que pruebe su cuidado y diligencia.

6. Elementos básicos de esta responsabilidad


Perdida articulo 1138
En el caso de que la bien materia de obligación se pierda por culpa del deudor la obligación del
deudor queda resuelta –no hay objeto que entregar.
El acreedor quedara liberado de la contraprestación si la hubiere. Además, el deudor debe de
indemnizar al acreedor por los daños y perjuicios.
Si el deudor recibiera algún beneficio por dicha pérdida, sea éste un seguro u otro derecho, el
acreedor podrá reemplazarlo en el recibo del mismo y dicha suma será como parte de la
indemnización.
Deterioro
En el caso de que la bien sufra de un deterioro el acreedor puede elegir entre resolver la obligación
o recibir el bien.
a) Resolver la obligación:
No hay objeto que entregar, además el acreedor queda liberado de la contraprestación si la hubiere,
en cambio el deudor debe de indemnizar al acreedor por los daños y perjuicios.
b) Recibir el bien en el estado en que se encuentre, la obligación se extingue.
c) La contraprestación del acreedor, se reduce a los límites del deterioro.
d) La indemnización también se reduce a los niveles del deterioro.
En caso de recibirse algún derecho (seguro) este corresponde al deudor, quien lo utilizara para
pagar la indemnización.
Por parte del acreedor
Si el bien se pierde por culpa del acreedor este debe de haberlo recibido previamente el acreedor
de manera directa o indirecta o estar dentro de su alcance o entorno.
Se supone que el deudor ya hizo entrega del bien, por lo que, la obligación se extingue.
El acreedor tiene que cumplir con su contraprestación, si la hubiere.
No hay indemnización, porque no hay daño.
Si el deudor obtiene algún beneficio por el bien materia de su obligación, se reduce el valor de la
contraprestación a cargo del acreedor, en la misma medida del beneficio a favor del deudor.
Deterioro por parte del acreedor
En estos casos la obligación del deudor queda resuelta, ya que se cumplió y se ha extinguido.
El acreedor debe quedarse con el bien en el estado en que se encuentre.
El deudor tiene derecho a la contraprestación, si la hubiere.
Si hubiera algún derecho por el bien, este le corresponde al acreedor
Deterioro del bien sin culpa de las partes
En estos casos el acreedor lo puede aceptar en el estado en que se encuentre en caso de que el
bien no sea acepado la obligación que respecta al deudor quedara resuelta.
Si el objeto no es el mismo- se aplica pérdida del bien sin culpa de las partes.
Si el acreedor desea el bien en el estado en que se encuentra, la obligación se extingue.
El acreedor debe de cumplir con la contraprestación, si la hubiere, la misma que se reduce a los
niveles del deterioro.
Si el bien, tiene algún derecho, este corresponde al deudor, porque los daños del deterioro, que
solo lo sufre él con la reducción de la contraprestación
Se presume de culpa del deudor cuando:
El bien sobre el que recae la obligación se encuentra en su posesión y este a sufrido algún deterioro
o se ha perdido se presume que es culpa del deudor, debido a que este tiene el deber de cuidar de
el hasta que este sea entregado.
Presunción iuris tantum
Esta presunción se versa en el artículo 1139 del Código Civil Peruano, en la que se habla del iuris
tantum de forma que se presume que la pérdida o deterioro del bien en posesión del deudor es por
culpa suya, salvo prueba en contrario. “El sentido de la norma es adecuado, ya que, si la pérdida
del bien se produce antes de la entrega, resultará que estaba en posesión del deudor, y será este
deudor, por tanto, quien se encuentre en contacto directo con el bien, razón por la cual será
consciente de las razones que llevaron a su pérdida o deterioro; razones que, no está demás decirlo,
en la mayoría de los casos serán absolutamente desconocidas por el acreedor. Por este motivo nos
parece justo que el Código Civil haya establecido la presunción de que dicha pérdida o deterioro
se deba a culpa del deudor.
Naturalmente que el deudor, si la pérdida o deterioro no se hubiese producido por su culpa, tendrá
la oportunidad de efectuar los descargos correspondientes, demostrando que actuó con la
diligencia ordinaria, o que la pérdida o deterioro se debió acaso fortuito, fuerza mayor o, incluso,
a culpa del acreedor; todo ello, por admitir prueba en contrario la presunción de este numeral.
7. Comentarios del artículo 1 980 del Código Civil

La responsabilidad civil por hecho de las cosas animadas e inanimadas


Comparación con el texto del Código de 1936. Este artículo reproduce exactamente el antiguo
artículo 1146 del Código Civil de 1936, salvo en una preposición: ha cambiado la expresión "ha
provenido de" por la de "ha provenido por"; innovación que no es precisamente un acierto
gramatical.
Este cambio tuvo lugar en el seno de la Comisión Revisora, pues la propuesta del Dr. LEON
BARANDIARAN conservaba todavía la preposición "de".
El tercer caso de responsabilidad indirecta es aquel regulado en el artículo 1979° por hecho de los
animales. En este supuesto, al igual que el de la responsabilidad civil por hecho de las
edificaciones regulado en el artículo 1980°, no se puede hablar de autor directo, sino únicamente
de autor indirecto, tratándose de responsabilidades indirectas por hecho de las cosas, ya se trate
de daños causados por animales o por las caídas de edificaciones. Sin embargo, aun cuando no
existe jurídicamente en ambos casos un autor directo, pues se trata de daños causados por cosas,
se trata de supuestos de responsabilidad civil indirecta, por cuanto el daño no es causado por el
autor indirecto. En el caso de los animales deben verificarse los requisitos generales del daño
causado y la relación de causalidad entre la víctima y el animal, y en el caso de las caídas de
edificaciones los mismos requisitos deberán verificarse entre las víctimas y la caída de la
edificación. Como es también evidente, en ambos casos no tiene sentido hablar de los demás
requisitos generales de la responsabilidad civil, sino solamente del daño y la relación de
causalidad. En el caso específico de daños causados por animales el requisito especial de
configuración es que el autor indirecto tenga el animal bajo su cuidado o que sea su propietario,
y en el caso específico de las edificaciones los requisitos especiales son: en primer lugar, el que
el autor indirecto sea el propietario y en segundo lugar el que la caída de la edificación haya sido
consecuencia de falta de conservación o de construcción. Al igual que en los casos anteriores de
responsabilidad por hecho ajeno, en estos dos supuestos de responsabilidad por hecho de las cosas,
la responsabilidad civil del autor indirecto no se sustenta en la noción de culpabilidad, sino en
factores de atribución objetivos, fundamentados en la noción de riesgo creado, razón por la cual
el autor indirecto no puede liberarse de responsabilidad civil invocando su ausencia de culpa, una
vez verificados los requisitos generales y especiales antes mencionados.
Bibliografía
Código Civil Comentado – Tomo X – Gaceta Jurídica.

Gaceta Jurídica. Lima, 2002. LEÓN HILARIO,


Leysser. La responsabilidad civil. Normas Legales. Trujillo, 2004.
PEIRANO FACIO, Jorge. Responsabilidad extra contractual. Temis, Bogotá, 1981
Henri y León MAZERAUD y Jean MAZERAUD: op. cit. No. 1011.T.II.p.3
May v. Burdett, 9 Q.B. 101, 115 E.R. 1213 (1846).
Philip S. JAMES y D.J. Latham BROWN: General Principles of the law of the law of
Toris. 4a. ed. Butterworths, Londres, 1978, p. 226
José LEON BARANDARIAN: comentarios al código civil peruano. (Derecho de
obligaciones). T. I. Acto jurídico. 2ª. Ed. Editar S.A buenos aires, 1954, p. 465
Vid. Henri y León MAZERAUD Y André TUNC: Op. Cit., T. II, 106, p. 50.

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