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2018
Introducción
Cuando ponderamos a una cosa como peligrosa, la cual genera responsabilidades de
forma objetiva, lo que debemos de observa en primera instancia es el grado en la cual la
inteligencia humana se ve reemplazada por la máquina. Es así como encontramos el
aspecto peligroso el cual es la confianza que volvemos sobre la máquina.
Es así que podemos observar como el incremento de las maquinas genera a su ves
desarrollo y por ende un grado de confianza, pero cuanto podemos confiar en una maquina
cuando esta puede causar un daño debido a esa confianza tenemos así que un ascensor el
cual nos facilita la subida a pisos muy elevados puede fallar y generar un accidente, es
por ello que mientras mas confianza depositemos en las máquinas estas se vuelven más
peligrosas.
Lo que trataremos en este tema tan controvertido y amplio del derecho civil es el daño
que generan estas cosas inanimadas, así como los daños que generan los animales que no
son consientes del daño que puedan generar ya que estos actúan por instintos.
En el tema de cosas inanimadas podemos ver que estas surgen con la revolución industrial,
la que facilito la masificación de productos y enriqueció a la parte obrera de la población
dándole una mejor economía, pero, así como se incrementó la maquinaria también fueron
en aumento los accidentes causados por estas y como los trabajadores quedaba
imposibilitados de seguir trabajando, dado que quedaban a merced de la falta de
legislaciones que traten este tema.
Responsabilidad de daños causados por las cosas
Se llego a considerar hasta el final del siglo pasado que la responsabilidad del hecho de las cosas
se encontraba limitada en el código francés y como en nuestro código sigue sus lineamientos en
referencia a los artículos 1979 y 1980 del c.c.c que hasta cierto punto se asemejan a los artículos
1385 y 1386 del c.c.f : el que sea perjudicado por una cosa inanimada, debía en general para
obtener la reparación de la culpa del demandado de conformidad con el derecho común en materia
de responsabilidad.
Esta concepción permitió de forma relativa poder resolver con equidad los casos de
responsabilidad por causa de las cosas en la sociedad del siglo XIX, volviéndose de forma positiva
para todas aquellas injusticias que se cometían en esos tiempos, debido al incremento de las
maquinarias, y el anonimato que suelen tener los accidentes industriales por su difícil
comprobación del hecho o culpa que ha determinado su prestación.
Para poder dar solución a esta situación, que fue considerada como un estado de revuelta contra
el código civil, la entonces ciega constitución francesa que aun consideraba la no responsabilidad
del daño causado por cosas inanimadas, le dio la bienvenida a la tesis contractualista de la
responsabilidad expuesta por Sainclelette en Bélgica y por Zaucet en Francia, en la cual se ve la
obligación de poder determinar y garantizar la integridad física de los trabajadores durante la
duración del contrato, siendo el objetivo principal el de exonerar a los trabajadores del onus
probandi en el proceso de responsabilidad,.
La tesis contractualista se siguió expandiendo, así como la obligación de garantizar seguridad se
cada vez mas en diversos contratos, hasta llegar al punto en que ha invadido el campo de la
responsabilidad extracontractual, por la normas contractuales de la materia.
Por ello se dice que aquel que hace de transportador ya sea este aéreo, terrestre o marítimo debe
de cumplir con la obligación de transportar a la persona hasta su destino sana y salva, el
incumplimiento de esta obligación genera que nazca una presunción de culpa en contra de aquel,
destruible con la mera demostración de la causa. Esta obligación es muy importante ya que, si
esta es de aplicación para los que transportan mercaderías, también lo gravara cuando se trate de
transportar a las personas por razones obvias.
Es por eso por lo que los dueños de establecimientos o de vehículos asumen las responsabilidades
de los daños que se originen a causa de ello como por ejemplo en un parque de diversiones asume
tácitamente la obligación de garantizar la integridad física de las personas que se encuentran en
él, lo mismo pude decirse de los dueños de ferias o de los circos.
Por todo lo expuesto en los párrafos anteriores, se resalta la importancia de la aplicación de esta
responsabilidad que genera las cosas sobre todo debido a la época en la cual esta surgió, en la cual
debido al incremento de las maquinarias industriales se vio un incremento de estos casos de daños
por la cosas, en los cuales la persona luego de sufrir el daño quedaba imposibilitada de poder
seguir laborando y por lo tanto sus ingresos se volvían nulos quedado así perjudicado, por ello la
importancia de que los dueños de cosas inanimadas tomen la responsabilidad de los accidentes
que estas puedan causar a los usuarios o trabajadores según corresponda.
1.2 los daños causados por los animales en el código civil peruano articulo
1779
Este articulo estipula que el dueño de un animal o aquel que tiene en su cuidado a uno es el
responsable del daño que este cause, aun si este se encontrara perdido o extraviado, a no ser que
este sea provocado por un tercero.
Los daños causados por animales son precursores del daño causado por cosas inanimadas, siendo
esta una variante.
Para poder entender este articulo tenemos que precisar que el animal es un ser vivo el cual
indudablemente es peligroso, dado que a diferencia de un objeto que debe ser manipulado por
alguien o que requiere de un técnico, este puede causar el daño por iniciativa propia, siendo así
que el animal es un ser vivo y a consecuencia de eso tiene un dinamismo interno que lo hace
particularmente peligroso.
1.1.1. Hablamos de una responsabilidad obsoleta
Hablamos de una responsabilidad obsoleta debido a que esta con el paso del tiempo y de
las épocas va disminuyendo, ahora estos daños solo se producen fundamentalmente en
zonas rurales y de forma limitada.
Si nos remontamos a los inicios, en donde la ciudad y el campo no era muy clara y los
hombres convivían con los animales, los cuales causaban daños: los chancos se comían a
los recién nacidos y los toros daban cornadas a los transeúntes.
Uno de los animales que mas daños genero fue el caballo debido a que este era utilizado
como transporte de personas o de cargas y se volcaban estos accidentes no pararon sino
hasta comienzos del siglo XX
1.1.2. Jurisprudencia
La regla de objetividad fijada, en todo caso, no inhibe a la víctima del animal, o sus
representantes o sucesores, de demostrar la relación de causalidad. Vale decir, debe probar,
primero, que el daño se produjo por el hecho del animal, y, en segundo lugar, que el
demandado es su dueño o la persona que lo cuidaba. Probará finalmente los daños concretos
producidos y el monto indemnizatorio respectivo.
Ahora, no es pacífico en la doctrina que el régimen del Código Civil en materia de daños de
animales sea objetivo. León Hilario considera que del Código Civil no se deduce que este
sistema de responsabilidad extracontractual pueda calificarse como subjetivo u objetivo.
Admitir lo contrario, en su opinión, implicaría, por ejemplo, que en nuestro sistema no
operaría ni siquiera uno de los supuestos más evidentes eximentes de responsabilidad,
planteado por Trimarchi: la generación de una enfermedad desconocida, atribuible a un
animal; pues al no mediar el obrar o la conducta de un tercero, que es la única eximente
reconocida en el artículo 1979, el dueño sería responsable.
El autor parte además de una premisa para nosotros totalmente cierta: no todo animal califica
como bien riesgoso. En efecto, deben distinguirse los tipos de animales, pues no todos
encierran un peligro de daños per se (el régimen de responsabilidad no puede ser igual para
la señora que tiene un perro poodle que para quién se le ocurre criar un tigre). En ocasiones,
la calificación de peligrosidad depende no solo de la propia naturaleza del animal sino de
factores culturales. El mismo autor cita a Prosser y Keeton, para hacer ver que, por ejemplo,
un elefante puede calificar como bien riesgoso en Inglaterra, pero no en Burma, en donde su
domesticación es extendida y los daños que producen son menores.
A nuestro parecer se justifica plenamente la regla de objetividad cuando el animal es
verdaderamente riesgoso, en los términos expresados. Incluso, como sucede en el régimen
peruano, con exclusión de hipótesis de fractura del nexo causal. Finalmente, quien introduce
el riesgo de criar un animal feroz debe responder por él en todos los casos, más aún cuando
está en mejor posición para evitar el riesgo o siquiera trasladarlo (cheepest cost avoider). Así,
pues, por ejemplo, si un terremoto quiebra la jaula del león que se escapa y ataca a alguien no
hay razón para no hacer responsable al zoológico, el que incluso pudo trasladar el riesgo de
sí mediante un mecanismo de seguro.
Puede apreciarse, por ejemplo, la relevancia del hecho imprudente de la víctima como
eximente de responsabilidad. Visintini cita el caso italiano en el que no se consideró
responsable al propietario de un perro que al momento de verificarse el evento dañoso se
hallaba en un patio atado a una cadena, puesto que la causa exclusiva del daño derivado de
una mordida del animal fue el hecho de la víctima, una niña que había entrado al patio no
obstante la prohibición establecida por los propietarios. Por el contrario, los jueces
condenaron al propietario en un caso en que una señora había entrado a un jardín ajeno, donde
los perros estaban en libertad y no estaba obstruido el acceso a terceros extraños.
En suma, y sin perjuicio de las críticas formuladas, para nosotros queda claro que el Código
Civil peruano ha optado por una regla de objetividad que no hace distinción alguna por el tipo
de animal, a diferencia de otras codificaciones, como el BGB alemán, o la legislación del
common law. El problema, en cualquier caso, no estaría tanto en la regla de objetividad misma
sino en que se acepte el hecho del tercero como única eximente de responsabilidad, regla
sumamente rígida que lleva al propietario o custodio a responder en ocasiones en las que
resulta conveniente exigir el comportamiento diligente de la(s) víctima(s). De ahí que deba
buscarse un criterio interpretativo que palie esta situación.
1.3. Los animales y sus conductas dañosas
En la producción misma del daño se exige la intervención activa del animal. Vale decir, no
basta con que esté presente un animal, sino que el daño debe ser consecuencia de su actuar.
Así, por ejemplo, no estaremos ante el tipo de responsabilidad que analizamos si el daño se
lo produjo la misma persona porque no supo cómo subirse a un caballo y finalmente cayó
al piso. Aquí el animal no participa activamente en la producción del daño, por lo cual el
dueño no debería responder.
La participación activa a la que hacemos referencia incluye no solo los daños que el animal
produce directamente, como en el caso de un perro que ataca y daña a la víctima, sino
también los que se dan de un modo menos directo, como en el típico ejemplo de la vaca
que ingresa intempestivamente a una vía de tránsito vehicular y que genera una colisión al
obligar a los conductores a realizar maniobras peligrosas para esquivarla.
Otro aspecto que interesa tratar es si la responsabilidad objetiva por el daño causado en
estos casos se aplica solo cuando el animal ha actuado con independencia, vale decir que el
daño sea consecuencia de su conducta natural; o si también se incluyen supuestos en los
que el animal ha sido manejado o dirigido por una persona y como consecuencia de ello se
da el daño. Sobre este punto, por ejemplo, autores como Peirano Facio señalan que cuando
un animal es la causa determinante de un daño se está frente al hecho del animal, sin que
interese entrar a juzgar la autonomía de la actuación de la bestia, esto es, si el daño se ha
cometido por el animal actuando en forma espontánea o si lo ha cometido conducido por el
hombre
Si bien en un trabajo anterior concordamos con la posición recién mencionada, actualmente
nos inclinamos por la posición contraria que resume Santos Briz, en el sentido de que el
comportamiento del animal tiene que ser manifestación de su naturaleza inconsciente, de
modo que la responsabilidad queda excluida cuando, aunque no sea culpa del perjudicado,
el animal siguió exclusivamente los manejos de otra persona. Y es que el papel del
responsable en uno u otro caso (pasiva cuando el animal actúa solo y activa cuando este es
conducido a dañar) exige un tratamiento legal diferenciado. Como lo precisa León Hilario,
es “distinta la situación si el animal es solo un instrumento para ocasionar daños (como
cuando una persona azuza a un perro para atacar a otro) del caso en que el animal actúa por
sí solo, dentro de su irracionalidad. En el primer supuesto, es aplicable la cláusula normativa
general sobre la responsabilidad civil (en el Código Civil peruano, la primera parte del
artículo 1969), y esta pesara sobre el autor a título personal (y no en función de su nexo
jurídico con el animal dañador)”.
En la mayoría de los casos, quien tiene a su cuidado el animal será también su propietario,
de modo que solo contra este podrá dirigirse la víctima a efectos de obtener objetivamente
el resarcimiento respectivo. Sin embargo, si quien resulta custodiando al animal dañoso no
es el propietario sino un tercero, entonces la víctima debe dirigirse contra este último.
Como lo señala León Hilario, que la responsabilidad involucre al custodio no es sino una
imposición de sentido común, pues “no puede exigirse la demostración de un ligamen de
propiedad (de un derecho real) respecto del animal, porque se haría sumamente gravosa la
situación de los perjudicados”. El custodio es entendido como aquel que tiene un efectivo
poder de control y disposición sobre el animal (BlANCA).
En opinión de De Trazegnies Granda, no se exige una previa constitución como guardador
del animal para que se adquiera responsabilidad por los daños que produzca. En realidad,
dentro de la expresión “todo aquel que lo tiene bajo su cuidado” queda incluida toda persona
que detente lato sensu a un animal y responde por los daños que cause. En nuestra opinión,
sin embargo, el custodio debe tener poder de control y disposición sobre el animal, pues en
caso contrario no excluirá la responsabilidad del propietario.
Sobre este punto, debe tenerse presente que la regla del artículo 1979 no es de solidaridad,
por no señalarlo así el Código Civil. Como lo señala Franzoni, la presencia del custodio
excluye la responsabilidad del propietario.
b) Fuerza mayor
La fuerza mayor es de carácter irresistible, con efectos jurídicos idénticos a la fuerza
mayor, es decir lo inevitable como lo son las fuerzas de la naturaleza
c) Ausencia de culpa
cuando el presunto agente demuestra que en el caso concreto planteado desarrolló
siempre una conducta prudente, discreta y cuidadosa, adecuada a la circunstancia fáctica
en que se encontraba, no incurriendo en ninguna intención, negligencia o imprudencia, o
sea, no cometiendo culpa alguna.
Teniendo así que aquel deudor que incumple con la obligación ya sea por las causas antes
mencionadas, cuando no cause la inejecución, queda libre de esta.
En el artículo 1316 código civil la obligación queda extinta en el momento en que esta es
imposible de reclamar debido a que el deudor no tiene culpa.