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INSTITUTO SU PERIO R DEL PROFESORADO

"DR. JO AQ UÍN V. GONZÁLEZ"

PEDAGO GÍA GENERAL

PROF. RITA TORCHIO

ritatorchio@ gm ail.com

1? Dossier de Lectura

Bibliografía

SABATO, E. (1993). "Sobre algunos males de la educación". En SABATO, E. Apologías y


rechazos. Buenos Aires: Seix Barrai.
E R N E S T O SA B A T O

APOLOGÍAS
Y RECHAZOS
Edición conmemorativa
del 80 c aniversario de
ERNESTO SÁBATO

Seix Barrai
vV?. hr,j A
Biblioteca Breve
,
El desconocido D e Vinci 9
Judíos y antisemitas 29
P edro H enríquez U reña 53
Sobre algunos males de la educación 79
Educación y crisis del hom bre 95
N uestro tiempo del desprecio 109
Censura, libertad y disentimiento 147
SOBRE A LG U N O S M ALES
D E LA E D U C A C IÓ N

P r e t e n s io n e s d e l e n c ic l o p e d is m o

E n el dilatado repertorio de mi ignorancia ocupan


un lugar destacado los reinos vegetal y animal, hasta
el punto de poder considerarme como un negativo
del profesor Buffon. Profeso ese género de conoci­
mientos que consiste en distinguir a primera vista un
caballo de una cabra, un eucalipto de un plátano.
Pero más allá de esas categorías diáfanas se extiende
la ambigua región de las acacias y el misterioso terri­
torio de los cotiledones y fanerógamas. Alguien ha
dicho que la cultura es lo que queda cuando se ha ol­
vidado la erudición. .No sé si me he convertido en un
hom bre culto, pero puedo garantizar que ya olvidé
en forma casi total lo que me inyectaron a lo largo
de mis estudios primarios y secundarios, como para­
dójico resultado de querer enseñarnos todo. D e los
infinitos puntas y cabos que memoricé sólo me han
quedado el cabo de Buena Esperanza y el cabo de
H ornos, seguramente porque a cada paso aparecen
en los periódicos. D e la maraña de Grosso Chico y
G rosso G rande, Acevedo D íaz y Picasso Cazón,
Seignobos y M alet, Cabrera y M edici, entreverados
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™ sub~ " * ¡ « o » con la Em ulsión de Scot (del ca r , edades, como Venecia de sus pantanos para lan-
H recuerdo nítidamente al sujeto con capote ma­ 7 irse a la conquista de su grandeza.
c e r o y un bacalao al hombro, en virtud del meca- Pero no sólo se trata de las repúblicas e imp -
nos sino de la totalidad de la cultura como con­
c o i Z n un coníuso
7 ' d sueno
D '' P ,‘v lo v )' sc mc las^Par«e„
paracromco líneas quista del hombre, como aventura del Pensa™ '”to ?
punteadas de la expedición al A l t o Perú, gente que la imaginación: desde el invento de la rueda hasta la
carama de perfil entre pirámides, bar budos que Ue filosofía, desde los primeros signos
- de una cuerda a toros alados, enigmáticas pala- l„s seres humanos para comunicarse hasta las mas su
met ican’ió ‘‘ ” r ' nC'onadil cotil«tón y otras com o tiles creaciones de la música. Aventura que el discí­
m aaca pio. nombres com o P epm o el Breve de no ,é pulo debe sentirla como tal en un combate: emoci ^
que siglo. y un s e ñ o r de b igo tes que „ante contra las potencias de la natuialc y
in diferente y á m e l o s en ! n f - ^ CXPresi°n historia. N o enciclopedismo muerto, ni
ritn j i •‘ ios Punos’ m u e s tr a el apa-
ta to d e s c u b ie rto en su v ie n tre abierto. „ e n e a hecha, sino conocimientos que se van hac en
.aCC muchos mientras recorríamos la Pa- do
do cada
cada vez
vez en
e cada espíritu, como información
mventoi > partí
sino
C” LU; )C? ' 1 ín~ Cresta! Lucas To . cipe de esa historia m i l e n a r i a . ^
toull, me explicaba el dram.it,co avance de la estepa formación. “ Saber de memoria es no sa^e.
en cada , „ c e n d . o de bosques, y la defensa q u c ' a i m - veraba M ontaigne. Unicam ente asi pue g
í e i " i d ” d C,- r h K ; ^ UlaS V K t ' ’ ' C0S- ‘‘ 8 l u " t;>ndo la ad-
ese hom bre culto que constituye el ideal
■ - ■ u i b n u i d o a sus camaradas c o m o una le mumdad. no ese individuo pohmatico que con
ffon suicida de retaguardia. Entonces pensé lo que muchas ''m odalidades de las cosas , según la txpie
,T “ |Cfiar a S rí U Cns™ n“ W * ,
saón de M ax Scheler, ni tampoco el que únicamente
'■* ' - - c u l a t a c on la lucha de las espec.cs a la ™ es capaz de dominar y predecir; porque aquel es un
«luis,a de los mares y continentes, a una historia del , T erudito. y éste un puro hombre de ciencia,
o - 1« p a ,e nc ám en te unida a las c o n di c io ne s terre. . si™ quien detenta un conjunto de elásticos sistemas
N ° fs PUra ' r n a g i n ad ó n mía, estoy r e c o r d a n d o que confieren la intuición, el dom m .o y la valoiacon
a maestros que alcanzaron a transmitirnos algo de h
C'C '|S o estoy desdichadamente hablando del pa­
S f 1 e7
ni i
hiSI' ,na * * " " - ' « b a
V tnstc y ,usc'lm ente olvidable) re-
u
sado. H ace poco leí la clase escrita de un a lu m n o
I. hila de nombres y fechas. el formidable fresco aplazado porque había olvidado no se que poic
^ „acones que se levantaron !obrf SUJ S“ taje de esa famosa lista de puntas y cabos. Tambie
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he ojeado un p r e s t i g i o texto de literatura que ac­ ñera de vivir algo que si no es un cementerio de pala-
tualmente se usa en nuestros colegios, y sólo en el ca­ bras. Porque el seudoenciclopedismo esta siempre
pitulo dedicado al siglo xviii español recorre un ca­ unido a la enseñanza libresca, que es una de las tor-
talogo de nombres por cuya ignorancia yo sería cas­ mas de la muerte. ¿Acaso no hubo cultura antes de a
tigado por un profesor puntilloso: D iego de Torres invención de G utenberg? La cultura no solo se
Emilio Lobo, R am ón de la Cruz, García de la transmite por los libros: se transmite a través de to­
H uerta, Cadalso y Vázquez, Álvarez Cienfuegos das las actividades del hombre, desde la conversa­
J uan Gallego, M anuel José Quintana, Lista y A ra­ ción hasta los vujes, oyendo música y hasta co­
gón, Félix Reinoso, José M aría Blanco y José M ar- miendo E n el Hypenon de Longfellow leemos que
chena; con sus correspondientes fechas de naci­ “ una simple conversación mientras se come con un
miento y muerte, con los títulos de sus libros, libros sabio es mejor que diez años (fe mero estudio li­
que nadie de mi conocimiento conoce, sin que por bresco” . Y dice “ wise” , es decir sabio en el sen­
eso sufra su condición de persona culta. El resultado tido en que a veces lo es un campesino iletrado, en el
o conocemos: casi jamás el profesor corriente puede sentido en que los franceses dicen “ sage , para no
egar a los últimos capítulos, o, como se dice en la confundir con ese “ savant” que no puede hablarnos
jerga no puede desarrollar el program a” , con lo sino de silicatos o resistencia de materiales. La sabi­
que el chico queda sin conocer a los escritores con­ duría es algo diferente, sirve para convivir mejor con
temporáneos, que son los que mejor podrían hacer los que nos rodean, para atender a sus razones, para
prender en sus espíritus el amor por la literatura por­ resistir en la desgracia y tener mesura en el triunfo,
que son los que le hablarían en el lenguaje más cer­ para saber qué hacer con el m undo cuando los sa-
cano a sus angustias y esperanzas; motivo por el cual vants” lo hayan conquistado, y, en fin, para saber
abría que enseñar la literatura al revés, empezando envejecer y aceptar la muerte con grandeza. Para
por los creadores de nuestro tiempo, para que más nada de eso sirven las isotermas y logaritmos, cuyo
tarde el alumno llegue a apasionarse por lo que H o ­ valor en el dominio de la naturaleza es indudable y
mero o Cervantes escribieron sobre el amor y la necesario: la verdadera educación tendrá que hacerse
muerte, sobre la desdicha y la esperanza, sobre la so­ no sólo para lograr la eficacia técnica sino también
ledad y el heroísmo. para formar hombres integrales. M e estoy refiriendo
Y no pretender enseñarlo todo, enseñar pocos a la enseñanza primaria y secundaria, no a la especia-
episodios y problemas, desencadenantes, estructura- lizada que inevitablemente deben impartir las ac -
es. Y pocos libros, pero leídos con pasión, única ma- tades. Estoy hablando de esa educación que debería
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ser intuida por un chico, y hasta por un hom bre
recibir el ser hum ano en sus estapas iniciales, cuando culto que sólo debe conocer d i esa manera concep
su espíritu es mas frágil, ese instante que para siem­ " a b s t r a c t o s y alejados de su im rn d a B ertrand
pre decide lo que va a ser: si mezquino o generoso, si Russell no vacila en partir de esa definición
cobarde o valiente, si irresponsable o responsable, si A B C o f R elativity* N ad ie ignora, y mucho men
obo del hombre o capaz de acciones comunitarias. semejante ep.stemólogo, que es precaria y a la larga
_ oblemas morales, o en todo caso espirituales; pero tautológica, pero es la única escalera didact.ca que
c mbien y en definitiva prácticos, pues el desarrollo permite acceder al concepto riguroso. C uando yo en­
de una n ac o n necesita en primer término de esos va-
oies, ya que sin ellos tendremos lo que aquí ofrece­ señaba física, tuve que luchar contra Pro^ or<:S
mos en los últimos años: odio y destructividad, sa- eran más papistas que B ertrand Russell. E n tal ca
ismo y cobardía, despreciativo dogmatismo v fero­ cabían dos reproches: que ese rigor quedaba au -
cidad. Y, en ultima instancia, incapacidad para le­ mát,cántente aniquilado en la mente del alumno y
vantar una nación grande, que no puede construirse segundo, que no se com prendía por que entone^
sin esos atubutos espirituales. después de dar la ilustre y perfecta definición seguía
edificando buenam ente la física elemental so re os
erróneos conceptos de espacio y tiempo denunciados
Los MITOS DEL RIGOR por Einstein. P ero qué digo: hasta la intuitiva pa
bra “ fuerza” debería desterrar esos puristas. C om o
Severamente se advierte al chico eso de lo, 4» de eso resulta impracticable, se la sigue sensatamente
temperatura, ceñudamente se le recuerda lo de los empleando, como en la lengua cotidiana seguim
latitud y duramente se lo castiga si lleca a ol­ hablando de la “ salida" del sol ya que de otra ma­
vidarse de la des„lacon, con el resultfdo q u ila víc­ nera sería im p o sib le abrir la boca.
tima aprende de memoria la correcta definición de E l profesor Burali-Forti, en Una questwm sm
num m tra m fm tt, da una definición del
ío <il a siguiente), queCn enCU;fnt0
buen pascn ^ n uno skiloaños
romance es aue aquí no puedo ni transcribir, porque exige, entre
lo que pesa un litro de agua. En la practica, no só“ numerosos paréntesis y corchetes, hasta tres letras
> la rigurosa definición sino que ter­ criceas. Este distinguido matem ático la da con plena
mina por no saber nada. fazón en su tratado superior. El profesor que en la
tteria
m v AT pesar
00 dCJde
f iní‘1
sus defectos,COm°
es la" “tínica
“ ¡dad
que depuede
ma­ * B ertrand Russell. A B C dt la M a l m J a J . Ariel. Barcelona. 197 8.
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ensenanza secundaria practica el rigorismo debería Félix jqu é significa esa candorosa conjunción y y
nacerla obligatoria, con lo que ningún muchacho en­ ese atropellado verbo j<m? Se trata de expresiones
tendería lo que es. Pero, ¿para qué? Si todo mucha­ ambiguas que deben ser extirpadas. Y pone el ejem­
cho y hasta cualquier chiquilín “sabe” lo que es un 1. plo de 2 trozos de manteca que se echan en una sar­
E n un libro de la profesora francesa Lucienne tén caliente, a las que en seguida se les agrega otras
eiix ahora en boga, se nos advierte contra el mal 2 “ j Serán en total 4 trozos?” , pregunta con ace­
uso de conceptos básicos, y pone el ejemplo del án­ rada ironía la profesora. Es cierto que no, lo sabe
gulo que todo el m undo sabe lo que significa - desde cualquier ama de casa. Pero a mi vez le pregunto a la
un albaml que segura y honestam ente levanta una ca­ profesora Félix por qué hay que llegar al concepto
sita, hasta una persona culta no especializada. Craso de 4 mediante trozos de manteca sobre sartén ca­
error: imprudentemente ignora que es “ un par orde­ liente y no con meras, corrientes y perdurables
nado de semirrectas o de sus vectores al que se aso­ bolitas. . n
cia como m edida no un número sino el conjunto Cabe recordar aquí el apotegma de Rousseau.
de números que difieren entre sí, en un múltiplo “ M uchos se atienen a lo que los hombres deben sa­
de 2 pi . r ber, sin considerar lo que los discípulos están en con­
Bueno, caramba, está bien que demos nociones diciones de aprender” .
de conjuntos a los bebés, pero que no se nos vaya la
mano. M e imagino que en este libro, dedicado a los
profesores que deben enseñar los nuevos métodos en E l f e t ic h is m o d e l p r o g r a m a
as escuelas se trata de poner en guardia contra los
peligros de la intuición cotidiana; pefo a no exage­ H ablé antes sobre la necesidad de ensenar pocos he­
rar, porque de lo contrario el alumno terminará por chos pero claves, desencadenantes. El surgimiento
ignorar siquiera lo que sabe ese albañil que sin em- de las comunas italianas en el p r o t o - Renacimiento
argo es capaz de levantar una casa que no se viene podría servir, por ejemplo, para que el alumno vi­
abajo. viera la interrelación de los acontecimientos en apa­
C on esmero epistemológico, la profesora Félix riencia más dispares. U n fenómeno estrictamente re­
nos pone otro ejemplo que muestra los peligros a que ligioso como la Primera Cruzada fue el detonante de
se halla expuesto un alumno que se deja adormecer un gigantesco y complejísimo proceso, al promover
por la tradición y la rutina: “ dos y dos son cuatro” el comercio con el Oriente y el poderío de esas ciu­
afirma a cada naso. Pero, se pregunta la profesora’ dades medievales. Así surge la ciudad moderna y U
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mentalidad utilitaria, en que todo se cuantifica En humano, desde las reglas de la c o n ta b ilid a d por par­
un sistema en que el simple transcurso del tiempo tida doble hasta la tr a s c e n d e n c ia metafísica d e
multiplica los ducados, en que “ el tiempo es o ro '’, es Divina Proporción. ^ .
natural que se lo mida cuidadosamente, v por eso ¿Q ué muchacho no se apasionaría por semejant
durante el siglo xv los relojes mecánicos invaden a aventura del hombre en la historia?
nuropa. Sólo los grandes profesores se atreven a ensenar
t i espacio también se cuantifica. La empresa de este modo, porque hacerlo implica violar el fa­
que fleta un barco cargado de valiosas mercancías no moso programa, que debe ser desarrollado meticulo­
v .1 a contiar en esos encantadores grabados con gri- samente hasta que la superioridad no lo modifique,
OS y sirenas; necesita cartógrafos, n o poetas. El arti­ Y entonces, los cambios sólo sirven por lo genera
llero requiere matemáticos que calculen los ángulos para la confección sobre medida de los nuevos textos
de 1 1 1 0 ; también el ingeniero que construye canales y que “se ciñen” (la expresión no me pertenece) a os
diques, maquinas de hilar y de tejer, bim bas para flamantes programas, lo que de paso significa mas
minas; e constructor de barcos, el cambista, el inge- negocios para las editoriales y mas dolores de cabeza
mero militar que proyecta fortalezas. para un pueblo crecientemente empobrecido. Poique
El artista surge del artesano, y muchas veces es otro de nuestros más prestigiosos fetiches es el e
la misma persona, y es natural que lleve al arte sus texto a medida, que nos deja pensativos cuando re­
preocupaciones técnicas. Según Alberti, el artista es cordamos que en Inglaterra se uso el texto de Eucli-
ante todo un matem ático” , un investigador de la des hasta la semana pasada. Despues de todo, un
natuialeza un técnico. Así irrumpe también la pro­ cambio de ministerio no puede alterar la suma de los
porción. El intercambio con el Cercano Oriente pro­ cuadrados de los catetos.
voco a inmigración de los eruditos griegos que vi­ N aturalm ente, ni el enciclopedismo m el seud -
v an en Constantmopla, y con ella el retorno de las rrigor de que hablé antes son males estrictamente ar­
ideas pitagóricas. D e este modo, en las prósperas co­ gentinos: pertenecen al sistema de educación del que
munas italianas resurge Platón y el misticismo nume- surgió el nuestro. También el fetichismo del pro­
lologico de Pitágoras. grama pertenece a ese conjunto de males universales,
N ada muestra mejor el espíritu del tiempo que la que no por ser universales dejan de ser males. Este
obra de Luca Pacioli, espec.e de almacén de ramos último responde a esa tendencia a conferir valor
generales en que se encuentran desde los inevitables mágico a lo que está impreso, como forma tal vez de
elogios al duque hasta las proporciones del cuerpo compensar psicológicamente las precariedades de la
enseñanza real: si esta hipótesis que formulo es co­ bien vale para el maestro, que es bueno cuando no es
rrecta podemos apostar que en Abisima los progra­ un obstáculo; lo que parece una broma pero es una
mas deben de ser más espectaculares que los nues­ de las calamidades mas frecuentes.
tros. Vinculado a este mecanismo compensatorio, se E n el sentido etimológico, educar significa des­
imagina que basta mejorarlos para beneficiar la edu­ arrollar, llevar hacia fuera lo que aún está en germen,
cación, lo que equivale a suponer que un vino es me­ realizar lo que sólo existe en potencia. Esta labor de
jor cuando se lo vende en envase más lujoso. C on el partero del maestro muy raramente se lleva a cabo, y
peor programa del mundo, Platón podría haber tal vez es el centro de todos los males de cualquier
dado un insuperable curso de filosofía en Uganda- sistema educativo. , , n
asi como, de inverso modo, un programa de filosofía Platón pone al asombro como fuente de la iilo-
concebido por Platón se achicaría automáticamente sofía, es decir del conocimiento. Y debería ser por lo
hasta la exacta estatura del profesor en esa desdi­ tanto la base de toda educación. Parecería que el
chada región. asombro no debe ser suscitado, pues surge ante lo
desconocido. ¿Y qué más desconocido que el uni­
verso, que la realidad, para alguien que comienza.
L a m ayé u n ca P or paradójico que parezca, no es así, y casi podría
afirmarse que es más fácil que se asombre un espíritu
El ser humano aprende en la medida en que parti­ desarrollado o superior que uno precario. La persona
cipa en el descubrimiento y la invención. D ebe tener común va perdiendo esa cualidad primigenia que
i ertad para opinar, para equivocarse, para rectifi­ tiene el niño, porque es embotado por los lugares co­
carse, para ensayar métodos y caminos, para explorar. munes, hasta que llega a no advertir que un hombre
e otia manera, a lo más, haremos eruditos v en el con dos cabezas no es más fantástico que un hombre
peor de os casos ratas de biblioteca y loros repetido­ con una sola. V olver a admirarse de la monocefalia,
res de libros santificados. El libro es una magnífica o sorprenderse de que los hombres no tengan cuatro
ayuda, cuando no se convierte en un estorbo. Si G a­ patas, exige una suerte de reaprendizaje del asombro.
lilea se hubiese limitado a repetir los textos aristotéli­ Ya sea que el chico vaya perdiendo esa capaci­
cos (como uno de esos muchachos que ciertos profe­ dad ya sea que pocos seres la tengan en alto grado,
sores consideran “buenos alumnos”), no habría ave­ lo cierto es que nada de importama puede ensenarse
riguado que el maestro se equivocaba sobre la caída si previamente no se es capaz de suscitar el asombio.
de los cuerpos. Y esto que digo para los libros tam- Vivimos rodeados por el misterio; vivimos suspendi­
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dos entre aquel doble infinito que aterraba a Pascal, puede convertirse en renovador; m omento en que el
todo es fantástico y hasta inverosímil y sin embargo maestro gemnnamente grande habrá de revelar su
el hom bre de la calle raram ente se sorprende, medio- suprema calidad, aceptando ese germen creador que
enzado por la enseñanza repetitiva, por eJ sentido tan a menudo surge en las mentes juveniles, no solo
común, y ahora, finalmente, por la televisión. Ya ni porque son más frescas sino porque son mas audaces.
los propios niños se adm iran de ver a un hom bre ca­ N o sé qué profesores tenía Galileo en el m omento en
minar por la Luna, cuando un físico sabe que es ab­ que se le ocurrió subir a la torre para tirar abajo dos
solutamente descomunal y casi milagroso. P ara qué piedras y a la vez la teoría de Aristóteles; si eran ma­
hablar de otros misterios: ¿Existe esta máquina con los, se habrán irritado por aquel crimen; si eran
que escribo? ¿ P o r qué soñam os? ¿ D e qué m odo re­ maestros de verdad, se habrán alegrado de aquella
cordamos hechos pasados y dónde estaban guarda- sagrada rebelión. Porque en el extremo opuesto del
demagógico profesor muchachista esta el estolido y
sadÜlas? mUnd° d d ^ ^ máS rCd qUC Cl dc laS pe' autoritario profesor que supone un s a b e r petrificado
H a y que forzar al discípulo a plantearse los inte­ para siempre, inmóvil, para siempre idéntico a si
rrogantes. H a y que enseñarle a saber que no sabe, y mismo Es el profesor que ve en el alumno a un ene­
que en general no sabemos, para prepararlo no sólo migo potencial, no a un hijo que debe amar; el que
para la investigación y la ciencia sino para sabiduría practica una disciplina siniestramente coercitiva mu­
pues, según Scheler, el hom bre culto es alguien que chas veces para ocultar su ignorancia y sus debilida­
sabe que no sabe, es aquel de la antigua y noble docta des; el que únicamente sirve para fabricar repetí o-
ignorantia, el que intuye que la realidad es infinita­ res y memoristas, que castiga en lugar de formar y 1-
mente mas vasta y misteriosa que lo que nuestra berar; el que califica de “buen alumno ^ al mediocre
ciencia domina. U na vez el alumno en esta disposi­ que acata sus recetas y se porta bien. Tipo de profe­
ción espiritual, lo demás viene casi por su propio sor que al fin ha encontrado su tierra de promisión
peso pues de ahí nacen las preguntas y sólo se en los países totalitarios, en los que el saber y la cul­
aprende aquello que vitalm ente se necesita. A hí es tura son reemplazados por una ideología.
donde de nuevo se requiere la labor mayéutica del
maestro, que no debe enseñar filosofía, sino, como
decía Kant, enseñar a filosofar. Porque el saber y la
c tura son a la vez una tradición y una renovación,
de tal m odo que en algún m om ento cl discípulo
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