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Anteriormente hemos analizado aspectos que tienen que ver con la pobreza material. En el
presente apartado vamos a destacar situaciones que tienen que ver con la pobreza social y el
índice de desarrollo humano, más sensible y explicativo que los anteriores nos
proporcionan.
Este indicador nos indica el avance de un país en materia económica y social. Deseamos
establecer que para nosotros representa una síntesis de la pobreza material y además,
contiene aspectos que tienen que ver con la pobreza social, en la medida que está
compuesto de variables como el PIB por habitante, la salud y la educación. Por ende, nos
encontramos en el umbral de entrada para analizar la pobreza no material que junto con la
pobreza material incide en la cohesión social que permitirá mejorar las condiciones de vida
de nuestros países como lo están intentando los europeos.2
Si bien el índice de desarrollo humano nos indica algo que se aproxima a poder medir el
progreso de los países, no sólo en términos económicos, sino en términos sociales, los que
tienen que ver con la potenciación o expresión de los individuos de los países y de las
sociedades en cuanto a mayores libertades y mejores niveles de vida, está aún lejos de ser
un parámetro que nos diga el grado de avance en relación a los valores de las sociedades
modernas como son: los de la libertad y la vida,3 que junto con los de cooperación, ayuda
mutua y solidaridad que se desplegaron en las sociedades tradicionales, al asumirlos en
conjunto nos permitirían equilibrar las flagrantes desigualdades en el campo material y
social que dificulta llegar a la cohesión social, con la que se nos facilitaría cumplir las
promesas que tanto las sociedades tradicionales como las modernas no han podido cumplir
y que pueden resumirse en mayor libertad con mejores niveles de vida para todos sin
hipotecar la vida en aras de la libertad y esto último por conservar la vida.4 Sin
embargo, es importante señalarlo, ya que va más allá de las formas tradicionales de la
medición de distribución de la riqueza como el PIB o el PIB por habitante, y se suma a
indicadores que se aproximan más a la realidad económica, como la distribución del
ingreso o el coeficiente de Gini, los cuales nos han ayudado a penetrar en los resultados
negativos del nuevo patrón de acumulación neoliberal.
En el siguiente cuadro podemos observar un desfase entre los países con mayor producción
mundial y aquellos que tienen un PIB por habitante mayor. Así mismo, y aunque se tenga
un PIB por habitante mayor, no indica un buen desempeño en cuanto al IDH. Para el caso
de los países que estamos estudiando, podemos ver como el que tiene una menor
producción, como es el caso de Chile, en términos per cápita es el más elevado y en cuanto
al IDH está por encima de Brasil, Argentina y México, lo cual nos da una idea más clara del
grado desarrollo de los pueblos, mismo que se ve en el paisaje chileno cuando uno ve la
manera en que viven las comunidades más pobres.
Ahora bien y tal como lo hemos mencionado anteriormente, el IDH, toma como variables el
ingreso por habitante, la educación y la salud, lo que se traduce en la adquisición de
conocimientos, así como en la posibilidad de tener una vida larga y saludable, y la
oportunidad de obtener los recursos necesarios para alcanzar un nivel de vida digno.
Estas variables pueden ser medidas en términos de género, lo que resulta en un estudio que
nos arroja la diferenciación entre hombres y mujeres, misma que se puede observar en el
cuadro siguiente:
¿Qué sucede con Chile que tiene un IDH alto y una distribución muy desigual del ingreso
como vimos en el capítulo IV? Una hipótesis viable es que al tener una distribución muy
desigual no implica que su modo de vida, comparado con los demás países sea el peor. Al
interior de Chile es probable que se viva en mejores condiciones que en Brasil o México.
Esto puede ser muy parecido a lo que se vive en Estados Unidos, país que tiene una peor
distribución de la riqueza que Dinamarca, pero sin embargo, su escala de vida en términos
generales es más elevada.
De ahí que debemos tomar las estadísticas con mucho cuidado, tratando de hacer
deducciones que consideren aspectos de orden cualitativo que nos lleven a conclusiones
menos simplistas.
Por otro lado, algo importante de resaltar es que en los países que estamos analizando, el
Índice de Desarrollo Humano para las mujeres es menor que el de los hombres. Esto nos
indica que todavía existen fuertes diferencias en cuanto a género en la distribución de la
riqueza material y social, y nos dice, a su vez, que el desarrollo de la mujer ha sido más
limitado socialmente. Es más, en algunos casos estas diferencias han sido muy notables
como es el caso de México.
Las gráficas anteriores nos indican claramente estas diferencias de género. En el caso de
Chile y México existe una tendencia a la unificación de ambas líneas y en Brasil y
Argentina, la línea correspondiente a las mujeres está aumentando significativamente, lo
que quiere decir que el desarrollo humano se está acelerando en la población femenina.
Para concluir esta parte contamos con algunos indicadores de Desarrollo Humano para el
año 2005 de manera desglosada, en donde se observa el comportamiento de cada país con
las variables que componen el Índice.5
En este cuadro comparativo podemos observar que Argentina está por arriba del resto de
los demás países en lo que concierne al IDH. En cuanto a la esperanza de vida al nacer se
tiene que los chilenos se ubican en el primer lugar. En cuanto a las tasas de matriculación
Argentina cuenta con las más altas, así como en la tasa combinada de matriculación.
También el PIB per cápita y el índice del PIB y los indicadores de educación son los más
altos. Caso contario las dos potencias de la región Latinoamericana, Brasil y México, están
muy por abajo. Lo que viene a remarcar que los países con mayor crecimiento no
necesariamente son los más desarrollados porque, añadiríamos, hay problemas en el
reparto de la riqueza.
Así, en términos generales, el grado de desarrollo humano en el que los países de nuestro
estudio se encuentran es bajo, pero esperanzador, porque nos encontramos en mejores
condiciones que otras naciones del orbe. Entre 156 países, los valores arrojados nos ubican
arriba de media tabla. Tan sólo por debajo de las potencias mundiales. Sin embargo, y dado
el grado de desarrollo de nuestras economías y el potencial económico que tenemos,
pensamos que deberíamos estar en mejores condiciones.
Ahora bien, en términos más específicos nos encontramos mejor situados, por ejemplo en
salud y educación. Así, el gasto público en salud de Argentina, representa la mitad de lo
que hace Noruega en el mismo rubro. Para Chile, México y Brasil es menos de la
mitad. En la parte de gasto privado en salud es muy alto para los cuatro países y para
Noruega es bajo, lo cual nos hace ver que el gasto total como porcentaje del PIB sea de 9.9
para Argentina, 5.8 para Chile, 6.1 para México y 7.9 para Brasil. Hemos de hacer hincapié
que nuestros países elevan su gasto como proporción al PIB, dado el alto gasto privado, que
tiende a aumentar y a disminuir el gasto público.
Por otra parte, tenemos que el gasto per cápita o por habitante, aun cuando Argentina tiene
un gasto muy elevado en materia de salud, no alcanza a ser suficiente y es tres veces menor
que Noruega. Otra variable interesante para Argentina es la de niños vacunados que casi
alcanzan una cobertura de 100 por ciento para los países de estudio. El caso de los médicos
podemos determinar que Argentina casi iguala a Noruega, mientras que Brasil, Chile y
México están muy por debajo que el caso del país nórdico.
Claro está que la educación aumenta la posibilidad de ingreso y hace que la población se
mantenga fuera de la pobreza absoluta. En general la educación ha tenido avances y se ha
reducido en cierto grado el analfabetismo. Sin embargo, en términos de aprendizaje
efectivo la situación deja mucho que desear. Recientes datos, según la OCDE, nos indican
que los niveles escolares son muy bajos. Evaluaciones de PISA nos hablan que países como
Finlandia están a la cabeza. Así como Hong Kong, Canadá, Estonia, etc. Sin embargo, de
los 400 mil alumnos encuestados en lectura en estudiantes de 15 años de edad en 57 países.
Con calificaciones de 500 puntos en promedio, Finlandia con el nivel más elevado obtuvo
563 y Kirguistán con 322; el más bajo. Por debajo de la media de 500 puntos estuvo Chile,
En proceso de integrarse a la OCDE, con 422, México con 410, Brasil con 393 y el más
bajo es Argentina con 374.
En cuanto a capacidades científicas Finlandia obtuvo 563 puntos; fue el más elevado,
mientras que México obtuvo 410. Países que no están en la OCDE como Chile obtuvieron
438, Argentina 391 y Brasil tuvo 390.6
la pobreza existencial
¿Qué vais a encontrar en estas líneas?
Lo primero que pienso, desde una mirada hospitalaria, es decir, desde una mirada que
acoge la realidad del otro, es en esa pobreza existencial, en esa fragilidad constitutiva del
ser humano, y de la que participamos todos los seres vivos. Aunque el mundo en el que
vivimos intente ocultar el hecho de la enfermedad, del dolor, del sufrimiento, de la pérdida,
de la muerte. Aunque se nos intente anestesiar de las formas más refinadas y de otras, más
bien bastas, todas las personas en algún momento de nuestra vida o en la vida de quienes
queremos, nos encontramos con esa vulnerabilidad existencial compartida. ¡Esta no la
elegimos! No depende de nosotros. Podremos, eso sí, convivir con ella de diferentes
modos. La máxima expresión de esa pobreza existencial es sin duda la muerte, por la que
finalmente somos despojamos de todo.
Pero hay otras pobrezas que yo llamo pobrezas estructuradas o inducidas. Son aquellas que
dependen de nosotros, de los seres humanos, y que por eso mismo son evitables. Pobrezas
inducidas o si lo preferís pobrezas planificadas, y estructuradas por los poderes económicos
y políticos de nuestro mundo. Sobran ejemplos. Son situaciones a las que están sometidos
miles de millones de seres vivos y demandan un compromiso de todas, para ser eliminadas
algunas de esas situaciones o al menos minimizadas. Puede que algunas de esas situaciones
sean difícilmente transformables, pero entonces siempre podremos, al menos, estar junto a
quienes están sufriéndolas en primera persona. Estas pobrezas inducidas siempre añaden un
plus de sufrimiento, innecesario, injusto, vergonzoso a esa que llamábamos pobreza
existencial que nos alcanza a todas.
No quiero pasar por alto, aunque de pasada lo he dicho más arriba, que cuando
acompañemos procesos de personas y familias, en situaciones de enfermedad grave y final
de la vida, se nos va a exigir una palabra sobre esta dimensión de sentido, y es aquí donde
habremos de haber hecho un trabajo personal previo. Este trabajo personal puede estar en
distintos niveles. Podemos habernos hecho personalmente algunas preguntas y si no
tenerlas contestadas al menos tenerlas formuladas nos ayudara a no echar un paso para atrás
cuando a quien estemos acompañando nos pregunte que pensamos sobre algunas de estas
cuestiones. Si además tengo alguna formación, conocimiento sobre el marco de sentido
especifico de la persona pues como dice un compañero mío, ¡Miel sobre hojuelas!
Lo importante, ojo, no son nuestras respuestas, sino acoger las preguntas del otro y
acompañarle en la búsqueda de sus propias respuestas. De igual modo no es determinante
que compartamos el mismo marco de sentido, el mismo sistema de creencias, sino que,
como profesional de la educación social, habiéndome comprometido a hacer un
acompañamiento integral, sepa poner los recursos, bien propios u otros del entorno al
alcance de la persona que acompaño, respetando siempre su marco de creencias. No tengo
porque ser musulmán, pero puedo poner en contacto a la persona que acompaño si así lo
solicita con su referente religioso, no tengo porque ser cristiano, pero puedo entender que
para el que tengo enfrente su creencia puede ser una herramienta valiosa para caminar por
el momento vital que le toca. Y por lo tanto estará en mi buen hacer profesional el
facilitarle aquello que demanda poniéndole en contacto con los referentes de sus
confesiones religiosas. Las personas que se autodefinen como agnósticas o ateas tienen sus
propios marcos de sentido, aplíquese el mismo criterio, es decir, ayudémosle a desarrollar
su marco propio de sentido. No digo que sea fácil todo esto, pero sí que es un reto para
quienes conjugamos con letras mayúsculas el verbo ACOMPAÑAR.
No contamos con una sociedad, y menos con un modelo sanitario, que contemple al ser
humano en todas sus dimensiones y consecuentemente ponga medios para afrontar las
necesidades espirituales que todos tenemos (necesidad de perdonarme a mí mismo, la
necesidad de pedir perdón, de perdonar, de agradecer, de reelaborar el sentido de mi vida).
Nos tocara como profesionales de la educación social en el ámbito socio sanitario y más
concretamente en el hospitalario, reivindicar con nuestro hacer cotidiano un sistema que
supere ese reduccionismo de corte biologicista que nos conceptualiza puramente como
materia orgánica, privándonos de la posibilidad de un afrontamiento más amplio y rico de
situaciones como la enfermedad, la muerte o un proceso de elaboración de la perdida.
Todas ellas de un calado vital inigualable. ¡Antibióticos por supuesto, acompañamiento
integral también!
Os dejo como cierre esta entrevista a dos médicos y, bajo mi punto de vista, dan una lúcida
respuesta a la pregunta que se les plantea, y con la que seguro muchas de nosotras
estaríamos totalmente de acuerdo.
la pobreza existencial