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Editorial Biblos
Bach, Ana María
Las voces de la experiencia: el viraje de la filosofía
feminista. - 1a. ed. - Buenos Aires: Biblos, 2010.
174 pp.; 23 x 16 cm.
ISBN 978-950-786-794-1
1. Filosofía. I. Título
CDD 190
Capítulo 1
Experiencias: ¿mías, nuestras…? Experiencia y subjetividad ....................... 19
Acerca del concepto de experiencia .............................................................................. 19
La experiencia de la autoconciencia o devenir feminista ........................................... 28
Sandra Lee Bartky y la conciencia feminista .............................................................. 29
Experiencia y subjetividad ........................................................................................... 33
Teresa de Lauretis y la importancia de la semiótica ................................................... 33
Capítulo 2
Estrategias de lucha por la palabra: experiencia y política ........................... 41
Experiencia, teoría y márgenes ................................................................................... 42
bell hooks y el sentido de actuar en los márgenes ...................................................... 45
Hablar en lenguas ........................................................................................................ 51
Gloria Evangelina Anzaldúa y la rebeldía a partir del lenguaje ............................... 52
María Cristina Lugones y los peregrinajes ................................................................ 54
Experiencia y poscolonialismo ..................................................................................... 57
Chandra Talpade Mohanty y el feminismo sin fronteras ........................................... 58
Capítulo 3
Un giro de 180 grados: experiencia y conocimiento ......................................... 63
La revalorización del conocimiento cotidiano ............................................................. 64
Epistemologías feministas ........................................................................................... 69
Empirismo feminista .................................................................................................... 72
Lynn Hankinson Nelson y las comunidades epistemológicas ..................................... 73
Desde un punto de vista (standpoint) .......................................................................... 75
Dorothy Edith Smith y la conciencia bifurcada .......................................................... 76
Sandra Harding y las críticas al hablar “desde ninguna parte” ................................ 81
Patricia Hill Collins y el pensamiento “afrodescendiente” ........................................ 86
El posmodernismo feminista ........................................................................................ 92
Donna Haraway y la perspectiva parcial .................................................................... 92
Lorraine Code: un ejemplo de insuficiencia de la clasificación .................................. 97
Capítulo 4
Cuando no hay palabras: experiencia y lenguaje ........................................... 105
Joan Wallach Scott: la experiencia como evento lingüístico .................................... 105
La fenomenología feminista responde ....................................................................... 111
Iris Marion Young y la experiencia como contexto y acción ..................................... 111
Linda Martin Alcoff y cómo hablar de lo inarticulable ............................................ 114
Atando cabos
Algunas conclusiones ............................................................................................. 121
Apéndices
Del activismo a la universidad: los feminismos en el contexto
estadounidense ...................................................................................................... 133
Razones y sinrazones de los “post” ............................................................................ 143
Eso que llamamos patriarcado ................................................................................... 149
Biobibliografías: vidas y teorías ................................................................................. 155
Los llamados “estudios culturales” que emergieron hacia mediados del si-
glo XX fueron configurando un campo de estudio cuyas consecuencias, entre
otras, consistieron en romper las barreras planteadas por las disciplinas tra-
dicionales y desdibujar los límites entre las humanidades y las ciencias socia-
les, constituyendo un área común de conocimiento que contribuye a redefinir
los ámbitos disciplinares. Fredric Jameson afirma que surgieron “como resul-
tado de la insatisfacción de otras disciplinas, no sólo por sus contenidos sino
por sus muchas limitaciones” y, en tal sentido, son posdisciplinarios (Jameson,
1998: 72). Según el informe de la Comisión Gulbenkian para la Reestructura-
ción de las Ciencias Sociales, el desafío de los estudios culturales incluiría tres
temas principales:
Los tres temas que se han conjuntado en los estudios culturales son:
primero, la importancia central, para el estudio de los sistemas sociales
históricos, de los estudios de género y todos los tipos de estudios “no euro-
céntricos”; segundo, la importancia del análisis histórico local, muy ubi-
cado, que muchos asocian con una nueva “actitud hermenéutica”; terce-
ro, la estimación de los valores asociados con las realizaciones tecnológi-
cas y su relación con otros valores. (Wallerstein, 1996: 71)
3. Alice Walker (1983) acuñó este término y afirmó que la mujerista (traducción que se hizo de
womanist) era a la feminista blanca como el color púrpura al lavanda. Una mujerista es una
mujer que quiere a las mujeres y aprecia la cultura y el poder femeninos como algo incorporado al
mundo como un todo, incluyendo las diferencias que el elitista feminismo blanco había dejado de
lado. Las mujeristas son feministas negras o de color y se considera que son superiores al feminis-
mo blanco. El movimiento tuvo una amplia difusión y desarrollo.
4. Es una denominación sociopolítica que se refiere a las mujeres de África, Caribe, Asia, descen-
dientes de América Latina, nativas de Estados Unidos y a quienes en las últimas décadas han
inmigrado a ese país, por ejemplo, árabes y coreanas, entre otras. Dice Cherrie Moraga (1988): “A
fines de los años 70, las mujeres de ascendencia asiática, latinoamericana, indígena norteameri-
cana y africana empezamos a reclamar el término «mujeres de color», como un término de identi-
ficación política para distinguirnos de la cultura dominante. A la vez, reconocemos nuestro esta-
tus de colonizados que compartimos con otras mujeres de color a través del mundo”. Pero aunque
consideren que las afrodescendientes están comprendidas, ellas no se sienten parte porque consi-
deran que su lucha comenzó contra la esclavitud, como lo afirman por ejemplo bell hooks o Patri-
cia Hill Collins.
12 ANA MARÍA BACH
5. Tomé el término “biobliografía” de las filósofas italianas. Lo empleo para designar la relación
estrecha entre la obra escrita de las autoras y su vida.
CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS 13
autoras tratadas y la relación con la obra que produjeron. Como afirma Linda
Martin Alcoff (1999): “Ningún trabajo teórico es ajeno a la experiencia de quien
lo ha escrito” (125).
A la tendencia que afirma que lo importante es el producto, la obra escrita,
y no quien escribe, contrapongo la relevancia que reviste conocer los datos
personales de las autoras tratadas, ya que saber acerca de sus orígenes, posi-
ciones de clase, identidad/es sexual/es, formación intelectual y religiosa, ade-
más de su inserción académica, hace que comprendamos mejor su producción.
En ese sentido, dice Hannah Arendt (1993):
6. Debo aclarar que aunque mis planteos respecto de las biobibliografías son para las autoras
tratadas en esta publicación, no considero que valen sólo para este caso particular sino que son
significativas también para las y los intelectuales pertenecientes a cualquier ámbito.
7. Sandra Harding no adheriría a esta postura porque opina que esto es dejarle el trabajo a quien
lee. Lo que importa, para esta autora, es que cada una/o asuma su contexto críticamente y expli-
que desde donde habla, en lo que ha llamado “forma fuerte de reflexividad” (strong reflexivity)
(Hirsh y Olson, 1995). Tampoco bell hooks, que decide escribir su nombre en minúsculas porque lo
que importa es la obra y no quien la escribe… aunque las referencias autobiográficas son conti-
nuas en su producción.
CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS 15
8. Esto se observa particularmente en las epistemólogas que provienen del análisis filosófico. Se
verá con mayor claridad cuando se trate la relación entre experiencia y conocimiento.
9. Es el caso, entre otras, de Teresa de Lauretis. Véase el capítulo 1.
16 ANA MARÍA BACH
Aunque esta obra fue concebida como un todo, la estructura de los capítu-
los y los apéndices hace que cada uno pueda ser leído por separado. La idea
rectora es que quien tenga este libro en sus manos pueda hacer su propio
recorrido de acuerdo con sus intereses o prioridades. De todas maneras, sugie-
ro que cuando se lea el pensamiento de alguna teórica se dirijan previamente
a su entrada correspondiente en el apéndice “Biobibliografías”.
La exposición de los temas no sigue un orden cronológico excepto en lo rela-
tivo a los grupos de autoconciencia y la conciencia feminista. La obra se desa-
rrolla a través de cuatro capítulos, las conclusiones y cuatro apéndices.
El capítulo 1 aborda la relación entre experiencia y subjetividad. En una
primera instancia me refiero a una breve caracterización histórica de la no-
ción de experiencia y su resignificación en el interior del feminismo. La rela-
ción entre la construcción mutua de la subjetividad y la experiencia se mues-
tra en el feminismo a propósito del papel que juega la experiencia en la auto-
conciencia o toma de conciencia de ser feminista. Por esto reseño los inicios de
los grupos de autoconciencia y luego presento la descripción fenomenológica
que realizara Sandra Bartky acerca de lo que llama “experiencia feminista” o
“conciencia feminista”.
Acerca de esta relación, subjetividad y experiencia, es obligada la inclusión
de la obra fundacional de Teresa de Lauretis, quien efectuó un original aporte
al introducir el papel que juega la semiótica.
El capítulo 2 está dedicado a la dimensión política de la experiencia, di-
mensión fundamental ya que el feminismo es básicamente un movimiento de
lucha política y la teoría no puede ignorar las bases de las cuales parte. Esa
relación se ve de forma más patente en aquellas teóricas que se han desarro-
llado en los márgenes, como la afro-estadounidense bell hooks. Asimismo son
relevantes tanto el hecho de “hablar en lenguas”, una forma de resistencia de
la polifacética obra de Gloria Anzaldúa y María Lugones, como la relación
entre experiencia y poscolonialismo en la voz de Chandra Talpade Mohanty.
El capítulo 3 está referido al tratamiento de la faz epistemológica de la
experiencia. La epistemología feminista es una versión claramente distinta de
la epistemología tradicional, que parte de considerar que no hay una brecha
entre conocimiento cotidiano y conocimiento científico. Dentro de las episte-
mologías feministas, tomo como base la clasificación de Sandra Harding, cons-
ciente de la insuficiencia de las clasificaciones, pero adoptándola como un cri-
terio de ayuda a la exposición. Se presenta en primer lugar el empirismo femi-
nista en la obra de Lynn Hankinson Nelson, seguida del abordaje del complejo
punto de vista feminista (standpoint). Aunque es característico de la postura
de Sandra Harding, comienzo con quien ha sido su iniciadora, la socióloga
canadiense Dorothy Smith, para después sí pasar a la exposición sobre Har-
ding y complementarla con otro punto de vista interesante como lo es el pensa-
CONSIDERACIONES INTRODUCTORIAS 17
miento negro en la obra de Patricia Hill Collins. Cercanos a los proyectos que
enfatizan el conocimiento desde un punto de vista, considero los llamados “pos-
modernistas” por Harding y he elegido como exponente la producción de Don-
na Haraway. Pero ya he anunciado que las clasificaciones no son exhaustivas
y que hay ejemplos que escapan a toda intención de etiquetarlos. Justamente
uno de los casos resistentes es el de Lorraine Code.
El capítulo 4 trata un tema que aún sigue siendo polémico, el de la relación
entre experiencia y lenguaje. La interpretación realizada por parte de Joan
Scott de la experiencia como un “evento lingüístico” limitó la posibilidad de
considerar las historias de vida en las ciencias sociales. Pero movimientos
anteriores incluso al llamado “giro lingüístico”, como la fenomenología, pro-
veen una postura alternativa superadora y fueron retomados para la teoría
feminista por Iris Marion Young a través del estudio del movimiento como
lenguaje. Asimismo, Linda Martin Alcoff y Laura Gray escribieron acerca de
la experiencia de las sobrevivientes de abusos sexuales y muestran que exis-
ten experiencias que, al menos en un principio, poseen un núcleo inarticulado.
“Atando cabos” opera como cierre del trabajo y como forma de articular las
posiciones que en muchos sentidos son convergentes, pero cada una con mati-
ces diferenciales. Se presenta un mapa conceptual que integra los sentidos de
experiencia tratados y una evaluación final de las diversas contribuciones que
sintetiza sus interrelaciones, sus diálogos implícitos y explícitos, mostrando
cómo con sus especificidades se puede delinear un cuadro teórico distintivo de
las posiciones feministas contemporáneas y que pueden ser aplicadas a nues-
tra realidad.
En los apéndices figura en primer término “Del activismo a la universali-
dad: los feminismos en el contexto estadounidense”, que brinda un panorama
de los feminismos en el ámbito estudiado y la evolución de los Women’s Studies
o estudios de mujeres. Se establecen aclaraciones acerca de la terminología y
los supuestos que se manejan en capítulos como “Razones y sinrazones de los
post”, que ofrece un panorama de posturas y/o movimientos influyentes en el
feminismo, como lo son el posestructuralismo y la posmodernidad. En “Eso
que llamamos patriarcado” se habla acerca de la estructura social del patriar-
cado en la cual estamos inmersas e inmersos, y se recogen hipótesis relativas
a su origen y posibles relaciones con otros sistemas sociales. Por último, se
consignan en orden alfabético las biobibliografías de las teóricas tratadas, que
completa mediante datos y comentarios las menciones realizadas en los capí-
tulos en las que están incluidas.
***
[ 19 ]
20 ANA MARÍA BACH
1. En el sentido que le diera Gayatri Spivak como quienes no pueden hablar en la medida en que
no hay institución que escuche y legitime sus palabras; no pueden llevar a cabo eso que se denomi-
na un acto de habla, entre otras cosas porque carecen de autoridad para hacerlo (Landry y Mac
Lean, 1996).
EXPERIENCIAS: ¿MÍAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 21
2. En todos los casos coloco a manera de ejemplos a teórica/s y teórico/s pero, por supuesto, no
pretende ser una enumeración exhaustiva.
24 ANA MARÍA BACH
Gráfico 1
Política
Experiencia
Cognoscitiva Psicológica
Según Raymond Williams (2003), desde fines del siglo XVIII se pueden reco-
nocer dos sentidos principales en que se usa el término “experiencia” en nues-
tra cultura: uno ligado al pasado, a las llamadas “lecciones” de la experiencia,
y el otro en conexión con el presente designando a una conciencia en actividad,
aunque la separación no sea tan neta en realidad como para distinguir uno de
26 ANA MARÍA BACH
Gráfico 2
Acepciones de “experiencia”
Experiencia
presente
pasado conciencia
“lecciones” activa
proceso
ensayar o sentir
poner a prueba
▼ ▼
conocimiento da
de eventos autenticidad e
pasados por inmediatez al
observación añadir
consciente y sentimiento
reflexión
A la tan citada frase de Simone de Beauvoir “No se nace mujer: llega una a
serlo” con la que comienza el segundo tomo de El segundo sexo, conviene aña-
dirle, siguiendo su forma de enunciación, lo que ya ha sido señalado por varias
teóricas feministas y es que no por el hecho de ser mujer se es feminista, sino
que una puede llegar a serlo. En este sentido Chandra Mohanty afirma que
quienes sostienen que las mujeres son feministas por asociación e identifica-
ción con las experiencias que las constituyen como mujeres suponen lo que
podría llamarse la tesis de la ósmosis femenina (Beauvoir, 1986; Mohanty, 1982).
Históricamente, en Estados Unidos la denominación “grupos de autocon-
ciencia” (Consciousness-Raising, CR) fue propuesta por Kathie Sarachild para
el programa de crecimiento de la conciencia feminista de un grupo de mujeres
que se consideraron “radicales” dentro del movimiento. En su artículo “Cons-
ciousness-Raising, A Radical Weapon” Sarachild aclara que “radical” proviene
del origen latino de la palabra que significa raíz y que el grupo que conforma-
ban apuntaba a la liberación de las mujeres como movimiento masivo intere-
sado en llegar a las raíces de sus problemas en la sociedad. Durante las re-
uniones del grupo New York Radical Women surgió el tema de incrementar su
conciencia feminista a través del estudio de bibliografía sobre tópicos concer-
nientes a las mujeres como maternidad, trabajo o niñez, entre otros. El linea-
miento propuesto para la investigación consistió en que el punto de partida de
la discusión y la prueba acerca de la precisión de lo que encontraran en la
búsqueda bibliográfica debía ser confrontado con la propia experiencia. Este
método tenía analogías con lo que en el siglo XVII se propuso desde el ámbito
científico en contra del escolasticismo: estudiar la naturaleza en lugar de los
libros, método que también fue puesto en práctica por otros movimientos revo-
lucionarios.
Quienes compusieron los grupos iniciales de autoconciencia no eran princi-
piantes en cuestiones políticas y en la mayoría de los casos tampoco en el
feminismo. A partir de las discusiones en las reuniones del grupo de autocon-
ciencia surgieron obras importantes como La dialéctica de los sexos de Shula-
mit Firestone, la Política sexual de Kate Millet, además de los ensayos de
Carol Hanish “Lo personal es político”, de Anne Koedt “El mito del orgasmo
vaginal” o el de Pat Mainardi “La política del trabajo doméstico”. A las femi-
nistas radicales corresponde el mérito de haber revolucionado la teoría políti-
ca al analizar las relaciones de poder patriarcal en ámbitos que se considera-
ban “privados”, como la familia y la sexualidad, y haber creado el eslogan “lo
personal es político”.
A partir de 1968 los programas de grupos de autoconciencia se hicieron
populares aunque con el tiempo fueron perdiendo la conexión con el propósito
de producir cambios radicales y revolucionarios para las mujeres, si bien siem-
pre las incitaron a pensar y actuar. En los grupos no se seguía un método sino
principios que se consideraban esenciales: ir a las fuentes tanto en lo histórico
EXPERIENCIAS: ¿MÍAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 29
Sandra Bartky afirma que, para ser feminista, hay que devenir feminista.
En el pasaje del devenir se vive una experiencia de transformación personal
profunda, que lleva a cambios en el actuar y que describió en “Toward a Phe-
nomelogy of Feminist Consciousness”. Su trabajo fue uno de los primeros aná-
lisis teóricos de la categoría de experiencia en el marco de la teoría feminista y
partió de las prácticas de los grupos de autoconciencia. En la caracterización
de experiencia, Bartky utilizó herramientas del movimiento fenomenológico,
a través de la descripción situada, así como también de la teoría marxista con
respecto a algunas nociones básicas como la de modo de producción. La carac-
terización de la conciencia generizada puede ubicarse tanto en la tendencia de
la fenomenología que Lester Embree (1996) denomina constitutiva como en la
fenomenología existencial. La primera enfatiza la descripción de objetos en
términos de la conciencia de ellos. La segunda pone el acento en aspectos de la
existencia humana en el mundo.
Una de las características de la obra de Sandra Bartky es que ella hace
filosofía feminista combinando metodologías y marcos conceptuales y teóricos.
Así, se ha apoyado en la fenomenología, el existencialismo, el marxismo y el
posestructuralismo para agudizar sus análisis de la condición femenina.
El ensayo en el que expone las características de la conciencia feminista,
“Toward a Phenomenology of Feminist Conciousness”, fue escrito en 1976 cuan-
do todavía la descripción fenomenológica no era tan significativa como lo fuera
en la década de 1990. El que una autora estadounidense como Bartky haya
utilizado esos marcos conceptuales tan tempranamente para ese país resulta
30 ANA MARÍA BACH
Gráfico 3
La conciencia feminista según Bartky
▲
ontológico feminista ético
4. En el pensamiento feminista hay una tendencia a ensalzar la solidaridad entre las mujeres. A
propósito del tratamiento de bell hooks y de Mohanty, se profundiza en qué sentidos se puede
entender esto.
EXPERIENCIAS: ¿MÍAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 33
Experiencia y subjetividad
5. Para comprender mejor el aporte de Eco creo que es de utilidad retomar las definiciones de
Charles Peirce. Peirce, que estaba en contra del dualismo cartesiano y de la tesis de John Locke
según la cual todo pensamiento es percepción interna de ideas, propone que el conocimiento es un
proceso de significación basado en la relación lógica de la estructura triádica básica del signo. La
función representativa del signo no estriba en su conexión material con un objeto, ni en que sea
una imagen del objeto, sino en que sea considerado signo por un pensamiento. Toda síntesis pro-
posicional implica una relación significativa, una semiosis considerada la acción del signo, en la
que se articulan tres elementos:
1) El signo o representamen es algo que está para alguien, se dirige a alguien, esto es, crea en la
mente de esa persona un signo equivalente o quizá un signo más desarrollado.
2) El objeto es aquello por lo que está el signo, aquello que representa.
3) El interpretante es el signo equivalente o más desarrollado que el signo original, es causado
por ese signo original en la mente de quien lo interpreta.
36 ANA MARÍA BACH
efectos propios del significado, de los signos, como podemos resolver el proble-
ma de qué es el significado de un concepto intelectual. Para él, se pueden
distinguir tres clases principales de interpretantes:
Este tercer elemento convierte la relación de significación en una relación triádica, pues
el signo media entre el objeto y el interpretante, el interpretante relaciona el signo y el objeto, y el
objeto funda la relación entre el signo y el interpretante. Las personas somos sujetos semiósicos y
como tales siempre tenemos la posibilidad de crecimiento. Por ello los signos no se definen sólo
porque sustituyan a las cosas sino porque funcionan realmente como instrumentos que ponen el
universo al alcance de los intérpretes, pues hacen posible que pensemos también lo que no vemos
ni tocamos o ni siquiera nos imaginamos.
Las personas o intérpretes son portadores de interpretantes, de interpretaciones. El signo
crea algo en la mente del intérprete, y ese algo creado por el signo ha sido creado también de una
manera indirecta y relativa por el objeto del signo. En este sentido puede decirse que la aporta-
ción capital de Peirce consiste en poner de manifiesto que, si se acepta que los procesos de signifi-
cación son procesos de inferencia, ha de aceptarse también que la mayor parte de las veces esa
inferencia es de naturaleza hipotética o abductiva, en la terminología de Peirce, esto es, que im-
plica siempre una interpretación y tiene un cierto carácter de conjetura (Barrena y Nubiola, 2007).
EXPERIENCIAS: ¿MÍAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 37
Gráfico 4
Relaciones de significación
e
Peirc
para
lógico cambio de hábito
Signo Objeto
representa al
mediador funda la
relación
rica futura; es el otro lugar del discurso aquí y ahora, el punto ciego, el fuera
de campo de sus representaciones” (de Lauretis, 2000a: 62).
Cuando de Lauretis describe al sujeto generado toma y adapta los concep-
tos de tecnología del sexo de Michel Foucault y de ideología de Louis Althus-
ser. La adaptación de las tesis de ambos autores para fines feministas se hace
necesaria pues uno y otro padecieron justamente de una ceguera androcéntri-
ca hacia las diferencias sexuales y de género.
Por cierto, la búsqueda de una definición del sujeto del feminismo apunta a
disponer de una construcción teórica que permita entender los procesos carac-
terizados por la reflexión y la militancia feministas. En cierto sentido, puede
retomarse la definición de sujeto de Althusser. Es conveniente tener en cuenta
que para Teresa de Lauretis en la definición de ideología de Althusser se pue-
de reemplazar ideología por género, y llega al punto de afirmar que el género
es lo que algunos denominan “ideología”. Empero, mientras en la definición de
Althusser el sujeto está en la ideología y no se da cuenta de ello, en la del
feminismo el sujeto sabe de esta doble posición de estar y no estar dentro de la
ideología del género.
Para de Lauretis el sujeto del feminismo se genera en la tensión de la con-
tradicción y heteronomía que se da entre el espacio de los discursos dominan-
tes y ese “otro lugar”, ese otro espacio, lo que en el cine se denomina el “fuera
de campo”, el espacio que no se ve, pero que se deduce del encuadre. En “Suje-
tos excéntricos” avanza en la caracterización de este sujeto del feminismo, al
que denomina excéntrico. Tal sujeto puede ser la figura de un espacio concep-
tual y experiencial dentro de las contradicciones, afirmadas aunque no resuel-
tas, del campo social del aquí y el ahora. Pero si se está de acuerdo en que no
hay “un” feminismo, tampoco podrá haber un solo sujeto para los diversos
feminismos. Aun considerando algún feminismo en particular, los horizontes
culturales e históricos son tan variados que tampoco permiten que se defina
un único sujeto, ni siquiera una única figura a la cual llegar, ya que, al mismo
tiempo, no es intención de la autora bosquejar una construcción utópica a la
que tienda el feminismo.
Si tomamos en cuenta además que, como fue señalado, los sujetos están en
permanente proceso de construcción, advertiremos que las definiciones cam-
bian con el tiempo y los enfoques alternativos. Las diversas formas de concien-
cia feminista muestran su variabilidad en ejemplos como el que provee Moni-
que Wittig en Straight Mind (1992). Wittig caracteriza a las lesbianas en un
sentido distinto del habitual pues afirma que “las lesbianas no son mujeres”.
Al decir que las lesbianas no son mujeres en realidad parece pretender hacer
estallar la dicotomía varón/mujer. Los sujetos, para de Lauretis (2000b), “son
términos conceptuales, teóricos de una forma de conciencia feminista que pue-
de existir históricamente sólo en el «aquí y ahora» como conciencia de otra
cosa”. Las distintas posiciones de sujetos excéntricos se conforman a partir de
localizaciones críticas, alcanzadas “a través de prácticas de desplazamiento
EXPERIENCIAS: ¿MÍAS, NUESTRAS...?: EXPERIENCIAS Y SUBJETIVIDAD 39
[ 41 ]
42 ANA MARÍA BACH
1. Su nombre viene de la acción guerrillera inventada y dirigida por Harriet Tubman el 2 de junio
de 1863, en la región de Port Royal del estado de Carolina del Sur. Esta acción liberó a más de 750
esclavos y es la única campaña militar en la historia de Estados Unidos liderada por una mujer.
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 43
2. Esta última afirmación, aunque teóricamente correcta, es, en la práctica, poco sostenible, ya
que el cambio de dominio se da más habitualmente por movimientos de fuerza que violentamente
sustituyen a un grupo por otro, o por negociaciones entre grupos y/o personas que pugnan por
compartir el centro y el poder, desplazando a otros/as hacia los márgenes.
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 45
ran en el margen, pero gracias a esta compleja situación les era posible una
familiaridad con ambos espacios. La supervivencia de la comunidad negra
dependía de una creciente conciencia pública de la separación entre el centro y
el margen, sumados a ese progresivo reconocimiento privado de que eran una
parte necesaria y vital en ese todo. Ese sentimiento de totalidad, impreso en
sus conciencias, los proveyó de una visión de oposición del mundo, que segura-
mente era un modo de visión desconocida para quienes eran sus opresores y
que contribuyó a fortalecer, en cada una y uno, el sentido del yo y los lazos de
solidaridad entre quienes eran miembros de la comunidad.
Según bell hooks, ésta es una marginalidad elegida como lugar de resisten-
cia, que se diferencia de la marginalidad impuesta por las estructuras opresi-
vas ya que, según su definición, opresión significa no tener posibilidad de elec-
ción, como sucede con la esclavitud. La marginalidad elegida, en cambio, se
convierte en un lugar de creatividad y de poder; por eso, desde esa posición se
puede hacer una teoría feminista diferente, una teoría que parte de la expe-
riencia y de la vida, aun cuando bell hooks era consciente del riesgo que esto
representa (bell hooks, 1996a).
Su crítica fue formada a partir de la experiencia que tuvo como miembro de
un grupo oprimido, la experiencia de la explotación sexista y la de la discrimi-
nación (bell hooks, 1996b; Franco, 1996) AIN’T I A WOMAN, su primera obra, le
llevó ocho años de investigación y la principal motivación para escribirla fue el
hecho de no encontrar en las librerías obras acerca de las mujeres negras.3
Durante el transcurso de su niñez, la vida en una comunidad segregada negra
y la concurrencia a una escuela para niños y niñas negros, con maestras ne-
gras, hizo que Gloria se sintiera viviendo en el centro de ese mundo, aunque al
mismo tiempo fuera un lugar marginal no elegido. Las enseñanzas que reci-
bían fomentaban la autoestima, el orgullo por ser personas negras y el tener
cuidado por los demás. Puede considerarse que estas características fueron
acentuadas por el hecho de que su comunidad formaba parte de la Iglesia
bautista,4 culto al que concurría asiduamente, que marcó profundamente su
vida y dejó huellas en sus obras (bell hooks, 1981).
Como se afirmó en el primer capítulo, bell hooks forma parte del movimien-
3. En la lengua castellana podría hablar de “negra” y “negro” sin hacer referencia a mujeres o
varones como sí es necesario en inglés, pero dado que en nuestra lengua tienen connotaciones
negativas, hablaré de “mujer negra” o “varón negro”, aunque sea redundante, con la intención de
atenuar su carga peyorativa.
4. Los bautistas están en contra de una Iglesia universal invisible y abogan por la separación
entre la Iglesia y el Estado. Hay una fuerte insistencia en la necesidad de la fe personal y genuina
en la figura de Jesucristo para obtener la salvación, y destacan la importancia de las buenas obras
y el cuidar al otro/a. Cada congregación es autónoma y democrática, lo que favorece el intercambio
de opiniones entre quienes comparten cada comunidad. La figura de Martin Luther King encarna
el tipo de formación y los valores que esta Iglesia fomenta en general, aunque hay que aclarar que
como en otras religiones hay grupos fundamentalistas.
48 ANA MARÍA BACH
5. Betty Friedan, estadounidense, nació en 1921 y falleció en 2006. En 1963 escribió el ensayo La
mística de la feminidad. En octubre de 1966 fundó National Organization for Women (NOW),
organización que reunió a un número considerable de colectivos y grupos feministas.
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 49
6. “Sororidad” es una variante del término “hermandad” que proviene del latín sor equivalente a
hermana y es utilizado sobre todo en la lengua española. De esta manera, se pretende aclarar que
es hermandad pero relativa a las mujeres. Con este término las feministas aluden a la amistad
que se da dentro del ámbito de las mujeres y en las que se produce un guiño de complicidad que
circula entre quienes son pares sea a propósito de la transmisión mutua de conocimientos como en
la confianza, apoyo o reconocimiento mutuo, que aspira a conformar un estilo de sociedad mejor.
Se supone que la sororidad es más que la solidaridad: la supone pero la excede. Considero que
debemos tener cuidado en no caer en la mística de la sororidad lo mismo que cayeron tanto las
WASP como las afrodescendientes (la madre de bell hooks les enseñó a sus hijas que la hermandad
da poder a las mujeres a través del respeto, la protección, la ayuda y el quererse entre ellas). En
realidad el sentimiento de sororidad se ha dado tradicionalmente entre mujeres en pequeños
grupos, sólo que esta vez el interés en común es el feminismo, pero somos a diario testigos de que
el poder penetra en los distintos grupos provocando el malestar entre sus miembros, que puede
llegar a la disolución del mismo, y también que la sororidad sólo aparece frente a ciertos momen-
tos cruciales, pero rápidamente se desvanece haya sido alcanzado el objetivo o no. Un ejemplo de
pérdida del sentido de sororidad se da en la academia, donde la lucha por lograr poder en distintas
escalas lleva a confundirla con conveniencia.
50 ANA MARÍA BACH
Las mujeres nos enriquecemos cuando nos vinculamos unas con otras
pero no podemos desarrollar lazos permanentes o solidaridad política
usando el modelo de Hermandad creado por las burguesas blancas libe-
rales. De acuerdo con sus análisis, las bases de los lazos fue la victimiza-
ción compartida. Este tipo de lazo refleja directamente el pensamiento
de la supremacía masculina. La ideología sexista enseña a las mujeres
que ser mujer es ser víctima. Más que repudiar esta ecuación (que misti-
fica la experiencia femenina ya que en sus vidas diarias la mayoría de las
mujeres no son pasivas, indefensas o “víctimas” sin poder), las mujeres
liberales la adoptaron, haciendo de la victimización compartida las bases
del vínculo entre mujeres. Esto significó que las mujeres tuvieron que
concebirse a sí mismas como “víctimas” para sentir que el movimiento
feminista era relevante para sus vidas. El establecer lazos como víctimas
creó una situación en la que las mujeres firmes, autoafirmativas, eran
consideradas como no teniendo cabida en el movimiento feminista. Fue
esta lógica la que llevó a las activistas blancas (junto con los varones
negros) a sugerir que las mujeres negras eran tan “fuertes” que no nece-
sitaban formar parte del movimiento feminista. (bell hooks, 1985: 45)
Por el contrario, los vínculos con otras mujeres deben fundarse en el hecho
de que compartimos las fuerzas y los recursos que nos permitirán mejorar
nuestra situación. Esto es para bell hooks la esencia de la hermandad y no la
victimización. La victimización elude la responsabilidad de confrontar la com-
7. Florynce Rae Kennedy nació en 1916 y falleció en 2000. Fue la primera mujer afrodescendiente
estadounidense graduada como abogada en la Columbia Law School.
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 51
Hablar en lenguas
El título que introduce este apartado hace referencia a la carta que escribió
Gloria Anzaldúa (1988a) a las escritoras tercermundistas en 1980 para instar-
las a seguir en el camino de la rebelión que implica pretender hablar y escribir
desde sus universos en un mundo dominado por la gente blanca.
Tanto Anzaldúa como Moraga sumaron sus voces a las críticas de las muje-
res negras feministas que denunciaron el etnocentrismo de las mujeres blan-
cas, heterosexuales, de clase media, que hablaron de sí mismas como si agota-
ran el universo de las mujeres. María Lugones, por su parte, sostuvo explícita-
mente que la teoría feminista que desarrollaron las WASP no es una teoría que
haya escuchado la voz de las excluidas sino que, al edificarla, tuvieron en
cuenta únicamente sus propias voces, sometiendo a las otras a una experien-
cia de exclusión.
Las latinas crearon una nueva forma de escribir autobiografías y lo enten-
dieron como un nuevo discurso que, desafiando concepciones tradicionales de
ese género, obra como forma de subversión, además de ser un camino para la
construcción de sus subjetividades y otra vía de política de la identidad. Este-
lle Jelinek en “Women’s Autobiography and the Male Tradition” señaló dife-
rencias en la presentación usual de las autobiografías entre varones y muje-
res. Mientras que los relatos de los varones suelen ser presentados siguiendo
una línea cronológica, los de las mujeres tienden a conformarse a partir de
unidades fragmentarias (Torres, 1996: 128), que en muchos casos pueden ha-
cer referencia a identidades múltiples. A esta característica, las latinas aña-
dieron la mezcla de géneros como la prosa con la poesía, el uso de mitos o
ficciones, junto con hechos de su historia para contar su vida, o el relato de
historias de otras personas en forma simultánea. Asimismo, además del uso
del spanglish, recurrieron al empleo alternado del español y el inglés en un
mismo texto.
Por su parte, Anzaldúa las llama también autohistorias: una suerte de au-
tobiografía o memoria que utiliza elementos de ficción y denomina autohisto-
ria-teoría a un ensayo personal que teoriza (Anzaldúa y Keating, 2002: 578).
Ella misma desafía al mundo derecho con la pluma como arma y subraya la
importancia de quien tiene la palabra, porque tener la palabra es tener poder,
al mismo tiempo que reclama la posibilidad de no perder su lengua nativa.
En sus escritos cuenta que provenía de una familia chicana de trabajado-
res agrícolas que migraban durante las temporadas de cosechas, entre los cam-
pos tejanos y los de Arkansas, para sobrevivir. Su padre falleció cuando ella
tenía quince años, pero esto no la hizo abandonar los estudios y fue la primera
persona de su comunidad en terminar el colegio e ir a la universidad. Su histo-
ria refleja la lucha interna que sufrieron las chicanas al verse obligadas a
elegir una opción del falso dilema: o mejorar su condición de mujeres o seguir
con las tradiciones de su raza de acuerdo con el mandato de los varones que
deseaban mantener la sumisión de sus mujeres.
En la versión inglesa de la carta “Hablar en lenguas”, manifiesta la incomo-
didad que le proporciona estar obligada a hablar en inglés, insertando palabras
en español. Crea de este modo un estilo de resistencia que se desarrolló y creció
a través del tiempo. En su conocida obra Borderlands/La Frontera de 1987
aclara en el Prefacio que va a utilizar cambios de código que van del inglés al
castellano, del dialecto north mexican al tex-mex, pasando por el náhuatl, a
una mezcla de todos ellos en los que se refleja un nuevo lenguaje, el lenguaje de
las fronteras. Asimismo, como en el caso de las autobiografías, formó un estilo
propio a partir de la utilización, al mismo tiempo, de géneros diversos como la
prosa, la poesía, la narrativa personal, la historia o el mito.
Anzaldúa escribe acerca de la experiencia de opresión que vive la gente que
habita entre una o más fronteras. Las fronteras se entienden no sólo como
geográficas sino también en sentido cultural, religioso, de diferentes etnias o
de diversas sexualidades. Más aún, “las fronteras están físicamente presentes
dondequiera que entren en contacto dos o más culturas, donde gente de dife-
rente raza ocupe el mismo territorio, donde se toquen las clases baja, media o
alta, donde el espacio entre dos individuos acorte la intimidad”.
54 ANA MARÍA BACH
Lo que quiero es poder contar con las tres culturas, la blanca, la mexi-
cana, la india. Quiero la libertad de poder tallar y cincelar mi propio
rostro, cortar la hemorragia con cenizas, modelar mis propios dioses des-
de mis entrañas. Y si ir a casa me es denegado entonces tendré que le-
vantarme y reclamar mi espacio, creando una nueva cultura –una cultu-
ra mestiza– con mi propia madera, mis propios ladrillos y argamasa y mi
propia arquitectura feminista. (Anzaldúa, 1987: 22)
8. Esta escuela popular para latinas y latinos que viven en Estados Unidos se abrió porque quie-
nes integran estos grupos consideraron que no se conoce ni quiénes ni cómo es la gente que provie-
ne de tan diversos lugares de las Américas del Norte, Central y del Sur. Tampoco se sabe la
situación en la que se encuentran, sus necesidades o problemas de supervivencia. Por esto consi-
deran necesario estar en condiciones de tomar el control de sus conocimientos para la toma de
decisiones, ya que quienes toman las decisiones por ellos y ellas no lo hacen con conocimiento
de causa. La relación entre conocimiento y control de sus vidas es crucial para su supervivencia y
bienestar (AA.VV., 1995).
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 55
grupos que hablan distintos “idoimas”.9 Sin embargo, en parte se ven obliga-
das a usar el inglés para hacerse entender y comunicar sus experiencias aun-
que sólo logren transmitir el sentimiento de exclusión.
En el artículo de 1990 “Hablando cara a cara/Speaking Face to Face: An
Exploration of Ethnocentric Racism”, comienza escribiendo en español, su len-
gua nativa, y luego lo traduce al inglés en lo que llama un “monólogo extendi-
do hacia fuera y hablado en muchas lenguas” (Lugones, 1990). Quizá por eso
mismo a veces no dice en inglés todo lo que dice en su lengua nativa, siendo
más expresivas las partes de sus textos en español.
La importancia de hablar en las distintas lenguas al mismo tiempo se acla-
ra en la primera nota a pie de página: “Porque si compartes mis lenguas, en-
tonces comprendes todos los niveles de mi intención”. Y luego continúa en
inglés aclarando que esto no es un truco para que algunas no la entiendan o
porque no le interese que la entiendan, sino porque es a través del manejo de
las diferentes lenguas que su playful practice10 puede ser realizada y mostrar-
se no como un ser fragmentado sino multidimensional. Esta experimentación
narrativa se convierte tanto en un acto de resistencia como en uno de autoafir-
mación.
Lugones explica que cuando se refiere a “juego” no lo hace en el sentido de
“juego como competencia”, regido por reglas y donde se gana o se pierde.
Playful es una actividad que no sigue reglas, es una actitud lúdica.
Uno de sus ensayos más citados es “Playfulness, ‘World’-traveling and Lo-
ving Perception”, publicado por primera vez en Hypatia y que integra actual-
mente varias antologías. En ese ensayo habla de la experiencia de quienes son
outsiders, las que están fuera de la corriente dominante, haciendo explícita-
mente alusión a las mujeres. En las outsiders se encuentra la flexibilidad ne-
cesaria, que exige la lógica de la opresión, para cambiar la construcción de
vida que, en tanto outsider, le ha atribuido la corriente dominante por otra
construcción en la cual se sienta más cómoda. Es éste un ejercicio de resisten-
cia que la autora denomina ‘world’-traveling y que sugiere sea acompañado
por una actitud playful.
Los significados que otorga Lugones a ciertos términos, dentro de su pers-
pectiva, son distintos a los sentidos cotidianos porque, como ella misma acla-
ra, los usa a contrapelo del sentido usual. Por world entiende un mundo posi-
ble, pero no con el significado de utopía, sino que propone un mundo habitado
por gente real, de carne y hueso. En el sentido que le da Lugones, puede tra-
9. Lugones aclara que “idoima” es el término que se utiliza como sinónimo de “lenguaje” en nuevo
español mexicano.
10. La traducción podría ser “práctica juguetona”, pero al igual que otras expresiones –como ‘world’-
traveling y loving perception–, Lugones no las traduce al castellano. Continuaré refiriéndome a
ellas en inglés pues considero que seguir su “juego” ayuda a la mejor comprensión de su pensa-
miento.
56 ANA MARÍA BACH
Experiencia y poscolonialismo
Entre los feminismos críticos que también reaccionaron por las múltiples
diferencias que las feministas blancas de la segunda ola no habían reconocido
en su teorización, se hallan los comprendidos bajo el rótulo de “poscolonialis-
tas”. De ese grupo nos detendremos en la obra de Chadra Talpade Mohanty.
Como otros tantos vocablos polisémicas, “poscolonialismo” se entiende en
varios sentidos, pero seguiré a Ofelia Schutte (1999), quien ofrece una carac-
terización general de los feminismos poscoloniales como aquellos que toman la
experiencia del colonialismo occidental y sus efectos contemporáneos como una
alta prioridad en el proceso de establecimiento de una posición de habla, a
partir de la cual se articula una perspectiva de identidad cultural nacional,
regional o social. Con los feminismos poscoloniales, el proceso de crítica se
vuelve contra la dominación y la explotación de las otras culturalmente dife-
renciadas. Los feminismos poscoloniales “difieren de la crítica clásica al impe-
rialismo en que tratan de evadir el rígido binarismo «yo-otro» […] y proponen
la concepción de que no hemos nacido como un yo unificado, que el sentido de
ser «uno», de ser un yo, es algo derivado del lenguaje (llegar a ser un hablante
competente en un lenguaje), y que el lenguaje mismo es parte de la cultura y
58 ANA MARÍA BACH
12. Aunque el libro de Chandra Mohanty apareció en 2003 (y lo obtuve en su reedición de 2004),
por el año de aparición parece que excedería los límites de la investigación, pero es en realidad
una recopilación de los principales artículos publicados por la autora en años anteriores, en algu-
nos casos con una revisión final. En su Introducción surgen los datos biográficos que expongo, así
como también la noción de límites o fronteras.
13. Eligió el nombre de “feminismo sin fronteras” en primer lugar porque recuerda al nombre de
los “médicos sin fronteras”, una empresa y un proyecto que da cuerpo a la urgencia y al compromi-
so internacional que ella ve en la mejor praxis feminista. En segundo lugar, por la contradicción
que representa haber crecido en la India en el momento especial de la posindependencia, que
significó tanto una aguda conciencia de los límites y los lazos del colonialismo británico como de la
promesa sin límites de la descolonización.
ESTRATEGIAS DE LUCHA POR LA PALABRA: EXPERIENCIA Y POLÍTICA 59
Mohanty reconoce que en su propia vida los límites han jugado un papel
especial y que vivió también a través de comunidades de mujeres de distintas
razas, puesto que creció en Bombay donde los contrastes entre India y Pakis-
tán, hindúes y musulmanes, ricos y pobres, británicos e indios, varones y mu-
jeres, eran hechos de la vida cotidiana. Y también fue el lugar donde aprendió
múltiples lenguas así como múltiples formas de negociación entre variadas
culturas. Su vida en Estados Unidos estuvo expuesta a muchas líneas de quie-
bre, en particular las de raza y sexualidad. Allí vivió en distintos lugares y en
sus diversos hogares aprendió a leer y vivir en relación con los diferentes códi-
gos nacionales acerca de la sexualidad, de la clase, de la raza, que impregnan
la cultura estadounidense. Por lo tanto, la presencia de fronteras, de límites
en su vida, ha sido tanto excluyente como habilitante y contribuyó a que con-
cibiera una praxis feminista transnacional, en sentido de internacional y críti-
ca. En ese marco feminista antirracista, Mohanty prefiere hablar de solidari-
dad feminista como oponiéndose a vagas hipótesis de hermandad, una solida-
ridad que conlleva a la vez objetivos políticos y éticos.
Es crítica de las feministas académicas occidentales de la segunda ola por
haber olvidado tomar en cuenta la experiencia de las mujeres del Tercer Mun-
do. En “Cartographies of Struggle: Third World Women and the Politics of
Feminism” (Mohanty, 1991a) caracteriza a “mujeres del Tercer Mundo” como
una categoría analítica, política, que no sólo señala una ubicación geográfica,
sino que es empleada para reconocer y explorar analíticamente los vínculos
entre las historias y las luchas de las mujeres del Tercer Mundo,14 y posicio-
narse contra el racismo, el sexismo, el colonialismo, el imperialismo y el capi-
talismo monopólico. Ni las mujeres occidentales del Primer Mundo ni las no
occidentales del Tercero conforman un grupo unitario, registrándose distintas
intersecciones de clase, religión u orientación sexual entre otras diferencias.
Cuando el discurso feminista occidental supone a las mujeres del Tercer
Mundo como un grupo ya constituido, enraizado, por ejemplo, en estructuras
14. En el Prefacio de la antología Third World Women and the Politics of Feminism, las editoras
señalan que usan deliberadamente la expresión “Tercer Mundo” para referirse a los países coloni-
zados. neocolonizados o descolonizados de Asia, África y América Latina, cuyas estructuras políti-
cas y económicas han sido deformadas durante el proceso colonial. Asimismo, el término alude a
la gente negra, asiática, latina y los y las aborígenes de América del Norte, Europa y Australia
(Mohanty, Russo y Torres, 1991: ix).
60 ANA MARÍA BACH
***
[ 63 ]
64 ANA MARÍA BACH
tes.1 Uno de los aportes que reconocemos es que las empiristas feministas le
devolvieron a la epistemología su sentido original incluyendo el examen de
ambos tipos de conocimiento y, en especial, revalorizaron el conocimiento coti-
diano y su relación con la experiencia. Es éste un giro que devuelve la impor-
tancia del conocimiento de la vida cotidiana y cuestiona la innecesaria separa-
ción en tipos de conocimiento aparentemente antagónicos, diferenciación que,
por añadidura, muchas veces conlleva la desvalorización del conocimiento or-
dinario, erigiendo a la ciencia en el único tipo de conocimiento a través del
cual se puede alcanzar la “verdad”.
La filosofía tampoco está exenta de este tipo de desvalorizaciones. Históri-
camente, dentro de la gnoseología el saber cotidiano no ha sido considerado
relevante, como se observa en textos de presentación de la filosofía donde se
ubica el conocimiento filosófico como saber crítico en contraste con el saber
vulgar o ingenuo. De este modo, la filosofía compartiría con las ciencias la
característica de un conocimiento que está atento a lo que produce.
En la Argentina de mediados del siglo XX, Francisco Romero,2 por ejemplo,
refleja una forma de pensamiento descalificador del conocimiento ordinario.
Sus ideas no sólo son representativas de su época sino que se expresan en
concordancia con lo que acontecía en la filosofía del continente europeo. Rome-
ro caracterizaba de la siguiente forma el conocimiento ingenuo:
1. Esta suerte de conflictos y los modelos creados para superar las limitaciones de la corriente
dominante serán tratados a partir de la clasificación que realizara Harding. Para este tema,
también véase el artículo de Ann Garry (1997).
2. Francisco Romero nació en Sevilla en 1891 y murió en la Argentina en 1962. Se trasladó cuando
era muy joven a nuestro país, y ejerció la docencia universitaria en La Plata y Buenos Aires. En
este último centro sustituyó a Alejandro Korn en la cátedra de Metafísica.
66 ANA MARÍA BACH
3. Ernst Nagel nació en Praga en 1901 y emigró a Estados Unidos a los diez años, donde residió el
resto de su vida.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 67
4. Entre otros autores, Peter Berger iguala “sentido común” a conocimiento cotidiano. Sin embar-
go considero que en el ámbito del conocimiento ordinario el sentido común obra como criterio para
juzgar la adecuación o no de ciertas actitudes, creencias y comportamientos (Berger y Luckmann,
2005: 39).
5. Definición tomada del sitio de la Real Academia Española, www.rae/es/.
68 ANA MARÍA BACH
Epistemologías feministas
6. Es conveniente aclarar que hablar de “epistemología” en singular es sólo una forma de abreviar.
Tanto en el interior de la epistemología como en el de la epistemología feminista hay diversas
tendencias.
70 ANA MARÍA BACH
7. Sandra Harding no ubica la biología dentro de las ciencias sociales; claro que no es fácil encasi-
llar a esa ciencia.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 71
Con todos los riesgos que supone la acción de clasificar, como caer en super-
posiciones o usan criterios que no reúnan las condiciones necesarias y sufi-
cientes para cumplir el espectro con exhaustividad, la clasificación de Har-
ding es de utilidad para mapear la posición de las diferentes teóricas. No es
casual que su clasificación fuera tomada como referente por autoras como Lo-
rraine Code. En efecto, en la Enciclopedia de teorías feministas, Code retoma
y amplía la clasificación, adecuando el casillero de posmodernismo para in-
cluir otras perspectivas, a las que denominó “proyectos de posmodernismo ge-
nealógicos e interpretativos”. No obstante, algunas pensadoras se resisten a
que se las ubique de acuerdo con un criterio. Por ejemplo, suelen entremez-
clarse las epistemologías del “punto de vista” y los proyectos posmodernos,
cuando se atiende a los instrumentos de que se valen (Hesse-Biber y Yaiser,
2004; Ramazanoglu y Holland, 2002).
Empirismo feminista8
subjetividad ni del conocimiento en los niños y en las niñas con quienes tran-
sitan la adultez.
Al no considerar los presupuestos sociales, el empirismo supone que los
individuos son autónomos y autosuficientes. El sujeto que conoce es un sujeto
adulto sin características propias, sin emociones, descontextualizado, sin ubi-
cación histórica. Esta caracterización reviste para quienes adhieren a los pos-
tulados de las epistemologías fundacionales,9 sobre todo las racionalistas y las
empiristas, la ventaja de que se evitarían algunas formas de relativismo. En
el conocimiento científico, que se erige en forma privilegiada de conocimiento,
los sujetos de conocimiento pueden intercambiarse, asegurando de esta mane-
ra la objetividad. En estrecha relación con el primer compromiso, el segundo
pretende asegurar la neutralidad valorativa.
Una destacada autora representativa del empirismo feminista es Lynn
Hankinson Nelson, a quien nos dedicaremos a continuación.
9. Hankinson Nelson (1993: 152 n. 3) habla de epistemologías fundacionales para referirse a las
de la filosofía moderna. Elude así el compromiso de definir moderno/posmoderno.
10. Para caracterizar la epistemología naturalizada, retomaré las elocuentes palabras de Ann
Garry (1997): “La epistemología naturalizada […] tiene como centro la necesidad de responder a
la pregunta empírica «¿cómo hace la gente para llegar a sus creencias?» como parte del proyecto
epistemológico de responder cómo deberían arribar a sus creencias. Se supone que, al menos,
algún conocimiento es posible y se pregunta, empíricamente, cómo lo es. De este modo, no limito
la epistemología naturalizada a una ecuación estrecha o a la reducción de la filosofía a la psicolo-
gía, la ciencia cognitiva o la sociología. En cambio, se mantiene el foco tanto en el carácter del
mundo sobre quien conoce, en el contexto de un proyecto normativo. Creo que esta manera de
entender la epistemología naturalizada da lugar tanto a las formulaciones tradicionales como a la
feminista” (12).
74 ANA MARÍA BACH
11. La circularidad se verá como viciosa sólo si se piensa que la epistemología tiene que justificar
el conocimiento por reducción racional, es decir, por enunciados observacionales y relaciones lógi-
cas, pero esa no es la pretensión de una epistemología naturalizada, que no busca estándares
extrateóricos (Hankinson Nelson, 1993: 126).
76 ANA MARÍA BACH
Para Smith, una de las primeras teóricas en hablar desde esta perspectiva,
socióloga, activista militante del movimiento feminista, el punto de vista de
las mujeres se define por negación a las formas ideológicas que excluyeron o
no tomaron en cuenta su experiencia como sujetos de conocimiento (Smith,
1987). En su ensayo de 1974 “Women’s Perspective as a Radical Critique of
Sociology”, se ocupó de los principales aspectos concernientes a una teoría so-
ciológica que no debía ignorar los planteos de los movimientos de mujeres. La
línea de pensamiento a seguir tenía que incluir esencialmente el punto de
vista de las mujeres. Así, los valores asignados a los diferentes aspectos del
mundo cambiarían y se valorizaría el mundo de las actividades y los sucesos
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 77
domésticos. Por supuesto, esta visión no excluye a los varones, pero atiende a
su papel en el mundo de las mujeres, a sus aspectos domésticos o privados, a la
intersección entre lo público y lo privado. De esa manera, aparecen en forma
parcial, así como las mujeres son reflejadas de manera parcial en una sociolo-
gía del mundo masculino.
Sin embargo, para Smith, subrayar la existencia de esos dos mundos no
basta, pues la sociología desde la perspectiva de las mujeres aparecería como
un agregado a la sociología dominante. Muy pronto se tornan obvias las difi-
cultades que enfrenta este nuevo enfoque, dado que los métodos, las teorías y
los esquemas conceptuales de la sociología estándar están construidos y pen-
sados para un universo social masculino, aun cuando las mujeres hayan parti-
cipado en su edificación. La primera de las dificultades radica en la separación
entre cómo las mujeres sienten y experimentan el mundo a partir de su posi-
ción y los métodos y esquemas teóricos de que disponen para pensarlos. Una
segunda dificultad reside en que los dos mundos y las dos bases de conoci-
miento y experiencia no se encuentran en una relación de igualdad, sino que
se halla el mundo de lo doméstico subordinado y en relación de dependencia
con respecto al mundo de lo público.
Ambas dificultades están relacionadas de una manera especial. El efecto
de la segunda interactuando con la primera es imponer los conceptos y los
términos en los que es pensado el mundo de los varones como aquellos aplica-
bles y con los que las mujeres deben especular acerca de su propio mundo. De
esta manera las mujeres resultan alienadas de su experiencia. Las institucio-
nes que encierran la sociología en las estructuras ocupadas por los varones
son las mismas que confinan a las mujeres a la opresión. Así, entonces, una
posibilidad de acción consiste en abrir el cerrojo de la opresión doméstica para
permitir abrir el de la ciencia. Para lograrlo, Smith sugiere la necesidad de
encontrar una concepción diferente acerca de los medios para entender la ex-
periencia y sus condiciones, tanto de las mujeres como de los varones, en una
sociedad capitalista corporativa.
En el mismo ensayo señala otro tema caro a las ciencias, la filosofía y el
feminismo: el concepto de objetividad. La objetividad está basada en la sepa-
ración entre quien conoce y aquello que es conocido, pero en particular en la
separación de quien conoce de cualquier interés o sesgo propio, más allá de
aquellos autorizados por la disciplina. Smith insiste enfáticamente en que te-
ner interés en el conocimiento de algo no tiene por qué anular o invalidar el
conocimiento.
Asimismo considera que quien hace sociología entra a su campo de trabajo,
la sociedad, sin mayores cuestionamientos del orden conceptual con que reali-
za sus observaciones, análisis y explicaciones, como si no hubiera problemas
relativos al modo en que el mundo es percibido y descripto. Afirma:
por una sociología fundada en la vida del mundo cotidiano, ese mundo en el
cual las relaciones no están mediadas por los textos y en el que la voz de las
mujeres está silenciada, regido también por la autoridad de las voces mascu-
linas. Esta nueva dirección en la sociología busca un nuevo punto de partida
que incluya la experiencia de las mujeres y que entonces amplíe la perspec-
tiva de la manera dominante de investigar, que convierte a las mujeres en
objetos.
Asimismo, la narración es ilustrativa de un modo de abordar su trabajo
como teórica pues, en lugar de comenzar con datos externos de una investiga-
ción, toma como punto de partida su propia vida y la sensación de incomodi-
dad, de inquietud, que le produce habitar un mundo científico patriarcal.
Volviendo a “Women’s Perspective as a Radical Critique of Sociology”,
Smith (1996) aclara lo que no desea que se entienda por experiencia:
***
12. Harding desea mantener la retórica de la objetividad por la potencia y utilidad que tiene este
término en la tradición occidental, pero no puede usarlo sin calificativos porque, en su opinión, la
objetividad de la que se habla en esa cultura se ajusta a estándares débiles. De ahí que hable de
una objetividad fuerte, para instar a que cada vez se revean los estándares convirtiéndolos en
fuertes.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 85
13. El subrayado es para insistir en uno de los rasgos más importantes del feminismo: hacer
visible la generización.
86 ANA MARÍA BACH
Hill Collins señala que las teorías feministas de las mujeres blancas tam-
bién han contribuido a la supresión del pensamiento de las afro-norteamerica-
nas, reforzando la idea de supremacía y la visibilización excluyente de las
feministas blancas de clase media, algo que ya había sido denunciado por otras
teóricas negras, como bell hooks. Pero Hill Collins rescata dialécticamente las
posibilidades abiertas por esta triple opresión. Sostiene que las dimensiones
económicas, políticas e ideológicas de esa opresión conllevan la supresión de la
tradición intelectual del feminismo negro, pero esas mismas condiciones ayu-
dan a la creación de una posición que al mismo tiempo las mantenga en un
“fuera/dentro” (outside/inside) esencial para el activismo de las mujeres ne-
gras. La postura crítica que las intelectuales negras adoptaron frente a la
investigación tradicional, la feminista y la de las estudiosas negras, resultó
conformada por la cultura afrocéntrica y por esa particular postura “fuera/
dentro” que las llevó al activismo. Se produce así una dialéctica entre la opre-
sión y el activismo que surge de las experiencias de las afro-norteamericanas
y en alguna medida estimulan las ideas de las intelectuales negras. Esa posi-
ción marginal del estar “fuera/dentro” les brinda una óptica diferente a la vi-
sión de las teóricas feministas blancas y a la de los pensadores sociales y polí-
ticos negros, y conforma una comunidad intelectual distinta.
Pero para Hill Collins, el punto de vista de las mujeres negras se forja no
sólo a través de las experiencias que las afro-norteamericanas tienen en co-
mún: la simultaneidad de opresiones y el sentido de ser marginales “fuera/
dentro” en el caso de las intelectuales, sino fundamentalmente a través del
examen de las ideas cotidianas, las ideas que las mujeres comparten como
madres de familias extensas, como madres sucedáneas, como feligresas y como
maestras de niños y niñas en las comunidades negras.
Hill Collins encuentra que lo que falta en los análisis de las afro-norteame-
ricanas es el reconocimiento de la triple opresión inextricable entre raza, clase
y género que se actualiza en temas como el aborto o el acoso sexual entre los
más acuciantes. Sobre estas bases procura desarrollar un marco epistemológi-
co del pensamiento negro: las intelectuales negras crean el pensamiento femi-
nista negro16 al utilizar sus propias experiencias concretas como conocedoras
situadas. Pero si se intenta definir en qué consiste el pensamiento feminista
negro, se cae o en presentar la raza como algo fijo e inmutable que comparte
ciertas características biológicas, o en atribuirle al término “feminista” un sen-
16. Si bien Collins usa la expresión “pensamiento negro” como sinónimo o, mejor dicho, abreviatu-
ra de “pensamiento feminista” afro-norteamericano, hace notar que sabe que no son equivalentes.
Seguiremos su convención para ser fieles al original.
88 ANA MARÍA BACH
tido biológico, como sucede con las feministas radicales, que sostienen que sólo
las mujeres pueden ser feministas.
Sobre esta base, Collins nos propone cinco dimensiones clave en la ubica-
ción de las mujeres afro-norteamericanas.
La primera corresponde a los temas medulares. Considera crucial una he-
rencia de enfrentamiento por la situación de lucha en la búsqueda por la su-
pervivencia entre dos mundos: uno, el de la supremacía blanca, y el otro, el de
la opresión y la dominación a la que son sometidas las personas negras. En
particular, en lo que se refiere a la experiencia de las mujeres negras, resulta
fundamental la estimulación de su autoconfianza e independencia (creo que
paradójicamente) desarrollada a partir de su vulnerabilidad ante violaciones,
sea en la calle, en su casa o en el trabajo. Esto explica que las intelectuales
negras trabajen el tema del entrelazamiento entre las múltiples opresiones de
raza, género y clase.
La segunda corresponde a las respuestas a tales temas, en las que encuen-
tra que existe diversidad entre las mujeres negras asociadas a una multiplici-
dad en cuanto a las experiencias concretas, que a la vez determinan distintas
reacciones. Las pensadoras negras deben enfrentar no sólo el racismo y sus
estereotipos, como que las mujeres blancas son más inteligentes que ellas, las
personas de clase media más que las de clase baja, sino también las jerarquías
discriminatorias relacionadas con la elección sexual, que equivalen a afirmar
que las heterosexuales son “mejores” que las lesbianas, o las producidas entre
etnias, regiones geográficas, urbanización, la diferencia por edad, todos ellos
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 89
17. Denominado eje de “política de dominación” para bell hooks y eje de “matriz de dominación”
por Collins.
18. Este determinado grado de conciencia individual es del mismo nivel que el de autoconocimien-
to que se desea lograr a través de los grupos de autoconciencia y que las intelectuales negras
continúan desarrollando.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 91
***
Las tres teóricas elegidas como representativas del punto de vista presen-
tan variaciones significativas de la misma perspectiva. Las teóricas del punto
de vista son las que contribuyeron a la constitución de una epistemología fe-
minista cuyo basamento radica en las experiencias de las mujeres en sus im-
plicaciones sociales y culturales. Sin embargo, las tres autoras, Smith, Har-
ding y Collins, aportan distintas facetas a la construcción epistemológica. Por
una cuestión generacional y de piedra fundamental en el tema, expuse prime-
ro el pensamiento de Dorothy Smith que abarca y supera en sus críticas a la
dominación el aspecto político del pensamiento de Sandra Harding, quien no
puede evitar caer en posiciones clasistas. Asimismo, Smith parte de la explo-
ración cotidiana de su propia experiencia en las esferas doméstica y académi-
ca para mostrar cómo, a través de distintos niveles de reflexión sobre ella,
elabora la teoría. Harding, por su parte, se centra en las características de una
investigación científica que atiende a las experiencias de las mujeres y aporta
elementos para la realización de un trabajo científico feminista.
Este apartado se cierra con la consideración de las ideas de Hill Collins
porque a partir del pensamiento afro-estadounidense parece completarse la
92 ANA MARÍA BACH
necesidad de empezar desde un punto de vista de las mujeres que sea más
abarcador que el de pensadoras de color “blanco”, como Smith y Harding, por-
que la consideración de la experiencia de las mujeres negras permite plantear
una nueva posición capaz de aprehender otras experiencias sin necesidad de
centrarse exclusivamente en la propia. Y aunque Smith reconoce las diferen-
cias raciales, Hill Collins afirma que no pueden teorizar sobre esas experien-
cias quienes no hayan pasado por ellas.
El pensamiento posmodernista
20. Entendido como el espacio en el que se desenvuelven los grupos humanos en su interrelación
con el medio ambiente.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 95
cada versión añade tonos y formas a las otras, con ondas a la vez cacofó-
nicas y armoniosas. (190)
21. En “Who cares?” Code aclara que se refiere a las corrientes positivistas-empiristas de princi-
pios del siglo XX y que fueron continuadas en algunos aspectos por el neopositivismo. Consideran
que las ciencias naturales son el modelo de conocimiento y las proposiciones “S conoce que p”,
derivadas de la evidencia observacional simple, como afirmaciones de conocimiento paradigmáti-
co, donde S y p son portadores de lugar, reproducibles e intercambiables de forma infinita (Code,
1995b: 105).
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 99
Code hace un uso libre, no técnico, de ciertos términos como “espacios retó-
ricos” y “espacios discursivos”, justamente para referirse a temas que no per-
tenecen a la epistemología ortodoxa. “Espacios retóricos” son los lugares en los
que se actúa y se conoce y donde quien actúa en ellos debería ser sensible a la
recepción que pueda tener. Se trata de campos de investigación vigilados don-
de se sabe qué se puede decir y qué no, sea por prohibiciones explícitas o por
percepciones anquilosadas acerca de lo que vale la pena de ser investigado.
Sin embargo, tratar de rescatar el valor de la experiencia no tiene que lle-
var del polo de desvalorizarla a considerarla inmune a la crítica y a la investi-
gación.
En la década de 1990 la cuestión que inquietó tanto a las militantes activis-
tas como a las investigadoras fue la política de cómo hablar en nombre de otra
mujer. En “Who cares?”22 Code afirma que recontar e interpretar experiencias
es vital para la formación de la subjetividad. Las mujeres tienen que aprender
de sus propias experiencias ya que su agencia subjetiva no está presente en
los mecanismos de los análisis imparciales. Para lograrlo, sus experiencias
tienen que ser mediadas teóricamente en debates multimediados, dialógicos,
donde se evite el monologismo y las imposiciones que parecen no venir de
ninguna parte. Las investigadoras tienen que resistir tratar a la experiencia
como un dato espontáneo e inviolable (Code, 1995b).
Otra forma de recuperar la voz de las mujeres se da a través de los relatos
que fueron excluidos de las versiones de la epistemología anglosajona, una
epistemología que, además de descarnada, optó por un discurso de carácter no
narrativo. Si se rescatan y cuentan esos relatos, entonces se coloca la episte-
mología en un lugar diferente: se la ubica entre las vidas y los proyectos de
personas que conocen que tienen un género, que están encarnadas y que viven
una situación particular.
22. “¿A quién le importa?” es, según Code, una pregunta epistemológica aunque no lo parezca de
primera intención. En ella se refleja que en el conocimiento hay valores en juego.
23. Objetos a los que ella denomina medium-size.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 101
les, localmente elaboradas, son uno de los espacios más productivos para la
investigación epistemológica. La intención de Code no es presentar los testi-
monios en primera persona como sitios de búsqueda de hechos claros e incon-
testados.24 Las decisiones normativas son, así, dependientes de la evidencia
descriptiva y sitúan esa evidencia en prácticas y subjetividades donde sus efec-
tos e implicaciones pueden ser evaluados. La multifacética evidencia de la que
dependerán los juicios normativos hace improbable la emergencia y el consen-
so alrededor de un criterio de evaluación único y universal. No obstante, los
juicios normativos que se establezcan serán más adecuados a las circunstan-
cias y a lo que la gente necesita para estar capacitada para conocer que los que
se realizan sobre la base de análisis formales.
A manera de resumen de su compleja posición, dice la autora sobre sí mis-
ma:
Este párrafo nos remite al proyecto en el que trabajaba Code hacia finales
del siglo pasado, el que denomina modelo ecológico o también en otras oportu-
nidades relato ecológico. Por “ecología” entiende tanto la ciencia que estudia
modelos en la naturaleza, hace diseños de cómo interactúan las poblaciones
con el mundo que las rodea y produce patrones de comunidades y ecosistemas
sea en forma cooperativa o competitiva, así como también al estudio de las
relaciones de plantas y animales entre sí y con su hábitat. A partir de una
lectura de estas formas de definir la ecología, sea en forma literal o metafóri-
camente, propone una epistemología basada en la ecología que representaría
un desarrollo más refinado que las líneas de pensamiento tradicionales. Tanto
el conocimiento como la subjetividad siguen siendo centrales en el modelo eco-
24. Esta afirmación la apoya con numerosa bibliografía en una nota al pie en la página 160.
UN GIRO DE 180 GRADOS: EXPERIENCIA Y CONOCIMIENTO 103
***
A modo de cierre de este capítulo, señalo como un rasgo común a las teorías
feministas que enfatizan la dimensión cognoscitiva de la experiencia el hecho
de considerar que el saber cotidiano no se puede separar del científico. Tales
enfoques admiten el carácter continuo entre lo que se entiende por experien-
cia cotidiana y la experiencia que es sujeto de investigación: si bien nos desem-
peñamos en distintos roles, somos la misma persona, por ejemplo, alguien a
quien se le ocurre cómo resolver un problema importante mientras se baña,
una tarea ordinaria pero cada día distinta que, en principio, no tiene nada que
ver con aquel problema.
Las teóricas del empirismo feminista adhieren a un cierto tipo de realismo
que supone la existencia de un mundo independiente de quien conoce. Supo-
nen también que los sesgos sexistas son controlables mediante la estricta apli-
cación a normas metodológicas, que la subjetividad del investigador puede ser
controlada si se atiene a los procedimientos neutrales diseñados para producir
idénticos resultados entre los investigadores, liberándolos de una visión ses-
gada y de que se podría alcanzar la verdad. Si bien estos supuestos las mantie-
nen cercanas al empirismo tradicional, comparten con las demás epistemolo-
gías feministas la consideración del conocimiento como producido socialmente
y no meramente como patrimonio individual característico del sujeto de la
modernidad.
Con respecto a las diferencias entre las epistemólogas empiristas y las del
punto de vista, las segundas reconocen otras diferencias como las de clase y
han dejado de lado la ceguera de colores, en tanto una forma de racismo de las
teóricas WASP que veían sólo el color blanco.
En efecto, en Harding encontramos un desarrollo considerable del llamado
punto de vista, pues no sólo habla de la experiencia de varones y mujeres de
clase media que se desenvuelven en instituciones sino que reconoce a la clase
como variable. Otras autoras, por su parte, han subrayado que aunque se ha
demostrado fehacientemente que desde el punto de vista biológico la noción de
raza no tiene fundamento, sí se la sigue usando y manteniendo como construc-
ción social, como concepto sociológico. Admitir esto implica reconocer entonces
las diferencias raciales y el valor del punto de vista del pensamiento negro
teorizado por Hill Collins.
Tales diferencias han sido contempladas con una mayor naturalidad por
104 ANA MARÍA BACH
1. En las citas recurro a la traducción al castellano de Eva Espasa, incluida en la obra Feminismos
literarios. Los números de páginas de las citas también responden a esa traducción.
2. Scott introduce el giro lingüístico en la historia al proponer una historia discursiva que busca
explicar los procesos por los que se crean los conceptos y dar cuenta de cómo se crean y/o transfor-
man los discursos (Luna, 2002).
3. El siguiente es un pasaje muy citado y analizado porque, a partir de este caso, Scott desarrolla
su postura acerca de la experiencia.
CUANDO NO HAY PALABRAS: EXPERIENCIA Y LENGUAJE 107
autónomos que actúan según el libre albedrío, sino sujetos cuya agencia se
crea mediante situaciones y estatus que les son conferidos. Ser un sujeto sig-
nifica estar “sujeto a condiciones definidas de existencia, condiciones de atri-
bución de agentes y condiciones de ejercicio”. Estas condiciones permiten op-
ciones, aunque éstas no son ilimitadas. Escribe:
6. Ha contestado esas críticas incluso a quienes opinan que hay otras experiencias que son consi-
deradas no discursivas (entre otros, Holt, 2004; Scott, 2004).
7. Es conveniente aclarar que ambas posiciones deben ser estudiadas en el contexto en el cual se
desarrollaron, así como tener en cuenta contra qué posiciones se yerguen. Cada una tiene su valor
en su función crítica, quizá sólo la distancia es la que nos permite identificar sus respectivas
limitaciones.
CUANDO NO HAY PALABRAS: EXPERIENCIA Y LENGUAJE 111
zan en su totalidad pues valoran ciertas críticas surgidas desde esa posición.
No obstante, suele considerarse que las políticas que favorecen la emancipa-
ción necesitan de una noción de sujeto a fin de dar nombre a una conciencia de
la opresión y establecer un punto inicial de resistencia.
El enfoque de Young sobre la experiencia y la subjetividad queda condicio-
nado, entonces, por su preocupación pragmática por la emancipación. Señala
que la descripción de la experiencia como expresión de las acciones de un suje-
to tiene una doble función política. En primer lugar, nombra formas y signifi-
cados de opresión. Describir los procesos de vida social desde el punto de vista
del sujeto aporta al lenguaje los daños y las heridas de la estructura opresiva
y esto sólo se puede lograr a partir de la descripción de la experiencia. En
segundo lugar, mantiene abierta la posibilidad de resistencia. La experiencia
nombra un momento de agencia creativa en procesos sociales, que no puede
ser finalmente completada o categorizada por las estructuras opresivas domi-
nantes. Describir las clases de opresión, la experiencia de opresión y la agen-
cia creativa de los oprimidos puede ayudar a la resistencia y al surgimiento de
concepciones de alternativas.
Young dedica una parte de su libro, compuesta por cuatro ensayos, a la expe-
riencia femenina del cuerpo. Los artículos fueron escritos en el marco de la feno-
menología existencialista, inspirados particularmente en el pensamiento de
Merleau-Ponty. Como es sabido, Merleau-Ponty ubica la conciencia en el cuerpo
en oposición al dualismo mente/cuerpo. Para él la conciencia tiene un funda-
mento en la percepción, en el sentimiento del cuerpo viviente, que se mueve
entre las cosas con una orientación intencional, tesis que Young hace suya.
En diversos campos de estudios sociales y culturales recientes es muy ge-
neralizada la reflexión acerca de los cuerpos, del significado de las imágenes
de los cuerpos en la publicidad, por ejemplo, así como de las múltiples y con-
tradictorias construcciones de la sexualidad. Por lo común esos análisis se
concentran en el cuerpo como imagen que aparece en textos y discursos, sean
visuales, escritos u orales. Sin embargo, pocas veces teorizan acerca del cuer-
po, ese cuerpo que Susan Bordo llama el cuerpo práctico y Merleau Ponty,
cuerpo viviente. Es el cuerpo viviente de un sujeto encarnado el que tiene expe-
riencia táctil, de movilidad, de peso, de dolor. Young reflexiona acerca de cómo
ese sujeto se maneja a través del cuerpo y cómo ese sujeto siente a través de
esa encarnación. La fenomenología existencialista, sin embargo, continuó el
humanismo de la filosofía moderna al tratar al sujeto como neutral y mante-
niendo la experiencia del varón como norma de la experiencia humana. Aun-
que Merleau-Ponty aclara que el cuerpo es sexuado, sólo habla del sexo mas-
culino manteniendo de esa manera el androcentrismo.8 Esto es lo que Young
supera al destacar que la experiencia corporal es sexuada y generizada.
este punto que señalan que Merleau-Ponty en sus clases y en textos no tan divulgados habla
también del sexo femenino.
CUANDO NO HAY PALABRAS: EXPERIENCIA Y LENGUAJE 115
9. Aunque figura como aclaración de la autora que es una edición revisada y ampliada del artículo
“Phenomenology, Post-structuralism, and Feminist Theory on the Concept of Experience”, la ver-
sión es prácticamente idéntica (Alcoff, 2000).
CUANDO NO HAY PALABRAS: EXPERIENCIA Y LENGUAJE 117
conocimientos […] sin algún reconocimiento del rol principal, por cierto,
formativo de la experiencia en el establecimiento y el funcionamiento de
sistemas teóricos, sociopolíticos, constructos estéticos y valores morales
y políticos, el feminismo no tiene bases para disputar las normas patriar-
cales. Merleau-Ponty, como uno de los pocos teóricos más o menos con-
temporáneos dedicados a la primacía de la experiencia, está, así, en una
posición única para ayudar a darles profundidad y sofisticación a los sa-
beres y las prácticas feministas de la experiencia en las tareas de la ac-
ción política. (135)
1. Véase el capítulo 1.
[ 121 ]
122 ANA MARÍA BACH
hecho
lingüístico
PATRIARCADO DIMENSIONES
Scott
Inextricablemente unidas
PSICOLÓGICA POLÍTICA COGNOSCITIVA
victimi- proceso opresión libera- her- forastera/ teorizar a acto de comuni- personal/ relatos contexto
zación semiótico ción man- exclusión partir de la resistencia dades político y acción
ATANDO CABOS
1. En ese trabajo la antropóloga Gayle Rubin (1998), nacida en 1949, reconsidera la obra antro-
pológica de Claude Lévi-Strauss en el contexto del feminismo marxista y ubica el género como
DEL ACTIVISMO A LA UNIVERSIDAD 135
sitio primario de la opresión de las mujeres en lugar del trabajo. Según Rubin, cada sociedad
tiene un sistema de sexo/género, que en una primera definición “es el conjunto de disposiciones
por el que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad huma-
na y satisface esas necesidades humanas transformadas” (17). Rubin se destacó también por
sus conceptos del pluralismo sexual radical y de la construcción de la prostitución como una
identidad sexual-política.
136 APÉNDICES
2. Lo mismo ocurre en nuestro país y, por más que prefiero hablar de teorías feministas porque
hacen referencia más explícita a las mujeres, usaré ambos términos indistintamente.
DEL ACTIVISMO A LA UNIVERSIDAD 137
las mujeres para razonar es diferente e inferior a la de los varones como las
clásicas observaciones aristotélicas. El develamiento de sesgos androcéntricos
consistió, asimismo, en la denuncia de las teorías que tratan a las mujeres
como instrumentales a los intereses de los varones o a las de las instituciones
dominadas por los varones, como la familia o el Estado. Asimismo, como con-
secuencia de la crítica al androcentrismo se atendió a cuestiones derivadas de
la ausencia y/o el encubrimiento de las experiencias de las mujeres, las cues-
tiones ligadas a la sexualidad y a la vida doméstica, históricamente concep-
tualizadas como pertenecientes al ámbito privado, considerado el ámbito pro-
pio de las mujeres.
Científicas sociales y filósofas, entre otras teóricas, comenzaron a analizar
tal diversidad de temas con las herramientas teóricas de que disponían, pero
cuando los proyectos encontraron dificultades emprendieron el examen de las
herramientas y las técnicas mismas, embarcándose en una investigación críti-
ca cada vez más profunda. Un ejemplo lo constituye la revisión de la corriente
de la filosofía analítica. Filósofas formadas en esa tradición comenzaron a ha-
cer filosofía desde el punto de vista feminista con criterios analíticos, como la
rigurosidad en la argumentación, pero encontraron, como en otros modos de
hacer filosofía, hipótesis, conceptos y métodos sesgados masculinamente (Ga-
rry, 1997).
El campo de la filosofía es uno de los que más se ha resistido a la introduc-
ción del enfoque feminista en la academia y a considerar filosóficas las obras
de teóricas feministas que provengan de otros campos como el de la literatura,
pero cuyo pensamiento se considera filosófico, o a la producción de las mismas
filósofas feministas. Andrea Nye afirma que la prevención contra la obra de
las filósofas citadas que supone que ése no es modo de hacer filosofía es simi-
lar a las reservas con que los aristotélicos en las universidades medievales
desalentaban la lectura de trabajos como los del recién llegado Descartes, o
como el caso de la academia germana que ignoró al positivismo lógico del Cír-
culo de Viena, y en el presente como algunos filósofos/as analíticos/as descar-
tan el pensamiento feminista y el multiculturalista como mera “política”. Esta
actitud, opina Nye (1998), lejos de ilustrar una clara delimitación entre lo que
es filosofía y lo que no lo es, marca un perfil de la filosofía como cuerpo de
conocimiento en continua redefinición. Pero a veces lo que se considera pro-
piamente el método y propósito de la filosofía son sustentados como dogma,
como sucede actualmente en la filosofía académica de habla inglesa. De la
misma manera las consideraciones señaladas se aplican a las ciencias natura-
les y sociales, como lo han mostrado autoras como Evelyn Fox Keller o Sandra
Harding entre tantas otras (Bach, 1999).
Un tema que también reviste importancia en este período de la segunda
ola es el de la lógica de la diferencia de género, basado en la suposición de que
la familia nuclear patriarcal, en particular, construye socialmente distintos
sentidos del yo en los varones y en las mujeres. Esta hipótesis de que las mu-
138 APÉNDICES
jeres tienen un yo diferente, deseos y formas de relacionarse con los otros dis-
tintas de las de los varones, fue analizada desde distintos puntos de vista
teóricos a través de diferentes disciplinas filosóficas y de las ciencias sociales:
desde la epistemología, por la epistemología del punto de vista feminista, y
desde la ética por las teorías feministas de Carol Gilligan Sara Ruddick y
Virginia Held, entre otras. Este tipo de trabajos continúa su desarrollo en
ensayos con el fin no sólo de extender y corregir la ética del cuidado sino evitar
que estas preocupaciones queden relegadas al ámbito de lo privado. Quienes
hacen teoría de género argumentan que hay todo un campo que ha sido des-
atendido y apuntan a que existen formas femeninas de conocer, ser y valorar
que han sido ignoradas por quienes elaboraron los saberes críticos (Belenky,
Goldberger y Tarule, 1986). Así, la exclusión de las mujeres de la práctica de
las humanidades y de las ciencias se muestra en la aceptación de perspectivas
que reflejaron experiencias y preocupaciones que son característicamente
masculinas, como se muestra, por ejemplo, en la importancia que se da en la
cultura occidental a valores considerados superiores, la autonomía, la igual-
dad o la imparcialidad por ejemplo, sin reparar en que descansan en una con-
cepción de la naturaleza humana que representa a individuos esencialmente
separados de los otros.3
Teóricas como Gayatri Chakravorty Spivak, Cherríe Moraga, María Lugo-
nes, bell hooks y Gloria Anzaldúa han señalado que la corriente que sostenía
la diferencia de género oscureció otras diferencias como las de clase, raza y
color.
Los movimientos del posmodernismo y del posestructuralismo marcaron
significativamente a los estudios de género que tuvieron un papel importante
en las discusiones de las humanidades y las ciencias sociales en los 80.
Las críticas de la teoría de la diferencia de género, que sostiene la diferen-
cia entre mujeres, se mezclaron con las críticas posmodernas a la teoría de
género en una concepción posmodernista de la diferencia. Sus cultoras mani-
fiestan preocupación por el riesgo de caer en esencialismos si se toma el géne-
ro como categoría universal, así como sucedió con el concepto de mujer, ya que
lo universal contribuye a enmascarar la opresión de las mujeres en la conside-
ración de una clase de mujeres privilegiada: la mujer blanca de clase media.
Así, posmodernistas entre las que se incluyen Donna Haraway, Teresa de Lau-
retis, Jane Flax, Judith Butler y feministas foucaultianas desafían el esencia-
lismo inherente a la idea de género porque consideran que así se postula una
forma de ser femenina fijada, que no es concebida ni construida socialmente.
Estos temas se debaten dentro del marco de la polémica aún no resuelta de la
dicotomía igualdad/diferencia que está presente desde los comienzos del femi-
nismo y que tiene especial interés en la filosofía de las ciencias sociales, tanto
en el campo de la ética como en el de la política.
4. Aunque no siga el auge de los grupos de autoconciencia, es siempre necesario que cada una
devenga feminista, y esto, aunque sea a través de lecturas, se logra por un proceso de toma de
conciencia, experiencia similar a la que se llevó a cabo en los primeros grupos.
140 APÉNDICES
más de diferenciarse por el tipo de temas que abordan, por ejemplo las sexua-
lidades, el reconocer como marco de sus reflexiones al posmodernismo, y que
el tipo de intercambio entre sus adherentes se vio favorecido por el desarrollo
de la tecnología, a través del correo electrónico y del dominio del ciberespacio,
dado que como jóvenes graduadas les resulta muy costoso asistir a los encuen-
tros de la Society for Women in Philosophy (SWIP) (Alfonso y Triglio, 1997).
Claire Snyder, en “What is Third-Wave Feminism? A New Directions Es-
say” (2008), aclara que a los problemas teóricos planteados durante la segun-
da ola los feminismos de la tercera proponen tres movimientos tácticos. En
primer lugar, en respuesta al colapso de la categoría de mujer sucedido duran-
te la segunda ola, priorizan las narrativas personales que muestran una ver-
sión de un feminismo que se produce a través de intersecciones y perspectivas
múltiples. En segundo lugar, y como consecuencia del auge del posmodernis-
mo, frente a la síntesis adoptan la multiplicidad de voces y la acción por sobre
la justificación teórica. Finalmente, rechazan las grandes narrativas a favor
de un feminismo que opera como una hermenéutica crítica en el amplio espec-
tro de posiciones discursivas y favorecen el advenimiento de políticas de coali-
ción.
Así como entre los movimientos de la primera y la segunda ola se puede
establecer una diferencia en cuanto al cumplimiento de sus objetivos, no suce-
de lo mismo entre la segunda y la tercera porque entre ambos movimientos no
hay límites distinguibles, pues podríamos afirmar que los objetivos de la se-
gunda ola no se han alcanzado y se continúa ahondando en la cada vez mayor
complejidad de los mismos temas en una búsqueda que parece no tener final.
Lo cierto es que en general se considera que la metáfora de las olas es poco
feliz en esta ocasión porque conviven generaciones de la segunda y la tercera
ola abordando los mismos temas, muchas veces desde los mismos marcos, como
es el caso del posmodernismo. También es cuestionado el hecho de que se con-
sideren pertenecientes a la segunda ola feminismos tan diversos como el de
las primeras teóricas feministas blancas y el de las múltiples diferencias, y las
mismas feministas estadounidenses reclaman que esta metáfora se aplica sólo
al feminismo anglosajón. Por esta imprecisión prefiero referirme a las décadas
aunque tal diferenciación tampoco marque puntos estrictos de cambios, ya
que en rigor las teorías feministas comienzan hacia la segunda mitad de la
década de 1970. Sin embargo, resulta más orientadora que la metáfora de las
olas.
Un aporte interesante a la caracterización de las dos décadas estudiadas es
la de Seyla Benhabib (1999), quien define las décadas de 1980 y 1990 afirman-
do que si fragmentación fue la palabra clave en los 80, hibridaje es la palabra
clave de los 90; si el choque cultural fue el horizonte de los 80, multiculturalis-
mo y poliglotismo es el marco de los 90. Frente a esta situación, sostiene que el
proyecto del feminismo contemporáneo debe ser repensado teniendo en cuen-
ta que el horizonte contemporáneo aparece como una nueva constelación for-
DEL ACTIVISMO A LA UNIVERSIDAD 141
6. La que sigue es la posición de Braidotti pero no, por ejemplo, la sostenida por de Lauretis, que
es posestructuralista y toma justamente la noción de ideología de Louis Althusser como parte de
su marco teórico.
RAZONES Y SINRAZONES DE LOS “POST” 147
7. Seminario “El estructuralismo, ¿una destitución del sujeto?”, dictado por Balibar en Buenos
Aires, septiembre de 2001.
8. Weedon intenta una distinción más cercana a la habitual en su entrada de la Enciclopedia de
2000, pero no olvidemos que fue en Estados Unidos donde se usaron indistintamente ambas posi-
ciones como sinónimas. Pese a su esfuerzo, realiza una mejor caracterización del posestructura-
lismo que del posmodernismo ya que, cuando se refiere al posmodernismo, dice “posestructuralis-
tas y posmodernistas”. El artículo de 1998, en cambio, se titula “Posmodernismo” y en él habla
tanto de posestructuralistas como de posmodernistas, sin establecer distinción (Weedon, 1998).
9. Si bien las teorías citadas son masculinas, esto es una muestra más de la invisibilidad de la
mujer en los distintos ámbitos, pero entre la descripción de Weedon de 1987 y el artículo que
148 APÉNDICES
publicara en 2000 hay nuevamente una diferencia notoria dada a la importancia de la producción
feminista ya que se incorporan las voces de Irigaray y Kristeva, además de las referencias a
Butler y Braidotti (Weedon, 2000).
Eso que llamamos patriarcado
10. Agradezco las valiosas sugerencias de Mabel Campagnoli y Mónica Tarducci al leer una
primera versión de este trabajo, quienes contribuyeron al enriquecimiento de este apartado en
especial.
[ 149 ]
150 APÉNDICES
puede ejercer y, aun en el caso de que se los ejerza, la ideología patriarcal sigue
subsistiendo en formas sutiles.
En la teorización de las feministas marxistas encontramos un fuerte énfa-
sis en la íntima relación entre patriarcado y el modo capitalista de producción.
Pero esta relación tiene derivas, siendo de relevancia la diferencia entre las
feministas radicales y las socialistas que tampoco constituyen en sí un bloque
homogéneo.
La introducción del tema del patriarcado en el discurso del feminismo de la
“segunda ola” data, según Code (2000), de la publicación de Política sexual de
la feminista radical Kate Millet en 1969.11 En su ensayo Millet (1995) presen-
ta, en una primera parte, el patriarcado como institución política y la familia,
la sociedad y el Estado como las instituciones patriarcales que lo sostienen y
refuerzan. Aunque el patriarcado se vista con distintos ropajes en las diferen-
tes sociedades, Millet considera que en todas ellas se ajusta a dos principios: el
primero, que los varones dominan a las mujeres y el segundo, que los varones
mayores dominan a los más jóvenes.
Teóricas del feminismo socialista elaboraron la teoría que Iris Marion Young
denominara “sistema dual”, cuyos elementos son el capitalismo y el patriarca-
do considerados sistemas paralelos que se refuerzan y legitiman uno al otro.
En el modo de producción capitalista la explotación bajo el capital se basa en
la apropiación de la plusvalía que generan quienes trabajan, mientras que en
el modo de reproducción del sistema patriarcal el que resulta beneficiado del
trabajo doméstico de la mujer es el varón que, en tanto receptor de los servi-
cios que le presta la mujer en la casa, queda liberado de los trabajos cotidianos
de mantenimiento. Además, en cuanto estos servicios domésticos no se compu-
tan como “trabajo” y por lo tanto no se paga por ellos, tanto el varón como el
sistema capitalista, que se sirve de trabajadores listos para continuar su tra-
bajo, resultan favorecidos. Así, capitalismo y patriarcado se refuerzan uno al
otro.
Pero la teoría de los sistemas duales es más compleja ya que, a pesar de
que todas sus expositoras describen el capitalismo como una estructura mate-
rial o modo de producción enraizado históricamente, sólo algunas describen el
patriarcado como una estructura material o modo de reproducción/sexualidad
enraizado históricamente en una época dada. Fuera de la asociación histórica-
mente dada, otras autoras no describen el patriarcado como un modo de repro-
ducción sino como una estructura ideológica o psicológica no material que tras-
ciende las contingencias del tiempo y del espacio.
Las limitaciones que Young les encuentra a las teorías del sistema dual
están en consonancia con las críticas que se le realizan al marxismo, en espe-
11. Las feministas teóricas radicales han utilizado las herramientas teóricas del marxismo, el
psicoanálisis y el anticolonialismo.
ESO QUE LLAMAMOS PATRIARCADO 151
cial el ser ciego al sexismo. Por ello, contrapuso a las teorías de los sistemas
duales la del sistema unificado y lo llamó así porque trata los sistemas capita-
lista y patriarcal en forma conjunta. Considera que capitalismo y patriarcado
están indisolublemente unidos como la mente al cuerpo. Pero, además, porque
es contra ambos sistemas tomados en forma conjunta contra los que se debe
luchar desde el feminismo.
Una teoría de la opresión de la mujer que sostenga que el capitalismo es
esencialmente patriarcal podría cambiar la relación entre la práctica feminis-
ta y la lucha por transformar las instituciones y las relaciones capitalistas.
Para Young (1992), si nuestra marginalización y nuestra función como fuerza
laboral secundaria han sido centrales para el desarrollo histórico y la existen-
cia actual del capitalismo, entonces la lucha contra nuestra opresión y margi-
nalización dentro de esta sociedad es, en sí misma, anticapitalista.
Pero una teoría unificada tiene que encontrar un concepto a través de cu-
yas lentes examinar ambos sistemas. Así, Young lo encontró en la “división del
trabajo” y Alison Jaggar en la “alienación” (Beechey, 1979; Amorós, 1994).
Sin embargo, el patriarcado ha sido sujeto de otros análisis que lo conside-
ran anterior al sistema capitalista. Varias teóricas feministas entienden la
existencia del patriarcado como sistema histórico, anterior a la civilización
occidental, que ha mantenido a las mujeres subordinadas a los varones en las
distintas esferas como la privada, la política, la cultural, la social o la familiar,
entre otras.
La dificultad para definir el patriarcado radica en que es un sistema que
atraviesa la historia, que se acomoda de acuerdo con las distintas épocas y que
sólo puede ser explicado con referencia a sí mismo. Un claro ejemplo de esto lo
provee la caracterización de patriarcado que propusiera la historiadora femi-
nista Gerda Lerner en su obra La creación del patriarcado. Para esta autora,
en el patriarcado la dominación sexual subyace en la dominación de clases y
de razas.
años, desde aproximadamente el 3100 al 600 a.C. Lerner sostiene que la apro-
piación por parte de los varones de la capacidad sexual y reproductiva de las
mujeres ocurrió antes de la formación de la propiedad privada y de la sociedad
de clases. Dado que los Estados arcaicos se organizaron como patriarcado,
tuvieron sumo interés en mantener la organización de la familia patriarcal,
paternalista, institucionalizada por primera vez en el código de Hammurabi.12
Fue durante el segundo milenio a.C. cuando la formación de clases se dio
de tal forma que los servicios sexuales y el estatus económico de las mujeres se
unieron inextricablemente. Esto contribuyó a separar a las mujeres en “respe-
tables” y “no respetables”, diferencia marcada en algunas sociedades por el
uso del velo de las mujeres que “pertenecían” a un varón.
Debemos a Aristóteles la elaboración teórica de la diferencia entre varones
y mujeres para la civilización occidental, al sostener que “el macho es por na-
turaleza superior y la hembra inferior; uno gobierna y la otra es gobernada,
este principio de necesidad se extiende a toda la humanidad” (Política 1254 b
13-15). Esta ya clásica cita de la filosofía feminista muestra no sólo la natura-
lización de la diferencia entre varones y mujeres sino también la existencia de
las dicotomías jerárquicas.
En distintos pasajes de su obra afirma como “natural” la inferioridad men-
tal de las mujeres basándose en supuestos biológicos esencialistas, por la fun-
ción en la reproducción que ellas tienen. Asimismo, a partir de la justificación
lógica de la diferencia de los sexos y de la inferioridad de las mujeres, Aristóte-
les justificó la dominación de clases, de los amos respecto de los esclavos, al
asimilar los esclavos a las mujeres.
Sin embargo, es sostenida la idea de un patriarcado universal y homogéneo
o de dominación masculina al que se debe la opresión de las mujeres. Para
Judith Butler, esta idea de un patriarcado universal no da debida cuenta de
cómo funciona en concreto en cada sociedad. En este sentido Butler (2001)
formula una serie de preguntas críticas que habría que plantear a quienes
sostienen esa hipótesis.
12. Sexto rey de la dinastía semita de Babilonia, quien instauró la monarquía hereditaria por
vía masculina. (c. 2000 a.C.). Quizá estas reflexiones valgan también para las sociedades prees-
tatales.
ESO QUE LLAMAMOS PATRIARCADO 153
Carol Pateman, por su parte, presenta una visión alternativa que acuerda
con la existencia del patriarcado, pero rechaza la necesidad de los estudios de
Lerner que se remontan a un pasado tan lejano cuando lo que estamos vivien-
do es un patriarcado que denomina moderno. Propone distintas etapas del
patriarcado con el propósito de dar fin a los enmarañados debates y aclarar
ciertas confusiones acerca de su sentido. Distingue, así, tres formas del argu-
mento patriarcal que no son mutuamente excluyentes. A la primera la deno-
mina pensamiento patriarcal tradicional, que consiste en asimilar todas las
relaciones de poder a la regla del padre. La segunda corresponde al patriarca-
lismo clásico. Sir Robert Filmer rompió con el argumento patriarcal tradicio-
nal al sostener que el poder patriarcal y el poder político no eran solamente
análogos, sino idénticos. Por último, el que denomina patriarcado moderno,
que se caracteriza por ser fraternal, contractual y es el que estructura la socie-
dad civil capitalista (Pateman, 1995: 38).
Pateman destaca que desde los comienzos de 1970 hay un renovado interés
en la teoría del contrato, pero nunca se menciona el contrato sexual, que resul-
ta la dimensión reprimida de la teoría del contrato. Esa historia desaparecida
señala cómo se establece una nueva forma específicamente moderna de pa-
triarcado.
Para Pateman, es preciso enfatizar que el contrato sexual no es meramente
familiar ni está localizado en la esfera privada. El contrato original crea la
totalidad de la sociedad moderna en civil y patriarcal.
Asimismo, la idea de que los individuos poseen propiedad en sus personas
ha sido el punto central de la lucha contra los dominios de clases y patriarcal.
La “afirmación de que las mujeres son propietarias de sus personas ha anima-
do muchas campañas feministas del pasado y del presente, desde los intentos
de reformar la ley de matrimonio y obtener la ciudadanía hasta las demandas
sobre el derecho al aborto” (25).
Reconozco la vigencia de los interrogantes que plantea Butler y estoy de
acuerdo con los peligros de una universalización de los mismos, ya que se co-
rre el riesgo de caer en el esencialismo y en una descontextualización de las
culturas. Asimismo, considero importantes los aportes de Pateman a favor de
la explicitación del contrato sexual en el marco de un patriarcado moderno
que restituiría la hipótesis del patriarcado como políticamente útil al feminis-
mo, mas no acuerdo con su valoración del trabajo de Lerner como una investi-
gación erudita pero vana.
Absorbiendo las críticas que se le han formulado, el patriarcado puede en-
tenderse como un sistema dinámico que cambia en distintos ámbitos históri-
154 APÉNDICES
cos y que, por tanto, atraviesa las culturas a lo largo de la historia. A través de
los estudios históricos se lo puede comparar con una suerte de camaleón pues
se adapta a los diversos sistemas que han regido a las sociedades a través de
los tiempos, y su forma actual puede ser la del patriarcado moderno bajo el
disfraz del capitalismo.
El núcleo que lo caracteriza es la opresión de las mujeres, aunque tal opre-
sión adopte ropajes específicos en cada cultura. La diferencia sexual es más
profunda que la de clase y raza, por lo que no valdría como superación solucio-
nar la diferencia de clases, así como el anuncio, desde la biología genómica, de
que no existen las razas, genéticamente hablando, no ha sido suficiente para
dar por superado el arraigado concepto sociológico de raza.
Biobibliografías: vidas y teorías
[ 155 ]
156 APÉNDICES
considera que la vida (lo privado) está divorciado de la obra (lo público). De
ella me ha sido imposible reunir datos biográficos más allá de los que presen-
to. No se rastrean datos autobiográficos en su obra, por lo menos de la obra
que leí. Obtuvo su bachelord of arts en la Rutgers University en 1980 y el
doctorado en la Temple University en 1987. Es profesora de Filosofía en la
Universidad de Washington donde su marido, con quien ha escrito algunos
artículos, es decano. Sus áreas de especialización son la epistemología filosófi-
ca, la filosofía de la ciencia feminista y la filosofía de la biología y las ciencias
sociales. Entre sus obras se cuentan numerosos artículos además de las publi-
caciones siguientes: Who Knows: From Quine to Feminist Empiricism, 1990, y
las siguientes coediciones: con Alison Wylie (Synthese, 104: 3, septiembre de
1995: Special Issue on Feminism and Science) y con Jack Nelson, Feminism,
Science, and the Philosophy of Science (Hankinson Nelson y Nelson, 1997),
también con Jack Nelson, On Quine, 2000, además de Feminist Interpretatio-
ns of W.V. Quine, 2003.
Fighting Words: Black Women and the Search for Justice, 1998, y From Black
Power to Hip Hop: Racism, Nationalism, and Feminism, 2005. Asimismo ha
publicado numerosos artículos en diversas revistas.
Ha enseñado en distintas instituciones, ocupado cargos editoriales en va-
rias revistas especializadas, ofrecido numerosas conferencias tanto en Esta-
dos Unidos como en el exterior y actuado como consultora de numerosas orga-
nizaciones comunitarias. Es Charles Phelps Taft Profesora Emérita en Socio-
logía en el Departamento de Estudios Afroamericanos de la Universidad de
Cincinnati. En 2007 fue electa como la presidenta número cien de la American
Sociological Association y se convirtió en la primera presidente mujer afro-
norteamericana en los ciento cuatro años de historia de esa institución.
IRIS MARION YOUNG. 1949-2006, nacida en Nueva York. Entre sus grados
académicos obtuvo el bachelor of arts en Queens College en 1970 y el doctora-
do en Filosofía en la Universidad del Estado de Pensilvania en 1974. Enseñó
teoría política durante nueve años en la Escuela de Graduados de Asuntos
Internacionales y Políticos en la Universidad de Pittsburgh. También enseñó
filosofía en numerosas instituciones como el Instituto Politécnico Worcester y
la Universidad de Miami. Fue profesora de Ciencia Política en la Universidad
de Chicago desde 2000. Sus áreas de interés fueron las teorías de la justicia, la
teoría democrática y la teoría feminista. En 1990 su libro Justice and the Poli-
tics of Difference la hizo conocida a nivel internacional. En esa obra, usada
mayoritariamente en las clases sobre el tema en todo el mundo, analiza críti-
camente los conceptos básicos que subyacen en la mayoría de las teorías acer-
ca de la justicia y aboga por la aceptación más que por la supresión de las
diferencias sociales grupales. Fue conocida por su compromiso político activo
en su lucha en causas como las de los derechos de las mujeres y los derechos de
quienes trabajan. Compartió con soltura su lucha política y el trabajo acadé-
mico, además de ser una profesora muy requerida por los estudiantes en todos
los niveles de enseñanza. También fue profesora visitante en universidades de
Australia, Viena, Sudáfrica, Alemania y Nueva Zelanda.
Entre sus obras se cuentan, además de la nombrada Justicia y política de
la diferencia; Intersecting Voices: Dilemmas of Gender, Political Philosophy,
and Policy, 1997; Throwing Like a Girl and Other Essays in Feminist Philoso-
phy and Social Theory, 1990, Inclusion and Democracy de 2000; On Female
Body Experience: “Throwing Like a Girl” and Other Essays, 2005; Global Cha-
llenges: War, Self-Determination, and Responsibility for Justice, 2007. Es dig-
na de mención la coedición con Alison Jaggar de A Companion to Feminist
Philosophy, 1998, que no es habitualmente citada entre su bibliografía. Sus
ensayos y libros fueron traducidos a múltiples lenguas como el español, el
portugués, el alemán, el italiano, el eslovaco, el croata y el japonés, entre otros.
Estuvo casada con David Alexander, alrededor de veinte años menor que
ella, con quien tuvo una hija, Morgen Alexander-Young. Es la primera autora
estadounidense, de las tratadas, que no adopta la costumbre de suplantar su
166 APÉNDICES
apellido paterno por el de su esposo, quizá porque cuando se casó ya era famo-
sa por el apellido Young. Asimismo es el primer caso en que añade su apellido
al de su hija.
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