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Descripción y visión general de los gobiernos de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro a lo largo

de diecisiete años –1999-2015– conocidos en la historiografía venezolana como la “era


chavista”. El propósito es poner de relieve características resaltantes del desarrollo
socioeconómico y político que se dio durante esta etapa de la historia de Venezuela, a fin de
identificar logros obtenidos y desafíos que hoy confronta la sociedad, asediada por una profunda
y global crisis.

La era chavista es, sin duda, un periodo altamente polémico para el análisis académico, tanto
sociohistórico como político. La polarización de la información, la toma de posiciones políticas e
ideológicas, impide con frecuencia tener una visión equilibrada de los hechos que han sucedido,
incluso para académicos.

En la primera, repasamos los principales rasgos del contexto sociopolítico y económico que
favorecieron la victoria electoral de Chávez y el movimiento bolivariano en 1998, considerada
esa victoria electoral, en trabajos previos, como una “ruptura populista”. La segunda narra
brevemente procesos sociopolíticos relevantes de los gobiernos de Chávez y Maduro. La tercera
analiza la crisis global que, con la muerte de Chávez y a partir de los desempeños
gubernamentales de él y Maduro, ha estallado en años recientes, la cual explica la derrota
electoral sufrida por el chavismo en las parlamentarias de diciembre de 2015. Como cierre,
hacemos algunos planteamientos en torno a los que pudieran ser legados positivos y
perdurables del chavismo como Gobierno, así como los legados negativos que hoy se expresan
en la crisis venezolana.
¿Qué está pasando?
Mientras el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se prepara para buscar la
reelección, la implosión socio-económica del país se ha convertido en un problema
mayor para sus vecinos. Cientos de miles de venezolanos están huyendo del hambre
y la pobreza, mientras que las enfermedades y el crimen se están extendiendo a
través de las fronteras.
¿Por qué sucedió?
Los bajos precios del petróleo, la corrupción y la mala gestión estatal han devastado
la economía. Un gobierno profundamente impopular, consciente de que ya no puede
ganar elecciones competitivas, ha optado por la represión. Los intentos de negociar
un acuerdo entre el gobierno y la oposición han fracasado.
¿Por qué es importante?
El colapso financiero y la hiperinflación convierten a Venezuela una zona de
desastre económico. La crisis ya no está confinada a una nación: los refugiados y
migrantes fluyen hacia los países vecinos. Las epidemias y el crimen violento
también permean las fronteras, poniendo en peligro el frágil proceso de paz
colombiano en las regiones fronterizas. ¿Qué debe hacerse? La prioridad es el apoyo
internacional para la asistencia humanitaria a lo largo de las fronteras.
Mientras el presidente venezolano Nicolás Maduro busca consolidar su poder, su
país se sume en un hoyo de miseria. La hiperinflación ha agravado la escasez de
alimentos y medicinas. Las epidemias de enfermedades prevenibles y la crisis de
desnutrición infantil son cada vez más mortales, mientras que el crimen violento se
ha disparado. Se estima que cuatro millones de venezolanos han emigrado y que
decenas de miles cruzan la frontera con Colombia cada mes en busca de un nuevo
hogar. Los vecinos de Venezuela, que una vez optaron por mantenerse al margen de
sus tensiones internas, hoy enfrentan una catástrofe en sus fronteras. Los gobiernos
de América Latina, la ONU, la Unión Europea y los EE.UU. deben redoblar sus
esfuerzos para manejar la crisis humanitaria, incluso garantizando que los países
vecinos tengan los recursos para hacerle frente. También deberían presionar,
idealmente junto con China, para que se reanuden las conversaciones entre el
gobierno y la oposición con el objetivo de llevar a cabo reformas que permitan una
política más representativa y la recuperación económica; amenazar con nuevas
sanciones podría ayudar a empujar al gobierno hacia concesiones.
La turbulencia del 2017 ha magnificado el sufrimiento que padece Venezuela y la
dificultad de encontrar soluciones. Mientras que el gobierno sí logró extinguir los
disturbios civiles después de varios meses, despojar de su poder a la Asamblea
Nacional, en manos de la oposición, y establecer una nueva Asamblea Nacional
Constituyente con autoridad sobre todas las instituciones venezolanas, poco ha
hecho por aliviar los problemas económicos del país. Sin embargo, afirma que está
protegiendo al pueblo venezolano contra las potencias extranjeras y sus aliados
internos, y denuncia que los reportes acerca de la muy real crisis humanitaria son
mentiras destinadas a provocar una “intervención imperialista”, bloqueando bajo
esta lógica los esfuerzos por proporcionar alimentos y asistencia médica.
El progresivo autoritarismo de los últimos años del régimen del presidente Hugo
Chávez y los primeros años del régimen Maduro hizo metástasis hacia un abierto
abuso partidista de las instituciones estatales y judiciales. Cualquier información
que desafíe una versión oficial es desechada: el Estado no publica cifras económicas
ni estadísticas de salud pública confiables. El incumplimiento a gran escala de la
deuda externa parece ser solo una cuestión de tiempo. La escasez y el hambre han
llevado a más saqueos, aunque sigan siendo esporádicos.
El deterioro del sector público ha dejado una marca profunda en las regiones
periféricas. En su afán por obtener divisas fuertes, el gobierno ha destinado más de
100.000 kilómetros cuadrados para minería, donde la falta de regulación fomenta la
colusión entre los militares, las bandas criminales y las guerrillas colombianas. Los
migrantes que se dirigen a Colombia tienen que eludir a las fuerzas de seguridad
estatal y a grupos armados en las zonas fronterizas. Después de cruzar, los más
pobres quedan relegados a ganarse la vida como puedan en una región con una de
las tasas de desempleo más altas de Colombia. La malaria volvió a ser común y está
cruzando fronteras. Enfermedades que habían sido erradicadas, como el sarampión
y la difteria, también han regresado.
Hubo un modesto optimismo alrededor de las conversaciones entre el gobierno y la
oposición durante diciembre de 2017 y enero de 2018. Las potencias
latinoamericanas, preocupadas por la gravedad de la crisis, su extensión hacia
países vecinos y la subversión del estado de derecho por Maduro con la creación de
la Asamblea Constituyente, se involucraron de lleno en el esfuerzo. Las
conversaciones arrojaron algunos indicios de consenso, notablemente en el
compromiso del gobierno, en principio, de reformar la autoridad electoral y permitir
la presencia de observadores electorales internacionales en las elecciones
presidenciales.
Sin embargo, el llamado unilateral a elecciones anticipadas por parte del gobierno –
antes de llegar a un acuerdo sobre una fecha o condiciones– en efecto frustró las
conversaciones, que terminaron agriamente y con textos antagónicos de un
supuesto acuerdo en circulación. El Grupo de Lima, un cuerpo de trece gobiernos
latinoamericanos y caribeños, más Canadá, establecido para encontrar una solución
a la crisis venezolana, rechazó el llamado unilateral de Maduro a elecciones.
A pesar de su lamentable gestión económica, el gobierno ocupa una posición fuerte.
La oposición venezolana está dividida y sin rumbo. Un segmento considerable del
electorado votará por Maduro, ya sea por lealtad, o porque depende del gobierno
para recibir raciones de alimentos esenciales y otros bienes subsidiados. La
autoridad electoral permanece bajo el control del ejecutivo, y ha demostrado su
disposición a doblegar las reglas a favor del partido gobernante e incluso, en una
ocasión, a cometer un supuesto fraude redondo.
La oposición de línea más dura anhela un embargo petrolero de los EE.UU. o una
intervención extranjera como un atajo hacia la transición, pero los riesgos que
conllevan estas acciones en un país ya sitiado por la violencia y el hambre son
inaceptables. En cambio, los gobiernos latinoamericanos, junto con potencias
occidentales e internacionales, deberían aprovechar el fuerte consenso
internacional y regional que existe sobre la difícil situación de Venezuela para
intensificar sus esfuerzos por resolverla.
La primera prioridad es aliviar el sufrimiento humano. El gobierno de Maduro
debería aceptar la creación de un grupo tripartito, de acuerdo con una propuesta
hecha por grupos humanitarios, compuesto por representantes del Estado
venezolano, la sociedad civil y organismos especializados de la ONU, que coordinaría
la provisión de asistencia humanitaria. Dicho cuerpo debería abordar los temores
del gobierno de que permitir que agencias de ayuda entreguen alimentos daría paso
a la injerencia externa. La ONU debería trabajar con los vecinos de Venezuela para
ayudarlos a brindarles asistencia a los venezolanos que salen de su país.
La segunda es reactivar las conversaciones entre el gobierno y la oposición.
Idealmente, el gobierno pospondría las próximas elecciones presidenciales, pero
incluso si los comicios siguen adelante, la prioridad posterior debería ser un retorno
rápido hacia unas negociaciones sustantivas. Los EE.UU., Canadá y la UE han
sancionado al gobierno, y varios líderes regionales están considerando hacer lo
mismo. Tales sanciones raramente resultan efectivas en sí mismas. Pero en el caso
de Venezuela, la amenaza de nuevas sanciones, especialmente las impuestas por
gobiernos latinoamericanos, podría mejorar las perspectivas de la negociación,
siempre que esa amenaza esté acompañada de una revitalizada diplomacia y
vinculada a concesiones realistas exigidas al gobierno de Maduro.
Las conversaciones deberían centrarse no solo en reformas electorales específicas,
sino en medidas de transición más amplias, incluida la representación de la
oposición en instituciones estatales claves, reforma económica y garantías para los
altos funcionarios del régimen si eventualmente perdieran el poder. Aunque las
rondas pasadas fracasaron, las negociaciones entre el régimen y la oposición,
facilitadas por líderes regionales u otros, respaldadas por una presión internacional
concertada, y que apunten a establecer un orden político más inclusivo y a
restablecer los controles y equilibrios, siguen siendo la única salida de la crisis.
La larga crisis política de Venezuela, que hasta hace poco había sido tratada por la
mayoría de potencias extranjeras como un asunto interno, se ha convertido en una
emergencia social y económica de múltiples facetas con consecuencias cada vez más
preocupantes para la región. Bajo el mando del presidente Hugo Chávez (1999-
2013), el gobierno consolidó su poder subordinando las instituciones estatales del
país, en principio autónomas, al ejecutivo.
Sin embargo, en los últimos cinco años la preocupación regional y mundial por los
asuntos internos de Venezuela se ha intensificado. El cambio comenzó con la muerte
prematura de Chávez a raíz de un cáncer a principios de 2013 y la subsecuente caída
del precio del petróleo.
La Venezuela de hoy1
Venezuela es uno de los países septentrionales de América del Sur que comparte un
pasado histórico, lingüístico y social con muchos pueblos latinoamericanos.
Geográficamente, como el Perú, es uno de los pocos países que presenta Costa, Sierra
y Selva.
En términos políticos, en la última década, el país fue gobernado por el presidente
Hugo Chávez Frías (1999-2013) y, después de su muerte, por el presidente Nicolás
Maduro Moros (2013-hasta la actualidad). Ambos han defendido una forma de
administrar el poder basándose en una revolución ideológica y política a la que
Chávez denominó revolución bolivariana o simplemente bolivarianismo, que
impulsó en sus diferentes periodos de gobernanza. Esta ideología promueve el
nacionalismo, el socialismo, el antiimperialismo y la participación ciudadana
emergente. Esta forma de gobernar, que había sido apoyada por muchos
venezolanos en un inicio, pero también negada por otros, ha provocado un
desencantado luego de que el líder de la revolución falleciera. Según Adins, la muerte
de Hugo Chávez “ha generado una profunda crisis interna, tanto dentro del

1
Lovón Cueva, Marco Antonio; Pita Garcia, Paula Sharon: Los términos de la crisis venezolana. Instituto
de Filología "Andrés Bello" Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela.
chavismo, como en la sociedad venezolana. A nivel exterior y regional, sin embargo,
el efecto aún no está claro”. Es decir, el manejo político durante este periodo ha
generado controversias en el plano de la democracia, la economía y la forma de
gobernar.
Venezuela es un país petrolero y este principal recurso estatal ha sido empleado
para favorecer las diversas tomas de decisiones y acciones del expresidente Chávez
(y de algunos expresidentes también). Como se desprende de Arenas (2010), Hugo
Chávez usó este recurso para afianzarse con un poder populista. Dicho recurso,
incluso, sirvió como una herramienta de política regional e internacional para atraer
la simpatía de otros Estados hacia la causa bolivariana. A la par, la misma
personalidad, especialmente su carisma, y la elaboración y transmisión de su
discurso, vinculados con un autoritarismo, condujo a legitimar su rol y la necesidad
de tenerlo como la autoridad máxima de Venezuela.
Venezuela es hoy gobernada por el presidente Maduro en un contexto de inflación
económica, desempleo y desabastecimiento de mercados, a los que se suma una
serie de protestas sociales frecuentes, una baja popularidad y una alta inseguridad
ciudadana, causada por los robos, la delincuencia callejera y los saqueos. Su
gobierno ha recibido denuncias de corrupción pública y la oposición política
nacional e internacional busca una respuesta distinta para la conducción del país.
Para Gómez, líder de Marea Socialista, movimiento cercano al chavismo, “Nos
preocupa la burocracia, el avance de la corrupción y la acumulación de capital por
parte de funcionarios que usan el discurso socialista para seguir en el poder, sin
interés de hacer avanzar la revolución. Se está conformando una nueva casta
capitalista que tiene la ventaja de que administra la renta petrolera”. Frente a todas
estas adversidades que se le presenta, Nicolás Maduro mantiene aún la ideología
propuesta por el chavismo, a la vez que defiende la soberanía del país.
Para Maduro (2016):
“Venezuela es la trinchera de la independencia y la dignidad de América Latina y el
Caribe. Este es el camino [prepararse militarmente para evitar cualquier tipo de
campaña internacional que busca una intervención militar] si queremos soberanía,
dignidad, si queremos ser dueños de nuestras riquezas, si queremos construir
nuestra sistema económico sin interferencia de ningún imperio”.
La crisis del chavismo en la Venezuela actual
Venezuela es un país petrolero desde los años veinte del siglo pasado, cuando el
hidrocarburo desplazó al café como el principal rubro de exportación del país,
cambiando dramáticamente su destino. Las economías petrolero-rentísticas se han
considerado a la vez una bendición y una maldición. Para un país pobre como fue
Venezuela antes del descubrimiento del petróleo en su territorio, significó la
oportunidad de salir de “la crisis estructural” del modelo agropecuario exportador,
como le llamó el historiador Carrera Damas. Modelo que se encontraba en
permanente precariedad por la incapacidad de los rubros agrícolas de dinamizar,
mucho menos modernizar, la economía y, por ende, la sociedad (1980). El petróleo,
al comenzar a ser explotado y al llegar los impuestos pagados por las
transnacionales a las arcas del Estado, produjo un dinamismo económico cuasi
milagroso al permitir a éste invertir en distintas esferas de la sociedad. Hacia los
años setenta, con un estatismo creciente, Venezuela se convirtió en uno de los países
más modernos, igualitarios, urbanos y educados del mundo. Pero, con el
sobrevenido boom de los precios petroleros de 1974, paradójicamente, la suerte
comenzó a girar en dirección contraria. La cara de lo que los especialistas llaman la
“maldición del petróleo” se asomó para hacerse predominante en las siguientes
décadas.
Gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro (1999-2015)
En sus inicios, el bolivarianismo fue un movimiento electoral que convocó una vasta
y variopinta coalición de fuerzas sociales y políticas de todos los estratos sociales e
ideologías, aunque la mayoría de líderes y organizaciones pertenecían a tendencias
de izquierda.
Su oferta en las elecciones de 1998 fue transformar la democracia representativa en
una “participativa” –propuesta que había nacido en debates de instituciones y
organizaciones de la sociedad civil venezolana desde mediados de los años ochenta
(López Maya, 2011)–, por lo pronto, en casos puntuales como Puerto Ordaz
(Municipio Caroní o Ciudad Guayana) en el estado Bolívar y la alcaldía Libertador
del Distrito Federal; democracia “participativa” practicada por gobiernos locales del
partido La Causa R (LCR) –una organización de izquierda resultado de una escisión
del Partido Comunista (PCV) (Harnecker, 1993 y 1994). El bolivarianismo se
apropió de esta propuesta e incluso la amplió para que el principio participativo se
aplicara a todo nivel, estructura y aparato del Estado. La democracia “participativa
y protagónica” quedó plasmada en la Constitución aprobada en 1999, llamada la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV).
Durante el primer gobierno de Chávez se creó una atmósfera de optimismo,
particularmente entre pobres y empobrecidos, pero también entre clases medias
urbanas progresistas. Las decisiones de políticas públicas con perspectiva
participativa estimularon la creación de múltiples instituciones, como mesas
técnicas de agua, comités de tierra, mesas de gas, organizaciones comunitarias
autogestionarias, consejos locales de participación pública, etcétera. Gracias a estas
iniciativas, la fortaleza y legitimidad de la élite en ascenso fortalecieron el proyecto
político y el liderazgo de Chávez ante la violenta confrontación política que tuvo
lugar en el país de 2001 a 2005, entre Gobierno y poderosas fuerzas sociales y
políticas opositoras, lideradas por grupos empresariales, medios de comunicación,
gerentes de la empresa estatal petrolera, militares descontentos y partidos políticos
del pasado, respaldadas por intereses y actores internacionales. El gobierno de
Chávez superó un golpe de Estado, un paro petrolero y operaciones guarimbas
(cortes de vía, muchas violentas); asimismo, el presidente Chávez triunfó en 2004
sobre un referendo revocatorio presidencial. En diciembre de 2005 el chavismo
obtuvo el 100 por ciento de los curules de la Asamblea Nacional al retirarse los
principales partidos opositores de la contienda electoral, alegando que se produciría
un fraude.
El éxito político trajo la tentación autoritaria por parte del Presidente. Empoderado,
tanto por sus victorias contra insurrecciones opositoras como por procesos
electorales frecuentes, donde operaba una lógica plebiscitaria, se fue fortaleciendo
el personalismo del Presidente en detrimento de las instituciones. Por otra parte,
destruida y fragmentada la oposición política y social y fortalecidos sectores
militares leales a Chávez sobre civiles y partidos políticos de la coalición de
gobierno, Chávez tomó la decisión unipersonal de “radicalizar” el proceso de
cambios. Con ello, la cara de la maldición de la renta petrolera asomó otra vez sus
fauces.
Como escenario de fondo, el precio del barril petrolero creció constantemente desde
2003, contribuyendo financieramente a que el bolivarianismo inicial se fuera
reduciendo básicamente a una fuerza política leal a la persona del presidente y toda
acción o pensamiento que éste planteara (“chavismo”). La democracia participativa
y protagónica devino en “protagónica y revolucionaria”, y el modelo de desarrollo,
que desde sus inicios fue confuso, se dirigió hacia un “socialismo del siglo XXI”,
confuso también, pero tan o más “rentístico” que el modelo de desarrollo
industrialista.
La reelección presidencial de Chávez en 2006, con un porcentaje histórico de 63,4
por ciento de los votos válidos, fue interpretada por el Presidente como aprobación
a su propuesta socialista. En los meses siguientes implicó una mayor centralización
y concentración del poder en su persona y la profundización del proceso de
destrucción de los contrapesos institucionales sobre el Ejecutivo, iniciado ya en su
primer gobierno. Para su segundo gobierno, el presidente Chávez pudo apoyarse en
su control absoluto sobre el poder Legislativo, Judicial y Ciudadano, así como sobre
el poder Electoral constituido por el Consejo Nacional Electoral. La propuesta de
Estado socialista “comunal”, presentada por Chávez como propuesta de reforma
constitucional en 2007, no obstante, fue rechazada por la población en un plebiscito
convocado por la Asamblea Nacional ese diciembre. Esto no frenó al presidente
Chávez que en los meses y años siguientes encontró, gracias a la subordinación del
Poder Judicial a su voluntad, interpretaciones legales y recursos administrativos
para establecer el marco jurídico político de un nuevo régimen que se desarrollaría
paralelo al constitucional. A diferencia de la democracia participativa de la CRBV, la
propuesta socialista de Chávez careció de debates y consensos en la sociedad.
La situación comienza a tornarse menos propicia al chavismo a partir del año 2009,
cuando además de desconocer el mandato popular, los precios de los hidrocarburos
en el mercado mundial sufrieron una baja significativa inducida principalmente por
la contracción de la economía mundial como resultado, entre otros fenómenos, de la
crisis hipotecaria estadounidense. Pero se recuperaron poco después y el gobierno
hizo caso omiso de ésta y otras señales de cambio en el mercado petrolero, y
continuó incrementando el gasto fiscal para su proyecto socialista y sus políticas
sociales –las conocidas “misiones”– cada vez más clientelares y al servicio de sus
intereses electorales. A partir de 2012 los precios petroleros volvieron a bajar, y la
tendencia ha continuado con el actual presidente Nicolás Maduro, hasta el momento
de terminar este artículo. En la medida en que el gobierno aplicó la misma estrategia
de 2009, vale decir, de no hacer nada y esperar una nueva alza de precios, el país se
fue sumiendo en una crisis global y profunda con análogas cifras socioeconómicas
de inflación, retroceso del PIB y pobreza a las vistas a fines del siglo XX.
La severa crisis actual, en muchos aspectos, es similar a la que llevó al chavismo al
poder, pues en definitiva las políticas “revolucionarias” no resolvieron ninguno de
los problemas económicos, sociales o político-institucionales estructurales. Incluso
en algunos aspectos –como el desempeño institucional y político– la crisis actual es
más grave, pues la destrucción de instituciones de la democracia representativa ha
profundizado la endémica ineficiencia y corrupción administrativa, mientras la
polarización política y la falta de reconocimiento del oficialismo de sus adversarios
políticos –que descalifica y considera “enemigos”– ha contribuido con el quiebre
creciente de las normas de convivencia social. La inesperada baja de los precios
petroleros desde mediados de 2014 ha hecho insostenible las masivas
importaciones de la época de bonanza, abriendo una descomunal escasez y
desabastecimiento de alimentos, medicinas y bienes básicos.
El control de cambios impuesto desde 2002, con varias tasas oficiales para el dólar,
ha incitado la corrupción con el comercio de las divisas, mientras los controles de
precios estimulan el contrabando de gasolina y productos regulados hacia países
vecinos. En lo social, la tasa de homicidios en 2014, según el Observatorio
Venezolano de Violencia, alcanzó la cifra de 82 por 100 mil habitantes, haciendo de
Venezuela una de las sociedades más violentas del mundo.
A mediados de 2011 ocurrió un gran imprevisto. El presidente Chávez, en gira por
América Latina, alteró su itinerario para dirigirse a La Habana, desde donde informó
el 30 de junio que había sido operado dos veces por una lesión en la rodilla y para
extirpar células cancerígenas que allí se encontraron. Comenzó su deterioro físico,
producto de un cáncer alojado en el abdomen, cuyas características nunca fueron
explicadas claramente por el gobierno a la población. Posteriormente, Chávez
realizó varios viajes a Cuba para someterse a tratamientos de quimioterapia y otras
operaciones. En la segunda mitad de 2012 se incorporó al proceso electoral
presidencial, donde corrió por un nuevo periodo. Ganó contra las fuerzas opositoras,
ahora lideradas por una coalición de partidos unidos en la plataforma llamada Mesa
de la Unidad Democrática (MUD), cuyo candidato fue Henrique Capriles Radonski.
El 7 de octubre, Chávez obtuvo 55,09 por ciento del voto popular, el porcentaje más
bajo de su carrera política (CNE, 2012). En enero de 2013 no pudo presentarse a la
toma de posesión y sólo regresó a Caracas unas semanas antes de su muerte,
oficialmente informada el 5 de marzo de 2013. En el tiempo entre su llegada a
Caracas y su muerte no existen evidencias de cuáles fueron sus condiciones físicas.
Chávez apareció ante las cámaras de televisión por última vez el 8 de diciembre de
2012, antes de marcharse a La Habana para someterse a la última operación. En esa
alocución anunció que de algo ocurrirle dejaba como sucesor a su vice-presidente y
canciller, Nicolás Maduro. Siguiendo las pautas acordadas en la CRBV,
inmediatamente declarada su muerte, se convocó a elecciones presidenciales, las
cuales tuvieron lugar el 14 de abril. Maduro ganó esas elecciones con un margen
muy estrecho de 223 mil 599 votos, 1,5 por ciento de ventaja sobre el candidato de
la MUD, el mismo Capriles Radonski (CNE, 2013).
La continuación del mercado petrolero inestable y deprimido, un presidente ahora
sin carisma y políticamente débil, y una orientación gubernamental errática,
polarizada y sorda a cualquier reconocimiento del creciente descontento de la
población, han marcado la gestión de Maduro. En los últimos dos años, a este
desempeño gubernamental se agregó la baja sostenida de los precios del barril
petrolero en el mercado mundial, contribuyendo a que el chavismo venga perdiendo
importantes respaldos políticos expresados en el debilitamiento de su caudal
electoral, la disminución de la popularidad del Presidente y en la aparición de
disidencias políticas internas.
internas. En las elecciones parlamentarias llevadas a cabo el 6 de diciembre de 2015,
el chavismo sufrió una contundente derrota. Como ha venido consolidándose en esta
era chavista, los comicios se caracterizaron por unas condiciones de la competencia
ampliamente ventajosas para los candidatos oficialistas, dado el recurrente uso que
hacen de los bienes y recursos del Estado en sus campañas, incluida una poderosa
plataforma comunicacional que controla la mayoría de los canales de televisión,
radio y prensa.11 Pese a ello, la ciudadanía, que participó masivamente en este
proceso –75 por ciento de participación–, le dio un sólido triunfo a la MUD (CNE,
2015). Para el próximo periodo parlamentario contarán con la mayoría de la
Asamblea Nacional al haber obtenido 1098 curules de un total de 167. El oficialismo
obtuvo 55. Adicionalmente, los tres diputados de la representación indígena
también salieron de organizaciones de oposición (CNE, 2015, OEV, 2016). Con mil
11 curules las fuerzas opositoras lograron una mega mayoría al disponer de dos
tercios del voto de la Asamblea.
Crisis global de la sociedad
La muerte del presidente Hugo Chávez, en marzo de 2013, dejó un vacío político
inconmensurable, dado que en sus años de gobierno terminó por concentrar
prácticamente todo el poder y tomar todas las decisiones. La elección de Nicolás
Maduro un mes después, con tan escaso margen de victoria, y luego de una campaña
caracterizada por una importante desigualdad en las condiciones de la competencia
(OEV, 2013), dio paso a una situación política conflictiva que ha desembocado en
violencia en varios momentos desde entonces. Desde sus inicios, el gobierno de
Maduro ha venido padeciendo una crisis de legitimidad y gobernabilidad que tiene
altos y bajos.
Varios ingredientes hacen difícil la superación de esta crisis de manera pacífica. Uno
es la persistencia del discurso polarizado, ofensivo y agresivo del oficialismo. En un
contexto en el que más de la mitad de los electores votó en contra del chavismo,
ignorar, ofender, perseguir a opositores e incluso apresar a líderes, oscurece la
atmósfera política.
Permitir el ejercicio de la violencia por parte de grupos y políticos asociados al
gobierno contra dirigentes opositores, como ha sucedido en instituciones como la
Asamblea Nacional, o en protestas pacíficas como marchas y concentraciones
opositoras en 2014, donde aparecen grupos paramilitares –llamados colectivos–
prochavistas armados y en funciones de represión, no hace más que acumular
indignación y resentimientos. La venezolana es una sociedad que exhibe hoy altos
niveles de violencia social y ahora crecientes prácticas de violencia política.12 Por
otra parte, la forma en que vienen ejerciendo el poder los sucesores de Chávez –
carente de los atributos carismáticos de él–, y los esfuerzos del gobierno de Maduro
dirigidos hacia una “rutinización” de ese carisma por vía predominantemente
neopatrimonialista son otros componentes que suman perplejidades y poco
contribuyen a una convivencia pacífica.
La dominación carismática ejercida por Chávez mientras gobernó ha venido
cambiando hacia una “rutinización”, que no ha tomado el camino moderno
“racionallegal” con arreglo a leyes sino uno tradicional neopatrimonialista (Bechle,
2011; Weber, 1977). El grupo de confianza del líder viene estableciendo un orden
político donde predominan los rasgos de un presidencialismo extremo, un
clientelismo sistemático y la indiferenciación de los bienes públicos y privados como
formas opuestas a un orden orientado por el Estado de Derecho (Bechle, 2011). Si
bien persisten algunos mecanismos legales, y se realizan elecciones, no son estos
mecanismos lo principal ni lo determinante en el ejercicio del poder político. Estas
características extinguen la naturaleza “antiautoritaria” que pudo tener la
dominación carismática ejercida por Chávez (Weber, 1977), para dar paso a un
orden político tiránico o despótico, sostenido por un sistema de valores donde la
sacralización de Chávez como figura cuasi divina de una religión de Estado se
combina con la legitimación por derecho propio de quienes declaran ser sus
herederos. Esta deriva neopatrimonialista encuentra en significativos sectores
sociales y políticos del país resistencias y rechazos que obligan al gobierno a
controlar a la sociedad mediante una creciente represión y militarización, lo que,
junto a la crisis socioeconómica que se ha venido profundizando, mantiene en
permanente inestabilidad y zozobra sociopolítica (López Maya y Panzarelli, 2014,
inédito).
Ineficiencias extremas de la administración pública caracterizan también este tipo
de dominación –como también a la carismática anterior–, y son otra dimensión
importante de la crisis global venezolana. Si bien ha sido parte intrínseca del
funcionamiento del Petroestado (Karl, 1995), ha sido empeorada por la deliberada
destrucción de la institucionalidad democrática del país dentro del plan de
transición hacia un Estado “socialista comunal”.
En efecto, desde 2009, cuando Chávez salió victorioso de un referendo de enmienda
constitucional para incorporar la reelección indefinida de las autoridades al
articulado de la CRBV, el Presidente, contando con la subordinación del Poder
Judicial y los otros poderes públicos, impulsó la aprobación de un nuevo cuerpo de
leyes que abrieron cauce legal para crear un aparato estatal paralelo al
constitucional: el “Estado Comunal”, hacia el cual se han venido desviando recursos
estatales.14 Este Estado, centralizado en torno a la Presidencia, organiza a la
población en consejos comunales y comunas, donde las decisiones son tomadas en
asambleas, quedando debilitados y en vías de extinción la organización territorial
del país en estados y municipios, y principios liberales constitucionales como el
sufragio universal, el pluralismo político y la separación e independencia de los
poderes públicos. Gobernadores y alcaldes han visto debilitados sus atributos y
recursos a favor de este nuevo y paralelo aparato estatal.
La participación de la ciudadanía en este Estado emergente es una actividad
estimulada y dirigida desde arriba, dentro de un esquema de planificación
centralizada y desde una concepción colectiva y no individual del sujeto político.
Consejos comunales organizan a la población territorialmente y comunas la
articulan al Estado, actuando, ambas instancias, como gestoras de las políticas
aprobadas por la cúpula política. Esta institucionalidad naciente no cuenta con un
modelo económico alternativo al rentístico, y dada la desaparición de Chávez, quien
era su ideólogo, así como por la actual crisis, su viabilidad se ha visto severamente
mermada. Por otra parte, este solapamiento de dos estructuras estatales paralelas
contribuye con la situación anárquica y anómica que actualmente caracteriza la vida
cotidiana en Venezuela.
En este contexto es como pueden comprenderse los violentos sucesos ocurridos en
el primer semestre de 2014. La protesta estudiantil y de sectores políticos
opositores comenzó en febrero y se extendió hasta mayo, con un promedio de 34
protestas diarias (OVCS, 2014). Tuvo como motivación inicial la inseguridad
reinante, pero muy pronto y al ser violentamente reprimida y criminalizada por el
gobierno de Maduro y por el partido gubernamental, el PSUV, la movilización
estudiantil devino en una ola de protestas que incorporó a diversos actores con sus
múltiples quejas y demandas vinculadas a la situación socioeconómica general
(PROVEA, 2014).
Esta protesta social –mayoritariamente desarrollada en los años más recientes en
espacios públicos de municipios controlados por gobiernos de oposición– ha sido
objeto de severa represión por los cuerpos de seguridad, policiales y militares, que
en ocasiones fueron reforzados por grupos civiles armados, identificados como
“colectivos” chavistas. En 2014, las acciones de protesta arrojaron un saldo de 42
muertos y más de 3 mil detenidos (FPV, 2014; Ponce y Las Heras, 2014). Como la
subordinación del Poder Judicial a la Presidencia ha continuado, el gobierno viene
practicando una “judicialización” de la represión. Es un mecanismo que consiste en
que los jueces liberan a protestantes, pero emiten medidas cautelares,
prohibiéndoles ejercer de allí en adelante su derecho a la protesta pacífica, a salir de
la ciudad e incluso imponiéndoles la obligación de presentarse cada quince días ante
los tribunales (PROVEA, 2014).
Al finalizar 2014, la popularidad del presidente Maduro cayó a niveles históricos: 22
por ciento, mientras 77 por ciento de encuestados evaluaban como mala su gestión
Para agosto de 2015, con la crisis de la economía avanzando aceleradamente, 76,8
por ciento de la población continuaba rechazando su gestión, 76,7 por ciento de
encuestados contestaron no tener confianza en que el gobierno de Maduro pudiera
resolver la situación y 69 por ciento consideraban que lo de la “guerra económica” –
el argumento oficialista para explicar la escasez de alimentos y medicinas– era una
falsedad (IVAD, 2015). Los resultados electorales de diciembre de ese año, donde,
como ya se señaló, el chavismo recibió una importante derrota, ratifican lo que
venían señalando las encuestas y abren dudas sobre la sobrevivencia política del
chavismo sin Chávez.
Reflexiones finales: legados positivos y negativos de la era chavista
Esta descripción general de las dificultades que hoy confronta la sociedad
venezolana nos indica que el proyecto “socialista” del chavismo no logró encontrar
alternativas para superar los problemas estructurales que motivaron a los
venezolanos a romper con los actores de la democracia representativa y abrazar al
movimiento bolivariano a fines del siglo XX. El chavismo no supo o no pudo en estos
años construir un plan económico de largo aliento que remontase el carácter
petrolero rentístico de la economía y que levantase las bases de un modelo
productivo no dependiente de los vaivenes del precio internacional del petróleo. La
propuesta del Estado Comunal del segundo gobierno de Chávez tampoco conjuró los
problemas de corrupción e ineficiencia administrativa característicos del
Petroestado venezolano. Más bien empeoró la situación al concebir dicho Estado sin
contrapesos institucionales entre los poderes públicos y al valorar la lealtad al líder
y su proyecto por sobre el profesionalismo y la honestidad. Este fracaso del
chavismo ha vuelto a poner a Venezuela en una situación de crisis global y profunda.
La irrupción en las elecciones presidenciales de 1998 de un candidato imbuido de
características populistas en su estilo y discurso político significó, como señalan las
teorías sobre este fenómeno, la posibilidad de inclusión en la comunidad política de
reconocimiento para sectores sociales anteriormente excluidos, junto a sus
demandas (Laclau, 2005). Desde su inicio, Chávez dio voz al malestar de sectores
sociales que consideraban que el sistema político representativo no los había
tomado en cuenta. El discurso populista incorporó a la política a una población que
se sentía excluida, bien porque lo estaba históricamente o porque había sido
degradada a esa posición por la crisis global de fines del siglo pasado. Fue un
discurso agresivo y dicotómico que se hizo oficial a lo largo de todos estos años,
apoyando una nueva etapa de inclusiones sociopolíticas en la historia venezolana.
La sociedad venezolana no era ajena a la tradición política del populismo. En el siglo
XX, gracias principalmente a la aparición del petróleo, el discurso populista se hizo
presente con frecuencia por parte de actores políticos emergentes como recurso
para acceder al poder. Ese discurso estuvo presente en la aparición de los partidos
políticos modernos, principalmente en AD, que propusieron para la sociedad una
democracia representativa inicialmente implantada por ese partido en el trienio
1945- 1948, llamado “el trienio populista”. A fines de siglo, el chavismo irrumpió con
su propuesta de democracia participativa. De modo análogo al periodo de la
democracia representativa, en este periodo se amplió el número de venezolanos
conscientes de sus derechos, con sentido de pertenencia e identidad política. Éste
pudiera ser su legado más perdurable.
El discurso del presidente Chávez enfatizó constantemente su carácter de vocero –
o “encarnación”– de un pueblo plebeyo excluido de derechos en el pasado, al tiempo
que sus gobiernos impulsaron la organización popular para el reclamo de derechos
fundamentales –sobre todo durante su primer gobierno– el acceso a la propiedad de
sus tierras (comités de tierra), agua potable y servida (mesas técnicas de agua),
habilitación física en las áreas barriales (organizaciones comunitarias
autogestionarias) y otras. Estas organizaciones, más las exigidas para tener acceso
a distintas “misiones sociales” –las políticas sociales personalizadas en torno a la
persona del presidente–, fueron canales para la distribución entre sectores
populares de ingreso fiscal petrolero –renta petrolera–, tanto para aliviar carencias
urgentes (alimentos, medicinas, empleo) como para asegurar la adscripción de estos
sectores al proyecto político chavista.
Un segundo legado importante es el de haber inculcado la idea de la participación
como sustantiva a toda democracia. Este principio es poco apreciado en
democracias liberales, pertenece más a la teoría de la democracia directa y
revolucionaria, y había sido incluso temido por los partidos políticos en los años de
la democracia representativa por su potencial de inestabilidad y conflictividad.
Pasada su primera etapa populista, AD, el partido “del pueblo”, se resistió a reformas
políticas para ampliar la participación popular, como la introducción de la
descentralización políticoadministrativa y mecanismos de participación ciudadana
no partidistas que exigía la sociedad a fines del siglo XX. Con ello cerró el acceso al
Estado a nuevos actores políticos y movimientos sociales que no se articulaban a sus
redes clientelares.
Participación y descentralización son hoy dos principios consagrados en la CRBV y
aparecieron como demandas en las luchas sociales de los años ochenta y noventa, y
en debates de la sociedad civil y de partidos como el socialcristiano COPEI, LCR y el
MAS. Fueron formulados institucionalmente por primera vez en la Comisión
Presidencial de Reforma del Estado (COPRE) a mediados de los ochenta, luego en la
Comisión Bicameral Especial del Congreso para la Reforma Constitucional en los
años noventa, pero AD entonces se negó a reconocerlos. Chávez y el movimiento
bolivariano hicieron suyas estas demandas y, una vez en el poder, las incorporaron
en la nueva Constitución.
En la CRBV se consagró el principio participativo como central en las relaciones
entre Estado y sociedad. El régimen representativo pasó a ser “participativo y
protagónico”, queriendo decir que combinaría las instituciones de la democracia
representativa con mecanismos de democracia directa y participativa, dándole
centralidad al ciudadano común, además de a los partidos políticos. Ambas
institucionalidades de democracia fueron entendidas como complementarias,
buscando en su interrelación potenciar las virtudes de cada una, neutralizando al
mismo tiempo sus tendencias perversas, a saber, la oligarquización para la
democracia representativa, y la tiranía y el totalitarismo para la democracia directa.
Haber incorporado estas demandas le dio una fuerte legitimidad y popularidad al
presidente Chávez. Venezuela fue durante su primer gobierno un gran laboratorio
experimental de formas organizativas participativas. Se buscaron modalidades
idóneas para que ciudadanos y comunidades organizadas participaran
directamente en las decisiones y políticas públicas en todas sus fases, promoviendo
empoderamiento popular, al mismo tiempo que soluciones a los agobiantes déficits
de servicios públicos.
Sin embargo, en el segundo gobierno de Chávez se produjo la desviación del
proyecto participativo por el socialismo del siglo XXI. Triunfante Chávez de todas las
conjuras y dificultades políticas confrontadas en su primer gobierno y relegitimado
por su triunfo en el referendo revocatorio de 2004 y en las elecciones presidenciales
de 2006, él presentó una propuesta de reforma constitucional donde el concepto de
la participación había cambiado sustantivamente. Ya no se trataba de una
participación de la ciudadanía o de la sociedad organizada –sociedad civil– en los
asuntos públicos, con miras a su empoderamiento para controlar al Petroestado,
sino de la participación como sujeto colectivo y dirigido por la presidencia para que
organizaciones homogeneizadas bajo la modalidad de consejos comunales y
comunas ejecutasen políticas decididas por el Ejecutivo Nacional.17 Pese a esta
deriva autoritaria, las semillas de la democracia participativa como herramienta de
ciudadanía y empoderamiento quedaron sembradas. En razón de ello, una
importante tensión persiste en el seno del chavismo entre quienes entienden que la
participación sin autonomía es servidumbre y quienes comulgan con el viejo
esquema leninista-estalinista de cooptación de la sociedad por una cúpula
todopoderosa.
Un tercer legado se ubica en las contribuciones a la integración regional y
subregional en el ámbito latinoamericano, bajo las iniciativas que algunos han
llamado la “diplomacia de los petrodólares”. Durante los gobiernos de Chávez las
relaciones internacionales e interamericanas fueron prioritarias, y sus iniciativas
cambiaron el lugar que había jugado Venezuela en esas comunidades. Los objetivos
y estrategias para darle al país una mayor proyección en organismos mundiales
significaron alianzas y conductas polémicas que resultan aún difíciles de evaluar. La
merma creciente del ingreso fiscal petrolero, por otra parte, ha reducido
notablemente las ambiciones de liderazgo mundial que alguna vez albergaron
Chávez y el actual presidente Maduro.
Distinto, sin embargo, parece su legado en el ámbito latinoamericano, donde el
chavismo profundizó una aspiración histórica de regímenes progresistas de darle
mayor dinamismo a las relaciones entre los países de la región, priorizando el tema
del combate a la pobreza por sobre el del crecimiento económico, que fue difundido
en el siglo pasado bajo la hegemonía de la doctrina neoliberal. Hoy, gobiernos de la
región, sin importar sus adscripciones ideológicas, colocan entre sus objetivos
prioritarios reducir la brecha de la desigualdad y erradicar la pobreza, dos flagelos
que han sido identificados por muchos estudiosos como principales causantes de la
vulnerabilidad de los sistemas democráticos en esta parte del mundo.
En contraste con los legados positivos mencionados, en la era de Chávez y ahora de
Maduro, fueron dándose políticas públicas que desembocaron en la crisis profunda
y general que hoy padece la sociedad.
El chavismo ni propuso ni desarrolló un modelo económico alternativo que
resolviera los problemas causados por la economía de tipo rentístico. Por el
contrario, los gobiernos de esta era se centraron primordialmente en la distribución
del ingreso fiscal petrolero a sectores pobres y excluidos, sin diseñar una estrategia
de economía productiva. Por ello, la crisis actual comparte características con la
sufrida a finales del siglo XX, agravada, sin embargo, por los años transcurridos, por
la exacerbación del carácter rentístico de la economía y por la instauración de un
régimen político crecientemente autoritario y neopatrimonialista.
La debilidad de la economía rentística reside en su altísima vulnerabilidad a la
variación de los precios internacionales del barril, un factor que es externo y
mayormente incontrolable por actores sociales o políticos del país. Distintos
ensayos en estos casi cien años de explotación y exportación petrolera han creado
un cuadro de distorsiones en la economía no petrolera al producirse una situación
de desconexión entre producción y niveles de consumo. Los venezolanos vivimos
por encima de nuestras capacidades productivas, vivimos “de la renta”. Esta
economía dio forma también a un Petroestado ineficiente y corrupto, situación no
sólo no corregida sino exacerbada en este periodo. Con la actual baja de los precios
del barril petrolero en los mercados, la situación económica del país se ha tornado
insostenible en el corto plazo.
El impacto económico
Venezuela, una vez la economía más rica de América Latina, ha sufrido un declive
económico precipitado bajo el presidente Maduro. Estrangulada por rígidos
controles de cambio y de precios, la economía se ha contraído en más de un tercio
desde 2012, mientras que la inflación ha comenzado a subir casi verticalmente.
Empresas estatales corruptas e ineficientes se tragan los recursos mientras
producen poco que sea de valor. La mayoría de personas y empresas no tienen
medios para obtener divisas fuertes, mientras que el incumplimiento parcial de la
deuda externa de Venezuela es ya una realidad. El comercio se ha desplomado,
afectando a otras economías de América Latina. Algunas, incluidas las de Colombia
y Brasil, habían experimentado un notable aumento de sus exportaciones a
Venezuela durante el boom petrolero de 2003-2013, solo para verlas colapsar a
medida que la recesión avanza. Otras se beneficiaron de subsidios energéticos que
el gobierno ya no puede permitirse mantener a niveles anteriores, en parte debido
a la caída estrepitosa en la producción de petróleo.2
El Banco Central dejó de publicar cifras del PIB y la inflación hace algún tiempo, pero
según la comisión de finanzas de la Asamblea Nacional, dirigida por la oposición, la
tasa mensual superó el 50 por ciento en octubre de 2017 – considerado
convencionalmente como el umbral de la hiperinflación. La oposición coloca la
inflación acumulada para 2017 en 2.616 por ciento. El Fondo Monetario
Internacional proyecta la inflación para el año 2018 en 13.000 por ciento, y algunas

2
La mayoría son países caribeños y centroamericanos pertenecientes al grupo Petrocaribe (Petrocaribe
es un acuerdo de cooperación energética lanzado por el gobierno de Chávez en 2005 mediante el cual
Venezuela suministra petróleo en condiciones preferenciales a países del Caribe y sus alrededores;
actualmente hay 14 países beneficiarios). Cuba, que es miembro de Petrocaribe pero disfruta de su propio
acuerdo energético con Venezuela, tuvo que recurrir a países como Rusia y Argelia para compensar el
faltante.
estimaciones son aún más altas3. A pesar de la media docena de aumentos en el
salario mínimo en doce meses, para enero de 2018 su poder adquisitivo había caído
a una quinta parte de su valor al principio de ese periodo. Igualmente, la producción
de petróleo –que representa casi todas las ganancias por exportaciones– cayó en un
29 por ciento4.
Venezuela está al borde del incumplimiento pleno de su deuda externa, que sería la
primera en la región desde la crisis de la deuda argentina de 2001. A principios de
noviembre de 2017, el presidente Maduro anunció que buscaría “reestructurar y
refinanciar” la deuda de la nación e invitó a los tenedores de bonos a una reunión en
Caracas. Pero a fecha de hoy no ha presentado ningún plan y las negociaciones no
han comenzado. Las posibilidades de una reestructuración ordenada son
prácticamente nulas, porque las sanciones de los Estados Unidos vigentes desde
mediados de 2017 tipifican como delito federal prestar dinero al gobierno
venezolano o a Petróleos de Venezuela (PDVSA), excepto en ciertas, muy limitadas,
circunstancias5.
Hasta ahora, los tenedores de bonos se han mostrado reacios a hablar de “default”,
al menos mientras Venezuela continúe cumpliendo con algunos pagos. Pero es
probable que llegue un punto de no retorno en el cual un incumplimiento a gran
escala –ya sea de bonos soberanos o de PDVSA, o de ambos– sea inevitable. Unos
$10 mil millones en reembolsos y pagos de intereses vencen en 2018, y a pesar de
que el precio del petróleo está otra vez por encima de los $60, la veloz caída de la
producción y otros problemas estructurales significan que Venezuela seguirá
teniendo un enorme déficit presupuestario. Incapaz de sostenerse sin ayuda
externa, el país será empujado a depender cada vez más de un puñado de aliados –
principalmente Rusia y China.
Las crisis de deuda son eventos desestabilizadores para los mercados financieros,
particularmente cuando se trata de una economía relativamente grande. En el caso
de Venezuela, el efecto dominó financiero hacia el exterior puede verse limitado
porque el resto de la región se encuentra en mucho mejor condición y el mercado ha
tenido en cuenta desde hace años la probabilidad del incumplimiento. Gracias al
enorme potencial del país de atraer inversiones en petróleo y otras industrias
básicas, su recuperación interna podría ser bastante rápida. Pero ésta –e incluso un
acuerdo de reestructuración inicial para la deuda externa– requeriría que el
gobierno tome medidas para reformar la economía. Bajo Maduro, y con las
sanciones en firme, dicha reforma es prácticamente inconcebible. El presidente
insiste en que el problema económico es el resultado de una agresión externa
dirigida a un cambio de régimen, mientras que las fuentes de nueva financiación se
van reduciendo drásticamente por la falta de acceso al sistema financiero de los
EE.UU.

3
Informe de Alejandro Werner, jefe del departamento del Hemisferio Occidental del FMI, 25 de enero
de 2018.
4
“Ante la grave situación que aqueja hoy al pueblo venezolano”, una carta abierta al presidente Maduro
de 100 destacados economistas, 12 de enero de 2018.
5
Orden Ejecutiva No. 13808, Presidencia de los Estados Unidos, 24 de agosto de 2017.
El comercio exterior de Venezuela también sigue cayendo. En el primer trimestre de
2017, el comercio entre Colombia y Venezuela se contrajo en un 58 por ciento, según
la cámara binacional de comercio, Cavecol. La causa principal fue la fuerte
disminución de las exportaciones colombianas debido a la depresión económica en
Venezuela. Las importaciones venezolanas desde Colombia solo sumaron $70
millones, en comparación con los $255 millones del primer trimestre de 201628. En
2008, con un comercio bilateral anual de más de $6 mil millones, la tasa de
crecimiento de Colombia era del 5-6 por ciento anual; ahora está alrededor de tres
puntos menos, debido en parte a la reducción masiva en el comercio con Venezuela6.
En el caso de Argentina, las exportaciones a Venezuela cayeron casi un 70 por ciento
entre 2013 y 2017. Esa caída siguió a un período de crecimiento extraordinario
entre 2003 a 2013 – los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner habían desarrollado
estrechos vínculos con Chávez – en donde las exportaciones aumentaron de apenas
$139 millones a $2,15 mil millones, convirtiendo a Venezuela en el quinto mercado
exterior más importante de Argentina, pero también provocando una serie de
escándalos de corrupción que involucraron a un fondo bilateral multimillonario7.
Un patrón similar afectó a otros miembros del bloque comercial Mercosur, al que
Venezuela se unió en 2012, pero del cual fue suspendido indefinidamente en agosto
de 2017 cuando los otros cuatro miembros (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay)
anunciaron no reconocer a la Asamblea Constituyente8. El comercio entre Venezuela
y los países del Mercosur cayó un 66,7 por ciento entre 2012 y 20169.

6
Cita de Juan Carlos Mora Uribe, presidente de Bancolombia, en un discurso pronunciado en la reunión
en Madrid del Club Diálogos por la Democracia, 14 de octubre de 2017.
7
Hugo Alconada Mon, “Gobierno cerró un polémico fideicomiso con Venezuela”, La Nación, 24 de
agosto de 2016.
8
Silvio Cascione, “Mercosur suspende a Venezuela, y urge una transición inmediata”, Reuters, 5 de
agosto de 2017.
9
“Comercio entre Mercosur y Venezuela disminuyó 67% desde su ingreso”, EFE, 4 de agosto de 2017.
Conclusiones
La crisis venezolana está afectando seriamente a la región, y en particular a sus
vecinos más cercanos. El efecto más visible es una crisis migratoria sin precedentes
en el hemisferio occidental desde el final de la Guerra Fría, impulsada por
condiciones cada vez más intolerables, como la hiperinflación, la desnutrición, las
enfermedades y el crimen violento desenfrenado. Se podría detener, al menos
parcialmente, si el gobierno indicara que está dispuesto a permitir que los
venezolanos voten libremente sobre si apoyan o no el mandato del presidente
Maduro. Pero el presidente ha desestimado los llamados de la oposición y de la
comunidad internacional de promulgar las medidas necesarias para permitir tal
votación. Él precipitó el colapso de las negociaciones facilitadas internacionalmente
al adelantar las elecciones presidenciales de diciembre, que ahora se celebrarán en
mayo, sin ofrecer garantías mínimamente aceptables de que serían creíbles.
Las elecciones de mayo no producirán un gobierno legítimo. Pueden producir un
cisma dentro del régimen con consecuencias que son difíciles de predecir160. Pero
una elección libre –cuyas perspectivas parecen remotas en todo caso– tampoco sería
una panacea. Tal votación debería ocurrir en el marco de una transición negociada
que proporcione un camino de vuelta claro hacia un sistema político más
representativa y el bienestar económico y social, mientras que ofrece garantías a
aquellos actualmente en el gobierno que los alentaría a entregar el poder en caso de
ser derrotados en las urnas. Eso significa que las negociaciones, actualmente
abandonadas, deben reanudarse, pero deben enfocarse no solo en las reformas
electorales, sino también en pasos más amplios para abordar las crisis políticas,
económicas y humanitarias. Si van a funcionar, idealmente deben ir precedidas de
medidas de fomento de la confianza, ser facilitadas internacionalmente y con una
agenda, un calendario y unas reglas claramente establecidas.
Para traer de vuelta al gobierno a la mesa y convencer a los líderes de la oposición
de que vale la pena regresar para nuevas conversaciones, las sanciones son una de
las pocas herramientas disponibles. Tales medidas rara vez son efectivas en sí
mismas. Pero el fuerte consenso regional e internacional que existe sobre la
gravedad de la crisis significa que la amenaza de sanciones, combinada con una
diplomacia revitalizada, es probablemente la mejor opción para obtener
concesiones del gobierno de Maduro. Cualquier sanción debe ser utilizada con
moderación y cuidadosamente dirigida para evitar daños adicionales a una
población que sufre. Ampliar o extender las sanciones sin vincularlas a una
estrategia política realista encaminada a resolver o mitigar la crisis sería
contraproducente.
Canadá, la UE y los EE.UU. ya han sancionado a figuras del gobierno, imponiendo una
mezcla de congelación de activos y prohibiciones de viaje a altos funcionarios
venezolanos, restricciones de ventas de armas y de inversiones en empresas
estatales. Los países latinoamericanos del Grupo Lima podrían considerar amenazar
con seguir su ejemplo. Perú ya tomó la iniciativa de excluir a Maduro de la Cumbre
de las Américas, a realizarse en Lima el mes entrante, un paso importante para
señalar el oprobio regional. La amenaza de sanciones, incluso modestas, por parte
de los vecinos latinoamericanos no tendría precedentes en la región y por ende le
enviaría una poderosa señal a Caracas.
Las amenazas de imponer sanciones deberían ir acompañadas de demandas claras
sobre las medidas que el gobierno debería tomar para evitar tales medidas. Éstas
comenzarían por su regreso a las conversaciones con la oposición, pero podrían
incluir pasos adicionales como restablecer el equilibrio político en las instituciones
claves, lo que significaría la representación de la oposición en órganos que incluyen
al tribunal supremo y la autoridad electoral; la liberación de presos políticos y el
levantamiento de las prohibiciones a los partidos de la oposición; así como reformas
que ayudarían a enfrentar la crisis económica.
El Grupo de Lima también debería acercarse a los aliados restantes de Venezuela, en
particular a Pekín, en un intento por ganar su respaldo a un esfuerzo de amplia base
para resolver la crisis venezolana. Aunque históricamente China ha sido reacia a
ejercer su influencia de esa manera, sus intereses, así como los de los venezolanos y
la región circundante, se verían mejor servidos si ayudara a persuadir al gobierno
de Maduro a negociar seriamente con la oposición. Sus importantes intereses
financieros y de inversión en Venezuela le otorgan una influencia considerable.
Washington, que ha sido públicamente despectivo con la idea de que China juegue
cualquier rol, debería adoptar una actitud más flexible. Sin Pekín, la crisis será más
difícil de resolver.
Lo más urgente es encontrar una solución a la creciente emergencia humanitaria,
pero esta no debe depender de un acuerdo político, ni se deben confundir los temas
entre sí. El gobierno dice temer que la asistencia humanitaria se utilice como
pretexto para una intervención militar extranjera. Estos temores parecen ser
avivados por algunos en la oposición que abiertamente piden una invasión o una
“intervención humanitaria”. Es totalmente factible que el gobierno trabaje con ONG
locales y extranjeras y organismos especializados de las Naciones Unidas para
canalizar ayuda médica y alimentaria a los necesitados sin proporcionar cobertura
para otras intenciones. No hacerlo es condenar a cientos de miles de personas a un
sufrimiento innecesario. A cambio, la ONU, los gobiernos regionales y los grupos
humanitarios deberían dejar en claro que la ayuda no trae ningún tipo de
compromiso político ni objetivos más allá de aliviar el sufrimiento humano.
La tragedia en Venezuela es enteramente una creación humana, el resultado de
decisiones políticas y económicas desacertadas y la determinación de líderes
individuales de aferrarse al poder. Venezuela tiene los recursos, naturales y
humanos, para recuperarse, pero no podrá hacerlo sola. Si alguna vez este fue un
problema puramente de los venezolanos, ese momento ya pasó. Los gobiernos
regionales y la comunidad internacional deben sacar a relucir lo mejor de su
habilidad diplomática, sus recursos materiales y su capacidad institucional para
ayudar a resolverlo. Mientras más tiempo persista la crisis, peor se pondrá.
Bibliografía

 La crisis del chavismo en la Venezuela actual. Margarita López Maya:


Historiadora y doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Central de
Venezuela. Docente e investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo
(CENDES) de la misma universidad. Miembro del Comité Directivo del
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Presidenta de la Sección de
Estudios Venezolanistas de la Latin American Studies Association.
 Lovón Cueva, Marco Antonio; Pita Garcia, Paula Sharon: Los términos de la
crisis venezolana. Instituto de Filología "Andrés Bello" Facultad de
Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela.

 Hugo Alconada Mon, “Gobierno cerró un polémico fideicomiso con


Venezuela”, La Nación, 24 de agosto de 2016.

 Silvio Cascione, “Mercosur suspende a Venezuela, y urge una transición


inmediata”, Reuters, 5 de agosto de 2017.

 Informe de Alejandro Werner, jefe del departamento del Hemisferio


Occidental del FMI, 25 de enero de 2018.
 Proyecto migracion venezuela -
https://migravenezuela.com/web/articulo/guaido-denuncio-que-maduro-
pretende-disolver-la-asamblea-constituyente/1405

 Casa Blanca señala que lo ocurrido en Venezuela "claramente no es un


golpe".PERU 21. https://peru21.pe/mundo/casa-blanca-senala-ocurre-
venezuela-claramente-golpe-475340-noticia/

 Venezolanos continúan su paso por Ecuador antes de llegar a Perú. PERU 21


https://peru21.pe/mundo/crisis-venezuela-ciudadanos-continuan-paso-
ecuador-llegar-peru-fotos-nndc-484459-noticia/

 Reabren pasos fronterizos entre Colombia y Venezuela tras el anuncio de


Maduro. PERU 21 https://peru21.pe/mundo/venezuela-reabren-pasos-
fronterizos-colombia-anuncio-maduro-fotos-nndc-483243-noticia/
 Juan Guaidó presenta su Plan País para enfrentar crisis económica y social en
Venezuela. PERU21 https://peru21.pe/mundo/juan-guaido-presenta-plan-
pais-enfrentar-crisis-economica-social-venezuela-456815-noticia/

 Conoce por qué PDVSA, el pilar de la economía venezolana, se desplomó en


los últimos 20 años del chavismo. PERU21
https://peru21.pe/mundo/venezuela-crisis-venezuela-petroleo-pdvsa-
pilar-economia-venezolana-desplomo-457118-noticia/

 Contraloría General de Venezuela ordena auditar patrimonio de Juan Guaidó.


PERU21 https://peru21.pe/mundo/venezuela-crisis-venezuela-regimen-
maduro-auditara-patrimonio-juan-guaido-459129-noticia/

 Nicolás Maduro califica ayuda humanitaria de EE.UU. enviada a Venezuela


como "migajas, comida podrida". PERU21
https://peru21.pe/mundo/venezuela-crisis-venezuela-maduro-califica-
ayuda-humanitaria-migajas-comida-podrida-460088-noticia/

 Venezuela: Nicolás Maduro se aferra al poder. PERU21


https://peru21.pe/mundo/venezuela-hoy-ultimas-noticias-hoy-18-
febrero-2019-crisis-venezolana-2019-ayuda-humanitaria-colombia-
estados-unidos-donald-trump-onu-nicolas-maduro-juan-guaido-convoca-
marcha-ve-co-us-nnda-nnrt-460532-noticia/

 Japón notifica a Venezuela su apoyo a Guaidó como presidente interino.


PERU21 https://peru21.pe/mundo/america/venezuela-japon-notifica-
apoyo-guaido-presidente-interino-nndc-460875-noticia/

 Nicolás Maduro pide a Juan Guaidó que convoque a elecciones para vencerlo.
PERU21 https://peru21.pe/mundo/america/venezuela-maduro-pide-
guaido-convoque-elecciones-vencerlo-nndc-460850-noticia/

 Juan Guaidó será enjuiciado penalmente acusado de usurpar funciones de


Nicolás Maduro. PERU21 https://peru21.pe/mundo/america/venezuela-
juan-guaido-sera-enjuiciado-penalmente-acusado-usurpar-funciones-
nicolas-maduro-crisis-nndc-469526-noticia/
 Crisis en Venezuela: Juan Guaidó asegura haber ganado apoyo de
militares.PERU21 https://peru21.pe/mundo/crisis-venezuela-juan-guaido-
anuncia-militares-dieron-vez-paso-unirse-nndc-475209-noticia/

 Lanzan bombas lacrimógenas contra Guaidó y militares que los


respaldan.PERU21 https://peru21.pe/mundo/venezuela-lanzan-bombas-
lacrimogenas-juan-guaido-militares-respaldan-nicolas-maduro-fotos-nndc-
475219-noticia/

 Reabren pasos fronterizos entre Colombia y Venezuela tras el anuncio de


Maduro. PERU21 https://peru21.pe/mundo/venezuela-reabren-pasos-
fronterizos-colombia-anuncio-maduro-fotos-nndc-483243-noticia/

 EE.UU. apuesta por nueva coalición internacional para presionar a Maduro.


https://www.voanoticias.com/a/casa-blanca-por-primera-vez-veremos-a-
los-56-paises-que-apoyan-a-guaido/5026843.html

 Fiscalía de régimen de Maduro anuncia investigación contra Juan Guaidó por


“traición a la patria”.https://peru21.pe/mundo/venezuela-fiscalia-anuncia-
investigacion-juan-guaido-traicion-patria-nicolas-maduro-500247-noticia/

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