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Espíritu Femenino, su blanca pureza y su honra, hay lugares que sólo pueden ser ocupados por Ella.
Papeles que sólo deben ser interpretados por su inmaculada figura. Para la Liberación.
Como Venus, que es la estrella de la Belleza Increada, y que es también la Señora de los trovadores y
poetas, o como Freya, que es la Dama de los guerreros indómitos; o como Atenea, la Diosa de los
hombres sabios. La revelación del Misterio prohibido debe darse siempre mediante la contemplación de
su desnudez increada, cuando su enigma logra entrar por nuestros ojos, cansados y rojizos de tanto
sufrir y odiar, y nos abre las puertas de nuestra propia Luz interior.
El Hombre debe encontrar siempre la imagen de esta figura olvidada, que es más que un sueño o una
simple fantasía de su abismo psíquico, para poder avanzar por la vía de la Sangre pura. Pensemos ahora
si existe una escena más maravillosa y extraordinaria que una Mujer joven, de tez alborada como la
Luna llena, adornada con un vestido de la misma blancura y que refiere a su corazón nunca mancillado y
en cuyas gráciles manos sostiene un exquisito violín, instrumento aristocrático y estético por excelencia.
Todo ello, dentro de una orquesta magnificente y señorial.
Su melodía, perfectamente limpia, toma el lugar central del escenario, moviendo en los pechos de
concurrentes y concertistas por igual la santa expectación de un Amor no humano, platónico, que borra
toda suciedad de sus almas y libera la virilidad que sólo un Caballero, juramentado a su dueña, conoce.
Así mismo sucede con este universo lleno de pecado, cuyas estrellas y esclavos pueden ser reivindicados
al fin si logran escuchar y descifrar la Voz suya.