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Porqué no fomentamos la catarsis en Renacer

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Es común oír decir, que si se reprime el llanto u otras emociones, eventualmente, se ha de sufrir
por no poder exteriorizarlos.

Los psicólogos nos dicen “si no me lo saco de adentro, se convierten en fantasmas que me
persiguen y nunca voy a poder superar.”

¡Esto no es verdad!

En Renacer debemos nadar contra la corriente.

Tanto la psicología como la psiquiatría, frente a quien sufre, se preocupan, habitualmente, por
analizar las emociones; así surge su tendencia a ocultar farmacológicamente y tratar el miedo, la
ira, la culpa, etc., llegando incluso para amenguar estas emociones a proporcionar a sus
“pacientes” una manguera para golpear un colchón, una guía de teléfonos para romper, una
habitación a prueba de ruidos para gritar o, en otros casos, se trata mediante psicoterapia.

En Renacer, luego de trabajar los primeros tiempos con la idea que los padres debían pasar por
una etapa de catarsis, pensando que ésta les traería más tranquilidad y estabilidad para
considerar lo que el grupo proponía, pronto nos dimos cuenta que no era así, pues al revivir sus
experiencias, a través de los relatos dolorosos, el estado emocional del momento, les impedía ver
el nuevo enfoque que el grupo les presentaba.

Para nosotros había una cosa cierta: no íbamos a ser un grupo de llorones, por el contrario, nos
juntábamos para ver cómo podíamos encontrar un sentido, un significado a esto que nos pasó.

Entonces, comenzamos a trabajar de esta otra manera obteniendo mejores resultados, tanto por
parte de los padres que recién ingresaban, como por parte de todos los demás, al no decaer las
reuniones por relatos dolorosos.

Es necesario aclarar al respecto, que lo correcto es decir que no fomentamos la catarsis, no que
no la permitimos; en muchas ocasiones se nos ha preguntado porqué no prestamos atención a la
catarsis en nuestros grupos.

Tanto para quienes la catarsis significa dar curso a la elaboración de sentimientos, como para
quienes significa que las emociones afloren y puedan expresarse, la respuesta en ambos casos, es
la misma: la fuerza del amor y la paz reinante en las reuniones del grupo hacen inútiles el
tratamiento del odio, la cólera, la bronca, dado que con el tiempo las personas aprenden a
desapegarse no sólo de sus emociones, sino de las emociones de los demás, no en el sentido de
no preocuparse por dicho sufrimiento, sino en el sentido de no identificarse con él.

Si las expresiones de pesar son fomentadas inadecuadamente, se puede llegar a lo que Elisabeth
Lukas denomina “estados de lamento continuo”, pues quien sobredimensiona el motivo del
lamento, atrae toda la concentración sobre sí, acrecienta su dolor, se siente cada vez peor, se
ahoga en su pena y la familia y la sociedad no lo toleran más y lo abandonan.
Cuando los padres se acercan al grupo todos sabemos porqué lo hacen, han perdido uno o más
hijos y no quieren seguir viviendo como lo están haciendo hasta ese momento.

No es necesario pues que nadie se extienda en los detalles de la partida del hijo ni todo lo que ella
involucra, por el contrario, hemos notado que cuanto menos tiempo se emplee en esta etapa, más
rápidamente es la recuperación, ya que partimos de la base de que Renacer nos agrupa sin tener
en cuenta la forma en que nuestros hijos se van, ya que todas las formas son trágicas.

Según Vìctor Frankl, toda manifestación de pesar sólo tiene sentido si es buena para la persona,
es buena para los que la rodean y es buena para la vida misma.

Si se prioriza el estudio de las propias emociones, los grupos terminan convirtiéndose en grupos
de autoobsevación y autorreflexión, con la tendencia natural, propia de estos grupos, a poner
énfasis en los aspectos negativos de la vida pasada, al respecto, Elizabeth Lukas nos dice: “De
ningún otro modo sabremos tan poco de nosotros mismos, que por la autoobservación y la
autorreflexión…”

Ustedes habrán visto personas que tienen 20 – 30 – 35 años de duelo que tienen un rostro que da
terror, que no hablan con nadie, que no salen de sus casas, que se han vuelto, realmente, pickles
en vinagre.

Ese no es el camino; el camino es el camino del cambio existencial, poniendo en el platillo de la


balanza las mejores cosas.

Cualquier palabra de aliento que tengamos para alguien que sufre o para una persona que lo
necesite, una sonrisa, un gesto, una atención cariñosa, con cada acción de bien que hagamos
nosotros agrandamos existencialmente el valor de nuestros hijos.

Con cada una de estos actos la dimensión existencial de los hijos crece y lo estamos haciendo a
raíz de su partida, no antes.

Aunque hayamos sido de esa manera antes, ahora tiene una calidad agregada, ahora uno se da
cuenta que cuando se tiene un gesto así, se tiene de corazón, no se tiene por compromiso, no, no
es como antes.

Esta es una manera de recordar a un hijo y hacer que la vida de ese hijo, no importa cuan
pequeña o dolorosa haya sido, adquiere más valor con cada gesto nuestro, con cada actitud
nuestra, cuando nace del corazón.

Como decía la Madre Teresa cuando le preguntaron un día, ¿pero hasta cuando hay que dar? Y ella
dijo: “Hay que dar… dar… dar… hasta que duela y después seguir dando.”

¡Ése es el camino de Renacer!

Tenemos un porqué dar y tenemos un por quien dar.

Alicia Schneider Berti- Gustavo Berti

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