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Consideraciones terminológicas
La palabra fantasma es usada para indicar la aparición con forma de ser real de algo
imaginado o de un ser inmaterial, por ejemplo, el alma de un difunto. También a la persona
disfrazada o al espantajo usados para simular la aparición de un espectro.
Este concepto de Lacan figura, sin embargo, traducido en los Escritos en ocasiones como
fantasía y otras veces como fantasma.
En el apartado del libro de los sueños referido a la elaboración onírica secundaria (Capítulo
VI), Freud menciona el papel de las fantasías o sueños diurnos como escalón preliminar de los
síntomas histéricos agregando que "[...] además de tales fantasías conscientes existen otras
-numerosísimas- que por su contenido y procedencia de material reprimido tienen que
permanecer inconscientes".
Freud resalta el término "sueños diurnos" aplicado a las fantasías diurnas conscientes, ya que
tienen en común con los sueños el ser realizaciones de deseos: "[...] tienen en gran parte
como base las impresiones provocadas por sucesos infantiles y sus creaciones gozan de cierta
benevolencia de la censura" (1). La elaboración secundaria del sueño intenta constituir con el
material onírico algo como una fantasía diurna. Cuando dicha fantasía se encuentra
constituida de antemano y guarda relación con las ideas latentes del sueño, pasa con
facilidad al contenido manifiesto del mismo. "Existen pues sueños que no consisten sino en la
repetición de una fantasía diurna que ha permanecido, quizás inconsciente" (1).
En "Los dos principios del funcionamiento mental" (1910-11), Freud plantea las relaciones de
la fantasía con la realidad. La sustitución del principio de placer por el principio de realidad
que allí propone, deja libre de confrontación una actividad mental a la que se le permite
regirse únicamente por el principio de placer: "Esta actividad es el fantasear, que se inicia en
los juegos infantiles, para continuarse posteriormente como sueños diurnos [...]" (2).
Estos sueños diurnos pueden ser conscientes o inconscientes, y son susceptibles de originar
tanto sueños nocturnos como síntomas neuróticos. También intervienen en la producción
artística: "[...] el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea un mundo fantástico y lo
toma muy en serio; esto es, se siente íntimamente ligado a él, aunque sin dejar de
diferenciarlo resueltamente de la realidad [...] mucho de lo que, siendo real, no podría
procurar placer ninguno puede procurarlo como juego de la fantasía [...]" (3), tanto para el
poeta como para su auditorio.
Las mociones pulsionales insatisfechas son las fuerzas impulsoras de las fantasías, y "cada
fantasía es una satisfacción de deseos, una rectificación de la realidad insatisfactoria". "[...]
la poesía, como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles"
(3). Son estados psíquicos preliminares de los síntomas neuróticos.
Resumiendo, desde Freud, la fantasía es una actividad psíquica presente en la vida corriente
(juego de los niños, ensueños diurnos, elaboración secundaria del sueño, creatividad en el
artista, disfrute de las producciones del arte) que puede en determinadas condiciones
generar síntomas neuróticos, constituyendo un estadio preliminar de los mismos.
Tales condiciones a veces son cuantitativas (su exacerbación) y otras veces están relacionadas
con la relación de la fantasía correspondiente con los sistemas inconsciente y preconsciente:
"Las fantasías inconscientes, o lo han sido siempre, habiendo tenido su origen en lo
inconsciente, o, lo que es más frecuente, fueron un día fantasías conscientes, sueños diurnos,
y han sido luego intencionadamente olvidadas, relegadas a lo inconsciente por la 'represión'
[...] la fantasía inconsciente integra una importantísima relación con la vida sexual del
individuo, pues es idéntica a la que él mismo empleó como base de la satisfacción sexual, en
un período de masturbación" (7). El contenido de las fantasías inconscientes en los neuróticos
es similar a las situaciones creadas por los perversos para su satisfacción sexual en la
realidad.
Como vemos, la fantasía desempeña un papel importante en la masturbación del niño y del
adulto. En su artículo "Pegan a un niño" (1919), Freud desarrolla ampliamente estas
cuestiones. Allí se despliega esta frase -que describe una escena imaginada como soporte de
la satisfacción masturbatoria- y se examinan sus relaciones con el sadismo y el masoquismo,
el complejo de Edipo y las cuestiones de la ubicación del sujeto en esa escena. Freud analiza
esta fantasía -que en última instancia esta referida al deseo de recibir una satisfacción sexual
y amorosa por parte del padre- a través de una serie de sustituciones de los personajes (del
soñante y del padre) y una serie de inversiones gramaticales que recuerdan las propuestas en
"Pulsiones y destinos de pulsión" (1915), revelando que la frase que describe la escena que
acompaña al onanismo: "pegan a un niño", tan enigmática al principio, está vinculada con dos
pasos previos: uno, susceptible de ser recordado, "el padre pega a un niño"; el otro,
inconsciente y reprimido, tiene un carácter masoquista, "yo soy pegado por el padre". Ese "ser
pegado" contiene a la vez culpa y erotismo: "no es sólo el castigo de la relación genital
prohibida, sino también su sustitución regresiva" (8). Esta fase intermedia reprimida e
inconsciente sólo puede ser reconstruida en el análisis.
Lacan usa "fantasme" (que podría traducirse por fantasía pero se tradujo más habitualmente
como fantasma) tanto para referirse al concepto freudiano (cuya amplitud hemos recorrido)
como para designar lo que él introduce como concepto nuevo.
El <> (rombo o losange) indica una relación de doble implicación (implicación recíproca) entre
los términos que une, es decir:
y recíprocamente:
7. Código (lenguaje)
m. Yo (moi)
Es la relación del yo al otro [líneas de retorno en el dibujo 1, m- i(a)] la que pone remedio a
esa indefensión situando algo como un señuelo a nivel del piso superior ($ <> a)- d. Esta
relación entre los dos pisos del grafo del deseo (dibujo 1) se hace posible porque la imagen
del otro i (a) permite advertir la castración a nivel imaginario: -φ. Lo que le falta a la
imagen deseada (lo es debido a la investidura narcisista que recibe) será el antecedente del
objeto causa del deseo: el a.
El “ser” del niño se aliena en una falsa respuesta, forzado por la necesidad de ocupar algún
lugar en el deseo de ese Otro que viene respondiendo a sus primeras demandas y que se ha
vuelto indispensable para él, más allá del plano de la necesidad.
goce inconmensurable; por medio del significante fálico , ese goce se rodea, se
“parlotea” alrededor de las formas del objeto a. Por otro lado, su fijeza –propia de lo
imaginario- detiene el devenir, el “ir siendo”, y captura en un goce, que Lacan llamará con
propiedad, goce fálico, goce del bla, bla, bla...
El objeto fálico que mediaba entre la madre y el niño se eleva a la categoría significante: de
1) En el Seminario 7 (1959-1960), Lacan retoma la noción de das Ding: “la cosa freudiana”
que se hace deseable precisamente porque está prohibida. “Das Ding” como objeto de goce
es inaccesible. Este desarrollo es afín al Escrito “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo
en el inconsciente freudiano” (1960), donde Lacan indica: “La castración quiere decir que es
preciso que el goce sea rechazado para que pueda ser alcanzado en la escala invertida de la
Ley del deseo”.
2) En el Seminario 8 (1960-1961), Lacan toma la noción de agalma (extraída de El banquete
de Platón) para aportar su característica parcial y misteriosa al objeto del deseo (algo en el
otro que me hace amarlo). Estos matices se formalizan en el Seminario 11 (1964) con relación
al lugar del objeto a en la transferencia; el analizado “dice” a su interlocutor, el analista:
“Te amo, pero porque inexplicablemente amo en ti algo más que tú, el objeto a minúscula,
te mutilo”.
El falo como objeto empieza a colocarse gradualmente en una serie de los objetos a (sus
formas) pecho, heces, mirada, voz, falo (Seminario 10). Más adelante, el falo desaparece de
esta lista, subsistiendo sólo los objetos de la pulsión parcial. Objetos intermediarios entre el
sujeto y el Otro, en el que tiene que constituirse como dividido (castrado o barrado)
El piso escópico de la constitución del deseo es privilegiado en el fantasma, por eso a menudo
es identificado con una escena que hace marco a lo real.
Hay un primer tiempo de alienación al Otro en que la castración aparece como una falsa
alternativa: o bien el objeto a queda en el campo del Otro y el sujeto queda amputado (en
falta), o bien el objeto a queda en el campo del Sujeto y el Otro resulta castrado. Dos
versiones de la alienación que Lacan resuelve formulando “ni lo uno, ni lo otro”. Por lo que
postula la segunda operación: la separación: El Sujeto está en falta, el Otro también. El
objeto a será aquello que les falta a ambos, lo que los castra. La castración, entonces, recae
tanto sobre el campo del sujeto, como sobre el campo del Otro.
DIBUJO 2: Dos versiones de la alienación
Por lo tanto:
$ a
El objeto a tiene su soporte corporal, se trata de los aparejos del cuerpo que están “listos
para suministrar” lo que el fantasma “va a llevar” (Seminario 14), que difiere de aquello con
que los cuerpos pueden aparearse.
Se trata del “seno, el escíbalo, la mirada, la voz, estas piezas separables, sin embargo
profundamente religadas al cuerpo” (25). Es una operación de estructura lógica, efectuada
sobre el “hablante” y no sobre lo “viviente”. El modelo de estas formas del objeto a es la
placenta (Seminario 10). Está en el cuerpo de la madre pero no le pertenece. Tampoco al
cuerpo del niño. Es un órgano intermediario entre ambos que cae como desecho después del
parto. Metáfora de la división subjetiva, división del sujeto, división del Otro, lo que resta, es
el objeto a.
El fantasma es el modo en que el Otro se mantiene presente en la estructura neurótica –y al
mismo tiempo intermediado-, sea como relación con la causa del deseo, sea como forma de
ofrecerse al goce del Otro. Ofreciendo el yo (moi) como objeto al goce del Otro, el neurótico
se preserva de confrontarse con un goce más absoluto, por ejemplo, en relación directa con
su cuerpo. Es por eso que Lacan dice que el fantasma es una defensa frente al goce del Otro.
Recapitulando:
1. El fantasma es la respuesta que el sujeto construye al enigma del deseo del Otro.
2. El fantasma es el sostén o soporte del deseo.
3. El fantasma es una defensa frente al goce del Otro.
4. El fantasma es aquello a través de lo cual “somos gozados” por el Otro.
Esta última posibilidad (Seminario 18) es la que determina que en la cura analítica de las
neurosis el fantasma sea el eje alrededor del cual se opera la transformación del goce en
deseo, angustia mediante (del goce al deseo hay un paso lógico necesario que es la angustia).
Se trata de poner en evidencia que no sólo el goce está prohibido, sino que es imposible. Hay
un viraje en la posición del sujeto: pasa de estar ofrecido a través de su yo (moi) como objeto
al goce del Otro, a estar causado en su deseo por el objeto a que lo divide: “En ese punto de
falta tiene que reconocerse el sujeto” (24). A esto se denomina travesía o atravesamiento del
fantasma fundamental, uno de los pilares en los que Lacan se apoya para decir que el análisis
es terminable.
Bibliografía